Wannabe.mp3 El_cuerpo_del_delito.

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¿Qué significa? Al menos dos cosas. En primer lugar, al volver a poner en juego
e invertir irónicamente proposiciones metafísicas muy antiguas, incluso místicas,
nos enseña que ver no se piensa y no se siente, en última instancia, sino como en
una experiencia del tacto. Con ello Joyce no hace más que indicar por anticipado
lo que constituirá en el fondo el testamento de toda fenomenología de la percep-
ción. “Es preciso que nos acostumbremos”, escribe Merleau-Ponty, “a pensar que
todo visible está tallado en lo tangible, todo ser táctil prometido en cierto modo a
la visibilidad, y que hay, no sólo entre lo tocado y lo tocante, sino también entre lo
tangible y lo visible que está incrustado en el anclaje, encabalgamiento”. Como si el
acto de ver finalizara siempre con por la experimentación de lo táctil de una pared
levantada frente a nosotros, obstáculo tal vez calado, trabajado de vacíos. “Si uno
puede meter sus cinco dedos a través, es una reja, si no una puerta”... Pero este
texto admirable propone otra enseñanza: debemos cerrar los ojos para ver cuando
el acto de ver nos remite, nos abre a un vacío que nos mira, nos concierte y, en un
sentido, nos constituye.
G. Didi-Huberman en Lo que vemos, lo que nos mira, hablando del Ulises de Joyce.
La lógica formal ha sido la gran escuela de la unificación. Ella ofreció a los ilustra-
dos el esquema de la calculabilidad del mundo.[...] el número se convirtió en el
canon de la Ilustración. Y las mismas equiparaciones dominan la justicia burguesa
y el intercambio de mercancías. [...] La sociedad burguesa se halla dominada por
lo equivalente. Ella hace comparable lo heterogéneo reduciéndolo a magnitudes
abstractas. Todo lo que no se reduce a números, y últimamente al uno, es para la
Ilustración apariencia; el positivismo moderno lo confina en la poseía. La unidad ha
sido el lema desde Parménides hasta Russel. La destrucción de dioses y cualidades
persiste.
Th. A. Adorno en Dialéctica de la Ilustración.
Si yo saco a la gente para colgarla en mi página web, quiero que el producto sea
atractivo. Si estás retratando perros y uno tiene pelazo, le haces el doble de fotos. Y
al que está sucio y es feo, igual me lo llevo a mi casa, pero para fotos no lo quiero.
G. Estadella (Urzaiz, El País, 2017.)
El título de la exposición Wannabe hace referencia a las personas que buscan apa-
rentar ser otras, emular su vida y sus actitudes. Este término se hizo popular en
Estados Unidos a mediados de los 80, siendo una contracción de “want to be”
(querer ser).
La exposición ensaya de forma plástica cómo el proceso de subjetivación viene hoy
condicionado e imposibilitado por la comunicación de masas dentro de una socie-
dad de consumo. Los wannabes, quieren imitar un modelo irreal, postproducido,
inalcanzable, un intento fracasado de ser alguien, un camino de inautenticidad;
una imposibilidad de construirse como sujeto identitario, una incapacidad contem-
poránea de diferenciarse en un infierno de lo igual.
Tomando como punto de partida la imagen como ideal alienante. Alvaro Bustos
experimenta alrededor del proceso de subjetivación. La destrucción como método
de creación, la inauténtica presencia de lo imposible en lo ausente y la búsqueda
de un simbolismo renovador coherente con nuestros días. Estas son algunas de las
preocupaciones conceptuales que podemos observar en la exposición. Álvaro Bus-
tos hace suyas imágenes-modelo propias del medio publicitario para plantear las
obras. Estas imágenes iconizan una figura humana irreal y postproducida, es decir,
imposible de imitar. El cuerpo es seleccionado como lenguaje plástico global - y
más concretamente el rostro (o su imposibilidad)-, y se utiliza como eje reflexivo
plástico en la instalación de Wannabe.
Experimentando con la imagen publicitaria en blanco y negro se busca sintetizar
al máximo su concepto, incorporar significación a la imagen por medio de su apro-
piaciación, diferenciación y recontextualización. Se explora integrar el vacío en la
falta de identidad personal, eliminando la máxima expresión humana: el rostro y su
mirada. Algunos rostros se derriten, imitando vagamente el aspecto de una dolo-
rosa, convirtiéndose en una metáfora del culto religioso a la imagen. Otros rostros
directamente desaparecen, dando lugar al vacío, sintetizando de forma directa la
pérdida de la individualidad y el nacimiento de la masa homogénea.
Querer ser, querer ser un imposible.