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Costa Rica
Equipo de Liturgia 2017
Apropiémonos de los sentimientos compasivos de la Santísima Virgen Dolorosa y supliquémosle nos alcance el
amor puro de San Juan, el discípulo singularmente amado, hacia la sagrada persona de Nuestro Señor
Jesucristo, y el amor penitente de Santa María Magdalena, para purificar nuestras almas de todo pecado, a
fin de hallar gracia y misericordia ante la divina majestad.
Acto de contrición:
Por la señal de la Santa Cruz, etc…
Padre Eterno Soberano Dios, yo, pobre criatura tuya, me confieso culpable de innumerables pecados ante tu
Augusta Majestad.
Pesan sobre mis pecados consumados con malicia, he abusado de tu bondad y de tu infinita misericordia
para pecar. Culpable soy Señor Dios de los ejércitos. Yo tiemblo y me estremezco al contemplar que he
merecido ser apartado de tu bondadosa presencia y estaría a punto de lanzarme en el abismo de la
desesperación, si volviendo mis ojos a la tierra no viera sobre el calvario a tu amadísimo Hijo extendido sobre la
Cruz derramando su sangre preciosísima para alcanzarme tu perdón y misericordia.
Traspasadas sus sacrosantas manos, clavados sus benditos pies para que no me alcance el castigo. Rasgado
de parte a parte su Corazón Santísimo por el hierro de la lanza criminal, para encerrarme en esa dulce
habitación, escondiéndome y encerrándome ahí, donde su amor misericordioso, sabe sanar todas las heridas
y curar todas las dolencias.
Contrito y humillado, ¡Oh Padre Eterno! A la vista de tu Santísimo Hijo, mi Dios y adorable Redentor, por mí
crucificado y muerto, de vivo dolor se parte mi alma y apoyada en su preciosa sangre derramada por mí, te
suplico, por la eterna caridad que te movió hasta darnos a tu Hijo Unigénito, para que fuera nuestro Salvador y
Redentor, que me concedas el perdón de todas las ofensas que te he hecho.
Padre Eterno, te ofrezco la preciosísima sangre de Nuestro Señor Jesucristo en rescate de mis pecados, por las
necesidades de la Santa Iglesia, conversión de los pecadores y alivio y descanso de las benditas almas del
Purgatorio y para que suscites en la Santa Iglesia muchos y buenos sacerdotes.
Amén.
Canto penitencial
2
Oración preparatoria:
Redentor divino del género humano, Dios de infinita misericordia y clemencia, soberano Rey de reyes y Señor
de señores, delante de tu sacratísima Imagen, estoy contemplando el amor inmenso de tu generoso corazón,
al descender de los cielos para morir en el árbol de la cruz en medio de los más terribles dolores y tremendas
congojas de una agonía llena de indecible amargura, a fin de redimirnos a nosotros los pecadores y abrirnos
las puertas de la Gloria.
Coronado de espinas y cubierto de azotes tu cuerpo virginal, rasgadas las sagradas carnes, llenas de golpes y
de sangre; hecho todo una viva llaga desde la planta de los pies hasta el vértice de la cabeza.
Sufriendo el horroroso martirio de la infame crucifixión y soportando con admirable paciencia y serena
dignidad los más grandes dolores en el cuerpo y en el alma.
Ten misericordia de mí, Señor, que soy gran pecador; perdón, ¡Oh Dios mío crucificado! No mires, Señor, mis
ofensas y perdona mis culpas.
Hoy vengo, Señor, a meditar las sublimes enseñanzas que como herencia muy preciada nos dejaste en tus
siete santísimas palabras, antes de expirar. Vengo a pedir misericordia para mí, vengo a implorar el remedio
de mis males. Males del cuerpo, males del alma. Confiado en tu infinita bondad sin límites, vengo hoy a pedir
de tu amor crucificado, el socorro y el amparo para mí y para las personas por las cuales vengo a pedir
misericordia.
Tened Señor compasión de nuestra miseria y pobreza. Ampara compasivo, a todas las familias que sufren hoy,
a todos los pobres, a los enfermos, niños y ancianos desamparados, no te olvides de los que en este momento
están en la agonía.
Responsorio:
¡Oh Sangre de Cristo por mi amor vertida!
R/ Me pesa Señor haberte ofendido
¡Oh sudor sangriento de un Dios afligido!
R/ Me pesa Señor haberte ofendido
¡Oh Jesús atado con azotes herido!
R/ Me pesa Señor haberte ofendido
¡Oh Jesús coronado, Rey escarnecido!
R/ Me pesa Señor haberte ofendido
¡Oh Cruz en tus hombros y amargo camino!
R/ Me pesa Señor haberte ofendido
¡Oh Jesús por amor muerto en Cruz y herido!
R/ Me pesa Señor haberte ofendido
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Conclusión para todos los días
Nos dirigimos al Padre como Jesús nos enseñó… PADRE NUESTRO
Gloria al Padre….
A la Virgen Dolorosa
Respondemos todos: Señora Reina del Dolor.
Enséñanos a sufrir con mérito para la vida eterna.
R/ Señora Reina del Dolor.
Alcánzanos la resignación a la voluntad Divina
R/Señora Reina del Dolor.
Consíguenos de Dios la fortaleza cristiana para saber vencer las dificultades de la vida.
R/Señora Reina del Dolor.
Concede a la Santa Iglesia con tus ruegos, muchos y santos sacerdotes.
R/Señora Reina del Dolor.
Consuela a las familias que hoy sufren alguna tribulación y alivia a los enfermos del peso de sus
dolores.
R/Señora Reina del Dolor.
Despertad en los corazones el espíritu de verdadera caridad para que sean socorridos los pobres, los
huérfanos, las viudas y los ancianos.
R/Señora Reina del Dolor.
Desde ahora te suplicamos que nos asistas en la hora suprema de nuestra vida, que es la hora de la muerte,
asiste señora a nuestra agonía, cierra nuestros ojos para que nos despertemos a tu lado en la vida eterna.
Dios te salve Reina y Madre… etc.
¡Madre llena de dolor! Has que cuando expiremos; nuestras almas entreguemos por tus manos al Señor.
¡Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas. Danos muchos y Santos sacerdotes, familias cristianas, vocaciones
religiosas y laicos comprometidos!
Canto Cuaresmal
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Primer Lunes “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”
Oración Inicial:
“Señor Jesús: estamos aquí para escucharte.
Señor, háblanos.
Oremos:
¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza! Dolido mi Señor por el fracaso
Jamás el bosque dio mejor tributo de Adán, que mordió muerte en el árbol,
Con un peso tan dulce en su corteza! Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida,
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Oremos:
No me mueve, mi Dios, para quererte
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Primera Palabra
Jesús ora a su Padre. Implora el perdón. ¿Cómo responde a tanto agravio e injuria? Perdonando y
disculpando. Los hombres, cuando ofenden a Dios, al prójimo y a sí mismos no comprenden el alcance fatal
de sus malas obras. El pecado es el mal, hace desgraciado al hombre y lo conduce, -si no se arrepiente y se
enmienda- a vivir una hora fatal. Perder a Dios es una desgracia eterna. Líbranos de ella, Tú, que quieres que
el hombre se salve.
La humanidad no había escuchado antes palabras semejantes ni había visto actitud tan noble. El Señor
enseña a perdonar, a disculpar los errores del prójimo, dar amor a los enemigos, a olvidar las ofensas
recibidas, a orar por los que nos persiguen y hacen el mal.
En la cruz, Jesús da testimonio de lo que enseñó: "Ama a tus enemigos y ora por los que te persiguen".
Debemos ser un pueblo que perdona. La paz nace del perdón.
Muchas veces se ha “pisoteado” el mandamiento del perdón y por eso se viven épocas de odio, de rencor,
de venganza, de crimen. Vivimos en una civilización de crimen, de muerte, de odio. Debe llegar la hora de
la conversión al amor y al perdón. Mientras éste no exista no hay fraternidad. El perdón del corazón.
Ante el Señor, que perdona, perdonemos. Saquemos del corazón al odio, al rencor, y a la venganza, pues
todo esto mancha la vida. Dios es Padre. Jesucristo intercede por nosotros ante el Padre. Imploremos perdón
a Dios por nuestros pecados. Como el hijo pródigo volvamos al abrazo del Padre.
“Señor, Hijo de Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador. Repite para el mundo tu primera palabra en
la cruz: "iPadre!, perdónales porque no saben lo que hacen”
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Comentario del Beato Elredo, Aba
La perfección de la caridad consiste en el amor a los enemigos. A ello nada nos anima tanto como la
consideración de aquella admirable paciencia con que el más bello de los hombres ofreció su rostro, lleno de
hermosura, a los salivazos de los malvados; sus ojos, cuya mirada gobierna el universo, al velo con que se los
taparon los inicuos; su espalda a los azotes; su cabeza, venerada por los principados y potestades, a la
crueldad de las espinas; toda su persona a los oprobios e injurias; aquella admirable paciencia, finalmente,
con que soportó la cruz, los clavos, la lanzada, la hiel y el vinagre, todo ello con dulzura, con mansedumbre,
con serenidad.
En resumen, como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la
boca.
¿Quién, al oír aquellas palabras, llenas de dulzura, de amor, de inmutable serenidad: Padre, perdónalos, no se
decide al momento a amar de corazón a sus enemigos? Padre -dice-, perdónalos. ¿Puede haber una oración
que exprese mayor mansedumbre y amor?
Hizo más aún: le pareció poco orar; quiso también excusar. «Padre -dijo-, perdónalos, porque no saben lo que
hacen. Su pecado ciertamente es muy grande, pero su conocimiento de causa muy pequeño; por eso,
Padre, perdónalos. Me crucifican, es verdad, pero no saben a quién crucifican, porque, si lo hubieran
conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria; por eso, Padre, perdónalos. Ellos me creen un
transgresor de la ley, un usurpador de la divinidad, un seductor del pueblo. Les he ocultado mi faz, no han
conocido mi majestad; por eso, Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
Por tanto, que el amor del hombre a sí mismo no se deje corromper por las apetencias de la carne. Para no
sucumbir a ellas, que tienda con todo su afecto a la mansedumbre de la carne del Señor. Más aún, para que
repose de un modo más perfecto y suave en el gozo del amor fraterno, que estreche también a sus enemigos
con los brazos de un amor verdadero.
Y, para que este fuego divino no se enfríe por el impacto de las injurias, que mire siempre, con los ojos de su
espíritu, la serena paciencia de su amado Señor y Salvador.
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Salmo Penitencial
su corazón es perverso;
Mis ojos se consumen irritados, Que se alegren los que se acogen a ti,
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Oremos:
Fortalecidos con estos Santos misterios te pedimos, Señor Jesucristo, que lleves a la gloria de la resurrección a
quienes has redimido con el madero salvador de la Cruz, Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén
Oremos:
Te adoramos, Señor Nuestro Jesucristo, y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz y muerte redimiste al
mundo. Dulcísimo Jesús mío, a quien con la soberbia de mi vida he ofendido tantas veces, dame, Señor, para
servirte, espíritu de humildad y mansedumbre para poder rechazar el vicio capital de la soberbia. Ten Señor,
misericordia de mí, vuelve hacia mí tu Divino Rostro y seré salvado. Dulce Jesús de mi vida que en la Cruz estas
por mí. En la vida y en la muerte, Señor, acuérdate de mí.
(Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en memoria de las tres horas de agonía que padeció el Señor sobre la
Cruz)
¡Oh Jesús, Pastor eterno de las almas, danos muchos y santos sacerdotes, familias cristianas, vocaciones
religiosas y laicos comprometidos!
Las almas de los fieles difuntos por la infinita misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.
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R/ Ten piedad de nosotros.
7.- Jesús, Rey de Misericordia, que nos das la justificación en tu misterio pascual. R/
8.- Jesús, Rey de Misericordia, que nos diste a la Santísima Virgen María como Madre. R/
11.- Jesús, Rey de Misericordia, que por los sacramentos nos das tu gracia. R/
16.- Jesús, Rey de Misericordia, consuelo de los pobres, los enfermos y los afligidos. R/
Oración Inicial:
“Señor Jesús: estamos aquí para escucharte.
Señor, háblanos.
Oremos:
¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza! Dolido mi Señor por el fracaso
Jamás el bosque dio mejor tributo de Adán, que mordió muerte en el árbol,
Con un peso tan dulce en su corteza! Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida,
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Oremos:
No me mueve, mi Dios, para quererte
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Segunda Palabra
Jesús le contestó: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23, 42)
Estamos ante una situación concreta: dos bandidos, pecadores. Jesús, el único mediador ante el Padre. Un
criminal que reconoce su desgracia implora a Jesús contrito y humillado. Dios siempre contesta al hombre.
Jesucristo no frustra a nadie. Como su Padre, es misericordioso.
Dios responde siempre: Hoy es palabra salvadora. Los hombres programan sus actividades con citas que raras
veces cumplen. Sólo atienden a quien le interesa. A Dios no le interesa sino nuestro bien, nuestra vida, el futuro
de todos. Dios nunca discrimina a nadie. La palabra de Dios es breve, clara y tierna: "Yo perdono. No peques
más". Dichosa la mujer que oyó de Jesús estas palabras. Al pecador, Jesucristo siempre le dice: "Yo te
absuelvo de tus pecados. Vete en paz”.
La cercanía a Jesús abre el camino hacia el arrepentimiento. De los labios de Jesús siempre se escucha una
promesa misericordiosa. Este hombre no fue rechazado. El ladrón le pidió que no lo olvidara, Jesús le prometió
el Cielo, no para el futuro sino para ese mismo día. Vino a la Tierra no a condenar sino a salvar. En la Cruz da
testimonio de su misión salvadora. Este es un diálogo de esperanza, de perdón, de amor y de misericordia.
Jesús es el único que salva y que perdona.
El otro bandido – el que no habló sino para injuriar a Jesús – tiene un gran mensaje para el hombre y nos hace
meditar sobre quien ofende a Dios, hace el mal al prójimo, no se arrepiente y sigue el camino con corazón
duro y perverso. Jesús le hubiera dicho lo mismo que le dijo al ladrón arrepentido, pero él no quiso
enmendarse. El Señor respetó su libertad, la cual usó para ser esclavo del mal. Un pueblo pecador es un
pueblo de esclavos. Jesús, aun en la Cruz, fue compasivo y misericordioso. ¿Qué no hizo por todo el que se
acercó a Él? Aunque se tratara de la persona más perversa, nunca negó el perdón. Toda palabra suya era
salvadora.
“Señor Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí que soy un pobre pecador”.
El que quiera venerar de verdad la pasión del Señor debe contemplar de tal manera, con los ojos de su
corazón, a Jesús crucificado, que reconozca su propia carne en la carne de Jesús.
Que tiemble la tierra por el suplicio de su Redentor, que se hiendan las rocas que son los corazones de los
infieles y que salgan fuera, venciendo la mole que los abruma, los que se hallaban bajo el peso mortal del
sepulcro. Que se aparezcan ahora también en la ciudad santa, es decir, en la Iglesia de Dios, como anuncio
de la resurrección futura, y que lo que ha de tener lugar en los cuerpos se realice ya en los corazones.
No hay enfermo a quien le sea negada la victoria de la cruz , ni hay nadie a quien no ayude la oración de
Cristo. Pues si ésta fue de provecho para los que tanto se ensañaban con él, ¿cuánto más no lo será para los
que se convierten a él?
La ignorancia ha sido eliminada, la dificultad atemperada, y la sangre sagrada de Cristo ha apagado aquella
espada de fuego que guardaba las fronteras de la vida . La oscuridad de la antigua noche ha cedido el lugar
a la luz verdadera.
El pueblo cristiano es invitado a gozar de las riquezas del paraíso, y a todos los regenerados les ha quedado
abierto el regreso a la patria perdida, a no ser que ellos mismos se cierren aquel camino que pudo ser abierto
por la fe de un ladrón.
Procuremos ahora que la ansiedad y la soberbia de las cosas de esta vida presente no nos sean obstáculo
para conformarnos de todo corazón a nuestro Redentor, siguiendo sus ejemplos. Nada hizo él ni padeció que
no fuera por nuestra salvación, para que todo lo que de bueno hay en la cabeza lo posea también el cuerpo.
En primer lugar, aquella asunción de nuestra substancia en la Divinidad, por la cual la Palabra se hizo carne y
puso su morada entre nosotros, ¿a quién dejó excluido de su misericordia sino al que se resista a creer? ¿Y
quién hay que no tenga una naturaleza común con la de Cristo, con tal de que reciba al que asumió la suya?
¿Y quién hay que no sea regenerado por el mismo Espíritu por el que él fue engendrado? Finalmente, ¿quién
no reconoce en él su propia debilidad? ¿Quién no se da cuenta de que el hecho de tomar alimento, de
entregarse al descanso del sueño, de haber experimentado la angustia y la tristeza, de haber derramado
lágrimas de piedad es todo ello consecuencia de haber tomado la condición de siervo?
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Es que esta condición tenía que ser curada de sus antiguas heridas, purificada de la inmundicia del pecado ;
por eso el Hijo único de Dios se hizo también hijo del hombre, de modo que poseyó la condición humana en
toda su realidad y la condición divina en toda su plenitud.
Es, por tanto, algo nuestro aquel que yació exánime en el sepulcro, que resucitó al tercer día y que subió a la
derecha del Padre en lo más alto de los cielos ; de manera que, si avanzamos por el camino de sus
mandamientos, si no nos avergonzamos de confesar todo lo que hizo por nuestra salvación en la humildad de
su cuerpo, también nosotros tendremos parte en su gloria, ya que no puede dejar de cumplirse lo que
prometió: A todo aquel que me reconozca ante los hombres lo reconoceré yo también ante mi Padre que
está en los cielos.
Salmo Penitencial
Salmo 31
Mientras callé se consumían mis huesos, -- Te instruiré y te enseñaré el camino que has de
seguir,
rugiendo todo el día,
fijaré en ti mis ojos.
porque día y noche tu mano pesaba sobre mí;
en el momento de la desgracia:
Alégrense, justos, y gocen con el Señor;
la crecida de las aguas caudalosas
aclámenlo, los de corazón sincero.
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Oremos:
Te adoramos, Señor Nuestro Jesucristo, y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz y muerte redimiste al
mundo. Dulcísimo Jesús mío, a quien con la soberbia de mi vida he ofendido tantas veces, dame, Señor, para
servirte, espíritu de humildad y mansedumbre para poder rechazar el vicio capital de la soberbia. Ten Señor,
misericordia de mí, vuelve hacia mí tu Divino Rostro y seré salvado. Dulce Jesús de mi vida que en la Cruz estas
por mí. En la vida y en la muerte, Señor, acuérdate de mí.
(Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en memoria de las tres horas de agonía que padeció el Señor sobre la
Cruz)
¡Oh Jesús, Pastor eterno de las almas, danos muchos y santos sacerdotes, familias cristianas, vocaciones
religiosas y laicos comprometidos!
Las almas de los fieles difuntos por la infinita misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.
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R/ Ten piedad de nosotros.
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Tercer Lunes “Mujer, he ahí a tu hijo. Hijo, he ahí a tu Madre”
Oración Inicial:
“Señor Jesús: estamos aquí para escucharte.
Señor, háblanos.
Oremos:
¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza! Dolido mi Señor por el fracaso
Jamás el bosque dio mejor tributo de Adán, que mordió muerte en el árbol,
Con un peso tan dulce en su corteza! Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida,
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Oremos:
No me mueve, mi Dios, para quererte Muéveme en fin tu amor y en tal manera
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Tercera Palabra
Al pie de la cruz, con el alma llena de dolor y de tristeza, estaba María. La madre estaba de pie, con los ojos
fijos en Él. María no era, no podía ser, una madre débil y cobarde en la tragedia de su hijo. Era consciente de
que ese momento no era una simple tragedia. Ella sabía que era la hora salvadora. Es valiente y compasiva.
Su misión de Madre de Jesús, era compartir la muerte de su Hijo para que los hombres tuviésemos vida. La
muerte de Jesús es salvadora. El Hijo de María es el Redentor de los Hombres.
Juan, el discípulo, no podía faltar al pie de la cruz. El designio de Jesús era que él estuviera en el Calvario para
recibir a la madre y cuidar de ella el resto de su vida. ¡Qué sublime misión! Por eso el Evangelio no omite este
momento de agonía. El discípulo acogió a María y la llevó a su casa. También nosotros hemos acogido a la
Virgen, que es nuestra verdadera Madre espiritual. Ella es la Madre de la Iglesia. No es cristiano quien no la
acoge. Ser Madre espiritual del hombre, no es un título honorífico sino una misión. María es Madre intercesora
de la humanidad. Ella nos lleva a Él. Ora a Él por nosotros.
Jesús habla a su Madre desde la Cruz. Quiere tenerla a su lado hasta la muerte. Ella arriesga todo para
colocarse a su lado. Callada, silenciosa, sumida en oración y repitiendo en su interior: “He aquí la esclava del
Señor”, María es un don sublime de Jesús desde la Cruz. Por eso la amamos, la veneramos, la imitamos y la
invocamos. El Padrenuestro y el Ave María son las oraciones de la Iglesia. María, es “una realidad hondamente
humana y santa, que suscita en nosotros las plegarias de la ternura y de la esperanza”.
María, al pie de la Cruz, pensó en su Hijo y en nosotros. Aceptó con todas sus consecuencias ser Madre de
Jesús y Madre nuestra, y está siempre al lado de nuestra Cruz, no vivimos solos, no somos huérfanos en la
Iglesia. María sigue siendo la esclava del Señor y del Hombre. No en vano la imploramos:
“Santa María, Madre nuestra, ruega por nosotros, intercede por nosotros. Salve Madre Dolorosa y Reina
nuestra, ruega por nosotros ahora y siempre”.
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Stabat Mater – Estaba la Madre
y una espada estaba hundida a fin de llorar los dos, Haz que me hiera su herida.
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Comentario de Jorge de Nicodemia (Autor del siglo IX)
Todos los discípulos y las mujeres que habían venido juntos hasta allí, porque tenían miedo, no osaban
acercarse más y observaban los eventos desde lejos. Pero la Madre que había seguido al Hijo siempre más
cerca, se mantenía más cerca de Él, constantemente inmóvil, mostrando una valiente fuerza de ánimo que
Dime una dulce palabra de vida, para que me sirva de consuelo después de los sufrimientos de este
momento. Dicta para tu madre tu última voluntad, Tú que junto con el universo la gobiernas también a ella. Di
ahora una palabra que sea dulcísima de escuchar y que sea eficazmente válida para siempre. El Señor,
viendo a su Madre herida por golpes tan crueles emitió un suspirado tono de voz. Pero aquel tono de voz fue
suficiente para indicar, aun en su brevedad la última voluntad del testador. Él, confiando la Madre al discípulo
dijo “Mujer ahí tienes a tu Hijo" de esta manera Jesús quiso decir:
“De ahora en adelante yo estaré a tu lado de una manera divina y te cuidaré a ti que eres mi Madre. Sin
embargo, tendrás también a tu lado al discípulo predilecto, que suplirá para contigo cumplidamente todos los
deberes que son propios de los hijos. Por medio de él, quiero confiarte también a los otros discípulos. En efecto,
yo deseo que tú estés junto con ellos. Se para ellos lo que las madres son para con sus hijos, y todavía más,
Después de haber hablado tan amorosamente a la Madre, Cristo se dirige al discípulo y le dice: “He ahí a tu
Madre”, “Mira -dice Cristo- tela confió a ti en mi lugar. Porque ahora voy a recibir mi parte en la gloria, yo la
dejo a ti para que ocupes el lugar de mi presencia visible. ¡Suple el afecto filial que yo le debía a ella y
venérala como se debe venerar a la Madre de tu Señor y Maestro! Ahora yo la constituyo Madre no sólo tuya,
sino también de todos los otros; la pongo como guía de los discípulos y quiero absolutamente que sea
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Salmo Penitencial
Salmo 37
“Han llegado los días de penitencia; expiemos nuestros pecados y salvaremos nuestra alma”
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Oremos:
Te adoramos, Señor Nuestro Jesucristo, y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz y muerte redimiste al
mundo. Dulcísimo Jesús mío, a quien con la soberbia de mi vida he ofendido tantas veces, dame, Señor, para
servirte, espíritu de humildad y mansedumbre para poder rechazar el vicio capital de la soberbia. Ten Señor,
misericordia de mí, vuelve hacia mí tu Divino Rostro y seré salvado. Dulce Jesús de mi vida que en la Cruz estas
por mí. En la vida y en la muerte, Señor, acuérdate de mí.
(Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en memoria de las tres horas de agonía que padeció el Señor sobre la
Cruz)
¡Oh Jesús, Pastor eterno de las almas, danos muchos y santos sacerdotes, familias cristianas, vocaciones
religiosas y laicos comprometidos!
Las almas de los fieles difuntos por la infinita misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.
Oración Litánica:
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R/ Gracias por dárnosla como Madre.
1. Señor Jesucristo, que con tu Padre y el Espíritu, tuviste en tu mente a Santa María desde el principio de los
tiempos. R/
2. Señor Jesucristo, que dispusiste que ella fuera la nueva Eva de la nueva creación. R/
5. Señor Jesucristo, que te complaciste en que permaneciera Virgen en el parto y después parto. R/
7. Señor Jesucristo, que la instruiste en la verdadera misión a la que habías venido para cumplir la voluntad del
Padre. R/
8. Señor Jesucristo, que le diste un corazón, sediento de ti, donde guardaba, expectante, todas las cosas. R/
9. Señor Jesucristo, que diste testimonio de María, declarándola fiel escucha de tu Palabra. R/
10. Señor Jesucristo, que concediste a Santa María inaugurar tus señales en el mundo en Caná Galilea. R/
11. Señor Jesucristo, que asociaste a María a la obra de la redención y la hiciste caminar contigo hasta el
Calvario. R/
12. Señor Jesucristo, que la hiciste participe de tu fortaleza y asistir serena a la consumación del misterio de la
Cruz. R/
13. Señor Jesucristo, que por medio del discípulo amado nos hiciste sus hijos. R/
14. Señor Jesucristo, que sembraste en su corazón la certeza de tu triunfo definitivo en la resurrección. R/
15. Señor Jesucristo, que la inflamaste con tu Espíritu junto a la Iglesia reunida en Pentecostés. R/
16. Señor Jesucristo, que la llevaste a la gloria en cuerpo y alma como signo del triunfo final de la Iglesia. R/
17. Señor Jesucristo, que la quisiste a la cabeza de la evangelización de América Latina desde el Tepeyac. R/
18. Señor Jesucristo, que a nosotros, costarricenses, nos das el llamarla Nuestra Señora de los Ángeles. R/
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Cuarto Lunes “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Oración Inicial:
“Señor Jesús: estamos aquí para escucharte.
Señor, háblanos.
Oremos:
¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza! Dolido mi Señor por el fracaso
Jamás el bosque dio mejor tributo de Adán, que mordió muerte en el árbol,
Con un peso tan dulce en su corteza! Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida,
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Oremos:
No me mueve, mi Dios, para quererte
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Cuarta Palabra
"Jesús gritó con gran fuerza: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” (Mateo 27, 47)
Estamos ante la infinita desolación de Jesús en el Calvario. La expresa con voz fuerte. Es una palabra sincera
y real. Está experimentando en su alma, los efectos del pecado. La cuarta es la palabra Redentora. Esta
desolación la vive Cristo para salvar al hombre de la muerte y del pecado.
Jesús cargó con todas las iniquidades y pecados del mundo, aceptó ser víctima expiatoria del pecado del
hombre. Jesús es el Salvador del hombre, el único salvador ayer, hoy y por todos los siglos. Estas palabras son
la verdad que profesamos. Vayamos esta noche a casa diciendo: Jesús es el único que salva, por caminos
misteriosos que sólo Dios conoce, Dios perdona si hay arrepentimiento.
Las palabras "todos nos salvamos por Él”, no son palabras vanas. Están dichas desde la fe que profesamos.
Este es el contenido fundamental de la profesión de la fe cristiana. Todos los hombres y mujeres que son
salvados participan, aunque de modos diferentes, del misterio de Salvación en Jesucristo por medio del Espíritu
Santo.
Nuestra fe exige que se profese que Jesucristo, en todo su misterio, desde la Encarnación a la Glorificación, es
la fuente y el cumplimiento de toda la revelación salvífica de Dios a la humanidad en todos los tiempos y en
todos los espacios de la tierra. Esta es la verdad completa. Al afirmar que Jesucristo es el único salvador de la
humanidad no pretendemos ofender a nadie ni queremos convocar a nadie a un debate innecesario. Pero la
verdad completa que profesamos es ésta desde el principio hasta el fin. La verdad de Jesucristo camina con
el tiempo en todos los espacios. Por eso exclamamos: “Dios nos amó tanto que envió a su Hijo para que todo
el que crea en Él se salve".
Él es Aquel a quien el Padre resucitó, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo Juez de vivos y muertos.
Es precisamente, esta singularidad única de Cristo, la que le confiere un significado absoluto y universal, por el
cual, es el centro y el fin de la historia. La cuarta palabra de Jesús en la cruz es la cima de la Salvación en
Jesucristo. Él podía mantener en el silencio de su corazón esta realidad suprema y única, pero quiso decirlo en
alta y fuerte voz. Esta palabra no podía faltar en el Gólgota. Jesús es la verdad y no podía ocultarla ¿Qué
sería de nosotros si la ignoráramos? Esta verdad ilumina con resplandores singulares el camino nuestra de vida
hacia el futuro. Es preciso proclamar con fe y con gozo íntimo de infinita esperanza: “Jesús es nuestro
Salvador”.
Que esta verdad que aquí se ha proclamado, llegue al corazón de cada uno de nosotros y que volvamos a
nuestra casa con el corazón invadido por esta esperanza: “Jesucristo es el Salvador, mi Salvador”. Esta es
nuestra fe y la palabra que debemos proclamar al mundo. Unidos en un mismo credo y en comunión con una
misma esperanza, con un agradecimiento lleno de amor a Jesucristo y mirando a la cruz bendita, y
escuchando sus palabras, digamos esta oración y esta súplica: "Jesús, mi Redentor, sálvanos Jesús, Redentor
de la humanidad, sálvanos”.
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De los comentarios de San Agustín sobre los Salmos
El mayor don que Dios podía conceder a los hombres es hacer que su Palabra, por quien creó todas las cosas,
fuera la cabeza de ellos, y unirlos a ella como miembros suyos, de manera que el Hijo de Dios fuera también
hijo de los hombres, un solo Dios con el Padre, un solo hombre con los hombres; y así, cuando hablamos con
Dios en la oración, el Hijo está unido a nosotros, y, cuando ruega el cuerpo del Hijo, lo hace unido a su
cabeza; de este modo, el único Salvador de su cuerpo, nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ora por nosotros,
ora en nosotros, y al mismo tiempo es a él a quien dirigimos nuestra oración.
Ora por nosotros, como sacerdote nuestro; ora en nosotros, como cabeza nuestra; recibe nuestra oración,
como nuestro Dios.
Reconozcamos, pues, nuestra propia voz en él y su propia voz en nosotros. Y, cuando hallemos alguna
afirmación referente al Señor Jesucristo, sobre todo en las profecías, que nos parezca contener algo
humillante e indigno de Dios, no tengamos reparo alguno en atribuírsela, pues él no tuvo reparo en hacerse
uno de nosotros.
A él sirve toda creatura, porque por él fue hecha toda creatura, y, por esto, contemplamos su sublimidad y
divinidad cuando escuchamos: Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y
la Palabra era Dios; ya al principio estaba ella con Dios; por ella empezaron a existir todas las cosas, y ninguna
de las que existen empezó a ser sino por ella. Pero los que contemplamos esta divinidad del Hijo de Dios, que
supera y trasciende de modo absoluto a toda creatura, por sublime que sea, lo oímos también, en otros
lugares de la Escritura, gimiendo y suplicando, como si se reconociera reo de algo.
Y dudamos en atribuirle estas expresiones por el hecho de que nuestra mente, que acaba de contemplarlo en
su divinidad, se resiste a descender hasta su abajamiento, y le parece que le hace injuria al admitir unas
expresiones humanas en aquel a quien acaba de dirigir su oración como Dios; y, así, duda muchas veces y se
esfuerza en cambiar el sentido de las palabras; y lo único que encuentra en la Escritura es el recurso a él, para
no errar acerca de él.
Por tanto, que nuestra fe esté despierta y vigilante; y démonos cuenta de que aquel mismo que
contemplábamos poco antes en su condición de Dios tomó la condición de siervo, haciéndose semejante a
los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte;
y, clavado en la cruz, quiso hacer suyas las palabras del salmo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?
Por tanto, oramos a él por su condición de Dios, ora él por su condición de siervo; por su condición divina es
creador, por su condición de siervo es creado, habiendo asumido él, inmutable, a la creatura mudable, y
haciéndonos a nosotros con él un solo hombre, cabeza y cuerpo. Así, pues, oramos a él, por él y en él;
hablamos con él y él habla en nosotros.
30
Salmo Penitencial
Salmo 50
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
por tu inmensa compasión borra mi culpa; renuévame por dentro con espíritu firme;
Contra ti, contra ti solo pequé, enseñaré a los malvados tus caminos,
ofrendas y holocaustos,
31
Oremos:
Te adoramos, Señor Nuestro Jesucristo, y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz y muerte redimiste al
mundo. Dulcísimo Jesús mío, a quien con la soberbia de mi vida he ofendido tantas veces, dame, Señor, para
servirte, espíritu de humildad y mansedumbre para poder rechazar el vicio capital de la soberbia. Ten Señor,
misericordia de mí, vuelve hacia mí tu Divino Rostro y seré salvado. Dulce Jesús de mi vida que en la Cruz estas
por mí. En la vida y en la muerte, Señor, acuérdate de mí.
(Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en memoria de las tres horas de agonía que padeció el Señor sobre la
Cruz)
¡Oh Jesús, Pastor eterno de las almas, danos muchos y santos sacerdotes, familias cristianas, vocaciones
religiosas y laicos comprometidos!
Las almas de los fieles difuntos por la infinita misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.
32
R/ Ten compasión de tu pueblo, Señor
1. Dulce Jesús, que angustiado en el huerto oraste al Padre, y puesto en agonía sudaste gotas como de
sangre. R/
2. Dulce Jesús, que con el beso del traidor, fuiste entregado en manos de los impíos, preso y atado como un
ladrón y abandonado por tus discípulos. R/
3. Dulce Jesús, que fuiste proclamado reo de muerte por el injusto concilio de los judíos, llevado a Pilatos como
un malhechor, despreciado y escarnecido por el inicuo Herodes. R/
4. Dulce Jesús, que fuiste despojado de tus vestidos, atado a la columna y cruelmente azotado. R/
5. Dulce Jesús, que fuiste coronado de espinas, abofeteado, golpeado con la caña, vestido con la púrpura
por la burla, escarnecido en muchas maneras y saturado de oprobios. R/
6. Dulce Jesús, que fuiste pospuesto al ladrón Barrabás, reprobado por los judíos y condenado a muerte de
cruz. R/
7. Dulce Jesús, que cargado con la cruz fuiste conducido al lugar del suplicio como un cordero a la muerte. R/
8. Dulce Jesús, que fuiste contado entre los ladrones, blasfemado y burlado, amargado con hiel y vinagre, y
desde mediodía hasta las tres de la tarde, atormentado con terribles insultos en la cruz. R/
9. Dulce Jesús, que muerto sobre el patíbulo de la cruz y atravesado por una lanza en presencia de tu Madre,
vertiste sangre y agua. R/
10. Dulce Jesús, que bajado de la cruz fuiste bañado con las lágrimas de tu Madre Santísima. R/
11. Dulce Jesús, que cubierto de heridas y marcado con las cinco llagas fuiste ungido con aromas y puesto en
el sepulcro excavado en la roca.
33
Quinto Lunes “Tengo sed”
Oración Inicial:
“Señor Jesús: estamos aquí para escucharte.
Señor, háblanos.
Oremos:
¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza! Dolido mi Señor por el fracaso
Jamás el bosque dio mejor tributo de Adán, que mordió muerte en el árbol,
Con un peso tan dulce en su corteza! Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida,
34
Oremos:
No me mueve, mi Dios, para quererte
35
Quinta Palabra
Jesús sigue en penosa agonía. No oculta sus dolores. Expresa sus sentimientos y necesidades. De sus labios sale
esta congoja adolorida. "Tengo sed". La sed es un tormento de los crucificados, Jesús la experimentó hasta
verse en la necesidad de implorar la compasión de alguien; Jesús permite ser ayudado. No es soberbio. Es
manso y humilde de corazón. La soberbia es insolente y grosera, altiva y peligrosa.
Un soldado corre, toma una esponja, la empapa en vinagre, la pone en una caña y la acerca al Señor
agonizante. Uno solo ejecuta este gesto. ¿Es este un gesto de compasión inspirado por la solidaridad humana
hacia el prójimo?: Misterio.
En el mundo hay un dramático vacío de solidaridad y de caridad. Mirando el pasado constatemos que la
historia registra nombres que han sido ejemplos de caridad y que han suscitado fieles seguidores. La caridad
ha triunfado sobre el egoísmo. Es necesario que la fraternidad crezca más y más. Las tristes condiciones del
mundo de hoy y la desgracia social en que viven muchos, lo exigen con profundos lamentos. La caridad
fraterna es vocación cristiana a la cual todos somos llamados y de la cual debemos ser apóstoles y testigos.
Donde reina la caridad se proyecta, como sombra de amor y de amistad, esa fraternidad y ese espíritu de
compasión y ayuda al prójimo, que hace del mundo un lugar amable para todos. Pablo VI, dijo estas
palabras; "Mientras el hombre siga siendo el ser débil, vacilante y malo que demuestra ser con frecuencia, las
armas defensivas serán desgraciadamente necesarias. Pero si quieren ser humanos dejen caer las armas de
sus manos, no es posible una vida amable con armas ofensivas en las manos. El primer camino a la paz es el
desarme de los pueblos y de los espíritus”.
La caridad fraterna es servicio generoso a nuestro prójimo. Cada noche, al hacer el examen de conciencia,
deberíamos preguntarnos ¿qué hicimos por nuestro prójimo o que omitimos, qué pudimos haber hecho y no
hicimos por él? Dios podría preguntarnos como a Caín: ¿Dónde está tu hermano?
La humanidad lleva sobre sus hombros infinidad de pecados contra el prójimo y ha traicionado e incumplido
el mandato de Jesús: "Ámense los unos a los otros, así como yo los he amado”. Tomemos conciencia de este
sagrado deber; construir la caridad fraterna. Este debe ser un acontecimiento de cada día. La caridad no
tiene en cuenta ni la raza, ni el color, ni la religión ni menos aún la política. Seria abominable que ésta se
convirtiera en fuerza política. La caridad no tiene partido. La justicia y la caridad son dos grandes retos de una
sociedad humana y cristiana. Si no hay cambio social el mundo seguirá siendo el reino del lobo voraz.
Es triste, muy triste, ver dormir en la calle a niños y viejos enfermos. Ninguna persona humana es desechable.
Cualquier actitud o palabra en este sentido clama al Cielo. Todos somos una misma raza y todos somos
creación de Dios.
36
Jesús en la cruz tuvo sed. Pidamos al Señor que nos dé un corazón muy grande para amarlo a Él y a nuestro
prójimo con todo nuestro ser. El hombre de hoy necesita preguntarle a Jesús; ¿Quién es mi prójimo? Él nos
enseñará a practicar lo que hizo un samaritano por su prójimo. Esta es una invitación a leer y a poner en
práctica esta parábola. El mundo será distinto cuando haya amor, compasión y solidaridad. La paz nace del
amor fraterno.
De los escritos de Orígenes sobre la palabra de Cristo que es multiplicada por los
Discípulos
Considera como el Señor en el Evangelio rompe unos pocos panes y alimenta a millares de hombres y como
quedan tantas canastas de sobras. Considera, pues, como nosotros rompemos unos pocos panes; tomamos
unas pocas palabras de las Escrituras divinas y son miles de hombres los que con ellas se sacian.
Hermanos, ahora comamos los panes y saquemos agua del pozo, todo lo que podamos. Procuremos también
hacer aquello que nos recomienda la sabiduría cuando dice: "Bebe agua de tus propias fuentes y de tus
pozos, y sea tu fuente tuya propia”. Procura tú que me oyes tener un pozo y tu propia fuente, de suerte que,
cuando tomas el libro de las Escrituras comiences a sacar alguna inteligencia por ti mismo, de acuerdo con lo
que aprendiste en la Iglesia, intenta beber de la fuente de tu propio ingesto. Dentro de ti hay una agua viva
natural, unas venas de aguas permanentes, las corrientes que fluyen del entendimiento racional, al menos
mientras no quedan obstruidas por la tierra y los escombros, lo que tienes que hacer es cavar la tierra y quitar
la suciedad, es decir, arrojar la pereza de tu inteligencia y la somnolencia de tu corazón.
Oye lo que dice la Escritura: "Aprieta el ojo, y derramará una lágrima; aprieta el corazón y alcanzará sabiduría"
Procura, pues, limpiar también tu inteligencia, para que alguna vez puedas llegar a beber de tus propias
fuentes, y puedas sacar agua viva de tus pozos. Porque si has recibido en ti la Palabra de Dios, si has recibido y
guardado con fidelidad el agua viva que te dio Jesús, se hará en ti “una fuente que brota hasta la vida
eterna", en el mismo Jesucristo, nuestro Señor, de quien es la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén"
37
Salmo Penitencial
Salmo 102
“El que practique y enseñe los preceptos del Señor será grande en el reino de los cielos”
► Señor, escucha mi oración, mis días son una sombra que se y librar a los condenados a
alarga, muerte
¡que mi grito llegue a ti!;
me voy secando como la para anunciar en Sión
no me escondas tu rostro hierba.
el nombre del Señor,
el día de la desgracia. ► Tú, en cambio, permaneces
para siempre y su alabanza en Jerusalén
Inclina tu oído hacía mí;
Y tu nombre de generación en cuando se reúnan unánimes los
cuando te invoco, generación. pueblos
escúchame enseguida. Levántate, y ten misericordia y los reyes para dar culto al
de Sión, Señor.
► Que mis días se desvanecen
como humo, Que ya es hora y tiempo de ► Él agotó mis fuerzas en el
misericordia. camino;
mis huesos queman como
brasas, ► Tus siervos aman sus piedras; acortó mis días;
mi corazón está decaído como se compadecen de sus ruinas; y yo le digo: “Dios mío,
hierba;
los gentiles temerán tu nombre, no arrebates en la mitad de mis
me olvido de comer mi pan; días”
los reyes del mundo, tu gloria.
con la violencia de mis quejidos ► Tus años duran por todas
► Cuando el Señor reconstruya
se me pega la piel a los huesos; a Sión, las generaciones;
► En vez de pan, como ceniza; desde su excelso santuario tus años no se acabarán.
mezclo mi bebida con llanto, desde el cielo se ha fijado en la Los hijos de tus siervos vivirán
tierra, seguros
por tu cólera e indignación,
para escuchar los gemidos su linaje durará en tu presencia.
porque me alzaste en vilo y me
tiraste; de los cautivos
38
Oremos:
Te adoramos, Señor Nuestro Jesucristo, y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz y muerte redimiste al
mundo. Dulcísimo Jesús mío, a quien con la soberbia de mi vida he ofendido tantas veces, dame, Señor, para
servirte, espíritu de humildad y mansedumbre para poder rechazar el vicio capital de la soberbia. Ten Señor,
misericordia de mí, vuelve hacia mí tu Divino Rostro y seré salvado. Dulce Jesús de mi vida que en la Cruz estas
por mí. En la vida y en la muerte, Señor, acuérdate de mí.
(Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en memoria de las tres horas de agonía que padeció el Señor sobre la
Cruz)
¡Oh Jesús, Pastor eterno de las almas, danos muchos y santos sacerdotes, familias cristianas, vocaciones
religiosas y laicos comprometidos!
Las almas de los fieles difuntos por la infinita misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.
Letanías de la Misericordia
Señor, ten piedad de nosotros - Señor, ten piedad de nosotros
39
R/ Ten piedad de nosotros.
7.- Jesús, Rey de Misericordia, que nos das la justificación en tu misterio pascual. R/
8.- Jesús, Rey de Misericordia, que nos diste a la Santísima Virgen María como Madre. R/
11.- Jesús, Rey de Misericordia, que por los sacramentos nos das tu gracia. R/
16.- Jesús, Rey de Misericordia, consuelo de los pobres, los enfermos y los afligidos. R/
40
Sexto Lunes “Todo está Cumplido”
Oración Inicial:
“Señor Jesús: estamos aquí para escucharte.
Señor, háblanos.
Oremos:
¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza! Dolido mi Señor por el fracaso
Jamás el bosque dio mejor tributo de Adán, que mordió muerte en el árbol,
Con un peso tan dulce en su corteza! Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida,
41
Oremos:
No me mueve, mi Dios, para quererte Muéveme en fin tu amor y en tal manera
42
Sexta Palabra
El tiempo de Jesús en la tierra ha terminado. Su vida, pobre y humilde se hunde serena en el ocaso para entrar
en la eternidad donde no hay noche ni tinieblas sino luz. Jesús no ha reusado la muerte. La ha aceptado por
salvación del mudo. Ha llegado la hora de regresar a su Padre. Se dispone a entrar en la eternidad; en el
misterio de Dios y sale de la tierra crucificado, en un patíbulo ignominioso. Ha dicho: “Todo está cumplido”.
Hoy el día de la muerte del Señor y de su Resurrección, ha llegado la salvación al mundo. Jesús ha sido
sepultado. La cruz en la cima del monte sigue siendo el signo de la Redención. Ante ella se cumplen, todas
las celebraciones cristianas.
Cristo en la cruz dio su vida para dar la vida al mundo. No convirtamos la cruz en objeto rutinario. Ella es el
signo del amor de Dios a los hombres y el principio de nuestra salvación. Es un símbolo de vida, de entrega,
de amor, de redención. Jesús dice a Juan: "Será levantado en la cruz para que todo el que crea en Él tenga
por Él, vida eterna. La muerte de Jesús es un gran gesto de amor que libera y salva. Por eso, Jesús pudo decir
desde la cruz: "Todo está cumplido”. La cruz es plenitud de salvación. Jesús no salvó al hombre de una forma
fácil, espectacular sino experimentado en su propio cuerpo el dolor, la angustia, la desolación, la soledad,
la humillación de la cruz. Después del sufrimiento pudo decir: "Todo está cumplido"
La cruz no es un signo de poder, sino de esperanza. Es la máxima expresión de su amor salvador. Plenitud de
salvación. La cruz es el lábaro santo de la fe cristiana. Nosotros creemos en Jesucristo, muerto y resucitado. Sin
Él no habría religión cristiana. Vana seria nuestra fe. La cruz es el signo sagrado del perdón y de la misericordia
de Dios al hombre. Jesús crucificado es el Redentor del hombre. La santa cruz es la señal del
cristiano. Jesús muere en la cruz, de sangre los pies cubiertos, llagadas de amor las manos, los ojos al mundo
muertos y los dos brazos abiertos a todos los hombres. "Todo está consumado”. Sólo falta una cosa, la más
trascendental e importante. "Que todo el que crea en Jesús tenga la vida eterna".
¡Oh admirable poder de la cruz! ¡Oh inefable gloria de la pasión! En ella se encuentra el tribunal del Señor, el
juicio del mundo, el poder del crucificado.
43
Atrajiste a todos hacia ti, Señor, a fin de que el culto de todas las naciones del orbe celebrara, mediante un
sacramento pleno y manifiesto, lo que se realizaba en el templo de Judea solo como sombra y figura. Ahora,
en efecto, es más ilustre el orden de los levitas, más alta la dignidad de los ancianos, más sagrada la unción
de los sacerdotes; porque tu cruz es la fuente de toda bendición, el origen de toda gracia; por ella, los
creyentes reciben de la debilidad, la fuerza, del oprobio, la gloria y, de la muerte, la vida. Ahora, así mismo,
abolida la multiplicidad de los antiguos sacrificios, la única oblación de tu cuerpo y sangre lleva a su plenitud
los diferentes sacrificios carnales, Porque tú eres el verdadero Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo y así, en tu persona, llevas a la perfección todos los ministerios, para que todos los pueblos constituyan
un solo reino, del mismo modo que todas las victimas ceden el lugar al único sacrificio.
Confesemos, pues, hermanos, lo que la voz del bienaventurado maestro de las naciones, el apóstol Pablo,
confesó gloriosamente. Sentencia verdadera y digna de universal adhesión de esta: Cristo Jesús vino al
mundo para salvar a los pecadores.
En efecto, tanto más admirable es la misericordia de Dios para con nosotros, cuanto que Cristo murió, no por
los justos o por los santos, sino por los pecadores y los injustos, y como imposible que la naturaleza divina
experimentase el agujón de la muerte, tomó, naciendo de nosotros, una naturaleza que pudiera ofrecer por
nosotros. Ya mucho antes amenazaba a nuestra muerte con el poder de su propia muerte, diciendo por boca
del profeta Oseas: Oh muerte, yo seré tu muerte; país de los muertos, yo seré tu aguijón. Al morir, en efecto, se
sometió al país de los muertos, pero lo destruyó con su resurrección; sucumbiendo al peso de una muerte que
no había excepción, la convirtió de eterna en temporal. Porque lo mismo que en Adán todos mueren, en
Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida.
Salmo Penitencial
Salmo 129
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, Aguarde Israel al Señor, como el centinela la
aurora;
¿quién podrá resistir?
porque del Señor viene la misericordia,
Pero de ti procede el perdón,
la redención copiosa; y él redimirá a Israel
y así infundes respeto.
de todos sus delitos.
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Oremos:
Te adoramos, Señor Nuestro Jesucristo, y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz y muerte redimiste al
mundo. Dulcísimo Jesús mío, a quien con la soberbia de mi vida he ofendido tantas veces, dame, Señor, para
servirte, espíritu de humildad y mansedumbre para poder rechazar el vicio capital de la soberbia. Ten Señor,
misericordia de mí, vuelve hacia mí tu Divino Rostro y seré salvado. Dulce Jesús de mi vida que en la Cruz estas
por mí. En la vida y en la muerte, Señor, acuérdate de mí.
(Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en memoria de las tres horas de agonía que padeció el Señor sobre la
Cruz)
¡Oh Jesús, Pastor eterno de las almas, danos muchos y santos sacerdotes, familias cristianas, vocaciones
religiosas y laicos comprometidos!
Las almas de los fieles difuntos por la infinita misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.
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R/ Ten piedad de nosotros.
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Séptimo Lunes “¡Padre! En tus manos encomiendo mi Espíritu”
Oración Inicial:
“Señor Jesús: estamos aquí para escucharte.
Señor, háblanos.
Oremos:
¡Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza! Dolido mi Señor por el fracaso
Jamás el bosque dio mejor tributo de Adán, que mordió muerte en el árbol,
Con un peso tan dulce en su corteza! Y así dijo el Señor: "¡Vuelva la Vida,
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Oremos:
No me mueve, mi Dios, para quererte Muéveme en fin tu amor y en tal manera
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Séptima Palabra
Llegó la hora de la muerte de Jesús. Pronuncia la última palabra de su vida sobre la tierra. Es una plegaria filial.
Jesús cada vez que eleva su corazón a Dios, lo llama Padre; y nos enseñó a nosotros a invocarle como Padre.
Somos sus hijos. Es una oración de amor, de ternura, de confianza. Plegaria conmovedora: "En tus manos
encomiendo mi vida". Marchó hacia su Padre. Pero volverá un día en majestad y gloria. No podrá haber duda
sobre su próxima venida. Entre el tiempo y el fin intercede el Padre por nosotros. Nos sigue diciendo: "Yo soy el
camino, la verdad y la vida".
Todos sus seguidores exclaman con tristeza: Jesús murió. Fe, amor y esperanza son compañeras íntimas de sus
discípulos. Se viven horas tensas. Él había hablado de lo que sucedería. La mañana de la Pascua no es una
inesperada sorpresa; al contrario, ésta es la hora gloriosa de su Maestro. Sólo ante Él, el hombre dobla sus
rodillas.
Dejó vacío el sepulcro. Desde el domingo temprano empezamos nuestra Pascua, la cual es; Jesús pasó de la
muerte a la vida. Somos el pueblo de la Pascua. Un cristiano jamás se calla, lo proclama con voz fuerte y
victoriosa; ¡Jesús resucitó y vive! Él vive y nos espera en la Pascua eterna, que significa pasar de la vida mortal
a la vida eterna en comunión con Dios. Su muerte se transformó en vida. Nuestra muerte también. Nosotros
caminamos, todos hacia la vida con Él, con el Padre, con el Espíritu, con la Virgen Santísima, con los Ángeles,
con los bienaventurados, con los santos. La muerte no es un misterio, no un enigma. Es la realidad en todo su
esplendor de luz y alegría.
La vida de Jesús no se acaba. Jesús vive. Él es el viviente. Nosotros también viviremos. El alma es inmortal. Dios
no destruye lo más sublime que ha hecho; la vida. El cuerpo también resucitará glorioso. Jesús no nos
abandona. Su presencia es causa de alegría y de esperanza. Nos acompaña. Somos caminantes. "Yo estaré
con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"; en su palabra, en sus sacramentos, en la eucaristía, fuente
y culmen de toda la vida cristiana; en la comunidad reunida en su nombre. Está con nosotros haciendo la
historia nueva. A la sombra de la cruz nace una humanidad nueva y hombres nuevos, hombres llenos de
esperanza. Nuestra esperanza como católicos se fundamenta en infundir el espíritu de la Pascua y descubrirla
aún en los más dolorosos acontecimientos. Se trata de una esperanza que nos hace vivir, exaltando no la
tierra como valle de lágrimas y destierro, sino construyéndola con valor en la alegría de la vida y del trabajo.
El Viernes Santo es un paso. Los acontecimientos no terminan en el sepulcro. El gran día es la Pascua cuando
empieza el tiempo de esperanza, de la vida nueva que llega.
"¡Jesucristo! ¡Estamos aquí frente a tu cruz! Te adoramos en ella desde la hondura de nuestra alma y con todo
el ardor de nuestra fe. ¡Jesucristo! Aumenta nuestra fe y nuestra esperanza en ti. Danos tu Espíritu para construir
una humanidad nueva, con la esperanza de la Pascua, despojada de sus vicios y de sus crímenes, que borre
de su historia las páginas negras y sangrientas que han sido sufrimiento y rutina del hombre.
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Danos hombres nuevos, con la esperanza de la Pascua, que se dediquen a curar las heridas que las fuerzas
del mal y del pecado van dejando en el hombre redimido por ti, hombres nuevos, con la esperanza de la
Pascua, que sin temor, liberen a los pueblos de las esclavitudes que ha dejado el pecado en su vida y en su
historia. Hombres nuevos con la esperanza de la Pascua, que tengan el ardor necesario para apresurar el
futuro ya empezado, para hacer nuevas todas las cosas.
¡Jesucristo! Ayúdanos a construir tu Reino, a crecer y progresar en la fe, a vivir unidos a ti porque solo Tú tienes
palabras de vida eterna.
¡Jesucristo! Príncipe de la paz, Señor de la vida, vencedor de la muerte y del pecado, Señor de la esperanza,
imploramos tu misericordia. Desde la cruz, intercede por nosotros, líbranos de las fuerzas del mal y bendice a
nuestro pueblo con la bendición de la paz”
Y al fin, tan pronto como bebió el vinagre, dijo: Todo está consumado, pues todo el misterio de esa carne
mortal que había tomado, estaba cumplido, y, una vez eliminados todos los vicios, sólo quedaba la gloria de
la inmortalidad.
Por lo cual dijo: Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu. Expresándose con toda perfección, Él
encomienda su espíritu, puesto que lo conserva, pues, aunque lo encomienda, no lo pierde. El Espíritu es, en
verdad, algo valioso y cuyo precio hay que guardar; por eso dijo aquél: ¡Oh Timoteo, guarda el buen
depósito!. Y después encomienda el espíritu a su Padre; por eso dijo: Tú no dejarás mi alma en el infierno.
Contempla, pues, el gran misterio. Mientras encomienda su espíritu en las manos del Padre, permanece
dentro del seno del Padre, ya que nadie distinto del Padre es capaz de contener al Cristo total. Y así dijo: Yo
estoy en el Padre y el Padre en Mí. Encomienda, pues, su espíritu al Padre. Pero como Él está presente en los
cielos, ilumina los infiernos para rescatar todas las cosas, pues Cristo lo es todo en todas las cosas, aunque Él
obre en cada uno. La carne muere para resucitar y el espíritu se lo encomienda a su Padre para que los
mismos cielos se vean libres de las cadenas de la iniquidad y se lleve a cabo una paz que la misma tierra
podrá imitar.
Y dicho esto, entregó su espíritu. Muy bien está dicho ese entregó, ya que no lo perdió contra su voluntad. Y
así Mateo dice: Entregó su espíritu, porque lo que se entrega es algo voluntario, pero lo que se pierde se
realiza por necesidad.
La pasión del Señor nos quiere enseñar que acabarán las cosas presentes para que surjan las futuras. Y las
tinieblas han ofuscado los ojos de los incrédulos para que pueda resucitar la luz de la fe. El sol se ha ocultado o
ha huido de los sacrílegos con el fin de tapar el espectáculo deprimente de su crimen. Las piedras se han
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hecho añicos para mostrarnos, por medio de las grietas abiertas en esas rocas, el futuro, ya que en él la fuerza
de la palabra penetrará hasta en lo más duro de los corazones, con objeto de que, como predijo Jeremías,
sea el Señor quien cace más fácilmente en las cavernas de las rocas a los mismos cazadores.
Y los monumentos abiertos, ¿qué otra cosa significan, sino la resurrección de los muertos, una vez rotas las
ligaduras de la muerte, en cuyo semblante se ve la fe y cuya apariencia es todo un símbolo, ya que, al salir a
la ciudad santa, anunciaban, ante la vista de los presentes, que la Jerusalén celestial será la morada eterna
de los resucitados?
También el velo se rasga, hecho que nos declara, o bien la separación de los dos pueblos, o bien la
profanación de los misterios de la Sinagoga. El velo viejo se rasga para que la nueva Iglesia pueda colocar sus
colgaduras. Ha desaparecido el velo de la Sinagoga para que podamos contemplar al descubierto, con la
mirada de nuestra alma, los misterios secretos de la religión. Y por fin, he aquí que hasta el mismo centurión
confiesa que Aquel a quien han crucificado es el Hijo de Dios.
Salmo Penitencial
Salmo 142
“El que me sigue, no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida, dice el Señor”
tú, que eres fiel, atiende a mi considero las obras de tus Líbrame del enemigo, Señor,
súplica; manos
que me refugio en ti.
tú, que eres justo, escúchame. y extiendo mis brazos hacia ti:
Enséñame a cumplir tu
No llames a juicio a tu siervo, tengo sed de ti como tierra voluntad,
pues ningún hombre vivo es reseca.
inocente frente a ti. ya que tú eres mi Dios.
Te adoramos, Señor Nuestro Jesucristo, y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz y muerte redimiste al
mundo. Dulcísimo Jesús mío, a quien con la soberbia de mi vida he ofendido tantas veces, dame, Señor, para
servirte, espíritu de humildad y mansedumbre para poder rechazar el vicio capital de la soberbia. Ten Señor,
misericordia de mí, vuelve hacia mí tu Divino Rostro y seré salvado. Dulce Jesús de mi vida que en la Cruz estas
por mí. En la vida y en la muerte, Señor, acuérdate de mí.
(Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en memoria de las tres horas de agonía que padeció el Señor sobre la
Cruz)
¡Oh Jesús, Pastor eterno de las almas, danos muchos y santos sacerdotes, familias cristianas, vocaciones
religiosas y laicos comprometidos!
Las almas de los fieles difuntos por la infinita misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.
Oración Litánica
52
R/ Perdona a tu pueblo, Señor
1. Dulce Jesús, que angustiado en el huerto oraste al Padre, y puesto en agonía sudaste gotas como de
sangre. R/
2. Dulce Jesús, que con el beso del traidor, fuiste entregado en manos de los impíos, preso y atado como un
ladrón y abandonado por tus discípulos. R/
3. Dulce Jesús, que fuiste proclamado reo de muerte por el injusto concilio de los judíos, llevado a Pilatos como
un malhechor, despreciado y escarnecido por el inicuo Herodes. R/
4. Dulce Jesús, que fuiste despojado de tus vestidos, atado a la columna y cruelmente azotado. R/
5. Dulce Jesús, que fuiste coronado de espinas, abofeteado, golpeado con la caña, vestido con la púrpura
por la burla, escarnecido en muchas maneras y saturado de oprobios. R/
6. Dulce Jesús, que fuiste pospuesto al ladrón Barrabás, reprobado por los judíos y condenado a muerte de
cruz. R/
7. Dulce Jesús, que cargado con la cruz fuiste conducido al lugar del suplicio como un cordero a la muerte. R/
8. Dulce Jesús, que fuiste contado entre los ladrones, blasfemado y burlado, amargado con hiel y vinagre, y
desde mediodía hasta las tres de la tarde, atormentado con terribles insultos en la cruz. R/
9. Dulce Jesús, que muerto sobre el patíbulo de la cruz y atravesado por una lanza en presencia de tu Madre,
vertiste sangre y agua. R/
10. Dulce Jesús, que bajado de la cruz fuiste bañado con las lágrimas de tu Madre Santísima. R/
11. Dulce Jesús, que cubierto de heridas y marcado con las cinco llagas fuiste ungido con aromas y puesto en
el sepulcro excavado en la roca.
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