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TEATROS DE LA MEMORIA

Volumen I

PASADO Y PRESENTE DE
LA CULTURA CONTEMPORÁNEA

Raphael Samuel

Traducción de Francisco López, Federico Corriente


y Sandra Chaparro

Favor no escribir ni subrayar


\os libros y re 11sw.s l.>:,,cias
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Univer.>idad (· · "' i\ildes

UNIVERSITAT DE VALENCIA
PREFACIO: EL TRABAJO DE LA MEMORIA

«El pasado no ha muerto. Ni siquiera ha pasado.»


William Faulkner

La memoria, según los antiguos griegos, era condición previa del pensa-
miento humano. Mnemosina, la diosa de la memoria, era también la diosa de
la sabiduría, la madre de las musas (concebidas durante las noches que pasó
con Zeus en el monte Helicón) y por tanto, en última instancia, la progenitora
de todas las artes y las ciencias, entre ellas la historia (Clío fue una de sus
nueve hijas). Asimismo, la mnemónica, la ciencia del recuerdo supuestamen-
te descubierta por el poeta Simónides de Ceos, constituía la base del proceso
de aprendizaje. El lugar que Aristóteles le concedió entre las disciplinas del
pensamiento no fue menos privilegiado. Aristóteles estableció una distinción
entre memoria consciente y memoria inconsciente, llamando a la primera -la
memoria que aflora de manera espontánea a la superficie- mneme, y a la
segunda, al acto voluntario del recuerdo, anamnesis. Lo que Frances Yates,
primera historiadora de la materia, llamó El arte de la memoria, pasó intacto
a los romanos. Según San Agustín al final del Imperio, como antes conforme
a Cicerón, la memoria era la madre de la pedagogía y la fans et origo del
pensamiento. En un célebre pasaje de las Confesiones la compara con una
«vasta sala» o «palacio» donde «se guarda todo el tesoro de nuestra percep-
ción y experiencia». El arte de la memoria fue retomado por los escolásticos
medievales (Santo Tomás de Aquino le dedicó un encendido elogio), y en el
Renacimiento conoció una eclosión postrera, prestando (según Frances Yates)
oculto sustento a las artes y las ciencias.
El «arte de la memoria» tal y como se lo cultiva hoy en día, sea en el psi-
coanálisis, la historia oral o el «patrimonio histórico», probablemente guarda
más puntos de contactos con la pintura y la poesía del romanticismo que con
la mnemónica griega o la ciencia renacentista. Los «lugares en el tiempo»
que aparecen en los «Versos escritos pocas millas más allá de la abadía de
Tintem» de Wordsworth o la pasión conmemorativa de su ensayo sobre los
epitafios hacen más al caso que la retórica rosacruz o la iconografia herméti-
ca. Los Poemas de la frontera escocesa y las novelas de Waverley, en especial
El corazón de Midlothian, obras todas ellas en las que Scott sitúa al lenguaje
y a las costumbres populares en el mismo corazón de la narración histórica,
son asimismo textos esenciales. Aún más crucial resulta la noción de «resu-

)
10 RAPHAEL SAMUEL PREFACIO 11

rrección», acuñada en la década de 1840 por el historiador francés social- construía hilera a hilera, como una pirámide, para capturar las corrientes
romántico Jules Michelet, autor de una historia que aspiraba a dar voz a los astrales que descendían desde las alturas y ponerlas al servicio de la vida y la
que carecían de ella y a dialogar con los muertos olvidados. La historia como salud. Dicho teatro revelaba además la armonía oculta entre la esfera terrenal
acto de reparación titánico, capaz de rescatar a los vencidos del «olímpico y la trascendental. La torre -cuadrangular o circular- fue una figura muy
desdén» de la posteridad, tal y como la entendía E. P. Thompson, entraría en importante en el caso de los rosacruces, lo mismo que en las cartas del Tarot,
esta categoría. Y lo mismo cabría decir de esas exposiciones «interactivas» por cuanto los depositarios de la iluminación se proyectaron en el papel de
organizadas por los museos, que recurren a ingenios animatrónicos para visionarios: cuanto más alto ascendieran, más lejos alcanzaría su vista. Asi-
simular las vistas y los sonidos del pasado y para convertir las reliquias o los mismo, los excelsos planos de Giulio Camillo -autor del teatro de la memo-
artefactos materiales en muestras de «historia viva». ria renacentista por antonomasia, que según algunos se cuenta entre los
El arte de la memoria, tal y como se practicaba en el mundo antiguo, era modelos del «Globe» de Shakespeare- ofrecían (en palabras de Francis
un arte de la visualización; se centraba en las imágenes, no en las palabras. Yates) <<Una visión del mundo y de la naturaleza de las cosas captada desde
El sentido de la vista era lo primero; nada importaba más que el elemento las alturas, desde las propias estrellas e incluso desde las fuentes supraceles-
visual. Para almacenar y recuperar los recuerdos se precisaban signos exter- tiales de la sabiduría, situadas más allá de éstas» (p. 148).
nos: «La escucha no garantiza plenamente la conservación de una cosa; sólo El «teatro de la memoria romántico» era mucho más introspectivo: en
la vista le otorga seguridad». La primacía de lo visual resultó aún más pro- lugar de remontarse a las alturas, iba en busca de la luz interior. El cosmos le
nunciada durante la Edad Media, cuando las imágenes se emplearon de for- era ajeno; se concentraba en el yo individual y en el círculo de lo que resulta
ma sistemática para grabar la historia sagrada en las mentes analfabetas y familiar. Sus paisajes mentales o sus lugares de la memoria recordaban, en la
cuando los emblemas, como las medallas de los peregrinos o los recursos mayor parte de los casos, a los que aparecen en los «Anuncios de la inmorta-
heráldicos adoptados como indicadores del linaje genealógico, constituyeron lidad» de Wordsworth: el hogar de la infancia. El romanticismo construía su
una suerte de moneda universal. Mary Carruthers, en su apasionante libro edificio sobre las ruinas del tiempo. Su idea de la memoria tenía como pre-
sobre la memoria medieval, afirma que el manuscrito iluminado, el vitral y la misa el sentimiento de pérdida. Apartó el trabajo de la memoria de aspiración
gárgola aparecieron, en primer lugar, por su valor mnemónico, y que la pro- científica alguna, circunscribiéndolo al terreno de lo intuitivo e instintivo. La
paganda religiosa resultó efectiva gracias a la explotación de la «sinestesia», mente ya no era una atalaya sino un laberinto, un espacio subterráneo surca-
la apelación a todos los sentidos. do por estrechos pasadizos y pasajes ocultos. La anamnesis, la capacidad de
En la mnemónica de Simónides, el trabajo de la memoria se centraba tanto recordar que se adquiría mediante el adiestramiento de la memoria y el ejer-
en la imagen como en el lugar en el que se ubicaba. Esta operación no tiene cicio de la voluntad consciente, no cautivaba ya a la imaginación: lo que a
nada que ver con la antropomorfización del paisaje, como en la ecología ésta ahora le atraía era lo que Proust denominó «memoria involuntaria», los
romántica, ni con el sentido de pertenencia a un territorio que sustenta ciertas traumas dormidos que afloraban a la vida en momentos de crisis.
políticas modernas de la identidad y la pujante literatura sobre las «raíces». Acaso el hecho de que la memoria y la historia se ubiquen a menudo en
Más bien implicaba una suerte de cartografia mental, en la que las señales campos enfrentados sea un legado del romanticismo. La memoria, según
orientativas no venían dadas por el tiempo sino por el espacio y las cualida- Maurice Halbwachs, uno de sus investigadores más formidables del siglo xx,
des ideales recibían acomodo simbólico. Si hablamos en términos menos es primitiva e instintiva; la historia tiene conciencia de sí. Aquella acude a la
abstractos, los lugares de la memoria recurrían para su representación a sar- mente de forma natural, mientras que ésta surge como resultado del análisis y
cófagos y altares, sedes de las primeras formas de archivo histórico. A decir la reflexión. La memoria era subjetiva, servía como juguete de las emocio-
verdad, el paisaje mnemónico fue fundamental en el caso de la cristiandad nes, a las que permitía todos sus caprichos, cediendo a sus impulsos; la histo-
occidental de la Edad Media, con su vasta red de caminos y mojones -«gru- ria, al menos en principio, era objetiva, tomaba a la razón abstracta como
tas, manantiales y montañas»- destinada a los peregrinos, convenientemente guía y sometía sus hallazgos a la demostración empírica. Allí donde la
localizados para el culto conmemorativo. La geografia sagrada, secularizada memoria sólo puede trabajar con imágenes concretas, la historia tiene el
en beneficio del Estado, desempeñaría un papel absolutamente crucial en la poder de la abstracción. Allí donde la memoria se deforma con el paso del
construcción de las naciones y en la geopolítica de la expansión colonial. tiempo, la historia es linear y progresiva. La historia empieza cuando la
En el «teatro de la memoria» del Renacimiento, descrito a maravilla por memoria se desvanece. Jacques Le Goff, en Historia y memoria, apenas
Frances Yates en su libro, la geometría de lo sagrado reemplazó a la geografia matiza estas antinomias. «Así como el pasado no es historia, sino el objeto de
sacra. El acto de recordar se concibió como una suerte de ascenso a las estre- la historia, tampoco la memoria es historia, sino uno de sus objetos, un grado
llas. En la tradición hermético-cabalista de las ciencias ocultas, el teatro se elemental de su desarrollo» (p. 129).
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La tesis de Teatros de la memoria, como la de muchos trabajos de etno- ducción y propagación del conocimiento. El segundo volumen -<<Historias
grafia contemporánea, sostiene que la memoria, lejos de ser un mero disposi- insulares»- trata de las versiones (radicalmente contrapuestas) del pasado
tivo de almacenamiento o un receptáculo pasivo, un banco de imágenes del nacional que compiten por imponerse en distintos momentos, en función de
pasado, es una fuerza activa y modeladora; que es dinámica -lo que hunde si la óptica adoptada corresponde a la ciudad o al campo, al centro o a la
sintomáticamente en el olvido es tan importante como lo que recuerda- y que periferia, al Estado o a la sociedad civil. Se inicia con una serie de textos
se relaciona de manera dialéctica con el pensamiento histórico, en lugar de sobre «El espíritu del lugar», prosigue con «La guerra de los fantasmas»
ser algo así como su otro negativo. Lo que Aristóteles denominó anamnesis, (acerca de política y memoria en la década de 1980) y concluye con una serie
el ejercicio consciente del recuerdo, era una tarea intelectual de la misma de alegatos relativos a «Historia, la nación y las escuelas». En el último capí-
índole que la del historiador: una cuestión de cita, imitación, préstamo y asi- tulo se aborda la cuestión de la historia poscolonial. El tercer volumen, «El
milación. A su manera, se trataba de un modo de construir conocimiento. trabajo de la memoria», trata de las artes conmemorativas y de cómo dan
Sostengo asimismo que la memoria se encuentra históricamente condi- cauce a la idea de progreso, al sentimiento de pérdida y al glamur del subde-
cionada; que sus tonalidades y sus formas cambian en función de las necesi- sarrollo. Concluye con una serie de capítulos dedicados a la interacción de
dades del momento; que lejos de transmitirse a guisa de «tradición» atempo- memoria y mito en los testimonios orales, indagando, de manera crítica, en el
ral, muda progresivamente con el discurrir de las generaciones. Lleva la uso dado a estos por el propio autor, y defendiendo que la subjetividad, como
impronta de la experiencia, por mediada que esté. Está marcada por las la propia historia, es un constructo social, una criatura o hija de su tiempo.
pasiones dominantes de su época. Como la historia, es revisionista por natu- Me he apoyado sobremanera en la historia oral para abrirme paso entre
raleza, y nunca resulta más camaleónica que cuando semeja impasible. los movimientos de resurrección histórica aparecidos durante los últimos
Por lo que hace a la otra vertiente, la historia implica una serie de borra- treinta años. Por ello quiero expresar mi gratitud a las siguientes personas:
dos, de y amalgamas similares a las que Freud expone en su exa- Patrick Fridenson, de Movement Social, y Gene Lebovics por su guía sobre
men de los «recuerdos encubridores», en los que el inconsciente, mediante son et lumiere; Michael Wildt, Dagmar Engel y Lyndal Roper por los histo-
riadores «descalzos» de Alemania; Alessandro Triulzi y Cario Poni por des-
mecanismos de escisión, condensación, desplazamiento y proyección, trans-
cubrirme la existencia del Museo de la Vida Rural de Emilia, uno de mis
pone distintos episodios de una época a otra y materializa el pensamiento en
puntos de partida para hilvanar una reflexión crítica sobre mi propia aplica-
imágenes. Por una parte, la historia fragmenta y divide lo que en origen podía
ción de la «historia desde abajo»; Daniel Walkowitz y Eric Foner por la histo-
presentarse como un todo, quitando un detalle descriptivo por aquí, una esce-
ria social de los Estados Unidos; Sallie Purkis, directora de Teaching History,
na memorable por allá. Por otra, la historia compone. Integra lo que en origen
por el «aprendizaje práctico» en las escuelas primarias; Elizabeth Wilson por
podía ser divergente, sintetiza diferentes clases de información y contrapone
su ayuda en el campo del retrochic; Simon Traves, editor de Alan Sutton, por
distintos órdenes de experiencia. Insufla nueva vida en lo que estaba medio su inmejorable exposición acerca de la publicación local de fotografias; Ruth
olvidado, como hacen los pensamientos oníricos. Y crea un relato sucesivo a Richardson por la campaña del Rose Theatre, la necrofilia y la época victo-
partir de fragmentos, imponiendo orden en el caos y creando imágenes riana; Dan Cruikshank, Andrew Saint, Jane Priestman, Jules Lubbock, Ken
mucho más nítidas que realidad alguna. Powell y Mark Girouard por cuestiones relativas al ámbito de la arquitectura;
Teatros de la memoria pretende ser un texto abierto, destinado a diferen- Su Clifford, de «Common Ground», por los materiales sobre campañas
tes tipos de lectores que lo lean de diferentes formas y atendiendo a diferentes medioambientales; George Nicholson, del viejo GLC, y Mr. Pollard, del Con-
objetivos. Pero aunque no aspire a hacer alarde de los tres volúmenes que lo sejo Municipal de Westminster, por el movimiento «alumbremos el Támesis»
componen, ni a imponerles una unidad de la que carecen, me parece útil de la década de 1970; Pippa Hyde, del Consejo de Protección de la Inglaterra
señalar que los ensayos retoman una y otra vez a la idea de que la historia es Rural, por la campaña antihiedra de la década de 1930; Michael Stratten,
una forma de conocimiento orgánico, caracterizada por la diversidad de unas director de programas en el Instituto Ironbridge, por servirme como guía del
fuentes que no sólo se remontan a la experiencia de la vida real, sino también museo; John Naylor y Brian Southam por la historia de Batsford; Peter Addy-
a la memoria y al mito, a la fantasía y al deseo; que no sólo proceden del man, Dominic Tweedie y Linda James por orientarme acerca de la tarea lle-
pasado cronológico archivado en los fondos documentales, sino también del pa- vada a cabo por parte de las Sociedades Arqueológicas de York y de Jorvik;
sado atemporal de la «tradición». El primer volumen -subtitulado «Pasado y Peter Windett, de «Crabtree and Evelyn», por detalles sobre los planes globa-
presente de la cultura contemporánea»- se centra en los artefactos materiales, les de la compañía; Su Tahran, de «American Retro», por brindarme explica-
y trata del modo en que la historia se reescribe y se piensa con nuevos con- ciones sobre su tienda; John Seale, de «Past Times», por la historia sobre el
ceptos a consecuencia de los cambios habidos en el entorno, de las innova- crecimiento de la firma; Jon Gorman Jr., de G and B Arts, y Chris Edmonds por
ciones en las tecnologías de restauración y de la democratización de la pro- los materiales sobre competiciones de máquinas de vapor; Malcolm Gliksten,
14 RAPHAEL SAMUEL PREFACIO 15

de Re1ic Designs, por la historia de la fiebre desatada por los espejos de Mis estudiantes de Ruskin, que primero me iniciaron en el folclore de la
pubs; y Richard Gomme, de Hugo Russell, por abrirme las puertas de sus industria británica, me han guiado luego por misterios contemporáneos como
almacenes, una de las mejores fuentes de objetos kitsch procedentes de pubs el New Age; los monolitos megalíticos de Avebury dejaron una profunda hue-
y de mercadillos. Bob Lloyd-Jones, de la Asociación para el Desarrollo del lla en mi ánimo gracias a Brian Edwards, que tiene la suerte de vivir allí.
Ladrillo, B. J. Taylor, director administrativo de Blockleys, y Sir Andrew Gareth Stedman Jones, con su sospecha ilustrada frente a todo aquello que
Derbyshire, arquitecto del centro Hillingdon, por la historia del ladrillo. huela a irracional y su desprecio sistemático por la sensiblería que asocia con
Georgina Boyes, autora de La aldea imaginada, Vic Gannon y Alun How- el Movimiento de Artes y Oficios, ha sido un punto de referencia tácito de
kins, cantantes e historiadores, por el segundo reviva/ de la canción folclóri- muchos de los argumentos planteados en el libro; en el extremo opuesto
ca; Mr. Amos y Les, de LASSCO, por el negocio del rescate arquitectónico; del espectro epistemológico, Anna Davin, incansable adalid de las fuentes de co-
Denis Severs y Jim Howett por algunas de sus derivaciones; Joe Laurie por el nocimiento extracurriculares, me ha ayudado a considerar el proceso de apren-
proyecto de la Escuela Sevington; Richard Boston por la colección de recor- dizaje -lo que los niños viven en la clase, en la calle y en su casa- como una
tes acerca de su Campaña en pro de la Cerveza Auténtica, llevada a cabo especie de piedra de toque definitiva. Otro punto de referencia tácito de estos
durante la década de 1970; Eileen Camaffin, de la Biblioteca Pública de volúmenes es la posmodemidad y el intento de hurtarse al empirismo abstrac-
Gateshead, por la Ruta del Valle de Derwent; Sarah Quaile, del Archivo to propio de la historia de las ciencias sociales. En lo que a esto respecta mis
Administrativo de Portsmouth, por los materiales sobre las conmemoraciones mentores y compañeros de viaje han sido Carolyn Steedman, Sally Alexander
navales de la ciudad; John James, de «Jason's Trip», por las fotografias que y Alex Potts, que han experimentado con nuevas formas de narración histórica
aparecen en las páginas 169 y 170 del libro, y por su hospitalidad y la de su
tratando al mismo tiempo de mantenerse fieles a las tradicionales.
familia a bordo de su barco; Robert Thome por los materiales sobre el mer-
Alison Light fue uno de los primeros acicates para emprender este trabajo:
cado inmobiliario de Londres; Bill Holbrook, de Kentish Ironworks, por los
ha sido mi esposa y compañera de fatigas durante el proceso de escritura,
inicios de la limpieza de fachadas; George Matthews, bibliotecario del archi-
pero también una voz crítica, severa y ejemplar. John Barrell realizó una lec-
vo del Partido Comunista, por el folleto de «March of History» reproducido
tura crítica enormemente valiosa de los textos sobre fotografia; Richard Gott,
en este volumen; Gordon House, Richard Hamilton y Clive Barker por su
de The Guardian, Paul Barker, de New Society, y Gordon Marsden, de His-
guía sobre el arte pop. Jennie Pozzi me confió un excelente relato autobio-
tory Today, fueron los editores de mis textos sobre cine.
gráfico sobre los albores del coleccionismo fotográfico; Audrey Linkman me
Mi editorial, Verso, tiene la culpa o el mérito (si la lectura place al lector)
abrió las puertas del archivo fotográfico de Manchester; y Roger Taylor, del
de que un libro concebido como una recopilación de textos haya crecido has-
Museo Fotográfico Nacional, fue una mina de información sobre programas
ta engrosar tres volúmenes y abrigar unas pretensiones tan ambiciosas. El
de recuperación fotográfica. Peter Gathercole, del Colegio Darwin, Cambrid-
grueso de los capítulos de esta primera entrega y de las dos siguientes fue
ge, ha sido un excelente guía en las cuestiones relativas al campo de la
arqueología; James Mosley, el docto bibliotecario del Instituto St. Bride, fue redactado para Verso, y, específicamente, para mi editora en esta casa, Lucy
un vade mecum de materiales impresos de carácter efimero; David Webb, del Morton. En su trato con un autor dificil, que alternaba periodos en los que
Instituto Bishopsgate, se valió de los poderes de su bibliotecario para descu- avanzaba retrocediendo, como si fuera un cangrejo, con otros en los que caía
brir todo tipo de fuentes inusuales de información, como hizo David Hors- presa de la parálisis, mostró una extraordinaria tolerancia hacia mis cambios
field, del Colegio Ruskin, Oxford; Bemard Nurse, bibliotecario de la Socie- de rumbo; su juiciosa combinación de entusiasmo y espíritu crítico contribu-
dad de Anticuarios, sacó a la luz a algunos conservacionistas del siglo xvm; yó tanto a ampliar el proyecto como a ponerle límites. Sin su paciencia y su
Malcolm Taylor, de Cecil Sharp House, me proporcionó un archivo completo tacto, pocos de los textos que componen estos volúmenes hubieran visto la
de Ethnic y números sueltos de Heritage, publicación editada a ciclostilo en luz. Dusty Miller, también de Verso, apoyó sobremanera la idea de que las
la década de 1950 por un club dedicado a la cultura tradicional. Stella Bed- imágenes fuesen parte esencial del libro. En unos tiempos en que los grandes
doe, de la Galería de Arte Brighton, me envió los excelentes materiales sobre conglomerados engullen todo cuanto hay bajo el sol y las editoriales indepen-
Henry Willett y la colección de adornos para chimenea reunida por éste; dientes son la excepción que confirma la regla, es un placer contar con una
Andy Durr me descubrió el mundo de la cerámica histórica. Olivier Stock- casa en el Soho por la que los autores podemos dejamos caer de vez en cuan-
man, de Sands Films, pese a nuestro desacuerdo a propósito de Little Dorrit, do, servimos una taza de té y tener la certeza de que vamos a hablar con
tuvo la gentileza de ayudarme a conseguir permiso para reproducir la foto de alguien a quien nuestro trabajo le interesa de veras.
rodaje incluida en el libro. Andrew Byme, de Spitalfields Trusts, escarbando
en los escombros, consiguió la fotografia que figura en portada de la edición Spitalfields, Londres E 1
inglesa; Jinty Nelson me ayudó con el Tapiz de Bayeux. Noviembre 1994

l
INTRODUCCIÓN

EL SABER EXTRAOFICIAL

l. LA MEMORIA POPULAR

En manos del historiador profesional, la historia es propensa a presentar-


se como una forma de conocimiento esotérica. Convierte la investigación
archivística en fetiche, como ha hecho desde la revolución -o contrarrevolu-
ción- rankiana en el campo del saber. 1 Cuando lo que está en juego son asun-
tos de interpretación, el desacuerdo puede darse a propósito de cuestiones
aparentemente tan arcanas como los términos de un juramento de corona-
ción, 2 la datación de un retrato reaP o la correlación entre el rendimiento de
las cosechas y las fluctuaciones de la nupcialidad campesina. 4 Los argumen-
tos están cubiertos por un denso follaje de notas a pie de página, y los lecto-
res legos que osan desenmarañarlos acaban enzarzados en una cábala de
acrónimos, abreviaturas y signos.
La disciplina histórica da pábulo a la endogamia, la introspección y el
sectarismo. Los textos académicos se dirigen a un círculo de colegas relativa-
mente restringido. En las tesis doctorales, lo más probable es que el problema
abordado proceda del interior de la disciplina. Con frecuencia viene sugerido
por «hiatos» que se le recomienda colmar al joven investigador, o por una
concepción establecida que se le anima a cuestionar. La moda puede orientar
la mirada de los investigadores; una nueva metodología puede despertar su
entusiasmo; o pueden tropezar con una fuente virgen. Pero con independen-

1
Peter Burke, "Ranke the Reactionary", en George C. Iggers y James M. Powell, eds., Leo-
pold van Ranke and the Shaping ofthe Historical Discipline, Syracuse, 1990, págs. 36-44.
2
Sobre algunos de los debates relativos al juramento de coronación de Enrique IV, locus
classicus en la disputa sobre el supuesto «constitucionalismo» de los reyes Lancaster, véase
S. B. Chrimes, English Constitutional Ideas ofthe Fifteenth Century, Cambridge, 1956.
3
Margaret Aston, The King s Bedpost: Reformation and /conography in a Tudor Group
Portrait, Cambridge, 1993, es un magnífico ejercicio de habilidad forense que muestra el modo
en que la propaganda religiosa del protestantismo estatal dio pábulo durante el reinado de la
reina Isabel a la pintura retrospectiva de acontecimientos supuestamente históricos.
4
Peter Laslett, ed., Household and Family in Past Time: Comparative Studies in the Size
and Structure ofthe Domestic Group over the Last Three Centuries, Cambridge, 1972; Pierre
Goubert, Beauvais et les Beauvaisis, de 1600 a 1730, 2 vols., París, 1960; Emmanuel Le Roy
Ladurie, Les Paysans de Languedoc, 2 vols., París, 1966.
20 INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 21
RAPHAEL SAMUEL

gidos que experimentan nuevas técnicas, desvelan fuentes inéditas de docu-


cia de esas particularidades, estarán trabajando en el interior de una forma de
mentación y formulan hipótesis fascinantes. Son los hacedores de lo que el
investigación vigente y se moverán dentro de sus límites (por mucho que se
Profesor Elton denomina la historia «real», los pesos pesados de la profesión,
enojen). En todos esos casos la historia es su propia vara de medir y su piedra
de toque. que aguzan el ingenio para hacerse cargo de un conjunto de materiales en apa-
rente desorden. 6 Sus hallazgos se enumeran en los textos académicos, se publi-
La balcanización de la materia y la multiplicación de las subdisciplinas,
can en las revistas especializadas y se amplían en las monografias sobre la
fenómeno surgido en los últimos veinticinco años, ha generado multitud de
materia. Luego, a un nivel inferior, están los libros de texto, que transmiten los
nuevas especialidades, cada una con su propia sociedad, sus cismas y secesio-
hallazgos de la alta investigación al público estudiantil. Por debajo de éstos se
nes. La voluntad de que la investigación especializada transite por caminos que
encuentran los entusiastas, «neurocirujanos diletantes», como se los ha tacha-
nunca han sido hollados y de crear un espacio para asuntos que antaño perma-
do; en el mejor de los casos «anticuarios» -acumuladores afanosos de hechos
necieron «fuera de la historia» -como la historia de las mujeres, la medicina
inconsecuentes-, en el peor, mitómanos. Acaso logren reunir algunos de los
«popular» o las ciencias ocultas- puede tener el efecto involuntario de desatar
materiales brutos desde los que cabe construir la historia rigurosa, transcribien-
reivindicaciones de exclusividad sobre la propiedad del conocimiento, confi-
do libros parroquiales o desenterrando restos arqueológicos; pero en tanto
nándolo al circuito de las publicaciones y los seminarios académicos.
meros espigadores de hechos, están condenados a una visión unidireccional.
El carácter acotado de la disciplina se pone sobre todo de manifiesto en
Rondando por los márgenes están los comentaristas y los comunicadores,
las páginas de las revistas especializadas, en las que las jóvenes promesas,
encargados de presentar versiones desfiguradas del estado actual de la dispu-
idolatrando y demonizando por tumos, derriban del pedestal a sus mayores, y
ta erudita al gran público. Como sucede con los autores de novela romántica
se libran conflictos edípicos. El simple hecho de publicar convierte de golpe
de época o los ilustradores de libros de enseñanza primaria, parecen habitar
al novicio en autoridad; pasado un año, los artículos reciben el calificativo de
otro planeta, a tenor de la atención que reciben en los salones de té del Insti-
«pioneros», «fundamentales» o «clásicos». Los rivales académicos se enfren-
tuto de Investigación Histórica.
tan cual gladiadores, ora girando unos en tomo a otros sin perderse de vista,
Todo esto supone una visión sumamente jerárquica de la constitución del
ora embistiendo para asestar el golpe mortal. En los seminarios estos conflic-
conocimiento, y también muy restrictiva. Al convertir en fetiche el ejercicio
tos cumplen la función de un deporte sangriento; se siguen con aliento conte-
nido. Apellidos perfectamente desconocidos fuera del cenáculo de iniciados de la investigación mientras ignora sus condiciones de existencia, no tiene en
resumen taquigráficamente estos o aquellos argumentos, y se emplean con la cuenta al enorme ejército de subalternos, sirvientas y amanuenses que, en
misma naturalidad que si fuesen palabras conocidas por todos. todos los periodos, son como los fantasmas del trabajo histórico; e ignora los
Estas tendencias autárquicas se reflejan en juicios harto tribales sobre proyectos de conservación realizados por cuenta propia, como la «caza de
quién es historiador y quién no lo es. Los biógrafos no cuentan, bien porque túmulos» del siglo XVI o la reconstitución familiar en el presente, que brindan
los asuntos que abordan son más literarios que históricos, bien porque optan nueva orientación a las tareas de escritura e investigación, y proporcionan a
por la narración antes que por el análisis. Los anticuarios, a juzgar por la fre- los adeptos a la historia nuevos paisajes que explorar. Por lo que respecta a la
cuencia con que el sufijo «-ismo» se emplea en sentido peyorativo, pertene- pedagogía, no deja espacio al conocimiento que aparece de soslayo como
cen a otra especie, pese a que fueron los pioneros de la investigación archi- producto del estudio de otra cosa: la geografia, por ejemplo, con cuya suerte
vística en la Ciencia Nueva de la Inglaterra isabelina tardía y del descubri- la historia, desde el «descubrimiento» isabelino de Inglaterra/ ha estado indi-
miento de la historia anglosajona. 5 Los historiadores locales son descalifica- solublemente unida; o la literatura, con la que la historia -en la época en que
dos por la mirada de sus parroquianos como poco menos que ciudadanos de los grandes historiadores se admiraban como estilistas- se codeó a voluntad.
segunda. La historia oral tiene una reputación todavía más dudosa: los criticos Tampoco se toman en consideración las representaciones infantiles, el
la acusan de practicar un empirismo ingenuo en virtud del cual los hechos conocimiento histórico que el niño adquiere de forma gratuita e inconsciente
supuestamente hablan por sí mismos. en el curso de sus juegos o cuando se mete en la piel de personajes adultos,
Todas esas recusaciones descansan en el supuesto tácito de que el conoci- interpretando a un personaje histórico, como, por ejemplo, Lord Nelson, entor-
miento se degrada cuanto más toca tierra. En el cenit están unos cuantos ele-

5 6
G. R. Elton, The Practice of History, Glasgow, 1976.
T. D. Kendrick, British Antiquity, Londres, 1950; Stuart Piggott, Ruins in a Landscape, 7
A. L. Rowse, The England ofElizabeth, Londres, 1951, págs. 31-65; E. G. R. Taylor, Late
Edimburgo, 1976, págs. 33-76; F. J. Levy, Tudor Historical Thought, San Marino, 1907, págs. Tudor and Early Stuart Geography, 1583-1650, Londres, 1934. Richard Helgerson, Forms of
124-166; A. B. Ferguson, Clio Unbound: Perception ofthe Past in Renaissance England, Dur- Nationhood: The Elizabethan Writing of England, Chicago, 1992.
ham, NC, 1979, págs. 3-27, 78-125.
-· 22
RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 23
nando los ojos por el extremo de un telescopio, disfrazándose de sheriff, asu-
8
miendo el papel del verdugo o pretendiendo -fantasía alimentada por la tele- sólo se recuerdan a medias y que se emplean para llenar los huecos de un
visión de la década de 1960- ser Soames e Irene en La saga de los Forsyte. 9 cuento. 14 Se alimentan de la palabra oída antes que de la escrita, aunque a
Representar los horrores de la Peste al grito de «¡Saca a tus muertos!» fue al menudo, como sucede con toda clase de historias legendarias, el original
parecer uno de los divertimentos favoritos de aquellos que quedaron cautiva- figura en algún opúsculo o en alguna crónica.
dos por Old St. Paul, de Harrison Ainsworth, 10 mientras que los juegos de A primera vista la memoria popular es la perfecta antítesis de la historia
guerra entre sajones y normandos o entre cabezas redondas y caballeros eran escrita. Elude idea de determinación alguna y se aferra en su lugar a profecías,
habituales si en lontananza se libraba una batalla campal. 11 En Algo de mí portentos y señales. Mesura el cambio genealógicamente, en función de
mismo, Kipling relata un juego «figurado» de índole más solitaria, como si generaciones en lugar de centurias, épocas o décadas. No tiene un sentido
un náufrago, por así decirlo, representara las cuitas de otro. El autor describe desarrollado del tiempo, sino que asigna los acontecimientos a los mitifica-
la soledad de un niño de siete años muy desgraciado, en los Mares del Sur, a dos «buenos tiempos de antaño» (o los «malos tiempos de antaño») de la
tres mil kilómetros de casa: sabiduría tradicional, o al «érase una vez» del cuentacuentos. 15 En lugar de
las «causas» y «efectos» del pedagogo o de la búsqueda de los orígenes y cli-
Cuando mi padre me envió un Robinson Crusoe con grabados de acero materios del erudito, establece contrastes acusados entre «ahora» y «enton-
puse por mi cuenta un negocio de trata de esclavos (los capítulos del ces», «pasado» y «presente», nuevo y viejo. En lo que hace al detalle histórico,
naufragio no me interesaron nunca mucho), y establecí mi solitaria sede prefiere lo excéntrico a lo típico, lo sensacional a lo rutinario. Portentos
en un sótano húmedo. Mi utillaje era una cáscara de coco atada con una y maravillas son aptos para su molienda; como lo cómico y lo grotesco. A
cuerda roja, un cofre de lata y una caja de embalar que mantenía a raya Jorge III se lo recuerda porque se volvió loco; a Eduardo VII porque tuvo
al resto del mundo. Así protegido, todo lo que quedaba dentro de la cer- varias amantes; a Enrique VIII porque se casó en seis ocasiones y ejecutó a
ca era verdadero, aunque se mezclara con el olor de los aparadores las esposas que le sobraban. La Burbuja de los Mares del Sur, la obsesión
mohosos. Si alguna tabla se caía, tenía que reanudar la magia. 12
especulativa y el desastre financiero de 1720, es el único acontecimiento de
la historia económica inglesa del que todo el mundo ha oído hablar; George
Otra gran ausencia en las consideraciones convencionales sobre la histo-
Hudson, el rey del ferrocarril que quedó en la completa ruina, acaso sea el
riografia -pese a los recordatorios periódicos del importante papel que des-
capitalista más célebre del siglo XIX; mientras que Horatio Bottomley, el esta-
empeñó en la percepción del pasado que tenía el medievo o la primera edad
fador de los bonos de guerra, sigue siendo una presencia viva en el Walhalla
moderna y a las extensas glosas antropológicas que se le dedican en la actua-
de la fama póstuma. Como dice el escéptico Lovel en El anticuario, «Los
lidad- es la de la tradición oral. 13 Mana de las profundidades -el inframundo
acontecimientos que causan una impresión más honda en los espíritus del
de la historia- donde se mezclan memoria y mito, donde lo imaginario abraza
común de la gente» no son los «progresos regulares» sino los periodos de
a lo real. Como forma de conocimiento se adquiere sin orden ni concierto, a
miedo y tribulación: «Cuentan el tiempo por una tempestad, un terremoto o
tontas y a locas, como en los proverbios o chascarrillos que los niños apren-
una temporada de confusión ciudadana». 16
den de sus compañeros de juegos, o en los incidentes y acontecimientos que
En las escuelas del siglo XIX, en las que con anterioridad a la década de
1890 la enseñanza de la materia era la excepción y no la regla, 17 a los alum-
8
Daphne du Maurier, Myse/fWhen Young, Londres, 1977, pág. 29.
9

10
Alison Light, recuerdos de niñez de la década de 1960.
«Entonces un vecino que había comprado un lote de libros viejos por cuatro perras en un 14
lona y Peter Opie, The Lore and Language of Schoolchildren, Oxford, 1959; Children s
baratillo les prestó Old St. Pauls. La puerta del excusado no tardó en lucir una cruz de tiza y la Games in Street and Playground, Oxford, 1969.
carretilla rodaba por el jardín al grito de "¡Saca a tus muertos!"» Flora Thompson, Lark Rise to 15
Para algunos ejemplos, Linda Degh, Studies in East European Folk Narrative, Blooming-
Candleford, Oxford, 1961, pág. 371; para una remembranza prácticamente idéntica, Daphne du ton, 1978; Albert Bates Lord, Epic Singers and Oral Tradition, Ithaca, 1991.
Maurier, Myse/fWhen Young, pág. 30. 16
Lovel añade: «se recuerda al feroz guerrero, mientras que los pacíficos abades se pierden
11

James Williams, Give me Yesterday, Llandysul, 1971, págs. 33-34, para una batalla de en el olvido», Scott, TheAntiquary, capítulo 17.
esas características.
12
17
«A mediados del siglo XIX, en las escuelas voluntarias para pobres a menudo se enseñaba
Rudyard Kipling, Something of Myself, Harmondsworth, 1992, pág. 38 [ed. cast.: Algo de historia, hasta que el Código Revisado de 1861 hizo que la instrucción en esa asignatura se con-
mí mismo,
13
trad. Álvaro García López, Valencia, Pre-textos, 1998]. siderase superflua en comparación con las tres Rs que daban derecho a un título oficial. En la
Entre una extensa bibliografía, Elizabeth Tonkin, Narrating our Pasts: the Social Cons- década de 1870 la historia volvió a incorporarse como materia para los últimos cursos de la
truction afOra! History, Cambridge, 1992; David Henige, Oral Historiography, Londres, 1982; enseñanza primaria, y como su enseñanza se consideró insatisfactoria, la ayuda de libros de lec-
Ruth Finnegan, Oral Tradition and the Verbal Arts, Londres, 1992; Jan Vansina, Oral Tradition tura de tema histórico a menudo fue preceptiva en las Board Schools ("LCC Report on the
as History, Londres, 1985.
Teaching of History", 1911, pág. 11 ). En el Código de 1900 la materia se declaró obligatoria por
primera vez.» Valerie E. Chancellor, History for Their Masters: Opinion in the English History
1""""""'

24
RAPHAEL SAMUEL
INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 25
nos de primaria se les enseñaba un poco de historia, y luego se ponía a prueba
su memoria por medio de un examen: ahí radicaba la razón de ser de esas amor en clase; de hecho, hasta un manual básico tan adustamente instrumen-
tablas genealógicas de la monarquía inglesa que ocupan tanto espacio en los tal como el Catecismo de la historia inglesa de Pinnock, publicado en 1822 y
libros elementales y los epítomes. Aunque también podía darse el caso de que objeto de innumerables reimpresiones, abría cada sección con una balada.
se impartiera como parte de lo que se dio en conocer como «cultura general», El historicismo del siglo XIX se impuso fuera de las aulas. En las iglesias
que incluía, por ejemplo, los orígenes de la bandera nacional, o los nombres y y capillas recién medievalizadas, así como en los ayuntamientos y en las esta-
las fechas de pintores famosos. 18 Pero el conocimiento de la historia, por lo ciones de metro goticizantes, predominaba supuestamente la alta arquitectura
menos la secular -otra suerte corría la sagrada, impartida de forma sistemática cristiana del siglo XIII. En el anfiteatro de Astley, las re-presentaciones de la
tanto en19 las escuelas dominicales como en las clases consagradas a la batalla de Waterloo, junto con la galopada de Dick Turpin a York y una ver-
Biblia-, se adquiría en el proceso de estudio de otra materia, o de formación sión ecuestre del Ricardo III de Shakespeare fueron durante medio siglo los
en ella. A los niños se les daban a edad temprana, para que aprendieran a leer, números estelares del repertorio. 22 En Los muchachos de Inglaterra de Guy
libros de cuentos ambientados en el pasado, en lugar de los abecedarios que se Brett -la primera y más exitosa de las novelas de un penique- pomposas
impusieron con posterioridad. Así, por ejemplo, los Cuentos de historia de hazañas históricas producidas en serie y adornadas con suntuosas exhibicio-
Inglaterra (1885), en un capítulo sobre el Acta de Unión entre Inglaterra y Es- nes de antigüedades militares competían en popularidad con relatos de bravu-
cocia («gran bendición de ambos países»), coloca «Edimburgo», «Newcastle» conadas como las aventuras de Jack Harkaway; 23 entretanto la serie de volú-
y «Carlisle» en el apartado de palabras nuevas; destaca «u-nión» e «i-gual» menes sobre Reinas de Inglaterra publicada por Agnes Strickland (y los seis
como nuevo vocabulario y como palabras para la práctica de la dicción; y se volúmenes de su vida de María Estuardo) prestaba el mismo servicio a la
siente obligado a definir el significado de «Parlamento» («asamblea nacional biografia cortesana, versión femenina de la historia monárquica que inspira-
para el gobierno y la creación de leyes»). El siguiente capítulo, sobre el Agu- ría a varias generaciones de novelistas románticas. 24 En un plano más modesto,
jero Negro de Calcuta, introduce novedades como las palabras «alcaide» y la hagiografia secular, centrada en la búsqueda del conocimiento a despecho
20
«tormentos». En el caso de un grupo de edad ligeramente superior, se pue- de todo tipo de dificultades, o las Vidas de ingenieros, constituían el modelo
den elegir fragmentos de historia que sirvan de modelos estilísticos, al modo del manual de autoayuda.
en que los discursos de Burke, Chatham y Canning -o Cicerón- se leían Una muestra particular de aprendizaje extraoficial digna de destacarse,
como perlas de la oratoria. Las baladas históricas o «layes», como se las lla- aunque sólo sea porque muestra el lugar de la historia en la oratoria tribuni-
maba a veces -uno de los grandes descubrimientos del siglo XIX por lo que cia del siglo xrx y su popularidad como instrumento de discusión política y
respecta a la escritura y la enseñanza de la historia-, 21 eran un artículo de pri- moral, es el debate histórico escenificado. Como recurso dramático o herra-
mera necesidad en las lecturas y los recitados que introducían el aliento del mienta educativa debía estar bien asentada en la década de 1820, porque la
Oxford Union eligió como tema del debate de apertura de 1829 la siguiente
propuesta: «La revolución de Cromwell ¿debe atribuirse a la conducta tiránica
de Carlos o al espíritu democrático de la época?». 25 En el otro extremo del
Textbook, 1800-1914, Bath, 1970, pág. 28. En la escuela de la aldea de North Oxfordshire a la
que asistía Flora Thompson «no existía la asignatura de historia como tal, pero se utilizaban
libros de lectura de tema histórico que contenían relatos tan pintorescos como el del rey Alfredo
y los bizcochos, el rey Canuto dando órdenes a las olas, la pérdida del White Ship, y Raleigh
22
arrojando su capa al suelo para la reina Isabel». Flora Thompson, Lark Rise to Candleford, pág. Sobre Astleys, A. H. Saxon, Enter Foot and Horse: A History ofHippodrama in England
192. Marion Johnson, Derbyshire Village Schools in the Nineteenth Century, Newton Abbot, and France, New Haven, 1968.
23
1970,
ca págs. 208-211 para algunas muestras de la enseñanza de la historia a mediados de la épo-
victoriana. Los muchachos de Inglaterra empezó a publicarse en 1866. Agradezco a Louis James el
18 préstamo de algunos volúmenes.
24
Henry Smith, 1.000 Questions on General Knowledge, Londres, 1919. El señor Smith era Sobre Agues Strickland, así como sobre sus voluminosas obras históricas y su poesía
director
19 de la Chester Road Council School (Senior Boys), New Ferry, Birkenhead. caballeresca de corte romántico, existe una buena biografia, escrita por Una Pope-Hennessey y
Véase C. R. Attlee, As It Happened, Londres, 1954 para el uso de la mnemónica como publicada en 1940. Empero, falta una visión global del mundo (o submundo) literario en el que
medio para aprenderse de memoria el árbol genealógico de los reyes de Israel. Véase también ella y otras autoras se movieron; Norma Clarke, Ambitious Heights, Londres, 1990, retrato de
The Lifo of Joseph Barker; Written by Himself, Londres, 1885, págs. 53-54 para el aprendizaje las hermanas Jewsbury, Felicia Hermans, Jane Carlyle y su relación con el ambiente editorial a
de la20 Biblia como verdad literal, a la par con otras historias. mediados de la época victoriana, proporciona un posible modelo que seguir.
25
21 The Royal Story Book ofEnglish History, Nelson Royal School Series, Londres, 1885. H. A. Morrah, The Oxford Union 1823-1923, Londres, 1923, pág. 10. Agradezco a Brian
Véase Thomas Wright, Political Poems and Songs Relating to English History, Londres, Harrison esta referencia. En la Sociedad Wattlington para el Fomento del Progreso Mutuo, en
1859, para un historiador al que no se le oculta la importancia de las baladas. Las publicaciones febrero de 1852, tras lo que el secretario, lleno de entusiasmo, declaró que había sido el debate
de la Sociedad
la literatura de Textos Ingleses Antiguos introdujeron las baladas anglosajonas en el corpus de
·nacional. más trascendental de la historia de la ciudad (se desarrolló durante siete noches consecutivas),
los jóvenes decidieron mediante voto con papeleta (el método más avanzado de su época) por
amplia mayoría que «salvo por el hecho de permitir a veces que su religión degenerase en fana-
27
26 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL

espectro social, los trabajadores radicales de Birmingham, que formaron una THE
Sociedad de Debate que se reunía los domingos por la noche en la Posada
Hope and Anchor, N avigation Street (cuyos encuentros se celebraron sin 1-l I STO H. Y
solución de continuidad desde mediados de la década de 1850 hasta 1886)
debatieron en junio de 1861 la siguiente propuesta: (la primera opción cose- OF
chó cuatro votos; la segunda, dos; la tercera, doce). 26 En la sociedad de debate
de la Escuela Winchester, el único lugar en que la historia moderna tenía un
lugar reconocido en los tiempos en que el joven Charles Oman era alumno de
la institución, el primer discurso que pronunció éste fue una apasionada
SIR RICHARD WHITTINGTON
defensa de la ejecución de María Estuardo, «cuya muerte, espero haber THRICE
demostrado, era absolutamente imprescindible para la causa del protestantis-
mo en Europa». Su siguiente arenga respondió a la propuesta -rechazada por
trece votos a favor y dieciocho en contra- «los efectos beneficiosos de la Lord Mayor of London.
Revolución Francesa sobrepasaron con creces a los perniciosos». 27
El punto de partida de Teatros de la memoria no es controvertido; empe-
ro, con el retorno a la enseñanza de las materias tradicionales en las escuelas
y la multiplicación de especialidades en el ámbito de la investigación avanza-
da, cabe insistir en que la historia no es prerrogativa del historiador, ni tam-
poco, como afirman los adalides de la posmodernidad, una «invención>> de su
cosecha. Se trata más bien de una forma social de conocimiento; la obra, en
toda circunstancia, de un millar de manos. De ser así, los estudios sobre his-
toriografía no deberían centrarse ni en la obra de un solo especialista ni en
los enfrentamientos entre escuelas de pensamiento contrapuestas, sino en el
conjunto de prácticas y actividades en el que se incrustan las ideas sobre la
historia o que activan una dialéctica de relaciones entre pasado y presente.
Desde esta perspectiva las exégesis textuales del tipo practicado por Hayden
White en Metahistoria 28 o por Stephen Bann en Las invenciones de la histo-

tismo y consentir la muerte del rey ... sobre la faz de la tierra no ha existido mejor cristiano,
espíritu más noble, guerrero más valeroso y hombre más constante (que Oliver Cromwell)».
Oxford Chronicle, 4 de febrero de 1852. Para un estudio sobre el lugar de estos debates en la
historiografia del siglo XIX, Raphael Samuel, "The Discovery of Puritanism: 1820-1914: a Pre-
liminary Sketch", en Jan e Garnett y Colin Matthews, eds., Reviva! and Religion Since 1700:
EssaysforJohn Wa!sh, Londres, 1993.
26
Brian Harrison, "Pubs", en H. J. Dyos y Michael Wolff, eds., The Victorian City: 1mages
and Reality, vol. 1, Londres, 1973, pág. 180. Se trataba de un club extremadamente radical que
tuvo el coraje -en un debate celebrado el 11 de junio de 1871- de apoyar la Comuna de París.
27
Sir Charles Oman, Memories of Victorian Oxford and of Sorne Early Years, Londres,
1940, pág. 67. Philippa Levine, The Amateur and the Professional: Antiquarians, Historians
and Archaelogists in Victorian England, 1838-1880, Cambridge, 1986.
28
Hayden White, Metahistory, Baltimore, 1973. Merced a un extenso estudio de lo que PRIJ'\TED AND SoJ.D IN ALDERMARY CnuRcH YARD.
pomposamente dio en llamar «la imaginación histórica de la Europa del siglo XIX» y por medio
de un análisis de los tipos de «construcción argumental» ("emplotment"), White ofrece una
Bow LANE.
tipología dividida en cuatro grupos, en la que las diversas clases de historia se adscriben a lo
Romántico, lo Trágico, lo Cómico y lo Satírico (la obra de Michelet constituiría un ejemplo de La Historia de Sir Richard Whittington, tres veces alcalde mayor de Londres. Impresa y vendida
la primera; la de Tocqueville, de la segunda; la de Ranke (cosa harto improbable), de la tercera;
y la de Burckhardt -por mor de una interpretación que se desvía del uso común de la palabra, en la parroquia de Aldermary. Bow Lane.
28
RAPHAEL SAMUEL

INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 29


THE
ria, es decir, la lectura minuciosa de un número limitado de libros de referen-
HISTORY cia, resultaría menos apropiada que un estudio de su círculo de lectores, lo
que la crítica literaria denomina «teoría de la recepción». Más pertinente
sería incluso tratar de rastrear las fecundas dislocaciones que se producen
cuando el conocimiento histórico se traslada de un circuito de aprendizaje a
otro, como en las adaptaciones cinematográficas de los clásicos literarios, en
JACK OF NEWBURY las que la letra impresa se traduce en imágenes, o en los cómics que adaptan
grandes relatos, como en esas historietas resumidas de grandes acontecimien-
tos que aparecían en la contraportada de The Eagle en la década de 1950.
CALLEO
Para llamar a la puerta de la memoria popular se requiere un orden de
pruebas y un tipo de investigación diferentes. 29 La autobiografia, con su rico
Tf! E C LO T 1! 1 E R acervo familiar y su profusión de historias, leyendas y canciones que la abue-

OF ENGLAND.
de lo satírico). En otra clasificación cuatripartita, el autor argumenta, a tenor de su exégesis tex-
tual, que las estrategias narrativas del historiador se dividen en metáfora, metonimia, sinécdo-
que e ironía (i.e., los célebres cuatro tropos de la retórica clásica). Así que lejos de ser, como
dijo un admirador inglés de White, «una visión global sin parangón de la imaginación histórica
del siglo XIX», Metahistory se circunscribe a un número limitado de textos bien conocidos.
White no tiene nada que decir de la comunidad académica o del público lector, o del itinerario
variopinto de la historia en las escuelas (asunto muy bien documentado en lo que hace a la
Gran Bretaña victoriana). Tras enunciar su fórmula y probar, al menos a su entera satisfacción,
que Ranke, Michelet, Tocqueville y Burckhardt cumplen sus requisitos, renuncia a poner a prue-
ba su plan con obras que quizá se le resistan. Nada tiene que decir, cosa curiosa en un america-
no, sobre la épica, que en el siglo XIX halló en la conquista y colonización del Nuevo Mundo
uno de sus grandes temas. Tampoco estudia la novela histórica, sin duda una de las fuerzas
motrices de la percepción que el siglo XIX tuvo del pasado (desembarazarse de la influencia de
Sir Walter Scott fue un paso importante en la formación de Ranke), ni el medievalismo decimo-
nónico. Sobre el descubrimiento de la prehistoria, un acontecimiento tan capital como El origen
de las especies en lo que hace al tiempo geológico, pasa de puntillas. No menciona los debates
decimonónicos sobre el libre albedrío y el determinismo, ni las refutaciones de la teoría de la
historia de los «grandes hombres», objeto de controversia popular en las décadas de 1850 y
1860, ni la interacción de las ideas de nación y raza, elementos cada vez más importantes para
la nueva historia. En resumen, White se muestra indiferente a la procedencia o a los contenidos
de las distintas clases de historia del siglo XIX: su trabajo se limita a las «estrategias tropológi-
cas». La idea de una «metahistoria», de un gran relato que sustenta a cada obra concreta, es
genial, pero si el objetivo consiste en analizar (propósito declarado de su libro) «las estructuras
profundas de la imaginación histórica» o en identificar «los elementos artísticos del trabajo his-
tóricO>>, habría que ampliar el foco de atención al conjunto de prácticas históricas del siglo XIX
y a su relación con la literatura y el arte.
29
Keith Thomas, The Perception ofthe Past in the Modern England, Londres, 1983, es una
obra pionera en el intento de incorporar la tradición oral al ámbito de la historia cultural; véase
D. R. Woolf, "The 'Common Voice': History, Folklore and Oral Tradition in Early Modero
England", Past and Present, 120, 1988, págs. 26-54, para ilustraciones suplementarias. El autor
sugiere que la tradición oral desaparece con el asentamiento de la investigación histórica de
PRINTED ANO SOLO IN LONDON. corte académico. Sobre el uso medieval de la oralidad, véase, sobre todo, M. T. Clanchy, From
Memory to Written Record: England, 1066-1307, 2" edición, Oxford, 1993; Antonia Gransden,
Legends, Traditions and History in Medieval England, Londres, 1992, para los resultados deri-
La historia de Jack de Newbury, llamado El Pañero de Inglaterra. Impresa y vendida en Lon- vados de una vida dedicada a las crónicas medievales. James Fentress y Chris Wickham, Social
dres.
Memory, Oxford, 1992 [ed. cast.: Memoria social, trad. Carmen Martínez Gimeno, Madrid,
Cátedra, 2003], tiene un enfoque medieval y etnológico. Sobre el mundo antiguo, véase Rosa-
lind Thomas, Oral Tradition and Written Record in Classical Athens, Cambridge, 1989.
30 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 31

la o el abuelo podría transmitir al niño que se sienta en sus rodillas, sería un puestamente «hugonotes» de la nomenclatura de las calles de Spitalfields, 33
punto de partida posible. John Aubrey, el brillante anticuario del siglo xvu al y en otros seguir el modo en que los fragmentos se convirtieron en cuerpos
que, pese a ser monárquico, puede considerársele el creador de la idea de una narrativos.
«historia del pueblo» (y el descubridor, en su Wiltshire natal, de Avebury ), Los topónimos fueron la gran pasión de los filólogos y estudiosos de la
sostenía que podía hilvanar una historia completa de Inglaterra desde la con- cultura sajona del siglo XIX, así como tema perpetuo de controversia y dispu-
quista normanda hasta el presente valiéndose de las baladas que le enseñó su ta en el gran monumento de la erudición local, Notes and Queries. 34 Poste-
aya. Empero, atribuía a la influencia de su padre su «inclinación precoz y riormente, la Sociedad Onomástica, fundada por Stenton y Maurer en 1922,
vigorosa por las antigüedades». Aubrey lo describió como un hombre «cha- elevó el estudio a cotas desconocidas; actualmente ha recibido nuevo impulso
pado a la antigua». Seguía luciendo jubón y calzas, y portaba una daga, al por parte de los estudios dedicados a los primeros colonizadores y asenta-
estilo isabelino. Había vivido en la corte y le daba a su nieto pequeños deta- mientos ingleses, con base en la arqueología. La historia natural, iniciada por
lles sobre ella, como el de la del hermano de Sir Walter Raleigh, Carew. Plot en su Oxfordshire (1677) y Staffordshire (1686), 35 constituye otro vasto
Cuando era un niño, nos cuenta Aubrey en un breve autorretrato, «le gustaba yacimiento de acervo local. Como en el caso de los topónimos, los comenta-
conversar con los ancianos como si fueran Historias Vivientes». 30 rios del siglo XIX resultan particularmente provechosos: los escritos sobre
Otro posible punto de partida es el acervo local. La monumental obra de historia local incluían siempre secciones dedicadas a la flora y fauna, y las
Pierre Nora, Les Lieux de Mémoire, 31 muestra que la historia pública puede sociedades arqueológicas del condado se desdoblaban en sociedades para el
destilarse de los rituales cívicos, la nomenclatura de las calles y la estatuaria fomento del estudio de la naturaleza.
política o literaria. Pero en lo que hace al saber extraoficial y la memoria Una espléndida fuente de acceso al acervo local y a esas ocurrencias
popular, las peculiaridades del paisaje quizá constituyan un punto de partida «extraordinarias» y acontecimientos sensacionales que se graban en la
mejor. Sabido es que los árboles son la morada de los espíritus, y las cuevas, memoria popular es el anuario del siglo XIX. Espigado en su mayor parte de
la guarida de los contrabandistas. Los bloques de piedra hincados en el suelo los periódicos locales, aunque a veces sazonado con testimonios orales y
(menhires, como se los llama en Cornualles y en Derbyshire Peak) están recuerdos de testigos, y a menudo dignificado mediante títulos como los de
invariablemente vinculados a leyendas, al igual que los castillos y los monas- «Anales» o «Crónicas» del lugar en cuestión, ofrecen un paisaje radicalmen-
terios en ruinas. Se dice que los árboles marchitos, como las casas vacías, te nuevo de los sucesos de la vida pública. Así, en los tres volúmenes de los
están encantados. Lo que todo esto tiene de apasionante es el deseo irresisti- Anales de Yorkshire, obra de Mayhall, el hito de la década de 1860 es la riada
ble de descubrir misterios e indicios en los fragmentos; el acervo, más que de Sheffield de 1864, que ocupa inconcebiblemente más espacio que el dedi-
legarse o transmitirse, se urde y se amplifica, hasta no dejar ni una piedra sin cado a cualquiera de las elecciones generales. El famoso combate de boxeo
leyenda. La obra de Alfred Williams Las aldeas del Caballo Blanco (1920), profesional entre Sayers y Heenan celebrado en 1860 es objeto de la máxima
notable etnografia escrita por un obrero de Swindon convertido en folclorista atención, como sucede en otros anuarios y diarios de la época. 36
y musicólogo, es una hermosa recopilación del acervo local, que ilustra per-
fectamente el modo en que tales historias pueden levantar el vuelo. Aquí tro-
pieza con los restos de la leyenda artúrica, en los lugares donde supuesta- 33 Sobre los topónimos supuestamente «hugonotes» de Spitalfields: la calle Fleur-de-Lys

mente se alzó Camelot, allá trata del antiguo derecho de paso supuestamente (símbolo de la realeza, no hugonote) se llamó así por un pub; la calle Fournier, por un construc-
obtenido por los monjes de la época anterior a la Reforma en beneficio de los tor del siglo XIX del mismo nombre; y la calle Wilkes, al parecer por iniciativa de algún miem-
bro radical-liberal del Consejo de Obras Públicas de Whitechapel en sintonía con su época.
pastores locales. 32
Para pruebas al respecto, London County Council, N ames of Streets and Places in the Adminis-
Los topónimos, así como las historias y leyendas que surgieron en torno trative County of London, Londres, 1929, pág. 199; Adrian Room, The Street Names of
a ellos y que a menudo adoptaron la apariencia de etimologías, han dado England, Stamford, 1992; F. H. Harben, London Street Names: Their Origins, Significance and
pábulo a una cantidad ingente de textos que en ciertos casos permite remon- Historie Value, Londres, 1896.
34 Sobre Notes and Queries, véase las memorias de su fundador, J. Thom, el hombre que
tarse a la fuente original de los relatos, como sucede con los orígenes su- también acuñó el término «folk-lore».
35 Plot, que al parecer tomó como modelo de su trabajo el de Plinio, publicó su Historia

natural de Oxfordshire en 1677. El plan de la obra situaba en primer lugar «los animales, las
plantas y los enseres universales del mundo»; en segundo lugar, «las extravagancias y los defec-
30
David Tylden-Wright, John Aubrey, A Lije, Londres, 1991, págs. 15-16. Sobre la costum- tos» de la naturaleza; por último, las trabas artificiales. En 1686 Plot publicó su Historia natural
bre de cantar baladas que tenía su ama, Leslie Shepard, The Broadside Bailad: a Study in Ori- de Staffordshire. Plot fue el primer custodio de la colección Tradescant de curiosidades naturales
gins and Meaning, Londres, 1982, pág. 54. cuando ésta se trasladó a Oxford para formar el núcleo original del Museo Ashmoleano.
31
Les Lieux de Mémoire, ed. Pierre Nora, 7 vols., París, 1984-1993. 36 John Mayhall, The Annals of Yorkshire from the Earliest Period to the Present Time,
32
Alfred Williams, Villages ofthe White Horse, Londres, 1920. Leeds, 1866, vol. Il, págs. 196-231.
INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 33
32 RAPHAEL SAMUEL

En la actualidad, la televisión debe ocupar el lugar de honor en todo inten-


El «currículo oculto» que se adquiere en las escuelas -si la expresión se
to de cartografiar las fuentes extraoficiales de conocimiento histórico. Aparte
amplía hasta abarcar todo el espectro de saberes que no se incluyen en el pro-
de emitir documentales dramatizados y series de larga trayectoria como
grama de estudios- puede ser otro medio fructífero de indagar en las fuentes «Timewatch», no cesa de recorrer las sendas de la memoria ni de utilizar el
extraoficiales del conocimiento histórico. La atención podría centrarse, como pasado como telón de fondo. La reposición de películas antiguas -uno de sus
en los estudios de los Opie y Lady Gomme, en las migajas de acervo que los productos típicos- ha convertido a estrellas del cine ya fallecidas, como
niños aprenden en los pasillos y el patio de recreo, en los restos fósiles del Humphrey Bogart o Marilyn Monroe, en iconos culturales, tan atractivos y
pasado incrustados en coplillas, acertijos y trabalenguas. O en juegos de rol célebres, en lo que hace a su aspecto y sus maneras, como los ídolos de hoy en
históricos tan rudimentarios como jugar al aro haciendo de «griegos» y «tro- día. La televisión ofrece continuamente a los espectadores reconstrucciones
yanos» en la década de 1890, o de «alemanes» e «ingleses» en su equivalente del pasado recreadas en estudio. A menudo ambienta sus comedias de situa-
de 1916. 37 ción en escenarios de época (veinticinco años después de El ejército de papá,
En lo que hace al programa de estudios, bien podría ser que los niños la Gran Bretaña del período bélico sigue siendo un marco predilecto). Aprove-
aprendieran menos a fondo la historia que se enseña en horario lectivo, o a la cha los aniversarios para programar retrospectivas y los óbitos como excusa
que acceden por medio de lecturas dedicadas específicamente a la materia, para revisitar la obra de viejas celebridades y reciclar películas añejas. No sólo
que aquella otra en la que se forman mediante ejercicios escolares de otra personaliza grandes acontecimientos recurriendo al biopic, sino que mezcla el
índole. Modelar una trirreme romana, construir una cabaña sajona o fingirse tiempo personal y el tiempo histórico, como en el más exitoso y exportable de
un arawak -acaso la primera toma de contacto de los alumnos de enseñanza los blockbusters televisivos: la saga familiar. Podemos vislumbrar las dimen-
primaria con la idea de pasado histórico- merecería el título genérico de tra- siones de los materiales históricos que se muestran en la televisión y la varie-
bajo «temático». 38 Los vestidos de época podrían ser objeto de una clase de dad de pseudónimos con los que se presentan si leemos la siguiente selección
dibujo; más adelante, el resumen mandado como trabajo en la clase de inglés de programas ofrecidos por BBC 1 durante un fin de semana de 1981 :40
bien podría servir de introducción a la magnificencia de la prosa victoriana o
de la oratoria tribunicia. La historia -«el estudio lineal desarrollado mediante Sábado
ejercicios de comprensión y dictado de apuntes»- ocupa un puesto secunda- 10.55 Por la senda de la memoria
rio en la siguiente remembranza, en la que la autora recuerda los vínculos Filme de 1949 compuesto en su mayor parte por fragmentos de pelícu-
que le unían con el asunto que nos ocupa cuando estudiaba en una aldea de las mudas famosas.
Dorset en la década de 1950: 12.00 Detective genial.
Filme de 1939 protagonizado por George Formby.
6.10 Hi-De-Hi!
Un recuerdo destaca sobre el resto: el encanto de la figura un poco
Serie cómica ambientada en la Colonia de Vacaciones de Maplin en
excéntrica de la maestra ... espigada, de cabellos plateados, desmesura-
1959.
damente enérgica, tenía un deseo insaciable de darle sentido al mun-
6.40 Taras Bulba
do, un mundo enteramente rural pero que con frecuencia se asomaba Filme de 1962. Excéntrica película de género épico ambientada en la
al mundo exótico del mito y la leyenda. Soy incapaz de darle siquiera Ucrania del siglo XVI, filmada en Argentina y protagonizada por Yul
una apariencia de orden a todo lo que aprendimos, pero puedo decir Brynner y Tony Curtis.
que aquella profesora excepcional sabía aprovechar todas y cada una
8.55 Raíces
de las oportunidades que se le presentaban. Dorset entero constituía Séptimo episodio de los trece que componen la saga de Alex Haley
un tesoro de estímulos históricos: allí abundan los castros y las fortifi- sobre un hombre en busca de sus raíces. Ambientada en Henning, Ten-
caciones, los fósiles afloran por doquier, hay casas solariegas de todos nessee, 1882.
los tamaños, lugares con nombres fascinantes, antiguas cimas y rutas
que las recorren, herramientas e instrumentos de pedernal ocultos
entre macizos de flores ... 39 infantil del pasado, tanto en las «charlas con Jos viejos del pueblo en Jos pretiles» como en su
propio acervo familiar: « ... Mi abuela por parte materna era la menor de Jos dieciocho hijos
engendrados por el propietario de una cantera de Purbeck que se bebió hasta la última piedra.
Se puso a trabajar como criada a Jos 12 años, se trasladó a Londres y vivió una serie de situa-
37
Eleanor Farjeon, A Nursery in the Nineties, págs. 385-386. Norman Douglas, Street ciones y dilemas variopintos de los que hablaba sin tapujos ... Hasta su muerte, a Jos 94 años,
Games, Londres, 1916, pág. 135. recordaba con lucidez el cambio de siglo y la tragedia personal asociada con la Primera Guerra
38
Carolyn Steedman, "True Romances", en R. Samuel, ed., Patriotism: The Making and Mundial».
Unmaking ofBritish National Identity, vol. 1, Londres, 1989, pág. 28. 40 El material utilizado aquí fue preparado por Susan Barrowclough y Raphael Samuel para
39
Kate Moorse, "A Dorset Village School", en R. Samuel, ed., History, the Nation and the "Television History", History Workshop Journal, 12, otoño, 1981.
Schools, Oxford, 1989. La tradición oral también ocupaba un lugar en esta precoz conciencia
34 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 35

Domingo
tración. También ideológicamente la mezcla es indiscriminada. Por una parte
2.00 La charca de Londres
la televisión exalta el papel del individuo en la historia: grandes artistas,
Filme de 1950 producido por los Estudios Ealing con el que continúa el
famosos inventores, caudillos guerreros, magnates de periódicos, potentados
ciclo dedicado a películas británicas de los cuarenta y los cincuenta. Este
del cine. Por otra -contra todo heroísmo- insiste en la primacía de la vida
retrato del Londres de posguerra conjuga el relato de una historia román-
tica y de un audaz atraco con el planteamiento de la cuestión racial, un
cotidiana y de la resiliencia familiar frente a las presiones externas.
asunto muy adelantado para su época. Los historiadores que desde el advenimiento del realismo decimonónico
3.30 Viajeros en el tiempo han adoptado como lema de su vocación la recuperación del pasado (por
Primer capítulo de una serie de seis consagrada a los primeros explora- emplear la expresión engañosamente simple utilizada por Ranke ), y cuya
dores. Primera parte: «Hacia el sur con Shackleton, 1914». existencia profesional depende en última instancia del valor mágico concedi-
4.00 Centenario do a las antigüedades, no están en posición de despreciar el gusto por las reli-
Quinto capítulo de los doce que componen esta saga sobre una tierra y quias y las cosas del pasado, el apetito popular por las ficciones de atuendo o
sus gentes, ambientada en el Colorado de la década de 1860. la moda del retrochic. Como maestros no podemos mostramos indiferentes a
6.40 Lo mejor de «Cantos de alabanza» esas fuentes de conocimiento extracurricular que subvierten el proceso de
Tercero de los siete programas con Thora Hird. El cortometraje que
aprendizaje, cambian su dirección o crean historias alternativas de su cose-
Thora incluye esta semana se ha rodado en una hermosa capilla de
cha. Como historiadores deberíamos interesamos en las condiciones de exis-
Orney construida por prisioneros de guerra italianos.
7.15 La rebelde tencia de la propia historia y en los motivos por los que hay versiones de ella
Filme de 1965 sobre una ambiciosa estrella cinematográfica de 1939. tan opuestas. La noción que del pasado tiene una época determinada es una
10.15 No somos salvajes- Somos personas cuestión tan histórica como lo que en ella aconteció; si la argumentación de
El reportaje, parte de la serie «Everyman», filmado en la selva amazó- Teatros de la memoria es correcta, ambos aspectos son inseparables.
nica, examina el impacto de los misioneros en una tribu ecuatoriana. Si la historia se encarga de la conservación de los residuos del pasado,
11.30 Descubriendo iglesias inglesas entonces la historia legendaria es un campo de investigación tan legítimo
Cuarto episodio de una serie de diez. 4: «Los constructores de iglesias». como, digamos, la política exterior de la época isabelina o las relaciones entre
En el Medievo la habilidad del albañil era tan respetada que cabía repre- Iglesia y Estado. 41 Dick Whittington, el niño pobre que hizo fortuna, o Tom
sentar al propio Dios como el divino Arquitecto del Universo. Hickathrift, su predecesor anglosajón, 42 forman parte de la historia británica
en la misma medida que, digamos, el cardenal Beaufort con su sombrero rojo
En primera instancia, la televisión nos ofrece un pasado absolutamente
o el duque de Newcastle y sus burgos desolados; incluso más, si enfocamos la
estático: un tiempo en que la familia era la columna vertebral de la sociedad,
cuestión desde la perspectiva de los modelos para la formación de la persona-
en el que nadie cuestionaba las virtudes «tradicionales» y todos sabían cuál
lidad. Pensemos en Jack el Matagigantes, al parecer nativo de Comualles y,
era su lugar; un pasado indeterminado, un refugio retrospectivo de estabili-
según la leyenda, encamación de esa figura recurrente de la mitología nacio-
dad que nos permite huir de los desórdenes e incertidumbres del presente. En
nal, el inglés nacido libre. Lo mismo sucede con los forajidos que protagoni-
segunda, todo en ella es movimiento, y giramos vertiginosamente en un
caleidoscopio que no cesa de cambiar: recorremos cien años de historia de zan las leyendas medievales: lo que importa, como ha mostrado una genera-
América en doce episodios; la Gran Bretaña de entreguerras cabe en seis ción de comentaristas históricos, no es tanto la localización precisa del relato
huecos de una hora; Glasgow florece y se marchita en el transcurso de una original, aunque pueda identificarse, como el carácter proteico del mito. 43
serie. En tercera, el pasado se presenta como una cámara de los horrores, una Por la misma regla de tres, una balada o una canción, una novela o un
secuencia de sucesos catastróficos de los que hemos tenido la suerte de esca- poema constituyen un documento histórico en la misma medida que un cartu-
par: se azota a los esclavos en el «pasaje medio»; las carretas que llevan a los
condenados traquetean por las calles de París; los convictos caminan sin des-
canso por el patio de la prisión; unas familias parten del campo a la ciudad 41 Jennifer Westwood, Albion: A Guide to Legendary Britain, Londres, 1985; The Quest for

con sus enseres apilados en carros desvencijados; unos niños harapientos jue- Arthur :S Britain, ed. Geoffrey Ashe, Londres, 1972; The New Arthurian Encyclopaedia, ed.
Norris J. Lacey, 2" edición, Londres, 1991; Ralph Merrifield, The Anthology of Ritual and
gan entre la porquería mientras hombres con gorras pasan el tiempo caria- Magic, Londres, 1987, obra de un antiguo conservador del Museo de Londres. lona Opie, A
contecidos en las esquinas de las calles y hacen cola en la oficina de empleo. Dictionary of Superstitions, Oxford, 1989.
42 Margaret Sputtford, Small Books and Pleasant Histories: Popular Fiction and its Rea-
Las ruinas humeantes son el indicio de Guemica o de los bombardeos alema-
nes sufridos por Londres; las máscaras de gas, de la Primera Guerra Mundial; dership in Seventeenth Century England, Cambridge, 1981, págs. 4, 29, 59, 247-249.
43 J. C. Holt, Robin Hood, Londres, 1982; Maurice Kem, The Outlaws of Medieval Legend,
las alambradas de púas y las chimeneas de ladrillo, de los campos de concen- Londres, 1961.
36 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 37

lario o un libro de cargo y data de la Casa Real. Si la literatura formara parte Estuardo y de Juana de Arco, 45 heroínas predestinadas por la novela gótica de
del estudio de la historia, los niños dispondrían de un conjunto de referencias la historia del siglo XIX, convertidas en figuras veneradas por jóvenes de
harto distinto cuando considerasen, digamos, la idea de la monarquía o la his- ambos sexos; o de Saladino, el gran protagonista de uno de los episodios épi-
toria de la familia nuclear. Frente a los panegíricos sobre el desarrollo de las cos que aparecían con mayor frecuencia en aquellos libros.
libertades constitucionales se pararían a pensar en el hecho de que en las pie- Las «antologías» de historia que vieron la luz el siglo XIX también corro-
zas históricas de Shakespeare apenas se menciona el Parlamento y que en El boraban la máxima de Sir Walter Scott, según la cual al público le causa
rey Juan no se dice ni una sola palabra sobre la Carta Magna. ¿No es Robin- mucha menos impresión la constatación del progreso que la del desastre.
son Crusoe un excelente punto de partida para estudiar el individualismo Tales antologías rebosan de episodios macabros y actos atroces. La Peste
inglés, la «cultura empresarial» o la colonización y los asentamientos ultra- Negra y el Gran Incendio de Londres son, junto con la conquista normanda,
marinos? ¿No serviría Black Beauty como texto para iniciarse en el estudio los grandes acontecimientos de la historia de la nación. El asesinato de los
de la cuestión de género y de clase en la Inglaterra del siglo xrx44 y como princesitos en la torre ocupa normalmente un capítulo entero, junto con un
un medio tan pertinente para abordar los «valores victorianos» como Auto- conmovedor grabado que los muestra pacíficamente dormidos. La revolución
ayuda, de Samuel Smiles? Si El progreso del peregrino ya no va a ser lectura francesa se describe como un gran guiñol, con las carretas que llevaban a los
obligatoria en las escuelas inglesas, ¿los historiadores no podrían pensar en condenados y la guillotina como una especie de apocalipsis de sangre. 46 Al
adoptarlo? menos desde el congreso celebrado en 1978 por Pasado y presente sobre «la
La memoria popular, si la estudiáramos tan detenidamente como los invención de la tradición» y la publicación de las influyentes colecciones de
archivos históricos de índole más convencional, fijándonos en las diversas ensayos de Hobsbawm y Ranger sobre el tema, los historiadores se han acos-
formas en que un relato se fragua en torno a un acontecimiento o personali- tumbrado a pensar en las conmemoraciones como un engaño, como algo que
dad concretos, quizá pusiera en cuestión la noción, tan cara a la «nueva ola» las elites gobernantes imponen a las clases subalternas. Son un arma de con-
de la historia social de la década de 1960 y 1970, de que la historia cumple trol social, un medio de generar consenso y de legitimar el status quo por
su vocación democrática cuando toma como objeto de investigación a la gen- referencia a una versión mitificada del pasado. Los críticos del patrimonio
te «corriente» y la vida «cotidiana». La memoria popular sugiere casi lo con- han seguido su ejemplo tratando la nostalgia como un equivalente contempo-
trario: lo que atrae el interés de oyentes, lectores y espectadores es el aconte- ráneo de lo que los marxistas dieron en llamar «falsa conciencia» y los exis-
cimiento asombroso y la personalidad que desafia los límites de la realidad; tencialistas, «mala fe»; se esfuerzan en mostrar las falacias que conllevan los
del mismo modo, el «amor verdadero» (como ha sostenido Carolyn Steed- proyectos de restauración y las múltiples formas en que la versión canónica
man) es la versión escapista de la historia que con toda probabilidad conquis- del pasado se esteriliza para eliminar de ella elemento perturbador alguno.
ta la imaginación de los adolescentes. Cuando la vida «corriente» atrae como Un enfoque más etnográfico, como el adoptado por la escuela de micro-
materia histórica acaso sea, como en la serie de televisión «Testigo del ayem, historia de Gotinga, quizá considerara la invención de la tradición como un
porque resulta, retrospectivamente, exótica. proceso antes que como un acontecimiento, y la memoria, incluso en sus
Las antologías de historia que vieron la luz en el siglo xrx, e incluso los silencios, como algo que las gentes construyen por su cuenta. En lugar de
libros elementales y los epítomes, a menudo parecen más apegadas a la centrarse en el teatro del Estado o en las figuras de la mitología nacional,
memoria popular que sus sucesoras. Sus páginas delatan sensibili- quizás entendiese más provechoso centrarse en las percepciones del pasado
dad ante la faz humana de la política, incluso la voluntad de personalizar que encuentran expresión en las opciones de la vida cotidiana.
cuanto en ellas se abordara, como en la prensa amarilla de hoy en día. La
noción de carácter poseía en ellas un peso enorme, y sus autores hurgaban
con entusiasmo en la vida privada de los monarcas. Estaban hambrientas de
anécdotas pintorescas y las cazaban al vuelo, tanto si eran apócrifas como si 45 Al azar, dentro de una extensa bibliografia, cabe hacer referencia al drama histórico

eran verdaderas. Les conmovía el espectáculo del sufrimiento, y en caso de María Estuardo, escrito en 1872 por Montcrieff; a una historia de bolsillo publicada en New-
castle en 1860; y a la Historia y vida de María Estuardo, publicada en la serie «Historia para
necesidad se mostraban dispuestas a tomar partido por los enemigos del país Jóvenes» de Clarke, 1850. Para un estudiante de Eton impactado por la reina, L. E. Jones,
si lo que estaba en juego era cuestión de honor: ese fue el caso de María A Victorian Boyhood, Londres, 1965.
46 Véase Valerie Chancellor, History for Their Masters, pág. 63, citando un libro de W. S.

Ross publicado en 1872: «La cuchilla rechinó al hundirse en la hermosa María Antonieta»,
escribía el autor; más adelante refería «la palidez de aquellos dulces labios» y los ilustres
44
Raphael Samuel, "Black Beauty", en Norma Clarke y Adam Lively, eds., Nineteenth bucles «empapados de sangre ... Cuando la cabeza de Luis cayó en el patíbulo con un golpe
Century Children :S Literature (próxima aparición). seco, Europa se despertó gritando de su truculenta ensoñación».
38 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 39

despertar el apetito del público por el pasado en mayor medida que el más
II. MANOS INVISIBLES ambicioso jefe de departamento. Incluso podría encontrarse espacio para
esos piratas de las excavaciones arqueológicas equipados con artilugios elec-
Si la historia se concibiera como una actividad en lugar de como una pro- trónicos, los detectores de metales, cuyos hallazgos han ayudado tanto a la
fesión, sus practicantes serían legión. Hoy en día bien podrían incluir -si ampliación del mapa de los asentamientos romano-británicos. 50
alguien se ocupara de cartografiar las fuentes de saber extraoficial- a los Incluso como género literario, la historia es obra de mil manos. Los
autores de ese nuevo y floreciente subgénero en el que los propios eruditos libros, las monografias y los artículos de las revistas especializadas se apoyan
han empezado a hacer sus pinitos: 47 la novela de intriga histórica. Pueden en un ejército de autores fantasmagóricos. Aparte de los indexadores, los
mencionarse los ejemplos de Peter Lovesey, el maestro de la novela de detec- correctores de estilo y los lectores de pruebas -y, en los viejos tiempos, de
tives victoriana, cuyas exploraciones del Londres de luz de gas se apoyan en los tipógrafos- sin los que un libro dificilmente podría existir, cabría aludir a
gran medida en descripciones decimonónicas de los bajos fondos, 48 o de Ellis las esposas de los eruditos, las cuales, aunque hayan leído cada frase del texto,
Peters, que en cada página de sus libros sobre Fray Cadfael introduce pince- seguramente sólo verán reconocido su trabajo mediante una simple mención
ladas de historia anglonormanda -por ejemplo, la «anarquía» del reinado de de agradecimiento. Un ejemplo de lo dicho es F. J. Fumivall, figura histórica
Esteban en la recientemente televisada Un cadáver de más- y recurre a de la filología y fundador de la Sociedad de Textos Ingleses Antiguos, que al
manuscritos iluminados para la portada de sus libros. 49 parecer se casó o trató de casarse no una sino dos veces en busca de una ama-
En toda arqueología de las fuentes extraoficiales de conocimiento históri- nuense, y que alistó a un pelotón de ayudantes femeninas en sus empresas
co, los animadores de los Picapiedra, la familia de la prehistoria que mostra- filológicas; 51 James Murray, especialista en la cultura y lengua sajonas y pri-
ba los rudimentos de la vida paleolítica a los espectadores de televisión de la mer director del Oxford English Dictionary, constituye otro. 52
década de 1960 y que ahora ha tenido el privilegio de protagonizar una pelí- En lo que hace a la década de 1920, las invisibles manos de Clío debe-
cula, merecen sin duda, como mínimo, un proxime accessit. Monologuistas rían incluir a los musicólogos empleados por el Proyecto Musical de la Iglesia
cómicos como Rowan Atkinson, cuya serie La víbora negra recreaba Tudor, que transcribieron las partituras catedralicias y examinaron cuidado-
momentos legendarios de la historia británica para deleite de una generación samente los archivos eclesiásticos en busca de manuscritos. 53 Probablemente
de adictos a la televisión, deberían ser objeto de tanta atención como el fueran también las de esas lectoras femeninas que Georges Gissing describe
detentador del trono regio. Habría que reconocer que los directores de los en New Grub Street, sepultadas en los rincones más oscuros del Museo Bri-
museos al aire libre y sus ingentes cuerpos administrativos han contribuido a tánico, trabajando como copistas en beneficio de los eruditos y los escrito-
res.54 Más diestras pero igualmente anónimas -sus nombres no aparecen ni
en la portada ni en las entradas individuales- fueron las jóvenes licenciadas
47
en historia, casi todas ellas medievalistas, que hicieron el trabajo de búsque-
John Bossy, Giordano Bruno and the Embassy Alfair, Londres, 1991 [ed. cast.: Giordano da en los archivos y de confección de fichas en los primeros años de la His-
Bruno y el caso de la embajada, trad. José Manuel Álvarez Flórez, Madrid, Anaya & Mario
Muchnik, 1994]. Hace mucho tiempo, en uno de sus típicos pasajes comprimidos pero resonan- toria del Condado de Victoria («unos cardos admirables», como las llamaba
tes, el filósofo e historiador R. G. Collingwood señaló las afinidades entre las tareas de investi- jocosamente J. H. Round, el amargado y viejo Tory* que les asignó dichas
gación y las historias de detectives de su época. R. G. Collingwood, The Idea of History,
Oxford, 1946.
48
La descripción de la afición a caminar que invadió la década de 1870 y que aparece en 50 Patrick Wright, "The Man with a Metal Detector", A Journey through Ruins: The Last

The Detective Wore Si/k Drawers, Londres, 1971, una de las mejores novelas de Lovesey, quizá Days ofLondon, Londres, 1991, págs. 139-151.
proceda de la pluma de James Greenwood o J. Ewing Ritchie. 51 «"Missy", como F. llama a la muchacha, es su amanuense y se dedica a labores de trans-
49
Las portadas de la serie de Fray Cadfael afirman que una porción de los beneficios se cripción; da también largos paseos junto a él y otras personas», escribió A. J. Munby a propósito
destina a la reconstrucción de la Abadía de Shrewsbury. He aquí una versión de los orígenes de de Eleanor Dalziel, la joven y hermosa doncella con la que Fumivall se casó en 1862. Derek
la serie: «En 1977, Peters, un aficionado de toda la vida a la historia de su terruño, empezó a Hudson, Munby: Man ofTwo Worlds, Londres, 1972, págs. 123-124. Veinte años después, Fur-
cavilar sobre un episodio histórico que incluía el traslado de los huesos de santa Winifred a la nivall abandonó a su mujer por su secretaria y colaboradora de veintiún años de edad, Teena
abadía de Shrewsbury. ¿Y si alguien hubiera aprovechado la ocasión para ocultar otro cuerpo? Rochfort-Smith. La historia de su trágico romance se relata en William Benzie, Dr. F. J. Furni-
¿Quién hubiera sido capaz de hacer tal cosa y por qué? ¿Quién sería capaz de descubrir el cri- vall: Victorian Scholar-Adventurer, Norman, Okla, 1983, págs. 29-31.
men? Y así nació Fray Cadfael, un hombre del renacimiento nacido en plena edad media que 52 Elizabeth Murray, Caught in a Web ofWords: James Murray and the Oxford English Dic-

daría sopas con onda al señor Holmes en un concurso de astucia y lucidez. Soldado, marinero, tionary, New Haven, 1977.
cruzado y amante, entrado en la vida monacal a edad tardía y por voluntad propia, este nativo 53 Claire Harman, Sylvia Townsend Warner: A Biography, Londres, 1991, págs. 38-43.

de Gales forma una pequeña compañía de monjes que se dirige a Gales para velar por las reli- 54 George Gissing, New Grub Street, Londres, 1891, capítulo 7.
quias de Winifred», ed. Lesley Henderson, Twentieth Century Crime and Mystery Writers, 3" * Tory es el nombre con el que se denomina aún hoy a quien pertenece o apoya al Partido
edición, Londres, 1991, pág. 849. Conservador Británico. Se considera que el término se introdujo en la política inglesa a raíz de la
40
RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 41
55
tareas). Por la misma regla de tres, un estudio sobre el medievalismo del los archivos administrativos de los condados constituyen una amenaza tan
siglo XIX que pretendiera hacer justicia a esas manos anónimas, no solo ten- grande para la investigación como los recortes en la financiación de los doc-
dría que referirse a la propaganda de Ruskin y Pugin y al trabajo de recons-
torados.
trucción eclesial de Morris y compañía, sino también a las costureras, objeto Los bibliógrafos también deberían incluirse entre las manos invisibles de
de breve estudio por parte de Roszicka Parker en La puntada subversiva, Clío. En parte por la revolución en las tecnologías de información, en parte
que confeccionaron los paños de los altares, los tapices y los bordados para por la multiplicación de especialidades, los últimos años han sido testigos de
los interiores de las iglesias nuevamente ritualizadas. 56
una explosión en lo que hace al número y a la envergadura de bibliografias,
Si la atención se centrara, tal y como debiera, en la infraestructura de la mientras que la fiebre por las antigüedades ha dado pábulo a una prolifera-
investigación y en todas las personas dedicadas a la confección de archivos y ción extraordinaria de guías y prontuarios dirigidos a coleccionistas. Hace
fuentes, habría que hablar de los paleógrafos, que ponen nombre a lo anóni- treinta años la bibliografia iba a la zaga de la investigación, cerrando filas
mo y fecha a lo que no la tiene; del personal de los archivos, que planifica el con la publicación ocasional de algunos libros de mérito, como la de escritos
cúmulo de solicitudes, el arriendo de los catálogos y los deseos de los solici- sobre la historia de Gran Bretaña promovida por la Real Sociedad de Histo-
tantes; de los catalogadores, que vuelven accesibles los fondos bibliotecarios ria; hoy en día los bibliógrafos suelen tomar la iniciativa, haciendo que los
al público lector; de los trabajadores del departamento de conservación, que recursos orientados al conocimiento se ocupen de materias y especialidades
obran milagros de reparación invisible.
que los investigadores no han tentado todavía: los volúmenes de Martin Hoyle
Los bibliotecarios, aunque en ocasiones se los trate como a los pobres sobre la historia de los jardines hacen al caso. 58
soldados de infantería de la profesión, tienen cierto derecho, hablando histó- Una definición más generosa de la profesión de historiador acaso incluye-
ricamente, a que se los considere sus estrategas. A veces realizan también ra al enorme ejército de coleccionistas que, en el campo de la cultura material
funciones de bibliógrafos, señalizando caminos vírgenes hasta entonces. Se o en el de la letra impresa, a menudo se han anticipado a los pasos que la eru-
comportan como honestos intermediarios cuando conciertan el traspaso de dición tomaría con posterioridad. En el siglo xvn cabría mencionar el ejemplo
una colección a manos públicas. Y a menudo han sido los protagonistas en de George Thomason, el librero de Londres que desde 1641 hasta 1662 formó
lo que hace a la historia local. El movimiento de la década de 1890 y 1900, una colección compuesta por unas 23.000 octavillas, pliegos y libros sobre
al que debemos una ingente cantidad de viejas fotografias y el registro topo- la Guerra Civil, afanándose en conseguirlos tan pronto como salían de la
gráfico de paisajes hoy en día desaparecidos, es un caso pertinente. 57 Al imprenta y encuadernándolos hasta reunir 1.983 volúmenes, que constituyen
parecer, los bibliotecarios de las ciudades y de las pedanías desempeñaron la gran obra de referencia de todos los comentarios sobre los Niveladores y
un papel crucial en la sustentación del movimiento; sus bibliotecas sirvieron los Cavadores escritos en el siglo xx; 59 el de Samuel Pepys, cuya colección de
como depósitos de las colecciones; mucho después, en las décadas de 1960 baladas y volantes en letra gótica, depositada en el Magdalene College de Cam-
y 1970, realizaron una labor de primer orden en su difusión en la esfera bridge, fue al parecer una de las fuentes de inspiración de la versión de Lord
pública, organizando exposiciones y publicaciones. El renacimiento que la Macaulay de «la historia desde abajo»; 60 y el de ese grupo de anticuarios rega-
historia local experimentó tras la posguerra fue animado de forma similar listas, como Thomas Hearne y Edward Rymer, que produjo las antologías en
por los archivos administrativos de los condados. Si hay motivo para preocu- las que bebieron varias generaciones de medievalistas. 61
parse por el futuro del saber histórico, el descuido de los servicios bibliote-
carios, la diseminación de las colecciones de historia local, la desaparición
del puesto de bibliotecario de historia local y la inminente reorganización de 58
Martin Hoyles, Gardening Books from 1560 to 1960, vol. I, Londres, 1994. Para 1995 se
anuncia un segundo volumen, dedicado al tema de la política en los libros de jardinería.
59
G. K. Fortescue, ed., Catalogue of the Thomason Collection, 2 vols., Londres, 1908. Al
parecer no fue hasta la explosión del interés por los niveladores -y del descubrimiento de los
crisis que suscitó la ley de exclusión de 1678-1681. Los Whigs eran partidarios de la exclusión
cavadores- a finales del siglo XIX que las octavillas de Thomason fueron objeto de atención.
de los tronos de Escocia, Inglaterra e Irlanda, de Jacobo de Cork, convertido al catolicismo,
G. P. Gooch, The History of English Democratic Ideas in the Seventeenth Century, Cambridge,
mientras que los Tories, conservadores y defensores de los intereses de los terratenientes, le apo-
yaban (N. de los t.). 1889, fue una obra pionera en este campo. En la década de 1850, cuando David Masson hizo
55 uso discreto de ellos para su espléndida vida de Milton, en el Museo Británico la colección de
Archivos Históricos del Condado de Victoria, correspondencia de J. H. Round con H. A.
Thomason se conocía como «las Octavillas Rey». David Masson, Lije of Milton, Londres,
Doubleday, 1900-1901. R. P. Pugh, "The Victoria County History, its Origin and Progress", en
1859, vol. 1, pág. 456.
Victoria County History, General Introduction, 1970, págs. 4-5; W. R. Powell, "J. Horace
Round", en Essex Archaeology and History, vol. 12, 1980, pág. 30.
6
° Catalogue of' the Pepys Library at Magdalene College. Cambridge, vol. III, Cambridge,
56
Roszicka Parker, The Subversive Stitch, Londres, 1984. 1980; The Pepys Ballads, ed. W. G. Day, Cambridge, 1987.
61
57 David C. Douglas, English Scholars, Londres, 1939, ofrece una exposición conmovedora
Para el movimiento «Examinar y archivam, véase la Parte V de este libro.
de esas vidas.

lit
42
RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 43

El descubrimiento de los materiales impresos de carácter efímero y su


John Johnson, cuya colección de materiales impresos de carácter efímero
incorporación a los fondos de biblioteca y a las exposiciones museísticas -un
-un millón de piezas individuales- ocupa un lugar de honor en la Biblioteca
fenómeno típico de la década de 1960- ha ampliado sensiblemente la noción
Bodleiana (por una ironía sintomática, los objetos desechados por la propia
de lo histórico, centrando el foco de la investigación en materias que antaño
institución en la década de 1930 fueron una de las fuentes principales de la
no se habrían considerado dignas. Se dice que el eminente historiador eduar-
colección), parece que era también perfectamente consciente del valor de su
diano Sir Paul Vinogradov exclamó: «¿Quién puede interesarse en una lista
tarea. Formado como egiptólogo, sabía que el más oscuro de los jeroglíficos
de la colada?», imprimiéndole a la expresión algo de ese desdén que Lady
podía transmutarse en hecho histórico sustancial. Su colección, reunida a lo
Bracknell muestra ante la idea de que alguien pueda nacer en una bolsa de
largo de un periodo de cuarenta años, es un totum revolutum que ilustra todas
viaje. Si tal condescendencia resulta hoy en día más extraña, es en parte por-
las fases de la historia de la letra impresa y el uso comercial del elemento
que la historia del feminismo y del movimiento gay ha situado los estudios
gráfico. La clasificación de los artículos en el momento de la cesión a la
sobre el cuerpo en la orden del día de la investigación de altos vuelos, y tam-
Biblioteca Bodleiana en 1968 prefigura algunas de las nuevas líneas de
bién porque la influencia de la fiebre por las antigüedades que se declaró en
investigación que se abrirían en años posteriores: la tanatología, por ejemplo,
la década de 1960 propició que la noción de lo coleccionable se extendiera
en apartados con encabezamientos como «muerte» y «funerario», o el ámbito
hasta los artefactos más humildes de la vida cotidiana.
de los estudios sobre el cuerpo, que sólo hoy en día han empezado a adquirir
Con frecuencia se acusa a los coleccionistas de ser personas obsesivas,
independencia. 64
urracas humanas o carroñeros que se precipitan indiscriminadamente sobre
Los estetas, más que los historiadores, son los responsables de forjar
cualquier objeto que pertenezca a su campo. Empero, como en el caso de los
nuestras nociones de «épocas». Así, el vocablo «Regencia», tan provechoso
Tradescant, cuyas curiosidades de historia natural fueron el núcleo original
para los autores de novela romántica de época y para los fabricantes de mue-
del Museo Ashmoleano de Oxford, 62 su impulsividad suele resultar profética.
bles de reproducción, al parecer nació como un neologismo empleado en la
Espigando en lo que otros se empeñan en tirar a la basura o condenan a la
década de 1920 por los decoradores de interior; sólo hoy en día, con el inte-
incineración, ellos han sido los verdaderos arquitectos de nuestras bibliote-
rés renovado por la Holland House Whiggery, los historiadores profesionales
cas, galerías y museos y, aunque sólo al segundo o tercer pase, los Svengalis
de la investigación histórica. han empezado a mostrar cierto interés por ocuparse de él. El gusto camp por
la época victoriana fue un deporte aristocrático -y una moda metropolitana-
Henry Willett, cuya colección de ornamentos para chimenea o figuras de
dos décadas antes de que los historiadores sociales se hicieran cargo de «las
Staffordshire es el orgullo del Museo de Brighton, era un educador del pue-
gentes de la época victoriana» y de los «valores victorianos». 65 Kenneth Clark
blo que se forjó a sí mismo como museólogo. Coleccionaba especímenes bio-
le dio expresión precoz al fenómeno en The Gothic Reviva! (1928); Cecil
lógicos y fósiles calizos con el mismo entusiasmo con el que atesoraba arte
industrial. Al parecer tenía clara conciencia de la importancia sociológica de
su colección de figuras de porcelana, y cuando la exhibió en público por vez su vida de las causas liberales, «por no decir radicales», era amigo de Richard Cobden, cuyos
primera, en 1879, las presentó como una especie de historia del pueblo: «En libros y textos donó a la biblioteca de consulta de Brighton en 1873. Ardiente partidario de la
las repisas de las chimeneas de las casas de campo inglesas se pueden encon- educación popular, encabezó lecturas públicas en el fórum al aire libre de Brighton, The Leve!.
Su primera pasión coleccionista fue la geología, y el primero de una serie de catálogos impre-
trar representaciones que sus residentes o sus antepasados admiraron, reve- sos a título privado databa de 1871 y versaba sobre fósiles cretáceos (el volumen estaba dedica-
renciaron y en las que creyeron; prueba de devoción acaso más cabal que la do a su amigo John Ruskin). Ecologista precoz, su siguiente aventura coleccionista se desarrolló
observancia religiosa externa y muestra de fe más sincera que las confesiones en el terreno de la historia natural; hasta encontró dinosaurios y los huesos de un iguanodonte
salidas de sus labios; una especie de supervivencia inconsciente de los lares y en Cuckfield, Sussex. La colección de cerámica de Willett, pensada como una ilustración de la
historia popular británica, incluía cantidades ingentes de objetos militares (una de las pasiones
penates de los antiguos». Más ambición y presciencia demostraba aún cuando más sorprendentes de Willett) y muestras tan recientes como las esculturas de yeso pintado rea-
decía a quienes visitaban su colección que la había reunido «para ilustrar el lizadas por Randolph Caldecott, el conocido ilustrador de Punch, con motivo del caso Tichborne.
principio, o más bien el desarrollo de la noción, que afirma que la Historia de Stella Beddoe, "Henry Willett (1823-1905): Brighton's Major Benefactor", Brighton Museum,
un País se puede rastrear en su cerámica casera». 63 octubre de 1933.
64
The John Johnson Collection. Catalogue of an Exhibition, ed. Michael L. Turner, Oxford,
1971. Tom Laqueur, "The John Johnson Collection in Oxford", History Workshop Journal, 4,
otoño, 1977; Louis James, Print and the People, 1819-1951, Londres, 1976, se apoya a placer
62 en la colección.
Mea Allan, The Tradescants, Their Flowers, Gardens and Museum, 1570-1667, Londres, 65
1964. Sobre la fiebre victoriana de los primeros años treinta, Robert Graves y AJan Hodge, The
63 Long Week-End: A Social History ofGreat Britain, 1918-1939, Londres, 1950; sobre la fiebre
Henry Willett, 1ntroductory Catalogue of the Collection of Pottery and Porcelain in the
victoriana y los Bright Young Things, Christopher Sykes, Evelyn Waugh, A Biography, Har-
Brighton Museum lent by Henry Willett, Brighton, 1879, pág. 3. Willett, defensor durante toda
mondsworth, 1977.
44 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 45

Beaton y la bohemia de alto copete de la década de 1920 experimentaron con gin. 10 «A Coming of Age in the Olden Times», de W. P. Frith -un lienzo
él en sus sofisticadas fiestas de disfraces; John Betjeman, pionero de los via- repleto de personajes que muestra a un hacendado isabelino rodeado por una
jes en el tiempo rumbo a épocas arrinconadas u olvidadas, les dio un anticipo bandada de mujeres pertenecientes a su jubiloso arrendamiento, del que el
a sus lectores del Daily Herald; 66 mientras en Late Joys, convirtiendo una Gremio de Artistas, en 1852, extrajo la plancha «An English Merry Making
manida petulancia literaria en una especie de arte performance de gusto in the Olden Times»- fue una de las estampas más populares de la era victo-
camp, Leonard Sachs empezó a montar el Music Hall Victoriano de los Vie- riana.71 Las recuperaciones «arqueológicas» de Shakespeare, como las de
jos Tiempos. 67 En época más reciente, el resurgimiento del Art Deco que se Charles Kean, 72 y los grabados de madera de John Gilbert (831 en total) para
produjo en la década de 1960 y el dinámico negocio de los juegos de té de el Shakespeare de Boydel, «una de las obras ilustradas más memorables de
Clarice Cliff han sido algunas de las influencias subliminales que han refor- Inglaterra», formó una idea típicamente victoriana de la época isabelina que
zado los argumentos de esos historiadores revisionistas que subrayan la se ha mostrado extremadamente tenaz. 73 Pero lo que contribuyó con mayor
modernidad de la Gran Bretaña de entreguerras frente a su conservadurismo fuerza a despertar el apetito por lo isabelino fueron los volúmenes del arqui-
ancien régime. tecto John Nash, discípulo de Pugin. Sus Mansiones históricas, publicadas
Los ilustradores arqueológicos y anticuarios, como los que adornaban las entre 1840 y 1844, y sus Residencias nobles de Inglaterra elevaron las casas
guías de finales del siglo XVIII, fueron los avatares del medievalismo victoria- señoriales al pináculo de la estima romántica y convirtieron a lo isabelino en
no, y convirtieron los coros desnudos y arruinados de las ruinas monásticas lucero del alba de los indígenas. 74
en un espectáculo tan familiar como las casas señoriales. Thomas Pennant, Otro banco de datos al que todo intento de elaborar una genealogía o
anticipándose al descubrimiento de la geología y a la invención de la prehis- arqueología de las fuentes extraoficiales del conocimiento histórico debería
toria, mandó ilustrar su texto con dibujos de megalitos. 68 Más adelante, los prestar atención sería la música. Las primeras historias, tanto en la Europa
ilustradores anticuarios se contaron entre los popularizadores más eficaces medieval como en la antigua Grecia, fueron las baladas, las cuales, a partir de
del medievalismo romántico de Sir Walter Scott. Constituyeron el centro de Ulises, convirtieron a los simples mortales en dioses y héroes. También sirvie-
atención de obras tan influyentes como Monumentos sepulcrales de Gran Bre- ron como memoriales de guerra, en el caso de la batalla de Roncesvalles y
taña (1786-1799), de Gough, o Efigies monumentales, de Stothard. 69 Cuando acaso también en la de Maldon, otorgando una cualidad épica a lo que en el
los eclesiólogos de la Sociedad Camden iniciaron su campaña de propaganda suceso de origen quizás fuera una escaramuza relativamente menor. Las bala-
para promover el regreso al mobiliario eclesiástico de la Alta Edad Media, das sirvieron como instrumentos mnemotécnicos en los recitados de genealo-
recurrieron con asiduidad a sus servicios. Las historias de condados elabora- gía y (según las consideraciones de John Aubrey) en el conocimiento de la
das a principios y mediados del siglo XIX llevaban también su huella, mien-
tras que las transacciones de las Sociedades de Registro realizadas en las
décadas de 1850 y 1860 concedían gran importancia a sus grabados de fuentes,
70 Para un estudio breve y excelente del gusto victoriano por lo isabelino, Alun Howkins,
naves y efigies.
"The Discovery of Rural England", en Robert Colls y Philip Dodd, eds., Englishness, Politics
Los ilustradores populares también desempeñaron un papel crucial en and Culture, 1880-1920, Londres, 1986, págs. 70-71; Georgina Boyes, The Imagined Vil/age:
el gusto por lo isabelino que se impuso a mediados de la época victoriana y Culture, Ideology and the English Folk Reviva!, Manchester, 1993, págs. 34-35, 39, 70-71, para
en la invención de una «Alegre Inglaterra» de índole más protestante (y nacio- fases posteriores de la recuperación de lo isabelino. Sobre su influencia en la arquitectura,
Mark Girouard, The Victorian Country House, Oxford, 1971, págs. 33-35, 55, 65. Sobre el
nalista) frente a la Inglaterra medieval descrita por Cobbett, Carlyle y Pu-
ámbito de la tipografia, Cyril Baxter, "Andrew Tuer and the Leadenhall Press", Print in Britain,
XI/8, diciembre de 1963, págs. 31-32; sobre la reinvención de antiguos tipos ingleses de letra,
Talbot Baines Reed, A History of Old English Letter Foundries, Londres, 1952, pág. 249. El
instituto St. Bride posee algunas muestras de espectáculos de "Ye Olde Englishe Fayre", organi-
66
Bevis Hillier, Young Betjeman, Londres, 1989. zados con fines caritativos en la década de 1880, que daban una importancia excepcional a sus
67
Archie Harradine, "The Story of the Players' Theatre", en Late Joys, Londres, 1943. Con- tipos ingleses de letra. La Sociedad Holbein de reimpresión de facsímiles (el primero se publicó
cebido en origen por Peter Ridgeway e inspirado en los tiempos de la Regencia, el Player's The- en 1876) también ayudó a propagar los encantos de la letra Tudor.
atre intentaba volver a capturar el sabor de los reservados galantes de la década de 1830, pero 71
Hilary Guise, Great Victorian Engravings, A Col/ector's Guide, Londres, 1980, pág. 8.
acabó convirtiéndose en un pastiche de la revista musical de finales de la era victoriana. 72
Sobre recuperaciones «arqueológicas» de Shakespeare en las décadas de 1840 y 1850,
68
Glyn Daniel, A Hundred and Fifty Years ofBritish Archeology, Londres, 1975, págs. 30-31. Michael Booth, Victorian Spectacu/ar Theatre, 1850-1910, Londres, 1982, págs. 34-35, 47-59;
John Michel, Megalithomania: Artists, Antiquarians and Archeologists at the Old Stone Monu- J. W Cole, The Lije and Theatrical Times ofCharles Kean, Londres, 1859.
73
ments, Londres, 1983. Sobre Gilbert, Forest Reid, Illustrators of the 1860s, Nueva York, 1975, págs. 20-23;
69
Charles Alfred Stothard, The Monumental Effigies of Great Britain, Londres, 1811-1833. Edward Hodnett, Five Centuries of English Book /llustration, Aldershot, 1988, págs. 123-125;
Thomas Stothard, el padre de Charles Alfred, era un pintor destacado de temas medievales y John Jackson, A Treatise on Wood Engraving, Londres, 1861, pág. 561.
74
desempeñó un papel crucial en la difusión de los tapices de Bayeux en Gran Bretaña. Michael Twyman, Lithographers, 1800-1850, Oxford, 1970, págs. 213-217.
46 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 47

historia dinástica. También pudieron ser -si se aceptan las lecturas radicales Entre los vasallos de Clío también habría que incluir a los que trabajaron
de la leyenda de Robin Hood- depositarias de lo que el profesor Tawney llamó como guardianes de la memoria visual en la representación pictórica del
una vez «el comunismo sin doctrina de las aldeas de los campos abiertos». pasado. Cabría citar como ejemplo a esas damas anónimas -según algunos
Desde un punto de vista historiográfico, uno de los ejemplos más notables comentaristas, anglosajonas y vinculadas a la abadía de San Agustín, en Can-
del poder de las baladas, en lo que hace a la formación de la conciencia y a la terbury, más que a un monasterio francés o a la corte de Guillermo el Con-
creación de un relato histórico, fue el de los jacobitas, que se ganaron en gran quistador- que tejieron el Tapiz de Bayeux, relato visual incomparable; o a
medida el puesto que ocupan en la historia merced a las canciones de Lady los pintores eclesiásticos que convirtieron la historia sagrada en vitrales y
Nairne. Escritas y compuestas en la década de 1820 --cénit del romanticismo frescos; o a los grabadores heráldicos que inscribieron el escudo de armas de
paneuropeo y momento de la puesta de largo de los tartanes de las Tierras las familias en sellos, insignias y torreones fortificados. En el punto de con-
Altas escocesas- las canciones convirtieron la batalla de Culloden en unas vergencia entre lo sacro y lo secular, el lugar de honor corresponde a los ala-
modernas Termópilas y transformaron a Carlos Estuardo en un romántico fu- rifes, tallistas y plateros que crearon para las iglesias estatuas de un realismo
gitivo (Sir Harold Boulton escribió «Por los mares hasta Skye» en 1908). En extraordinario -una especie de museo medieval de Madame Tussaut, como
la actualidad .la música se antoja como un significante aún más poderoso. las ha descrito un comentarista- y que reprodujeron, en las misericordias,
«The White Cliffs of Dover» se ha consolidado como una especie de himno escenas de la vida lugareña. También debería mencionarse a los miembros de
nacional alternativo en todo relato sobre la Gran Bretaña de la Segunda Gue- los gremios artesanos, encargados de la producción e interpretación de los
rra Mundial; no deja de resultar sintomático que en la última y polémica cele- autos, de los misterios y de esos dramas populares y pasos de carnaval que en
bración del cincuentenario del Día D no fueran la reina ni el primer ministro la Alta Edad Media convirtieron los ritos ciudadanos en teatro de calle y anti-
quienes hablaran en honor de los soldados caídos, sino la cantante Dame Vera ciparon la escena isabelina.
Lynn. En el caso de los devotos de Casablanca, una interpretación de «As En la Edad Media la conservación de la memoria, por emular las admira-
Time Goes By» cantada con voz ronca evoca recuerdos agridulces de la resis- bles páginas escritas al respecto por Marc Bloch en La sociedad feudal o el
tencia antifascista. «Adiós Dolly Gray» se ha hecho célebre como una especie examen más extenso y complejo de la obra de M. T. Clanchy sobre la transi-
de melodía identificativa de la Guerra de los Bóer; y al parecer ya era así en ción que lleva de la cultura oral al registro escrito, era una actividad pública
1931, cuando N oel Coward la adaptó para la saga familiar inglesa de Cabal- de la que participaba casi todo el mundo, aunque sólo fuera como testigo o
gata. En Francia parece que El tiempo de las cerezas desempeñó un papel -en el caso del exemplum del sermón- como oyente silencioso. Este era
similar para quienes deseaban honrar a los mártires de la Comuna de Paris. sobre todo el caso en lo que hacía a asuntos de costumbres y leyes, en los
La música también ha colaborado en la efervescencia de las ansias de cuales, incluso tras el advenimiento de los documentos escritos, se otorgaba
resurrección propia de nuestra época. La interpretación de música barroca y especial crédito al testimonio de los ancianos. Por otra parte, estaban los
el empleo de instrumentos originales, iniciado por un pequeño grupo de miembros de las fraternidades y ligas parroquiales que cuidaban de los libri
arqueólogos musicales en la década de 1950, estuvo en condiciones de contar memoriales y oraciones por los difuntos; los que dramatizaban historias
con un circuito de conciertos alternativo en la década de 1960; hoy en día
bíblicas en las festividades litúrgicas; y el ingente número de los que daban
tales interpretaciones pueden llenar el Royal Albert Hall. La restauración de
crédito a las historias milagrosas postrándose ante las reliquias de los santos
bandas sonoras de películas antiguas -empezando por la experiencia mega-
y los mártires.
musical del Napoleón exhumado de Abel Gance- es otro ejemplo imitado
En lo que hace al siglo XIX, cuando la historia descolló como un gran arte
con asiduidad, mientras en la música rock los revivals se mezclan en tal
público y sus practicantes más aventajados disfrutaron del estatus de hombre
medida con la creación de música nueva que a menudo es imposible saber
de letras -si no a la par con los poetas, al menos por encima de los novelis-
dónde acaba el corte antiguo y dónde empieza el nuevo.
tas-, la atención debería centrarse en esas nuevas formas literarias que dejaron
Toda consideración sobre la historia que la entienda como una forma de
su impronta en el trabajo de los historiadores y marcaron el rumbo de su
conocimiento social deberá admitir el carácter abigarrado de su curso y cele-
brarlo. En la Edad Media -escribe R. W Southern en su estudio sobre el investigación. Sir Walter Scott, con sus héroes antiheroicos, sus escenas de la
resurgimiento histórico acontecido durante el siglo XII- la historiografía abarcó vida cotidiana y sus coqueteos con las hablas populares y regionales, sería uno
a todos aquellos consagrados al proceso de recopilar y ordenar fueros, trans- de los grandes arquitectos del realismo histórico, mientras que en el extremo
cribir documentos, estudiar las inscripciones y los edificios monásticos, reu- opuesto la atención debería dirigirse al submundo literario, en el que los gace-
nir textos antiguos, escribir la historia de los predios, compilar crónicas y tilleros mal pagados que relataban aparatosamente hazañas históricas para las
vidas de santos. Por cada obra que ha llegado íntegra hasta nosotros hay revistas juveniles que se publicaban una vez al mes, el maestro de escuela
miles de fragmentos desperdigados. menesteroso que redactaba biografías heroicas para los libros que se daban
48 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 49

como premio en las escuelas dominicales y la mujer de letras que trataba de abarrotan los archivos administrativos. Vivimos -Teatros de la memoria espera
hacerse un hueco en la historia de la filantropía o de la difusión de conoci- demostrarlo- en una cultura histórica en expansión, en la que el trabajo de
mientos útiles sobrellevaban una existencia precaria. investigación y recuperación se extiende progresivamente a toda clase de esfe-
No menos pertinente para la conciencia histórica del siglo XIX sería ese ras que en el pasado se hubieran considerado indignas de consideración, y en la
pequeño ejército de educadores populares que por medio de exposiciones y que todos los nuevos órdenes de documentación resultan relevantes.
lecturas públicas o guías y libros elementales convirtieron la Gran Bretaña Toda noción más pluralista de la profesión histórica, o que al menos guar-
del siglo XIX en un escaparate de historia natural, «fosilizando» cuando iban de el respeto debido a esos subalternos sin los que las empresas históricas se
de vacaciones a la costa, «arqueologizando» o «geologizando» cuando visita- irian a pique, debe otorgar algún espacio, como sostengo en los capítulos
ban emplazamientos históricos, coleccionando muestras de flora y fauna cuan- dedicados al «descubrimiento» de fotografías del pasado, a los documentalis-
do se daban un paseo por el campo e instalando museos de historia natural en tas fotográficos, nueva raza de cliógrafos que debe su existencia a la revolu-
su casa. Una genealogía abarcaría desde el hacendado obsesionado por el ción foto-litográfica de la década de 1960, en lo que hace a las publicaciones
pedigrí hasta el cantero o lanero educado a sí mismo, que todas las semanas históricas de índole popular, o a esos libros de sobremesa y suplementos
recaba las columnas del periódico y las publicaciones periódicas, bien por dominicales en color que han sido el principal medio de reproducción de la
sus descubrimientos literarios y biográficos, bien porque proporcionaban fotografía «antigua». Luego están los técnicos de televisión encargados de sin-
bases para la investigación local. 75 Los numismáticos, como el gran Roach cronizar la imagen y el sonido de los docudramas televisivos, los autores de
Smith de Londres, hombre de negocios que contribuyó a fundar un museo guiones que adaptan clásicos de la literatura, los archivistas cinematográficos
romano y a publicar una pequeña biblioteca de estudios romano-británicos a que seleccionan y empalman materiales de películas de antaño, las compañías
partir de los residuos hallados por los albañiles, pueden considerarse, retros- independientes que pujan por la franja horaria de Timewatch. En otra esfera,
pectivamente, como archivistas al servicio del futuro; 76 y lo mismo cabe decir en la que los proyectos de tipo «amateur» han transformado el mapa del cono-
de esas sociedades botánicas formadas por trabajadores y naturalistas de cimiento, la historia familiar ha dado lugar a una industria ingente, con un
sábado por la tarde, cuyas alegrías incluyeron el descubrimiento de restos extravagante banco de datos en un extremo del espectro: el IGI (Índice Genea-
prehistóricos. lógico Internacional), archivo de almas difuntas financiado por los mormones
Hoy en día la historia ya no se considera una rama de la literatura, aunque que constituye la primera escala de los que buscan a sus antepasados.
sólo sea porque los propios historiadores albergan otras ambiciones, como vin- Una de las incorporaciones más destacadas a las filas de los guardianes
cular su trabajo con la «teoría» o cuantificar sus hallazgos al modo de la cien- de la memoria británicos -o al notable aumento que han experimentado en
cia. Ya no existe, como existió en el siglo XIX, una escuela histórica de pintura. tiempos recientes- ha sido la multiplicación de minimuseos y de conservado-
La conservación de la memoria es una función que se asigna paulatinamente a res de colecciones propias surgidos al abrigo de la filosofía del «amateuris-
los medios electrónicos, mientras la conciencia actual del artificio de la repre- mo». Las firmas comerciales, animadas por algún aficionado que forma parte
sentación proyecta una sombra de sospecha sobre la documentación del pasado. de la plantilla (a menudo, al parecer, el Director), han echado mano de tales
Empero, la historia como actividad masiva -o en todo caso como pasatiempo- recursos para presentarse ante sus clientes, colocando vitrinas en la zona de
posiblemente no haya tenido nunca más adeptos que en el presente, en el que el recepción. La conversión de los hogares en una especie de santuario histórico
espectáculo del pasado despierta el tipo de atención que otras épocas prestaron en miniatura es aún más habitual, con viejas fotografías -ampliadas y enmar-
a lo nuevo. La conservación, aparte de las dudas que suscita la noción de cadas- que hacen las veces de retratos de familia y ardillas victorianas de
«patrimonio histórico», es uno de los grandes movimientos sociales y estéticos peluche que sirven como reliquias familiares de pega. También habría que
de nuestro tiempo. Los investigadores de las sociedades de historia familiar aludir a las legiones de cazadores de gangas que con sus incursiones en mer-
cadillos y toda clase de puestos de compraventa han creado nuevas categorías
de objetos coleccionables o han confeccionado los archivos del futuro con los
75
W. J. Thomas, "Gossip of an Old Brookworm", Nineteenth Century, 1881, para notas materiales efímeros del presente. El Museo de Walsall descubrió docenas de
autobiográficas escritas por el fundador de Notes and Queries (el mismo hombre que acuñó el
término "folk-lore"). ellos en 1991, cuando organizó su primer «Festival de Exposiciones Popula-
76
Charles Roach Smith, Catalogue of the Museum of London Antiquities, Londres, 1854; res», invitando a los coleccionistas de la zona a ocupar las salas del museo.
Illustrations of Roman London, Londres, 1859; Collectanea Antiqua, 7 vo1s., 1848-1880. Las Los «objetos de coleccionismo» desplegaron su enorme diversidad, empezan-
Retrospections de Smith combinan remembranzas de sus correrías y amistades con comentarios
sobre restos romanos. Brian Hobley, "Charles Roach Smith (1807-1890): Pioneering Archeolo-
do por el músico de jazz veterano y su colección de baterías antiguas y aca-
gist", en The London Archaeologist, vol. XIII, n" 22, 1975, págs. 328-333. Hay una escueta bando por la cultura de dormitorio de los adolescentes y sus colecciones de
referencia a Roach Smith en The Amateur and the Professional, de Philippa Levine. bufandas de fútbol, fanzines o Madonnas.
50 RAPHAEL SAMUEL
INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 51

THE.
111. IMÁGENES
ff!'/J/1/'LAI.
SLJIVIIVIER "1994 Una historiografia que se cuidase de las sombras de la memoria -esas

s7if
Venues al/ over Britain are holding a "Peoples Show" inviting local imágenes dormidas que aparecen de improviso y actúan como centinelas fan-
peoples collections in to the exhibitions tasmagóricos de nuestro pensamiento- prestaría tanta atención a las imáge-
<'l. Over 5,000 collections will be on display nes como a los manuscritos o a los materiales impresos. Lo visual nos provee
(] t\.( \. - - ....,-.._.__
de nuestro repertorio de figuras, de nuestros puntos de referencia sublimina-
les, de nuestros interlocutores tácitos. Cuando pensamos en los políticos del
(>
siglo xvm vemos al Wilkes de Hogarth. La peste bubónica pone en danza a
esqueletos. La guerra de Crimea es Florence Nightingale con su lámpara. La
retirada de Moscú es Napoleón cabalgando cabizbajo. El vikingo es un hom-
bre que desembarca de un drakkar y camina por el agua hasta llegar a tierra;

_,.,_\
Spnnglxln
Glai" ' LEEOS
porta un casco con cuernos en la cabeza y blande una espada de doble filo en
F'knl< t:=
Abbey Hou$a Museum
la mano derecha: está presto para saquear el pueblo. 77 Asimismo, dentro de
Ttt.wade Milis Mvsoum una tradición iconográfica manida, la imagen de los antiguos britanos que
acude a la mente es la de un cavernícola empuñando un garrote, con el pelo
largo, el pecho al aire y protegido del frío únicamente por un sarong primitivo.
\ Stuart Piggott cuenta en Ruinas en un paisaje que las primeras representacio-
nes visuales de los antiguos britanos datan aproximadamente de 1575, cuan-
do un holandés, Lucas de Heere, en una descripción de Gran Bretaña, dibujó
1 ara.ster LONOON a un par de hombres desnudos con aspecto de salvajes, tatuados o pintados
MUS8um eHarro;ale The Museurn d Londoo
Museum&Arl 1""Y H a MUS&l.lm con glasto, portando escudos oblongos, lanzas y una espada. 78
11tWnpttlord"
Bra.dlHa • lslíngton MlJS&\In
El estudio de la iconografia bélica desde el punto de vista de las fuentes
lndwrr¡ MUSNnof R.lchmofld

'4 -"'--"-"' visuales que nutren a la conciencia histórica seria especialmente provechoso.
ec......a..._-...
Los murales que conmemoran victorias célebres, como los que se encuentran en
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Topporary 8ass Muutm el Valle de los Reyes, y los vasos pintados que encomian a reyes legendarios, se

-y. . . . . !
• S. R Musoum welshpool ordVa/Jey Ctílt'Jtre
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cuentan entre los primeros documentos históricos, mientras que los memoriales
& Ha.rbotooghHitborougfiMuseu
de guerra constituyen una de las artes públicas más antiguas. El Tapiz de
C.IPdigt011 fotMch pa e Oaventry MusBU'n
HO..IOid. tmiBgB2Mtro ,
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Bayeux (redescubierto por Napoleón) es seguramente lo que acude al ánimo de
Muuum & Att Gallfry •Museum & Rural Lile

.SI Albano Muuum../


más gente cuando piensa en la conquista normanda; nuestra idea de las cruza-
HoghWy<om! • d das no debe menos a las efigies monumentales y a la estatuaria eclesiástica (el
...,.• .;:, \ . Ana.Jlory """""
redescubrimiento decimonónico de los caballeros templarios parece ser respon-
sable del cliché visual que cubre con un manto la armadura del cruzado). 79
Walsall
77
Véase las brillantes ilustraciones de Victor Ambrus para R. J. Unstead, The Story of Bri-
tain: Befare the Norman Conquest, Londres, 1971.
78
Stuart Piggott, Ruins in a Landscape: Essays in Antiquarism, Edimburgo, 1976, págs. 66-
67. Piggott señala que los dibujos guardaban estrecha semejanza con otros de la misma época
Festival de Exposiciones Populares. Verano de 1994. Museos repartidos por toda Gran Bretaña que representaban a nativos americanos. John White, que acompañó a Sir Walter Raleigh en la
acogen esta «Exposición Popular», en la que se exhiben los tesoros reunidos por más de 5.000 expedición a Virginia de 1585, no sólo dibujó nativos americanos, sino también una serie de
coleccionistas particulares. Walsall, Ocio para todos. antiguos britones, pictos y «Vecinos de los pictos» cuyas características estaban hondamente
influidas por las gentes del Nuevo Mundo que había visto y dibujado. lbíd., pág. 67.
79
Sobre el redescubrimiento decimonónico de los Caballeros templarios, James Stevens
Curl, The Art and Architecture ofFreemasonry, Londres, 1992.
53
INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL
52 RAPHAEL SAMUEL

comienzos de la Edad Moderna le dio una nueva vida; la doncella Marian


La mitificación romántica de la guerra durante el siglo XIX -un asunto en -figura capital en las cuestaciones de guardabosques y en las colectas domi-
busca de historiador- fue propiciada en gran medida por la obra de los ilus- nicales para hospitales del siglo XIX- al parecer fue una invención de algunos
tradores históricos y por el gusto por las antigüedades militares propagado organizadores parroquianos de Juegos de Mayo del siglo XVI, que pensaron
por Sir Walter Scott, logro este último que despertó un fervor paneuropeo. El que la historia de Robin Hood luciría más si se la convertía en una obra sobre
caballero con cota de malla, montado a caballo y con su gallardete apuntando amores de juventud. 86 En una vena más carnavalesca debería hacerse men-
al cielo, era una figura heroica de la estatuaria pública (Ricardo Corazón de ción de los diablos encarnados de la imaginación popular: en primer lugar, el
León en el exterior del palacio de Westminster80 y el Príncipe Negro en la Papa, y en segundo lugar, Guy Fawkes, cuya efigie se quema todos los años
Plaza de la Ciudad de Leeds son dos ejemplos célebres). Los grabados de en una hoguera conmemorativa.
87

batallas navales fueron otra debilidad del siglo XIX, por ejemplo en los pubs, ¿Cuántas veces no habrá servido lo visual de acicate para la investigación
donde temas marítimos como las ilustraciones realizadas por Horace Harral histórica? Un ejemplo famoso, aunque quizás apócrifo, es el de Edward Gib-
para la Vida de Nelson de Southey competían con estampas de caza y de bon, el cual, según su propio examen retrospectivo, se embarcó en su Histo-
carreras ecuestres. 81 En los jardines de recreo, como el de Belle Vue (Man- ria de la decadencia y caída del imperio romano movido por el espectáculo
chester), había también espectáculos pirotécnicos de «historia viva», suerte de las ruinas del Coliseo.88 Un ejemplo más reciente sería el de Philippe
de epopeya hollywoodiense por adelantado en la que, con ayuda del arte del Aries, cuyas investigaciones en la historia de la infancia fueron inspiradas, a
polvorista, se simbolizaba el levantamiento del sitio de Gibraltar y se volvía a lo que parece, por un retrato de Luis XIII pintado cuando era un niño de siete
89
librar la batalla de Trafalgar. 82 años pero en el que se lo representa con aspecto de adulto. Y al parecer fue
En la Edad Media el espectáculo desempeñó un papel fundamental en la el espectáculo de Pere Lachaise y de esas migraciones de noviembre que lle-
propagación de la historia sagrada. De ahí el teatro callejero de las procesio- van «tanto en las ciudades como en el campo» a bandadas de peregrinos hasta
nes del Corpus Christi, con sus banderas, tabernáculos y cruces,83 y los esce- los cementerios lo que le incitó a emprender las investigaciones tanatológicas
90
narios ambulantes al aire libre, donde se interpretaban los autos y misterios y que el cabo dieron como fruto El hombre ante la muerte. Ruth Richardson,
se re-presentaba la Pasión. 84 La historia legendaria se propagaba de forma cuya La muerte, la disección y la indigencia ha dado un sorprendente giro a
análoga. La procesión de Gog-Magog que tiene lugar en Londres y celebra a los debates sobre la Nueva Ley de Pobres, atribuye el origen de su interés
los gigantes que supuestamente fueron los padres fundadores de la ciudad es vital al respecto a las «aterradoras» xilografias de la Peste Negra que vio en
un ejemplo conocido. 85 Luego estaban las manifestaciones públicas y organi- un libro cuando contaba tres años, uno antes de aprender a leer. (El volumen
zadas al aire libre por los gremios de artesanos, como la procesión de los car- en cuestión era La Peste Negra de Johaanes Nohl, traducido del alemán y en
91
dadores el día de San Bias o las celebraciones del día de San Crispín por parte cuyo frontispicio figura un esqueleto que guía un carruaje.)
de los zapateros, que al parecer tienen su origen en un ritual ciudadano. Aun- Siguiendo otros vericuetos, sería instructivo inquirir en el papel desempe-
que los orígenes de Robin Hood se encuentran en una balada medieval, el ñado por los ilustradores topográficos en la ordenación y el fomento de los
desarrollo de los ceremoniales y rituales ciudadanos a finales del Medievo y impulsos preservacionistas y las querencias historicistas. La corografia, nom-
bre isabelino de la topografia y descripción de un lugar, fue una de las prime-
ras formas de historia local. 92 Los propios mapas, compuestos de imágenes y
80
Benedict Read, Victorian Sculpture, Londres, 1983, págs. 13, 59,31-34. Para una reseña
contemporánea de "Richard Coeur de Lion", de Maruchets, The Times, 15 de enero de 1862.
81
John Jackson, A Treatise on Wood Engraving, Londres, 1861, pág. 583.
82
El «Gran Panorama Peristrófico Histórico» de Marshall de los Jardines de Primavera, 86
R. B. Dobson y J. Taylor, Rymes of Robin Hood: an lntroduction to the English Outlaw,
Lambeth, fue una muestra precoz de estas extravagancias. Empleaba imágenes móviles y un Londres, 1976, págs. 39-42, 147, 209,223-236.
espectáculo de luces para representar las diferentes fases de la batalla de Trafalgar, seguidas por 87
O. W. Furtley, "The Pope-Burning Processions of the late 17th Century", History 45,
una serie de estampas de la batalla de Waterloo. Véase Horace Wellbeloved, London Lions for 1959, págs. 16-23. Véase Roger Tilley, Playing Cards, Londres, 1967, págs. 103-105 para los
Country Cousins ... A Display of Metropolitan lmprovements, Londres, 1826, págs. 57-58. Para naipes de «No al papismo» en 1678-1681.
una historia extraordinaria de los dioramas, cosmoramas y espectáculos pirotécnicos de 88 The Autobiography of Edward Gibbon.
comienzos de la era victoriana, R. D. Altick, The Shows ofLondon, Cambridge, Mass., 1978. 89 Philippe Aries, Centuries ofChildhood, Londres, 1962, págs. 52-53, 66 y ss. [ed. cast.:
83
Miri Rubin, Corpus Christi: The Eucharist in Late Medieval Culture, Cambridge, 1991. El niño y la vida familiar en el antiguo régimen, Madrid, Taurus, 1987].
"' Glynne Wickham, Early English Stages, vol. 1, Londres, 1959, ofrece un examen sober- 90 Philippe Aries, The Hour of Our Death, Harmondsworth, 1981 [ed. cast.: El hombre ante
bio; los dos volúmenes siguientes versan sobre la historia de la escena procesional hasta el tea- la muerte, trad. Mauro Armiño, Madrid, Taurus, 1999].
tro Bankside del Londres shakesperiano y allende. Véase también Richard Southern, The Seven 91 Ruth Richardson, en conversación con el autor, abril de 1994.
Ages ofTheatre, Londres, 1962. 92 Helgerson señala que así como las «historias» isabelinas consistían en una crónica de los
85
Frederick W. Fairholt, Gog and Magog. The Giants in Guildhall, Their Real and Legen- reyes y de su descendencia, los corógrafos ofrecían una Inglaterra de condados, pueblos, aldeas
dary History, Londres, 1859.
54 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 55

a menudo embellecidos con blasones provinciales y dibujos de casas señoria- se a la obsesión por los druidas, y como lo fue de esos viajeros pintorescos
les y paisajes locales, eran intensamente gráficos. Las «numerosas planchas» cuyos escritos de finales del siglo xvm fueron en cierta suerte heraldos del
99
que adornaban la obra de Dugdale Las antigüedades de Warwickshire (1656) viraje hacia lo gótico en el terreno de la arquitectura y del diseño.
-la más importante de las primeras historias de condados- supusieron de Si se buscase una única figura que representase la historia social «de la
alguna forma la mayoría de edad de la ilustración topográfica; 93 en adelante nueva ola» de la década de 1960 o del viraje a esas exposiciones informales,
formaron parte del repertorio habitual de la investigación anticuaria. La interactivas y cercanas al visitante que marcaron la «nueva museología» de
bibliografia de imágenes topográficas recopilada por Maurice Barley incluye aquella década, el ilustrador y xilógrafo David Gentleman sería un candidato
grabados al aguafuerte, a la manera negra, en cobre y en acero, fotografias y firme donde los haya. Es la persona que puso imágenes de la historia viva en
placas para linternas, así como estampas artísticas de edificios y paisajes. 94 los sellos de correos británicos, incluida una serie sobre Ironbridge y algunos
Cuando a finales del siglo XVII Edward Lhuyd ( 1660-1709) inició sus investi- monumentos de la arqueología industrial. 100 El mural de Leonor de Castilla
gaciones topográficas en Gales -o Gran Bretaña Occidental, como se acos- que puede verse en la estación de metro de Charing Cross -un tapiz en que
tumbraba a llamarla en aquella época- «compuso vastas colecciones de dibu- las profesiones medievales aparecen representadas mediante figuras sobrias y
jos de megalitos», y lo mismo podría afirmarse de las trágicas ilustraciones escuetas, a la manera de un friso del Movimiento de Artes y Oficios- es una
de J. T. Blight para Las antigüedades de Cornualles, de Borlase». 95 muestra lograda del pastiche modernista que el movimiento de conservación
Uno de los temas predilectos de los ilustradores topográficos ha sido el de convertiría en la esencia de la restauración. 101 Sus ilustraciones para Ask the
los entornos en peligro de desaparición, y una de sus inspiraciones recurren- Fellows Who Cut the Hay (1966) o, más adelante, para David Gentleman 's
tes --que de hecho constituía ya un subtexto nostálgico en el «descubrimien- Britain (1982) están en sintonía con las que Edward Bawden, Eric Ravilious
to» isabelino de Inglaterra- ha sido la de crear un archivo gráfico de mundos y John Piper hicieron en el pasado: lápiz y tinta con aguada uniforme a la
en extinción. Esa fue la inspiración de Recording Britain, proyecto iniciado acuarela, pero sin vislumbres apocalípticos de corte neorromántico u oscuros
en los peores días de 1940 -el «Día del juicio final en imágenes» para el que atisbos de desesperanza. 102 Sus xilografias para la edición de El calendario
Sir Kenneth Clark movilizó a una galaxia de talentos para que preservara, en del pastor, publicada por Oxford en 1964, también resultan llamativamente
acuarela y aguada, símbolos de una civilización que bien podrían ser destrui- optimistas, incluso realmente fecundas en lo que hace a las gavillas de la
dos por una invasión enemiga-. 96 Y también el urgente impulso que llevó a cosecha de agosto, la recogida de manzanas de septiembre e incluso las labo-
Sir Thomas Dugdale a emprender frenéticos viajes en vísperas de la Guerra res de noviembre. 103
Civil, cruzada unipersonal emprendida por un anticuario obsesionado con Desde una perspectiva pedagógica, las imágenes sirven con frecuencia
«tomar notas de esos memoriales eclesiásticos que acaso quedaran destruidos para que los niños traben por primera vez contacto con la idea del pasado,
por la tormenta política que veía acercarse». 97 La ilustración topográfica del desde las pequeñas xilografias que decoraban las cartillas de antaño hasta las
siglo xvm, aunque menos movida por la conciencia de un cambio al que ilustraciones históricas de gran formato que aparecen en los libros ilustrados
había de dar respuesta urgente, en el fondo estaba más afectada por los sínto- para niños. En los tiempos de la mnemónica, las imágenes servían con fre-
mas de declive. Los «dibujos de ruinas» fueron una de las pasiones del anti- cuencia como ayudas visuales, como sucedía con esas barajas históricas de los
cuariado del siglo xvm, 98 como lo fue de William Stukeley antes de convertir- reyes y las reinas de Inglaterra que «mostraban ... un parecido de familia nota-
ble ... desde Guillermo I hasta Guillermo IV» 104 y que fueron de suma utilidad

e incluso distritos. Richard Helgerson, Forms of Nationhood: the Elizabethan Writing of England, 99 Michael Twyman, Printing, 1770-1970, Londres, 1970, pág. 88; Lithography, 1800-
Chicago, 1992, págs. 132-133. 1850, Oxford, 1970, págs. 29-32, 169-174.
93
Life and Times ofAnthony Wood, vol. 1, pág. 209, citado en T. D. Kendrick, British Anti- 100 Sobre el episodio, véase el apartado «Resurrecciones» incluido en este libro.
quity, Londres, 1974. 101 David Gentleman, A Cross for Queen Eleanor, Londres, 1979, es su interesante justifi-
94
M. W. Barley, A Cuide to British Topographical Collections, British Council for Archeo- cación, en lo tocante a las fuentes medievales, del mural de Charing Cross.
logy, Londres, 1974. 102 David Gentleman, A Special Relationship, Londres, 1987, sobre el radicalismo feroz de
95
Stuart Piggott, William Stukeley, an Eighteenth Century Antiquarian, Oxford, 1950, pág. este ilustrador.
8; Frank V Emery, Edward Lhuyd FRS, 1660-1709, Cardiff, 1971 para una consideración más 103 John Ciare, The Shepherd's Calendar, ed. Eric Robinson y Geoffrey Summerfield, con
amplia. xilografías de David Gentleman, Oxford, 1964.
96
David Mellor, Gil Saunders y Patrick Wright, Recording Britain, A Pictorial Domesday 104 Lady Peck, A Little Learning, pág. 22; Eleanor Farjeon, A Nursery in the Nineties,

ofPre- War Britain, Victoria and Albert Museum, 1990. Oxford, 1960, pág. 263, para una referencia autobiográfica sobre el aprendizaje por medio de
97
David C. Douglas, English Scholars, Londres, 1939, págs. 36-37. esas cartas. Thomas Arnold, en su plan para el estudio de la historia, concibió para los niños
9
' J. L. Nevinson, "Antiquarian", Museums Journal, vol. 59, n" 2, mayo de 1959, pág. 34. pequeños <<Una serie de lecciones a modo de imágenes o "estampas" de la historia universal que
56 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 57

para las institutrices victorianas; o el juego de mesa «Soberanos», en que las cuando el conocimiento adquirido de los hombres y los libros me enseñó
fichas proporcionaban informaciones genealógicas. 105 Más adelante, con la a discriminar mejor entre la razón y la sinrazón, la verdad y la falsedad. 107
llegada de la corriente «aprender con la práctica» -un fenómeno surgido en la
década de 1920 en las escuelas libres y progresistas de enseñanza secundaria-, El siglo XIX fue una época importante para la ilustración histórica. Lo
modelar una casa Tudor, dibujar una gola isabelina o planificar una rotación visual sirvió como vehículo para que las versiones decimonónicas del medie-
trienal de cultivos fueron actividades defendidas con brío y éxito como una valismo se impusieran y para que la vertiente gótica de Scott se amplificara.
alternativa progresista frente a la enseñanza rutinaria. La historia escrita adoptó una orientación decididamente Whig* y, en las
El elemento gráfico era también crucial en los libros de buhonero, esas escuelas, las simpatías por el bando parlamentario de la Guerra Civil apenas
«historias de un penique» protagonizadas por héroes legendarios y que de- tuvieron oposición; empero, en el terreno visual prevaleció un acendrado
bían su credibilidad callejera a la yuxtaposición de grabados llamativos y tex- romanticismo Tory, representado por una serie de monarcas condenados por
tos descarnados impresos en letra gótica. 106 Fueron las que atrajeron al joven el destino a soportar una existencia trágica, desde Lady Jane Grey hasta el
Samuel Bamford, hijo del director de un asilo de pobres y aprendiz de tejedor pretendiente Carlos Estuardo. Las estampas baratas propiciaron una prolife-
en un telar artesanal, a las historias legendarias que se vendían en una libre- ración asombrosa de entretenimientos educativos, como el juego de barcos de
ría-papelería-imprenta del Manchester de la década de 1780: papel en el que una jovencísima Eleanor Farjeon hacía la guerra en la mesa
de la guardería.
Cada cuarto de penique que reunía lo gastaba en comprar «Historias de Durante el siglo XIX, el repertorio de ayudas visuales se benefició de una
Jack el Matagigantes», «San Jorge y el dragón», «Tom Hickathrifh>, adición importante: el Tapiz de Bayeux. Había pasado prácticamente desaper-
«Jack y las habichuelas mágicas», «Historia de los siete campeones», el cibido durante sus primeros ochocientos años de existencia y, a finales del
cuento de «La bella Rosamunda», «Historia de Fray Bacon», «Crónica siglo xv, su rastro se perdió. Napoleón lo descubrió en el curso de sus prepa-
de las brujas de Lancashire», «Las brujas de los bosques» y aventuras rativos para la invasión de Inglaterra y lo expuso por primera vez fuera de
novelescas de ese estilo; mis libros en verso no iban mucho más allá de Bayeux en 1803, cuando estaba a punto de pasar a la acción.
«Las canciones de Robin Hood» y «La balada de Chevy-Chase». Pron-
to dominé todos esos relatos y baladas, y me dieron ocasión para estu- La exposición fue un gran éxito. El propio Napoleón pasó cierto
diarlos con sumo cuidado, y para contar historias que despertaban la tiempo estudiando el Tapiz. Al público no le pasó desapercibido el
admiración de mis conocidos en el asilo de pobres y allende. Por mi paralelismo entre el cometa que se había visto en Francia y en el sur
parte creía sin reserva en todo lo que contaban, y cuando mi padre u de Inglaterra en noviembre de 1803, y el cometa que aparecía en el
otras gentes me decían que eran «basura» y «majaderías», yo, inocente bordado adyacente a la escena de la coronación de Harold. La primera
de mí, contrastaba su probabilidad con la de otras cosas maravillosas que edición de la guía preparada para la exposición incluía una descrip-
había leído en libros en los que «era un pecado no creem. Así continué ción del fenómeno: «Dover, 6 de diciembre de 1803. La pasada noche,
leyendo, sin dudar de nada de lo que leía hasta muchos años después, hacia las cinco de la madrugada, observamos un cometa magnífico,
que surgió en el sudoeste y se dirigió hacia el norte: su cola medía
unos veinticinco metros. El paisaje se iluminó en un radio de varios
kilómetros, y cuando el cometa desapareció, quedó un fuerte olor a
representasen acontecimientos importantes de forma llamativa. Su objetivo principal es propor- sulfuro». Entre los escritores ingleses de tiempos posteriores circuló
cionar centros de asociación vívidos en torno a los que agrupar los relatos», Thomas Arnold, una historia, por otra parte carente de fundamento, según la cual
"Rugby School- Use ofthe 'Classics'", en Miscellanous Works, Londres, 1845. Dean Stanley, Napoleón quedó tan impresionado por la coincidencia del cometa que,
en su Vida del Dr. Arnold (capítulo 3, pág. 100) nos dice que «al examinar a los párvulos a
interpretándolo como un mal augurio, ¡abandonó sus planes de invadir
veces los sentaba en sus rodillas y, valiéndose de libros ilustrados que versaban sobre la Biblia o
la historia de Inglaterra, tapaba el texto con una mano y les preguntaba sobre el tema de las Inglaterra! El moderno valor propagandístico del Tapiz se puso de
estampas». manifiesto por primera vez cuando fue expuesto en París. 108
105
Muchos rompecabezas tenían como motivo tablas cronológicas de la historia de Inglate-
rra, Linda Hannas, The English Jigsaw Puzzle, 1760-1890, Londres, 1972, láminas 6, 17, 25;
págs. 23-24, 28-32. El libro incluye un inventario de rompecabezas históricos en las págs. 93-97; 107
Samuel Bamford, Early Days, Londres, 1849, págs. 90-91.
una introducción que los vincula a la fiebre de publicaciones para niños que se produjo en la * Antiguo nombre del Partido Liberal Británico. Impulsaron la proclamación del Bill of
década de 1740; y páginas fascinantes sobre el modo en que la autora picó en su cantera. Rights y apoyaron la Revolución de 1688, dominando la política inglesa durante prácticamente
106
Véase Margaret Spufford, Small Books and Pleasant Histories: Popular Fiction and its todo el siglo xvm, con figuras como Robert Walpole o William Pitt (el Viejo). Representaban
Readership in Seventeenth Century England, Cambridge, 1981, para una buena historia al res- los intereses de los dissenters y los comerciantes (N. de los t.).
pecto. Esa excelente librería de segunda mano que es Skoob's, sita en Sicilian Avenue, ha reim- 108
Shirley Ann Brown, The Bayeux Tapestry. History and Bibliography, Woodbridge, 1988,
preso recientemente en edición facsímil John Ashton, Chapbooks of the Eighteenth Century. págs. 11-12. Cf. también David M. Wilson, The Bayeux Tapestry, Londres, 1985.
58 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 59

El entusiasmo de los goticistas británicos propició la segunda migración del


.,-::::
a
tapiz y su retomo, en forma de imitación y estampa, al país donde se había bor-
goo dado y cuya historia pretendía representar. Charles Stothard, cuyas Efigies
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monumentales, publicadas entre 1822 y 1829, fueron (como sostiene Mark
ziilz
en(),) Girouard) una suerte de equivalente visual de las novelas de Waverley en lo que
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hace a la capacidad de incitar al estudio del mundo medieval, hizo suya la causa
[2 §
8 »P.. del tapiz. En 1816, por encargo de la Sociedad de Anticuarios de Londres, aco-
metió la empresa de elaborar una reproducción del tapiz hecha a tamaño natural
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a ::::ro y en color, que tardó dos años en llevar a término. «El estudio detenido de las
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..0 "' <!) punzadas y los restos de hilo le permitió a Stothard "restaurar" casi toda la zona
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.g dañada y recomponer el aspecto original del tapiz y como él lo imaginaba». 109
>< Como puede comprobarse, la ilustración histórica es una de modalidades
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:::: » o artísticas más conservadoras. Las mismas figuras reaparecen en una diversi-
u - "' dad de contextos asombrosa, como si algún titiritero manejara los hilos.
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<!) "' :::: Muchas veces se trata, probablemente, de imágenes arquetípicas, a despecho
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o de que la imagen proceda de la realidad o la represente: al respecto cabría
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s§ g obra de Daniel Maclise, y su predecesora, primera de un extenso linaje de
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martirologios militares, la Muerte de Wolfe pintada por Benjamín West; los
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campos de matanzas en la adaptación de Sin novedad en el frente realizada

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por G. W Pabst, verdadera llamada a la reconciliación, o las famosas fotogra-
fias de la carnicería de Gettysburg tomadas en la guerra civil americana.
Quizá el ejemplo más notable de longevidad iconográfica sean las xilo-
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"' - <!) grafias del Libro de los mártires de Foxe, «grabados realistas de las terribles
- <!)"' torturas infligidas a los fieles protestantes» -como las describió un joven
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"O aprendiz de Spittalfield en la década de 1860-110 que prácticamente no
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sufrieron cambios durante cerca de tres siglos. John Day, su primer ilustra-
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8ro-
u .... <!) dor, era un fervoroso protestante que había sufrido prisión por motivos reli-
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·e "3 S giosos en tiempos de María Tudor, y sus xilografias se grabaron e imprimie-
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lar de la obra, en 1875. Hodnett, en su historia de la ilustración de libros,
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..., E"'u afirma que se trata de «la primera muestra de periodismo gráfico de Inglate-
rra». Las imágenes mostraban a mártires flagelados, quemados, colgados y
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'ü Cd 00 atados al potro. La truculencia de las escenas quedaba acentuada por la acti-
o @: ro
§ o,§ tud implacable pero prosaica de los verdugos. 111
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1981.
Mark Girouard, The Return to Camelot, Chivalry and the English Gentleman, Londres,
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110
Thomas Okey, A Basketful of Memories, Londres, 1930, págs. 17-18. «Mi yaya tenía
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G t: muchos libros muy viejos y manoseados. Entre ellos estaba el Libro de los mártires de Foxe,
con todas las eses impresas como efes y muchas imágenes de hombres y mujeres dignos de
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compasión que eran sometidos a torturas»; Shop Boy, pág. 24. La abuela en cuestión tenía una
pequeña tienda de ultramarinos en Morriston, cerca de Swansea.
111
Edward Hodnett, Five Centuries of English Book Jllustration, Aldershot, 1988, pág. 31.
"'o·c;. Dentro de una extensa bibliografia, cabe hacer referencia a J. F. Mozley, John Foxe and His
'-'l u u .S
60 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL
61

Hoy en día, la ilustración histórica, representada en el ámbito de la edi- banquero, que, aquejada de una enfermedad incurable, consagra los que ella
ción popular con fines educativos por editoriales como Kingfisher, Usborne piensa que son sus últimos días a conducirse como una buena samaritana en los
y Dorling Kindersley -sucesores en la década de 1990 de los libros de barrios marginales de Londres. En Nikki for Girls (27 de abril), una malvada
«Ladybird»- es, a su modo, igualmente conservadora; alterna extravagancias enfermera planea matar de hambre a una huérfana victoriana en provecho de
como las que arrastraron al joven Samuel Bedford a los libros de buhonero un tutor perverso; en Judy and Tracy (5 de julio de 1986), Hetty Dean, florista
-por ejemplo, «Cómo dibujar fantasmas, vampiros y casas encantadas»- con del Londres victoriano, se convierte por arte de magia en princesa moldava.
un «juego de batalla realista» de Buques de guerra en el que las naves vikin- Empero, un examen más atento de cualquiera de esas imágenes revelará
gas se alternan con galones españoles de cuatro mástiles, o una serie de «via- que son menos intemporales de lo que aparentan. Las reinas que nos obser-
jes en el tiempo» que pasa de «Caballeros y castillos» a «Inventores y explo- van desde los libros de «Ladybird» parecen la viva imagen de Julie Andrews
radores célebres». o Anna Neagle: sus rostros resultan animados o estatuarios en función del
Las biografías heroicas a las que los lectores de The Eagle tuvieron acce- papel que se les haya asignado. Asimismo, en el Libro de crónicas de la rea-
so en las décadas de 1950 y 1960 -dedicadas, entre otros personajes, a Cario- leza de la historia inglesa -una popular antología publicada en 1883- todas
magno, Alfredo el Grande y Juana de Arco- no hubieran estado fuera de las imágenes, con independencia del periodo que supuestamente representan,
lugar en los manuales de autoayuda y los libros dados como premio en las se parecen a las que se encuentran en los cuentos morales victorianos. Salvo
escuelas dominicales del siglo xrx; 112 las historietas de las revistas para chi- por la inscripción «Señor, ten piedad», la «Calle de Londres durante la plaga
cas -ambientadas con frecuencia en el pasado- cultivan a pie firme el idioma de peste», con sus viviendas ruinosas y destartaladas, es puro Gustavo Doré
de las «novelas con huérfano» de inspiración evangélica. Introduciendo (véase su Londres, una peregrinación, 1872). El joven rey Alfredo que,
variaciones en las biografías cortesanas y en las novelas románticas protago- absorto en sus pensamientos, deja que los bizcochos se quemen, es sin lugar
nizadas por la realeza, han explotado el filón de las historias sobre niñas a dudas un muchacho, pero también un doble de la Alicia de Sir John Tenniel
huérfanas o perdidas, ambientadas ora en la Inglaterra victoriana, ora en (y de Lewis Carroll). Geoffrey Chaucer, el poeta, y Eduardo III, su soberano,
tiempos de la Regencia, y en las que nunca faltan ni los auspicios de la aris- aparecen representados como merlines prerrafaelitas, con unas barbas que les
tocracia ni los pobres de solemnidad. Por ejemplo, «Sofía Seispeniques» llegan casi al suelo. Cuarenta años antes, en las ilustraciones con las que
(Mandy, 3 de marzo de 1984) cuenta la historia de una niña de doce años que Charles Knight solía estimular las ventas de la Revista Penny, los filósofos y
deja atrás una vida marcada por la pobreza, los reformatorios y la mendici- los poetas, lejos de aparecer hirsutos, apenas lucían bigote u otra clase de
dad por obra del acaudalado Sir John Fielding, que se la compra a una pareja vellosidad superflua.
sin escrúpulos por seis peniques: de ahí su apellido. Cuando Sir John se mar- La televisión, sobre todo quizás la dirigida a los niños, posee el don de
cha en viaje de negocios, sus malignos padres adoptivos tratan de secuestraria, lograr que los personajes históricos hablen con el tono del presente. De hecho
a la manera del Artful Dodger de 0/iver Twist. «Angel» (Mandy for Girls, 26 fue bajo la égida de una serie televisiva que se mantuvo mucho tiempo en
de enero de 1985) presenta a una señorita victoriana, hija única de un rico antena, Dr. Who, cuando nació la idea del regreso al futuro y del viaje en el
tiempo, leitmotiv de la posmodernidad. En la década de 1970, las series para
niños celebraban las hazañas de Ricardo Corazón de León y las Cruzadas (El
talismán), resucitaban la Inglaterra anglosajona en Hereward el Despierto y
Book, Londres, 1940; William Haller, Foxe s Book of Martyrs and the Elect Nation, Londres,
1963. E. R. Norman, Anti-Catholicism in Victorian England, Londres, 1968, pág. 13, señala que mostraban a caballeros con armadura participando en justas medievales en
la edición de 1875 del libro de Foxe incluía una imagen que mostraba la Matanza del día de San Ivanhoe. En tiempos más recientes, gracias a su ecológica y popular Robin
Bartolomé, cometida con posterioridad a la edición original. Warren J. Wooden, «John Foxe's de Sherwood, la televisión para niños ha creado una especie de adorable fora-
Book of Martyrs and the Child Readem, en Children s Books of the English Renaissance, Ken-
tucky, 1986, págs. 73-87. Agradezco a Carolyn Steedman esta referencia.
jido «New Age», amigo de un mago celta y experto oficiante de ceremonias
112
Frank Hampson, el creador del personaje de Dan Dare cuyas aventuras aparecían en The druídicas. Un caso aún más llamativo es el de la reciente serie de culto Sharpe.
Eagle, alcanzó el apogeo de su carrera con una vida de Cristo en formato de cómic. En su auto- Ambientada en la época de la Guerra de Independencia Española y repitien-
biografia, Before I Die Again, Londres, 1992, Chad Varah, uno de Jos fundadores de Jos Samarita-
nos, no habla en exceso de su papel de autor de las historias publicadas en la contracubierta de
do hasta la saciedad algunas canciones del periodo para que no quepa duda
The Eagle. En una vena más satírica y objeto de un culto que se ha extendido a Jos cursos de de que todo es real, su protagonista masculino, Sean Bean, parece el resulta-
Cuarto y Quinto está Asterix, muy bien traducido del francés y cuya mezcla de tópicos, reproduc- do de un cruce entre la bravuconería de un Errol Flynn, capaz de hacer que
ciones de antigüedades y teatro del absurdo han convertido a la Galia romana -y a la migaja que sus pérfidos y cobardes enemigos pongan pies en polvorosa, y la sensibilidad
quedó sin ocupar- en una suerte de paradigma de los movimientos de emancipación de hoy en
día. (Las notas del final mantienen a Asterix en el ámbito de la educación; R. Goscinny y A. Uder- de una figura propia de D. H. Lawrence. El héroe se enamora de una guerri-
zo, French withAsterix: The Complete Guide, Londres, 1993, Jo recicla para Jos colegios.) llera española que demuestra su condición de mujer emancipada acuchillan-
62
RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 63

do a un tipo en cada episodio, mientras el héroe abraza a su hija pequeña con dos mitades». 120 «Tal era su destreza en el trabajo del oro, la plata y otros meta-
el arrobo de un «nuevo hombre» educado en Islington. les», escribió otro monje en 1400, «y en la pintura de imágenes que desde
El arte de la memoria descrito por Francis Yates, arte cuya trayectoria se entonces no ha tenido igual en el orbe cristiano». 121
extiende desde la antigua Grecia hasta la Italia del Renacimiento y la Inglate- Los anticuarios, inclinados a las formas excéntricas y raras, amantes de
rra de Shakespeare, posee una vertiente gráfica muy acusada. 113 Surgido las curiosidades y con frecuencia apasionados por lo arcaico, han sido mucho
como instrumento retórico, en el Medievo se lo cultivaba como una suerte de más sensibles a lo visual que los historiadores. 122 Inspirándose con frecuencia
equivalente visual del pensamiento. Se asociaba tanto a la producción como en objetos exóticos o en ruinas y reliquias; empleando como fuentes prima-
al almacenamiento de imágenes, así como a la ubicación de lugares de la rias las inscripciones en cerámica o en bronce en lugar de la palabra escrita o
memoria (esto es, cementerios y santuarios). 114 La memoria de palabras se impresa; y valiéndose de enseres funerarios o tesoros de monedas para
convierte en memoria refractada a través de la memoria de cosas, y al cabo, reconstruir las trazas de antiguos asentamientos, los anticuarios se han intere-
cuando es absorbida por la filosofia oculta, de las figuras astrales. 115 sado en exhibir y mostrar el objeto de su investigación y en escribir sobre él,
Los escribas medievales, con su pasión por instrumentos mnemónicos mientras la ilustración, aunque sólo fuera por necesidades de la exegesis, ha
como el alfabeto visual, tenían el don de descubrir imágenes equivalentes a formado parte de su obra publicada. 123 En las publicaciones decimonónicas,
las proposiciones lingüísticas. En los manuscritos iluminados, las palabras la letra gótica y las palabras arcaicas eran por lo común parte esencial de las
duplican la naturaleza de las cosas; arraigadas en los humores de la vida coti- portadas, mientras los adornos de los márgenes y marmosetes imitaban efec-
diana, la flora y la fauna de las glosas al margen o las cabezas de animales y tos propios del manuscrito iluminado del Medievo. 124
las figuras donosas constituyen el contrapunto de los misterios de la religión La historia arquitectónica, la heráldica y la eclesiología, preocupaciones
o de los rigores de la ley. 116 Los caballeros se anuncian por medio de la he- prioritarias de las sociedades arqueológicas y de documentación de los conda-
ráldica, «lenguaje de signos alternativo, propio del orden caballeresco, em- dos, otorgaban también un papel de primer orden a la ilustración, mientras la
pleado para distinguir sus nombres». 117 La clase mercantil del Londres de la lectura ilustrada, valiéndose de «dioramas» de ruinas monásticas o de placas de
Alta Edad Media siguió sus pasos, «eligiendo como emblemas los mismos viejas iglesias inglesas para su proyección en la linterna mágica, era al parecer
predadores que por lo común habían atraído a las familias nobles como sím- la preferida por el gran público interesado en las antigüedades eclesiásticas. 125
bolos de poder», aunque los pescaderos londinenses (según Sylvia Trupp) En el caso de las editoriales populares, como las de William Hone, Robert
prefirieron el recurso a la iconografia cristiana. 118 Las vidrieras contaban la Chambers y el egregio S. C. Hall, las ilustraciones eran lo que más atraía al
historia de la Biblia mediante relatos compuestos por imágenes, y la vida de público lector. 126 Los tres volúmenes del Libro de todos los días de Hone estaba
los santos se narraba en tabernáculos ornados en los que se repasaban sus
padecimientos y milagros. Los frescos y los frisos representaban escenas de
combates y mostraban efigies de los caídos en el campo de batalla. 119 120
Richard Vaughan, Matthew Paris, Cambridge, 1958, pág. 211.
En consecuencia resulta lógico que Matthieu París, cuya Chronica Majora, 121
George Henderson, Gothic, Harmondsworth, 1978, pág. 22.
122 «La idea de que la arqueología estaba profundamente vinculada con valores artísticos se
compilada entre 1230 y 1251, constituye una las grandes historias medievales,
hallaba muy extendida», escribe Philippa Levine en su interesante crónica sobre algunos practi-
fuese a un tiempo historiógrafo y artista. Su texto está ilustrado en abundancia cantes decimonónicos de la disciplina. «Birch remataba sus descripciones afirmando que el
con escenas apropiadas al caso, en muchos casos dibujadas (a lo que parece) valor de la arqueología radicaba en que "ayuda a la formación y el cultivo del gusto público" ...
por él, quien diseñó además un sistema de referencias gráficas concebidas John Marsden, a quien se concedió la primera Cátedra de Arqueología de Inglaterra, en Cam-
bridge, habló en esa ocasión de la "conexión íntima entre los anticuarios y el poeta"». Philippa
como ornamento y como una suerte de índice alegórico. «Aquí vemos un pez,
Levine, The Amateur and the Professional, pág. 90.
allá una cabeza de venado ... y por doquier... el cuerpo de un animal dividido en 123 Glyn Daniel, A Hundred and Fifty Years ofArcheology, Londres, 1950, pág. 31.

124 La impresión anastática, un procedimiento facsímil inventado en la década de 1840, se

utilizó por extenso en las publicaciones anticuarias, por ejemplo en las ilustraciones de las vie-
113 jas iglesias inglesas. Geoffrey Wakeman, Victorian Book Illustration, Newton Abbot, 1973,
FrancesA. Yates, The Art of Memory, Harmondsworth, 1978, págs. 124-127, 129-130 págs. 51-55.
cast.: El arte de la memoria, trad. Ignacio Gómez de Liaño, Madrid, Sirue1a, 2005].
[ed. 114 125 Archivos de la Iglesia de San Juan Bautista, Bridgwater, libro de recortes del Rev. C. Bazell,
Ibíd., págs. 74-76.
115 1988-1990, muestra la casa consistorial repleta con ocasión de una serie de tales conferencias. Agra-
Ibíd., págs. 210-212,217-218, 225-226. dezco al Rev. C. Pidoux la exhumación de este y otros documentos del archivo parroquial.
116
M. T. C1anchy, From Memory to Written Record, England 1066-1507, primera edición, 126 Hall, Book of British Ballads, Londres, 1842, contenía más de cuatrocientas xilografías
Londres, 1979, pág. 229.
117 «y fue la primera obra de cierta envergadura en la que participaron los mejores artistas de la
Ibíd., pág. 230.
118 época». John Jackson, A Treatise on Wood Engraving, Londres, 1861, pág. 564. Se dice que
119
Sylvia Thrupp, The Merchant Class o/Medieval London, Michigan, 1962, págs. 252-253. Hall, un empresario literario de mucho éxito, sirvió de inspiración para el personaje del Sr.
George Henderson, Early Medieval, Harmondsworth, 1977, págs. 155-157. Pecksniff que aparece en Martín Chuzzlewitt.
64 RAPHAEL SAMUEL INTRODUCCIÓN: EL SABER EXTRAOFICIAL 65

ilustrado con 436 grabados, dibujados con frecuencia por los propios anticua- la práctica». Las maquetas de Stonehenge, las estancias «de época» y los fres-
rios. 127 Charles Roach Smith, el boticario de la ciudad de Londres que formó cos históricos se contaban, por lo que parece, entre los ejercicios preferidos por
un auténtico museo de restos romanos, contribuyó con sus propios aguafuertes los alumnos de los primeros cursos de la época; y los libros que versaban sobre
a la publicación y popularización de su obra, mejorando los originales de esos temas, como las historias de «Piers Plowman», estaban profusamente ilus-
manera que cada letra de las inscripciones romanas y cada tesela de los suelos trados con grabados y estampas históricas. 134
de mosaico están en su sitio. 128 El también anticuario Thomas Wright ilustró En cambio la Asociación de Historia, que en la misma época se constitu-
sus andanzas y descubrimientos con una cantidad ingente de grabados y viñe- yó como instrumento de orientación de los maestros y maestras de bachille-
tas, nacidas (al parecer) de su propia mano. Le gustaban las «formas toscas» y rato superior, ofrecía paisajes surcados únicamente por líneas de texto, tanto
tenía una vena humorística 129 (uno de sus dibujos muestra a los excavadores de en sus popularísimos panfletos como en su revista trimestral. Las prensas
cuevas protegiéndose de una tormenta bajo un quitasol); 130 empero, parece que universitarias -cuyo número no dejó de crecer en esos años- no resultaban
fue tan incapaz como Roach Smith de abstenerse de mejorar los originales al menos áridas, aunque cuando Oxford University Press publicó Open Fields,
de los Orwin, el libro tenía como ilustraciones uno de los alicientes arqueoló-
dibujarlos del natural. Los tres volúmenes de la Historia de Irlanda de Decker
gicos de la década de 1920: las fotografias aéreas. 135
estaban ilustrados con grabados del presidente de la Sociedad de Acuarelistas:
En una sociedad cada vez más consciente del valor de las imágenes y en
«La muerte de Brian Horu», «Richard Earl de Pembroke se despide de su her-
la que los niños desarrollan una gran competencia visual a edades muy tem-
mano», «Enrique 11 consigue la bula papal» ... 131 Su Historia de las maneras y
pranas, las revistas especializadas se cuentan entre las escasas publicaciones
sentimientos domésticos en la Inglaterra de la Edad Media, texto de enorme
en las que la ilustración histórica no ha calado aún. Los historiadores de arte
influencia, se basaba en escenas representadas en manuscritos iluminados del
son los únicos que utilizan las imágenes como fuente; nadie reclama que los
Medievo para ilustrar su crónica de las casas, los enseres, los vestidos, la comi-
seminarios y las conferencias introduzcan presentaciones de diapositivas.
da y las diversiones. 132 Según algunos, como quienes condenan los museos al aire libre o los parques
La ilustración histórica estuvo en la vanguardia de la introducción de la his- temáticos, lo visual carece de valor porque se asocia con lo popular. Apetito-
toria social en las escuelas elementales de la década de 1920. El Consejo de so para el ojo pero carente de rigor, se lo considera moralmente censurable,
Educación, en sus Sugerencias para 1918, sostenía que los niños tenían necesi- como una especie de equivalente pedagógico de las aventuras amorosas.
dad del «elemento de la imagen». 133 Los niños comprendían con mayor facili- «La historia desde abajo» -la «nueva ola» de la erudición, consagrada a res-
dad la cultura material -de la que las casas, la comida, los vestidos y los catar a las gentes ignoradas de Inglaterra del «olímpico desdén» de la posteri-
medios de locomoción constituían una muestra- que las cuestiones políticas y dad- no prestó atención al elemento gráfico. Envuelta en la revolución cultural
constitucionales de índole más abstracta; los artefactos materiales eran además de la década de 1960, permaneció no obstante atada a formas harto tradicionales
-como mostraron los maestros progresistas- candidatos ideales para la educa- de escritura, enseñanza e investigación. La formación de la clase obrera en
ción «lúdica» y mediante el «trabajo manual» (esto es, modelar y dibujar) y Inglaterra (1963), obra de E. P. Thompson, no contiene ni una sola imagen que
para lo que dio en llamarse, por inspiración de Froebel y Dewey, «aprender con aligere las ochocientas páginas de una historia que versa sobre algunos de los
años más brillantes de la caricatura política inglesa. Sucede lo mismo con El
mundo que hemos perdido (1965), de Peter Laslett, que ofrecía una versión más
127
William Hone, The Every-Day Book and Table Book: or Everlasting Calendar of Popu- doméstica de la historia del pueblo. La historia social de la «nueva ola» incorpo-
lar Amusements, 3 vols., Londres, 1839. ró las fotografias, tal y como se estudia en la Parte V de este libro, pero en virtud
128
Charles Roach Smith, Catalogue of the Museum of London Antiquities, Londres, 1854;
Illustrations of Roman London, Londres, 1859; Collectanea Antiqua: Etchings and Notices of de la realidad que captaban más que de su valor o interés en cuanto imágenes; en
Ancient Remains, Illustrative ofthe Habits, Customs and History of Past Ages, 7 vols., Londres, resumen, porque se las consideraba portadoras de una verdad documental.
1848-1880. La preocupación reciente de la historia por la «representación» y su tardío
129
Wright era admirador y amigo de George Cruikshank. Una de sus muchas compilacio- reconocimiento del giro deconstructivo experimentado por el pensamiento con-
nes se tituló A History of Caricature and Grotesque in Literature and Art, Londres, 1875. Para
una semblanza interesante pero breve en exceso de Wright, Richard M. Dorson, The British temporáneo propician la posibilidad e incluso exigen que el interés en el ele-
Folklorists, A History, Londres, 1968, págs. 61-66. mento gráfico adquiera mayor calado; de que la política se estudie como una
130
Thomas Wright, Wanderings of an Antiquary, Londres, 1856, págs. 186-187. suerte de arte performance, y la religión como un drama litúrgico. Si el espíritu
131
Thomas Wright, The History of Irelandfrom the Earliest Period... to the Present Time,
Londres, 1854, 3 vols.
132
Thomas Wright, A History of Domes tic Manners and Sentiments in England during the 134
Middle Ages, Londres, 1862. "The Exeter Exhibition of Handwork Illustrative of History", History, 7, 1923-1924;
133
R. D. Bramwell, Elementary School Work, 1900-1925, Durham, 1961, citando al Board L. Logie, Self-Expression in a Junior School, Londres, 1928, págs. 57-59.
135
of Education, Suggestions for the Considerations ofTeachers, Londres, 1918. C. S. y C. S. Orwin, The Open Fields, Oxford, 1938.
66 RAPHAEL SAMUEL
1
de la posmodemidad desprende a las fotografias de toda noción de realidad,
acaso quepa estudiarlas por la teatralidad de las apariencias sociales más que
por su semejanza con la vida cotidiana.
Con independencia de la elección que tomen los historiadores, cabe pre-
sumir que el elemento gráfico va a desempeñar un papel cada vez más
importante en el ámbito de la reflexión y la investigación. En primer lugar,
hay que considerar que cada vez accedemos en mayor medida a la informa-
ción mediante dispositivos de índole visual, desde cajeros automáticos hasta
discos compactos. Además hay que tener en cuenta que hoy en día, merced a
los avances en la tecnología y en la recuperación de la información, la
reconstitución y la ilustración históricas resultan incomparablemente más
sofisticadas que en el pasado. El láser permite producir, en el ámbito de la
PARTE l
construcción, copias rutilantes de las que no existe original; mientras, los
ingenios animatrónicos han avanzado hasta el punto de crear un rostro que
parece de carne y hueso a partir de una calavera vikinga del siglo x. Merced
RETROCHIC
a la dendrocronología, los arqueólogos nos invitan a beber, hablando metafó-
ricamente, con los hombres de la cultura del vaso campaniforme, mientras la
ingeniería genética puede lograr -o eso parece- que vuelvan a existir espe-
cies desaparecidas hace mucho. 136
Por último, y acaso por efecto de la quiebra de las ideas sobre un destino
nacional, se constata la importancia creciente que los «lugares de la memo-
ria» han asumido en las ideas sobre el pasado histórico. El paisaje, en espe-
cial las amplias zonas de éste por las que vela el National Trust,* es ahora el
encargado de realizar el trabajo de la memoria que antaño llevaron a cabo sus
gentes. La concesión de un valor histórico a las construcciones que se alzan
en él -fenómeno abordado en el presente volumen de Teatros de la memoria-
llama todavía más la atención, por cuanto despierta el apetito por la conser-
vación de las raíces y al mismo tiempo implica con frecuencia el desahucio
de sus moradores. Las casas viejas, antaño abandonadas a su suerte, ahora se
aprecian como vínculos vivos que nos unen al pasado, y constituyen una
especie de equivalente visual a lo que dio en llamarse «una apuesta por el
campo». Hasta las casas completamente nuevas dan la impresión de estar
habitadas, como pone de manifiesto la universalidad de esos estilos neover-
náculos en los que los materiales locales, los «árboles maduros» y los arbus-
tos frondosos otorgan un aspecto granado a la primera vivienda. A la inversa,
como mostró Rachel Whiteread en la instalación que presentó en 1993, la
casa de mediados de la época victoriana que ha quedado desierta, sin amarre,
con los postigos cerrados, las persianas bajadas y vacía -una casa que se pue-
de rodear, pero a la que no se puede entrar- acaso constituya el monumento
más perturbador a la diáspora urbana.

136
Michael Crichton, Jurassic Park, Londres, 1991 [ed. cast.: Parque Jurásico, trad. Daniel
Ricardo Yago1kowksi, Barcelona, Plaza & Janés, 1992].
* Sociedad de Protección de la Naturaleza y Conservación de Sitios Históricos, organiza-
ción altruista de carácter privado fundada en 1895 (N. de los t.).

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