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LAS SEMILLAS
DIRECCION GENERAL DE AGRICULTURA

LAS SEMILLAS
POR

ANTONIO GARCIA ROMERO


Ingeniero Agrónomo. Director de la Estación Central de Enlayo de
Semillol.

SERVICIO DE PUBLICACIONES AGRICOLAS


GRÁFICAS U¡;I'INA. MELÍo:NIJEZ VALD{:S, 7. MADRID.
El principio de toda planta, y como consecuen-
cia de todo cultivo, es, en la gran mayoría de los
casos, la semilla. No decimos "en todos" pensando
que también se hacen plantaciones de tubérculos,
bulbos, rizomas, estacas e injertos..., procedimien-
tos de multiplicación o reproducción asexuada de
los vegetales, que logran, sin necesidad de semi-
llas, nuevos seres; pero estos casos en la práctica
del cultivo son los menos. Tan limitados que
constituyen la excepción.
Lo general es que sembremos. que entregue-
mos la semilla a la tierra para que allí germine.
y no hace falta pensar mucho para comprender
que no debe ser indiferente ni trivial emplear una
u otra semilla: una semilla joven u otra ya vieja,
una llena, perfectamente granada, u otra vana;
una limpia u otra mezclada Ton toda clase de im-
purezas o materias extrañas. Puesto que la si-
miente será la planta, cuidemos de que aquélla se
halle en condiciones de formarla, de realizar la
transformación que se le pide. Y luego, que por
su vigor, su sanidad, por todas y cada una de
las circunstancias que reúna, sea garantía para el
éxito.
-C>-

Esto lleva ;¡ decir algunas palabras, las preci-


sas. re"IJl'c!O :1 C0!l10 son las semillas.
Las sl'milbs. que proceden, como es sabido, de
óvulos f ccundados existentes en la mayoría de
los casos en esa parte básica y dilatada del órga-
llO f emcnino de la flor llamada ovario, constan,
a grandes f;JSgOS, de dos partes distintas: tegu-
mento \' almendra.
El t~gurnento, simple o doble, es la cubierta
protectora de la semilla. Su superficie, unas veces
lisa, brillante (habas, judías), otras opaca y gra-
nulosa. presenta en ocasiones verrugas, crestas
onduladas, etc. No es raro que sus células se
prolonguen en pelos ya uniformemente reparti-
dos, como ocurre en las semillas del algodonero
donde forman el algodón, ya localizados en cier-
tos puntos, de los que surgen como penachos. A
veces, las cubiertas de las semillas y sus tegu-
mentos modifican un cierto número de células
y forman alas: membranas finas y delicadas, que
son, como los pelos, auxiliares para la disemina-
ción. Y hay casos-citando sólo los más nota-
bles-en que las células de este tegumento o se
ge1ifican en contacto del agua, dando capas gela-
tinosas (tino). o engruesan y se llenan de líquidos
azucarados y ácidos, formando un tegumento car-
noso. Es el caso de la granada. Al comernos los
rubíes de sus g-ranos 10 hacemos golosamente
atraídos por sus modificadas cubiertas.
En el tegumento se aprecian, con mayor o me-
nor claridad, según las semillas, el llamado "hilo",
cicatriz formada por la rotura del cabillo o sos-
-7-

tén del óv ulo, y el m icr ópilo, abe rt ura de éste por


donde surge la rad ícula en el proceso de germ i-
nac ión del gr a no.
L a alme nd ra, que ocupa cas t todo el volumen

Al gun a s s em illas. Mu y aum ent ad a s y e n s u ta mañ o


na t u ra l.

de la semilla, cons ta a su vez sólo de embrión en


los casos más simples y. gen er alm ent e, de un a
reserva nutritiva ex terio r a aquél : albumen o en-
do sperrno.
El embrión , unas veces recto, otras curvo, en
ocas iones en espiral, es siempre la parte esen -
cial de la semilla, "la planta en miniatura". En
él se distingu e un cilindro co r to, "tallito" , terrni -
--- 8 ---

nando dI.' un extremo por un pequeño cono "ra-


dícula' y de ot ro por una masa ovoidea aplastada,
relati vamente considerable, que en las plantas di-
cotiledóneas se separa fácilmente en dos mitades,
aplicadas una contra otra por su cara plana, Di-
chas partes son los cotiledones. Los que, al ger-
minal' muchas semillas y salir el tallo a flor de
tierra, constituyen el primer par de hojas de la
planta. Hojas que se agotan paulatinamente hasta
morir, en provecho del tierno vegetal oe que ior-
rnan parte,
Entre ambos cotiledones, Pero invisible por fue-
ra en tanto que están juntos, se halla el cono
terminal del tallito, ora desnudo, ya desarrollado
en gémula o yema, o provisto en algunos casos
(judías) del primer par de hojuelas.
Las materias que rodean al embrión: albumen,
endosperrno o perispermo, o las que se alojan en
sus cotiledones (casos de semillas sin albumen),
contienen materias nutritivas diversas: almidón.
aceites, sustancias nitrogenadas, celulosa, dando
lugar a reservas amiláceas oleaginosas, córneas
etcétera. Las gramináceas, por ejemplo, encierran
en sus semillas no sólo almidón, sino una materia
nitrogenada, que es el gluten de los cereales, Los
granos de adormidera, de ricino, de colza, son
ricos en aceites; algunos albúrnenes de tipo celu-
lósico o córneo, adquieren tal dureza que la in-
dustria los utiliza para fabricar diversos objetos.
Es el caso de la semi11a de Phyte!efans, palmera
de América, cuvos granos, del tamaño de un hue-
vo de gallina, tienen un albumen celulósico, blan-
_'0. tan resistente que con el nombre de "marfil
vegetal" o corozo, sustituye al hueso y al cuerno
en diversas aplicaciones.
Estas sustancias de reserva necesita ser dige-
ridas y asimiladas por el embrión para que \.:'1
proceso gerrninativo se cumpla. Las transforma-
ciones que se originan son, la mayor parte de las
veces, desdoblamientos con hidratación, realiza-
dos bajo el influjo de diastasas apropiadas: ami-
lasa, invertina, saponasa, pepsina. etc.
Se ve, por lo dicho, que si el tegumento pue-
de tener en ocasiones algún interés como ele-
mento protector, de imbibición, etc., lo funda-
mental de la semilla es la vulgarmente llamada al-
mendra y, sobre todo, dentro de ella. el embrión.
Una semilla sin embrión o con el embrión mu-
tilado podrá servir para hacer harina. para el
consumo de hombres y animales, para aplicacio-
nes industriales, I nunca para la siembra! Y si
esencial es la presencia del embrión, muy impor-
tante es asimismo que el grano no sufra que-
brantos en sus reservas. Son éstas las que han
de atender al sustento de esa "planta en pequeño"
que se aloja en el interior de la semilla, hasta que
el embrión, evolucionando, se transforme en una
planta con raíces capaces de absorber los jugos
ne la tierra, y con tallos V hojas Que, saliendo a
la superficie, 'formando en- sus .células, con el con-
curso de la luz. la materia verde o clorofila. po-
sean armas para captar elementos de la atmós-
fera y formar. con éstos y con los que ascienden
del suelo, los alimentos que precisa su economía.
CUNVJClONES PARA LA GERM Il\ACJÓN

Condición intrínseca de la germinación será,


pues, que el grano esté completo, bien formado
y constituido en todas sus partes. Hay semillas,
en efecto, de forma y tamaño normales, cuyo te-
gumento, regularmente desarrollado, encierra sólo
un esbozo o aborto de almendra, ocupando el aire
el volumen restante. Es preciso, además, que la
semilla que va a sembrarse se encuentre interior-
mente madura; esto es, que las células que cons-
tituyen el embrión y el albumen o endospermo se
hallen en estado tal, que sus sustancias de reserva
puedan ser digeridas y asimiladas tan pronto las
condiciones del medio exterior se cumplan. Esta
madurez interior coincide a veces con la madurez
que pudiéramos llamar "externa" (condiciones de
volumen, peso, color, brillo, blandura, etc.), y
también con la madurez del fruto; pero en otros
casos (gramináceas) precede a aquélla, mientras
que en algunos la sigue. Ejemplo de esto último
es lo que ocurre con semillas de rosal, melocoto-
nero, etc.. que, colocadas en las condiciones de
medio más propicias, tardan dos o más años en
iniciar la germinación,
Lograda la madurez interna de la semilla es
preciso que no se pierda. El mismo trabajo in-
-11-

terno-fenómen os de ox idación ¡U C da al gra no


su mad u rez puede, de pe rsist ir , qu itá r ela.
L a duración de la mad urez interna, o C01l10 se
dice a menudo . ju zgand o de la cau a por el ef ec-

Fases su ces ivas de la g erm in a ci ón de una sem illa


de a lu bia s.

to, la du ración del pod e r germ ina tivo de la se mi-


IIa, va ría sensibleme nte con la naturaleza de las
reser vas que cont iene. Los g ranos de albumen
có rneo (c afeto. umbelíf eras) pierden su mad urez
por el solo hecho de desecarse. Las semillas o lea-
- 12-

ginosas conservan más tiempo que las antes cita-


das su facultad gerrninativa, pero al cabo de cier-
to tiempo su aceite se oxida y se enrancia por el
aire. El almidón, el azúcar, las sustancias albu-
minoideas son menos alterables, siendo los g-ranos
amiláceos los que sostienen durante más tiempo
su poder germinativo.
Hacen falta, además, determinadas condiciones
en el medio. Se necesita agua: un cierto grado
de humedad, oxígeno-una atmósfera respirable-
y adecuada temperatura. El calor es preciso a la
germinación-e-que es una fase. particular del ere-
eimiento-, 10 mismo que al crecimiento general
de las plantas. Es decir, que hay un límite infe-
rior de temperatura por bajo del cual el fenó-
meno no se realiza, y otro superior, pasado el
cual tampoco ocurre. Ya veremos, al ocuparnos
más adelante del modo de determinar el poder
germinativo de las semillas, las diferentes varian-
tes que a este respecto exigen unas y otras. Ade-
lantemos ahora que las temperaturas óptimas para
la mayoría de las especies se comprenden entre
20 v .w grados centígrado.
Colocada una semilla normal, joven y sana en
una tierra mullida, aireada. húmeda y que disfru-
te de temperatura a propósito, la germinación se
realiza ráoidamente.
El proceso germinativo 'se caracteriza por fe-
nómenos morfológicos y fisiológicos que vamos
a examinar brevemente.
- 13-
I
a) Fenómenos morjoláq.cos.
Supongamos un grano con albumen de una di-
cotilcdonea : una semilla de ricino, por ejemplo.
depositada en un suelo húmedo y rodeada de am-
biente tibio. El agua atraviesa ei tegumento, hin-
cha la almendra, y ésta, al aumentar de volumen,
produce la desgarradura parcial de aquél. Como
-- ~.

é.I . - "
l' --

---c:..

Semilla de judía, hendida longitudinalmente: i, tegu-


mento; e, cotiledones : r, radícula; t" tallito, y o, gé-
mula.

al mismo tiempo la radícula crece y tiende a salir,


se origina en el micropilo una fuerte tensión que
hiende por dicho lugar las cubiertas.
La radícula, una vez fuera, crece, curvándose
hacia abajo, influenciada por su geotropismó po
sitivo y toma la posición vertical. Es la llamada
raíz terminal o raíz principal de la planta.
Cuando esta raíz alcanza determinada longitud.
se alarga el tallito del embrión por crecimiento
- 14-
intercalar, dirigiéndose verticalmente hacia arriba,
impulsado por su geotropismo negativo.
Sigue creciendo en esta dirección durante cier-
to tiempo, llevando obligadamente con él los dos
cotiledones fijos a su extremo y el albumen que
los rodea, y de esta suerte, el grano, cada vez
más esquilmado y modificado en su interior, se
alza una cierta altura por encima de la superficie
de la tierra donde fué sembrado. Pero al mismo
tiempo, la semilla, que continúa hiachándose por
la acción del agua absorbida, rasga más y más su
tegumento, hasta que éste cae.
Se ve entonces coronando el tallito, a la masa
entera y desnuda del albumen, blanquecina, lige-
ramente amarillenta, dentro de la cual los dos
cotiledones y la gémula siguen aprisionados. Dicho
cautiverio dura poco. El albumen disminuye pro-
gresivamente, ya que sus reservas van pasando,
por osrnosis, a los cotiledones. Cuando aquéllas se
agotan, la capa o envolvente que sujetaba des-
aparece. Los cotiledones quedan libres, y como
gozosos de esa libertad que se les brinda, se se-
paran, se expanden, se orientan en busca de la
luz y se tiñen de verde, apareciendo de esta suer-
te como las primeras hojas de la planta.
Dichos cotiledones atienden desde entonces a
la nutrición del nuevo vegetal de dos modos: ab-
sorbiendo el anhídrico carbónico del aire mediante
su clorofila, ..¡ consumiendo también, poco a poco,
los restos del albumen que pueden quedar adhe-
ridos a la superficie. Agotada totalmente dicha
reserva, la alimentación de la plantita se verifica
de igual modo que cuando ya es adulta: por las
raíces y por estas hojas especiales, sin dientes ni
lóbulos, que son los llamados cotiledones.
Separados éstos, como hemos dicho, dejan ver
entre ambos, y coronando el tallo, un pequeño
abultamiento, muchas veces cónico: la gémula, que
ha sido trasladada, llevada, por los movimientos
descritos, pero que no ha crecido aún.
Este es su momento. El tallito no crece ya. Los
cotiledones no pueden seguir subiendo con él. Pe-
ro la gémula o yema terminal del tallo, antes in-
activa, siente que ha llegado su hora. Y se alar-
ga, se desarrolla, se conduce como el botón ter-
minal de un tallo cualquiera, esto es, prolongando
el tallito inicial de la planta y produciendo sobre
sus flancos hojas y yemas axilares.
y así resulta que el tallo del joven vegetal-he-
mos supuesto que se trataba del ricino-s-queda
formado de dos trozos de origen diferente: el de
abajo, que comprende desde el extremo superior
de la raíz hasta los cotiledones, y que se debe
al crecimiento del tallito del embrión, y el supe-
rior, que abarca el resto del tallo desde los coti-
ledones hasta el final, y que es debido al desarrollo
de la gémula. Aquel trozo suele llamarse hipoco-
tileo, aludiendo a su posición por bajo de los co-
tiledones, y éste, el superior y de mayor longitud,
epicotileo. A las semillas que se conducen, cual
la del ricino, tomada por ejemplo, se las dice gra-
nos o semillas epígeas, para expresar que son lan-
zadas fuera de la tierra en el proceso germina-
- 16-

tivo, en vez de quedar en el sitio donde fueron


depositadas.
Si las semillas carecen de albumen-s-caso de las
judías-·, por hallarse todas las reservas nutritivas

c..

Sección longitudinal de una cariópside de maíz: p, pe-


ricarpio del {ruto; a y a" partes dura y blanda del al-
bumen; e, embrión, en el que se aprecian radícula, ta-
Hito, gémula y cotiledón.

en los cotiledones, su almendra no constará sino


de embrión, con sus dos cotiledones plenos de
materias alimenticias. Estos salen también al ex-
terior conducidos por el tallito, a cuyo extremo
están unidos. Luego se separan, vacian poco a
poco su contenido, que pasa al joven tallo, y una.
vez marchitos se sueltan.
- 17-

Los cotiledones no se arrugan y desprenden a


poco de salir al aire, en todos los casos. En nu-
merosas plantas persisten, por el contrario, en es-
tado carnoso; se llenan de granos de clorofila y
son, ese primer par de hojas antes descritas, dis-
tintas de las nacidas por encima de ellas a expen-
sas de la gémula.
Por último, en los granos hipógeos, así llama-
dos por permanecer bajo tierra sin asomar el
exterior, lo que es debido a que el tallito nos lo
transporta, las fases morfológicas de la gcrrnina-.
ción se simplifican. La radícula asoma la primera
por el micropilo, como en los demás casos, pero
el tallito no crece o crece apenas. Es la gérnula,
distintamente de 10 que antes pasaba, la que evo-
luciona desde el principio, debiéndose el nuevo
tallo, por entero, a su crecimiento. Y, natural-
mente, como los cotiledones están sujetos al ta-
Ilito, y éste no se alarga, el grano queda allí donde
fué sembrado.
El tallo se forma esta vez de un solo trozo por
encima de los cotiledones, y es engendrado ex-
clusivamente por la gémula. Se denomina por di-
cha razón epicotileo. Es el caso de la encina, del
castaño, de todas las gramináceas y de casi todas
las monocotiledóneas.

b) Fenómenos fisiológicos.
Para estudiar la fisiología propia del período
germinativo, se acostumbra a fijar, algo arbitra-
riamente, como término de esta fase, la aparición
II
- 18-
de la clorofila en los cotiledones o en las hojitas
de la gémula, para evitar la complicación resul-
tante de sumar a dichos procesos las funciones
de la asimilación del carbono y transpiración a la
luz: c1orovaporización.
Es evidente que cuando el embrión, al iniciarse
la germinación, abandona su periodo de vida la-
tente, se encuentra francamente imposibilitado pa-
ra nutrirse como lo hacen las plantas, ya que
carece de raíces por donde absorber la savia del
suelo y de hojas verdes capaces de asimilar el
anhídrido carbónico del aire. El embrión se nutre
exclusivamente, como antes de ahora hemos in- .
dicado, de materias alimenticias acumuladas en
los cotiledones o en el albumen y endospermo.
Estas reservas, de naturaleza variable: almidón,
cuerpos grasos, granos de aleurona, celulosa, etc.,
no pueden ser utilizadas por el protoplasma del
embrión mientras no están en la misma fonna
química que si hubieran de ser consumidas por
las células animales. Para adquirirla, sufren fenó-
menos digestivos análogos a los que experimen-
tarían en el tubo digestivo de aquéllos. Fermentos
especiales producidos en las células de los coti-
ledones o en las del albumen, atacan a las mate-
rias nutritivas y las transforman en productos lí-
quidos y asimilables.
Un ejemplo: en los granos a base de almidón
-albumen del trigo, cotiledones de las judías-
se desarrolla una diastasa: amilasa, que actúa so-
bre el almidón análogamente a como procede la
arnilasa de la saliva o del jugo pancreático, y le
- 19-

transforma en azúcar de maltosa por una serie de


hidrataciones y desdoblamientos.
Un segundo fermento, la maltasa, obra en se-
guida sobre el azúcar de maltosa, hidratándole
y desdoblándole en azúcar de glucosa, soluble y
asimilable por el protoplasma de la célula. Otros
fermentos: pepsina, saponasa, invertina, realizan
acciones análogas sobre las reservas nitrogena-
das, grasas, azucaradas, etc.

I
Por su acción los alimentos almacenados en las

A
m:
W
~ ~~
W' 'N' n*~~"
A. Semilla con albumen : e, cotiledones; a, albumen;
t, tegumento.-B. Semilla sin albumen: e, cotiledones;
t, tegumento.s-C. Semilla de almendro: e, cotiledones
voluminosos, comprendiendo entre ellos el resto del
embrión.-D. Semilla de adormidera, donde se apre-
cia el embrión e curvado sobre el albumen.

semillas son licuados y digeridos, penetrando des-


pués por osmosis en los tejidos del embrión. Si
un mismo grano contiene reservas de diferente
naturaleza, se desarrolla un fermento o diastasa
especial para cada una. Tal ocurre en muchas
semillas de leguminosas y de cereales, que poseen
al mismo tiempo una cantidad más o menos cre-
cida de aleurona y de almidón.
Es difícil precisar el momento en que acaba la
germinación. Se dice-antes lo hemos expuesto-s-
-:20 -

que la planta se hace independiente, cuando emite


sus primeras hojas verdes, y es capaz de asimilar
por su clorofila. Pero en dicho momento las re-

.1 _ _.- .~
o, Semilla de amapola ("Papaver Rhoeas") j b, remi-
lla de "Corydalis'"; e, semillas aladas.

servas no están aún completamente agotadas. El


vegetal adquiere una independencia completa de
un modo gradual o progresivo, difícil de sorpren-
der y fijar.
LOS ANÁLISIS DE SEMILLAS

<1) Necesidad de una muestra media.


Entre las determinaciones analíticas referentes
a las semillas es una de las más importantes-la
más fundamental sin duda-investigar si estos
pequeños órganos vegetales se hallan en condi-
ciones de convertirse en plantas de modo normal,
o sea de realizar prontamente, vigorosamente, las
varias fases morfológicas y fisiológicas que com-
ponen el proceso germinativo.
Para conocer este extremo, e igual si se trata
de saber la pureza o de realizar cualquier otra
determinación, es indispensable realizar ensayos.
y como esto no podria efectuarse con muestras
grandes, de peso y volumen considerable, que com-
plicarían extraordinariamente la técnica de la ope-
ración e inutilizarían, por otra parte, cantidad
apreciable de semillas, surge una primera necesi-
dad: la de formar, lo mejor que se pueda, de 'a
manera más perfecta que sea factible, la muestra
media: del producto. Una muestra media, "bien to-
mada", cuando se trate de recoger una determi-
nada cantidad de semilla del almacén, del barco,
del saco donde se encuentra la mercancía, para
remitirla al Laboratorio de análisis,
- 22-

y otra segunda formación de muestra media,


lo más minuciosa posible, y ya en el referido La-
boratorio, para tomar de ella los pocos granos o
los contados cientos de granos con que haya de
efectuarse el análisis. Por escrupuloso, por pre-
ciso que éste sea, no puede indicar otra cosa sino
el valor de la pequeña muestra con que se mani-
pula. Debe, pues, procurarse que ésta responda
con fidelidad, en una u otra de las determinacio-
nes antes citadas, a la naturaleza de la partida o
de la muestra que se ha de analizar.

b) Modo de tomor la muestra media.


En la toma de muestras correspondientes a una
expedición conviene adoptar determinadas pre-
cauciones. Así, para pequeños lotes, hasta de tres
sacos, se tomarán, valiéndose de sondas a propó-
sito, muestras próximamente del mismo peso en
tres sitios distintos: arriba, en el medio y en el
fondo de cada saco. En partidas de más de treinta
sacos y menos de cincuenta, las "Narmas interna-
cionales de análisis de semillas" aconsejan tomar
una muestra cada cuatro o cinco sacos y siempre
en dos de ellos como mínimo. Para cada uno, las
tomas se hacen en las tres zonas: superior, media
e inferior, antes expresadas.
En lotes de semillas de trébol, alfalfa y otras,
suceptibles de contener granos de cuscuta, se to-
marán muestras de todos los sacos, cualquiera que
sea su número.
Si las semillas se hallan situadas a granel, en
-:!3 -

cajas, vago nes o cua lquie r o t ro e nvase o de pós ito ,


se toma la mues t ra co n una so nda larga , intro-
ducié ndo la en va rios puntos y alturas de l con -
ju nto.
De forma r la muestra dura nte la o peració n (k

Air eaci ón y exa me n d e m ues tras puesta s a germinar.

limpi a me cánica de las sem illas, se retira rán , a


intervalos iguales , pequ eñ as cantidades de las que
salg an de la máquina.
.uando el g rano se halla en monton es de be
fo rma rse una mu estra mínima de dos ki los, h a-
ciendo las tomas en quince o veinte sitios di fe-
rent es. tant o en 10 bordes como en el me d io d el
montón, mezclando éste previam en te 10 me jo r po-
- 24-

sible. En algunos casos, como en los de semillas


que se sueltan unas de otras difícilmente, la toma
se hace con la mano, cogiendo puñados próxima-
mente iguales de distintos sitios del envase.
La cantidad de semilla que en todos los casos
se separa es, en general, bastante mayor que la
que se exige para una muestra con destino al
análisis. Por esta razón es indispensable su mezcla
perfecta antes de constituir el paquete que habrá
de enviarse al Laboratorio. Cuando se dispone de
aparatos mezcladores, se usan a dichos fines.
Los pesos mínimos necesarios para una mues-
tra de envío, varían con la naturaleza de las se-
millas. Para gramináceas pratenses, trébol blanco
e híbrido, coles. lechugas y otras del mismo o aná-
10R'o tamaño, son suficientes SO gramos.
La cantidad va en aumento con el volumen de
las especies. Para las de lino, alfalfa, espinaca.
rábanos, etc., bastan 100 gramos; 200 gramos para
las semillas de remolacha y las de judías y p,ui-
santes de granos pequeños; 400, para judías y
guisantes de granos gruesos y cereales en gene-
ral; 500 R'ramos para maíz, habas, garbanzos, etc
Recibida una muestra en el Laboratorio hay que
tomar de ella la cantidad de semilla precisa para
la determinación o determinaciones que se pre-
tendan. Esta pequeña muestra de análisis se anar-
ta, bien a mano o. con un buen aparato divisor.
En el primer caso, la semilla recibida, muy mez-
clada previamente, se extiende en una bandeja de
poco fondo, formando una capa uniforme, de
reducida altura. Luego, con una cucharita apro-
- 25-

piada y en diversos sitios de la bandeja-ocho o


diez por lo mcnos-i-, se toman pequeñas porciones
de la muestra, hasta reunir la cantidad conve-
niente. Otro método, llamado de particiones, con-
siste en extender. la muestra, ya mezclada, sobre
una hoja de papel, repartiéndola en capa regular
y dividiéndola en dos mitades con un instrumento
que no corte. Hecho esto, una de las mitades se
divide en dos partes, y se sigue así sucesivamente,
hasta quedarse con una cantidad sensiblemente
igual a la necesaria para el análisis.
El empleo de aparatos divisores conduce al mis-
mo resultado,

e) La pureza de las semillas.


Siguiendo un orden lógico, cuando con una
muestra de semillas han de realizarse distintas
determinaciones analíticas, la primera que gene-
ralmente se efectúa es la investigación de su pu-
reza.
Son consideradas semillas "puras" las que co-
rresponden a la especie indicada por la etiqueta
de la muestra. Si en ésta figura, por ejemplo, la
semilla en cuestión como "trébol híbrido", todas
las semillas y restos que no sean de dicho trébol
se considerarán impurezas, y asimismo algunas de
estas 'semillas de trébol si están rotas, como luego
diremos.
No importa que algunas semillas estén parcial-
mente dañadas, arrugadas, raquíticas o imperfec-
tamente maduras. Perteneciendo a la especie que
- 2;)-

va a analizarse y siendo capaces de producir gi'r-


menes. se consideran como puras.
Así, una semilla a la que falten parte de los
cotiledones. se dará como buena si los conserva en

_.(1-~_ . -.. . -~-- -.....


"-t·,,,
Fases de la germinación de un grano epigeo, sin albu-
men: r, raíz principal; t, tallito; e, cotiledón; h, hojas
normales.

más de su mitad. Los pedazos pequeños se esti-


marán, por el contrario, como materia inerte.
Las semillas sin embrión o las que carecen de
una parte de dicho embrión no tienen valor. Si
lo que falta es sólo una parte del tegumento,se
clasificarán como puras. Las semillas comidas por.
insectos se contarán como puras si el daño se halla
localizado en el albumen o endospermo ; pero si la
-27-

radícula u otra parte del embrión se encuentra


atacada, se toman como materia inerte.

IMPUREZAS

Impurezas son las semillas pertenecientes a


plantas objeto de cultivo, vegetales cuya concu-
rrencia no puede causar perjuicio apreciable, pe-
ro que no pertenecen a la especie o variedad de
que se trata
Asimismo se conceptúan impurezas todas las
materias inertes.
A saber: las semillas o partes de semillas de la
especie objeto de análisis que, por estar en trozos
muy pequeños, carecen de embrión, o que por
hallarse, de otra suerte, muy dañadas, no se" pue-
den considerar semillas puras.
Las piedras, el polvo, la arena o la tierra, las
partes de raíces, tallos, hojas, inflorescencias; las
glumas y las semillas vacías o vanas de grami-
náceas; los trozos de semillas extrañas, las semi-
llas sin embrión, las leguminosas sin tegumento,
las germinadas, los glomérulos de remolacha va-
cíos, los insectos muertos o trozos de éstos, las
conchillas, excrementos, granos atacados por pa-
rásitos y cuantas materias no sean semilla.
Impurezas son, asimismo, las semillas de malas
hierbas, entendiendo por tales las de plantas re-
conocidas como invasoras: esas numerosas espe-
cies de la vegetación llamada "espontánea"-algo
distinta para cada país-, que roban aire, luz, te-
rreno, agua y alimentos al vegetal que se cultiva.
-';;:8 -

Muy de tener en cuenta, entre éstas, son las Se-


millas de las plantas parásitas-euscuta entre

Gcrrnina do res tipo jacohsen, de apli cación para semi-


llas pequeña s.

otras- , que constit uye n otros tantos serios enemi-


gos para el cultivo.
ti) Dctc rminacum de la pureza.
Para reconocer la pureza de un a semilla se e rn- '
pieza por form ar cuidadosam ente , siguiendo las
ins tru cciones antes ex puestas, la llamada "m uestra
de análisis". Lu ego se pesa con la mayor exac-
titud posible una cierta cantidad de dicha mu es-
tra-e-el peso minimo de semillas necesarias para
el análisis de pureza varia de 1 a 300 gramos,
según la clase de semilla-, y hecha la minuciosa
pesada, se procede a separar las impurezas de
las semillas puras. La operación es lenta y exige
tanta paciencia como claro concepto de todas y
cada una de las partes que se someten a la ob-
servación.
La separación de impurezas se facilita ponien-
do la pequeña muestra que va a estudiarse sobre
un trozo de vidrio, bajo el cual se colocan pape-
les de distintos colores, según la especie que vaya
a analizarse, procurando que ésta destaque del
fondo que se la prepara. El operador tendrá que
auxiliarse en buen número de casos de una lente
de pie.
Una manera recomendable de proceder es si-
tuar las semillas objeto del ensayo a la izquierda
de dicha placa de vidrio e irlas empujando hacia
la derecha mediante una espátula apropiada, de
suerte que formen las ya vistas, una a modo de
faja estrecha. Las impurezas se colocan con la
espátula o mediante pinzas a propósito en la parte
superior o en la inferior del cristal, formando los
correspondientes montoncitos, que deben ser tres
por lo menos: uno para las semillas de malas hier-
bas, otro para las restantes semillas y el tercero
para las materias inertes.
Hay casos en que, para facilitar una primera
separación de impurezas, se usan con resultad-
diferentes juegos de cribas o aparatos a base de
éstas-el procedimiento es obligado si se trata de
muestras relativamente grandes-, y otros casos
hay en que las determinaciones de pureza no
pueden hacerse fácilmente a la luz natural, te-
niendo que recurrir a los aparatos llamados dia-
[anoscopos, de los que existen varios tipos y don-
de la observación de las semillas se hace sobre

Distintas fases de la germinación de un grano epígeo


con albumen: {J, radícula; b, tallito; e, cotiledones;
d, albumen; t, tegumento; g, gémula; h, primeras ho-
jas normales.

una placa de vidrio translúcido fuertemente ilumi-


nada por su parte inferior. El empleo de los dia-
fanoscopos está, sobre todo, indicado para la ob-
servación de las menudas semillas pratenses, don-
de hay que comenzar por apreciar si éstas se ha-
llan vanas o no.
En los certificados correspondientes a las "Nor-
mas internacionales de análisis", vigentes en
-31-

nuestro país, la determinación de la pureza com-


prende tres apartados fundamentales: semillas
puras, impurezas inofensivas e impurezas perju-
diciales, descomponiéndose el segundo en: las de-
nominadas "materias inertes" y "semillas de otras
plantas cultivadas".
En los análisis de pureza de semillas gruesas
no es de aconsejar el empleo de la lupa, porque
causa gran fatiga en la vista. Sin embargo, su uso
es preciso cuando se trata de semillas menudas.
Otra manera de operar en la investigación de
la pureza es recurrir a los aparatos Dodder cons-
truidos para dicho fin. Constan éstos de una pe-
queña tolva o embudo, donde se coloca la semilla
cuyas impurezas van a separarse. La semilla sale
del embudo en cantidad mayor o menor, que pue-
de regularse, y pasa directamente a una faja de
terciopelo negro, giratoria, .que se desliza accio-
nada por una pequeña manivela. Sobre la cinta
se sitúa una lente de gran aumento que se acerca
o se separa a voluntad. El operador, sentado ante
la mesa donde se coloca el aparato, comienza por
regular la salida del grano y, esto hecho, mueve
con la mano izquierda la manivela.
Una tira más o menos ancha de semillas sale
de la boca de la tolva y pasa ante los ojos del
observador conducida por la negra cinta de ter-
ciopelo. Aquél ve perfectamente, a través de la
lente; todas las semillas que, tan despacio como
se quiera, pasan ante su vista. Y con unas pinzas
que maneja su mano derecha separa, una tras otra,
todas las semillas o materias que pueden cons-
- 32-'

tituir impurezas, y las deposita en otros tantos


vidrios de reloj o en cristaliza.lores, debidamente
clasificadas. L¿lS semillas dadas corno buenas SOl)

~
~-~ , .
,.-::c-,_~,

~,

Germinación de un grano hipógeo : t, tcgurneuto ; g,


gémula; e, cotiledones; ta, tallito epicotileo,

recogidas en otro recipiente de vidrio, situado en


el extremo del aparato, opuesto al embudo, de-
bajo de la terminación de la cinta que gira. Más
tarde, cada uno de los grupos de impurezas pue-
den repasarse de nuevo por si procede alguna
rectificación de criterio.
Conseguidos, por uno u otro sistema de ope-
rar, estos diversos lotes, hay que realizar su pe..
sada. Pesada escrupulosa, ya que se trata de can-
- 33-

tidades muy pequeñas, base de cálculos para el


total de la muestra. Se pesa primero el lote ló-
gicamente mayor, el de semillas puras, y luego los
correspondientes a cada categoría de impurezas.
Entre todos deben dar, precisamente, o con muy
pequeño error, el peso primitivo, y los varios
pesos de impurezas, el total de impurezas de la
muestra ensayada. Estas se refieren a ciento y
se deduce en consecuencia la pureza de la se-
milla.
Dicha pureza, para la mayoría de las buenas
semillas pertenecientes a plantas cultivadas, os-
cila entre el 80 y el 99 por 100. Los valores más
bajos corresponden a gramináceas pratenses, y
los más altos a cereales y leguminosas de gran
cultivo.
Huelga encarecer la importancia de la pureza
de las semillas. El agricultor que compra una de-
terminada partida de granos, en el supuesto de
no ser engañado respecto de la especie o de la
variedad, puede serlo aún por dos conceptos:
uno, porque en el peso de la llamada semilla
figuren pocos o muchos kilos de materias, que, en
el mejor caso, para nada le sirven, y en muchos
le pueden perjudicar; otro, porque las que real-
mente sean las semillas deseadas no estén en
condiciones de germinar. El primer aspecto es el
relativo a la pureza.
El labrador que compra una semilla sucia con
elevado tanto por ciento de impurezas, empieza
por pagar más caro que si se tratara de una lim-
pia el kilo de semilla, y se expone también a
-,..4-

que los granos de otras plantas: cultivadas, de la


vegetación espontánea o de parásitas perjudicia-
les, que figuren en las impurezas, hagan concu-
rrencia a veces desastrosa, a las buenas semillas.
Además ocurre que sembrando con estas semi-
llas sucias en la creencia de que no lo son, se

Distintos modelos de lentes empleadas en la observa-


ción de las semiJIas y de sus impurezas.

puebla la hectárea de tierra con menor número


de individuos "útiles" del que hace falta; la siem-
bra puede quedar clara y, por tanto, ser la cose-
cha menos remuneradora que en otros casos.
Es, pues, un dato de importancia, de manifies-
to interés, la investigación de la pureza de las se-
millas.
En cuyo conocimiento, como fácilmente se
comprende, caben muchos grados de precisión.
"Así, hay ocasiones en que sólo se consigna "en
globo" el peso correspondiente a impurezas por
semillas de malas hierbas, y otros en que se pro-
cede a la clasificación botánica de cada una de
éstas, lo que sólo puede hacerse con garantía po-
niendo a germinar las semillas, si conservan su
-35 -
vitalidad, esto es, ensayándolas culturalmentc,
para proceder más tarde a la clasificación de la
planta, o también recurriendo a ficheros o mues-
trarios de semillas que permitan conocer, por
comparación con otras-utilizando el microsco-
pio y procediendo a cortes, preparaciones, etc.,
si necesario fuera-, la especie o variedad de
que se trata. El empleo en dichos ensayos de los
rayos ultravioleta, aplicación muy recientemen-
te iniciada, abre horizontes a esta no sencilla
comprobación.

e) El origen de las semillas.


Intimamente relacionada con la clasificación de
las impurezas está la determinación del llamado
"origen" de las semillas. Sabido es que, según
sus procedencias, las. semillas tienen muy distin-
to valor agrícola. No es igual para los nnes del
cultivo el origen de una alfalfa o de un trébol o
de otra semula cualquiera. Hay lugares donde,
por la naturaleza del suelo, las condiciones cli-
matológicas, etc., las semillas dan lugar a plan-
tas de mejor calidad, de mayores rendimientos
y más resistentes a factores adversos. Existe tam-
bién el problema de la aclimatación, dependiente
del lugar de origen. Interesa por tanto saber, a
lo menas presumir con algún fundamento, de dón-
de vienen las semillas que nos ofrecen. Esto, en
la mayoría de los casos, es labor compleja y di-
fícil, que se basa fundamentalmente en la natu-
raleza de las impurezas. El examen de las par-
tículas minerales. y sobre todo de la sem illas de
plantas ext rañas, puede ser un acertado cam ino
para investig-ar dicho orig-en. Cada pa ís suele te-

Do s mod elo s de d ia íanósc opos.

ner su llora espontá nea ca racte rística. y dentro


de ella especie s de mayor ge ne ralidad y abundan-
cia. A dicho est udio, y asim ismo a un ensayo cul-
tural, en los casos que parezca aconsejable, hay
que recurrir para av eriguar el origen o proce-
dencia de las semiIlas.
- 37-

f) La identidad botánica.
Dichos ensayos culturales son asurusmo pode-
rosos auxiliares, según antes decíamos, para in-
vestigar la "identidad botánica" de una semilla.
Es corriente, en el capítulo de fraudes, mezclar
semillas caras con otras que se les parecen mucho
por su forma y su tamaño, pero de valor agríco-
la y precio muy inferior a los de aquéllas. Y
también, dar una por otra, sin molestarse siquie-
ra en hacer la mezcla. En estos casos el ensayo
cultural, si es factible, puede descubrir el enga-
ño. Pero en muchos otros no cabe aquél o no da
esta prueba ninguna luz. LlS semillas base del
fraude no germinan porque antemano se des-
(1('

truyó, artificialmente, su vitalidad o sencillamen-


te porque son viejas, y dicho se está que en tales
casos no hay modo de comparar unas y otras
plantas y de apreciar sus diferencias.
Los ficheros de semillas juegan un papel au-
xiliar de importancia en la investigación de la
identidad botánica. Las Estaciones de ensayos de
semillas deben poseer colecciones de muestras 10
más amplias posibles y contrastadas oficialmen-
te. La observación a simple vista o con ayuda del
microscopio de unas u otras semillas permite re-
solver, en ocasiones, la siempre difícil cuestión.

g) Determitlaci6n del poder germinativo de las


semillas.
Hemos examinado, antes de ahora, las condi-
ciones que necesitan reunirse en la semilla y en
el medio para que se realice normalmente la ger-
minación, y también cómo este fenómeno se ve-
rifica según las clases de semillas. Queda por tra-
tar únicamente la manera de efectuar los en-
sayos.
La determinación del poder germinativo debe
hacerse con semillas puras, esto es, apartadas
previamente como tales en un análisis de pure-
za. Si éste no se hizo, bastará elegir las semillas,
cuidando de no contar como tales a los cuerpos
extraños. Al separarlas se cogerán, indistinta-
mente, las llenas y las arrugadas, las grandes y
las pequeñas, las de una y otra coloración. Es de-
cir, que después de bien mezcladas las semillas
entre las cuales se han de apartar las precisas pa-
ra realizar el ensayo, se tomarán éstas tal como
se presentan a la mano, que, provista de unas pin-
zas, las va cogiendo. De otro modo, si, por ejem-
plo, se apartasen las semillas mayores y las de
mejor aspecto, se iría realizando una clasifica-
ción o elección, y claro que el resultado del en-
sayo no respondería a la realidad de la muestra.
Como tampoco respondería si se eligieran preme-
ditadamente las peores.
La determinación del poder germinativc de
una semilla puede hacerla el agricultor de fácil
manera. Bastará que cuente un centenar de semi-
llas y las pO,nga sobre un plato en cuyo fondo se
haya colocado una capa de algodón en rama, un
trozo de bayeta o de papel celulosa, tierra o are-
na humedecida, etc., etc. Las semillas deben que-
dar un tanto hundidas, esto es, bien en contacto
- 39-

con dicho medio, para que las llegue fácilmente


la humedad, que no conviene que sea excesiva.
Puesto el plato o recipiente en la cocina de la
casa o en otro lugar abrigado, procurando que la
temperatura se acerque 10 más posible a los vein-
te grados, a los diez o doce días se puede dar, en
general, como terminado el ensayo y deducir en
su vista, contando los granos que emitieron su
correspondiente radícula y tallito, y, por otro

A. Germinación de un grano sano y normal.-B y C.


Germinación de granos viejos o enfermos

lado, los que se hincharon únicamente o ni esto


hicieron, qué tanto por ciento está en condicio-
nes de dar lugar a plantas.
Si, por ejemplo, de 200 granos apartados han
germinado 174, dicho se está que el poder ger-
minativo de la semilla es, aproximadamente, del
87 por lOO, o sea, y todavía más claro, que de
cada 100 semillas de aquella muestra sólo 87 es-
tán en condiciones de producir seres nuevos.
Para que esta aproximación sea mucho mayor
-40-

que procediendo del modo indicado, los Labora-


torios de las Estaciones de ensayo de semillas
adoptan tina larga serie de precauciones. que se
fijan en las correspondientes Normas oficiales del
análisis. Así, en todos los casos, se recomienda to-
mar como mínimo 4()O semillas, que se apartan
conforme se ha dicho. sin escogerlas, y que sue-
len ponerse en cuatro germinadores de 100 gra-
mos cada una, lo suficientemente espaciadas para
que no queden en contacto durante el proceso
germinativo. A fin de lograr su reparto uniforme
sobre el "substratum" o medio de germinación,
hay marcadores y aparatos especiales que cum-
plen perfectamente su cometido. Se presume un
defecto de uniformidad en las condiciones de ger-
minación y se realiza, en consecuencia, un se-
gundo ensayo cuando existe entre los resultados
de dos o más germinadores una diferencia supe-
rior al 10 por 100 para aquellas semillas de fa-
cultad germinativa del 80 por 100 como mínimo,
y a 15 por 100, para granos de facultad germi-
nativa de 79 por 100 como máximo. Debe cui-
darse en el ensayo de que la humedad no sea
excesiva, para que no se haga muy difícil el ac-
ceso del aire a las semillas. Algunas especies, las
de remolacha y pimiento entre otras, son muy
sensibles a esta abundancia de humedad.
La velocidad de evaporación del agua del ger-
minador depende, en su mayor parte, de la hu-
medad de la atmósfera en que se realiza el en-
sayo. Para evitar la rápida desecación del "subs-
traturn", se colocan en el interior de los termos-
- 41 -

tatos o estufas de germinaclOn, a que luego nos


referiremos, bandejas u otros recipientes llenos
de agua.
La observación de las temperaturas, según las
especies, es uno de los cuidados más esenciales
para el éxito oc los ensayos de germinación. No
hace falta sostener una temperatura fija en las
condiciones artificiales en que aquéllos se rea-
lizan-no olvidemos que la temperatura varía en
las condiciones naturales de las siembras y de
los cu1tivos-, pero aquélla debe mantenerse
dentro de ciertos límites en relación con la na-
turaleza de las semillas.
Una temperatura casi constante de 1.5 a 18-20
grados, o sea la temperatura corriente en el in-
terior de las habitaciones, es la adecuada para
aquellas semillas cuya germinación se sabe que
se retrasa para temperaturas superiores a 20 gra-
dos. Hay especies que requieren, por el contra-
rio, temperaturas bajas, de 10 a 12 grados, y
otras que van perfectamente con temperaturas
alternadas: una de 18-20 grados, dsrante diecio-
cho horas, y otras de 25-30 grados, durante las
seis horas restantes.
Las semillas germinadas deben contarse y re-
tirarse de los germinadores en determinadas fe-
chas, distintas' según las especies. Por lo gene-
ral, el primer conteo de gérmenes se realiza entre
los tres y siete días, y el último entre los doce y
catorce. Hay semillas de rápida germinación, pa-
ra que a los seis o siete días puede darse por
terminado el ensayo. Para otras, en cambio,
- 42-

debe esperarse hasta pasadas veintiocho y trein-


ta fechas; esto en el supuesto de referirnos a

Gcrminador Stainer.

semillas agrícolas. Las semillas forestales son mu-


cho más lentas en germinar.

Modos de octiuar el proceso qcrmonatiuo en las


semillas.
A veces conviene, por causas diversas, activar
el proceso germinativo de las semillas. Entre los
tratamientos recomendables figuran como más
admitidos el baño o el enfriamiento previo, la
desecación, las incisiones, la acción de la luz y
los tratamientos químicos.
Las semillas de algunas especies necesitan pa-
ra germinar tal cantidad de agua, que el medio
- 43-

en que corrientemente se las silúa 110 proporcIO-


na toda la necesaria.
EII estos casos se recomienda poner previa-
mente a remojo las semillas-de veinticuatro a
cuarenta y ocho horas-, debiendo cuidar de que
el tiempo de la imersión no perjudique al proce-
so germinativo y, asimismo, de que la tempera-
tura del agua no exceda de la habitual del en-
sayo.
A otras semillas, de cosecha reciente, es ven-
tajoso mantenerlas en los primeros días del en-
sayo a unos 10 grados de temperatura. conser-
vándolas los restantes a la temperatura habitual.
Para que germinen ciertas semillas es indispen-
sable someterlas secas al frío durante algunos
días antes de llevarlas a la estufa de germina-
ción.
La madurez de las semillas recientemente re-
colectadas puede acelerarse de modo notable por
la desecación hasta su grado normal de humedad.
Se recomienda con tal objeto una temperatura
que no pase de 40 grados centigrados, coinciden-
te con una buena aireación, bastando cinco días
en estas condiciones para que desaparezcan de
las semillas las causas que motivan su retraso
germinativo.
Asimismo, para activar la germinación de se-
millas que no estén completamente maduras, se
admite, y es práctica muy extendida, hacerles una
incisión pequeña o seccionar la extremidad opues-
ta al embrión.
Muchas especies germinan más de prisa y en
- 44-

proporción más elevadas si están expuestas a la


luz. La germinación para tales casos puede rea-
lizarse a insolación directa, a la luz difusa-es-
tu fa o termostato colocado a la luz del día-o por
el alumbrado artificial. En todos los casos es IllUY
importante que tengan las semillas, durante di-
cha exposición a la luz, la temperatura conve-
niente.
h) Aparatos empleados en la anterior determi-
nación.
En las determinaciones del poder germinativo,
los aparatos empleados varían con la naturaleza
del operador y las circunstancias de las mues-
tras.
Los medios de germinación más sencillos, y
por lo tanto más corrientemente empleados, son
los siguientes:
Si se trata de semillas pequeñas, se utiliza el
papel de filtro o de celulosa, bien colocando aqué-
llas-si son muy pequeñas-directamente sobre
rodajas o pequeños trozos de dicho papel, o en-
cerrándolas en bolsas o sobres del mencionado
material, construídas y dobladas de distintas' ma-
neras. Estas bolsas se humedecen y sitúan, bien
en grandes vasos de vidrio, debidamente prepa-
rados, o en platos de loza, etc., etc.
Los referidos vasos suelen ser cilindros, de al-
tura comprendida entre 20 Ó 30 centímetros, y
de 10 a 15 centímetros de diámetro. En su fondo
se ponen una o varias rodajas, humedecidas, de
papel de filtro, y las paredes se forran asimismo
- 45 -

etc este pap el. Sob re ellas, y en zIgzag . por pa-


quetes de cua tro o cinco, se va n di spon iendo las
bolsas de ja ndo espac ios pa ra que circ ule bien el
aire , y cubr iéndo lo todo con otras roda jas dcl
mismo papel hu med ecido, más un trozo de algo-
dón en rama, qu e cier ra el va o y que contribu-

Platos con arena calci nada empleados en la germina -


ción d c sem illas g-ru esas.

ye a ma ntene r la humedad . Las bolsas deberán


ma rcarse con indi cacion es rela tivas a la fecha del
ensayo y la cifra qu e co r responda a su an ota ción
en el cor respo ndiente libro-registro. Para mojar-
las se introducen sus dos tercer as partes en agua
templada, invirtiendo luego la posici ón, para que
el resto se humedezca. Las rodajas y tiras qu e se
ponen corno fondos, tapas y paredes del vaso, se
humedecen de modo análogo,
También se emplean para semillas pequeñas
pocillos° recipientes de porcelana porosa o de
tierra cocida-i-germinadores Nobbe, Stainer, et-
cétera-i-, rodeados de agua o de arena húmeda.
La ventaja de este sistema sobre la mayoría de
los ensayos efectuados con bolsas de papel defil-
tro consiste en que el grado de humedad se man-
tiene así de una manera más. regular, sin inter-
venciones extrañas. El éxito depende, en mu-
cho, de la porosidad del germinador, debiendo pio-
curar con los oportunos raspados y una estrte-
rada limpieza que aquélla no se pierda.
Para semillas gruesas se emplean tiras de pa-
pel secante, dobladas por sus bordes de modo que
al montarse hagan cierre, y arrolladas sobre sí
luego de puestas las semillas. Si éstas son de cier-
to volumen necesitan más humedad, lo que se
consigue con este modo de proceder. Los "rollos"
de semíllas en germinación se depositan en vasi-
jas, de modo análogo al indicado anteriormente
para las bolsas.
Con frecuencia ofrece ventajas en las deter-
minaciones del poder germinativo de las semillas
el empleo de tierra o arena puesta en platos de
loza u otros recipientes, que pueden llegar a ser
hasta de cartón. En dicho "substraturn" la hu-
medad se distribuye uniformemente, y el des-
arrollo de los hongos-peligro de las germinacio-
nes, más de temer si se trata de semillas viejas-
se atenúa notablemente. Debe emplearse arena
- 47-

de río bien lavada y calcinada o una tierra are-


llosa esterilizada.
Los platos, muy empleados para el ensayo de
semillas gruesas, serán de loza o de cristal, de un
diámetro medio de 22 centímetros y de una altu-
ra aproximada de S centímetros. Se llenan hasta
cerca del borde con la arena o tierra destinada a
dicho objeto, y se cubren, una vez puestas en ellos
las semillas, con discos de vidrio ordinario, para
atenuar la evaporación. Tanto para colocar las
semillas equidistantes como para hacer rápida-
mente las cavidades donde emplazarlas, se em-
plean marcadores formados por un platillo de
madera que lleva en una de sus caras una asa y,
por la opuesta, cien clavos de cabeza cónica de
los que sólo asoma esta última, dispuestos de
modo que la presión del ma rcaelor sobre la are-
na produzca fácilmente los huecos donde se si-
túan las semillas. Los granos relativamente pe-
queños, dentro del volumen para que se emplean
estos germinadores, no deben quedar cubiertos del
todo, sino un tanto hundidos en la arena. Las
simientes algo mayores se dejarán ligeramente
cubiertas.
Como aparatos especiales, muy empleados en
los Laboratorios consagrados al análisis de las
semillas, deben mencionarse los germinadores con
campanas de vidrio y las estufas de germinación
o termostatos.
El germinador de campanas de vidrio, indica-
do para semillas menudas, consiste, en primer
término, en un depósito de cobre de doble pared
destinado al agua, que encaja en el soporte ge-
neral del aparato; en su borde se apoyan diver-
sos listones de vidrio grueso, convenientemen-
te espaciados, llamados a servir de sostén a los
pequeños gerrninadores. Cada uno de éstos cons-
ta: de una especie de platillo de vidrio O peque-
ño cristalizador, de unos ocho centímetros de diá-
metro, taladrado en su centro, y de una campana
tubulada, también de vidrio, que cubre aquél, evi-
tando rápidas pérdidas de humedad.
Sobre el fondo del expresado platillo se coloca
una rodaja o disco de "crochet", tejida con hilo

Germinador "de Nobbe".

de algodón absorbente, de cuyo centro parte una


larga mecha del mismo hilo, que pasa por el
orificio del platillo y se sumerge en el depósito
para el agua.
Encima de la expresada rodaja se colocan una
o dos más, de papel celulosa, destinadas a recibir
las semillas. El líquido sube por la mecha, se ex-
tiende por el tejido y el papel que cubren el fon-
do del platillo y llega a las semillas. En algunas
Estaciones de ensayo de semillas se substituyen las
rodajas y mechas de algodón por redondeles y ti-
- 49 - '

Germinado r Copenhague, de campanas de vidrio.

ras de papel celul osa, 10 que e vita el tene r que


desinfectar con fre cuencia dich os útil es.
En estos germinadores, entre los que figura co-
mo principal el jacobsen , empleá ndos e mu cho
también el de Cop enhague, muy análogo, no hay
que preocuparse de facilitar a las semillas hu-
medad .
Para atender, asimismo, a la temperatura, van
provistos de un termostato para gas o electr icidad,
que procura los necesarios grados al agua del
depósito y al recipiente en gen era1.
Otro tipo de aparato, empleado para germina-
ciones a la obscu ridad o a la luz di fu sa , es el ter-
mostato cerrado o estu fa de germinación. Dicho
aparato se compone de una ca ja espa ciosa de
dobles paredes, protegida contra las variaciones
de temperatura por ca pas de air e interpuest o, ta-
biques a base de amianto, corcho imp reg nado de
4
- 50-

algún producto aislante, etc., etc. Dicha caja tiene


varios pisos, que permiten el libre paso del aire,
y sobre ellos se colocan los platos u otros reci-
pientes con las semillas en ensayo. Generalmente
se regula por la electricidad la temperatura inte-
rior de dichas estufas.
Para renovar la atmósfera de los granos en
germinación deben abrirse a diario las estufas y
levantar las campanas de los germinadores tipos
]acobsen una vez al día, por lo menos. Si las

a, Platillo; b, campana, y e, rodaja de "crochet", con


mecha absorbente, de un germinador de campanas.

semillas se hallan en platos o dentro de bolsas,


se alzarán también diariamente las cubiertas de
aquéllos y se abrirán las bolsas, tendiendo al ex-
presado fin. No hay para qué añadir que en todos
los casos es preciso que la humedad no desapa-
rezca, y si esto no. se consigue de modo auto-
mático, se procurará, regando la arena de los
platos por el borde de éstos, o humedeciendo el
- 51 -

papel de filtro de las bolsas o de las vasijas donde


se pongan éstas.
Al pasar )05 datos de germinación al libro-re-
gistro se contarán por separado los granos germi-
nados, los no germinados, pero sanos y enteros,
y los hinchados y podridos. De los segundos, de-
nominados "semillas duras", nos ocuparemos más
adelante.
DETEIUUNAClÓN DE LA CUSCUTA

a) Características de la semilla y de la planta.


Entre las investigaciones más minuciosas de
Laboratorio, relativas al análisis de semillas, figu-
ra la correspondiente a la cuscuta.
La cuscuta es, probablemente, la planta pará-
sita fanerogama que causa más daños al cultivo.
Sus diversas variedades pueden vivir sobre gran
número de plantas: tréboles, loto, vezas, cáñamo,
lino, hasta en determinadas gramináceas, pero en
el trébol, sobre todo en la alfalfa, es donde el
daño es más corriente y también donde es más
sensible.
La cuscuta, conocida por diversos nombres vul-
gares: "cabellos de Venus", "barba de monje o
capuchino", etc., es una planta privada casi por
completo de clorofila, que vive parásita sobre los
tallos y elementos aéreos de los vegetales a que
ataca.
Los granos de cuscuta, salvo en variedades ex-
cepcionales, son muy pequeños (1), de forma más
o menos redondeada u ovoidea y de coloraciones

(1) Los granos de cuseuta tienen de 5,50 a 8 diez-


milímetros de eje mayor pa ra las especies de semillas
pequeñas y de ,,!O a 1,'5 milímetros para la cuscuta
gruesa.
- 53-

varias. generalmente obscuras, pardorrojizas, algo


amarillentas en ocasiones. Su embrión forma un
cuerpo filiforme, sin cotiledones, que se retuerce
en espiral alrededor de un albumen carnoso.
Las semillas de cuscuta pueden estar mucho
tiempo "sin mover", como vulgarmente se dice,

Ramo de alfalfa atacado por la cuscuta, En el graba-


do pueden apreciarse los tallos y flores de la pxrásita.

esto es, sin germinar, hasta que se reúnan en el


terreno las condiciones de humedad, temperatura
y aireación precisas para ello. Asimismo-e-y ello
contribuye también a la difusión de la plaga-
atraviesa el grano de cuscuta los órganos diges-
tivos de los animales, sin resentirse en lo más
mínimo su facultad germinativa. Si la plantita
- 54-

recten nacida del grano de cuscuta tropieza a


poco, en los movimientos de nutación que realiza
el tallo, con un soporte o tutor vegetal a propó-
sito, se aplica a él con fuerza, se arrolla en espi-
ral e introduce en la planta hospitalaria sus chu-
padores, unas pequeñas prominencias en forma
cónica que. penetrando en los tejidos de la planta
atacada, absorben sus jugos y llegan a causar su
muerte. La afinidad de la cuscuta por una especie
dada está ligada a la cantidad de materias absor-
bibles útiles, especialmente glucosa, que la refe-
rida planta posee (1).

(1) El género cuscuto, que compone para algunos bo-


tánicos una familia, Cuseutdceas, cuenta con más de 70
especies parásitas sobre diversas plantas. Están, entre
aquéllas, en España, la Cuscuta Epilmum, llamada "po-
dagra" de flores blancas, parásita sobre el lino; la Cuseu-
ta EfWopea, "Cabellos de Venus", de flores rosadas, que
invade vegetales diversos, y la Cuscata Epithymum, sus-
ceptible de vivir parásita sobre lotos, alfalfas, tréboles,
veza, esparto, tomillo, etc., etc. Esta especie, que se en-
cuentra en todas nuestras regiones, produce grandes da-
ños. Entre las razas que presenta es interesante la Cus-
cata trifoli, que ataca al trébol y a la alfalfa, y que se
distingue de la Epithyml/ln por sus tallos más vigoro-
sos, blancoamarillentos-aquélla los tiene rojizos-, y por
sus flores grandes y pálidas reunidas en más nutridas
inflorescencias.
También merecen citarse, por ser frecuentes en las
mezclas procedentes del extranjero, la Cuscuta suoueo-
lens, originaria de América del Sur y parásita de la al-
falfa cultivada.
Dicha Cuscuta, y 10 mismo las C. rocemosa, C. Gro-
noxi y otras especies americanas, difieren de las espe-
cies indígenas por el mayor tamaño de las semillas.
- 55-

Fijada la cuscuta al vegetal que ha de alimen-


rarla se desarrolla rápidamente, ernijiendo tallos
largos, muy delgados y débiles, de tono amari-
llento o rosado. Y crece tan de prisa, que en poco
tiempo constituye alrededor de cada foco de in-
vasión una extensa mancha donde los tallos, ra-
mos y hojas de la planta cultivada se ven envuel-
tos por una verdadera maraña de filamentos que
cada día que transcurre aumenta su radio y abar-
ca una extensión mayor. Si al segar el forraje, o
por cualquier otra faena, se transportan trozos de
tallos de cuscuta a un sitio sano, aquéllos repro-
ducen la plaga. emitiendo rápidos los correspon-
dientes chupadores en las zoms donde se realiza
el contacto.
La floración de la cuscuta tiene lugar durante
los meses de verano. Las flores, de reducido ta-
maño, son regulares, tetrámeras o pentámeras, de
sépalos libres, corolas blancas o ligeramente rosa-
das, estambres soldados con la corola y pistilo de
dos carpelos biovulados, disponiéndose en peque-
ños capítulos o espiguillas. El fruto es una caja
o cápsula de dos cavidades. que se abre transver-
sa1mente-pixidio-en la generalidad de los ca-
sos, y otras veces por desgarraduras irregulares
que nacen de uno de sus extremos. La cuscuta
produce también pequeños tubérculos, que poseen
la poco grata propiedad de multiplicarla.
El desarrollo de la cúscuta es muy rápido du-
rante los meses estivales, estimándose que un
solo pie basta para destruir cuantas plantas de
' - 56 -

alfalia o trébol le rodea n, en un ra di o de d a s


o t res metros.
Todas las particularidades que vam os cita ndo
relativas ;1 esta planta ha cen ver la d ificultad de
combatir la con éx ito y de ext irpa rla tot alm ent e.
Sus dafios son . po r ot ra pa rt e, ta n g ra ndes, qu e

Semilla ele alfa lfa, limp ia de impurezas.

no debe olvid arse ningún cuidado ni despreciarse


ninguna p recaución qu e contribuya a evitarla.
La técnica acon sej a diversas medidas y trata-
mientos para precaver y combatir los efectos de
la cuscuta, Figuran entre el los : evitar los estiér-
coles de animales a limentados con forraj es in -
fectados de dicha parásita; segar apa rte los corros
invadidos y me te r en s ce s lo segado pa ra llev a r-
lo a quemar lejos del cult ivo : pu lverizar la s ma n-
- Si -

ehas invadida s, después de bien segado y ret i-


rado el forraje, co n di solu ciones de s ulf ato de
hierro del lO al 20 p or 100 ; qu ema r paja de
cereales roc iada de gasolina o pet ról eo, en los
corros recién segados ; exte nder so bre las rnan -

Granos de al fal fa - mezcla- Semillas de trébol, en


dos con semilla s de cuscu- uni ón d e otras de c usc uta
ta gruesa y de cuscuta fina g r uesa y pequeña. (E l mis-
o pequeña . (El aum en to es - mo aument o d el g ra bado
tá compre ndido enti e 16 y anterior.)
20 veces el tamafio natu -
ral.)

chas sulfato de potasa a fuertes dosis, etc., et c.


El detalle de cada uno de estos tratamientos alar-
garía ex trao rdina riamente nuestro trabajo y nos
desviaría de nu estro principal propósito de llamar
una vez más la at en ción sobre esta parásita. La
creación de un alfal far, por ejemplo, supone no
sólo mu cho tiempo invertido en nive laciones y
demás labor es de preparación del terreno, sino im-
portantes gastos de instalación; el cultivo puede
- 58 -

durar . según las regio nes }' otros fac to res, de


cinco a doce años, v es ve rda de ra mente lamen-
table que. por falta 'de precauciones en la ad qui -
sición de la semilla o por ot ros descuido s, al se-
gundo () tercer añu esté in vadid o el alfa lfar por
la cuscuta , y haya necesidad de rot ura rlo.

b) S eparocion 111 ecénica de la cuscuto.


Por ello, eS de una importancia exce pcional la
gar a nt ía de la semi lla; ad quirir ésta de estable-
cimie ntos qu e disp onga n de máquinas adecua da s

Dcscu scutad ora con a spir ador para la eliminación de


cuscu ta, Los modelos de mayor acción pued en limpiar
de 200 ;l 300 kilos de semilla por hora.
- 59 -

para la eliminación de la cusc uta y que o frezca


la alfa lfa descusc utada,
La separac ión de los granos de alfalfa y de
cuscuta puede hacerse de varios mo dos. Es uno
fr ota r la muestra, poco a poco, en tre te las bur-
das y gruesas . para romper las cápsulas de cus -
cuta y poder luego, medi ant e un cr ibado a mano,
con crib as de mallas especiales, elimina r sus se-

Descusc utado ra para alfalfa, tréboles y otr as legumi -


nosas forraj eras.

millas . P ero el de mayor es rendimient os, el um co


que cabe ap lica r cuan do se trata de pequeñas
cantidades de alfalfa es el empleo de máquinas
descuscutado ras accionadas a mano o, mejo r, me-
diant e un motor. La indu stria las const ru ye de
varios modelos, alguno muy simplifi cados y otros
de gra ndes rendimientos.
- 60-
r) 1<crollocilllicllto de /(1 cuscuta.
I'ara la determinación de la cusc uta en los L a -
boraiorios se examina un peso (le [ 00 gramos d e
semilla en el caso del trébol violeta o ro jo, de la
alf al ía v de otras semil las legumin osas de l mismo
tama ño', y de 50 gra mos para el trébol hibrid o
() el t rébo l blanco ,
L os cer ti ficados oficiales de aná lisis tien en siem -

Otr o modelo de descuscutadora, ya instalado y en di s-


posición de funci onar.

pre un rengl ón que dice : "Número de granos de


cuscut a por kilogramo." Las tolerancias relativas
a la presen cia de la cuscuta , para dar en su vir-
tud una mu estra por limp ia o cuscutada, . varian
según los países, debiend o indi carse en los ref e-
ridos certifi cados el límit e admitido ; por eje mplo:
semilla descuscuta da con to ler a ncia de cinco g ra -
nos po r kilo.
-61-
Suele mencionarse en los Boletines de análisis
si la cuscuta es gruesa o pequeña. Para verlo se
criba la muestra por un tamiz cuyos orificios ten-
gan un milímetro de diámetro. La cuscuta que
pasa por estas cribas se considera como pequeña.
y la que queda en el tamiz, como gruesa. Los
Laboratorios deben tener muestrarios, lo más
completos que sea posible, de variedades de cus-
cuta, para llegar mejor a su identificación.
En resumen: la cuscuta casi siempre llega al
cultivo mezclada con la semilla de alfalfa. Y exis-
tiendo medios expeditos de reconocer la presen-
cia de esta parásita y máquinas descuscutadoras
al alcance de cualquier comerciante de granos, no
hay motivo que justifique el empleo de semillas
sucias, portadoras de la temible plaga. El comer-
cio debe ofrecer la semilla de alfalfa con plena
garantía de que va sin cuscuta, y el agricultor
que no compre en comercios Que ofrezcan libre de
cuscuta la mercancía, cuidará, antes de sembrar,
de tomar una muestra y enviarla a un Labora-
torio de análisis. Las consecuencias, muy difícil-
mente remediables, que puede producir un des-
cuido bien valen estas precauciones.
SEMILLAS DURAS

Todas las semillas no observan, ni mucho me-


nos, la misma rapidez para germinar. Algunas,
como las de alfalfa y otras leguminosas, determi-
nados cereales, etc., son rapidísimas; a las cua-.
renta y ocho horas del ensayo gran parte de ellas
muestra al exterior su pequeña radícula. Otras,
en cambio, observan una lentitud desesperante.
Pasan ocho, quince, veinte o más días, en con-
diciones de medio las más propicias para que se
cumpla el proceso germinativo y ni se hinchan
o abultan, ni se pudren. Están como si se hu-
bieran puesto allí la víspera. Se trata de las rla-
madas "semillas duras", cuya cubierta o tegu-
mento resulta, por cutinización, o por incrusta-
ción de determinadas materias, o por hallarse re-
vestidas de una capa cérea, o por otra causa, im-
permeable al agua. No siempre todas las semillas
de un lote perteneciente a una determinada espe-
cie presentan estas condiciones de dureza. Hay
casos (el trébol violeta, por ejemplo) donde un
tanto por ciento elevado de la semilla no germi-
na aunque tengan los granos el mejor aspecto
y dispongan de temperatura y humedad adecua-
da. Si a estas semillas se las sumerge en agua
durante varios días, ni el color violeta ni su vo-
- 63-
lumen se modifican. No cabe duda que es la im-
permeabilidad de la capa superficial del tegumento
el motivo de dicha inercia. En efecto, si pincha-
mos ligeramente algunos granos con la punta de
una aguja o un útil análogo, es decir, si abrimos
un portillo al agua, el grano se abulta rápida-
mente, germinando pronto si encuentra las con-
diciones de medio tantas veces citadas.
Toda semilla necesita, como sabemos, absorber
cierta cantidad de agua para germinar en buenas
condiciones, cantidad próxima al 43 por 100 en
peso. Según la permeabilidad de la cubierta, aqué-
lla pasa en más o menos tiempo, y conviene que
el fenómeno se realice de manera uniforme, si
hemos de lograr la debida simultaneidad de ger-
minación.
Cuantas personas se ocupan de cultivos saben
bien el perj uicio que en el desarrollo de las siem-
bras origina una escalonada aparición de las se-
millas. En la lucha por la vida que se establece.
llevan notoria ventaja las plantas de más precoz
nacimiento. Sus más fuertes raíces y largos tallos
aprovechan los elementos del suelo y del aire en
más favorables condiciones y acentúan--euando
nada tiende a igualar el desarrollo-e-la diferencia
inicial.
En algunas semillas (ciertas coníferas, cuscuia,
Anogollis, mercurial, Lathyrus, trébol rojo, zulla,
Melilotus, Acacia, Robinia, Ceratonia, Gledischia,
plantas productoras de caucho, etc.) la dureza de
todos o buena parte de los granos es tan marcada,
que ha obligado a pensar en tratamientos espe-
-64-
ciaJes de estas semillas para asegurar la germi-
nación. Lu mismo ocurre en otras que se siem-
bran rodeadas de parte del iruto: el endocarpio.
Los llamados vulgarmente "huesos" de aceituna,
debido precisamente a la impermeabilidad de la
referida cubierta, son de lenta y reducida germi-
nación, y es preciso recurrir a procedimientos es-
peciales para activarla y aumentarla.
Una de las dificultades de extirpar pronto las
malas hierbas que invaden las tierras de cultivo
estriba en esa dureza de tegumentos que las per-
mite conservarse en el suelo un año y otro sin
alteración alguna, hasta que encuentran un mo-
mento o fenómeno propicio a su germinación.
Por limpio que esté el barbecho o los sembrados,
siempre quedarán en el suelo esas semillas duras
esperando la ocasión extraordinaria que debe con-
vertirlas en plantas.

Procedimientos empleados para favorecer su


germinación.
Para facilitar la absorción de agua por las se-
millas se recurre a procedimientos mecánicos, fí-
sicos y químicos.
Figuran entre los primeros el limado parcial
de la semilla o del endocarpio que la envuelve, o
seccionarla en una mínima parte en zona siempre
alejada del embrión. Esto sólo puede tener apli-
cación práctica con semillas relativamente grue-
sas. Hemos hecho algunas observaciones sobre el
particular con semillas de pino marítimo. Sin
- 65-
tratar, necesitaron cerca de tres meses para ger-
minar el 82 por 100. Limado ligeramente uno de
los extremos del tegumento, se consiguió dicho
tanto por ciento en veinticinco días.
Otro modo de operar mecánicamente es mez-
clar las semillas duras con arena cuarzosa, agi-
tando el conjunto. Las aristas vivas de la arena
rayan y hieren el tegumento y dan paso al agua,
que, al hinchar el grano, acaba por rasgar aquél.
Hay aparatos especiales para conseguir dicho ba-
tido o mezcla. También se recurre a cajas :j de-
pósitos rotatorios, cuya superficie interna--en sus-
titución de la mezcla con arena antes citada-se
forra de papel de lija; y asimismo se emplean
molinos regulados de forma que las muelas rom-
pan o quebranten la cubierta sin llegar el daño
a la almendra.
Estos tratamientos mecánicos tienen, en ge-
neral, el defecto de la falta de uniformidad en
los resultados producidos. En algunos granos, el
rozamiento puede originar heridas profundas, que
supongan lesiones del embrión, mientras que otros
escaparán sin haber sufrido acción alguna. Por
otra parte, según donde se realice la herida, ésta
tendrá mayor o menor importancia. El tegumento
no es un elemento de resistencia uniforme. Su
espesor varía con la forma y curvatura del grano
y en él existe una zona que podemos llamar dé-
bil, el micropilo, de cutinización más imperfecta
y donde la desgarradura o lesión producida en
la semilla puede alcanzar mayor importancia.
Quiere esto decir, en resumen, que los tratarnien-
-66-
tos mecarucos no llegan a todos los granos ni
hacen en todos la herida que justamente necesi-
tan, pudiendo fallar por defecto o exceso. Tienen,
en cambio, la ventaja de la relativa rapidez del
procedimiento, salvo si se trata del limado o sec-
cionamiento individual de las semillas.
Los procedimientos físicos se reducen, casi ex-
clusivamente, a la inmersión de las semillas en
agua más o menos caliente, con 10 que al aumento
del poder penetrante del líquido se une, con la
consiguiente ventaja, la distensión de los tegu-
mentos.
El tratamiento por el agua caliente resulta efi-
caz e inofensivo siempre que se realice en las
adecuadas condiciones y con las precauciones de-
bidas. Los peligros consisten, bien en sobrepasar
la temperatura a la cual pierde la semilla-por
alteración de sus diastasas-la facultad germina-
tiva, o en que se desequen los granos humedeci-
dos una vez iniciada su germinación. Esta parada
por falta de humedad puede suspender en abso-
luto la evolución del grano en planta.
Ciertas veces, por el simple hecho de que las
semillas necesiten embeber, para germinar, mu-
cha agua que el substratum no puede fácilmente
facilitarles, se ponen aquéllas previamente a re-
mojo antes de situarlas en los germinadores, cui-
dando, claro está, de que el tiempo de la inmersión
no perjudique al proceso germinativo y, asimismo,
de que la temperatura del agua no pase de la
habitual en que se realice el ensayo. Esta práctica,
que suele llamarse "baño previo", no se refiere,
- 67-
como se deduce de lo expuesto, a semillas duras,
sino a semillas necesitadas de mucha agua para
germinar.
Tratamiento para semillas duras será sumergir
semillas, de zulla, por ejemplo, en agua hirviendo
por un determinado número de minutos. La du-
ración debe calcularse por ensayos previos con
pequeños lotes de semillas. Algunas simientes re-
silten, sin alteración, el agua hirviendo durante
más de una hora. Con otras no debe llegarse, ni
con mucho, a esta elevada temperatura.
Los tratamientos de orden químico ensayados
fueron muchos. Puede decirse que se probaron
todas las substacias disolventes o dislacerantes del
tegumento, y que en los ensayos, de que hacemos
gracia al lector, triunfaron los agentes ácidos so-
bre los alcalinos. Aquéllos presentan la ventaja
de que caso de alcanzar a las reservas, por exceso
de contacto, no precipitan las diastasas, cuerpos,
en cambio, coagulables por los alcalinos.
Desde los ensayos de Love Harry y Leigthy
Clide, de la Universidad de Cornell-Estados Uni-
dos-, el ácido sulfúrico es el más empleado con
las semillas duras. La Estación Central de Ensayo
de Semillas, sita en la Moncloa, realizó en 1921-22
muy interesantes experiencias con este ácido en
semillas de algarrobo y de acacia. Dicho trabajo,
llevado escrupulosamente por un ilustre ingeniero
agrónomo, don Enrique Giménez Girón, puso de
manifiesto la acción favorable del ácido sulfúrico
concentrado en la germinación de las semillas
duras.
-- 68 -

Volviendo a los análisis de semillas, es fre-


cuente, como antes apuntábamos, que ciertas le-
guminosas, tréboles y alfalfas entre otras, que no
deben ser consideradas CO!nO semillas duras, ya
que la mayoría no lo son, presenten, 'sin embargo,
un determinado tanto por ciento de semillas de
ese carácter, granos que, cuando los demás del
germinador o son ya pequeñas plantitas o se han
podrido, continúan, por su volumenvcolor; du-
reza, etc., como el primer día. Si estos granos,
que al acabar plazo del ensayo "no han movido",
se cuentan como no germinados, como granos
sin valor, es evidente que se comete cierto error,
toda vez que lo probable es que, llevados al te- ,
rreno, y al cabo de un tiempo variable, la mayo- i
ría sean nlantas. Por eso, en los Boletines inter-
nacionales de análisis, al referirse al poder ger-
minativo de las semillas, se suelen hacer tres apar-
tados: uno, el de las semillas germinadas en tantos
días-los que correspondan a la clase de semi-
11a-, que es el que fija el poder germinativo; otro,
el de semillas sin valor, podridas, etc., y un ter-
cero, correspondiente a semillas duras. Estas son,
ciertamente, la esperanza de que el poder germi-
nativo obtenido pueda, por su concurso, elevarse.
y 10 que también suele hacerse en los análisis
es dar como buenas, esto es, como' germinadas,
una mitad o una tercera parte de las semillas
duras de ciertas especies botánicas.
VALOR REAL DE LAS SEMILLAS

La pureza y el valor germinativo de las semi-


llas, considerados aisladamente, no dan sino una
idea incompleta de la calidad del producto. Una
simiente pura, limpia, puede germinar mal, y una
buena germinación no implica pureza. Lo que en
realidad vale una semilla depende, a la vez, de
su limpieza y del grado de germinación; de si
está o no sucia y de si germina mal o bien. La
consideración de ambos aspectos es lo que se de-
nomina ualar real o valor cultural. El valor real
de toda semilla expresa el tanto por ciento, en
peso, de granos germinables. Se calcula multipli-
cando la pureza por el poder germinativo y divi-
diendo el resultado por 100. Es decir, que si la
pureza de una semilla es de R2 por 100 y 95 por
100 su poder germinativo, su valor real vendrá
dado por la sencilla fórmula:

82 X 95
v
100

Para que esta cifra represente, sin salvedades,


el valor agrícola de la semilla, tiene que ocurrir
que entre las impurezas observadas no exista
ninguna perjudicial: cuscuta, etc.
En los Boletines de análisis figura, como una
de las determinaciones, el valor real de la mues-
tra.
PESO DE LAS SEMILLAS

Otro apartado interesante es el peso. Las se:'


millas de más peso tienen, en general, un embrión
de mayor vigor y desarrollo que las menudas y
ligeras y también más abundantes reservas, con-
diciones ambas propicias para conseguir indivi-
duos fuertes y robustos. Entre dos semillas de
la misma variedad, será, por tanto, más recomen-
dable la más pesada. El empleo de semillas de
buen peso constituye uno de los métodos de me-
jora al alcance de los agricultores. Las cribas lim-
piadoras o clasificadoras, llamadas también con
alguna impropiedad "seleccionadoras" y a las que
luego nos referiremos, apartan los granos más
voluminosos, que son, salvo casos excepcionales,
los más pesados; y varias de ellas, por el adita-
mento de una turbina, clasifican no sólo por vo-
lumen, sino también por densidad.
Las determinaciones de Laboratorio que se rea-
lizan sobre este particular se refieren al peso de
1.000 granos, al de litro y al del hectolitro.
Para halIar el primero se cuentan, sin escoger,
semillas puras tomadas de la muestra puesta al
aire, a la temperatura del local donde se trabaja,
formando cuatro lotes, por lo menos, de 100 gra-
nos cada uno, y mejor, dos lotes de 1.000 granos.
- i2-

Pesados separadamente, Se toma la med ia qu e


dará , direc tamente en este últim o caso , ° mu lti -
plicada por JO cn el pri mero, la cii ra buscada .
El llamado "peso especifico" : peso de l lit ro o
del hectolit ro, se determi na con aparatos especi a-
les, de cuarto dc litr o o de litro , qu e permiten
conocer, ac tuando con estas peq ueñas ca ntidades
de semi llas, el peso del he ctol itro. Est e dat o con s-
tituye, a veces, un o de los elemen tos qu e influ yen
cn los contra tos come rciales, siendo espec ialme nte
buscado po r los negociantes de cereales. Las fá-

Pcsah cctolitro "Nilema",


- 73 -

Aparato qu e rige o ficia Iment c en la s t ran sa rc io ncs pa -


ra la det erminaci ón del peso del hect oli tr o.

bricas de ha rinas disponen , cas i sin exce pció n, de


aparatitos "pesa-hectolitros", que utilizan con . tan -
temente para conoce r el pC 50 específi co de los
trigos.
Dicho peso especifico S e ex p resa en kilos por
hectolitro, y es costumbre darl o con una sola ci-
fra decimal. La media del resultado de dos o t res
pesadas, por lo menos, representa el dato buscado,
tolerándose una di Icrencia de 0,5 kilogramos en-
tre los resultados de las pesadas que e u tilicen
para ha lla r esa cifra .
DETERMINACIÓN DE LA HUMEDAD

La mayor o menor humedad de una semilla


influye en su conservación. Semillas que poseen
un tanto por ciento elevado de humedad se con-
servan peor que aquéllas en que dicho factor no
rebasa el tipo normal. Una humedad exagerada
puede ser debida a malas artes del comercio, in-
teresado, en ocasiones, en aumentar el peso de
las semillas. La humedad media de éstas se halla
próxima al 14 por 100. .
Para determinar la humedad con precisión es
indispensable que la muestra llegue al Laborato-
rio envasada en un recipiente impermeable al aire,
al objeto de que no se produzca durante el trans-
porte ninguna variación de humedad.
Luego se separan de la muestra las piedras más
gruesas, los terrones y otras impurezas volumino-
sas y, después de mezclar el resto cuidadosamente,
se toman-por duplicado para dar siempre cifras
medias-s-re ó 20 gramos de. semillas, según sean
éstas de mayor o más pequeño volumen, colocán-
dolas en una estufa de desecación en frío. Se
enciende ésta, y se mantiene durante cinco horas a
103 grados centíg-rados. con libre acceso de aire.
A la salida de la estufa pasan las semillas a un
desecador y se pesan de nuevo una vez frías, to
- 75 -

mando precauciones para que no haya un a reab-


sorció n de humeda d. La diferencia entre la p ri-

O tro modelo de pesahectolitro.

mera y la última pesad a indica la humedad de


la mu estra.
Si se desea un a d eseca ción rápida y total, se
tritu ra groser ame nte cierta cantidad de semillas,
bien mezcladas antes, y se pesan dos muestras
medias del polvo así obtenido, p roced iendo luego
como se ha dicho anterio rme nte. Se admite un a
diferencia de 0 ,5 por 100 para los resu ltados de
los dos ensayos qu e, como mínimo, deb en hacerse.
LA )IEJOHA DE LAS SEl\IlLI.AS

a) Cambio de simientes.
Tanta importancia tiene para el éxito del cul-
tivo la calidad de la simiente, que es dicho vulgar
"de tal semilla tal cosecha", expresando así la
estrecha dependencia que existe entre una y otra.
El cambio de simientes, o sea la renovación pe-
riódica de semillas de la variedad cultivada en el
lugar, mediante otras procedentes de sitios donde,
por circunstancias de medio, cuidados culturales,
etcétera, resultan más productivas, obedece a ese
afán de mejora sentido por los agricultores de
todas las épocas y es práctica que, aunque de
resultados poco estables, tiene, no obstante, efica-
cia y valor temporal cuando la semilla traída de
otra zona es adecuada al clima v el terreno en
que vivirá en lo sucesivo. •

b) Importación.
La importación de semillas extranjeras si, como
excepción, puede admitirse, como sistema, como
proceder general, no la juzgamos recomendable.
Dicha importación debe quedar limitada a aque-
llos Centros oficiales o entidades para los que no
signifique gasto sensible el ensayo, y decimos "en-
- 7i-'

sayo", pues sólo en pequeño, a título de prueba


y de estudio, deberá, en principio, importarse.
No hay que olvidar que la adaptación de una
semilla al lugar donde se destina es función de
tres importantes factores: clima, suelo y cultivo.
(1) "1 ~
(1) ~f ~,~qCf1Cf~1 ~tJ~ffíqt
(~)~~ ~~~~~~etfr~f~
(4) ~ ?((: r 'f Cf? ,
Semillas tratadas por ácido sulfúrico durante tiempos
diferentes. Cada uno de los cuatro lotes a que corres-
ponden las lineas horizontales se componía de 20 semi-
llas. Resultados obtenidos a los veinticinco días de
ensayo de germinación.
(1) Testigo (sin tratar)J2) 2') minutos (3).fO aUnulos (4) 60 mlnulos

Si las condiciones climatológicas del país de pro-


cedencia de la semilla no son análogas a las de
su nuevo emplazamiento; si, asimismo, el terreno
difiere, por su constitución y fertilidad, de modo
notable; si tampoco podemos procurar a la plan-
ta las labores, abono, etc., que forman su cultivo
habitual, la especie o variedad venida de fuera,
degenerará rápidamente y se hará inferior: de
peor clase y menor rendimiento que la que pre-
tendíamos suprimir. Todo, en el supuesto de que
la semilla que se importe sea realmente huena
.:.- 78 -

en su medio, pues se dan casos en que, por des-


conocimiento de lo que se pide, ni esto sucede.
Son numerosisimos los ensayos perfectamente
llevados por Centros nacionales con cereales-so
bre todo trigos-procedentes del extranjero. En
pequeñas parcelas bien preparadas y abonadas,
se han venido observando por nuestras Granjas
y Estaciones de Agricultura cientos de trigos fran-
ceses, italianos, rusos, americanos ... Y unas veces
porque la rápida elevación de la temperatura y
los vientos cálidos y secos frecuentes en la pri-
mavera de tal o cual región española originaron
el afogonado o escalde de los granos; otras, por·
que los trigos en cuestión no pudieron sufrir, sin
resentirse, la sequedad de atmósfera y suelo de
determinadas comarcas; muchas veces, también,
porque algunas características de estos trigos: fá-
.cil desgrane, abundante producción foliácea, pro-
pensión a la roya, etc., aconsejaban, desde luego.
desecharlos, es el caso que en el transcurso de tan-
tos años no hay variedad extranjera que pueda
decirse que adquirió carta de naturaleza en nues-
tro país. Varias tuvieron éxitos temporales: el
trigo Rietti, por ejemplo, pero sin llegar a pre-
valecer. En los últimos años empieza a extenderse
por nuestros campos el trigo Manitoba, y muy
recientemente los trabajos del Instituto de Ce-
realicultura parecen indicar la conveniencia de
propagar algunos excelentes trigos italianos.
Pero, repetimos, son los Centros oficiales agrí-
colas los que deben casi exclusivamente estar al
tanto de cuanto notable se produzca en el extran-
-79 -

jero, procurando la adaptación, incluso mediante


hibridaciones, de todo aquello que por su origen,
etcétera, ofrezca alguna garantía de ac1imtarse a
nuestras comarcas agrícolas. Al agricultor, en ge-
neral, la importaciones de nuevas especies y va-
riedades no deben preocuparle, siendo su papel
esperar, respecto a ellas, a que los técnicos de su
país recomienden sin reservas, después de ser de-
bidamente contrastada, una determinada variedad.

c) Máquinas clasificadoras y lin¡piadoras.


Pero el labrador tiene desde luego a su al-
cance, a más del cambio de simientes ya aludido,
y recomendable en muchos casos, el empleo de
las máquinas limpiadoras-clasificadoras, que sepa-
ran cuerpos extraños y semillas de malas hierbas
y agrupan las mejores simientes.
Como hemos dicho antes de ahora, las semillas
más voluminosas son, en general, las de embrión
más desarrollado y las de mayor cantidad de re-
servas. Un germen robusto y en condiciones de
nutrirse bien dará lugar a individuos más vigo-
rosos que los que no reúnan estas condiciones.
El uso de tamices y de máquinas limpiadoras que
aparten con destino a la siembra los granos grue-
sos en una práctica esencial, muy provechosa para
el éxito de la futura cosecha, y aunque no sea
esta clasificación por volumen de efectos durables,
realizada constantemente produce muy satisfac-
torios efectos. Por ello es de aconsejar que todo
labrador de alguna importancia cuente, entre sus
-80-
útiles o máquinas agrícolas, con una de éstas, lla-
madas corrientemente y no con absoluta propie-
dad, seleccionadoras de cereales; los pequeños
agricultores deben, más que otros, unirse, y el
Sindicato tendrá medios sobrados para adquirir
una buena máquina-s-las hay muy perfectas y de
grandes rendimientos-e-que llene esta necesidad
de sus asociados.
Ensayos hechos en España con muestras dife-
rentes de trigos dieron los siguientes resultados:
ProduCción por Peso Excedente por
hecl4rell del hec- hect4rea
= = = - tolltro ="~--_==
Grano Pala Orano Pelll
KIlS, KI/s. Kgs Kgs. Kgs.

ElIsayonúm. 1 :

Grano seleccionado... 2.525 6.200 78,3 3 25 8&>


Jdem Sin limpiar ...... 2,200 5·.320 76

Ensayo IIltm. 2:

Grano seleccionado... 2.7'30 5.600 79 205 400


Idern sin limpiar. ..... 2.525 5.200 7H
Ensayo núm. 3:

Grano seleccionado... 2·545 5.7 00 79 225 340


Idem sin limpiar ...... 2·320 5.3 60 77

Si se valoran los excedentes debidos al uso de


las máquinas limpiadoras a los precios actuales,
siempre habrá una ventaja para el grano pasado
por las cribas-aparte la muy grande de no lle-
- 81-·

var a la tierra malas semillas-comprendida entre


150 y 200 pesetas por hectárea.
Otros diferentes ensayos hicieron ver, análo-
gamente, que, como promedio, las gruesas semi-
llas de cereales son capaces de aumentar las co-
sechas en proporciones que fluctúan entre un 15
y un 25 por 100. Además, los granos procedentes
de estas semillas voluminosas son mejores y de
mayor peso. Con el centeno, utilizando compara-
tivamente semillas pequeñas y semillas gruesas de
la misma partida, la relación de cosechas fué, en
muchos casos, de 60 a 100.
En los modelos más corrientes de cribas cla-
sificadoras propias para agricultores, el grano sale
de la tolva en que se vierte por una compuerta.
que regula a voluntad la abertura mediante un
volante que actúa sobre una barra o tirante file-
teado. Pasa luego a un distribuidor de aletas, en
forma de abanico, que extiende los granos por
la superficie de un desmotador de trepidación en-
cargado de limpiar las semillas de todas las ma-
terias extrañas de algún volumen. Va luego a
un clasificador que separa todas las granzas, y
deslizándose por un embudo vertical, llega a una
serie de cilindros; su número varía según la per-
fección de la criba. Estos cilindros, montados en
un eje inclinado, llevan en sus paredes internas
alvéolos de distintos calibres, destinados a reco-
ger los granos, y auxiliados por un canal interior
provisto de una hélice realizan, de manera sen-
cilla, la clasificación de aquéllos, conduciendo ca-
da semilla, según su tamaño, a un sitio distinto.
6
- 82 -

Los mode los más perfeccionad os de esta clase


de cribas son de tri ple efec to. poseen tr es núm e-
ros disti ntos de alvéolos n cavida des y real izan es-

J neg o de ta mices empicados en los laboratorios de aná-


lisis de semillas para el cribado de alfalfas y tr éboles
en la investigaci ón de la cuscuta ,

meradamente la clasificació n de tr igos, cebadas.


cente nos y avenas, limpián dolos de paj as largas,
restos de espigas, semillas ex tra ñas y toda clase de
impurezas. Dichos modelos suelen fabricarse de
dos cuerpos para facilitar su tran sporte y su ma-
nejo.
U na de estas seleccio na do ras corr ientes y clá-
sicas, accionada por dos obreros, gra va entre
-83 -

mano de obra, lubrificantes, amortización e inte-


rés de la máquina, etc., unas 10 pesetas el coste
de los 110 a 130 kilos de trigo necesarios para
la siembra de una hectárea. Y el beneficio, mira-
do sólo desde el punto de vista del rendimiento,
esto es, sin tener en cuenta la ventaja de contri-
buir con esta práctica a limpiar el suelo de malas
hierbas, ni lo que representa la mejora de cali-
dad de la semilla, pasa, según antes indicábamos,
de 100 pesetas para la mencionada unidad super-
ficial.
Hay modelos para todos los casos. Unos, de
grandes rendimientos y muy perfeccionados, pro-
pios para agricultores de mucha labranza, Socie-
dades y Sindicatos, y otros, de mucho menor cos-
te y trabajo, adecuados para labradores modestos,
que son los casi exclusivamente usados en Es-
paña. El rendimiento, que es sólo de uno a dos
hectolitros de trigo limpio por hora para los mo-
delos pequeños, es, para otros mayores, de dos
a cuatro hectolitros, pasando de los ocho y nueve
'hectolitros hora en los modelos grandes de este
tipo de cribas, ninguno de grandes rendimientos.
Estos se consiguen con otros muy diversos mo-
delos de máquinas limpiadoras, movidos a motor,
cuyos números mayores limpian de 1.000 a 2.500
kilos hora.
Todas estas máquinas, cada una dentro de su
campo de acción, son evidentemente útiles. El pri-
mer paso conducente a la mejora de las semillas
es que todo agricultor, por pobre que sea, realice
esta clasificación por volumen. Ciertamente que
-&4-
no todos se hallarán en posición y situació n de
comprar una limpiadora, pero todos deben pe r-
tenecer a alguna entidad agrícola. y en éstas. in-
excusablemente. debe haberlas.
~ [ús completa y útil que la separación por vo-

Pesag ranos de labo rat ori o para la det cr minaciin del


peso del hectolit ro .

lum en es la realizada atend iendo al peso de las se-


milla s. Las más pesada s co ntend rán lóg icamente
má reservas, y el embrión , a su costa, se desarro-
Hará mejor. Aunque en cas i todo s los casos las
semillas más voluminosas tienen may or peso, ha y
otros en qu e , por una u ot ra causa . no ocurre así ,
resu ltando más segu ro para todas las sit uaci ones
sepa rar con destino a la s iembra los granos más
pesados, origen de plantas más precoces y pro-
- 85-

ductivas y luego, en su día, semillas de mayor


peso susceptibles de conseguir más alta cotización
en los mercados.
Las casas de maquinaria agrícola construyen
cribas clasificadoras en las que, por adición de
un aparato denominado turbina de aire o venti-
lador de turbina, se realiza la separación de gra-
nos, no sólo por volumen, sino por densidad, ais-
lándose. perfectamente las semillas más gruesas y
pesadas, las rotas, vanas, agorgojadas, las de plan-
tas invasoras, etc.

d) Selección metódica.
Otro fácil sistema de contar para las siembras
con semillas elegidas es el llamado de selección
metódica. Para explicarlo, supongamos que se tra-
ta del trigo y que ha llegado el momento de co-
menzar la siega. Cada labrador, dentro de la
zona dedicada a este cereal, tendrá corros, suer-
tes, amelgas, donde las plantas, a simple vista,
parecerán mejores; donde también, por el em-
plazamiento, naturaleza del terreno, etc., la gra-
nazón se habrá realizado más normalmente.
Dicho agricultor, días antes de empezar a se-
gar, visitará esos pagos favorecidos; se fijará en
las plantas que por circunstancias di versas : estar
en la orilla del campo, caer sobre un rodal donde
hubo estiércol, quedar más clara la simiente y
más espaciadas las matas, etc., etc., sean más
vigorosas, de tallos más fuertes y de más largas
y voluminosas espigas; cortará de estas últimas

I
-86-
las mejores por lo sanas y densas y por haber
cuajado más flores de cada espiguilla. Con ellas
formará varios haces-2.ooo a 3.()(X) espigas pue-
den ser suficientes-y los trasladará a la finca.
De las espigas reservadas se cogen luego las
mejores simientes. Es interesante a este objeto
saber dónde podrán hallarse. Para el trigo, di-
chos granos, cuyo emplazamiento se relaciona con
el modo de fecundarse las flores, se hallan en el
segundo tercio del largo de la espiga; para la
avena, en la extremidad de los ejes; para ciertas
leguminosas, como la esparceta y la alfalfa, el
mejor grano está en la base de las inflorescencias,
por lo que se suprimirán los de arriba, etc., etc.
Volviendo al trigo, ya hemos indicado que han
de tomarse de las espigas apartadas como mejo-
res los granos de las zonas centrales. Y éstos son
los que, previa una ligera separación a mano de
los manifiestamente peores, se destinarán a la
siembra, que ha de ser punto de partida del mé-
todo en cuesti6n.
De no haberse realizado en el campo, en mo-
mento oportuno, la expresada separación de las
mejores espigas, cabe recurrir a las cribas selec-
cionadoras para escoger, en cualquier momento
anterior a la siembra, los granos de más peso y
volumen. De una u otra manera dispondremos
de semilla adecuada para iniciar nuestro trabajo.
Supongamos que un año con otro, la hoja que
. el agricultor siembra de trigo es de unas rs hec-
táreas-fácilmente se referirán estos sencillos
cálculos al caso particular que sea-o Nuestro pro-
- 87 -

pósito se diri gir á a obtener semilla mejorada en


cantida d bastante para sembrar con ella anual-
mente la mencionada extensión dedicada en la
finca a trigo.
Llegado septiembre, en una parcelita de tierra

Cri ba selecciona dora del mo delo más ge ne ra lizado en


nu e stro paí s.

propia para el cereal de q ue se trata, se eligirá


una superficie a proxi mada de seis áreas. que bien
labrada y convenientemente abon ada- sin qu e el
abono sea ex cesiv o--, se sembrará del trig o ele-
gido (previa desi nfección del m ismo por cual-
quiera de los sistema s que más adelant e diremos ) ,
teniendo cu idado de no deja r pasar la época más
propicia de sem entera en la localidad, y efec-
-88-
tuando la operación con "tempero" ya la profun-
didad debida.
El trozo de tierra apartado se marca con cor-
del, de modo que los granos, colocados uno a uno
--{) mejor de dos en dos en previsión de ma-
rras---en las intersecciones de líneas trazadas en
dos direcciones perpendiculares, queden en todos
sentidos a una distancia aproximada de 20 centí-
metros. Huelga añadir que dicha parcela deberá
atenderse con cierto esmero durante la vegeta-
ción de las plantas.
Llegada la recolección, las seis áreas supues-
tas, tenida en cuenta la manera de hacer la siem-
bra, naturaleza del terreno y cultivo de que fué
objeto, darán, como mínimo, 200 kilogramos. An-
tes de segar esta tierra se apartarán las espigas
y granos mejores de modo idéntico al expresado
para la semilla de origen. Formamos así otro lote
escogido, destinado a sembrar otra parcelita, de
igual superficie que la primera, en el otoño próxi-
mo. Con el resto de lo recolectado en la parcela
de seis áreas podrá sembrarse, también en el
citado otoño, otra parcela mayor, de buena tierra
a ser posible y de extensión aproximada a una
hectárea. Dicha siembra, clara, será atendida con
alguna preferencia en relación a los demás sem-
brados en la finca.
y vamos con la tercera recolección. Cuando
se efectúe, tendremos: la parcela pequeña, de seis
áreas, donde se procederá exactamente igual que
el año anterior, y la parcela mayor, en nuestro
supuesto de una hectárea, que dará como mínimo
-89-
J4 ó 16 quintales métricos, probablemente 20 Ó
más. Estos se emplearán, llegando octubre, en la
siembra de toda la hoja de trigo de la finca.
Continuando así los años sucesivos, cada vez
será mejor-de no ocurrir algo anormal-el trigo
dedicado a simiente en cada una de las superfi-
cies citadas.
El resultado de este proceder es tan manifiesto,
que pronto se consigue pasar de las espigas ra-
quíticas de 16 a 20 granos o de las corrientes en
no pocos pueblos, de 20 a 25 granos, a las' que
sostienen en su raquis 40, 60 Ó más granos.
Ensayos de selección metódica realizados hace
muchos años por el ilustre ingeniero agrónomo
don José Cascón, en VilIasabariego, dieron el si-
guiente resultado:
Largo medio de las espigas sin seleccionar, II
centímetros; ídem de las seleccionadas, 22 cen-
tímetros; número medio de granos de una espiga
'10 seleccionada, 27; ídem de espigas selecciona-
las, 40; peso medio de una espiga, sin selección,
15,23 gramos; ídem íd. con selección, 27,Sg gra-
mas; ídem de un grano no seleccionado, 39 cen-
tigramos; ídem íd. seleccionado, 52 centigramos.
Dichos datos están de acuerdo con los obtenidos
por este sistema en la Granja Agrícola de Valla-
dolid y en otros Centros oficiales.
La trascendencia de conseguir unos granos más
por espiga es mayor de la que a primera vista
parece. Lo hace patente el dato de que basta que
cada una de las cañas °tallos de un sembrado
-90-

de trigo tenga cinco granos más por espiga de los


acostumbrados, pa ra que el total de la cosecha,
suponiendo una empanadura de 300 cañas por
metro cuadrado, señale un aumento de produc-
ción de cuat ro a seis quintales métricos por hec-

Un modelo IllUY perfec to de la máquin a clasificad ora.


-91-
tárea, No hay que olvidar que el supuesto de
300 cañas por metro cuadrado representa una
siembra muy clara o un amacollado o ahijamiento
muy pobre. Las buenas cosechas corresponden,
generalmente, a 400 Ó 600 cañas para la citada
superficie.
Asimismo, en estas siembras objeto de selección
metódica se han conseguido frecuentemente es-
pigas con espiguillas de cuatro a cinco granos.
El número de espiguillas de nuestros candeales
para espigas regularmente desarrolladas, es de
ocho a diez. Por ser dobles-a una y otra cara-,
suman en total 18 ó 20. Conteniendo cada espi-
guilla cinco flores, no hay que encarecer la im-
portancia para el total de cosecha de un país de
un grano más por espiguilla o de 18 a 20 más
por espiga.
Como se ha visto, en el citado procedimiento
de mejora no son precisos ni maquinaria costosa
ni auxilios extraños, ni desembolso de importan-
cia. Lo que sí hace falta, desde luego, es volun-
tad.
*• *
Existen métodos científicos fundados en la cien-
cia genética que componen la verdadera selec-
ción o mejora de las semillas. Métodos que no
sólo se proponen acrecer las cosechas, sino que
persiguen, para llegar en último grado, a aquella
finalidad económica, objetivos diversos: precoci-
dad, resistencia al frío, al encamado, a las plan-
tas criptógamas, calidad harinera, etc.
No pretendemos ni asomarnos a esa técnica,
ya que su exposición no es tarea breve ni fácil,
y escapa, además, al carácter sencillo, plenamente
divulgador, de estos trabajos. en los que sólo se
exponen cosas que puedan comprender y reali-
zar, sin grandes esfuerzos ni sacrificios, los la-
bradores.
Los técnicos agrónomos serán los llamados, me-
diante el detenido estudio de aquella ciencia, a
obtener tipos que acumulen notables caracteres
y que los transmitan por herencia.
LA DESINFECCIÓ;'¡ DE LAS SEMILLAS

a) Objetivos que CO'n ella se persiguen.


JZs práctica muy generalizada en otros países,
y que cada día, por fortuna, cuenta con más
adeptos en nuestra población agrícola, la desin-
fección de semillas, especialmente cereales. Se
pretende con ella destruir aquellos gérmenes-s-es-
poras-de enfermedades criptogámicas que pue-
dan ir adheridos a las cubiertas o tegumentos de
los granos, y hasta, en algunos casos, invalidar
los que existan en el interior de aquéllos.
Realizando la adecuada desinfección cuidado-
samente, se tiene la garantía de que la semilla
empleada en la siembra no será portadora de las
esporas de las temibles enfermedades.
Pero esto no quiere decir, claro está, que el
cultivo haya de verse en absoluto libre de ellas.
Las prácticas de desinfección no pueden evitar
los gérmenes que existen en el suelo, que caye-
ron en él procedentes de espigas invadidas o que
el viento transportó, a veces desde considerables
distancias. Tales esporas pueden atacar a los gra-
nos sanos, a los granos que acabaron de ser ob-
jeto de desinfección, y la enfermedad presentarse
luego en las plantas, es inevitable; pero desin-
- 94-

Iectando las semillas suprimimos la manera m ás


general de extenderse ciertas en fermedades crip-
togámicas tIue se echan en ellas, y con ciertos
procedimientos de que luegu habla reinos, evitamos
también la invasión , por contacto, en el terreno,
El tratamiento ha de variar obligadamente, en -
tres otros factores, con la forma de ataque de la

Limpiadora "He lios " de tri ple tami zado y dobJ-: as pi-
ra ción, capaz de gran des rendimientos.
-95-

criptógama y la naturaleza de la semilla. Esta


última circunstancia determinará, dentro de un
mismo procedimiento, que varíe tanto la concen-
tración del desinfectante-como el tiempo de con-
tacto.
En la desinfección de los garbanzos, por ejem-
plo, semilla delicada, de tejidos fácilmente pene-
trables por la disolución que se emplee--con ma-
nifiesto peligro, por tanto, de que el veneno, la
substancia tóxica utilizada, llegue fácilmente al
embrión, destruyendo la vitalidad de la semilla-,
el tratamiento no puede ser el mismo, ni en inten-
sidad ni en permanencia, que el recomendado para
semillas de albumen lenta o difícilmente penetra-
ble por el líquido.
Habrá, pues, que distinguir, que aconsejarse
bien, que no realizar las desinfecciones "a tontas
y alocas". Por otra parte, estas prácticas preven-
tivas son, la mayoría de los casos, sencillas y eco-
nómicas. Al alcance, a un tiempo, de todas las
inteligencias y de todas las fortunas.

b) Medios más prácticos y eficaces de realizar


la desiJlfeccián.
Ocupándonos en primer término del trigo, se-
milla que por su excepcional importancia bien
merece esta preferencia, hay dos criptógamas que
principalmente le atacan: la conocida vulgarmente
con el nombre de caries ° tizón, Tilletia tritici
-también puede ser debido el ataque a otra es-
pecie muy afín, T. loeois, cuya existencia no está
-96-
confirmada en España-y la llamada "carbón des-
nudo o volante", originada por el hongo Ustilago
tritici.
Los efectos de las caries, tizón o carbón cu-
bierto del trigo, se manifiestan en la planta muy
tardíamente, siendo difícil observar los indivi-
duos invadidos antes del completo desarrollo de
la espiga. Pueden presumirse las espigas ataca-
das por este mal, tan pronto se forman, porque
su color verde es más oscuro que en las sanas,
tardando en amarillear más tiempo que aquéllas.
La referida tonalidad es más o menos marcada
según las variedades, y no resulta un dato claro
y perceptible. Las plantas atacadas alcanzan me-
nor desarrollo que las sanas, produciendo menos
y más pequeñas espigas.
Luego, cuando los granos alcanzan una consis-
tencia pastosa, la separación es mucho más fácil;
hasta oprimirlos entre los dedos. Los enfermos
por la caries aparecen llenos de una masa negra
y blanduzca. Esta, llegadas a la madurez las se-
millas, se convierte en materia aceitosa y pulve-
rulenta que ocupa por completo aquéllas y que
tiene un aspecto y un olor--olor a la salazón de
arenques-inconfundibles.
La forma de los granos ayuda también a dis-
tinguirlos. Los enfermos son, en general, más
cortos y más abultados o globosos, con el surco
poco marcado y coloración más oscura.
La caries puede atacar a todas las espigas de
una planta o bien a un corto número de ellas.
Y, para una espiga, puede afectar a todos los
Máquina limpiador a de gran rend imient o.

Di stin ta s sepa raciones que realiza con e l gra no ¡ ' Ie pa -


sa por la tolva.
-1)8-

granos o sólo a algunos, sin preferencia deter-


minada respecto a situación o emplazamiento. La
invasión de los granos sanos se debe a. granos in-
vadidos o cariados. Estos se rompen fácilmente
durante la trilla, dispersando su contenido cons-
tituido por las esporas del hongo, que se adhie-
ren fácilmente a las espigas sanas. Es indudable
que muchas de dichas esporas, cuya cantidad es
enorme, se desprenden más tarde de las semillas
en donde cayeron en las operaciones del aventado,
medición, ensacado, etc.; pero no es menos cier-
to que restan todavía muchas en las cubiertas de
los granos sobre las que van al terreno-de no
desinfectar antes las semillas-llegado el mo-
mento de sembrar.
En trigos invadidos por el carbón cubierto o
caries, sembrados sin tratamiento alguno, las es-
poras de la parásita, al germinar, invaden las tier-
nas plantitas del cereal, desarrollándose parale-
lamente a éstas hasta producir en los nuevos gra-
nos esporas que se difunden por el aire.
Como en este. caso los gérmenes que producen
la enfermedad se hallan en el exterior de la se-
milla, si mediante un tratamiento adecuado, que
sólo afecte a las cubiertas de aquéllas, se impide
la germinación de tales esporas, se habrá evitado
la enfermedad en la parte que de aquéllas deriva.
La práctica más corriente de desinfección, aunque
no la más recomendable, es el sulfatado de las
semillas, bien por aspersión o por inmersión, sien-
do este último modo de proceder mucho más per-
fecto.
-99-

El sulfatado por aspersión consiste en ir echan-


do sucesivamente pequeñas cantidades de grano,
que suden manejarse con una pala, sobre una su-
perficie lisa, de baldosín o cemento, rociándolo
mediante una escobilla que se sacude repetidas
veces sobre aquél con la disolución de sulfato
colocada en vasija próxima. Luego la pala va re-
moviendo el montón cada vez mayor que se for-
ma, y cuando está todo el grano humedecido, se
extiende y deja secar a la sombra. Algunas veces
se empolvorea también con cal. Este sulfatado por
aspersión tiene, entre otros, el inconveniente de
quedar con frecuencia parte de Jos granos sin
mojar.
La inmersión, como su nombre indica, consiste
en sumergir el grano en la disolución de sulfato
cúprico preparado al efecto. Se echa la semilla
en cestos o canachos forrados con harpillera fuerte
para que los granos no se escapen, y se introducen
dichos recipientes en la vasija que contiene la
disolución, donde se tienen el tiempo que se es-
tima adecuado. Luego se extienden y orean lo
mismo que en el caso anterior. Hay dos métodos
para la inmersión; el llamado de Kuhn: inmer-
sión en la disolución de sulfato, seguida de otra
en lechada de cal, y el llamado de Linhart: in-
mersión en la disolución de sulfato de cobre. Am-
bos, más o menos modificados en lo relativo al
tiempo y duración del tratamiento, son de acep-
tables resultados en la lucha contra la caries, sien-
do, a nuestro juicio, preferible el primero por
su mayor acción respecto a la parásita y menor
- 100-

influencia en el decrecimiento del poder germi-


nativo de las semillas. Es, en cambio, más lento
y exige mayor cantidad de vasijas. Aunque el
sulfatado de los granos ha sido lo clásico y co-
rriente hasta hace pocos años, hoy se prefieren
los tratamientos en seco, que tienen diferentes
ventajas de que luego hablaremos.
El empleo en la desinfección de la formalina
produce, desde el punto de vista fungicida-o de
acción contra el hongo-, resultados completos,
pero rebaja. a veces sensiblemente, el poder ger-
minativo de las semillas. Dicho daño se hace sen-
tir cuando se han dejado secar aquéllas lentamente
antes de la siembra o se hace ésta sobre tierras
secas y frías, donde tardan mucho en germinar.
Si la sementera se realiza inmediatamente al tra-
tamiento, en un suelo bien provisto de humedad,
el daño de las semillas desinfectadas es muy pe-
queño. La desinfección con íormalina está apenas
extendida en nuestro país, y realmente existen
procedimientos más prácticos, por 10 que no in-
sistimos en éste.
El comercio ofrece productos tales como el
Germisán, Uspulwm, Cereson, etc., objeto de in-
tenso reclamo y de muy difundido empleo en el
extranjero. Dichos preparados-compuestos or-
gánicos de mercurio que no suelen originar per-
juicios a las semillas-son recomendables, aunque
con los inconvenientes más o menos atenuados
de la desinfección en medios líquidos. Las co-
rrientes modernas respecto a tratamientos previos
de la semilla se inclinan por la desinfección en
- 101 -

seco, recurriéndose casi exclusivamente al uso de


carbonato de cobre, aunque también se emplea
y puede emplearse con eficacia el acetato cúprico.
La desinfección del trigo por el carbonato de
cobre se reduce a mezclarlo en un recipiente bien
cerrado y dotado de movimiento giratorio, con
una determinada cantidad de carbonato finamente
pulverizado, para conseguir que todo el grano
quede totalmente cubierto por dicho polvo, que
actúa como preventivo, impidiendo la infección
por el "micelio", o aparato vegetativo del hongo
causante de la enfermedad.
El empleo del carbonato de cobre presenta di-
ferentes ventajas: impide la infección por las es-
poras que lleve el grano y le previene de la que
pueda derivar de esporas existentes en el terreno;
permite realizar el tratamiento días y hasta meses
ante de la siembra de las semillas, sin perjuicio
para éstas; evita el riesgo de decrecimiento de
su poder ¡¿-erminativo y hasta parece ejercer una
acción estimulante en la germinaci6n de las tra-
tadas; como el grano no se hincha, cual ocurre
en los tratamientos líquidos, no es necesario re-
¡¿-ular la sembradora para compensar el aumento
de volumen de las semillas mojadas por líquidos
fungicidas, El empleo del carbonato de cobre se
traduce en un aumento de cosecha con relación
a las producciones de semillas desinfectadas en
medios líquidos, y tiene asimismo la ventaja de
proteger al ¡¿-rano de los ataques de los gorgojos.
Para la aplicación del carbonato de cobre pue-
de bastar una barrica, a la que se aplica un eje
- 102 -

que permite su rot ación sobre unos apoyos ho-


rizontales, y en la que se abre una portezuela
acondicionada para lograr un cierre her mético:

V ista parcial de dive rsa s máquinas empleadas en la lim-


pia y cla sificación d e semillas .

E l come rcio ofrece aparatos metálicos en forma


de tambor, de cilindro o e ;bica, apoyados en este
último caso horizontalmente sobre un eje que
pase por una de sus diagonal es, forma que faci-
lita mucho el vaciado del grano. Y como los tipos
citados son de pequeñ os rendimientos--en el de
barril, por eje mplo, no se puede llenar cada vez
más de un cua rto o un tercio de su volumen si
se quier e obtener una buena mezcla-, se han
ideado otros modelos de trabajo continuo, accio-
- 103-

nados por un motor, capaces de más considera-


hle labor,
Cualquiera que sea la máquina o recipiente em-
pleado, debe procurarse que no produzca en su
movimiento mucho polvo. pues el carbonato per-
judica al operador, irritando sus ojos y mucosas
nasales; resulta, además, venenoso cuando se as-
pira. Este es el principal inconveniente de la des-
infección en seco. pues aunque no se haga polvo
durante la mezcla, es difícil que no se desprenda
durante el llenado de los sacos.
Para evitar o atenuar estas molestias y peligros
si se trata de máquinas pequeñas, puede operarse
al aire libre -para que éste arrastre el polvo pro-
ducido. En máquinas de mayor rendimiento, se
disponen pantallas y un ventilador que logran
la finalidad perseguida. También es de recomen-
dar el empleo de mascarillas o simplemente de un
pañuelo mojado para proteger nariz y boca.
El carbonato deberá tener una riqueza en co-
bre del 50 al 60 por 100, siendo tal su grado
de pureza que atraviese un tamiz del número 200
(200 mallas por pulgada francesa) en la propor-
ción de un 95 a un 98 por 100.
La cantidad de carbonato que se emplee ser;'
la necesaria "para recubrir el grano, dependiendo
esto en parte de la perfección del aparato que
realice la mezcla. Lo corriente es aconsejar de
200 a 250 gramos de carbonato por quintal mé-
trico de semilla. Cuando el carbonato está en
exceso favorecevcomo es natural, la formación
de polvo, y si, por el contrario, escasea, se cubren
-- 104 -

imper f ectamentc los granos, en perjuicio de los


efectos del producto.
Criptógamas causantes de infecciones análogas
en otros cereales: la Ustilago liordei, productora
del "carbón cubierto de cebada", y las UstiJago
ouenae y U stilago Iocois, conocidas vulgarmente
con el nombre de "carbón de la avena", pueden
combatirse al igual que la caries del trigo antes
citada con los tratamientos de desinfección a
que nos hemos referido; pero no ocurre lo mismo
con otras especies causantes de ataques muy pa-
recidos en sus efectos a los ya mencionados pero
cuya forma de invasión y, como consecuencia, los
procedimientos para luchar con ellas son distin-
tos. Nos referimos, entre otras, a la criptógama
Ustilago tritici, que origina el "carbón desnudo o
volante" del trigo, y a la Ustilaqo ",uda, que pro-
duce el "carbón desnudo o volante" de la cebada.
Las espigas atacadas por el U stilago tritici to-
man el aspecto de desformadas masas negruzcas
que, desecadas, se convierten en un polvo como el
hollín. Este se halla compuesto por numerosísi-
mas esporas que, al transportarse por el viento,
insectos, ti otros agentes, difunden la plaga.
Por coincidir la presencia de las espigas inva-
didas por la parásita con la plena floración del
trizo, dichas esporas caen fácilmente sobre las
flores de las espigas sanas y su aparato vegetativo
--micelio- -invade la flor o el grano de trigo en
formación Pero el crecimiento del hongo cesa
pronto. permaneciendo dicho micelio dentro del
grano en forma latente y alcanzando éste el tarna-
- 105-

;10, peso y formas normales, sin que se pueda


distinguir de las semillas sanas.
Al hacer la siembra e iniciarse la germinación,
el hongo recomienza también su vida activa y se
desarrolla al tiempo que la planta de trigo, sin
que sea factible distinguir los individuos sanos de
Jos enfermos, 10 que sólo ocurre en el momento
de espigar unos y otros.
Lo corriente es la destrucción de toda la es-
piga, reducida a poco más que su raquis, pero en
ocasiones el daño queda circunscrito a la parte
inferior de aquélla.
Se comprende, por lo antes dicho sobre la ior-
ma de invadir al trigo esta parásita, que los tra-
tamientos de desinfección en medios líquidos o en
seco a que para la caries nos hemos referido,
no rirvan en este caso, ya que el germen no se
halla en la superficie de los granos, sino dentro;
y si la permanencia con la disolución fuera lo
suficientemente prolongada para llegar al interior
de la semilla, al destruir el micelio del hongo tam-
bién invalidaría el embrión.
Por eso, al confundir frecuentemente los agri-
cultores estas enfermedades-aunque tanto por el
olor del polvillo parduzco en el caso de la caries,
como por el color negro del carbón pueden dis-
tinguirse unas de otras-e-se han encontrado, en
muchos casos, con el resultado negativo del sul-
fatado.
y es que esta práctica y las que antes hemos
citado no sirven para el carbón volante o des-
nudo del trigo, como no sirven para el carbón
- 106-
desnudo de la cebada. La única manera de comba-
tir al presente estas enfermedades es el tratamien-
to por agua caliente que se hace preceder de una
inmersión de las semillas en agua a temperatura
suficiente para iniciar la germinación del hongo.
La forma de proceder es como sigue;
a) Inmersión del trigo en agua a unos 25 gra-
dos de temperatura durante un tiempo de cuatro
a seis horas.
b) Inmersión durante un minuto, en un baño
a temperatura inferior en tres o cuatro grados, a
la del baño caliente o verdadero tratamiento.
e) Inmersión. en agua caliente a temperatura
comprendida entre ~o y 55 grados por espacio de
diez minutos; y
el) Escurrido y remojado del grano en agua
fría, extendiéndolo después en capa de poca al-
tura para que se enfríe y deseque.
Esta práctica de la desinfección por agua ca-
liente disminuye siempre-en mayor o menor can-
tidad, según la precisión con que se realiza-el
poder germinativo normal de las semillas, 10 que
exige las compensaciones consiguientes al calcu-
lar su cantidad para la siembra.
Tratándose de pequeñas porciones de grano,
puede realizarse la operación con cuatro cubas o
toneles sobre las que SI: díspone, en el techo de
la habitación, una polea que permita introducir o
retirar los sacos portadores de la semilla. Cada re-
cipiente se destinará a una de las fases del tra-
tamiento y la elevación de temperatura para las
- 107-

fases b) yc) se consigue, generalmente, mediante


la adición de agua hirviendo.
El comercio extranjero dispone de aparatos que
permiten efectuar este tratamiento con una mayor
comodidad, pero todavía no son aún lo suficiente-
mente perfectos para realizar la operación con las
precauciones y exactitud debidas.
No hay que olvidar que la práctica es delicada,

Gorgojo de trigo--Caltmdro granoria--, muy aumentado.

ya que la diferencia entre las temperaturas mor-


tales para el micelio del hongo y para el embrión
de la semilla es muy pequeña. Esta es, precisa-
mente, la dificultad del tratamiento que, por hoy,
no está al alcance del agricultor, quedando dentro
de la esfera limitada de los Centros oficiales y
entidades agrícolas. Las personas que deseen in-
formes complementarios y precisos sobre los ex-
tremos a que nos referimos someramente en este
trabajo, pueden y deben dirigirse a los Servicios
agrícolas del Estado, y muy especialmente a las
Estaciones de Fitopatología agrícola. La Central,
situada en 11. Moncloa, Madrid, ha publicado no-
tabilísimos folletos sobre las enfermedades de las
- 108-

semillas y los tratamientos adecuados para com-


batirlas.
De que es posible combatir y vencer deben per-
suadirse plenamente los labradores. Los males
que atacan a sus cultivos se deben a causas per-
fectamente conocidas y los temidos daños se pue-
den, en gran número de casos, evitar.
Así, por ejemplo, las enfermedades conocidas
vulgarmente y confusamente por "carbón" o "ti-
zón" a que en este artículo nos referimos, no son
imputables ni a un rocío, ni a los efectos de una
nube-aunque la humedad, auxiliada por la tem-
peratura, contribuya al desarrollo de las criptó-
gamas-ni a ninguno de esos factores a quienes,
ligeramente, las atribuye el vulgo. Las originan
especies botánicas bien definidas, plantas inferio-
res cuya evolución fué pacientemente sorpren-
dida.
La ciencia tiene, cada día que pasa, mayores
y más eficaces medios para luchar con tales pla-
gas.
CONSERVACIÓN DE LAS SEMILLAS

a) Condiciones más favorables a su buena con-


servación.
Lo mismo si es con miras a la siembra que si
se trata de almacenajes de orden comercial: gra-
nos dedicados a piensos y a otras aplicaciones in-
dustriales, las semillas que se cosechan han de
permanecer más o menos tiempo guardadas, en
espera del momento de su empleo. Y durante
ese lapso, el agricultor o comerciante deben pro-
curarlas las condiciones más propicias a su buena
conservación.
No existen hasta la fecha datos bastantes para
responder de un modo concreto al interesante ex-
tremo de la influencia ejercida por los medios de
conservación en la facultad germinativa de las
semillas.
Se han realizado, sin embargo, diversos ensa-
yos para conocer como pequeñas muestras de gra-
nos situados en determinados locales: laboratorios,
etcétera, donde la atmósfera es generalmente más
seca que en los almacenes de semillas, conservan
su facultad germinativa. Debido a que el grano
es encerrado en tales casos en saquitos o bolsas
de tela o de papel, la humedad, el ácido carbó-
- 110-

nico y otros productos de la respiración no pue-


den acumularse alrededor de las semillas, del
mismo modo que en los almacenes, silos, etc.
La Estación de ensayos de semillas del Estado
danés tiene curiosos datos de estos interesantes
estudios. De ello resulta que las semillas de tré-
bol, alfalfa y otras leguminosas análogas; de re-

Polílla o palomilla de los cereales: a, insecto perfecto;


b, larva. Muy aumentados.

molacha, de colinabos y varias crucíferas más y


de algunas especies de gramíneas como los balli-
cos, dactilos y fíeos, guardadas en pequeños lotes
en las condiciones citadas, pueden conservar casi
inalterada su facultad germinativa durante tres,
cinco o más años, mientras que semillas de un
poder germitativo menor la pierden antes.
También se han hecho ensayos Con pequeñas
cantidades de granos a diferentes grados de hu-
medad, en graneros corrientes, pero con ambiente,
sin embargo, más seco que el de los almacenes.
De estas observaciones resulta que la duración
del poder germinativo de las semillas, en su fase
de conservación, depende en mucho de la dosis
- 111-

de humedad de dichos granos. Si ésta es grande


cuando se llevan a encerrar, la disminución de
su facultad genninativa es intensa y rápida; para
una humedad de 10-15 por 100 la facultad germi-
nativa de semillas como la cebada y los guisantes
se conserva casi sin variación durante dos años,
comprobándose asimismo que la pérdida, tanto de
materia como de acciones vitales, son mayores
al estar los granos más húmedos. Esto, en líneas
generales ya se sabía. Por otra parte, tanto por
tratarse de lotes pequeños como por ser la at-
mósfera de los locales algo inferior en humedad
a la frecuente en los almacenes, los resultados no
sirvieron para deducir consecuencias realmente
prácticas.
El doctor M. Hinrich, de Rostock, ha escrito
en 1923 una Memoria sobre una serie de expe-
riencias muy curiosas. Las deduccíones de este
trabajo son las siguientes:
a) Cuando se renueva el aire a menudo, hasta
los granos muy húmedos pueden conservar la fa-
cultad germinativa durante largo tiempo.
b) Semillas desecadas a 113 de su contenido
en humedad normal pueden guardar inalterable
su facultad germinativa durante muchos años en
depósitos cerrados a una temperatura de 30 gra-
dos.
e) Una temperatura baja de conservación
--cinco grados centígrados-obra eficazmente en
el mantenimiento de la facultad germinativa.
d) Semillas ya de muchos años conservan
peor su poder germinatívo que las semillas nue-
- 112-

vas, aunque estas últimas se coloquen en condi-


ciones de germinación mCROS favorables.
La primera conclusión sorprende un tanto. Re-
sulta de ella que no es la fuerte dosis de hume-
dad la que disminuye un tanto el poder germina-
tivo de los granos, sino el ácido carbónico y los
vapores producidos por una más intensa respi-
ración y más alta temperatura.
Es de hacer notar 10 que importa que las se-
millas en depósito, si están húmedas, se aireen
debidamente. Si esto no se puede hacer, se dis-
minuirá el contenido en humedad por un secado
artificial. Conforme se reduzca aquélla y sea más
baja la temperatura, las semillas conservan mejor
su facultad germinativa.
En los meses de invierno, cuando los almacenes
son f ríos-a los cinco grados antes citados o a
menos grados-, la respiración de las semillas es
tan débil que apenas pierden en materia y poder
germinativo.
Pero en primavera, hacia los diez grados, au-
menta la respiración y la temperatura se eleva
en los granos, agotándose éstos rápidamente.
La Estación de ensayos de semillas de Copen-
hague inició en otoño de 1924 un estudio bas-
tante completo, valiéndose de 40 muestras de las
principales especies cultivadas en aquel país: gra-
míneas, leguminosas y plantas raíces. De cada
uno de estos lotes hizo dos partes: una de dos
kilos y otra de un kilo, colocándolas en un gran
almacén de granos. Las muestras de un kilo per-
manecieron intactas durante el ensayo, pesándo-
- II3-

las cada quince días para averiguar su contenido


en humedad. De los otros lotes de dos kilos, se
tomaron muestras en el mes de agosto de 1925, en
los de marzo y diciembre de 1926 y en septiembre
de 1927. para ensayos de germinación y de con-
tenido de humedad, ensayos que, naturalmente,
se habian también realizado al comienzo de la
experiencia. Sería largo y poco práctico reseñar
aquí la copiosa lista de cifras deducidas de estas
observaciones que, por otra parte, no pueden tener
sino en cada caso un valor relativo deducido del
clima, condiciones de las semillas y modo de rea-
lizar su conservación. Para obtener datos de cier-
ta precisión en un lugar habría que actuar du-
rante un período de muchos años con semillas
cultivadas de épocas distintas, situadas en dis-
tintos almacenes, etc. Lo deducido como avance
de los estudios realizados es que semillas de cul-
tivo que al ser almacenadas tienen un poder ger-
minativo normal, mantienen sin alteración dicho
poder por lo menos año y medio, si se guardan
en buenas condiciones, considerando, en primer
término, entre éstas la dosis de humedad.
Hay también que tener en cuenta cuando se
trata de semillas dedicadas a la siembra, que todo
cambio en el grano entraña otro correlativo en la
planta que de aquél procede. Las lesiones son,
casi siempre, de consecuencias fatales para el nue-
vo individuo. Y al hablar de lesiones no nos re-
ferimos únicamente a las traumáticas y mecánicas,
sino que incluimos en ellas las llamadas lesiones
químicas.
8
- 114-

No hemos de insistir en la gravedad extrema de


aquellos casos en que la radícula gémula y tal lito
del embrión, a la vez o por separado. son objeto
de ataque, ni en las de otros de menos importan-
cia, pero siempre sensibles, en que la parte del
embrión invadida son los llamados cotiledones.
órganos donde, como es sabido, se almacenan las
reservas de que se vale la planta hasta hallarse
en condiciones de elaborar por sí misma los ma-
teriales necesarios para su crecimiento.
Podría creerse que esta mutilación o merma de
las reservas influye de manera poco apreciable en

Modo de situarse los recipientes para el sulfuro de car-


bono en los montones de grano.

la posterior evolución de la planta, pero tal su-


puesto es erróneo.
Es un hecho corriente que cuando se siembran
o entierran semillas a una profundidad no pro-
porcionada a su volumen-más hondas de 10 que
fuera oportuno-las plantas a que dan origen no
brotan o son endebles o raquíticas. Las reservas
no fueron en este caso bastante para el largo
trayecto que había de recorrer el tallo, y los días
que tenían que transcurrir hasta la aparición so-
bre la superficie del suelo de las primeras hojas.
Otra observación de esta influencia de las reser-
vas es el hecho de que las semillas más volurnino-
- IIS-

sas y dCl1sas-pcsadas--dent ro de la especie son


universalmente tenidas en mayor estima que las
pequeñas o ligeras.
Cuando los granos no se dedican a la siembra,
sino a ser molturados, etc., el daño es asimismo
importante. El deterioro o alteración de las semi-
1Ias, cualquiera que sea su causa, significa, en
ciertos casos, pérdidas notables en el peso y, en
todos, depreciación de la mercancía.
Dedúcese de lo esbozado, no ya la convenien-
cia, sino la necesidad de preservar las semillas
de los riesgos que las amenazan durante su con-
servación. Y para no hacer demasiado largo este
capítulo, nos ocuparemos únicamente de los peli-
gros más frecuentes a que se hallan sujetas, aten-
diendo al mantenimiento de la propiedad o carác-
ter base de su aplicación agrícola o industrial.
En el caso de semillas de uso agrícola 10 pri-
mordial, 10 fundamental es la facultad germina-
tiva, la integridad del embrión; en el segundo, la
evitación de mermas y alteraciones en las partes
aprovechadas por la industria.
b) La desinfección de los graneros.
Supongamos que se dispone de un granero acep-
table, esto es, con muros, suelos y techos bien
unidos, sin hendiduras en las maderas y revestí-
mientes, exento de desconchados, etc., que ofrez-
can cómodo refugio a las larvas y crisálidas de
varios insectos, principalmente "gorgojos" y "po-
lillas" que constituyen las más frecuentes y te-
mibles plagas; supongamos también que se to-
- 116-

rnaron precauciones análogas respecto a la entra-


da de roedores; que el local dispone de los huecos
necesarios, orientados de Norte a Sur y opuestos
de forma que se pueda regular la temperatura...
En un granero en estas condiciones debe pro-
cederse periódicamente, antes de encerrar el grano
y después de limpio el recinto, a su blanqueo con
lechada de cal, adicionada de un S por 100 de sul-
fato de cobre; piedra lipis, lapislázuli... Cuando
años antes haya experimentado el granero el ata-
que de insectos, deberá fumigarse enérgicamente
antes de entrar el grano, para destruir las puestas
de huevecillos, larvas, etc., que pudieran quedar.
Atendiendo a la economía, sencillez de las ma-
nipulaciones y menor peligro para las personas,
entendemos recomendable el empleo del gas sul-
furoso o del formol. Pueden emplearse también,
con las debidas restricciones, el sulfuro de carbo-
no, el ácido cianhídrico y el cloro gaseoso. Pero lo
más fácil y económico es acudir al anhídrico sulfu-
roso mediante la combustión del azufre que produ-
ce, aproximadamente, el doble de su peso de gas.
Para facilitar dicha combustión, conviene mezclar
aquél con salitre-nitrato potásico-a razón de
70 gramos de este último por kilo de azufre.
Para operar se comienza por cerrar el granero
herméticamente, obturando los resquicios de los
cierres con tiras de papel engomado o engrudado.
Luego se dispone el azufre con su correspondiente
porción de salitre, en un recipiente vidriado, pren-
diéndolo fuego y retirándose rápidamente el ope-
rador, cerrando y tapando perfectamente, del mo-
- ll]-

do antes dicho, la puerta de salida. Se deja actuar


el gas de dos a cuatro o cinco días, pasados los
cuales se abre el granero, no debiendo entrar per-
sona alguna hasta que la ventilación se halle muy
avanzada, para evitar la acción tóxica del gas.
Las cantidades que corrientemente se emplean
son de 30 gramos de azufre y dos de salitre por
metro cúbico de capacidad del local. Algunos ele-
van la dosis hasta el doble, pero la corriente es
la indicada. La llamada "falsa polilla" exige can-
tidades mayores que el gorgojo. Si la operación
se realiza por personas poco prácticas en cubicar,
pueden recordar la siguiente fórmula: V = LXI
X h, en la que L es la longitud del local, 1 la
anchura y h la altura del techo en el caso de
granero con cielo raso. Si el granero está aguar··
dillado a dos aguas, puede acudirse a esta otra;
V = LXI X (h - 0,1251), teniendo las letras
el mismo significado que en el caso anterior. En
esta segunda fórmula, h es la altura del suelo a
la cumbrera.
No conviene que haya granos en el granero
cuando se realiza la fumigación, por razones que
más adelante veremos al tratar de la desinfección
de semillas.
Para actuar con el sulfuro de carbono se guar-
dan análogas precauciones. Este cuerpo tiene el
inconveniente de ser muy inflamable, pero pro-
duce muy satisfactorios resultados, recurriéndose
a él con frecuencia. Las dosis, variables con la
capacidad del local, temperatura a que se opera,
etcétera, oscilan entre un mínimum de 65 gramos
- 118-

y un maxuuo de J(X> por metro cúbico de capa -


cidad del local, sin ten er en cuenta el espacio ocu-
pado por el grano. Lo corriente es que no se em-
pleen sino '30 gramos por metro cúbico.
Para reducir el gasto de desinfecta nte y con -
seguir una mayor eficacia del gas se dosifi ca at en-

Algunas lent eja s ataca das por go rgo jos.

dic ndo a la ca ntidad de g ra no a t rata r y se p ro-


cede como sigue: se ha cen montones prismát icos
de la altura que la sem illa permita y se aplica un a
ca ntidad de S0 a 60 g ramos por quintal métrico
--equivalente, ap rox imadame nte, a dos fan egas- o
S i el gra no está hú medo y se ha recalentad o, es
conveniente aumentar dicha cantidad hasta 70 ti
80 gramos.
- 119-

Luego, en la parte alta de los montones, y uni-


formemente repartidos, se colocan recipientes de
poco fondo--cazuelas de barro o cosa análoga-,
en los que se echa el sulfuro.
Conviene cubrir dichas vasijas con una gasa
un tanto espesa y enterrarlas ligeramente en la
semilla. Si el montón es pequeño, basta situar un
solo recipiente en la parte alta, y debe ser preci-
samente en la parte superior, porque los vapores
de sulfuro de carbono son más pesados que el
aire y van descendiendo y llenando los intersticios
entre las semillas. En cada recipiente no debe
colocarse más de un tercio de litro, empleando
para distribuir la dosis calculada cuantos sean ne-
cesarios.
Puede echarse el sulfuro directamente sobre el
montón, pero cabe el riesgo de comunicar mal
olor al grano, sobre todo si el sulfuro no es bueno.
Cuando se trata de grandes cantidades de ~rano,
no hay más recurso que inyectarlo en los monto-
nes uniformemente distribuido,
Puesto de un modo u otro el sulfuro, se cubre
el montón con lonas o sacos mojados, para que
el gas se confine mejor en las semillas. Todas es-
tas operaciones deben hacerse con las ventanas
abiertas, e inmediatamente después de efectuadas
se cierra bien todo, tapando perfectamente las
juntas de los huecos.
Cuando se trata de cantidades pequeñas, puede
realizarse la desinfección en toneles o en depósi-
tos análogos, colocando siempre el sulfuro en la
- 120-

parte alta y tapando con lona embreada y con


tablas u otro peso encima.
Después del tratamiento, se airea perfectamente
el grano para que se vayan los vapores del insec-
ticida, pues un contacto prolongado con aquéllos
perjudicaría la germinación de las semillas.
Los mejores resultados se consiguen operando
a temperaturas no inferiores a 20 grados. A me-
nos de 15, el sulfuro no es activo.
Para los gorgojos de las leguminosas, debe for-
zarse la dosis antes indicadas sin llegar a los 100
gramos por quintal métrico de semilla para no
perjudicar su poder germinativo.
Como el sulfuro de carbono es muy inflamable,
basta el punto de que la mezcla de sus vapores
con el aire en la proporción del 6 al 7 por 100 es
ya explosiva, y dichos vapores son, además, asfi-
xiantes, convendrá conservar los recipientes del
sulfuro de carbono en sitios frescos; cuando son
grandes, puede tenerse DI aire libre protegidos
del sol. Y hay que cuidar también de no acercarse
al sulfuro fumando o con lumbre y de no tenerlo
cerca de las cocinas ni donde puedan saltar chis-
pas eléctricas..,
También es prudente colocar un poco de agua
en Jos recipientes en que se conserva el sulfuro
de carbono, pues ésta, por su menor densidad,
se mantendrá siempre en la parte de arriba for-
mando un cierre hidráulico que impedirá, en par-
te, el desprendimiento de vapores.
Las personas y animales deben huir de situar-
se junto a los locales destinados a la desinfec-
- 121 -

ción, pues los vapores de sulfuro que pueden es-


capar por rendijas o grietas podrían ser causa
de envenenamiento.
Lo mismo para el sulfuro que si se trata de
otros desinfectantes, no hay que olvidar que la
desinfección no inmuniza el grano y que, por tan-
to, podrá éste infectarse de nuevo si se lleva a
otro local invadido por los insectos.
Respecto a la desinfección con el cloro gaseoso,
el mejor medio de obtenerlo es tratar el hipoclo-
rito cálcico por vinagre fuerte. Dicho gas tiene
la contra de oxidar con facilidad los herrajes que
pueda haber en el local. También se recomiendan
las pulverizaciones con formol al 30 por lOO, de-
biendo guardarse-huelga decirlo-en ambos ca-
sos las precauciones de cierre del granero y ven-
tilación previa del mismo, ya mencionadas.
El gas cianhídrico da excelentes resultados, pe-
ro debe manejarse con grandes precauciones por
su elevada toxicidad. Es recomendable, y hasta
con preferencia a otros tratamientos, en aquellas
explotaciones y lugares donde se conozca bien su
manejo por haberlo aplicado a combatir plagas del
naranjo, olivo, etc. Las proporciones de su em-
pleo, en general, pueden ser las mismas que las
usadas contra dichas plagas, y la duración de cin-
co a seis días.
Efectuada la desinfección del local, y una vez
esté bien ventilado, pueden situarse en él los gra-
nos, pero con ciertas precauciones. Si por cual-
quier causa-lluvias en la era o durante el trans-
porte-se humedecen éstos, conviene esperar an-
- 1412-

tes de almacenarlos a que se sequen. En todos los


casos, como precaución sistemática, no deberán
depositarse en montones de espesor superior a
0,60 metros, removiéndolos en un principio con
frecuencia, a fin de airear y secar las capas más
profundas. Este cuidado es indispensable para
evitar el calentamiento y fermentación de las re-
servas.

e} Tratamiento de las semillas atacadas por gor-


gafos y otros insectos.
Para las semillas destinadas a las siembras, los
tratamientos tienen por límite obligado la dismi-
nución, en número y vigor, del poder germina-
tivo.
Los insectos que atacan con más fercuencia a
los granos almacenados son los llamados vulgar-
mente "polillas" y "gorgojos". En los cereales son
frecuentes el gorgojo del trigo (Calandra qrona-
ría), el del arroz (Calandria orizae), la polilla o pa-
lomilla (Sitotroga cerealelloí, la falsa polilla (Ti-
nea granella) , la polilla bandeada (Plodia inter-
punctella) y otros; y en las leguminosas, diferen-
tes coleópteros de la familia láridos, denominados
también gorgojos: géneros Lorio, Acanfhoscéli-
des, etc.
Algarrobas, yeros, garbanzos, lentejas, habas,
guisantes, muelas, altramuces, alubias, son invadi-
dos por las muy voraces larvas de estos insectos
cuyas hembras depositan sus huevecillos en las
vainas o legumbres todavía tiernas, y a veces
- J 2J -

tam bién en las sem illas almacenadas en los gra-


11(:ros. Dichas larvas, al nacer y desar rollarse. de-
term ina n ga lerías de dimens iones cons ide rab les CI!
re lación con el volume n de aquéllas.
Sobre todo en las más pequ eñas- yeros, vezas,
lentej a s , ctc.- -, los des trozos son de g ra vedad y

M uest r a s de go rgoj os invaso r es de semillas de ieg u -


minosas.

trascendencia, pues los ins ectos, al dispon er de


menor espacio, no se limitan a consum ir las re-
servas, sino que llegan con sus ga lerías hasta el
embrión. Así, en las al garrobas y yeros , cuya ge r-
mina ción normal oscila entre el 90 y 9S por lOO ,
no pasa, para las semillas ata cada s del gor goj o, del
6 al 1 2 por lOO. En mu elas y gu isantes , la ger mi-
nación de las semillas atacadas es del 50 al 60 por
- 124-

lOO, siendo la g-erminación normal de las sanas del


94 al g8 por 100.
Los procedimientos empleados para combatirlos
son de tres órdenes: M eomicos. Fundan su efi-
cacia en la necesidad de reposo, calor y oscuridad
sentida por la mayoría de los insectos en las pri-
meras fases de su vida. El traspaleo o remoción
de las semillas es eficaz en cierto grado. La ma-
nera más sencilla de realizarlo consiste en dar
vuelta al montón, lanzando el grano con la pala
a distancia y de modo que la parle situada de-
bajo quede encima. Así, los granos que estaban
en la oscuridad pasan a la luz y las larvas que
los atacaban son destruídas en gran número.
Más perfecta y rápidamente se consigue dicha
finalidad con el empleo de centrifugadoras, o sea
máquinas de construcción muy diversas, cuya
función, según su nombre indica, consiste en lan-
zar violentamente los granos, con el auxilio de
un tambor que gira rápidamente, contra una en-
volvente que rodea al expresado tambor.
También se recomienda remover los granos con
frecuencia, dejando aislados y quietos varios pe-
queños montones, a los que se acogen los insectos,
que son fácilmente destruídos con agua hirviendo.
M ¿dios físicos. Resulta de observaciones reali-
zadas que una temperatura hasta de 70 grados,
siempre que no actúe más de tres o cuatro horas
y estando seco el grano, no disminuye sensible-
mente su facultad genninativa, bastando de 50 a
55 grados centígrados para provocar la muerte de
larvas, insectos, etc. Este margen de 15 a 20 gra-
-125-
dos permite aplicar dicho agente a la destrucción
de los insectos a que nos venimos refiriendo.
Existen muchas disposiciones para emplearle,
pero casi todas adolecen del mismo defecto: la
mala distribución del calor. Se ha recomendado
introducir las semillas en un horno de cocer pan
calentado fuertemente, en el que se deja luego
bajar la temperatura hasta 55 grados, poniendo
entonces los granos aislados del suelo del horno
con tablas y esteras, ya que dicho suelo se en-
cuentra más caliente. Como fácilmente se com-
prende, el procedimiento es engorroso, algo caro
y exige mucho tiempo y una atención sostenida.
Mejor juicio nos merece el procedimiento ern-
pleado desde hace muchos años en la provincia
de Salamanca, gran cultivadora de lentejas, con
las semillas de esta clase atacadas por los gorgo-
jos. Es el siguiente: un prisma exagonal termina
por ambas bases en muñones que se apoyan en
cojinetes implantados en soportes de diferente al-
tura. Por uno de los extremos, y mediante un
juego de rueda y piñón, accionada la primera por
una manivela, se pone en movimiento el prisma.
Bajo éste se coloca un semicilindro de palastro,
en el que se queman madera, ramaje, etc., com-
bustibles que produzcan llamas capaces de alcan-
zar al prisma. En el interior del prisma, y debido
a su inclinación, circulan las semillas. El número
de revoluciones más conveniente parece ser de 30
a 35 por minuto. Este mismo aparato puede ha-
cerse de gasto continuo, construyendo hueco el
muñón más alto, al que se adapta, por un collar
- 126-
de deslizamiento, una pequeña tolva de alimenta-
ción. Pero insistimos en la dificultad de regular
la temperatura Cl\ una masa tal dc semillas, así
como de conseguir que alcance debidamente la
acción del calor a todas ellas. Siempre hay, ade-
más, el riesgo de que se perjudique la calidad del
grano y su poder germinativo.
Aledios químicos. Se emplean casi los mismos
cuerpos que en la desinfección de graneros, Va-
riando algo las dosis y tiempo de acción. Sin em-
bargo, el gas sulfuroso hay que proscribido, tan-
to en este caso como en el de conservación de
granos para usos industriales. Dicho gas no sólo
perjudica a la facultad germinativa, sino que al-
tera el gluten.
El sulfuro de carbono es el más corrientemente
empleado, no obstante sus ya repetidos peligros.
En España, en Andalucía, hay casas comerciales
que 10 utilizan en gran escala y con éxito, a dosis
próximas a la de 50 gramos por hectolitro de se-
milla. Tratándose de almacenes grandes, se han
llegado a emplear roo gramos por metro cúbico.
El gas cianhídrico tiene sobre el sulfuro de
carbono las ventajas de perjudicar menos al po-
der germinativo de las semillas y de necesitarse
dosis más pequeñas, pero se trata de un producto
muy venenoso para el hombre, que no debe apli-
carse sino por personas especializadas en su ma-
nejo.
Las dosis requeridas para destruir los insectos
son, aproximadamente, de 40 gramos de cianuro
sódico por metro cúbico de capacidad del local,
-- J2j -

Aparatos para la desin fección , en seco, de sem illas.

sin tener en cuenta lo que ocupa el grano. D ichas


proporciones no merman la facultad de ger mina -
ción de las semillas, pero debido a que el gas
cianhídrico tiene densidad casi igu al a la de l aire ,
penetra mal en el interior de los montones, y n o
puede aplicarse más que con el g rano ensacado y
apilado de suerte que el gas pueda llegar fácil-
mente a todos los sacos.
Para producir el ácido cianhídrico se empica
cianuro sódico , ácido sulfúrico y ag ua en la pro -
- 128-
porción de una parte, en peso, de cianuro por
tina y media en volumen de agua. Repetimos que
ti modo de proceder es idéntico a cuando se tra-
ta de la fumigación del naranjo. El tiempo de
exposición no debe ser nunca inferior a veinti-
cuatro horas y el local ha de mantenerse cerrado
10 mejor posible, ventilándole bien antes de en-
trar una vez terminada la operación.
En la actualidad existen máquinas productoras
de ácido cianhídrico que permiten introducirlo
desde el exterior, atravesando las puertas con una
manguera perfectamente ajustada. Este modo de
operar es más cómodo y seguro. Insistimos en que
este sistema de desinfección debe hacerse en lo-
cales aislados y por personas expertas en su ern-
pIco. . ; , " ,.,>....
El.tetraclcrusn decarbono ofrece la ventaja de
no .ser in'flari1abt~; IO'qpe disminuye el peligro
de su uso, pero tiene menor eficacia que el sul-
furo y necesita emplearse a dosis dobles o triples
que aquél, razones pof.1as que está muy limitada
su aplicación. El m()~fl' de utilizarle es el mismo
que parae1 sulfufÓ;"
Otros product¡){se recomiendan: la cloropicri-
na, el óxido de etileno, etc., pero hasta el pre-
sente no se han llegado a generalizar, carecién-
dose de datos experimentales que permitan acon-
sejarles.
El sulfuro de carbono triunfa en la desinfec-
ción de graneros y granos y será muy interesante
que nuestros Centros agrícolas de investigación
determinen con la mayor precisión posible la do-
- 129-

sis a que debe ser empleado para que produzca


cumplidamente su objeto, sin merma de la fa-
cultad germinativa de las semillas.
Cuando los granos en vez de destinarse a la
siembra se reservan para usos industriales, las li-
mitaciones antes señaladas no existen. La facul-
tad germinativa no ofrece interés. Sólo lo tiene
la conservación de las cualidades del grano y su
integridad química.
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IN DICE
PÁGS.

Partes que componen una semilla '" 5


Condiciones para la germinación '" 10
a) Fenómenos morfológicos '" I.~
b) Fenómenos fisiológicos... ... 17
Los análisis de semillas , '" ;¿I
a) Necesidad de una muestra media... 21
b) Modo de tomar la muestra media... 22
e) La pureza de las semillas.,; 25
d) Determinación de la pureza... z8
e) El origen de las semillas '" 35
f) La identidad botánica :. .•. 37
g) Determinación del podergerminativo de las
semillas ' :.: 37
h) Aparatos empleados en la"U'ttrior determi-
nación.,; ... ... ..', . o' . . . .. ,', , , , ••• 44
Investigación de la euscuta..; .•. .. ... ;.. ... 52
a) Características de la semilla y de la 'planta, 52
b) Separación mecánica' de la C\.Iscuta · 58
e) Reconocimiento de hJ cuscuta , 60
Semillas duras , '" '"., .._.... 62
Procedimientos empleados'jiara favorecer su ger-
minación... ... .., ... ... ." "." . o... 64
Valor real de las semillas., . .:'":'.... 69
Peso de las semillas... ... ... 71
Determinación de la humedad... 74
La mejora de las semillas... .. '" 76
a) Cambio de simientes... .. '" 76
b) Importación... ... ... ... 76
e) Máquinas clasificadoras y limpiadoras... 79
d) Selección metódica... ... '" '" 85
La desinfección de las semillas '" 93
, a) Objetivos que con ella se persigucn..; 93
b) Medios más prácticos y eficaces de realizar
la desinfección... ... ... ... ." 95
Conservación de las semillas... '" ... 109
a) Condiciones más favorables a su buena con-
servación... ... ... ... ... ... ... ... ... 109
b) La desinfección de los graneros...... 115
e) Tratamiento de las semillas atacadas por
gorgojos y otros insectos '" ..
OTRAS PUBLICACIONES DEL AUTOR
El culJivo cereal en Castilla (agotado).
La vida vegetal, en su relación COfl el C1lltivo (agotado).
Ag1'iculJura, gamaderia e i11dl/s/rias agrícolas. Editorial
R. Sopena,
Praticultwa. N ociones fu#ldaml!'ntales. Dirección general
de Agricultura.
La Hlterta. Editorial Marin y G. Campo.
111111111111111111
1060782
DR-15612

Bste obra, como todas las que edt-


ta el ServicIo de Publicaciones
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