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EL ÁRBOL DE LA CIENCIA – PREPARACIÓN COI

1.- BIOGRAFÍA DE PÍO BAROJA


Pío Baroja perteneció a la generación del 98 y es considerado por la crítica como el novelista
español más importante del siglo XX.

Nació en 1872 y vivió durante casi toda su vida en Madrid. En su juventud fue un anarquista
convencido, o cual se reflejará en sus obras mediante un completo inconformismo hacia todo,
hacia la religión, la política, el hombre y la vida en general.

Por ello poseía un pesimismo existencial, religioso, social y económico.

2.- INTRODUCCIÓN A LA OBRA


El árbol de la ciencia fue publicado en 1911 y pertenece a la trilogía “La raza”. Es la novela
noventayochista que mejor expresa la crisis existencial del tránsito del siglo XIX al siglo XX.

Su tema central es la desorientación del hombre inadaptado y encerrado en un callejón sin salida
que busca un sentido a la vida, pero que la insatisfacción ante los ambientes que la rodean y las
dolorosas experiencias vitales lo conducirán al suicidio.

El dilema de la obra es o la acción o la ataraxia (contemplación indiferente de todo). Andrés


Hurtado se debatirá entre estas dos opciones y fracasará en ambas, pues jamás llega a ver la
posibilidad de una acción fructífera y esto lo lleva a la contemplación de la verdad, lo cual le lleva
al dolor y a la angustia.

Se trata de una novela de aprendizaje, pues se ve el avance de la personalidad del protagonista,


de la juventud a la madurez, tanto en el mundo exterior (sus viajes) como el interior (las
conversaciones filosóficas).

Se dice que esta novela posee un gran componente autobiográfico:

Andrés es el Baroja joven y su tío Iturrioz es el Baroja maduro. Estudiante de medicina, la muerte
del hermano pequeño de Andrés es la muerte del hermano mayor de Baroja, la lectura filosófica,
etc.

3.- TEMAS Y CONTENIDO IDEOLÓGICO


El tema fundamental, como he comentado antes, es la búsqueda del sentido de la existencia
humana, que Andrés Hurtado persigue, pero nunca llega a encontrar. A este tema se le
subordinan otros:
 La preocupación por España
El egoísmo y las injusticias de la ciudad. Baroja nos muestra además un amplio abanico de
personajes egoístas, incultos, crueles, incomprendidos, vagos, explotados... La crítica afecta a
todos los sectores: la universidad, la prensa, la política, la burguesía, el mundo urbano, el rural…

 La lucha por la vida


La obra es una enuncia de la injusticia social. Andrés Hurtado termina convenciéndose de que
estas no tienen solución y que los más fuertes dominarán siempre a los débiles.

 Las preocupaciones filosóficas


Schopenhauer, Nietzsche y Kant.

o Schopenhauer
Escepticismo, pesimismo. ATARAXIA. La felicidad solo puede venir de la
inconsciencia y el conocimiento trae dolor. Inspira el suicidio pues dice que es la
afirmación enérgica de esa voluntad de vivir y el rechazo de las condiciones en
que se ofrece la vida.

o Nietzsche
Voluntad, ACCIÓN, participación.

 La ciencia y el conocimiento
Analiza el sufrimiento humano y es preferible la inconsciencia de Andrés Hurtado que cree en la
ciencia, pero no en la de su momento, sino en la que está por venir. “Había en él algo de
precursor”.

 OTROS – La soledad, la religión, el dolor, el amor.


FRAGMENTO 1

Hurtado no podía soportar la bestialidad de aquel idiota de las patillas blancas. Aracil se reía de
las indignaciones de su amigo. Una vez Hurtado decidió no volver más por allá. Había una mujer
que guardaba constantemente en el regazo un gato blanco. Era una mujer que 5debió haber
sido muy bella, con ojos negros, grandes, sombreados, la nariz algo corva y el tipo egipcio. El
gato era, sin duda, lo único que le quedaba de un pasado mejor. Al entrar el médico, la enferma
solía bajar disimuladamente al gato de la cama y dejarlo en el suelo; el animal se quedaba
escondido, asustado, al ver entrar al médico con sus alumnos; pero uno de los días el médico le
vio y comenzó a darle patadas. —Coged a ese gato y matarlo —dijo el idiota de las patillas
blancas al practicante. El practicante y una enfermera comenzaron a perseguir al animal por
toda la sala; la enferma miraba angustiada esta persecución. 15—Y a esta tía llevadla a la
guardilla —añadió el médico. La enferma seguía la caza con la mirada, y cuando vio que cogían
a su gato, dos lágrimas gruesas corrieron por sus mejillas pálidas. —¡Canalla! ¡Idiota! —exclamó
Hurtado, acercándose al médico con el puño levantado. 20—No seas estúpido! —dijo Aracil—.
Si no quieres venir aquí, márchate. —Sí, me voy, no tengas cuidado; por no patearle las tripas a
ese idiota miserable. Desde aquel día ya no quiso volver más a San Juan de Dios.
FRAGMENTO 2

En su franqueza extraordinaria, hablaba con cinismo. Un día le dijo a Andrés:

- Ya ve usted: hace unos años estuve a punto de perder la honra, como decimos las mujeres.

- ¿Por qué? – Preguntó Andrés, asombrado, al oír esta revelación.

- Porque una bestia de la vecindad quiso forzarme. Yo tenía doce años. Y gracias que llevaba
pantalones y empecé a chillar; si no… estaría deshonrada – añadió con voz campanuda.

- Parece que la idea no le espanta a usted mucho.

- Para una mujer que no es guapa, como yo, y que tiene que estar siempre trabajando, como yo,
la cosa no tiene gran importancia.
FRAGMENTO 3

Por la mañana, a la hora del entierro, los que estaban en la casa comenzaron a preguntarse qué
hacía Andrés.

- No me choca nada que no se levante – dijo el médico – porque toma morfina.

- ¿De veras? – preguntó Iturrioz.

- Sí.

- Vamos a despertarle entonces – dijo Iturrioz.

Entraron en el cuarto. Tendido en la cama, muy pálido, con los labios blancos, estaba Andrés.

- ¡Está muerto! – exclamó Iturrioz.

Sobre la mesilla de noche se veía una copa y un frasco de aconitina cristalizada de Duquesnel.

Andrés se había envenenado. Sin duda, la rapidez de la intoxicación no le produjo convulsiones


ni vómitos.

La muerte había sobrevenido por parálisis inmediata del corazón.

- Ha muerto sin dolor – murmuró Iturrioz-. Este muchacho no tenía fuerza para vivir. Era un
epicúreo, un aristócrata, aunque él no lo creía.

- Pero había algo en él de precursor – murmuró el otro médico.

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