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EL TIEMPO
MARÍA ZAMBRANO
EDICIONES SIRUELA
Coup-d'tZil giniral du thiatre, de C. N. Ledoux
En sobrecubierta: Detalle de
Nota preliminar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX
I n t rodu cción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
La caída .. . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . 31
Los círculos tempo rales ..... . .... ................ ......... ...... ... ......... 32
Yp nos. . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
La no sincronización ........................................................ 74
VIII In dice
El Yo en los sueños......................................................... . 92
a
aunque le resista. Mas aun si le resiste es porque le es dada
él, porque con ella se enfrenta ya desde el principio como sujeto.
ser sujeto en ningún sentido. Sin memoria y sin futuro. Sin tiempo.
El tiempo, el modo en q u e el hom bre vive el tiempo y vive
en el tiempo, depende de ese trascender inexorable. De este estar
dentro de la realidad, por ella ci rcundado, y de esta exigencia
de atravesarla para ir ganando o tras capas de realidad ; y más
allá de la realidad , del ser que con ella no coincide .
Si e l hom bre estuviera rodeado d e ser, sin ser él, sólo pade
cería como en sueños, sin jamás despertar. Sería, por definición,
el infierno. Si el hombre estuviese rodeado de ser siendo ya é l ,
con-siendo, n o habría padecer alguno. Pura actualid ad , mónada
una y diversa, en el centro del ser, aunque él no fuera el cen tro .
Y la lograda trascendencia n o sería ya trascender. El tiempo
sería el e terno instante en que algo se actualiza, el sólo, único,
instan te. No la inmovilidad, sino el puro movimiento sin etapas .
De un lado pues, el solo padecer, la total pasividad ; de otro,
la actualidad sin padecer alguno: el ser ya. Mas la situación
efectiva del hombre es padecer y trascender, y no sólo padecer,
sino padecerse; soportar la carga de su pasividad .
Que esta pasividad no sea un simple estar i nactivo o un
simple no ser; que al no ser todavía, la pasividad tiene acción,
se manifiesta. Esta su pasividad es actuante; no es muda ni
invisible; tiene carácter positivo, se mueve. Con sólo que esta
pasividad s e manifieste, se haga ostensible, hay ya padecer, su
frimiento en el ser en quien esto acontece. Quizá la diferencia
esencial entre animal y ser humano sea esta revelación de l a
propia pasividad; si a l animal l e fuera presente, dejaría d e serlo,
o bien tend ríamos que modificar nuestro concepto que de él
habemos .
Esta revelación o presencia -en diferentes formas- de l a
propia pasivi d ad , trae el padecer, e l padecer a caus a d e ella,
por ella, independientemente d e los a taques del medio a m b i en
te. Si es q u e así puede pensarse, pues que el medio am biente
afectaría de otra manera a un ser a quien su pasividad no le
fuera presente {por ejemplo, se vería libre de humillación).
Introducción 13
LA VIDA: SUEÑO-VIGILIA
LA VIDA: SU EÑO-VIG I LI A
SU EÑO-VI G I L I A : LA OC U LTAC I ÓN
LA C A Í DA
LA EXPERI ENC I A DE LA V I DA
DEL DESPERTAR
LA AT E M PO RAL I D A D
YPNOS
L A D U RAC I Ó N Y L O S T I E M POS
noche de los tiempos , despertarse sin poder abrir los ojos, asistir
a este es tar flotando, sostenido por lo mismo que amenaza.
El nacimiento, el des pertar soñando, se da en un m edio acuo
so, poblado de seres aun no nacidos y a medio nacer. Mientras
se duerme se está en l a comu nidad de las som bras de los no
nacidos y de los que ya nacieron del todo: de los m uertos. E n
un rei no que e s e l p a r v i d a y muerte. Reino q u e se deja sentir
no m ás q ue nos abandonamos en la vigilia m isma, dejando ol
vid ado el cuidado y con él la circunstancia. Esas circunstancias
conformadas por el cuidado, por la preocupación , por la finali
dad explícita y concreta .
Si el soñar tiene caracteres de atentado, el a tentado de la
vida que no puede reprim irse nunca enteramente, el entrar bajo
el s u eño sin soñar todavía h a tenido caracteres de catástrofe: es
la derrota del sujeto q ue se desprende de l a realidad y de la
conciencia. De la realid ad al q uedarse sin tiempo donde coin
cid i r con ella. Es una retirada frente a la realidad , un dejarla
ahí, abandonada. Dej ar su puesto de vigía, el aquí y ahora donde
está enclavado como vigía frente a la realidad y aun sobre ella.
Dej a r de ver. Y ver tiene antes que ser conocimiento teórico o
afán de lograrlo, por eso no se ve todo en la vigilia sino lo que
sorprende o extraña.
Sorpresa y extrañeza son las reacciones primarias del sujeto
h umano cuando despierta. H undirse en el s u eño es aceptar lo
q u e le rodea como conocido, familiar, d ej a r la sorpresa, esa
sacudida que despierta, ya en sueños ya en l a vigilia. Y si el
q ue va a en trar en el s u eño tiende a soñar, la aceptada sorpresa
de los sueños se dirige hacia su encuentro, para no sorprenderse
ya de nada.
La extrañeza surge no ya ante lo que llega de improviso,
ante un cambio no previsto; la extrañeza «pura)), metafisica,
nace ante el simple h echo de que las cosas sean, estén ahí. Se
extraña más el que está en sí, el que ocupa el aquí y ahora, en
u n a quietud que viene d e estar en un centro, de alzarse vigilante
66 Ma ría Z a m b ra n o
sobre ese ín timo centro, sin haber cortado con él la com unica
ción. Dej ar de extrañarse en la vida, es una abdicación q ue
puede llegar a ser abdicación mora l .
Baj o el sueño el sujeto s e ha entrañado: se pierde en las
entrañas d e l a psique privada de tiempo, donde sólo late el
palpitar de las vísceras y de oscu ros sentires sin sen tido q ue a
ellas corresponden , un vivir sin más finalidad que la de a l canzar
el término, el i nstante del despertar.
Entrañamiento del sujeto en l a psiq ue y reducción de la
psique; red ucción que es apagamien to en el simple con tacto
sensible con el rumor de las entrañas q ue funcionan . El sueño
perfecto que es un descender de lo humano hasta el lugar dond e
la vida confina y hasta amenaza ser h undida en la psis. Es lo
que el dormir tiene de imagen de la muerte. El cese del tiempo
en la duración y el abismarse del s uj eto en la psique, que q ueda
apagada, reducida. No en quietud sino en pasividad , en un
reducirse en su límite máximo. Cesar, no en la nada, sino en el
continuo d e la duración. Continuo que parece sostener e l tiem
po, todos los tiempos y aun resistir a ellos; especie de materia
origen del peso en sí mismo, que h ace que todo lo por él atraído
pese a su vez .
¿El peso sería privación del tiempo?, ¿sustracción del tiem
po? Caída a u n tiempo más lento. Se siente en la vigilia el peso
de lo que retarda el ritmo del tiempo propio de cada persona .
Se dice metafóricamente de una persona que es pesada cuando
alarga el tiempo y lo hace sen tir, cuando sujeta el paso del
tiempo y lo detiene. Entre gravitación y temporalidad existe una
íntima, est recha relación. Y la pesadez es torpor, lentitud en
movimiento, entrada en un tiempo más lento.
Lentitud, torpor. Dormido el hombre se hunde en el univer
so fisico y en tra a formar parte de él como un cuerpo, s umiso
como un cuerpo. Como un cuerpo sometido a las l eyes de la
gravedad , con sólo un hálito de vida; un cuerpo que respira,
respirar que se prosigue en la d u ración .
L a a t e mp o ra l i da d 67
L A I N H I B I C IÓN TEMPORAL
que el alma sea visible a la conciencia. Para que el suj eto huma
no se man tuviese enclavado en él e n un medio transparente. La
atención llevada a su máxima intensidad y mantenida en la más
perfecta con tinuidad no alcanza a envolver la vida que la desbor
da; no tiene tiempo.
El vivir es siempre una aceleración respecto a la conciencia,
como lo es con respecto a lo q u e no vive. La vida parece ser
incontenible; la vida por el pronto es un desbordarse.
Y este desbordarse es una aceleración en el tiem po ; l a irrup
ción de u n tiempo acelerado t a n to en relación a l a Jjsis como
en relació n a l a conciencia humana, los dos límites e ntre los
que parece ir la vida, aunque sean de bien diversa n aturaleza.
Y así, ese fl uir incesante de las vivencias, de los procesos
vitales visibles y de los que tienden a serlo, corre incon teni ble,
se escapa d e la conciencia.
La primera acción de la concienci a es, pues, una especie d e
suspensión temporal, d e epojé. L a simple atención e s e l indicio
y el fundamento del Método Fenomenológico hecho paten te por
Husserl . El prolongarse de la atención sobre cualquier vivencia,
o un grupo de ellas, desata por sí mismo su referencia a la
realidad . Disuelve lo que contienen de creencia en -l a realidad
y las convierte en cambio en ser -cosa que Husserl ciertamente
no aceptaría, como tampoco Ortega y Gasset, pues que n inguno
de los dos acepta que el ser nos sea dado en el sentir, y en esta
afirmación nues tra, se da juntamente en el sentir, en su entraña.
La atención prolongada, pues, a l as vivencias perci bidas, l as
lleva al terreno del ser, les da ser, ser por sí mismas . Y al
hacerse así visi bles, aparecen sus rel aciones con otras alej adas
en el tiem po; l as hacen surgir de la masa oscura que forma
el fondo de la conciencia de vivencias apenas dibuj adas; se
L a a t e mp o ra l i d a d 69
LA N O S I NCRON I ZAC I ÚN
LA G É N E S I S DE L O S S U E Ñ O S
Sin duda que este movim iento de la cuna o del mecer de los
brazos de la niñera impelía a algún movimien to i n terno, por el
pronto muscular; los músculos laterales del tórax q u e acen túan
su m ovimien to hacia ade n t ro y hacia afuera, de fuelle; l a respi
ración se atenúa pero se l lega al límite, el aire baña así los
pulmones en una forma no d esigual como suele ocurrir en la
vigilia. Se verifica así un ensanchamiento de la caj a torácica y
el hueco que corresponde al diafragma tiende a alzarse.
Si la posición correcta e n e l sueño es la derecha, no es en
cam bio la más espontánea, que como es sabido tiende a ser la
misma q ue el embrión tiene en el vientre matern o : pl egadas l as
extremidades inferiores de modo tal que las rod illas toquen l a
frente y se forme así una figura redonda en lo posi ble, el cuerpo
tiende a ocupar el espacio al modo de una esfera, a replegarse
sobre sí mismo, a envolverse . Todo ello parece indicar q u r lo
espontáneo, al disponerse a entrar en el sueño, es volver al
estado pre-natal.
Al cesar toda percepción, l a conciencia se abisma falta de
asidero, m as después queda como flotando, viene a flote y en
tonces es cuando se producen los ensueños que son así como un
estado intermedio entre el sueño profundo y el estado de vigilia;
un querer despertar, una tensión de la conciencia por ponerse
a flote.
Mas al hablar así parece q u e la conciencia se personifique,
que actúe con independencia, l o cual podría ser cierto si el
hombre consistiera en su conciencia, si lo que nombramos Yo
fuese conciencia y nada más . Si la conciencia no fuese algo crea
do p o r el suj eto, ganado por él y que procede, en cuanto acto
del suj eto y en cuanto a estructura dependien te, del contacto
con la realidad en la cual ha de vivir.
Por lo tanto en los sueños asistimos a la génesis de la con
ciencia, los sueños son su primer paso, el punto d e partida vi
sible en este movimiento de i ncorporación, de afirmación del
sujeto -por el pronto llamémosle Yo.
L a g én e s i s de los s u e ños 91
EL YO EN LOS SU EÑOS
hemos llegado por ventura o por desgracia, sin saber, sin hacer
camino.
Pues toda situación de la vigilia llega porque vamos hacia
ella y más o menos la hemos previsto o buscado ; estamos yendo
en la vi gilia hacia algo, se llegue o no se llegue en realidad, mas
n u estro movimiento es ir, estar yendo hacia.
En los sueños es a l a inversa; ellos son los que se presentan
ante nosotros . O bien vamos hacia ellos i nevitablemente y en
este ir encontramos el carácter del encontrarse. Los sueños nos
sobrevienen . Falta el ir, el camino, el proces o que hace inteli
gi bles las más dificiles situaciones en la vigilia, la base de lo que
llamamos lucidez; hacer las cosas en uso de razón aunque no
se razone. Y así el s u eño es un viaje y un hechizo. U n estar
hechizado. Lo es en lo que respecta al encontrarse ya en un
l ugar. Mas también todo sueño es un viaj e , un viaj e encantado.
Viaj e porque en ellos hay un movimiento que no quita sin em
bargo el carácter d e que no haya camino. U n moverse sin ca
mino es un errar, u n andar errante. Y así, el que va errante se
encuentra de repente ante algo extraño. Extraño aunque sea
conocido y aun familiar.
La ambigüedad de los sueños se manifiesta también en que
la familiaridad de las imágenes contenid as en u n sueño se da
envuelta y contenid a en la extrañeza que proviene de que son
sueño. Lo que el sueño nos presenta dej a el Yo en suspenso.
Suspendido, sin l ugar propio, exento, errante; lo arroja fuera de
su sede, cualquiera que sea. Y aun la conciencia, la doble con
c iencia, en el caso de que exista también la de la vigilia, parece
no pertenecerle.
La conciencia de la vigilia pertenece al Y o, le es propia .
Habita en ella, es su casa. En el sueño la conciencia está sepa
rada del Yo, enaj en ada en el sueño mismo. Es inherente al
sueño, no al sujeto.
C uando el sueño está envuelto por la conciencia de la vigilia
disminuye, por así d ecir, la enajenación , tan sólo porque es
94 Ma ría Z a m b rano
se está den tro hay que salir y s i se está fuera hay q ue entrar. . .
como en l o s sueños. En ambos casos con carácter de absoluta
forzosi d ad . Es el Yo, por el m omento sin sede, q u e q u iere, ne
cesita h acerlo; el dintel es el de la atemporalidad; es tá constituido
por ella . El dintel es el paso de la atemporalidad al tie m po.
Cuando se q uiere entrar, el pel igro es de enajenación, de haber
perdido el centro, de andar errante. Cuando se q uiere salir, el pe
ligro es de asfixia en la atem poralidad, en el lleno de la atempo
ralidad .
Mas, ¿qué es entonces el fuera? Atemporalidad pero de otro
modo, de otra estructura d e lo lleno, de un andar erran te; y errar,
como es sabido, propiamente se puede sólo donde exi s ten varios
caminos posibles a elegir o varios posibles caminos a a brir. Quie
re decir que entonces el Yo, sea realidad, sea sueño, se encuen
tra l i bre, mas sin sede; libre, mas desprendido, y q u e tend ría
que elegir otro camino tem poral q u e el habitual del tiempo su
cesivo en el que suele andar, que tendría que instalarse en otro
tiempo, en otro mundo. El peligro es la locura.
El Y o, pues, en los sueños, como en las situaciones extremas
de l a vida real, bordea el infierno, los infiernos , a causa d e ser
anulado, en peligro de anularse. Y ello por haber perdido su
propio l ugar. ¿Hay pues un l ugar del Yo en relación con el
tiempo?
El s ueño es un viaje mágico en el cual el viaj ero anda a la
vez preso y errante, cautivo; un viaje en cautividad ; encadenado
si va en compañía, pues va en no buscada com pañía, o en
apretada compañía que no le d ej a el vacío necesario para m an
tenerse a flote. Que va perdido si va solo, que logra s u soledad
a cam bio de andar errante .
Enaj enación o asfixia, y a veces l a s dos cosas, en l a s uprem a
ambigüe dad de los sueños, pues el Yo errante puede desplaz ar
esto q u e es como su envoltura , como el prisionero q u e arrastra
consigo su caverna.
L a g én e s i s de l o s s u eños 97
EL VAC l O ES E L LUGAR D E L YO
EL V I AJ E D E L Y O
le mueve la mano para que trace los signos , cuya voz se hace
resonar, se imita.
Así aparece en sueños el mimetismo del Yo, y es lo que nos
convierte en personaj es de nuestro sueño . Ellos nos hacen decir
lo q ue nunca diríamos, lo q ue no es nuestro. Es una falacia,
una s uplantación , como si alguien quisiera convencernos de que
somos así, de que q ueremos aquello. Es como la contrapartida
del reinado del Yo en la vigilia, el mimetismo, la danza q u e
devuelve, que intenta j ugar e n u n medio distinto donde no e s
posi ble el movimiento y la situación que al Yo pertenece. No
siem pre son los s ueños en que se toca el fondo infernal de ese
den tro, de ese estar bajo. Es lo anónimo d e la psique, la materia
sin marca, sin sel lar aún, sin efigie ni nombre, la materia no
incorporada a la construcción que es la vigilia, a la edificación
cons tante que el Yo hace, mimesis q ue llega a ser burla, ludi
brio. Es la jerigonza, la bacanal, lo grotesco , que fatalmente se
había de dar en algún momento en esta gruta encantada. El
momento que todos los héroes han sufrido de caer entre las
manos de las burlas anónimas en las q u e yace un homenaje.
Momento de máximo oprobio y de máximo honor que sólo al
héroe es concedido. Tal sucede a Don Quij ote enjaulado entre
burlas, paseado con los ojos abiertos y sin poderse valer en la
J aula de los Leones . Todo rey, héroe o redentor pasa por el
l udi brio, rebeldía y homenaje de lo que se resiste a ser parte de
su orden .
Es la atonalidad d e los s ueños, en los s ueños de esa clase en
que el Yo es abatido y paseado en un viaj e a través de sus
infiernos. Atonalidad que fatalmente había d e darse en la esfera
de la atemporalidad , pues la atonalidad es también falta de
tiempo, de un tiempo donde todos los elementos que en ella
s uenan, todos los sonidos podrían desplegarse en la armonía.
Pues el pecado d e toda armonía es ser limitada, por tanto dej ar
algo rondando a l a p uerta que irradiando creará «extravagan
cias» .
1 06 Ma ría Z a' m b r a n o
LO GROTESCO
LA ESTRUCTURA DEL YO
SUEÑO Y REA L I DA D
EN los sueños sie m pre hay una historia, salvo en los sueños
m onoidéticos, apariciones de puro s e nt i do o en que el sentido
sobrepasa, trasciende ent e ramente, la pequeña historia, la míni
m a historia.
Sentido e historia parecen estar en s e n tido inverso en los
sueños. Desde los sueños de la psique, en q ue el Yo está plena
mente sumergido, hasta los sueños monoidéticos, se tiende una
escala en que, a medida que el sentido a parece más claro, la
historia se va consumiendo hasta llegar a desaparecer, hasta ser
sustituida por un acto que el sujeto cumple -máxima liber
t ad - o que ante él se cumple. Suceso ú nico --o acción- des
tacado, con sentido pleno, del que podrían derivarse multitud
de historias o sin his toria posible: sueños d e acción en los cuale s
se goza d e · u n instante, d e un instante regalado.
En el otro extremo -salvo la pesadilla- a medida que el
Yo está sometido , bajo el nivel del tiempo, la historia, las his
torias crecen y proliferan, se engendran u nas a otras. Cuanto
más se espesa l a atemporalidad, más se espesa y complica el
prod ucirse histori z a n te; más la psique e ngendra historias según
se acentúa su inmovilidad bajo la pasividad impotente del Yo .
L a psiq ue se hunde e n l a atemporalidad cu anto más herida
está por algo, por una herida permanente -abierta un cierto
1 20 Ma ría Za m b ra n o
visible, desde algo uno. Sin d uda q ue este uno viene del sujeto
que encuentra la ocasión d e actualizar su unidad en forma ac
tiva, actuante. Ya que la unidad del sujeto se hace sensible en
todo momento por la contin uidad que imprime al río de las
vivencias y de las situaciones . Mas este modo d e manifestación
de la unidad es lo que se ha llamado mismidad y que no excluye
ciertamente el sentir de la monotonía. El q ue él mismo trans
fiera su mismidad a lo q u e vive y diga que es lo mismo .
E l siempre está muy lejos de lo mismo. E s otro modo de ma
nifestación de la unidad del s uj eto viviente. En el mismo que
llega a vivir lo mismo el suj eto es pasivo, actúa pasivamente,
sostiene, mantiene, ordena, discierne y aun elige -atiende y
desatiende-, crea una especie de paralelas en tre las q u e trans
curre el fluir de las vivencias . Y estas paralelas tienen la m isma
dirección y guardan la misma distancia entre sí, por eso el vo
lumen de vida, de experiencia, es el mismo con ligeras varia
ciones . Y el s ujeto que man tiene esta igualdad también la sufre,
es afectado por ella y no se revela más, no se descubre y queda
casi su mergido en un vigilar dentro de lo previsto.
El siempre descubre la unidad del sujeto en modo más íntimo
y por tanto más actuante, más libre. Cuando es sólo esto, se
trata d e uno de esos instantes de decisión , de q u erer, d e fe, de
voto o j u ramento. Y q ueda en soledad flotando, d ej ando caer
la realidad en virtud de esa realidad a la q ue se aferra. Es la
actualización del siempre del q uerer.
Mas hay ese siempre más pleno, en el cual no se decide, no
se está solo, se alza sobre todo lo demás una idea, un voto. No
está solo y al descubierto. Hay reposo, armonía, coi ncidencia.
Por tanto, ha de haber en la realidad que se vive alguna unidad
que corresponda a la unidad del suj eto que la vive.
En el siempre de la plenitud se diría q ue coinciden dos cen
tros : el centro íntimo del suj e to y el centro de la realidad, de
alguna realidad . Y así el suj eto como real está en ella y ella, la
realidad, está en él. Y la realidad alcanza su plenitud, ya que
Su eño y rea l i da d 1 29
todo lo real está siempre en otra cosa, s e d a den tro de otra cosa.
La realidad dentro del suj eto y el suj eto dentro de ella no puede
p rod ucirse sino por la coincidencia del centro de los dos : del
s uj eto con el de una región de la realidad .
Que una especie de sueños estén abiertos al futuro, q u e el
fu turo esté en ellos indicado en un cierto horizonte, es cosa que
ya hemos visto («El sueño creador») . Mas ahora nos pregun tamos
si ellos, como sueños, tienen fu turo en la manera como en prin
cipio tienen todas las vivencias de la vigilia. Pues se diría q u e
l�jos d e agotarlas se viven en modo incompleto; que rara vez
una vivencia pasa por haher sido agotada , rara vez muere. Por
esto, porque todo pasa antes de acabar de pasarse, vuelve, re
aparece, por inaca bado, por haber sido en terrado vivo. Es l a
primera capa d e l a memoria, su discontinua vida formada por
las vivencias que vuelven para acabar de morir, para pode r
hacerse pasado , pasado q ue n o se recuerda. Y engrosar así ese
fondo de olvido, ese sed imento q ue aq uietado permite ver al
s uj eto dentro d e sí mismo, le va creando una transparencia .
¿Cuáles son en la vida de la vigilia las vivencias más dadas
a reaparecer? Por el pronto, aquellas más cargadas de emotivi
dad, lo que no tuvimos tiempo de sentir .
Vuelven a pasar para acabar de pasar, para poder hacers("
pasado. Y para ello han de consumir su emotividad superficial,
la emotivida d q u e se desata en mov i m i e n to, lo que es prin
cipio de acción y reacción, el aspecto primario de la vida
psíquica; tienen q u e dejar de ser p u n to de partida de un acto
reflejo.
Y cuando no sucede así la vivencia es actual, posee la psi
que, forma una isla enquistada de atem poralidad; es sueño ella
misma. Son las islas de sueño que subsisten en la vigilia y q u e
pueden dominarla, transformarla e n u n soñar despierto sos teni
do, mantenido por el Yo. El suj eto pasivo, sosteniendo en el
tiempo la atemporalidad de una vivencia que crece, conquista,
atrae y deja entrar en su círculo m ágico cada vez mayor número
1 30 Ma r í a Za m b rano
propia creación.
Para ello atraviesa la historia. Primero se hace historia, entra
en la dimensión de la historia, que es la del pasado como tal
pasado. La simple acum ulación del pasado no resuelto. De ahí
1 44 Ma r í a Za m h rano
E L S U EÑO QUE SE S I GU E
MADRI D