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ÍNDICE

RESUMEN ................................................................................................................................... 2
1. INTRODUCCIÓN............................................................................................................... 3
2. CONTEXTUALIZACIÓN DEL ORIGEN DEL ESTADO DE BIENESTAR .............. 6
2.1 Aspectos teóricos........................................................................................................... 6
2.2 Origen y evolución de la acción social ...................................................................... 10
2.3 El Estado de Bienestar ..................................................................................................... 15
3. EL DESARROLLO DEL ESTADO DE BIENESTAR EN LA TRANSICIÓN
DEMOCRÁTICA ...................................................................................................................... 18
3.1 Logros y carencias ...................................................................................................... 18
3.2 La involución del Estado de Bienestar en España .................................................... 22
3.3 El impacto del Neoliberalismo ......................................................................................... 25
3.3 La influencia de los medios en el deterioro del Estado de Bienestar ....................... 30
4. CONCLUSIONES ............................................................................................................. 33
5. Bibliografía ........................................................................................................................ 37

1
RESUMEN

¿Cómo ha sido el desarrollo del Estado de Bienestar en España? Dadas las


contingencias de esta etapa de profunda crisis económica y social, podemos comprobar
con más seguridad que la diferencia entre nuestros sistemas de protección social y
políticas sociales son mucho más vulnerables y limitadas que las del resto de nuestros
vecinos europeos. ¿A qué se debe estas insuficiencias? ¿Hemos conseguido asentar las
bases del Estado de Bienestar en nuestro país de forma exitosa? En este trabajo
intentaremos responder a estas hipótesis a través de una revisión histórica y un análisis
crítico del contexto español, desde los comienzos por el interés de la cuestión social hasta
nuestros días, focalizándonos en cómo ha sido el proceso de la consolidación del Estado
de Bienestar, mostrando las carencias de su desarrollo y las influencias de las coyunturas
económicas y políticas de las diferentes etapas, que lejos de mejorar, han ido
deteriorándolo.

Palabras claves: Estado de Bienestar, Políticas Sociales, Crisis, Desarrollo,


Evolución.

ABSTRACT

How has the development of the welfare state in Spain? Given the contingencies of
this period of profound economic and social crisis, we can see more safely than the
difference between our social protection systems and social policies are much more
vulnerable and limited than the rest of our European neighbors. What these shortcomings
is that? Have we succeeded in settle the bases of the welfare state in our country
successfully? This work attempts to answer these hypotheses through a historical review
and a critic of the Spanish context analysis, from the beginning in the interest of the social
question until today, focusing on how it has been the process of consolidation of the
welfare state showing the shortcomings of development and influences of economic
policies and the different stages that far from improving, have been deteriorating it.

Keywords: Welfare State, Social Politics, Crisis, Development, Evolution.

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1. INTRODUCCIÓN
A lo largo de estos cuatros años de formación en la disciplina del Trabajo Social, he
sido testigo de las continuas reformas que ha estado sufriendo el Estado de Bienestar en
nuestro país, reformas que no han tenido el objeto de mejorar las deficiencias de su
desarrollo, sino que están más condicionadas a la disminución de la intervención estatal,
así como de sus sistemas de protección para la ciudadanía.

La importancia que tiene el conocer la evolución de nuestro sistema de protección


social, y con ello, la instauración del Estado de Bienestar, es fundamental para
comprender las carencias, las limitaciones y los continuos atascos que hemos sufrido en
su desarrollo; pero no sólo hay que comprenderlo, sino que debemos realizar un análisis
crítico de este proceso que evite resguardarnos en una postura conformista y estática,
aceptando el continúo quita y pon de los derechos sociales, la disminución de la
intervención estatal y las políticas sociales cuyo interés principal es servir a la banca.

Mediante el presente trabajo, tratamos de realizar un recorrido histórico desde los


comicios de la acción social, en el que progresivamente aumentará la importancia de la
cuestión social en el debate público y que dadas los sucesivos acontecimientos de las
diferentes épocas, derivará en la formación del Estado de Bienestar. No obstante, nuestro
interés está focalizado en el desarrollo y evolución del Estado de Bienestar desde su
instauración hasta nuestros días.

Para acotar el propósito de este texto, antes se debería esclarecer ciertos aspectos. En
primer lugar, este trabajo no tratará de forma exhaustiva y justificada cada acontecimiento
que propiciaron las bases del Estado de Bienestar; tampoco se adentrará en valoraciones
de los diferentes partidos políticos que han ido gobernando durante este proceso. La
intención de este trabajo residirá en hacer un análisis genérico de los diversos sucesos que
han dado lugar a las constantes modificaciones en las políticas sociales y los sistemas de
protección social, haciendo, también, concreciones en los sucesos más destacados y de
gran importancia, que correspondan a la línea de este texto. Por otra parte,
complementando al punto anterior, la intención de este texto es mostrar el desarrollo y las
insuficiencias de nuestro Estado de Bienestar, es por ello que la bibliografía utilizada
estará influenciada por esta creencia. Sin embargo, me gustaría señalar, que he intentado
seguir una línea coherente recogiendo información que respete y muestre de la forma más
certera el desarrollo de nuestro Estado de Bienestar.

3
El objetivo principal de este trabajo, pues, es la de responder a través de un estado de
la cuestión, la siguiente pregunta: ¿Cómo se ha desarrollado el Estado de Bienestar?
Planteándonos la siguiente hipótesis: ¿Hemos conseguido asentar las bases del Estado de
Bienestar de forma exitosa en nuestro país?

El Estado de Bienestar ha estado sujeto a un continuo debate, tanto en su definición,


su delimitación, y ahora, sobre si es sostenible su mantenimiento en esta época de
cambios, en la inminente globalización. Actualmente, este sistema está sufriendo uno de
los mayores ataques de su historia, pero para entender cómo hemos llegado hasta aquí,
incidimos en la importancia de conocer sus orígenes. El Estado de Bienestar no es fruto
momentáneo de la transición política española, es resultado de unas diversidades de
causas y factores sociopolíticos y económicos influidas por las coyunturas de las
diferentes épocas, en las que principalmente se formulaban las políticas sociales para
mantener el orden público. En España, esta influencia se acentuaba más al haber estado
sumidos en una dictadura durante décadas, en la que la actitud del Estado estaba
totalmente sesgada, y cuya intervención se limitaba a un gasto social mínimo. Siendo éste
el periodo de gestación del Estado de Bienestar, podremos imaginarnos el retraso del que
partiremos en relación al resto de países europeos y la dificultad para conseguir ponernos
al mismo nivel, nivel que a día de hoy todavía no hemos podido alcanzar.

No obstante, sin obviar el origen y evolución de la acción social, derivando en la raíces


del Estado de Bienestar en la etapa de Autarquía; el período donde centraremos el interés
de nuestro trabajo será a partir de la década de los 70, con la muerte de Franco y la
posterior transición democrática, comprendiendo que es a partir de esos años cuando
comienza la apuesta por el desarrollo del Estado de Bienestar. También será de gran
interés para el propósito de este trabajo el analizar la involución que está sufriendo el
Estado de Bienestar, a día de hoy, por el impacto del neoliberalismo imperante.

Para poder responder los objetivos propuestos y elaborar un estado de la cuestión,


hemos utilizado una metodología basada en la revisión bibliográfica y el análisis de
diferentes textos, artículos, periódicos, documentales y blogs de opinión. Para ello se han
utilizado diferentes buscadores y catálogos bibliográficos siendo los principales: Dialnet
(es uno de los mayores portales bibliográficos de acceso gratuito y libre), el Catálogo de
la Biblioteca de la Universidad de Jaén, y a través de Rebiun (Red de Bibliotecas
Universitarias). No obstante, este trabajo también estará influenciado por la percepción
de la autora, percepción obtenida por las coyunturas actuales, debates a través de
4
diferentes medios de comunicación, el proceso de formación en el grado de Trabajo
Social y la incertidumbre del futuro de esta profesión en el escenario político, económico
y social, en el que nos encontramos.

Por consiguiente, este trabajo se ha elaborado en dos partes: la primera, tratará de


contextualizar el tema que abordaremos. Se expondrán los conceptos a tener en cuenta
para la comprensión del origen del Estado de Bienestar, delimitando sus significados para
así evitar posibles errores que nos lleven a la tergiversación de los mismos.
Posteriormente, se realizará una revisión histórica para situar el origen y la evolución de
la acción social, punto importante para comprender cómo se funda nuestro sistema de
protección social y para recordarnos que no estamos muy lejos de volver a las medidas
de un Estado asistencialista y liberal. El final de este apartado nos dejará en el punto de
partida de la gestación del Estado de Bienestar, así pues, en el punto 2.3, antes de
adentrarnos en su desarrollo, delimitaremos su concepto, expondremos qué es lo que debe
garantizar y mencionaremos los diferentes tipos de modelos de Estado de Bienestar
existentes.

Situados en la línea histórica de interés propuesta para el objeto de este trabajo, la


segunda parte tratará del desarrollo del Estado de Bienestar a partir de la transición
democrática. Haremos un repaso de los logros conseguidos y sus carencias. Expondremos
las diferentes adversidades con las que nos hemos encontrado a lo largo de nuestro
desarrollo del Estado de Bienestar, dada éstas, por las diversas contingencias económicas,
políticas y sociales y una limitada intervención del Estado para disminuir su impacto, que
ha dotado la evolución de este sistema, de continuos lastres. Seguiremos abordando el
desarrollo del Estado de Bienestar (aunque bien podríamos sustituir desarrollo por
regresión), adentrándonos en la situación que estamos viviendo en nuestros días,
devenido por el gran impacto de la crisis económica y con ella, las continuas reformas de
austeridad, propiciando una involución de nuestro sistema de protección social,
influenciado además por el impacto del dogma neoliberalista y los medios de
comunicación, que ayudan a la instauración, propagación y aceptación de esta “nueva”
corriente.

Y por último, estableceremos unas conclusiones, respondiendo a la hipótesis planteada


y expondremos algunas propuestas y alternativas a esta supuesta inevitabilidad de la
reducción del gasto social para poder disminuir el déficit público.

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2. CONTEXTUALIZACIÓN DEL ORIGEN DEL ESTADO DE BIENESTAR
2.1 Aspectos teóricos
Antes de comenzar a desarrollar los procesos políticos, económicos y sociales que han
impulsado la preocupación sobre la denominada “cuestión social”, sería conveniente
dedicar un apartado para definir los conceptos que están relacionados con la evolución de
la acción social, y con ello, la instauración del Estado de Bienestar.

 Acción Social

El concepto de Acción Social se utiliza frecuentemente como sinónimo de Bienestar


Social o de Servicios sociales restringiendo así todo su contenido a una de sus formas
(Aguilar, 1990).

Ander-Egg (1984) define este concepto como “toda actividad consciente, organizada
y dirigida de manera individual o colectiva, que de modo expreso tiene por finalidad
actuar sobre el medio social para mantener una situación, mejorarla o transformarla”.

Personalizando más este concepto, Montserrat Colomer (1983) entiende que la Acción
Social tiene como finalidad “conseguir la mejora de las condiciones de vida de todos los
ciudadanos y la satisfacción de las necesidades básicas de los mismos, para terminar con
la injusticia social”.

De las Heras y Cortajarena (1979) presenta la Acción Social como una intervención
intencionada para mediar entre el conflicto de recursos y necesidades que se presentan en
el medio social.

En esta línea, la intervención intencionada se ha ido realizando de forma diferente,


haciéndose cada vez más compleja. En este sentido, se pueden distinguir cuatros modelos
de acción social:

- Caridad  La caridad ha sido durante varias épocas la primera forma de actuación


sobre las necesidades de las personas.
Esta forma de actuación responsabilizaba a los ricos a proporcionarla, aunque no sólo
a ellos; era una obligación moral para los creyentes del cristianismo, ya que estaba
arraigada a la idea de que ayudando a los menos favorecidos conseguirían la salvación.
En esta línea cabe decir que esta práctica ha sido prevalente en nuestro país, de gran
tradición católica, y que aun con el paso del tiempo y la evolución de la acción social,
sigue prevaleciendo tanto de forma directa como indirecta en nuestros días.

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- Beneficencia pública  El crecimiento de las necesidades, la economía
ciudadana, el influjo del protestantismo para que el Estado asumiera tareas asistenciales,
la influencia de la secularización y del movimiento racionalizador. Todos estos
condicionamientos, fueron incrementando paulatinamente el intervencionismo estatal
(Garrido Falla, 1962:201 y ss).

El conjunto de estos factores dieron comienzo al desarrollo de la beneficencia pública:


“Organización y actividad que se concreta en la realización de prestaciones graciables, de
mera subsistencia, en favor de los indigentes, financiada con fondos públicos y privados”
(Rubio Nombela, 1967:76). Uno de sus rasgos esenciales es que no comporta derechos,
depende de la voluntad del agente público.

- Asistencia Social  A diferencia de otras formas de acción social, en la Asistencia


Social los poderes públicos asumirán la responsabilidad sobre la satisfacción de las
necesidades de los ciudadanos, reconociendo las mismas en el sistema económico y social
imperante.
Concretando algunas líneas teóricas en común de algunos autores1, podríamos decir
que la definición de este concepto se engloba en los siguientes aspectos:
1. Se trata de una técnica o mecanismo de protección de situaciones de necesidad
específicas con el fin de alcanzar un nivel de vida digno, con carácter propio, externo al
sistema de Seguridad Social y no integrado en él.
2. Puesta en marcha por entes públicos y organismos dependientes de estos, aunque
incluye a un tiempo la acción de entidades privadas sobre las que los entes públicos
desempeñan laborales de control.
3. Se dirige a grupos de población a los que no alcanza el sistema de Seguridad
Social, por lo que resulta complementaria de este sistema.
4. Se financia con cargo a presupuesto público, sin que los beneficiarios estén
obligados a realizar contribución económica con anterioridad.
5. Se demuestra la insuficiencia de recursos por parte de los afectados para remediar
su situación de necesidad.

1
(Alemán & García, Fundamentos del Estado de Bienestar, 1999), pág 34.

7
- Bienestar Social  este concepto lo abordaremos de forma más amplia en el
siguiente punto.
 Bienestar Social

El concepto de Bienestar Social es relativamente nuevo, puesto que como indica Moix
(1986:35) “con un sentido científico sólo se ha desarrollado recientemente al compás de
y en conexión con los problemas sociales de nuestra sociedad industrial”. Para este autor
el término implica la idea de que los grupos políticos organizados tienen la obligación de
intervenir con gasto público y a través de sistemas de protección social, proveyendo de
recursos que palien las necesidades apremiantes de los ciudadanos.
El origen de este concepto tiene lugar en Inglaterra llamándose “Welfare Social” o
“Welfare State” (para denominar al Estado de Bienestar); también, su traducción al
castellano proviene del concepto alemán “wohfar” cuyo significado etimológico es “tener
buen viaje”, implicando la idea de viajar cómodamente por el camino de la vida.

En relación a su definición, autores como Ander-Egg (1984) emplean este concepto


“para designar el conjunto de leyes, por una parte, y los programas, beneficios y servicios
que por otra parte se establecen para asegurar o robustecer la provisión de todo aquello
que se consideran necesidades básicas para el bienestar humano y el mejoramiento
social”.

Siguiendo de nuevo a Moix (1986), el término Welfare tiene una dimensión individual
y otra social. La primera abarca a la satisfacción de las necesidades básicas necesarias
para el bienestar del ser humano, haciendo referencia así a una provisión de servicios que
cumplan como mínimo la atención sanitaria y la prosperidad económica. El no conseguir
ese mínimo nivel de vida se traduciría en una clara insuficiencia y deficiencia en la
consecución de los objetivos que propone el Welfare Social.

 Calidad de vida
A veces se confunde el bienestar social con calidad de vida, que aunque están
relacionados entre sí, la satisfacción de las necesidades que deben cumplir ambos
términos son diferentes.

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Autores como Salomon y otros (1980) definen este concepto como “un concepto
inclusivo que cubre todos los aspectos de la vida, tal y como son experimentados por los
individuos. Comprende tanto la satisfacción material de las necesidades como los
aspectos de la vida relacionados con el desarrollo personal, la autorrealización y un
ecosistema equilibrado.”

Levy y Anderson (1980) entienden la calidad de vida como un concepto complejo y


multidimensional: “compuesta de bienestar físico, mental y social, tal y como la percibe
cada individuo y cada grupo, y de felicidad, satisfacción y recompensa (…) Incluye
aspectos tales como salud, matrimonio, trabajo, vivienda, situación financiera,
oportunidades educativas, autoestima, creatividad, competencia, sentido de pertenencia a
ciertas instituciones y confianza en otros.”

Esclareciendo las diferencias, podemos decir que el Bienestar Social debe cumplir con
la satisfacción de las necesidades básicas que dote a la persona de un mínimo nivel de
vida; mientras que la calidad de vida, se refiere a necesidades más personales en el que
los grupos políticos no tienen la obligación de intervenir, aunque sí de facilitar un
contexto económico, social y político de oportunidades.

 Política Social

El concepto de Política Social estará sujeto a la ideología, concepción de la realidad u


objeto de estudio de quien lo defina. No obstante, partiendo desde su explicación en el
informe Beveridge “El Estado debe garantizar a los individuos un nivel de vida mínimo
y debe abolir las necesidades individuales, asegurando a todos sus habitantes un ingreso
suficiente para satisfacerlas y para hacer frente a las principales vicisitudes de la
existencia humana: vejez, enfermedad, desempleo u otros casos extraordinarios de
pérdida de los medios de subsistencia. Por otra parte, la puesta en práctica de la política
social implica la idea de igualdad de oportunidades como objetivo posible y deseable de
alcanzar; asegurar esa “igualdad” consiste en otorgar a los individuos la capacidad de
obtener ingresos que satisfagan normalmente sus necesidades básicas.”2

2
(Fernandez & Rozas, 1988), pág 31

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2.2 Origen y evolución de la acción social
Haciendo una breve revisión histórica de los primeros indicios de humanidad,
podemos encontrar referencias de los modelos de asistencia que ya se estaban
practicando. Ander Egg (1992) menciona, como primer remoto precedente, el Código de
Hammurabí, dos mil años antes de Cristo. Aun así, las modalidades de beneficencia se
acrecientan en la Grecia Clásica. Comienzan, sobre todo, después de la guerra del
Peloponeso, aplicándose inicialmente (mediante sociedades de socorros mutuos) a los
mutilados de guerra y más tarde a los inválidos para el trabajo, como señala Ander-Egg.
Rumeu de Armas, por su parte, sitúa el origen de la previsión social en España en la época
de la dominación romana. El fin mutualista, unido al religioso, fue el móvil principal que
impulsó en su origen los Colegios artesanos romanos (Alemán & García, 1999).

Enfocando nuestra atención en la evolución de la acción social, podremos distinguir


diversas fases que estarán relacionadas directamente con la dinámica política y
económica desarrollada en la época; siendo estas etapas momentos sucesivos que
conforman un proceso conectado, es decir, son transformaciones dentro de una
continuidad histórica cuya fase de evolución no descarta que se sigan dando las
características de la que precede. De forma resumida, pues, podríamos distinguir las
siguientes etapas que han acontecido en nuestro país:

- La caridad como la principal expresión de la acción social. Se desarrolla


fundamentalmente hasta la Edad Media y está marcada fuertemente por un carácter
religioso. En gran parte, la problemática se encaraba para aliviar las manifestaciones más
extremas de la pobreza, sin tratar las causas que la originan. También, esta forma de
actuación, responsabilizaba al cristiano a ofrecerla con el fin de obtener la salvación
(hecho muy destacado y que mantiene de forma endémica el carácter de la ayuda en países
de gran tradición católica).

En esta etapa además, comenzaba a aparecer el debate sobre el pobre verdadero (quien
no tiene posibilidad de automantenerse) y el falso pobre (el pícaro y perezoso que
pudiendo valerse por sí mismo, no lo hacía), originándose las primeras regulaciones de la
acción social (de la caridad en este caso) sobre la pobreza, siendo éstas, medidas
represivas que intentan controlar y limitar la limosna y su fenómeno correlativo: la
mendicidad. (Trinidad Fernández, 1985).

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- La segunda etapa se centra en la beneficencia pública, apareciendo con ella una
gran novedad, la intervención pública comienza a hacer frente a las necesidades, aunque
todavía de forma muy escasa.
En el S.XVI continúa la polémica sobre la pobreza. Autores como Juan Luis Vives,
Domingo de Soto, Cristóbal Pérez de Herrera y otros, tendrán una influencia decisiva en
siglos posteriores por su interpretación de la pobreza y los medios para paliarla que dista
de la caridad tradicional.
En este debate, podríamos señalar dos posturas:
Vives exponía en su obra “Del Socorro de los Pobres” (1525), una reflexión sobre el
origen y los factores que provoca la pobreza, desarrollando la necesidad de secularizar la
intervención, instando a los poderes públicos a controlar tanto sus consecuencias
negativas como las causas que la originan, a través de un estudio de las situación de los
afectados para combatir la pobreza con el trabajo de los “pobres válidos” y asistiendo a
los no válidos.
En contraposición, Domingo de Soto defendía que el pobre debe tener la libertad de
buscar socorro donde estime oportuno, justificándose a favor de las ayudas personalizadas
de carácter religioso pero también pragmáticas, ya que al haber recursos limitados, se
debe permitir la limosna. (Alemán & García, 1999)

Este debate, nos permite asistir a los primeros indicios que dotarán a la acción social
de dos interpretaciones distintas: “En Vives se ha fundamentado la concepción de un
estado paternalista que culminaría en el S.XX con el Estado de Bienestar. Domingo de
Soto, por el contrario se orienta hacia el liberalismo” (Alemán Bracho, 1991:50-51).
Adentrándonos en el S.XVIII, el período ilustrado será protagonista de grandes
cambios que transforman la estructura política y económica de la sociedad del Antiguo
Régimen. En España, se inicia con una nueva dinastía, poniendo al frente del Estado a
Felipe V, quien comenzará un proceso de racionalización y reorganización del estado,
ampliando sus ámbitos de actuación y de control sobre la vida social, política y económica
del país.
Estos cambios potenciarán la secularización de la asistencia y la previsión social,
comenzando a depender del Estado o de iniciativas privadas avaladas por los poderes
públicos y que las utilizarán como instrumento de orden público.
Es importante señalar que en esta época se propicia un cambio de mentalidad sobre la
visión de la pobreza, antes vista con un sentido místico en el que se ponía a prueba a los

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cristianos con el fin de conseguir su salvación, y ahora percibida, como un peligro social
y una pesada carga para el Estado.
Para controlar esta problemática, el Estado intervendrá de forma represiva a quienes
consideren “falsos pobres” (que vagabundea y simula dolencias) con el objetivo de
apropiarse de su fuerza de trabajo y destinarla al Ejército y a obras públicas. Al resto de
los pobres que muestren una incapacidad real para el trabajo, se les encerrará en
establecimientos para cambiar sus hábitos y su comportamiento. (Trinidad Fernández,
1985).

La intervención del Estado en esta época no sólo se hará de forma represiva, sino que
se crean además, otras estrategias en relación a la acción social, siendo éstas: de forma
preventiva a través de Montespíos; con una orientación asistencial mediante diputaciones
de Barrio y con centros de corrección con los Hospicios.

A finales del siglo XVIII y, sobre todo, a partir de los inicios del XIX, se producen dos
acontecimientos históricos, la revolución industrial y la revolución democrática que toma
cuerpo en la revolución francesa (Alemán & García, 1999).
Durante esta etapa, se desarrolló un fuerte debate sobre la “cuestión social”. El mundo
de la acumulación capitalista, en muchos casos de carácter violento, la índole fluctuante
e irregular del desarrollo industrial, así como su desigual distribución territorial, provocó
la acción “compensatoria” por parte de algunos gobiernos de los estados-nación europeos
y su priorización por las políticas de protección social (Moreno & Sarasa, s.f), dando
lugar, también, a la creación de los partidos políticos y los movimientos sindicales. En
estas medidas se basará las progresiva implantación del Estado Asistencial, Estado
Providencia o en su más extendida denominación Anglosajona, Welfare State o Estado
de Bienestar.
Siguiendo en la línea de los acontecimientos en nuestro país, en España, durante el
S.XIX, como consecuencia de las Cortes de Cádiz, se aprueba la Ley de Beneficencia de
1822 (lo que supuso la creación de las juntas municipales de beneficencia, que se
encargarían de administrar los fondos y vigilar el funcionamiento de las instituciones de
beneficencia tanto públicas como privadas, incluidas las eclesiástica (Espuelas Barroso,
2013)) y posteriormente, la de 1849.

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A mediados de este mismo siglo, se instaura la era de la Reforma Social, en
consecuencia del movimiento obrero, quienes exigen salarios más elevados, seguridad,
protección y política social, a causa del capitalismo de la gran empresa que va
evolucionando con la Segunda Revolución Industrial; el socialismo; la influencia de las
medidas Bismarckianas y la nueva dinámica del ascenso de la democracia política.
La reforma social, desde el punto de vista de la política social, se concreta en el
nacimiento de los Seguros Sociales o Seguridad Social, primero en Alemania y luego en
los demás países europeos y América del Norte. En este periodo, habrá un importante
aumento del intervencionismo estatal, hallando sus causas en el cambio sociopolítico que
se está sucediendo en la época: el nuevo impulso de la modernización económica que
precisa de continuidad y estabilidad, la fuerza política en ascenso de los sindicatos y
partidos obreros y el auge de ideologías que se desarrollan en una parte de las propias
clases propietarias dominantes (Marban, Universidad de Alcalá de Henares, s.f).
A raíz de estos cambios, se fundamenta la creación de la Comisión de Reformas
Sociales en 1883 en nuestro país. La comisión tenía por objeto estudiar y proponer
soluciones para mejorar el bienestar de la clase obrera. Posteriormente, en 1900 se
aprueba la Ley de Accidentes de Trabajo, en el que se intentará regular, por primera vez,
la responsabilidad de las empresas en los accidentes de sus trabajadores en su puesto de
trabajo, sin embargo, esta ley no será de carácter general y obligatorio hasta 1932. Es
importante resaltar que esta medida abrirá paso a los seguros sociales en España.
A comienzos del S.XX, en 1903 se crea el Instituto de Reformas Sociales y el Instituto
Nacional de Previsión. El primero de ellos, en líneas generales, tendrá como objetivo el
impulsar la legislación social y laboral y vigilar su aplicación. El INP, por su parte, tendrá
como finalidad gestionar el llamado “retiro obrero”, a través de un seguro voluntario
subvencionado por el Estado. En él, los trabajadores podrían afiliarse a una asociación
mutua o a una caja de pensiones, y siendo el Estado quien subvencione el ahorro de los
propios trabajadores. Se trataba, por tanto, de un sistema de seguro no universal y de
carácter contributivo, en el que las prestaciones se calculaban a partir de las cuotas de los
afiliados (Espuelas Barroso, 2013).
Haciendo un pequeño paréntesis, sin obviar el progreso de la intervención estatal, es
importante recalcar que la consolidación de los seguros sociales fue un proceso lento y
con muchos obstáculos para su implementación, debido a los importantes sucesos
históricos que se desarrollarán a lo largo del S.XX.

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La Primera Guerra Mundial supuso un impulso para el desarrollo de las políticas de
protección social en la mayoría de los países europeos, y España no fue una excepción.
Entre 1916-1920, emergió una gran conflictividad social, dando lugar a la aprobación en
1917, de un real decreto organizando una Conferencia de Seguros Sociales, en respuesta
a los constantes movimientos huelguísticos. La Conferencia tendrá como fin tratar las
medidas adecuadas para implantar los seguros de accidentes de trabajo, vejez,
enfermedad, maternidad y paro, con carácter obligatorio. (Espuelas Barroso, 2013),
dando como resultado, que en 1919 el seguro para el retiro obrero se consolidara de forma
obligatoria.

Tras la Guerra Civil en España, con la victoria del bando azul, en lo referente al alivio
de la pobreza, a la beneficencia tradicional se le suma el Auxilio Social en forma de
actuación asistencial. Dicha asistencia social, desarrollada por la Falange, está marcada
con un gran carácter político y propagandístico, pues los receptores de la misma, eran
inicialmente los perjudicados por la guerra del bando nacional, ampliándose a las regiones
“liberadas” por el ejército de Franco y a las zonas destruidas (con el fin de apaciguar
ánimos y obtener una buena imagen política).

Esta etapa dictatorial produce un desbarajuste de los seguros sociales, desarrollándose


éstos sin cesar, generando sistemas muy diferentes, descoordinados entre sí y con
abundantes problemas financieros, además el gasto producido por el Estado se centraba
más en defensa y en gastos generales, que en otros servicios para el pueblo. Esta
proliferación de los seguros sociales y del auxilio social en la autarquía revela que la
España de Franco iba a contrapié con respecto a la Europa democrática (Comín Comín,
2010), puesto que en Europa, la era de los seguros sociales individuales terminó entre
1942 y 1948, comenzando así la era de los sistemas de Seguridad Social.
En la década de los 50, el sistema de autarquía se abre a la competencia exterior
impulsando la definición de un modelo de crecimiento capitalista, de reproducción social
y de intervención estatal que combina elementos de la política económica keynesiana con
la estructura de denominación despótica del Franquismo (Rodríguez Cabrero, Orígenes y
evolución del Estado de Bienestar español en su perspectiva histórica. Una visión
general., 1989).

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En esta etapa, el hecho destacado por excelencia es la aprobación de la Ley de Bases
de la Seguridad Social en 1963 (dos décadas después de la instauración de ésta en el resto
de Europa), cuya ley no se puso en marcha hasta 1967.
La ley de Bases de la Seguridad Social de 1963 intentó unificar los seguros sociales,
influenciados por los principios del informe Beveridge (1942). No obstante, las
deficiencias formales de aquella ley fueron flagrantes y, en la práctica, la aplicación de
aquellos principios dejó bastante que desear. Se impusieron las inercias históricas, las
presiones de los grupos de interés y la descoordinación de la política económica del
régimen autoritario (Rodríguez Cabrero, 1989), obteniendo como resultado un conjunto
asistemático de los seguros sociales.
Esta ley se desarrollará años después con el Decreto 907/1966 de 21 de abril, por el
que se aprueba el texto Articulado de la ley de Bases de la Seguridad Social, empezando
su efectividad a partir del 1 de Enero de 1967.
La ley de la Seguridad Social nace como el texto articulado de la LBSS, lo que le
imprime una incapacidad congénita para regular con detalle la configuración del nuevo
sistema de seguridad social que contiene (Quintero Lima, s.f). Las prestaciones que
regulará esta normativa serán: las prestaciones por desempleo, por muerte y
supervivencia, por incapacidad temporal, asistencia sanitaria y asistencia social.
No obstante, este sistema será financieramente insostenible y no será hasta la llegada
de la democracia, con la formulación del art 41. De la Constitución, cuando se efectuarán
las medidas necesarias para garantizar el sostén económico de las prestaciones.

2.3 El Estado de Bienestar


Se concibe que el Estado de Bienestar en España es fruto de la transición democrática,
y que el sistema de protección social se desarrolla bajo los impulsos sociales y políticos
de dicho período (Rodríguez Cabrero, 1989). No obstante, como hemos comentado en el
apartado anterior, las raíces del sistema de protección social comenzaron, aunque de
forma muy desorganizada y deficiente, en el Estado Dictatorial de Franco, a partir de la
vigencia de la Ley de la Seguridad Social en 1964, la cual ha seguido en pie sin
demasiadas modificaciones hasta la actualidad.

Es importante recalcar este aspecto para entender la influencia de la época franquista


en el continuo estancamiento del Estado de Bienestar en España. No cabe duda que para

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la consolidación del Bienestar, es necesario el dialogo social y la democracia con la
participación política de la ciudadanía, respectivamente. Sin embargo, como más adelante
señalaremos, la definición básica del Estado de Bienestar es la provisión de una serie de
prestaciones públicas con derecho a ser beneficiarios de las mismas, si cumple con los
requisitos para obtenerlas. Este proceso empezó a implementarse en la dictadura, y es por
estos cimientos el porqué de la carencia constante a la que hemos asistido en el desarrollo
de nuestro Estado de Bienestar, y que veremos en el próximo capítulo de forma más
específica.
Por consiguiente, en este apartado sólo nos dedicaremos a definir qué es el Estado de
Bienestar y sus modelos, para aclarar las posibles percepciones que se pueden tener de
este término.

El concepto de Estado de Bienestar se podrá entender de diversas formas, esto se debe


a que no presenta una realidad estática desarrollada igual para todos los países, ya que se
formulará dependiendo del momento histórico y la ideología dominante de la época. No
obstante, independiente de su expresión y lugar, se puede utilizar este concepto para
denominar de forma general a las políticas sociales emergentes que tienen como objetivo
proteger al trabajador de las incertidumbres del mercado (paro, enfermedad, pobreza,
ignorancia). El EB será una red institucional de seguridad para el ciudadano, pero también
como conjunto de instituciones que articulan el desarrollo capitalista.

Sería conveniente para el desarrollo de este trabajo, el exponer la definición que a día
de hoy ofrece el diccionario de la Real Academia Española sobre el Estado de Bienestar:
“La Organización del Estado en la que éste tiende a procurar una mejor redistribución de
la renta y mayores prestaciones sociales para los más desfavorecidos”. Esta interpretación
reduce todo su contenido a una mera expresión asistencialista, estableciéndose una
definición decimonónica, obviando los avances que se han desarrollado en la intervención
estatal y el cambio socio político por la lucha de una calidad de vida, evitando solo la
intervención para salir del paso.
Vicenç Navarro en contraposición a la definición anterior, fundamenta que “cuando
hablamos del Estado del Bienestar, hablamos de aquellas políticas públicas encaminadas
directamente a las personas y que tienen como objetivo primordial aumentar su bienestar
y calidad de vida, y que incluyen, en especial, los siguientes tipos de intervenciones
públicas:

16
1. Transferencias Sociales como son las pensiones.
2. Servicios Públicos del Estado de Bienestar, que incluye la educación, sanidad, la
vivienda social, los servicios de ayuda a las familias y los servicios de previsión de la
exclusión social.
3. Normas y sanciones para proteger a los ciudadanos y residentes, bien como
trabajadores (legislación laboral), bien como consumidores (legislación de defensa del
consumidor) y bien como residentes en comunidades (legislación ambiental).
4. Creación de buen empleo.
5. Reducción de las desigualdades sociales.”3

En otra línea, Cabrero Rodríguez (2004) define el Estado de Bienestar como aquel
conjunto de instituciones estatales que garantizan una serie de derechos sociales
ejercitables por la inmensa mayoría de los ciudadanos –universalismo protector-
desarrollados a través de políticas y programas de carácter redistributivo en base a la
solidaridad intergeneracional y apoyados en la idea básica de “ciudadano trabajador” que
es sujeto de derechos sociales y residualmente como “ciudadano necesitado”.

Por otra parte, la concepción más aceptada sobre el Estado del Bienestar, es aquella
que lo designa como el conjunto de intervenciones dirigidas desde el estado, orientadas a
garantizar unos servicios mínimos a la población a través de un sistema de protección
social. Los cuatro pilares básicos en lo que se asientan las bases del Estado de Bienestar
son: la educación, la sanidad, la seguridad social y los servicios sociales.

En relación a los diferentes modelos de Estado de Bienestar implantados en Europa,


Esping-Andersen en su obra Los tres mundos del Estado de Bienestar (1990), expone que
un régimen de bienestar es una combinación institucional de producción mixta de
bienestar entre el Estado, la familia, el mercado y la sociedad civil que depende de tres
factores: la naturaleza de la movilización de las clases sociales, las estructuras de
coalición de la clase política y el legado histórico o path dependency (Marban,
Universidad de Alcalá de Henares).

Paralelamente, cada modelo dependerá del grado de desmercantilización y del tipo de


estratificación social. Así, según Esping-Andersen, propone la siguiente clasificación:

3
Véase Fuente especificada no válida. “El Estado de Bienestar en España y sus déficits”.

17
- Modelo Liberal: también conocido como Estado de Bienestar residual; el
mercado es la estructura fundamental y dominante de bienestar, encargándose el
estado de garantizar unas prestaciones mínimas para los más necesitados; es el
prototipo de países como los EEUU, Canadá y Australia.
- Modelo corporativista-conservador: El Estado de carácter conservador con
influencia de valores religiosos, tiene un escaso impacto redistributivo,
interviniendo donde el asistencialismo familiar no llega, ya que será la familia
quien asuma la responsabilidad de paliar sus necesidades. En este modelo se
pueden incluir a Alemania, Francia, Austria, Italia y España.
- Modelo Socialdemócrata: El Estado es calificado como solidario,
universalista y desmercantilizador, con el fin de alcanzar la máxima
independencia personal para sus cuidadanxs. Es un modelo típico de los países
nórdicos.

3. EL DESARROLLO DEL ESTADO DE BIENESTAR EN LA


TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA
3.1 Logros y carencias
El impacto devastador de la guerra civil y por consiguiente, el período de autarquía
que vivió España durante décadas, propició que las bases del Estado de Bienestar se
desarrollaran en un terreno de arenas movedizas.

Hay una discusión interesante sobre la etapa fundacional del Estado de Bienestar en
España, que quisiera comentar para concretar las líneas de este texto. Desde una
perspectiva tenemos a Rodríguez Cabrero (2004) quien expone que es en la segunda mitad
de los años sesenta cuando se establecen en España las bases institucionales del Estado
de Bienestar, al iniciarse la universalización de la seguridad social y el aumento de los
gastos en sanidad y educación. Por eso, a pesar de lo limitado de los gastos sociales, se
refiere a la existencia de un Estado autoritario de Bienestar “en función de las demandas
del proceso de industrialización capitalista y en mucha menor medida como mecanismo
de integración populista y paternalista del régimen de Franco”4 (Bandrés Moliné, 1997).
Por otra parte, Comín (1996) no concibe que se hable de bases del Estado de Bienestar

4
Rodríguez Cabrero (1989), pág. 186.

18
sin estar unida a la idea de pacto social, hecho que sólo se da a partir de los Pactos de la
Moncloa.

En mi opinión, coincidiendo con Rodríguez Cabrero, el Estado de Bienestar empieza


a vertebrarse con el reconocimiento de un mayor gasto social por las Administración
Central, dando lugar a la promulgación de la Ley de la Seguridad Social en 1967 (que
será objeto de continuas reformas desde la transición hasta nuestros días), el impulso de
los gastos sociales en sanidad y educación (en 1970 se aprueba la Ley General de
Educación que establece la obligatoriedad de la educación de los 6 a los 14 años); y
también, a una mayor ampliación del Seguro Obligatorio de Enfermedad que pasa de una
cobertura del 43% de la población en 1960 al 73% diez años más tarde. Aun siendo estas
medidas escasas e insuficientes, además de los continuos problemas financieros que
tenían para poder cumplirlas, para bien o para mal, como señala (Bandrés Moliné, 1997)
“el Estado de Bienestar no se crea ex novo sino que se desarrolla a partir de los programas
de protección social existentes. Para bien porque su existencia facilita su desarrollo, para
mal porque ese desarrollo nacerá lastrado por políticas que frecuentemente respondían a
intereses partidistas o específicos de determinados colectivos con poder en el Régimen
(el caso de los regímenes especiales de la Seguridad Social, por ejemplo) o por los vicios
burocráticos de éste.”

Será éste el contexto que dotará de continuos obstáculos la evolución del Estado de
Bienestar, caracterizado por un desarrollo insuficiente desde la transición política a
nuestros días. No obstante, no todo en la historia política, económica y social de España
han sido fracasos. A partir de los años 70, un nuevo orden de modo de vida estaba
propagándose a una velocidad vertiginosa a los largo del continente Europeo, no
quedando exento nuestro país. El imparable impacto de la economía capitalista estaba
originando la expansión de la clase obrera industrial, dotando a la población de nuevas
formas de trabajo y trayendo consigo nuevas formas de consumo (cambiando así el nivel
de vida).

A raíz de los cambios económicos, políticos y sociales de la época, sumados, además,


por la muerte del dictador y el paso hacia la democratización del país, comienza a
impulsarse de forma explosiva el crecimiento en materia de gastos sociales. Para ello fue
fundamental dos sucesos históricos que marcarán la transición democrática: el pacto
político en 1977 con el Acuerdo de la Moncloa, en el que se propone un escenario
apropiado para abordar la construcción del Estado de Bienestar; y la Constitución de
19
1978, donde se regulará las bases jurídicas y políticas para desarrollar un sistema moderno
que disminuya las desigualdades y aumente la provisión de servicios públicos. Estas
nuevas medidas tendrán como fin responder a las demandas originadas por el cambio
político y paliar las consecuencias negativas originadas por una nueva crisis económica.

A diferencia de nuestros vecinos europeos, quienes desarrollan su Estado de Bienestar


en una época de fuerte crecimiento económico (en el llamado edad de oro del capitalismo,
que va desde la postguerra hasta la crisis del petróleo en 1973), en España, una vez más,
la historia le obliga a seguir construyendo su Estado de Bienestar en un momento hostil
donde coincide el impacto de la crisis energética con el agotamiento del modelo de
desarrollo franquista. Como consecuencia, la política social del período se verá atada a
un continuo aumento de las necesidades de protección social (debido a la insuficiencia
del sistema de protección social existente, a las expectativas de desarrollo social
despertadas con la transición democrática y al mayor riesgo de desprotección derivado de
la crisis económica (Rodríguez Cabrero, El estado de bienestar en España: debates,
desarrollo y retos, 2004)) y a la necesidad de paliar un gasto creciente en un contexto de
insuficiencia económica (en parte causado por la ausencia de un sistema impositivo
moderno y suficiente y en parte fruto de la crisis económica).

En este contexto podemos hacer muestra de algunos de los logros que se han ido
obteniendo aunque también pueden ser percibidos como carentes, en relación al resto de
países europeos. Comparar el gasto social de España con el de nuestros vecinos, puede
tener sus riesgos, ya que hay que tener en cuenta el momento político y el desarrollo
alcanzado en cada país. No obstante, aun al habernos sumado de forma tardía al desarrollo
de la Seguridad Social y a la evolución del gasto social, teniendo presente el atraso
económico desde donde partíamos, en esta etapa se produce un gran aumento en el gasto
social, que aun no estableciéndonos en la media europea, consigue reducir
considerablemente el déficit social acortando la distancia con el resto de países europeos.

En esta misma línea de los logros más importantes acontecidos en el desarrollo del
Estado de Bienestar ha sido la estabilidad política y económica del capitalismo. El
aumento de la intervención pública en la mitigación de situaciones de pobreza y
marginación, y la universalización de servicios como la sanidad o la educación
(contribuyendo a la formación del capital humano), en los que prevalece el principio de

20
igualdad de acceso como criterio de reducción de las desigualdades específicas, han
servido para atemperar algunas de las consecuencias más negativas del capitalismo sobre
la desigualdad. (Bandrés Moliné, 1997).

Pero la fuerte expansión de los gastos sociales en los primeros años de democracia
responde también a un objetivo político: legitimar en la práctica el nuevo sistema dando
respuestas eficaces a los problemas sociales y ampliando la base social del consenso
constitucional (Bandrés Moliné, 1997). La importancia dotada a las instituciones de
bienestar en esta época es un motivo más de reducir los posibles conflictos,
enfrentamientos y alzamientos del pueblo que la de velar por su protección y el fomento
de oportunidades para alcanzar un cierto nivel de vida. Éste será otro de los aspectos que
justificarán que nuestro Estado de Bienestar no termine de desarrollarse de forma
eficiente y suficiente, dicho con una metáfora, se empieza la carrera pero no terminamos
de llegar a la meta.

Como exponíamos con anterioridad, en consecuencia de la crisis energética, durante


la etapa de 1982 a 1989, habrá un claro estancamiento en el presupuesto de los gastos
sociales. En este período para contener el gasto social y aliviar las insuficiencias
económicas acontecidas en la época se realizarán importantes reformas como la Ley
26/1985 de Medidas Urgentes para la Racionalización de la Estructura y de la Acción
Protectora de la Seguridad Social, en el que se aumenta los años de cotización para
acceder a una pensión contributiva; y la Ley Básica de Empelo de 1981 donde se dificulta
el acceso a las prestaciones por desempleo, disminuyendo notablemente de un 45% de
beneficiarios en 1980 al 27% en 1983 (Rodríguez Cabrero, El estado de bienestar en
España: debates, desarrollo y retos, 2004).

Estas reformas serán ampliamente contestadas por los movimientos sindicales donde
lucharán por una mayor profundización en el gasto social, desencadenando este conflicto,
en una huelga general por un Giro Social el 14 de Diciembre de 1988.

En respuesta al conflicto sindical, el gobierno aumenta el gasto social y bloquea las


políticas de liberalización y reforma económica. Es por ello que durante los años 1990 y
1993, se retoma con fuerza la apuesta por el gasto social. Estos ascienden en sólo cuatro
ejercicios presupuestarios del 20.8% de 1989 al 26% de 1993, con un crecimiento
especialmente intenso en protección del desempleo (se modifica de nuevo la Ley Básica
de Empleo en el que se facilitan las condiciones para optar a la prestación), en sanidad

21
(universalizándola) y con la aprobación de una ley de prestaciones no contributivas en
diciembre de 1990, que atiende de modo prioritario la extensión de las pensiones de vejez
e invalidez y de las prestaciones económicas por hijo a cargo a los ciudadanos que, aun
si ser beneficiarios de la protección económica de la Seguridad Social, no superen un
determinado límite de recursos (Bandrés Moliné, 1997).

Resumiendo, en general, esta etapa de democratización ha estado marcada por un


constante altibajo respecto al desarrollo del Estado de Bienestar. Con la muerte del
dictador, la democracia empieza a emerger en nuestro país dotando así una gran
importancia al gasto social más por cuestiones de contener el conflicto social y por
seguridad económica que proteja a la población y sus intereses económicos de los males
del capitalismo arrollador, que por el verdadero fin que este sistema tiene para un país.
Aunque como se ha mostrado, ha habido ciertos logros y una evolución importante del
gasto social, las medidas promulgadas se han caracterizado por su escasez e insuficiencia
(tanto en calidad como en el presupuesto dedicado para dichos servicios), quedando aun,
a una distancia considerable respecto a la media del gasto social con el resto de los países
europeos.

Estas idas y venidas de las constantes reformas han dotado de inestabilidad la


construcción de nuestro Estado de Bienestar, siendo un lastre que nos perseguirá hasta
nuestros días.

3.2 La involución del Estado de Bienestar en España


Tras un periodo alcista en materia de gastos sociales, a partir de 1993 las presiones
económicas internacionales, en el que se exige que se tomen medidas estrictas para
controlar el gasto público con motivo de cumplir las condiciones impuestas para entrar a
formar parte de la Unión Montaria Europea, conducirán nuevamente a estancar el
crecimiento del gasto social. Uno de los objetivos principales que se exigían en el
mandato de Maastricht (1992) era la necesidad de reducir el déficit público del Estado
hasta alcanzar el 3% del PIB. Tal reducción del déficit se hizo a base de la mayor
reducción del gasto público (incluyendo el social) conocida en cualquier país de la UE.
El gasto público social por habitante bajó del 3.039 euros estandarizados en 1993 a 2.904
en 1995, lo que afectó de una manera muy notable a las transferencias y servicios públicos
del Estado del bienestar (Navarro V. , vnavarro.org, 2010).

22
Este contexto justifica que la expansión del gasto social fuera inviable sin el recurso
al déficit, en un contexto de fuerte crecimiento del paro y de bajas tasas de crecimiento
económico que fueron incluso negativas en 1993. (Rodríguez Cabrero, El estado de
bienestar en España: debates, desarrollo y retos, 2004). No obstante, las contingencias de
este periodo no impide que se realice un nuevo pacto de gran importancia para el
desarrollo de nuestra política social, hablamos del Pacto de Toledo en abril de 1995, en
el que se asientan las bases para garantizar el sistema público de pensiones.

Siguiendo la secuencia histórica, en los años posteriores, la “evolución” de la política


social empieza a desviarse hacia un camino de regularización económica y apuesta por el
libre mercado, más que por la protección social, todavía insuficiente, de la sociedad
española. Esta etapa estará calificada como de “universalización contenida y
privatización ascendente” debido a la ausencia de un compromiso activo de las
Administraciones Centrales con el logro de la equidad y calidad de los servicios públicos
transferidos a las comunidades autónomas, al abandono de políticas de vivienda social y
a la asistencialización de la protección por desempleo (Rodríguez Cabrero, 2004).

Durante los años 1996-2001 se harán presentes las medidas que abogan por una
contención del gasto social con el fin de reducir el déficit, y remontará posiciones la
gestión privada que empieza a ganar espacio en la esfera del Estado de Bienestar.

En esta etapa, podemos comprobar como el desarrollo del Estado de Bienestar apunta
hacia un liberalismo social, dejando atrás las intenciones socialdemócratas que con
anterioridad se estaban proponiendo. El efecto de este cambio de sentido se traducirá en
una reducción importante de la protección del Estado y con ello, en la calidad de sus
servicios y prestaciones, emergiendo de nuevo un Estado de Bienestar de gran carácter
asistencialista.

Todas las dificultades con las que se está encontrando el desarrollo efectivo del Estado
de Bienestar se puede resumir en la debilidad estructural del modelo económico que se
asienta con la entrada en la unión monetaria y el euro, de un mercado de trabajo
ampliamente fragmentado y con tendencias internas a la polarización en los salarios y

23
condiciones de trabajo; y su amplia cobertura en servicios y prestaciones pero de baja
intensidad protectora. Estas características del modelo español ha supuesto que las
políticas de ajuste para hacer frente a la gran depresión tengan como prioridad la
reducción de la deuda a costa de las prestaciones sociales así como una mayor precariedad
del mercado de trabajo que fragiliza aún más la estructura social, a la vez que profundiza
la dependencia de España respecto del núcleo económico-financiero dominante en la UE
(Rodríguez Cabrero, 2014).

A partir del 2001, como venimos comentando, comienza otra forma de


reestructuración del Estado de Bienestar, que bien puede verse como un
desmantelamiento del mismo o como la “necesidad” de realizar un giro de 360º en el
modo de actuar y efectuar las reformas sociales para adaptarse a las contingencias
económica causadas por el libre mercado y la globalización emergente. Como ya señaló
Rodríguez Cabrero “la tendencia global de la política social parece estar orientándose en
un triple sentido: mercantilización de la producción de bienestar, facilitando una
extensión de la oferta privada en áreas de rentabilidad; reforzamiento del principio de
aseguramiento como respuesta a la segmentación del mercado o educación del ajuste
social al ajuste estructural; y minimización de la intensidad protectora, asistencializando
el contenido de los derechos sociales”5. Es importante señalar que estos cambios han sido
reforzados constantemente en el discurso político y repetidos constantemente en los
medios de comunicación, en el que se asegura que los sistemas de protección social que
se han ido desarrollando son hoy insostenibles, este aspecto lo abordaremos con más
concreción en otro apartado.

Será a partir del 2008, con el boom inmobiliario y la gran crisis económica que dura
hasta nuestros días, cuando estas tendencias se agudizan y comienza un avasallamiento
de reformas con el fin de intentar estabilizar el caos producido por el libre mercado y la
especulación, recayendo todos los esfuerzos en los ciudadanos a base de aumentar el
déficit social para disminuir el déficit público. Estas “reformas” (coloquialmente
conocida por el pueblo español como recortes o tijeretazos) se producirán en los cuatros
pilares donde se fundamentan el Estado de Bienestar: educación, sanidad, sistema de
prestaciones y servicios sociales. Si a día de hoy nuestro Estado de Bienestar está
“consolidado” con grandes insuficiencias, el impacto de las reformas, no hará más que

5
(Rodríguez Cabrero, Transformaciones socioeconómicas y política social: la segunda
reestructuración del Estado de Bienestar, 1993, pág. 59)
24
recrudecer las carencias de nuestro sistema de protección social, acabando con él poco a
poco, dando lugar a un claro retroceso y a la pérdida de todos los logros que con grandes
dificultades se han ido consiguiendo.

Pero ¿por qué los constantes recortes en un sistema de protección social que mejoraría
la situación económica, social y política de un país? ¿Es realmente insostenible el gasto
social o quizás, lo que es insostenible es el fraude fiscal y el interés económico de los
amigos del poder? ¿Será este momento la excusa perfecta para imponer el modelo
neoliberalista tan anhelado por los grandes poderes económicos, y acabar con el
derrochador gasto social que no llena las arcas de sus bolsillos?

3.3 El impacto del Neoliberalismo


La crisis económica y financiera a la que estamos hoy asistiendo es resultado en gran
parte de las políticas neoliberales imperantes en los últimos treinta años en los centros
financieros más importantes del mundo capitalista desarrollado. Estas políticas se han
caracterizado por dos hechos. Uno es la gran desregularización de los mercados
financieros, creando una movilidad diaria de 1.7 trillones de dólares, en su mayoría de
tipo especulativo. El otro hecho es el enorme crecimiento de las desigualdades de renta a
nivel internacional (Navarro V. , Bienestar insuficiente, democracia incompleta, 2009).

El Estado de Bienestar, tal como lo hemos ido conociendo, apoyado en teorías


keynesianas y socialdemócratas, ha estado expuesto a continuas amenazas en su más
temprano desarrollo. Una de las mayores amenazas ha sido la crisis de Bretton Woods en
1971. Haciendo una breve explicación, el Acuerdo de Bretton Woods tuvo lugar en 1944,
este acuerdo también daría lugar a la entrada en el juego económico al FMI y el Banco
Mundial; la Reserva Federal en este acuerdo, proponía un sistema donde se pudiera
cambiar en cualquier momento el dólar por oro; la ventaja que este sistema le daría a
EEUU sería envidiable: podría comprar todo lo que quisiera imprimiendo dinero. No
obstante, con la crisis del petróleo y la guerra de Vietnam, acabaron con las reservas de
oro de los Estados Unidos, entrando el país en quiebra. En 1971, con la medida tomada
por el presidente Richard Nixon, declarando la inconvertibilidad del oro, el acuerdo de
Bretton Woods se rompe. A partir de este año, el comercio mundial se llevaba a cabo en
dólares que imprimía EEUU; por lo que el resto del mundo comenzó a depender de un
dinero fiduciario, obligándose a acumular reservas en dólares y velar porque éstas fueran
siempre crecientes, ya que a cualquier indicio de que las reservas de algún país caían, los

25
especuladores monetarios podrían devaluar la moneda, trayendo consigo catastróficas
consecuencias (Moreno M. A., 2014); por ejemplo, la crisis mundial de 2008, que a día
de hoy seguimos sufriendo.

Otras de las grandes amenazas para el Estado de Bienestar, es la consolidación de la


revolución conservadora denominada neoconservadores (neocon) de los años ochenta,
movimiento iniciado en Estados Unidos con el gobierno de Ronald Reagan, que después
influyó principalmente a Japón y Reino Unido, donde Margaret Thatcher asumiría el
poder. La ideología neoconservadora se caracterizará por defender la contracción
económica del Estado, la libertad de mercado y el fomento del individualismo sustentado
en enfoques económicos que permitan racionalizar el gasto estatal a lo esencial para
garantizar la seguridad, la soberanía del Estado y el sistema jurídico normativo (Cabrera
Jiménez, 2014). Varias de estas líneas se basan en lo propuesto por el padre del
neoliberalismo Frederick Hayek en su texto Camino a la Servidumbre (1994), en el que
exponía la necesidad de potenciar la economía de mercado, y a la vez, disminuir las
influencias de la gestión del Estado.

A partir de este período, la cuestión sobre la viabilidad del Estado de Bienestar estará
sumido en constantes debates por el ámbito político y económico. Los continuos altibajos
del desarrollo del Estado de Bienestar, ha fortalecido esta corriente neoliberal (que ya
estuvo presente en el siglo XVIII) fundamentado en un claro interés económico más que
político. Este modelo actualizado del liberalismo de siglos pasados, tenderá a la
competencia perfecta, el derecho a la individualidad productiva, los bajos niveles de
intervención del Estado en el sector económico, la estandarización de medidas
macroeconómicas para todos los países periféricos dependientes de empréstitos de
organismos supranacionales, con lo que se evidencia una marcada tendencia
intervencionista de organismos tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el
Banco Mundial (BM) y las grandes potencias económicas, que influyen notablemente en
lo relacionado con la inversión y las particulares políticas sociales de cada Estado, con lo
cual se replantea el rol del gobierno local nacional y la intervención externa en asuntos
internos de los países (Cabrera Jiménez, 2014).

En relación a España, la influencia neoliberalista comienza a aparecer con las medidas


a las que se somete el Estado español respecto a su intervención, para fomentar y
potenciar la inserción competitiva subordinada en la Unión Europea y la economía
mundial. Dicha inserción se ha producido en los últimos años, bajo la presión de la crisis
26
financiera, mediante reformas no pactadas política y sindicalmente, que han supuesto la
ampliación y consolidación de mercados de trabajo precarios (tendencia presente desde
los años 80 del pasado siglo), la alteración de las políticas sociales y el cuestionamiento
del implícito pacto keynesiano español de finales de los años 70 del siglo XX, a la vez
que se ha producido un deterioro en las condiciones de vida por causa de un modelo de
devaluación competitiva intensiva aplicado para dar respuesta al imperativo de la
socialización de los costes públicos, pero sobre todo privados, de la deuda soberana
(Rodríguez Cabrero, Foessa, 2014).

Todas estas reformas recrudecen la crisis en la que de nuevo se sume nuestro Estado
de Bienestar, crisis que se intensifica no sólo con las imposiciones de la Troika, sino
además por la forma en la que está interviniendo el estado, cuya dirección de mandos se
basará en salvar el barco de la esfera del mercado, intentando equilibrar la economía para
seguir siendo una potencia competitiva, reduciendo la gran deuda pública, con el
sacrificio de la inversión en los sistemas de protección social.

Por consiguiente, la actuación del Estado arraigada como el único camino que se puede
tomar para aliviar los síntomas del desequilibrio macroeconómico (actuación también
“propuesta” por la influencia internacional), ha sido a través de políticas de austeridad.
Así pues, a partir de 2009 con el déficit fuera de control, la prima de riesgo disparada y
la amenaza del rescate, se inician los recortes presupuestarios (reducción del sueldo de
los funcionarios o congelación de las pensiones, entre otras medidas).

De forma escueta describiremos y comentaremos a continuación, algunas de estas


medidas de austeridad, ya que exponer todas las reformas que se han realizado desde 2009
hasta la actualidad, podría servir para realizar otro trabajo de investigación bibliográfica.
Por orden, los mayores ajustes recayeron en la inversión y la remuneración de los
empleados públicos. En los gastos de capital (los gastos destinados al aumento de la
producción o al incremento inmediato o futuro del patrimonio del Estado) se produce una
caída de 40.569 millones de euros, una reducción del 70%. Dentro de estos gastos de
capital, están las inversiones en infraestructuras, en dotaciones en los servicios públicos
y en I+D. La infraestructura del transporte y comunicación se han reducido casi 13.000
millones de euros, la inversión en vivienda en 4.400 millones, en los dos servicios
públicos básicos (sanidad y educación) se perdieron 4.500 millones (cifra que seguirá

27
aumentando) y en políticas sectoriales el retroceso fue de 4.600 millones (CCOO, 2016).
Por otra parte, el ajuste en investigación y desarrollo le produce una reducción de 2.294
millones de euros.

Estas medidas impactarán negativamente a largo plazo en la competitividad del país,


ya que limitará su dotación de infraestructuras físicas, sociales y de conocimiento.

Respecto a la remuneración de los empleados públicos, quienes también reciben un


gran hachazo, disminuirá en 10.626 millones de euros. El impacto de estas medidas se
justificará en la devaluación salarial y el menor número de personas trabajando en el
sector público (CCOO, 2016), traduciéndose en un claro deterioro de los servicios
públicos ampliándose la brecha respecto a nuestros vecinos europeos.

Enfocándonos en el análisis funcional del gasto, de forma resumida, se expondrá el


gasto realizado en tres grupos que consolidan las bases del Estado de Bienestar: los
servicios públicos básicos, las prestaciones de la protección social y las políticas sociales.

En relación a los servicios públicos, se produce un grave retroceso en las dos columnas
básicas del Estado de Bienestar: en salud y en educación, sumados, en 20014 se han
gastado la friolera cifra de 18.400 millones de euros menos que en 2009 (CCOO, 2016).
Un dato a tener en cuenta es que estas nefastas medidas han tenido un impacto mínimo
en el sector privado, es más, éste se potencia por la caída de la calidad en la educación
pública (clases masificadas, reducción del cuerpo docente, precarización de las
condiciones laborales de los docentes y un largo etcétera).

Sobre el sistema de protección social, la prestación que más se reduce es la protección


por desempleo: de 2009 a 2014, el gasto baja en 7.231 millones de euros, cifra equivalente
a una caída del 30% en términos reales (CCOO, 2016). Los recursos caen en picado, con
prestaciones cada vez más baja y disminuyendo la tasa de cobertura.

El gasto en enfermedad e incapacidad laboral también disminuye en algo más de 1000


millones de euros, que en buena medida se corresponde con la reducción del empleo
(CCOO, 2016).

Otras de las reformas alarmantes se produce en el gasto en apoyo a las familias y a la


infancia, donde se pierden 2.692 millones de euros, un 40% de la cifra de 2009 en
términos reales (CCOO, 2016). Las consecuencias de este “ataque” son fáciles de
comprobar; aunque nunca se ha salido de esa protección familiarista, en los tiempos de

28
bonanza económica se consiguió que la mujer se insertara en el mercado laboral,
empezando una lucha por la igualdad de género que a día de hoy, aun, estamos lejos de
conseguir. Ahora, se vuelve a poner toda la carga en el seno familiar (sobrecarga que
normalmente recaerá en la mujer). Este déficit en la provisión de servicios a las familias
y la infancia traerá como consecuencia el elevado desempleo en las mujeres (el 31% de
las mujeres en España está en paro, el porcentaje más alto de la Unión Europea (Navarro
V. , Bienestar insuficiente, democracia incompleta, 2009)), la dificultad para la
independencia en los jóvenes, y la baja fertilidad en el país, que sumado a la fuga de los
jóvenes a otros países en búsqueda de una vida más próspera, sitúa a España como uno
de los países con más población envejecida.

No obstante, la situación de las familias empeora aún más con la política social de
vivienda (destinada a apoyar a las familias con problemas para pagar su alquiler o
hipoteca) reduciéndose en 633 millones de euros, el 70% de la cifra disponible en 2009.
En 2014 sólo se destinaron 415 millones de euros a esta prestación social tan relevante
(CCOO, 2016). Las consecuencias de estas reformas ha derivado en un gravísimo
problema social (el cual, continuamente, se intenta ocultar) como son los desahucios.
Desde 2007 hasta 2014 se han producido casi 570.000 ejecuciones hipotecarias, esta
emergencia habitacional lejos de disminuir, sigue aumentando (laplataforma, 2014).

Otras de las políticas públicas que no han estado exentas del poder de la tijera son las
que engloban el gasto respecto al medio ambiente, cultura y deporte, siendo también, de
las grandes afectadas en la reducción de sus recursos. Parece que la protección al medio
ambiente carece de importancia, por lo que cada vez se le dedican menos recursos y
menos interés en el debate público. Así pues, la inversión en este ámbito perderá 2.817
millones de euros desde 2009, el 33% en términos reales, que se concentra sobre todo en
la protección de la diversidad y el paisaje, la reducción de la contaminación y mucho
menos en la gestión de residuos sólidos y líquidos (CCOO, 2016). En relación a la cultura
y el deporte y otros servicios comunitarios pierden el 40% de sus recursos disponibles,
añadiéndole además, un descarado aumento del IVA (21%), que dificulta aprovechar los
recursos que quedan, dando lugar, como antiguamente, que el acceso y el
aprovechamiento de la cultura no esté a la alcance de todos.

En resumen, el proceso de consolidación fiscal implica menos gasto pero también su


redistribución: en 2014 gastamos 31.000 millones menos que en 2009, pero como se han
destinado 25.000 millones más a pensiones, 18.000 millones más al pago de intereses de
29
la deuda y 5.000 millones más en gasto energético, se han tenido que reducir 77.000
millones en prestaciones por desempleo, sanidad, educación, cultura, políticas sectoriales,
vivienda, medioambiente, I+D, etc (CCOO, 2016).

Después de haber revisado las fatídicas consecuencias de las políticas de austeridad,


impulsadas por el dogma neoliberalista, es conveniente concretar y recoger, para concluir
este apartado, el impacto que produce el neoliberalismo con su influencia en la
intervención del Estado, lo que dará como resultado tres aspectos:

- El aumento de la privatización: ampliación de la prestación privada de


servicios públicos y expansión de la oferta estrictamente privada para los grupos
de renta elevada. Se apuesta por lo privado ya que los servicios públicos pierde
calidad a consecuencia de su reducción en el gasto público.
- La extensión de la asistencialización: se consolidan los mercados de
trabajo precarios y las zonas ampliadas de exclusión; también, se traslada la
atención a de las personas vulnerables y excluidas en menoscabo del pleno
ejercicio de los derechos sociales, a las ONG de acción social (Rodríguez
Cabrero, Foes, 2014).
- El auge de la individualización: enfatiza que el ciudadano asuma una
mayor parte del coste de los riesgos sociales mediante copagos en el sector
púlico y complementando en el mercado unas prestaciones públicas de menor
intensidad y calidad protectora; además de, que interiorice la responsabilidad
de la gestión de sus riesgos individuales (Rodríguez Cabrero, Foes, 2014).

3.4 La influencia de los medios en el deterioro del Estado de Bienestar


En pleno siglo XXI, se ha asumido e interiorizado de forma pasiva, la importancia, la
influencia y el poder con el que cuentan los medios de comunicación. Los media (como
se le llama de forma abreviada a los medios de comunicación de masas) se ha ido
convirtiendo a una velocidad descontrolada en un arma (de gran peligro, por cierto)
propagandística y de control social, siendo por ello la herramienta perfecta para el poder
económico y político.

30
Los media están monitorizados por el sistema del Mercado, mayoritariamente por
grupos empresariales (quienes son los mayores inversores), para así, a través de la
manipulación mediática, puedan obtener, conservar o aumentar su poder.

En el contexto español, podemos dar cuenta de ello, con la información tan sesgada y
de escasa variedad que tienen los medios de comunicación más influyentes (la televisión
en primer lugar y los periódicos de mayor tiraje nacional, que aunque cuentan con menor
repercusión, también tiene su aporte en la esfera política y social). Este sesgo está
condicionado en su gran parte por la progresiva mercantilización de la información,
influenciado mayoritariamente por las grandes empresas, dueñas de los medios de
comunicación donde se ofrece, cuyo interés se basa en el beneficio más que en la
comunicación.

Este continuo desvío del camino del periodismo real, camino que con tanto ímpetu se
ha luchado con la conquista de la libertad de expresión (derecho hoy también recortado y
puesta en cuestión gracias a la ley “mordaza”); por el derecho a estar bien informados de
la realidad que nos acontece, no de otra paralela; y por ese interés de despertar
conciencias; nos ha derivado a realizarnos preguntas que se sumirán en un constante
debate de difícil concreción como por ejemplo ¿qué entendemos por verdad, respecto a
la visión mediática? Según Ignacio Ramonet en su libro La tiranía de la comunicación,
para responder a esa pregunta, antes hace otra que dicta ¿Qué es hoy la actualidad?
Respondiendo que la actualidad es aquello que sale en televisión, lo demás no importa; a
lo que deriva a la respuesta de nuestra primera pregunta “Hoy la verdad se define en el
momento que la prensa, la radio y la televisión dicen lo mismo respecto a un
acontecimiento” (Ramonet, 2001). Esta teoría lo podemos ejemplificar con un
acontecimiento reciente como fue el movimiento 15M.

Quien bien se haya informado a través de otros sitios de información ajenos a la


televisión, como puede ser internet o las redes sociales, sabemos que el movimiento 15M
sufrió una manipulación abrumadora, ofreciendo una imagen pésima de quienes lo
seguían, a través de continúas descalificaciones hechas por los políticos de los principales
partidos tales como “utópicos”, “radicales” (acusaciones por el ex ministro de educación

31
Wert), “camorristas”, “pendencieros”6 (dedicados por Esperanza Aguirre), o incluso se
les acusaba de cultivar marihuana en la plaza (detalle de Rita Barberá), entre otros
muchos. En general, el chance mediático que le dio a esta presión social cuyo fin era decir
¡basta! y que se escuchara, luchar por los derechos que estaban siendo profundamente
reducidos, alzándose de forma pacífica para evitar el desmantelamiento del Estado de
Bienestar, fue en primer lugar escaso (nuestros medios nacionales no empezaron a hacerse
eco de esta noticia hasta que otros medios internacionales lo hicieron, claramente para
evitar y ocultar esa imagen a los acreedores internacionales), y después degradante,
calificando a las personas asentadas en la plaza como “perroflautas” y “oportunistas”,
invitando con esta mala imagen a la descohesión social, enfrentando a la sociedad
española gracias a la influencia mediática.

Consecuentemente en la actualidad, los medios de información son, de esta manera,


medios de persuasión, que intentan configurar el estado de opinión del país. Su falta de
diversidad y su consecuente sesgo crean un distanciamiento entre ellos y grandes sectores
de la población (Navarro V. , Bienestar insuficiente, democracia incompleta, 2009).

Buena prueba de este distanciamiento será mostrar con ejemplos, el énfasis que los
medios de comunicación le da a según qué información, información que la mayoría de
las veces no corresponde con el interés general de la población española. Según las
encuestas del estado de opinión de las poblaciones de los países de la UE, la población
española es de las que desea un mayor incremento del gasto público social (debido en
parte a que el gasto social per cápita en España es de los más bajos de la UE). A pesar de
ello, no hay ningún diario importante español que haya publicado editoriales como lo han
hecho, entre otros, Le Monde en Francia y The Guardian en Gran Bretaña a favor de un
mayor gasto público. Antes al contrario, los periódicos que se han expresado a través de
sus editoriales a este respecto lo han hecho precisamente para aconsejar al gobierno
español que reduzca el crecimiento del gasto público o que lo congele (Navarro V. ,
Bienestar insuficiente, democracia incompleta, 2009). En esta línea, podemos comprobar
constantemente como el discurso caracterizado por la creencia de que el gasto social en
“las épocas de bonanza” ha dado lugar al paro y la inflación, se reproduce en casi todos

6 Esta información ha sido obtenida del periódico La Marea, en el artículo “Parias, ignorantes y radicales:

Dos años de insultos y ataques de políticos al 15-M” escrito por Eduardo Muriel; y al que invitamos a
leer.

32
los medios de gran tiraje nacional (todos nos acordamos de aquella frase titular “hemos
vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora toca abrocharse el cinturón”. Esta
idea (bien repetida hasta al aburrimiento) abre camino al asentamiento y aceptación del
dogma neoliberal.

En resumen, estamos atravesando una crisis económica provocada por los poderes
financieros y en plena crisis los medios de comunicación están transmitiendo consignas
subliminares en pro de la masacre capitalista que los poderes financieros y el
neoliberalismo está llevando a cabo contra el Estado de Bienestar en Europa y
particularmente en España y es que, es bueno que sepamos que el neoliberalismo, es el
nuevo orden económico mundial, y a través de las grandes corporaciones económicas, se
ocupa primero de controlar las conciencias, de controlar a la prensa y de controlar el
debate público y tratan de ocupar el debate público para vaciar los cerebros. El
neoliberalismo tratará de confundir, a través de la TV, a la opinión pública, hasta tal punto
que se sientan responsables de su situación y acepten las medidas que se toman como
único medio viable a la soñada recuperación económica.

4 CONCLUSIONES
A lo largo de este trabajo hemos podido comprobar que el desarrollo del Estado de
Bienestar en nuestro país, ha estado sujeto a continuos estancamientos dados por las
diferentes coyunturas económicas, políticas y sociales propiciadas por las crisis
originadas por la Guerra Civil, la etapa dictatorial, la crisis del petróleo que afectaba a la
esfera internacional, y ahora, sometidos a la gran recesión económica cuyo impacto en el
deterioro del Estado de Bienestar, está siendo el más certero. Este camino lleno de
obstáculos en la evolución de nuestro sistema de protección social y políticas sociales, ha
derivado a construirse entre continuas limitaciones y carencias. Estas insuficiencias
también se ven reflejadas en la actuación del Estado español, quien ha ido apostando por
el gasto social cuando se agitaba el pueblo, pudiendo decir que se ha formado este modelo
a través de parches, sin ninguna intención de invertir más allá que lo suficiente para
mitigar el conflicto social.

Respecto a la hipótesis que planteábamos como motor de este trabajo, tenemos el


conocimiento suficiente para negar que se haya asentado las bases del Estado de Bienestar
de forma exitosa. Aunque es innegable la transformación que España sufrió en la

33
transición democrática, aumentando de forma generosa el gasto social; la realidad es que
su evolución ha estado condicionado a una ilusión que no terminaba nunca de cuajar. Que
se aumente el gasto social no está sujeto a dar unos servicios de calidad, eficaces y
eficientes, y en esto, la población española hemos sido testigos. Donde más se puede notar
esta carencia es en la provisión de servicios de ayuda a la familia. La lucha por la igualdad
de género es una constante a día de hoy, que estamos lejos de alcanzar. Y es que no
podemos optar a una equidad, cuando la mujer no tiene las mismas posibilidades de entrar
al mercado laboral que el hombre, ya sea por su maternidad o sus obligaciones familiares.
La reducción del gasto en este ámbito es doblemente perjuicioso, puesto que obliga, de
nuevo, a ser el núcleo familiar quien resuelvas las dificultades originadas por la situación
económica, política y social del país; complicando la independencia de los jóvenes en
España, y disminuyendo notablemente la fertilidad, dando como resultado una fuga de
cerebros masiva (inversión “inútil” para el país, puesto que después no se aprovechan
esos conocimientos, por no darles oportunidades), consolidándonos, así, como uno de los
países más envejecido de la Unión Europea, y reduciendo nuestra competencia a nivel
internacional. No obstante, quiero señalar que esta situación vulnerable de la familia no
es un acontecimiento nuevo; exponía este caso para justificar que la evolución del Estado
de Bienestar ha estado en continuo tambaleo, puesto que nunca se ha apostado lo
suficiente en estas medidas (igual podríamos decir con educación y sanidad) como hemos
estado viendo, donde nos hemos quedado siempre por detrás de la media Europea. Por
otra parte, señal más de la insuficiencia de nuestro Estado de Bienestar, España es el tercer
país con más desigualdad de la Eurozona, según la OCDE. Esta problemática ya estaba
presente antes de la crisis económica, pero como se ha comentado con anterioridad, las
medidas que se han ido tomando para la protección de la ciudadanía han sido deficientes,
tapando agujeros antes de prevenirlos.

Con los hechos comentados en esta revisión bibliográfica, podemos comprobar como
el desarrollo del Estado de Bienestar sufre su estancamiento más decisivo en 1993, con
la contención del gasto público para cumplir con los requisitos impuestos para la entrada
de España en la Unión Europea. Los cambios que suceden a una velocidad vertiginosa,
no se centran en salvaguardar muchas de las deficiencias que nos había dejado el mandato
de Franco. Entramos en el juego europeo con una débil estructura del modelo económico,
condicionado por una gran insuficiencia económica para hacer frente al gasto público, y
que a su vez viene derivado por el deficiente sistema impositivo en el que está regido

34
nuestro país; por otra parte, entramos con una joven democracia que no termina de
cumplir las expectativas; y no podemos olvidar la precarización en el mercado laboral,
que no ayuda a mitigar las desigualdades y la pobreza.

A día de hoy asistimos a una de las batallas más feroces respecto a la sostenibilidad
del Estado de Bienestar, en el que podría atreverme a decir, que éste se encuentra en
estado crítico. Nuestro Estado de Bienestar no se ha consolidado con fuerza en nuestro
país, y los continuos ataques que está sufriendo, no sólo lo estanca, sino que lo lanza a un
estado involutivo. Las medidas de austeridad impuestas por Bruselas en una sociedad
democrática donde al pueblo no les están dando ni voz ni voto, y la continua intervención
estatal sesgada totalmente a favor de la Troika, está muy lejos de conseguir su propósito
de disminuir el catastrófico impacto de la crisis económica (crisis derivada de la
especulación y el libre mercado, agudizada además por los continuos fraudes fiscales y la
corrupción desregularizada, y no por el excesivo gasto social y el haber vivido por encima
de nuestras posibilidades), y de potenciar la inserción competitiva en la Unión Europea y
la Economía Mundial. Es más, estas supuestas reformas catalogadas como obligatorias y
de única salida para la reducción del déficit público, no está haciendo más que agudizar
los problemas, el malestar social, la inestabilidad económica; está sumiendo a este país
en un subdesarrollo constante, produciendo un daño que padecerá y está padeciendo
fuertemente nuestra generación y la venidera.

Es fundamental para el perfil profesional del Trabajo Social, mantener una postura
crítica con la situación actual. Pero no sólo crítica, tenemos que ser activxs y proactivxs,
no podemos observar esta situación de manos cruzadas, viendo como nuestra profesión
empieza a estar en peligro de extinción. Tenemos la profesión más cualificada para
impulsar el desarrollo del bienestar y tenemos que hacer la lucha en conjunto. Debemos
propiciar el debate en el aula, analizar los conflictos que han ido sucediendo y criticar
constructivamente la situación de hoy. Aprovecho la oportunidad para proponer que la
carrera de Trabajo Social en España comience a ser más práctica, y que se fomente mucho
más el espacio crítico en el aula, a través de conferencias (que sean asequibles para lxs
estudiantes), sólo con la actuación de todxs podremos (o por lo menos intentar) proteger
nuestro futuro laboral y un futuro digno.

Poco a poco, quiero pensar que la sociedad española está despertando, aunque los
medios de persuasión y los poderes políticos nos hagan creer y aceptar lo contrario,
sabemos que hay alternativas. Autores como Vicenç Navarro, Juan Torres López y
35
Alberto Garzón Espinosa, así lo demuestran en su libro “Hay alternativas”, donde
estudian y proponen diferentes medidas (en contraposición a las tomadas por los
seguidores del neoliberalismo) para paliar las contingencias económicas y sociales, e
impulsar la economía española y así conseguir reducir el déficit, siendo algunas de ellas
la creación de políticas de pleno empleo, facilitando la incorporación de la mujer en el
mercado laboral; corregir el fraude fiscal a través de la reforma fiscal; realizar una
reforma a nuestro sistema tributario; apostar por la regularización del mercado para evitar
el insumo movimiento especulativo (uno de los grandes culpables de nuestra situación
actual) y sin olvidar el aumento del gasto social. Ante la premisa “se ha derrochado en el
gasto social” o el simple tópico “no hay recursos financieros para disminuir el déficit
social”, podemos comprobar con los actuales y no pocos, casos de corrupción y fraudes,
que no es que no haya dinero, sino que éste está siendo derrochado en otros menesteres
de interés de los poderes políticos y económicos.

En resumen, tras el proceso de desarrollo del Estado de Bienestar, hemos percibido


que ha estado continuamente lastrado y caracterizado por sus insuficiencias, siendo la
situación actual el mayor obstáculo que está sufriendo en su “evolución”. Las
circunstancias en las que hoy nos encontramos, con la ayuda de los medios de
comunicación nos hacen pensar que la única salida es la reducción del gasto social para
disminuir el déficit público, pero como estamos comprobando tanto a través de la lectura
como en nuestro día a día, estas políticas de austeridad está totalmente en contraposición
con el impulso al crecimiento económico.

36
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