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Ruber Jiménez
Maturín – Venezuela
Febrero 2016
En agosto de 1498 Cristóbal Colon observa desde dos días antes, el
sur de la costa firme pero solo el 4 está frente Paria, a la cual denomina “Isla
de Gracias”. Al proseguir de inmediato el viaje, se sorprende con el
deslumbramiento provocado por el encuentro del caudal del Orinoco con el
mar. Buscando una salida expedita al océano descubre en breve las islas de
Margarita, Coche y Cubagua. El encuentro del almirante con tierras
Venezolanas, resulta fundamental para su concepción de la navegación en
sentido moderno y para el conocimiento del mundo en general, el caudal del
gran río le hace sospechar por primera vez que ha tocado con un continente
nuevo y desconocido. Los aborígenes a quienes ahora conoce, adornados
muchos con collares de perlas, le hacen pensar en la existencia de una
sociedad opulenta y explotable por el conquistador: Fiel todavía a
concepciones medievales del universo, el descubridor siente que ha tenido la
suerte de encontrar el paraíso terrenal. Anota en su diario que ha llegado a la
“Tierra de Gracia”, una calificación que mucho pesará en la literatura y en la
vida de Venezuela. Con la llegada a la tierra firme del continente, ocurrida en
el tercer viaje de Colon termina el primer periplo de los descubrimientos,
caracterizados por una fase de exploración superficial, especie de contacto
somero para la preparación de empresas más atrevidas de dominación y
conocimiento.
Por ejemplo antes que Caracas fuera fundada, tenía una zona rural
con unas cuantas tribus indígenas que la habitaban. No teníamos una
organización en esa época como la tuvo el Perú, con incanato que era todo
un imperio bien establecido, bien organizado y muy dominado por un poder
central que era el Inca, tampoco parecido al imperio Mexicano que a la
llegada de los conquistadores estaba gobernado por Moctezuma. La
conquista de Venezuela duro mucho porque el conquistador tuvo que
enfrentarse a multitud de tribus que eran pequeñas comunidades indígenas,
prácticamente sin conexión una a otras. Es a último momento cuando los
indios viendo naturalmente la superioridad de los conquistadores, de ese
grupo militar-español tuvieron que reunirse y le encomendaron el mando a
uno solo que seguramente era el más aguerrido, era el que tenía entre ellos
más fama de bravo, que tendría más experiencia y ese fue Guaicaipuro,
especie de encarnación de la belicosidad y el heroísmo frente a los
españoles.