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Índice

Agradecimientos, 9
Abreviaturas, 13

Introducción: Walter Benjamin como problema, 15

1. Benjamin y la crítica, 33
Crítica (de arte) y verdad, 38 • Las polémicas afinidades electivas de
Benjamin y Goethe, 54 • Epistemo-crítica del conocimiento, 62

2. Benjamin y el Barroco, 83
Benjamin y Lukács, 90 • Teoría de la alegoría, 108

3. Benjamin y la (teoría) crítica, 129


La formación de una teoría crítica, 139 • Benjamin, Wagner y el
jazz, 169 • Benjamin, ontología, 176

4. Algunas conclusiones, 189

Bibliografía, 199
Introducción

Walter Benjamin como problema

Quien tilda a la teoría de anacrónica obedece al topos de suprimir


como anticuado lo que sigue doliendo como fracaso.

TH. W. ADORNO (1966)

Ocurre con los autores recién incorporados al canon que cada año se
publican sobre ellos centenares de artículos de ensayo e investigación,
reseñas, monografías, libros colectivos, etc. Walter Benjamin no sólo
no es una excepción a la regla, sino que encarna perfectamente esta
condición de «nuevo rico» de la cultura filosófica contemporánea. La
recopilación bibliográfica más completa, que recoge casi todo lo pu-
blicado entre 1921 y 2003, es muy esclarecedora: 1971 es el año de la
explosión de la bibliografía secundaria sobre Benjamin.1 Su fama no
había hecho más que crecer desde 1955, fecha de la primera edición
de una generosa y controvertida selección de ensayos en la editorial
Suhrkamp a cargo de Gretel y Theodor W. Adorno. La edición de un
número significativo de cartas, a cargo esta vez de Scholem y Adorno,
tuvo lugar en 1966, estableciendo las bases de la edición de obras y
correspondencia completas en la editorial Suhrkamp (1974-1999),
cuya ampliación crítica se halla en curso en esta misma editorial. En
1967 tuvo lugar una importante polémica en torno al legado e inter-
pretación de Benjamin que, junto con el número especial de Text und
Kritik (1971), hicieron posible una recepción crítica.2 En 1990 la can-

1. K. G. Wesseling (ed.), Walter Benjamin. Eine Bibliographie, Traugott Bautz,


Nordhausen, 2003. También puede consultarse R. Markner y Th. Weber (eds.), Litera-
tur über Walter Benjamin. Kommentierte Bibliographie 1983-1992, Hamburgo, Argu-
ment, 1993.
2. Cfr. Alternative, número especial dedicado a Walter Benjamin, 10, n.º 56/57, Ber-
lín, 1967, Alternative, segundo monográfico sobre Walter Benjamin, 11, n.º 58/59,
1968 y Text + Kritik, número dedicado a Walter Benjamin, n.º 31/32, Múnich, 1971.
En materia de errores de edición, este no es lugar para ofrecer una panorámica. Es
16 Las teorías críticas de Walter Benjamin

tidad de títulos y traducciones era ya enorme. Hoy es sencillamente


incalculable, y no sólo en Alemania. En Estados Unidos, Reino Uni-
do, Italia, Francia, México, Brasil, Argentina y Chile, por citar algu-
nos ejemplos, han aparecido en las últimas décadas multitud de edi-
ciones de textos de Benjamin, artículos y libros de investigación. En
España, Benjamin tuvo su mejor aval en las traducciones de Jesús
Aguirre de los años setenta, aunque esta recepción temprana no adqui-
rió un perfil propio hasta bastante más tarde, con las diferentes aporta-
ciones de Eduardo Fernández Gijón (1990), Vicente Jarque (1992),
Ana Lucas (1992) y, más sistemáticamente, Reyes Mate.3 Desde en-
tonces, la atención prestada a Benjamin se ha multiplicado exponen-
cialmente, culminando con la edición de sus Obras en la editorial
Abada (en curso), a través de la cual podrá llevarse a cabo la muy ne-
cesaria homogeneización de la terminología relevante en español,

cierto que la ordenación de Gesammelte Schriften es discutible, también que los edito-
res hacen algunas consideraciones que podrían disputarse, pero, ¿en qué edición de
este calibre no hay detalles pendientes? Benjamin no dejó indicaciones, como es ob-
vio, y la tarea de los editores R. Tiedemann y H. Schweppenhäuser, mientras la edición
crítica en curso no demuestre lo contrario, no tiene parangón. Para esta cuestión, así
como para una crítica de la edición de Benjamin, puede verse E. Wizisla, Benjamin y
Brecht. Historia de una amistad, Buenos Aires, Paidós, 2007, pp. 41-47. En 2004, fe-
cha de publicación del libro en Alemania, Wizisla todavía presenta el cambio de para-
digma en la recepción de Benjamin como deseable: «Las investigaciones e interpreta-
ciones políticas, sociohistóricas y de estética mediática sustituyeron a las perspectivas
dominadas por la historia de las ideas —aquí: las interpretaciones de orientación filo-
sófica o judío-teológicas de Adorno y Scholem» (E. Wizisla, ob. cit., p. 39). Sorprende
la benevolencia en la consideración de este giro, completamente pro-cíclico, en el que
se malinterpreta no solamente a Scholem, posteriormente recuperado por el nuevo con-
texto interpretativo teológico-político, también a Adorno, y no sólo en su vertiente de
comentarista de Benjamin, sino como filósofo. Adorno buscó siempre un análisis ma-
terialista más allá de la mera historia de las ideas, la cual practicó de manera sumamen-
te crítica. Se olvida que en este aspecto Benjamin se parecía más a él que a Brecht. En
el caso español, y en otros, habría que añadir que la fuerte diseminación de las inter-
pretaciones desde el punto de vista de la división social del trabajo intelectual —teoría
de la moda, teoría del cine, crítica de la cultura, memoria histórica, estética de los
medios de comunicación, teoría política, etcétera— ha ofrecido, como es natural, muy
desiguales resultados.
3. V. Gómez ha señalado que, considerado desde los comienzos de la recepción de la
teoría crítica en España (1962), «el carácter excepcional de la recepción española de
Benjamin es evidente: en treinta años de Teoría Crítica en España. Su obra sólo parece
haber merecido el artículo de J. Herrera “Hacia una estética de la mecanización (En
torno a Walter Benjamin)” (Revista de Ideas Estéticas, 1973), convirtiéndose en cam-
bio en 1992 en el autor más estudiado». Cfr. V. Gómez, «La teoría crítica en España.
Aspectos de una recepción», Anales del Seminario de Metafísica, n.º 30, 1996, p. 22.
Introducción 17

pero que, sin embargo, no incluye el valioso aparato crítico de la edi-


ción alemana.
Nuevo rico, sí, pero al mismo tiempo simpático, y es que el ca-
non que ha conducido a Benjamin a un primer plano sugiere al menos
cuatro pautas elementales, de las cuales ninguna procede de las fuen-
tes originales de su legado (Adorno, Scholem, Tiedemann y Schwep-
penhäuser). Todas son, en las versiones esquemáticas que aquí se pre-
sentan, extraordinariamente amables con Benjamin, quien rara vez es
censurado por sus comentaristas. Según la primera, se trata de un
autor excéntrico, inclasificable y claroscuro. Combina por igual fuen-
tes religiosas (mística judía), filos óficas (Kant, Marx, Klages, Sch-
mitt, Lukács, algunos elementos de la filosofía de Adorno, su «primer
y único discípulo» según Hannah Arendt, etcétera), literarias, arqui-
tectónicas y espirituales (surrealismo, expresionismo alemán, moder-
nismo arquitectónico, Hugo von Hofmannsthal, a quien Benjamin se
refirió en una ocasión como «el nuevo patrón», pero también los con-
sabidos Baudelaire, Kafka, Poe, Gide, Robert Walser, Karl Kraus,
etc.) En este sentido, Benjamin no sería tanto un filósofo cuanto un
pensador poético, un alquimista o un crítico extraterritorial, lo que
explica algunas incongruencias y oscuridades de su obra.
Segunda: Benjamin ha sido el primero en percibir el potencial
emancipatorio de la obra de arte en el contexto de la nueva cultura de
masas; es en este sentido el adversario natural de las intervenciones
más elitistas en la materia (Lukács y Adorno). Su visión de futuro y su
capacidad de apreciación le habrían ayudado a detectar y comprender
el surgimiento de técnicas, como el cine y la radio, radicalmente trans-
formadoras de la cultura moderna en un sentido progresista. Desde
este punto de vista, Benjamin fue un optimista, un incomprendido pro-
clive a las transformaciones técnicas en la producción y distribución
culturales de su época, también un simpatizante de la destrucción del
aura y de la recepción en la dispersión; el azote, en suma, de los críti-
cos apocalípticos de la cultura. Por ejemplo, el teórico norteamericano
Nöel Carroll se ha referido a los trabajos de Benjamin y Marshall
McLuhan, ¡por igual!, como «celebraciones de la cultura de masas».4

4. N. Carroll, Una filosofía del arte de masas, Madrid, Antonio Machado, 2002,
pp. 105-154. La recepción al uso de esta problemática es particularmente grave porque
reproduce los esquemas que Benjamin y Adorno quisieron evitar, de tal manera que sus
18 Las teorías críticas de Walter Benjamin

Tercera: los escritos de Benjamin son la expresión filosófica de


los modelos del «hombre en la multitud» de los cuentos de Poe y del
flâneur del Segundo Imperio, comprendidos como categorías biográ-
fico-filosóficas. Su filosofía es ella misma esotérica y oscilante, se
asemeja más al paseo sin rumbo, al fragmento a la intemperie o al
coleccionismo, que al sistema. Benjamin ha asimilado el modelo que
investigaba, ha mimetizado sus costumbres y gestos. Su trabajo inte-
lectual constituye por tanto un caso de flânerie intelectual, una audaz
constelación de iluminaciones del mundo moderno carente de siste-
maticidad. Esta falta de rigor, no exenta de una peculiar erudición, se
atribuye al carácter excéntrico del personaje, a su afinidad con el
montaje surrealista, a sus inquietudes estupefacientes y a la escasa
consideración por las categorías fundamentales de la filosofía clásica
—orden, verdad, belleza, bondad, sistema, etcétera—, entre otros mo-
tivos.

«teorías» son contrapuestas por motivos completamente equivocados. Por ejemplo, en


la reseña del libro de Carroll que puede encontrarse en el blog personal de la crítica de
arte y profesora de estética Rocío de la Villa se dice: «se repasan las teorías clásicas en
contra: D. MacDonald, Clement Greenberg, Robin Collingwood, más un repaso al ca-
pítulo sobre la industria cultural de la Dialéctica de la Ilustración de Adorno y
Horkheimer para situar los peligros, como el achatamiento de la sensibilidad estética
gracias a un sucedáneo de arte, la pérdida de libertad del individuo y la pasividad pa-
ralizante de una cultura que basa su éxito en la repetición del status quo. Argumentos
ya refutados por la visión política del arte “en la época de su reproductibilidad técnica”
de Walter Benjamin y sobrepasados después por la concepción mediática y global de
Marshall McLuhan, quienes merecen el crédito, al menos, de aceptar las actuales con-
diciones técnicas de producción y distribución en todo segmento cultural, incluido el
arte, fuera de las cuales hoy parece obsoleto plantear cualquier propuesta teórica»
<http://rociodelavilla.blogspot.de/2009/04/noel-carroll-una-filosofia-del-arte-de.
html>. Se verá más adelante cómo éste no es en absoluto el caso. Benjamin y Adorno
persiguen por igual teorizar precisamente «la pérdida de libertad del individuo y la
pasividad paralizante de una cultura que basa su éxito en la repetición del status quo»
y mantener la reflexión a la altura de «las actuales condiciones técnicas de producción
y distribución en todo segmento cultural, incluido el arte», a través de de un ejercicio
de crítica materialista capaz de hacer socialmente inteligible el estado de cosas musical
y artístico. El tema no es la «cultura de masas», sino la manera en que los nuevos es-
pacios culturales modifican las condiciones de producción de subjetividad. Benjamin
y Adorno ni celebran ni condenan: analizan el material cultural en tanto que mediación
de procesos sociales e históricos más amplios y profundos, tratan de descifran el todo
social en las partes que lo componen, también la cultura y la obra de arte, entre otras,
que son comprendidas como un todo ellas mismas. Leer estos procesos en el material
artístico sin proyectar categorías preconcebidas es para ambos genuino «materialis-
mo». En materia de conocimiento crítico, nada hay más general que hacerse cargo de
lo particular.
Introducción 19

Cuarta y última pauta: Benjamin el ángel, el oprimido, el interlo-


cutor del pequeño jorobado que pone la zancadilla a los niños en las
canciones infantiles, siempre en tierra de nadie, sometido a un perpe-
tuo exilio entre dos ciudades que no le ofrecían perspectivas a medio
plazo: Berlín ocupada y París en peligro de extinción. Su pensamiento
se confunde con una vida atravesada por la mala suerte, el rechazo, el
secretismo que favorecía que sus amigos no se conocieran entre sí y,
finalmente, la barbarie nazi. Si allá donde habitó toda su vida fue un
exilio, su muerte sólo podía ser un suicidio. La suya fue una muerte
única y catastrófica, «la primera gran pérdida que Hitler causó a la li-
teratura alemana», en palabras de Brecht.
Cada una de estas simplificaciones contiene un momento verda-
dero. Sin embargo, la combinación de sus elementos ha ayudado a
configurar una imagen deformada de la filosofía de Benjamin, así
como, en una medida muy considerable, de la relación de ésta con su
vida. Benjamin no fue un pensador precisamente débil, jovial, ni en el
despliegue de su obra ni en sus decisiones conceptuales. Desde sus
primeras aportaciones juveniles —a medio camino entre la praxis po-
lítica juvenil y la crítica de la cultura— contiene elementos de un pen-
samiento que se sabe tendencialmente totalizador, en el sentido del
afán por descifrar todo lo real; un desarrollo filosófico que apunta ha-
cia la lectura de procesos intelectuales, sociales, políticos y culturales
como cifras de un espacio distorsionado —la modernidad avanzada—
en el que se aprecia un hiato entre el plano del problema (el presente,
la realidad social del mundo burgués en decadencia, etcétera) y la so-
lución a la postre escogida por él mismo (el pensamiento, la crítica).
Estos tópicos tienen orígenes muy dispares, aunque si fuera preciso
señalar algunas fuentes, se trataría sin duda de dos importantes artícu-
los de H. Arendt y J. Habermas, cuya influencia ha sido enorme.5
En el primero, Habermas acumula los motivos benjaminianos de
manera algo confusa, desde la teoría mimética del lenguaje al ensayo
sobre la obra de arte, con escalas en la concepción del destino, la crí-

5. H. Arendt, «Walter Benjamin (1892-1940)», en Hombres en tiempos de oscuri-


dad, Barcelona, Gedisa, 2008, pp. 161-213 [original en W. Benjamin, Illuminations,
Harcourt, Brace & World, 1968, pp. 1-55] y J. Habermas, «Crítica conscienciadora o
crítica salvadora», en Perfiles filosófico-políticos, Madrid, Taurus, 2000, pp. 297-332
[original en S. Unseld (ed.), Zur Aktualität Walter Benjamins, Frankfurt/M, Suhrkamp,
1972, pp. 175-223].
20 Las teorías críticas de Walter Benjamin

tica del parlamentarismo y la filosofía de la historia. Su énfasis en las


consecuencias no deseadas de la tensión benjaminiana entre el arte y
la política ha gozado de enorme prestigio interpretativo:

Así, Benjamin pudo ver en el surrealismo la confirmación de su teoría


del arte. Sin embargo, las ilustraciones de poder puro que dio el surrea-
lismo encontraron en Benjamin un espectador ambivalente. Política
como autoescenificación o incluso política poética: cuando Benjamin
advirtió en qué podía derivar esta realización, ya no pudo cerrarse a las
diferencias de principio entre lo que es una acción política y lo que es
pura automanifestación […]. Alentado por su contacto con Brecht,
Benjamin se libera a partir de entonces de sus anteriores inclinaciones
anarquistas, y empieza a ver ahora la relación entre arte y praxis políti-
ca preferentemente desde el punto de vista de la utilización organizativa
y propagandística del arte para la lucha de clases. La decidida politiza-
ción del arte es un concepto que Benjamin se encontró ya ahí. Pudo te-
ner muy buenas razones para hacerlo suyo, pero no guarda ninguna re-
lación sistemática con su propia teoría del arte y de la historia.6

Sin delimitar claramente las mediaciones de su pensamiento, Haber-


mas hace la influencia surrealista extensiva a toda la obra de Benjamin,
de tal manera que, a la hora de explicar su transición hacia posiciones
materialistas, lo que encuentra es una tensión, una «identificación de
éxtasis y política» que éste no podía desear. Así, «liberar tradición
cultural a partir de los potenciales semánticos que no deben perderse
para el estado mesiánico (messianischen Zustand) no es lo mismo
que liberar dominación política a partir del poder estructural».7 Se-
gún esta interpretación, Benjamin oscila entre dos espacios, el políti-
co y el expresivo, que se resisten a toda articulación no reaccionaria.
Tiene lugar, de esta manera, uno de los problemas clásicos de la re-
cepción de Benjamin, a saber, que el diagnóstico de una tensión sirve
para solventar los problemas de interpretación que su obra suscita. El
problema no es iluminado por el diagnóstico; más bien se desplaza,
en el caso de Habermas, hacia la doctrina de la experiencia y la teoría
del lenguaje. Con ello, naturalmente, consigue empujar a Benjamin
hacia los bordes del giro lingüístico. En líneas generales, esta estrate-

6. J. Habermas, «Crítica conscienciadora o crítica salvadora», ob. cit., p. 327.


7. J. Habermas, «Crítica conscienciadora o crítica salvadora», ob. cit., p. 328.
Introducción 21

gia redunda en una conformista incomprensión de los textos, tan suge-


rentes como inoperantes, felizmente aporéticos, y en la asimilación de
su pensamiento por otras corrientes: paradigma de la acción comuni-
cativa, post-estructuralismo, deconstrucción, teología revolucionaria,
lucha de clases, estudios culturales más o menos progresistas, etc.
El trabajo de Arendt, quien conoció personalmente a Benjamin y
lo trató durante algún tiempo, es más expansivo y abarca su biografía,
hasta el punto de que la determinación de sus afectos, virtudes y alti-
bajos se convierte en una cuestión central. Arendt señala en numero-
sas ocasiones que la vida de Benjamin podría entenderse como una
«secuencia de esas pilas de escombros» de las que habla en diversos
lugares de su correspondencia, como una «acumulación de mala suer-
te», y de su actividad intelectual como la de un «pescador de perlas»
cuya única manera de expresarse era «pensar poéticamente» y que, si
no hubiera recibido sus honorarios por línea, habría preferido escribir
aforismos, porque «consideraba hasta el ensayo como demasiado
extenso».8 Independientemente de esto y del afán de Arendt por reunir
a Benjamin y a Heidegger, poco concluyente y un tanto afectado, don-
de su texto resulta más férreo es en la caracterización de la relación
con «sus amigos materialistas dialécticos». Se refiere, naturalmente, a
Th. W. Adorno y M. Horkheimer, así como a los miembros del Insti-
tut für Sozialforschung en el exilio (IfS), del que Benjamin era miem-
bro. La nómina era la siguiente, tal como consta en el tercer número
del volumen VIII (1939) de la antigua Zeitschrift für Sozialforschung
(ZfS), rebautizada como Studies in Philosophy and Social Science: M.
Horkheimer (director), F. Pollock (director adjunto), Th. W. Adorno,
W. Benjamin, H. Grossman, J. Gumperz, L. Löwenthal, H. Marcuse,
F. Neumann, F. Weil y K. A. Wittfogel (miembros).9 Arendt define la
relación que Benjamin tenía con este grupo en los siguientes términos:

Sus guías espirituales, Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, eran


«materialistas dialécticos» y, en su opinión, el pensamiento de Benja-
min era no dialéctico, se movía dentro de categorías materialistas que
no coincidían en absoluto con las marxistas, «carecía de mediación», en

8. H. Arendt, «Walter Benjamin (1892-1940)», ob. cit., p. 184.


9. Hay reimpresión de los nueves volúmenes de la revista en la editorial DTV, Mú-
nich, 1980.
22 Las teorías críticas de Walter Benjamin

tanto que, en el ensayo sobre Baudelaire, había relacionado «ciertos


elementos llamativos dentro de la superestructura… directamente, tal
vez incluso en forma casual, con los elementos correspondientes a la
infraestructura».10

Los pasos entre comillas se guardan un grotesco parecido, a modo de


caricatura, con una carta que Adorno envió a Benjamin el 10 de no-
viembre de 1938 en respuesta al envío del ensayo «El París del Segun-
do Imperio en Baudelaire», en la que le reprocha precisamente haber
adoptado directamente algunas categorías del materialismo histórico,
haciéndose tanta violencia a sí mismo como al materialismo. De este
debate se ocupan algunas páginas del tercer capítulo de este libro.
Más importante ahora es destacar la manera en que Arendt defiende a
Benjamin del IfS, cuya influencia no desmerece la del trabajo reseña-
do de Habermas. En primer lugar, distorsiona y simplifica la activi-
dad teórica del IfS, obviando que se trataba de un grupo altamente
heterogéneo de investigadores, algunos de los cuales compartían con
ella orígenes heideggerianos (Marcuse), y que, lejos de las categorías
del llamado marxismo vulgar, se hallaban en Estados Unidos dedica-
dos, entre otras tareas, a la investigación filosófico-social. Omite
también, en segundo lugar, la posición crítica de Adorno respecto al
marxismo tradicional, que la carta establece, como podrá verse, con
total nitidez. Las peculiaridades del marxismo de Benjamin son atri-
buidas a su sola persona, sin reparar en que fue el debate con Brecht,
Adorno y otros lo que en gran medida le condujo hacia posiciones
filosóficas materialistas. Benjamin no era un materialista dialéctico
al uso, naturalmente, pero sí ejercía de crítico materialista. Su forma
de ser materialista era precisamente descifrar la tensión histórico-so-
cial que los objetos culturales llevaban consigo en la era de su mer-
cantilización masiva para, de esta manera, intervenir teóricamente en
la realidad. No relaciona «casualmente» algunos elementos de la su-
perestructura con motivos infraestructurales. Si llegó a ser un marxis-
ta original, tal como dice Arendt, fue por sus conexiones con otros
pensadores que se hallaban en encrucijadas teóricas, si no similares,
al menos próximas.
«Benjamin utilizó esta doctrina sólo como un estímulo heurísti-

10. H. Arendt, «Walter Benjamin (1892-1940)», ob. cit., p. 171.


Introducción 23

co-metodológico y casi no le interesaban su trasfondo histórico y filo-


sófico. […] Lo lejos que estaban estos estudios [se refiere al libro so-
bre Baudelaire] del marxismo y del materialismo dialéctico queda
confirmado por su figura central, el flâneur»,11 dice Arendt a continua-
ción. Esto no es cierto, y el Baudelaire muestra precisamente lo con-
trario de lo que ella sugiere. Benjamin pensaba en Baudelaire como
campo de batalla del siglo XIX. Su obra poética, no menos que su po-
sición en el escenario parisino, se le antojaban incomparables para
establecer la relación entre las nuevas formas de producción artística
y cultural y la evolución social. Se trataba de ser objetivamente mate-
rialista, de leer el cambio histórico en sus manifestaciones culturales
para así desentrañar lo que, a simple vista, aparecía como ininteligi-
ble, como gigantesca fantasmagoría, o lo que es igual, de hacer pro-
ductivo el enfoque materialista contra todo dogmatismo de escuela.
La teoría del flâneur es por tanto intensamente materialista y dialécti-
ca. Adorno trabajaba en la misma dirección, de ahí su interés, y tam-
bién su rotundo desacuerdo. Poco después del debate, en plena refor-
mulación del texto sobre Baudelaire, Benjamin escribió a Scholem
algunas líneas muy esclarecedoras:

Quizá comprendas que en estos momentos me resulten difíciles los tra-


bajos para el Instituto. Si a esto añades que las correcciones encierran
sin duda un interés menor que las tareas recién emprendidas, podrás
imaginar que la nueva formulación del capítulo del flâneur vaya avan-
zando muy lentamente. […] De hecho, tus objeciones coinciden con las
de Wiesengrund en lo que suponías, y no estoy muy lejos de admitir
que yo las quería provocar. La concepción global del «Baudelaire»
—de la que hasta ahora sólo existe un esbozo— encierra una tensión
filosófica de gran alcance.12

La concepción del Baudelaire, en efecto, generaba tanta tensión como


para poner de acuerdo a Scholem, nada sospechoso de materialismo
dialéctico, con Adorno, poco sospechoso de sionismo. Asimismo, a la
luz de los debates de 1967 y 1968 en Merkur, Alternative y Frankfur-

11. H. Arendt, «Walter Benjamin (1892-1940)», ob. cit., p. 172.


12. W. Benjamin, carta del 8 de abril de 1939 a G. Scholem, GB VI, p. 253. Se cita
W. Benjamin/G. Scholem, Correspondencia 1933-1940, traducción de Rafael Lupiani,
Madrid, Trotta, 2011, p. 254.
24 Las teorías críticas de Walter Benjamin

ter Rundschau, cuesta comprender cómo la posición de Adorno res-


pecto a Benjamin pudiera ser ortodoxamente marxista. En ellos Ador-
no se defiende precisamente de la acusación contraria, formulada por
H. Heissenbüttel, y de algunas decisiones editoriales muy criticadas
por la misma Arendt.13
La hipótesis que este libro se propone verificar es que el pensa-
miento de Benjamin de los años treinta se comprende mejor y resulta
más fructífero cuando se lee en conexión con el trabajo teórico de
Adorno y Horkheimer, y cuando, en definitiva, es obligado a salir de
su soledad interpretativa. En diálogo con Adorno, entre otros, la filo-
sofía de Benjamin se demuestra realmente penetrante. Aislándolo de
interlocutores como Kracauer, Adorno o Horkheimer, Arendt amorti-
gua su pensamiento, y ante la imposibilidad de hacerlo inteligible, se
ve obligada a declarar su «excepcionalidad» e «inconmensurabili-
dad». Esta segunda estrategia, sumada a la primera, ha sido letal para
los estudios benjaminianos.
Por último, la herencia arendtiana ha legado un patrón de lectura
que merece la pena comentar. Se trata de la extendida idea de que el
IfS no ayudó lo suficiente a Benjamin y que los debates con sus miem-
bros ayudaron a sumirlo en una profunda desesperación. En su relato,
esta presunción tiene nada menos que conexiones directas con su
muerte. En apoyo de esta interpretación se cita un paso de esa misma
carta del 8 de abril de 1939:

Y luego, después de las complicaciones venía el «montón de escom-


bros», el último de los cuales, antes de la catástrofe en la frontera espa-
ñola, fue la amenaza que sentía, desde 1938, de que el Instituto de In-
vestigación Social en Nueva York, el «único apoyo material y moral»

13. Este debate dejó huellas incluso en la prensa generalista. Cfr. Der Spiegel, n.º 16,
abril de 1968, p. 154. Adorno dejó pendiente su respuesta hasta que pudiera leer el
texto de Arendt. Nunca llegó a producirse, aunque las notas de Adorno sí pueden con-
sultarse. Cfr. Th. W. Adorno, Sobre Walter Benjamin, Madrid, Cátedra, 1995, pp. 94-
97. También puede verse la posición de Leo Löwenthal, testigo de los hechos en
disputa, en H. Dubiel, Leo Löwenthal. Una conversación autobiográfica, Valencia,
PUV, 1993, pp. 67-70. Para una visión general de la relación entre Arendt, Adorno y
Benjamin puede consultarse D. Claussen, «Im Spiegel eines Dritten: Hannah Arendt
und Theodor W. Adorno», en L. Weissberg (ed.), Affinität wider Willen? Hannah Are-
ndt, Theodor W. Adorno und die Frankfurter Schule, Frankfurt/M, Campus, 2011,
pp. 67-84.
Introducción 25

de su existencia en París, lo abandonara. «Las mismas circunstancias


que ponen en peligro mi situación europea harán que me resulte impo-
sible emigrar a los Estados Unidos», escribió en abril de 1939, aún bajo
el impacto del golpe de la carta de Adorno donde rechazaba la primera
versión del estudio sobre Baudelaire en noviembre de 1938.14

Arendt se equivoca. Si, para evitar suspicacias, se omiten las cartas


que Benjamin envió a Horkheimer y Adorno después del debate sobre
el Baudelaire, pueden encontrarse otras dirigidas a Scholem, a la sa-
zón uno de sus amigos más antiguos y él mismo hostil al «marxismo
dialéctico», en las que esta inseguridad tiene mucho más que ver con
la situación del Instituto, la cual, como Benjamin sabía, era muy débil,
y con su particular drama económico, que con la lealtad de sus amigos:

El Instituto, por lo que comunica Horkheimer, se encuentra en las ma-


yores dificultades […] No hay tiempo que perder. Lo que en los prime-
ros años me había mantenido fue la esperanza de ser acogido alguna
vez por el Instituto de un modo medianamente digno. Y por modo «me-
dianamente digno» entiendo un mínimo de 2.400 francos. Situar este
mínimo por debajo de esa cifra sería algo que à la longue soportaría
muy mal […] Si puedo mostrar a Horkheimer y a Pollock que no son
ellos los únicos que se preocupan por mí, habrá una posibilidad de que
se esfuercen en ayudarme.15

Poco antes, Benjamin había enviado a Scholem la carta que Arendt


cita, en la que el tono de desesperación es bastante menos emotivo de
lo que ella sugiere, quizá porque la amenaza era de índole fundamen-
talmente económica y administrativa. Benjamin temía por su supervi-
vencia económica en un momento histórico en el que era perfectamen-
te legítimo hacerlo, y no estaba en absoluto seguro de que el IfS
pudiera ayudarle en esas circunstancias. A esto se añadían la distan-
cia, el aislamiento intelectual y el difícil equilibrio geopolítico
europeo:

14. H. Arendt, «Walter Benjamin (1892-1940)», ob. cit., p. 177. Los pasos entreco-
millados son de Benjamin.
15. 2.400 francos de la época, unos 285 francos suizos, era una cantidad suficiente,
según Scholem, para llevar «el nivel de una sobria vida burguesa de hombre soltero».
Cfr. W. Benjamin, carta del 14 de marzo de 1939 a G. Scholem, GB VI, p. 236 [W.
Benjamin/G. Scholem, Correspondencia 1933-1940, ob. cit., pp. 250-251].
26 Las teorías críticas de Walter Benjamin

Precisamente las circunstancias que tanto amenazan mi situación en


Europa imposibilitarán probablemente mi traslado a los Estados Uni-
dos. Este solo sería posible en virtud de un nombramiento, el cual solo
es posible por iniciativa del Instituto. Ya sabrás que el cupo está cubier-
to para cuatro o cinco años. Y dudo que el Instituto, aun suponiendo
que ello estuviera en su poder, quisiera ordenar mi contratación en este
momento. Pues no es de suponer que esto solucione mi mantenimiento;
y ver tal cuestión planteada en su entorno inmediato le resultaría muy
molesto.16

En la edición de 1966 que Arendt cita la carta ha sido recortada por


Scholem, co-editor de la compilación, a partir de «a los Estados Uni-
dos», el punto donde aquí se prolonga la cita. Con ello se pierde una
parte importante del contexto, dando lugar a numerosos malentendi-
dos sobre el frágil estado de ánimo de Benjamin, sus sentimientos en-
contrados y la proyección de estos sobre el IfS en el exilio.17 Dicho sea
de paso, la misma Arendt, entonces Hannah Stern, es mencionada por
Benjamin en dicha carta: «Aquí en París me he topado con un altruista
interés por parte de Hannah Arendt. Queda por ver si sus esfuerzos
llevan a alguna parte. De momento sigo cobrando mi beca, pero no
tengo ninguna garantía de seguir recibiéndola».18 Benjamin, pese a
todo, nunca dejaría de recibir su estipendio, y la misma Arendt, quien
no contaba con la cantidad y variedad de documentación disponible
hoy, recoge en su artículo el dato de que el visado de Benjamin fue
posible gracias al IfS.
Finalmente, para resolver el «caso Baudelaire», Benjamin dice
en noviembre de 1939 lo siguiente a propósito de «Sobre algunos mo-
tivos en Baudelaire», la segunda versión de su ensayo: «Mi “Baude-
laire” me ha supuesto un éxito considerable en Nueva York. Ya he
recibido las pruebas, pero aún no me he ocupado de ellas y no creo
que sea urgente».19 Estas comunicaciones, junto con otras del período,

16. W. Benjamin, carta del 8 de abril de 1939 a G. Scholem, GB VI, p. 252 [W.
Benjamin/G. Scholem, Correspondencia 1933-1940, ob. cit., pp. 253-254].
17. Cfr. W. Benjamin, Briefe, edición de G. Scholem y Th. W. Adorno, Frankfurt/M,
Suhrkamp, 1966, p. 810.
18. W. Benjamin, carta del 8 de abril de 1939 a G. Scholem, GB VI, p. 252 [W.
Benjamin/G. Scholem, Correspondencia 1933-1940, ob. cit., p. 254].
19. W. Benjamin, carta del 25 de noviembre de 1939 a G. Scholem, GB VI, p. 358
[W. Benjamin/G. Scholem, Correspondencia 1933-1940, ob. cit., p. 261].
Introducción 27

permiten comprender la complejidad de las relaciones con el IfS me-


nos espectacularmente. Uno de los aspectos que mejor explican las
dificultades de Benjamin para mantener una relación armoniosa con
Nueva York es que nadie, tampoco los residentes, la tenía. Los deba-
tes en la redacción de la ZfS eran habituales, y las precisiones forma-
les y de contenido, en un momento en el que la teoría crítica comenza-
ba a abarcar un campo conceptual reconocible, se discutían larga e
intensamente. Que Benjamin viviera en Europa hacía imposible que
su trato con los demás miembros fuera mínimamente normal.
Tomando pie en estas presuntamente tormentosas relaciones, y
en los diferentes debates, muchos investigadores han tendido a desli-
gar los ensayos de madurez de Benjamin de la obra de Adorno, pre-
sentándolos incluso como antagónicos. A esta tendencia ha ayudado
que, salvo su escrito de habilitación sobre Kierkegaard, que Benjamin
admiraba tanto como para que algunos pasos del mismo consten direc-
tamente en los apuntes y materiales del Libro de los Pasajes, y sus
ensayos sobre Husserl y Wagner, también muy apreciados, Adorno no
publicara ningún texto de gran tamaño en la década de los treinta. El
desconocimiento de estos escritos, con algunas excepciones, y la posi-
ción de partida ya mencionada, han provocado que los estudios sobre
Benjamin hayan reproducido su aislamiento parisino, el cual, según él
mismo declaró, hacía cada vez más importante la recepción de sus
textos por otros pensadores afines. Uno de los propósitos de este libro
es precisamente vincular los escritos musicales de Adorno, entre
otros, con los estudios sobre Baudelaire y los pasajes de París. Vistos
bajo esa luz, su significación difiere notablemente de las usuales alu-
siones a su condición fragmentaria. El mérito no es grande, puesto que
la correspondencia entre ambos está literalmente plagada de pistas de
esta conexión.
Se trata, por tanto, de presentar la teoría crítica de Benjamin des-
de dos polos interpretativos generales: (1) según el primero, su pro-
ducción intelectual pertenece a la corriente filosófica normal del pe-
ríodo que le tocó vivir, esto es, la Europa de principios del siglo XX, a
un lado y a otro de la Gran Guerra, con particular anclaje en la Repú-
blica de Weimar (1919-1933). Sus lecturas, trabajo científico e in-
quietudes sociopolíticas no distan de las de otros filósofos del período
designado. Por citar a los más importantes: Simmel, el neokantismo
imperante en las facultades alemanas, la tragedia griega, el Romanti-
28 Las teorías críticas de Walter Benjamin

cismo alemán, Ernst Bloch, Georg Lukács, Karl Korsch, la literatura


alemana de Goethe a Kafka y, más allá del campo filosófico alemán,
Henri Bergson, las vanguardias artísticas francesas y Marcel Proust.
En política, el decisivo movimiento juvenil alemán en su ala izquierda
(dirigida por el pedagogo Gustav Wyneken) y Rosa Luxemburg. (2)
En segundo lugar, los escritos filosóficos y literarios de Benjamin,
con todas sus peculiaridades, pertenecen de suyo al ámbito de la teoría
crítica de la sociedad, muy particularmente al espacio alternativo que
Adorno y él mismo configuraron a finales de los años veinte y co-
mienzos de los treinta y que, si bien no coincide con el de Horkhei-
mer, comparte con él mucho más que algunas afinidades culturales,
sociológicas e históricas. Participa también de importantes fuentes
intelectuales y le debe gran parte de su densidad filosófica. Más que
desmentirla, los debates entre Adorno, Benjamin y Horkheimer con-
firman una proximidad que sólo puede ser síntoma de una profunda
influencia recíproca. Dicho de otra manera, el camino de Adorno ha-
cia Dialéctica de la Ilustración (1944/47), y de ahí a Filosofía de la
nueva música (1949), Minima moralia (1951) y Dialéctica negativa
(1966) no pasa ni por el alejamiento ni por la cancelación del legado
filosófico de Benjamin.
Los problemas fundamentales del pensamiento de Benjamin en
los años treinta son por tanto de índole filosófico-social: el sujeto mo-
derno en el momento de su caída (1914-1933) y el acceso a los objetos
que produce y le rodean. En definitiva, el tema no es otro que la expe-
riencia de su propio tiempo, histórica y socialmente determinado por
los sucesos que van de la guerra franco-prusiana (1870-1871) a la
Gran Guerra:20 el agotamiento progresivo de la fase liberal del capita-
lismo, la emergencia del taylorismo en la década de los noventa, el
militarismo, la toma de conciencia del desencantamiento del mundo,
el psicoanálisis, el tránsito de París a Viena (y de ésta a Nueva York,
con escala en Berlín) como capital del espíritu, los cincuenta millones
de espectadores de la exposición universal de París en 1900, el Art

20. De esta cuestión se ha ocupado J. Muñoz bajo el nietzscheano rótulo «nihilismo


europeo», al que también se acogen, de una manera u otra, diversos historiadores e
intérpretes del período como Claudio Magris, Enzo Traverso, Lewis Mumford, Peter
Gay o Stephen Toulmin. Cfr. J. Muñoz, Figuras del desasosiego moderno, Madrid,
Antonio Machado, 2002, pp. 255-333.
Introducción 29

Nouveau, el metro de París, etc. Por este motivo abundan entre los
escritos del joven Benjamin trabajos que podrían definirse como «pe-
queños diálogos sobre el presente». Se trata de aportaciones literarias
que apuntan siempre al problema de la vida espiritual y hacia la pro-
blemática de la vida inmediatamente vivida, a la incapacidad para la
fantasía, temas todos ellos intensamente generacionales. Un ejemplo
se halla en un texto titulado «Metafísica de la juventud» (1913/14), en
el cual Benjamin presenta el diálogo entre un genio, se entiende que
en la modalidad del genio creador, y una prostituta:

Todas las mujeres a las que acudo son iguales que tú. Me han parido
muerto y quieren concebir algo muerto conmigo.21

El joven Benjamin siente como propia esta impresión nihilista bur-


guesa. Por una parte, es consciente de su condición profundamente
moderna, la cual le sitúa, salvando las distancias, no demasiado lejos
de la génesis de Los Buddenbrook de Thomas Mann. Por la otra, plan-
tea la pregunta por el sentido de su generación, por el aprovechamien-
to de las fuerzas que contiene, en definitiva, la pregunta por su actua-
lidad:

Y del tiempo que hemos pasado estremecidos nos queda una pregunta
en nuestro interior, a saber: ¿somos tiempo? La arrogancia nos sugiere
decir «sí», pero entonces el paisaje desaparecería. Seríamos bur-
gueses.22

Al sujeto moderno, en función de su posición en la totalidad social, le


está vedado el acceso a la experiencia de las cosas y, por extensión, de
sí mismo. Esta peculiar relación entre las ideas y las cosas, las pala-
bras y los objetos, forma parte del universo de discurso de Benjamin.
Su proyecto nunca dejó de consistir en pensar el estado de cosas en las
cosas mismas, en hacerlo inteligible en un momento histórico en el
que la amenaza de una fantasmagoría irreversible parecía cernirse so-
bre él. Por este motivo, Adorno escribió en una ocasión que para Ben-
jamin la fantasía era «la capacidad de hacer interpolaciones en lo más

21. W. Benjamin, BOC II/1, p. 97 [BGS II/1, p. 94].


22. W. Benjamin, BOC II/1, p. 102 [BGS II/1, p. 99].
30 Las teorías críticas de Walter Benjamin

pequeño», interpolaciones que ofrecen al pensamiento «más que las


ideas habituales, las cuales son apropiadas para enaltecer el concepto
al margen de las cosas o condenarlo a la vista de las cosas».23 Desde
esta perspectiva, la doble tarea que la teoría crítica de la sociedad se
encomendó a sí misma, a saber, una crítica de la razón que fuera al
mismo tiempo crítica de lo real, es también característica de Ben-
jamin.
El primer capítulo de este libro se pregunta en qué sentido la
epistemología benjaminiana oscila entre la crítica de la filosofía de la
conciencia y la crítica del empirismo, en cuanto programa que cifra
las posibilidades de todo conocimiento en el desvelamiento de alguna
clase de verdad que cae exclusivamente de lado del objeto. Esta re-
flexión permitirá apreciar un creciente interés por las diferentes for-
mas de la crítica. En el capítulo segundo se analiza de qué manera
Benjamin cifra en la alegoría la clave de la experiencia moderna del
mundo. A través del procedimiento alegórico, Benjamin ubica su ob-
jeto de interés, la modernidad avanzada, y lo conecta con una teoría de
la experiencia. Este tránsito exige también cierta atención a Lukács,
quien ejerció sobre el joven Benjamin una notable influencia. El capí-
tulo tercero se hace cargo del Libro de los Pasajes y del primer ensayo
sobre Baudelaire, entre otros textos, con vistas a esclarecer las relacio-
nes que ambos tienen con la obra de Adorno. Se concede mucha im-
portancia, a estos efectos, a la correspondencia entre Benjamin,
Horkheimer y Adorno. Por último, se ofrecen algunas pautas de lectu-
ra del Libro de los Pasajes desde el punto de vista de la teoría de la
mercancía.
Este libro querría ser útil, en el mejor de los casos, en dos senti-
dos: en primer lugar, ofreciendo una panorámica del pensamiento de
Benjamin que, si bien dista mucho de ser completa, pretende ser míni-
mamente representativa. Si se prescinde de algunos escritos célebres
es porque se parte de la base de que son de sobra conocidos. En se-
gundo lugar, y en este preciso sentido, enfrentándose a la imagen ha-
bitual que se tiene de Benjamin. Se trata de conocer su obra haciéndo-
la irreconocible. Comprender a Benjamin se asemeja demasiado a
menudo a hacer de su vida la mejor obra, a la experiencia de recono-

23. Th. W. Adorno, «El funcionalismo hoy», AOC 10/1, p. 339 [AGS 10/1, p. 386].
Introducción 31

cer las ideas y frases características de su recepción normalizada y, en


definitiva, de hallar la fórmula Benjamin. En ocasiones, esta normali-
dad ha distorsionado su pensamiento de una manera que se considera
poco fructífera para futuras investigaciones críticas.
Por fortuna, su obra tiene suficiente entidad como para no nece-
sitar de interpretaciones heterodoxas u ortodoxas. No es objeto de este
trabajo dirimir semejante cuestión. Sin embargo, sin ignorar las posi-
bles resistencias que pudiera generar, se ha escrito siempre desde la
convicción de que una imagen amable de Benjamin sólo puede malo-
grar la inquietante objetividad de su pensamiento.

Berlín, agosto de 2012

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