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Teatro en México

Reflexión final

Iván Zúñiga
Facultad de Teatro

El teatro en México a partir del siglo XIX tuvo un crecimiento exponencial, una larga lista
de creadores enriqueció el mundo teatral para llegar a la diversidad con que le conocemos en
nuestros días. El proceso de la experiencia educativa abre un panorama general y despierta
la necesidad de adentrarse en la investigación de las distintas etapas que se han catalogado.
A continuación, un breve recorrido de lo visto en las sesiones que justifica el seguimiento de
la línea temporal e ideológica de la historia del teatro en México.
Quedan de manifiesto las distintas categorías que se les han asignado a los momentos
históricos del teatro mexicano, cabe destacar que todos los “agrupamientos” y
denominaciones que se han hecho al respecto tienen el fin de compilar y clasificar la
información encontrada en los registros. De modo que no debe confundirse con el o los
nombres que se les daban en sus épocas.
El entendimiento de los espacios en los que se representaba y los distintos mecanismos
que se utilizaban también abre un panorama al respecto del texto y sus acotaciones. Desde el
entarimado al que se denominaba “teatro” hasta las construcciones monumentales de los
edificios teatrales los dramaturgos han hecho la escena desde sus posibilidades y
herramientas.
Podemos destacar, desde la investigación, aquello que se ha denominado como “teatro
prehispánico” (nombre asignado a las representaciones antes de la colonia), cuyas
“escenificaciones” se ejecutaban con fines rituales y de festividad, resulta material
imprescindible para los investigadores del fenómeno teatral en sus inicios, implicando aquí
la teatralidad encontrada en el simbolismo de las deidades y los sacerdotes aztecas. El repaso
de la información que se tiene al respecto nos brinda material con posibilidades de estudio.
Al hablar del teatro como lo conocemos, es importante entender que la cultura
occidental llegó junto con la conquista ideológica como medio de sometimiento espiritual.
La orden franciscana sería la encargada de dicha tarea, para lo cual se hacían representaciones
con temas evangelizadores. Representaciones como “El juicio final” (representada en
náhuatl) serían llevadas por la orden a los conventos establecidos. Los conventos asentados
en las ciudades de Veracruz, Puebla, Tlaxcala y México fueron los más importantes.
Una vez establecido el virreinato de la nueva España fue necesario implementar un
modelo educativo (entonces basado en la religión) traído a México por la orden Jesuita
encabezada entonces por Fray Francisco de Borja (cuya biografía sería llevada a escena por
Matías de Bocanegra en el año 1640) Este teatro jesuita se destacó por llevar implícito un
contenido adoctrinador y con un discurso político. La orden también se encargaba de educar
a los hijos de los ricos y de la clase en el poder. A la llegada de los virreyes se celebraban
festejos en los que se representaban estas obras con el fin de encaminar al nuevo gobernante
hacia un gobierno que supliera las necesidades (intereses) de la colonia (del clero). La orden
había ganado tanto poder político que no convino a la corona mantener en su posición y los
desterró hacia 1730 aproximadamente.
A la par, otros tipos de teatro eran representados fuera de las cortes y de los conventos,
el teatro criollo contenía temas de clase media y se encaminaba a la comedia. Se tienen pocos
registros de esta obra ya que la actividad teatral no se tenía por trascendente y sólo las
representaciones que se incluían en los reportes de la iglesia, elaborados por monjes cuyo
trabajo era el de capturar las actividades, quedaron para su estudio en los libros.
El siglo XVIII trajo consigo la ola de renovación que sacudió España, el teatro de Lope
Vega, y la literatura cervantina encontrarían un gran número de fanáticos en el territorio
mexicano, sin embargo, la producción local quedaría rezagada y nublada por tan abrumante
éxito. Cinco obras se conocen y lograron trascender los libros, de entre ellas, la más
importante es “El divino Narciso” de Sor Juana Inés de la Cruz. Su educación como monja y
su cercanía con la reina le permitirían desarrollar su obra dramática.
La temática del siglo XVIII abandonaría la fuerza de la fe y propondría el triunfo de la
razón sobre los misterios y las pasiones, la ilustración traería el humanismo al teatro. No
debemos olvidar que, para la academia, la historia del teatro en México se basa en los
registros y evidencias encontradas de representaciones, esto no significa que no hubiera
actividad teatral emergente o estable fuera de las clasificaciones que se han hecho, la
academia contempla autores cuya obra ha sido encontrada y representaciones de las que se
haya guardado registro.
El siglo XIX se caracterizó por el movimiento de independencia, no debe pensarse que
de la noche a la mañana del veinte de noviembre de 1810 un grupo de revolucionarios
decidieron montar un enfrentamiento político y militar contra el imperio español, sino que
dicho enfrentamiento ya venía gestándose en distintos núcleos idealistas que, después de
varios intentos, el que acabó por levantar el estandarte de independencia fue el iniciado por
el cura Hidalgo, cura, criollo, político, revolucionario…
La producción teatral pierde registro en esta etapa, se dice que en tiempo de guerra no
hay lugar para el arte, la historia nos cuenta que simplemente pudo no quedar registro de tal
actividad. Sin embargo, una vez finalizado el movimiento y declarada la independencia una
generación de pensadores retomaría las artes y se encaminaría a la búsqueda de una identidad
nacional reflejada en ellas.
Una larga lista de creadores y dramaturgos nos regalarían obras tales como “La hija del
Rey” de Peón Contreras, en la que nos encontramos con una escena rica en elementos
utilitarios, personajes de mayor complejidad (abandonando el uso de las alegorías, bastante
usadas en siglos anteriores) situaciones de enredos mayores y llevando a la pasión por encima
de la razón. Identificamos rasgos que son tomados de la comedia del arte, personajes tipo y
situaciones de enredo son lo característico de este periodo.
La generación perdida (así llamada por ciertos académicos) es claro ejemplo de las
producciones teatrales que han quedado en las sombras debido al éxito de sus predecesores
o sucesores. Llegada la generación de los dramaturgos que conocemos y representamos hoy
en día, nos queda reflexionar sobre la temática que conserva una línea cercana: La opresión.
La distinción de clases en México ha permanecido en los extremos y la obra teatral le
ha reflejado directamente, mostrando, a través del realismo, situaciones de desigualdad,
injusticia y la permanencia del régimen separatista que prevalece en la política mexicana.
Actualmente son muchos los creadores que abiertamente critican al gobierno, desde el
cabaret hasta el naturalismo, los temas indican el lento proceso por el que atravesamos. Es lo
que heredamos, un teatro en decadencia, reflejo de una sociedad en decadencia. Sin sarcasmo,
una postura privilegiada y que exige de nosotros compromiso con la sociedad, con el otro,
como el teatro, como la vida.

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