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SALMODIA
Ant 1. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
Ant. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
Mi siervo justificará a muchos, porque cargó sobre sí los crímenes de ellos. Le daré
una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre, porque se
entregó a sí mismo a la muerte y fue contado entre los malhechores; él tomó sobre sí
el pecado de las multitudes e intercedió por los pecadores.
RESPONSORIO BREVE
Ant. Uno de los escribas se acercó a Jesús para preguntarle cuál era el primero de
todos los mandamientos. Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón.»
Ant. Uno de los escribas se acercó a Jesús para preguntarle cuál era el primero de
todos los mandamientos. Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón.»
PRECES
Demos gracias a Cristo, el Señor, que al morir en cruz nos dio la vida, y digámosle
con fe:
Maestro y Salvador nuestro, tú que nos revelaste con tu palabra el designio de Dios y nos
renovaste con tu gloriosa pasión,
-no permitas que nuestros días transcurran entre vicios y pecados.
Que sepamos, Señor, mortificarnos hoy al tomar los manjares del cuerpo,
-para ayudar con nuestra abstinencia a los hambrientos y necesitados.
Que el Espíritu que habita en nosotros y nos une en su amor nos ayude a decir: Padre
nuestro...
ORACION
Infunde, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que sepamos refrenar nuestros
excesos mundanos y seguir fielmente las inspiraciones que nos vienen de ti. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Se propone a continuación la meditación sobre la parábola del Padre misericordioso:
Del Evangelio según san Lucas: Jesús les dijo esta parábola: -«Un hombre tenía dos
hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la
fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor,
juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo
perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre
terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante
de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de
saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia
de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi
padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme
hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba
su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a
correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus
criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y
sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete,
porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado."
El sacerdote hace una pequeña reflexión centrada en las actitudes del padre y del hijo
menor de la Parábola.
Tres momentos en la vida del Hijo:
El primero es la decisión pasional de abandonar la casa paterna. Muchos, quizás, le
habrían acariciado los oídos diciéndole que fuera encontraría libertad auténtica, que
estaba sometido al reglamento paterno, que en definitiva, fuera, "se iba a realizar". La
voz del mundo y del que en el mundo actúa, el demonio, es seductora. Promete una
felicidad plena y todo desemboca en la más honda desolación y vacío. La voz de Dios
es firme y señala cuanto está bien o mal, exige; es palabra que pone al descubierto
nuestras intenciones y las orienta al bien y la verdad. El primer camino es fácil de
seguir; el segundo, costoso. El hijo decide emprender un camino atrayente en
apariencia. Pero, he aquí el primer movimiento soberbio de su corazón: "Dame la
parte de la herencia que me corresponde". Es una ofensa tremenda al corazón de su
padre. Viene a decirle que lo único que le interesa de él es su dinero; y manifiesta con
esta declaración que para él está muerto. No en vano, toda herencia se recibe cuando
el que reparte ha muerto. Aquel padre siente cómo su pecho se abre en canal. Sin
embargo, accede a aquella petición descarada, respetando así con pulcritud suma la
libertad de su hijo. Finalmente le entrega su parte. El segundo momento corresponde
al camino de alejamiento del hogar paterno, que va unido al desenfreno de su
corazón. Tiene dinero y le acompañan los amigos que le sedujeron. Comienza a vivir
perdidamente. Piensa encontrar la felicidad en una vida de fiesta, perversión e
impureza: fiesta, bebida, sexo... Tiene dinero... tiene felicidad en bandeja. Aquel hijo
destroza su vida lejos del hogar que le vio crecer sano. 7 El tercer momento
corresponde al movimiento de crisis de su bolsillo y de su corazón. No tiene nada.
Absolutamente nada. Ni dinero, ni amigos. Tampoco diversiones. Ni siquiera algo que
llevarse a la boca. Es tanta su miseria que le gustaría llenar su estómago con el
alimento de los cerdos -animal despreciado en la cultura judía- pero nadie se lo
ofrece. Su estado es lamentable. El trato que dio a su padre, se lo ha devuelto el
mundo. A este solo le interesaba su dinero. La aparente libertad y la felicidad que le
traería es un engaño manifiesto. Ha tocado fondo, está en el barro, despojado de toda
dignidad. Roto. Vacío. Triste. Qué contraste con la precipitación inicial. Después de
este tripe momento hay un paréntesis que corresponde a un movimiento de su
corazón aún egoísta e interesado: Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos
jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de
hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de
tus jornaleros." El hijo no siente ningún dolor; piensa solo en sí mismo -como hasta
ahora- y ahora espera llenar el estómago. Ha urdido un discurso perfecto, pero vacío.
No siente esas palabras, solo pretende un puesto de trabajo y un sueldo. Pero lo
importante es que se pone en camino. Y ahí es donde comienza un camino de
conversión. El momento del cambio es cuando encuentra unos brazos abiertos que le
abrazan y no le piden explicaciones de su pasado. Ahí está la conversión del hijo. ¿La
clave? El amor. Ahora sí, el hijo comienza a pronunciar desde lo hondo del alma aquel
discurso prefabricado... Pero el padre corta este justo en el momento que el hijo va a
pedir que le trate como un jornalero. ¡Gran corazón el del Padre! El hijo continúa
siendo hijo. Y por eso lo abraza y besa.