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1. INTRODUCCIÓN
La integración escolar se caracterizó por plantear el reto de atender en la escue-
la ordinaria a los alumnos para los que era necesaria una respuesta diferente y que
eran encaminados hacia otro tipo de centros; por pretender que todos los alumnos,
con los recursos necesarios, pudieran alcanzar los objetivos establecidos con carác-
ter general. Por su parte la educación inclusiva implica que todos los niños y niñas
de una determinada comunidad aprendan juntos independientemente de sus condi-
ciones personales, sociales o culturales, incluidos aquellos que presentan discapa-
cidad (Stainback, Stainback y Jackson (1999). Es decir, se pretende una escuela que
haga efectivo el derecho a la educación, la igualdad de oportunidades y la partici-
• Tendrán un objetivo claro y serán flexibles con las pequeñas variaciones en ellas.
• Serán negociadas y elegidas en base a alguna razón, sentido o intención.
• Se aprobarán por todo el alumnado y el profesorado del curso y, en lo posible, con la
implicación de las familias.
• Será preferible que sean pocas pero que se lleven a cabo.
• Poseerán un lenguaje incentivador y no prohibitivo.
• Reforzarán las conductas positivas.
• Se basarán en principios de convivencia y no en un listado de posibles sanciones.
• Tenderán hacia la responsabilización colectiva y compartida, evitando la huida de los
conflictos.
• Serán una vía de resolución de los problemas que puedan surgir.
• Tendrán en cuenta a todo el alumnado.
• Se referirán a cada uno de los espacios del centro (aulas, pasillos, patios, biblioteca,
etc.) y tiempos (horas de clase, recreos, etc.).
• Incluirán en ellas una organización del espacio y tiempo del alumnado, así como posi-
bles actividades y valoración de las mismas.
3. A MODO DE REFLEXIÓN
Poner en práctica una educación donde todos los alumnos sean atendidos, donde
se les dé respuesta a todas sus necesidades, donde estos se sientan partícipes, y donde
la eficacia sea una característica común, no está exenta de problemas y comentarios.
Para muchos docentes, ello no es más que pura ciencia ficción. Muchos todavía pien-
san que es parte de la mucha teoría que se les enseña a los futuros profesores en su
proceso de formación permanente. Pero a pesar de todo, la realidad educativa nos
demuestra que es posible una verdadera enseñanza eficaz para todos los niños y
niñas de una comunidad. Un ejemplo de ello, lo podemos observar en el modelo de
comunidades de aprendizaje, donde el resultado positivo es evidente. Resultado fruto
de un proceso que tiene su punto de partida en la sensibilización de la propia comu-
nidad, para pasar posteriormente a tomar decisiones, a seleccionar las prioridades, a
planificar, a investigar, a formar, a evaluar los resultados, etc., en definitiva a partici-
par con mayúsculas. No es más que intentar crear la escuela que soñamos para nues-
tros hijos. Para muchos una utopía, pero sin olvidar que las utopías han sido el motor
de todos los cambios que se han producido en la humanidad. En lo posible tenemos
que recuperar el valor de la utopía como motor de transformación de la sociedad
¿Acaso no fue la utopía la que sirvió para eliminar la esclavitud?
Por qué no creer en clases multiedad al lado de clases de estudiantes del mismo
grado, por qué no creer en la resolución de conflictos, en la eficacia de los grupos
cooperativos, en el papel de los mediadores, en los estudiantes comprometidos y
motivados, en un verdadero apoyo curricular, en los maestros motivadores, etc. ¿Por
qué no?
Mientras la utopía educativa la tengamos en nuestro horizonte, podremos reco-
rrer el camino que nos separa hacia ella. Camino fruto de la reflexión y de la prác-
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