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CONTEXTOS EDUCATIVOS, 8-9 (2005-2006), 135-145

¿EDUCACIÓN INCLUSIVA EN NUESTROS CENTROS EDUCATIVOS?


SÍ, PERO ¿CÓMO?

José Mª Fernández Batanero


Universidad de Sevilla

RESUMEN: Desde su origen hasta hoy la Educación Inclusiva ha ido


ganando terreno como movimiento que desafía y rechaza las políticas, cultu-
ras y prácticas educativas que promueven cualquier tipo de exclusión. A la
vez la inclusión educativa ha ido abriendo caminos que tienen como meta
una educación eficaz para todos los alumnos. En el presente artículo refle-
xionamos sobre algunos de los cambios que los centros educativos tendrán
que afrontar si quieren plantearse como meta esta modalidad de educación.
SUMMARY: From its origin to today the Inclusiva Education has been
taking terrain like movement that defies and rejects the policies, cultures and
educative practices that promote any type of exclusion. Simultaneously the
educative inclusion has been laying ways that they have as it puts an effective
education for all the students. In the present article we reflected on some of
the changes that the educative centers will have to confront if they want to
consider as it puts this modality of education.
PALABRAS CLAVES: inclusión, estrategias, curriculum, organización.
KEY WORDS: inclusion, strategies, curriculum, organization.

1. INTRODUCCIÓN
La integración escolar se caracterizó por plantear el reto de atender en la escue-
la ordinaria a los alumnos para los que era necesaria una respuesta diferente y que
eran encaminados hacia otro tipo de centros; por pretender que todos los alumnos,
con los recursos necesarios, pudieran alcanzar los objetivos establecidos con carác-
ter general. Por su parte la educación inclusiva implica que todos los niños y niñas
de una determinada comunidad aprendan juntos independientemente de sus condi-
ciones personales, sociales o culturales, incluidos aquellos que presentan discapa-
cidad (Stainback, Stainback y Jackson (1999). Es decir, se pretende una escuela que
haga efectivo el derecho a la educación, la igualdad de oportunidades y la partici-

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pación, ya que no pone requisitos ni mecanismos de entrada, selección o discrimi-


nación de ningún tipo, caracterizada por la convivencia en igualdad y diversidad,
de tal forma que se le ofrezca a cada uno lo que necesite para el desarrollo de sus
potencialidades. Reconocer la igualdad entre las personas implica una determinada
concepción del mundo, de los seres humanos y de los valores que han de usarse
como referente a la hora de convivir.
Durante las tres últimas décadas del siglo pasado se han abierto nuevos caminos
para trazar rutas alternativas (principio de normalización, informe Warnock, integra-
ción…). Atrás quedó ya la pedagogía de la exclusión, basada fundamentalmente en la
idea de que estudiar era un privilegio, y que los alumnos mal educados o con proble-
mas en su aprendizaje debían dejar las escasas plazas escolares a otros mejor dotados.
Hemos pasado de una escolarización escasa y llena de lagunas, a una tasa de
escolarización del 100% en educación primaria y del 90% en secundaria. Este
hecho supone cambios importantes en la manera de entender y concebir la educa-
ción.
Estamos asistiendo al crecimiento de la idea de conseguir una “educación abier-
ta para todos”. Muchas son sus denominaciones: educación inclusiva, educación
integradora, educación en la diversidad, educación para todos, atención a la diversi-
dad, etc. Todos estos términos mantienen una idea común: responder a las necesida-
des de todos los alumnos, con independencia de su naturaleza o grado de necesidad
que presenten. Una educación sin exclusiones, en la que convivan y aprendan alum-
nos de distintas condiciones sociales, de diferentes culturas y distintas capacidades e
intereses, desde los más capaces hasta los que tienen alguna discapacidad. Esta
nueva educación es, por tanto, para todos y cada uno de los niños que llegan, saben
y viven su propia realidad, ha de acoger a cada niño con lo que trae y lo que es, ni
más ni menos. Hoy día, sabemos que cada persona somos una de las infinitas com-
binaciones entre rasgos físicos, psicológicos, sociales, culturales… todos somos dife-
rentes, igual de válidos y con los mismos derechos.
Significa esto que la educación inclusiva no está destinada a los alumnos con
necesidades especiales exclusivamente, sino a todos los niños que quieran pertene-
cer a esa escuela: alumnos con deficiencias y sin ellas, con dificultades de aprendi-
zaje y sin ellas, alumnos de diferentes culturas, alumnos que provienen de familias
con diferentes niveles socioeconómicos, alumnos con diferentes sistemas de valo-
res, distintas religiones…
En esencia, como sostiene Ainscow (2001) una educación de orientación inclu-
siva pretende disminuir todas las barreras al aprendizaje y a la participación, inde-
pendiente de quién las experimenta y dónde se encuentren estas barreras, en las
culturas, políticas y prácticas de una escuela. Se enfatiza la movilización de recur-
sos infrautilizados a nivel de personal docente, alumnos, consejo escolar, padres y
otros integrantes de las comunidades escolares. En este contexto, la diversidad es
considerada un rico recurso de apoyo al aprendizaje y a la enseñanza.
Actualmente, según se desprende del informe de 2003 sobre necesidades edu-
cativas especiales en Europa elaborado por la Agencia Europea para el Desarrollo
de la Educación Especial, la tendencia actual en la Unión Europea y en los países
candidatos es desarrollar políticas dirigidas hacia la educación inclusiva, proporcio-

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nando al profesorado varios tipos de apoyo tales como personal complementario,


materiales, cursos de formación y equipamiento.

2. CÓMO LLEVAR LA INCLUSIÓN A LA PRÁCTICA EDUCATIVA

Educar en este contexto no es tarea fácil, ya que implica un cambio profundo y


esencial en los Proyectos Educativos de los centros docentes, de forma que contri-
buya a reconsiderar su organización, curriculum y servicios entre otros aspectos. Y
ello, es preciso que se lleve a cabo en el marco de principios básicos como: 1. La
participación, 2. Las expectativas positivas, 3. Enseñanza y aprendizaje interactivo,
y 4. El apoyo a los profesores.

Figura 1. Cambios en el Proyecto Educativo.

Esta transformación ha de comenzar desde los cimientos, desde las estructuras


más profundas para que realmente sea un renacer. Esto no significa que todo lo que
se ha conseguido hasta ahora no sea válido. En absoluto, debemos quedarnos con
lo que nos sirve para despojarnos sin temor de lo que hemos de cambiar y así lan-
zarnos de lleno a la tarea de la construcción de esa escuela de calidad para todos
los alumnos (Pascual, 2004).
Las escuelas de orientación inclusiva deben iniciar un proyecto de transforma-
ción social y cultural del propio centro, siendo imprescindible para ello que se ten-
gan en cuenta tres premisas fundamentales:

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– Un proyecto común en el que participe toda la comunidad educativa.


– Un proyecto educativo que, en base a la diversidad de su propia realidad edu-
cativa, contemple una nueva forma de organización, de concebir el curriculum
y los servicios educativos.
– Un proyecto impregnado por una serie de valores éticos.

2.1. Un proyecto común en el que participe toda la comunidad educativa


Una educación sin exclusiones, en la que convivan y aprendan alumnos de dis-
tintas condiciones sociales, de diferentes culturas y distintas capacidades e intereses,
desde los más capaces hasta los que tienen alguna discapacidad pasa necesariamen-
te por considerar el aprendizaje como una tarea de todos. El aprendizaje escolar no
puede quedar sólo en manos de las maestras y los maestros, sino que debe estar
abierto a la participación todos los agentes educativos posibles: profesorado, familia,
voluntariado, instituciones y asociaciones del barrio. Todos comparten la meta global
de la formación y todos participan activamente en la planificación, realización y eva-
luación de las actividades del centro. En este sentido, se debe optimizar la utilización
de los recursos del barrio y de la comunidad mediante la planificación y la actividad
conjunta.
Los Consejos Escolares, los equipos directivos y las comisiones gestoras deben
asumir el papel de la gestión y la coordinación del proyecto por encima de la direc-
ción unipersonal. Es necesario crear comisiones mixtas para coordinar todo el tra-
bajo, delegando responsabilidades, donde el profesorado asume un nuevo papel de
dinamizador y coordinador de quienes colaboran en sus tareas.
De este modo, la concreción de las finalidades educativas supone una tarea de
toda la comunidad. En conclusión, las Finalidades Educativas requieren una reflexión
ética indisociable de una explicitación de valores deseables. Además, permiten pla-
nificar las líneas de actuación del Centro, dado que esta concreción debe encontrar-
se en el Proyecto Curricular y en el reglamento de Organización y Funcionamiento.
Uno de los peligros implícitos en la elaboración de las Finalidades Educativas
consiste en convertirlas en un ejercicio mecánico más para dar cumplimiento buro-
crático a una exigencia de la Administración Educativa. Un mecanismo que evita
esta situación es lo que Bolivar (1993) denomina: “priorización de ámbitos concre-
tos de mejora”. Este mecanismo consiste en decidir de forma realista qué necesida-
des son las más prioritarias, en función del problema detectado. De esta forma y
para una mejor comprensión y tratamiento de las Finalidades Educativas, éstas
podrían agruparse en los siguientes ámbitos: finalidades de ámbito convivencial,
pedagógico, administrativo y organizativo.

2.2. Un proyecto educativo que, en base a la diversidad de su propia realidad


educativa, contemple una nueva forma de organización, de concebir el
curriculum y los servicios educativos
La organización es el escenario que alberga las actividades y en el que se desa-
rrolla la convivencia. Es, también, el requisito que hace viable llevar a la práctica

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los postulados que pretenden conjugar el respeto a la igualdad y la necesaria aten-


ción a la diversidad.
Durante muchos años y todavía hoy la organización predominante en nuestras
escuelas es aquella que facilita un proceder homogéneo: los alumnos y alumnas son
distribuidos en grupos de edad (como si todos los que tienen las misma edad tuvie-
ran las mismas capacidades y destrezas); se pone en marcha una metodología idén-
tica para todo el grupo; se hacen módulos horarios iguales para todos, asumiendo
que todos los alumnos deben acabar las tareas a la vez; se supone que un año esco-
lar debe tener la misma duración para todos los aprendices; los profesores utilizan
baremos parecidos para calificar a todos los chicos de la misma edad y curso, sin
tener en cuenta cual ha sido su punto de partida al comienzo del año; incluso la
legislación es la misma y ha de ser cumplida en el mismo tiempo y de la misma
forma para todos los centros.
Frente a ese proceder homogéneo se hace necesario plantear un enfoque dife-
rente de la práctica educativa. Una organización sensible con la diversidad debe
cumplir una serie de exigencias: flexibilidad (la rigidez impide realizar cambios y
adaptaciones con el ritmo y la profundidad conveniente); permeabilidad (posibili-
dad de penetración en los dos sentidos, desde el centro educativo al entorno y desde
el propio entorno al centro); creatividad (para favorecer la innovación) y colegiabi-
lidad (un proyecto que se refiere a toda la institución, no a cada profesor de mane-
ra aislada).
Y para ello, es necesario que se desarrollen algunas estrategias básicas de orga-
nización que resultan útiles a la hora de responder a las necesidades de todos los
alumnos, por parte de los centros educativos, como son:
– Formación de grupos interactivos. Los grupos interactivos consisten en orga-
nizar el aula de manera que haya pequeños grupos heterogéneos de 4 o 5
alumnos que, en colaboración, resuelven tareas de clase con la supervisión de
una persona adulta (familiar, voluntario, etc.) que está dentro del grupo. El
ritmo de trabajo es alto y, además, solidario. La tarea del profesor o profesora
es la coordinación de la clase. La composición de estos grupos favorece la
mezcla de niveles, de manera que en la elaboración de las tareas de clase, los
alumnos colaboran en su resolución. De esta forma, los alumnos que han
adquirido un aprendizaje lo refuerzan explicándolo a los que todavía no lo
han hecho, que lo entienden mejor confrontando la explicación de los edu-
cadores y la de los compañeros.
– Creación de espacios de trabajo polivalentes.
Todos los espacios del centro deben estar dispuestos de forma que el alumno
pueda realizar con soltura todas las actividades encaminadas al desarrollo
personal, al aprendizaje y a la convivencia, siendo agradable y placentero ya
que el alumno ha de permanecer en su interior una gran parte del día y de su
vida. Como apunta Muntaner (1998, 57): El espacio del aula debe organizar-
se al servicio de las pretensiones educativas y debe ser un elemento favore-
cedor de la flexibilidad y de la diversidad en la oferta de actividades del

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alumno, no puede convertirse en un corsé que limite las posibilidades de


actuación del grupo clase.
– Planificación de tiempos flexibles (horarios a la carta).
El horario escolar ha de ser cambiado, si queremos que los centros y los profe-
sores puedan mejorar la calidad de la enseñanza. Por tanto, ante la demanda de
horarios rígidos y cerrados, el centro ha de defender modelos integradores del
curriculum, flexibles, etc. que no pasen normalmente por la adscripción rígida
de horas a cada materia en franjas de horario inamovibles.
El criterio de flexibilización ha de permitir organizar variaciones en los hora-
rios y en su distribución, siendo necesario, para ello, entablar discusiones en
los propios centros, donde los criterios de partida pueden ser (Masalles y Rigol
(2000): estar el máximo de horas con el tutor o la tutora; distribución de las
materias en las horas sin primar unas sobre otras: todas las materias son igual
de importantes; adecuación en la distribución de las áreas y ritmos a lo largo
de un día cualquiera; módulos horarios diversos (evitar la idea de sesiones de
una hora por sistema) buscando ratos largos que permitan una mayor flexibili-
dad y el desarrollo de un proceso de aprendizaje más adecuado; combinar las
actividades que se realizan a lo largo del día con la distribución de las horas
con criterios de tipo metodológico; combinar en el horario las horas dedicadas
a materias o áreas, con las actividades (rincones, proyectos, etc.).
Decidir en última instancia en función de criterios pedagógicos y en relación
con las necesidades de los niños y niñas, más que con criterios administrativos
o de necesidades de maestros o maestras.
– Establecimiento de agrupamientos flexibles.
Uno de los aspectos organizativos que tienen más incidencia en la creación de
un curriculum, que tenga en cuenta a todos los alumnos, es el referente a los
agrupamientos flexibles. Esta modalidad de agrupamiento tiene como objetivo
favorecer la atención a las diferencias individuales desde la adaptación del
proceso de enseñanza-aprendizaje a los intereses y ritmos de aprendizaje de
cada alumno y, en consecuencia, organizar la dinámica de la clase según esta
variable. Desde la perspectiva organizativa, los agrupamientos flexibles no sólo
afectan a los alumnos y alumnas, sino que también condicionan la programa-
ción curricular, así como la organización del trabajo de los profesores, e inclu-
so la de los tiempos y los espacios (Albericio, 1994).
– Tutorías individualizadas.
La diversificación del sistema de tutorías es una condición imprescindible para
realizar una atención verdaderamente individualizada. En nuestro curriculum
actual las tutorías tienen un carácter grupal. Esto exige una modificación de la
estructura temporal en la atención a los alumnos y alumnas y familias. Como
sostienen Hargreaves, Earl y Ryan (1998) al afirmar que muchos jóvenes no
adquirirán los niveles básicos académicos si no les preocupa y atienden a lo
que aprenden. Perderán la vinculación con su aprendizaje si se sienten aisla-
dos, perdidos y desatendidos en el aula.

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– Dotación de servicios de apoyo al centro.


El centro es el responsable de encontrar la respuesta a las necesidades de todos
los alumnos. Todo el profesorado debe encontrarse implicado en el reto de: ana-
lizar las necesidades educativas derivadas de cada contexto de intervención (a
nivel de centro, de aula e individualmente), adecuar la respuesta a dichas nece-
sidades y hacer el seguimiento y evaluación de su oferta educativa.
Con respecto al currículum éste debe ser abierto y dinámico en función de las
necesidades y flexible a los cambios sociales, metodológicos y estructurales. Un
currículo que garantice, en los alumnos, el desarrollo de las competencias necesa-
rias para desenvolverse en la sociedad actual. Esto implica dejar atrás la imagen de
las clases frontales centradas en la enseñanza, carentes de sentido y descontextuali-
zadas de la realidad para dar paso a un nuevo proceso a través del cual los alum-
nos tienen la posibilidad de compartir y disfrutar en un clima cálido y acogedor
situaciones de aprendizaje relacionadas con sus propias experiencias, en contextos
donde se valoran, toman en cuenta y respetan sus diferencias individuales y en el
cual existe cotidianamente la oportunidad de beneficiarse junto con los demás a tra-
vés de los trabajos cooperativos y de la formación de grupos heterogéneos.
Para ello, es necesario pasar de un currículo estándar y fragmentado en materias
a un currículo diversificado, multicultural, interdisciplinar y funcional. La educación
diversificada no es una idea nueva, sino una lógica comprensión sobre los modos
en los que los niños aprenden. Si sabemos que cada uno aprende de forma diferen-
te, tendremos que diversificar el curriculum. Diversificar es adaptar, adecuar la ense-
ñanza a los intereses de cada alumno. La creciente diversidad racial y étnica de
nuestra sociedad obliga a que los currículos escolares tengan en cuenta las diferen-
cias entre los niños. Un currículo interdisciplinar y temático se adapta mucho mejor
que las prácticas tradicionales de lecciones magistrales, trabajos en el pupitre y
enseñanza basada en el libro de texto.
Cuando el contenido del currículo se organiza de forma interdisciplinar es más
significativo y estimula más a los alumnos.
El llamado curriculum funcional pone su mayor énfasis en que prepare para la
vida y no sólo para las distintas etapas académicas. La noción de funcionalidad
implica la utilidad de algo o la utilidad para algo.
La puesta en práctica de un curriculum que tenga en cuenta a todos los alumnos,
implica, entre otras, necesariamente la consideración de una serie de estrategias de
enseñanza. Fomentar la participación del alumno: motivar, utilizando como referen-
cia los intereses vitales de los alumnos; encontrar sentido al trabajo que el alumno
desarrolla en el aula; hacer que la enseñanza y el aprendizaje sean como la vida real;
tomar decisiones en torno a los objetivos, contenidos, actividades, materiales y la eva-
luación; utilizar técnicas de trabajo individual y de grupo; usar y adaptar la tecnolo-
gía; crear y adaptar materiales y recursos variados; organizar el trabajo fuera del aula.

2.3. Un proyecto impregnado por una serie de valores éticos


La educación en valores, que se justifica por la necesidad de una serie de prin-
cipios éticos que nos sirvan para evaluar nuestras acciones y las de los demás.

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La investigación sobre escuelas realmente excelentes ha demostrado que, a dife-


rencia de aquellas otras en las que prevalecen las normas individuales, se han esfor-
zado en construir el norte de su misión educativa, una cultura compartida y un
conjunto de normas comunes respecto a la enseñanza y la formación (Coleman y
Hoffer, 1987).
El trabajo pedagógico sobre procedimientos, actitudes y valores se presenta
como una urgencia pedagógica ante una sociedad en la que los grandes problemas
de la humanidad y los principios que regulan las relaciones entre los hombres, las
mujeres y los pueblos, y las relaciones de estos con su entorno natural, requieren
reorientaciones éticas y morales y no tanto soluciones técnicas o científicas (Gervi-
lla, 1997). En este sentido, se pide que la educación obligatoria capacite a los alum-
nos y alumnas para desenvolverse en la sociedad haciendo pleno uso de sus
derechos y haciendo frente a sus responsabilidades, es decir, dotarles de los cono-
cimientos necesarios para entender la realidad y poder actuar sobre ella, pero ello
supone también educarles en ciertas actitudes ante los problemas sociales (Actitu-
des de defensa, protección, conservación y mejora del medio ambiente y la calidad
de vida dentro de él; actitudes de respeto, tolerancia, justicia ante problemas de vio-
lencia, agresión, etc.; actitudes responsables y críticas ante todo tipo de sugerencias
o de incitaciones al consumo que pueda limitar, perjudicar o empobrecer la salud y
la vida personal o colectiva…). En definitiva, se trata de formar ciudadanos activos,
solidarios y abiertos al mundo, que valoren la relación entre sus acciones, los resul-
tados y las consecuencias previsibles, autónomos, capaces de deliberar, juzgar y
escoger sobre la base de sus propias decisiones.
Se impone otra nueva educación, que responda a otra concepción del ser huma-
no, una educación que restaure los valores éticos esenciales, donde prime la adqui-
sición de hábitos de convivencia, de solidaridad, de justicia y de respeto para
nuestros semejantes. Es el cambio en las actitudes el que nos llevará irreversible-
mente a una sociedad más humana y solidaria.
Educar en valores significa propiciar el establecimiento de un sistema coherente
de valores y, mucho más aún, lograr un acuerdo generalizado al respecto, pese a lo
cual es imperativo su búsqueda con todas nuestras fuerzas y voluntad si queremos
un mundo equilibrado, solidario y en paz. Debemos de desechar la famosa frase de
“Haced lo que yo diga pero no hagáis lo que yo hago”, ya que constituye la expre-
sión del testimonio contradictorio en las actuales sociedades de nuestros adultos.
Esto significa alcanzar un compromiso de trabajo entre profesores y padres, y estos
con la comunidad.
Los valores a conseguir constituyen un aspecto muy importante en la enseñanza.
Los docentes y estudiantes deben de esforzarse para lograr hábitos de trabajo que,
practicados de forma regular, produzcan resultados beneficiosos y motivantes para
todos los alumnos.
Con las normas podemos concretar la forma de convivencia que nos propone-
mos. Algunas características serían:

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Cuadro nº 1. Características de las normas

• Tendrán un objetivo claro y serán flexibles con las pequeñas variaciones en ellas.
• Serán negociadas y elegidas en base a alguna razón, sentido o intención.
• Se aprobarán por todo el alumnado y el profesorado del curso y, en lo posible, con la
implicación de las familias.
• Será preferible que sean pocas pero que se lleven a cabo.
• Poseerán un lenguaje incentivador y no prohibitivo.
• Reforzarán las conductas positivas.
• Se basarán en principios de convivencia y no en un listado de posibles sanciones.
• Tenderán hacia la responsabilización colectiva y compartida, evitando la huida de los
conflictos.
• Serán una vía de resolución de los problemas que puedan surgir.
• Tendrán en cuenta a todo el alumnado.
• Se referirán a cada uno de los espacios del centro (aulas, pasillos, patios, biblioteca,
etc.) y tiempos (horas de clase, recreos, etc.).
• Incluirán en ellas una organización del espacio y tiempo del alumnado, así como posi-
bles actividades y valoración de las mismas.

3. A MODO DE REFLEXIÓN

Poner en práctica una educación donde todos los alumnos sean atendidos, donde
se les dé respuesta a todas sus necesidades, donde estos se sientan partícipes, y donde
la eficacia sea una característica común, no está exenta de problemas y comentarios.
Para muchos docentes, ello no es más que pura ciencia ficción. Muchos todavía pien-
san que es parte de la mucha teoría que se les enseña a los futuros profesores en su
proceso de formación permanente. Pero a pesar de todo, la realidad educativa nos
demuestra que es posible una verdadera enseñanza eficaz para todos los niños y
niñas de una comunidad. Un ejemplo de ello, lo podemos observar en el modelo de
comunidades de aprendizaje, donde el resultado positivo es evidente. Resultado fruto
de un proceso que tiene su punto de partida en la sensibilización de la propia comu-
nidad, para pasar posteriormente a tomar decisiones, a seleccionar las prioridades, a
planificar, a investigar, a formar, a evaluar los resultados, etc., en definitiva a partici-
par con mayúsculas. No es más que intentar crear la escuela que soñamos para nues-
tros hijos. Para muchos una utopía, pero sin olvidar que las utopías han sido el motor
de todos los cambios que se han producido en la humanidad. En lo posible tenemos
que recuperar el valor de la utopía como motor de transformación de la sociedad
¿Acaso no fue la utopía la que sirvió para eliminar la esclavitud?
Por qué no creer en clases multiedad al lado de clases de estudiantes del mismo
grado, por qué no creer en la resolución de conflictos, en la eficacia de los grupos
cooperativos, en el papel de los mediadores, en los estudiantes comprometidos y
motivados, en un verdadero apoyo curricular, en los maestros motivadores, etc. ¿Por
qué no?
Mientras la utopía educativa la tengamos en nuestro horizonte, podremos reco-
rrer el camino que nos separa hacia ella. Camino fruto de la reflexión y de la prác-

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tica educativa, donde interpretemos la práctica desde la teoría e iluminemos la teo-


ría con la propia práctica. Un camino donde la diversidad sea entendida como el
punto de partida y no un obstáculo en él.
Somos conscientes que construir una escuela en la que todos quepan comienza
por avanzar en la línea formativa del personal (motor del sistema) en los Centros
(lugar estratégico de cambio) de cara a la construcción de Proyectos de Trabajo (PEC,
PCC) y organización interna (ROF). Al igual que la integración escolar es hoy día un
hecho evidente en nuestras escuelas, algún día y no muy lejano, con el esfuerzo de
todos lo será la inclusión.

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