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ENFOQUE SISTÉMICO
En la (entendible) vorágine del #NiUnaMenos los activistas han cometido un grave
yerro filosófico que puede empantanar el progreso de su justa causa. Las personas que
se están manifestando en contra de la violencia de género parecen haber olvidado que
este, como muchos otros problemas sociales, son problemas sistémicos.
El enfoque sistémíco es una manera de concebir las cosas, así como de abordar y
formular problemas. Se caracteriza por concebir todo objeto como una totalidad
compleja o un componente de tal. Por consiguiente, quien adopta este enfoque intenta
descubrir los diversos aspectos de una cuestión, así como los problemas relacionados
con ella. Evita así las visiones unilaterales o sectoriales, y las correspondientes
soluciones simplistas.
El sistemismo ontológico que, por ejemplo, Bunge defiende; postula que el mundo es
un sistema de sistemas, es decir que toda cosa concreta es un sistema o un
componente de algún sistema. Un sistema es, en efecto, un objeto complejo
estructurado, cuyas partes están relacionadas entre sí por medio de vínculos
(estructura) pertenecientes a un nivel determinado (por ejemplo, un nivel físico o
químico que son inferiores al nivel biológico; y este a su vez del nivel social). Otros
sistemistas son Boudon, Coleman, Poe Yu-ze Wan o Ludwig von Bertalanffy. Además,
los sistemas se caracterizan por poseer propiedades globales (emergentes o
sistémicas) que sus partes componentes no poseen. A saber: la densidad poblacional,
la tasa de natalidad, la estratificación social o la desigualdad de ingresos: ninguno de
estos es reducible a un componente individual.
Las sociedades modernas son super-sistemas conformados por varios tipos distintos
de sistemas que a su vez están formados por sub-sistemas. Una sociedad cualquiera
en un momento dado es un sistema con 4 (cuatro) subsistemas básicos: un subsistema
biológico, uno político, uno económico y uno cultural. Y a su vez, estos sistemas se
relacionan a través de vínculos (enlaces) de distinta clase. Así, una familia posee
vínculos biológicos entre si; un trabajador y un patrón un vínculo económico y un
político y sus partidarios, sorpresivamente, un vínculo político.
En este paper del Institute for the Study of Labour se analiza empíricamente cuáles son
algunos de los factores que inciden en la violencia doméstica. Se determinó que las
personas más jóvenes, de ‘razas’ (ethnicity) mixtas, con bajo nivel educativo, con
muchos hijos (más de cinco) y separados suelen ser los que más sufren violencia
domestica. También se encuentran buenas razones para corroborar la hipótesis central
del paper: existe una correlación entre desempleo y violencia (mecanismo: la pobreza
produce stress y el stress facilita las reacciones violentas). A su vez, sabemos que
la estratificación social y la pobreza producen tasas mayores de natalidad lo que a su
vez empeora la pobreza. Que la desigualdad reduce la cohesión social y con esto la
factibilidad de que las víctimas reciban ayuda y se ayuden entre si. Por otro lado, la
desigualdad inhibe el crecimiento económico lo que produce desempleo que a su vez
desemboca en violencia domestica como se argumento anteriormente. Y el pobre
desempeño económico reduce la participación cívica en los grandes temas sociales:
como la desigualdad de género, el femicidio, etcétera. Por último, la pobreza inhibe el
desarrollo cognitivo lo que dificulta el acceso a la cultura (y esta a su vez, impide el
acceso al crecimiento económico y el bienestar biológico) y la cultura es un poderoso
mecanismo de prevención de la violencia, la degradación y la corrosión social (aunque,
por supuesto, no por si misma).
La moraleja aquí es que el sólo el desarrollo integral (de todos los sub sistemas y de
todos los componentes de estos) de la sociedad posibilita el avance concreto y real.
Las propuestas de los asistentes a la marcha son necesarias pero insuficientes. Porque
se fundamentan en un marco filosófico o bien individualista (la culpa es de los
hombres) o bien holista (la estructura patriarcal de la sociedad). No he visto una
propuesta sistémica al problema de la desigualdad de género. Y, como se menciono
antes, los problemas sistémicos requieren soluciones sistémicas. No alcanza son
modificar la cultura (intercambiando las a y o por equis) si se pasa hambre y penurias,
ni el bienestar económico por si sólo asegura una cultura elevada: para esto se
necesita de una clase política y una ciudadanía ilustrada y comprometida que
acompañe.
Invito a los activistas feministas a enfocar el problema de género desde una visión
materialista y sistémica y al mismo tiempo a abandonar las propuestas atomistas y
holistas (como así también las idealistas) que pecan de simplistas y no sirven para
comprender y así poder solucionar eficazmente cualquier problema de género que se
nos presente.