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Resumen de los materiales de lectura

En este Módulo 1 vamos a construir los argumentos que nos


conducirán hacia el planteamiento de una ética de la felicidad. Para
ello se ofrecen estas lecturas:

Usted deberá estudiar a J. R. Lezama en su texto La ética, los valores


y la moral. Tenga presente la manera como se explica la naturaleza
del valor desde las posiciones subje

tiva, objetiva y sintética. Desde esta última perspectiva entendemos


la ética como una reflexión filosófica sobre nuestra conducta. Ese
recorrido le permitirá abordar el tema de las actitudes y virtudes
referidas al acto moral.

Después usted estudiará la semblanza de Sócrates del filósofo Karl


Jaspers. En este escrito Jaspers elabora la imagen del filósofo de la
moral en Occidente con los atributos que le hacen ser aún hoy día un
hombre sabio en el conocimiento de la naturaleza humana y en la
manera más sabia de conducir sus acciones. Sócrates indaga en su
interior para descubrir la verdad en su auto-conocimiento. Allí conoce
el bien moral y decide practicarlo. En ese conocimiento encuentra el
sentido de la vida propia y el de la de todos los hombres. Sócrates
conoce el bien y lo practica, convirtiéndose en ejemplo de vida buena
y feliz. Jaspers encuentra en la personalidad de Sócrates el
significado auténtico de una vida virtuosa, buena y dichosa.

Con el artículo de Ronald Preston La ética cristiana (pp. 145-163), se


ofrece una ilustración sobre la idea de la ética en el cristianismo. La
consideración de Preston sobre los problemas éticos del pensamiento
cristiano parte de una visión general de la ética cristiana cuyo centro
es la figura de Jesucristo. Luego centra su atención en el fundamento
de esta ética en el contexto del Nuevo Testamento, en especial, en el
ministerio de Jesús, para luego examinar la ética enseñada por Pablo.
Al final de su escrito el autor informa sobre las críticas que se han
formulado en los últimos años a esta ética cristiana. En este recorrido
no hay que perder de vista la idea trascendente de felicidad que está
en la base de la ética cristiana.

Para complementar estas reflexiones, usted estudiará el artículo del


Padre Augusto Hortal, S.J. Utilitas: la dimensión práctica de la
formación universitaria. El padre Hortal examina el concepto de la
Utilitas dentro de un modelo concreto de educación moral y nos va
indicando hacia dónde conduce la felicidad en este tipo de vida
práctica moral. Muestra la Utilitas como servicio diligente y
competente hacia los otros, para lo cual forma la universidad en la
profesión. En ésta se descubren los bienes intrínsecos y los
extrínsecos que al ser realizados en la práctica profesional conducen
hacia una vida plena en el servicio feliz a los demás.

La última lectura son unas páginas escogidas del artículo de J. Prado


Galán Felicidad, deber y discernimiento: Una propuesta novedosa. El
autor está preocupado por la idea de permisividad que expresan los
sectores conservadores de la sociedad, cuando creen que en la
actualidad estamos ante una ética del "todo vale" porque se imaginan
que ya no hay valores. A ellos les preocupa que estemos viviendo una
decadencia moral. Como reacción ante esta situación, atacan a las
éticas hedonistas que proponen el placer en su planteamiento moral.
Sostienen que las éticas eudemonistas, que sobrevaloran la felicidad,
olvidan aspectos éticos elementales que tienen que ver con el deber.
Y acusan a las éticas de discernimiento por promover el relativismo
moral. Sin embargo, el autor encuentra otro camino en el disfrute de
los placeres suaves, desde la perspectiva del filósofo X. Zubiri, para
plantear de nuevo este camino de la felicidad.

Conceptos éticos necesarios

Ética

La ética la vamos a entender como la reflexión amplia sobre el tema


de la conducta humana de acuerdo con el vocablo griego
ethos: costumbres, hábitos, modos de vida. La amplitud se refiere a
las distintas doctrinas que se han estudiado y propuesto sobre el
modo de proceder y vivir en la cultura occidental de la cual nosotros
hacemos parte. Así encontramos diversas doctrinas.

La que viene de la tradición griega antigua con Sócrates, Platón y


Aristóteles (384-322 a. C.). En ellos se encuentra una especial
preocupación sobre el modo de alcanzar una vida dichosa bajo la guía
de la razón como conductora de nuestros actos. Se desprenden de
sus consideraciones dos doctrinas: una que estudia el tema de la
virtud humana (areté) mientras que la otra se refiere a la felicidad
(eudaimonía). Durante el período de actividad filosófica de Sócrates y
Platón encontramos otros filósofos que plantean otros modos de
vivenciar la vida, como los sofistas desde la oratoria y el arte retórico.

Después de la muerte de Aristóteles encontramos otros modos éticos


de pensar: los escépticos, los cínicos, los cirenaicos, los epicureístas y
los estoicos. Nos interesan de manera especial, estas dos últimas
doctrinas, porque en ellas se encuentra planteado el tema de la
felicidad humana en relación con la virtud. Esta se considera como el
tipo de vida más digna que un ser humano puede llevar y se le da un
matiz de ser una forma tan elevada de vida, que quien la realice en
esta existencia, se convierte en un ser divino. Esas prácticas vitales
serían parecidas a las que llevan los dioses y, en este sentido, que un
mortal acceda a este tipo de vida tendría la vida más dichosa, y en
eso consistiría la felicidad.

Otras doctrinas éticas que tenemos en Occidente se desprenden de


las concepciones religiosas del mundo como la judeo-cristiana, la
islámica o de otras maneras del pensar oriental como el
confucionismo o el budismo, de las cuales hoy se buscan aplicaciones
prácticas en modelos de vida occidentalizados, algunos de corte
psicológico o el de los motivadores que pululan entre nosotros
vendiendo paquetes de vida exitosa. Esas prácticas y aplicaciones
sólo toman las técnicas de meditación y las despojan de su carácter
religioso.

A partir del período del Renacimiento se abre un horizonte nuevo


para las doctrinas éticas pues el énfasis recae en el hombre que vive
en sociedad y de esta forma serán relevantes los trabajos que
centran su reflexión en los aportes sociales basados en la razón. Esta
orientación humanista y social de la ética tiene una significación
importante en los planteamientos éticos actuales. Pero con ellos se
abandona el ideario de la felicidad antigua.

En la época de la Modernidad se divide el problema de la acción


humana en dos: los que sostienen como fundamento de nuestros
actos un principio exterior (éticas heterónomas) y quienes dicen que
este principio es interior (autonomía moral). Esta última marcará el
sendero que transite la reflexión ética actual, sólo que tomando
especiales distintivos conceptuales que designan otras doctrinas como
el utilitarismo, el consecuencialismo, el deontologismo y las actuales
posiciones liberales, comunitaristas, del racionalismo crítico y las
éticas dialógicas. El énfasis está puesto más en la ética o moral que
en la búsqueda de la felicidad.

Consideraciones éticas actuales abordan los asuntos de la acción


humana centrados en temas específicos de aplicación como la ética y
el medio ambiente, la bioética, la biopolítica, la ética de los negocios
y la responsabilidad social empresarial, el aborto, la pobreza en el
mundo, y otros más.

Este panorama indicativo de las doctrinas éticas deja en claro que el


abordaje de los problemas éticos tiene una amplia variedad de
enfoques que reflejan las inclinaciones conceptuales sobre las
acciones humanas que han preocupado la mentalidad occidental. Pero
también indica el abandono de la reflexión sobre la felicidad e ignora
un plantemiento de la ética de la felicidad.

En cada una de ellas encontramos elementos comunes, como el


carácter reflexivo desde el que se abordan las cuestiones. Diríamos
que ellas se enmarcan en el panorama de lo razonable, es decir,
dentro de la búsqueda de los argumentos y principios que sean
mejores para la orientación de la conducta humana.

Otro elemento de la reflexión ética es su carácter provisional en el


sentido de que la conducta humana comporta siempre la idea de la
movilidad, pues trata sobre ese fenómeno humano que es cambiante.
Somos seres históricos que poco a poco nos vamos haciendo más
humanos en el medio de la cultura humana. Por eso se requiere un
planteamiento antropológico que sustente la ética de la felicidad.

Pero como nos encontramos con los otros, la ética es hoy día la
disciplina filosófica en la cual reflexionamos sobre nuestras acciones
en relación intrínseca con los otros. Esta no es una actividad aislada
sino que nos pone en esa relación dialogal con los otros para poder
encontrar con ellos las mejores formas de vida social y colectiva.
Referido a la ética de la felicidad este asunto se funda en una cultura
de la felicidad.

El otro elemento común de estas doctrinas se refiere a la acción. En


este sentido cada una de esas doctrinas expresa sus máximas o
principios de vida para orientar las acciones de los seres humanos. La
ética busca incidir en las acciones. Luego de saber los principios que
cada una de ellas le indican, el ser humano puede actuar. La ética
sirve para actuar de la manera más inteligente que descubramos en
la acción dialógica de nuestras acciones. Esta es la explicación por la
cual algunos autores designan algunas de estas doctrinas como
prescriptivas o normativas. El enfoque de la ética de la felicidad
también tiene su práctica en la realización de las acciones felices.

Moral

La moral (mos, more) es otro sinónimo del vocablo ética y designa


las costumbres de un pueblo. En la formación de las costumbres de
los pueblos de América Latina es patente la influencia del
pensamiento religioso cristiano desde el cual se asoció lo moral con el
cumplimiento de los preceptos religiosos: los diez mandamientos
bíblicos o los preceptos de la Iglesia.

Desde la cosmovisión cristiana se generó un significado, presente en


el uso cotidiano, según el cual la moral son las creencias propias que
orientan el actuar bajo los parámetros del bien y evitando el mal.

Con la penetración de otras religiones en el continente, la moral se


asocia con esa idea de bien, pero con la orientación y significado
propio de cada una de ellas. En algunos autores del pensamiento
iberoamericano encontramos esta distinción entre ética y moral. En
los autores ingleses y norteamericanos, así como entre los alemanes
y franceses, esta distinción no es significativa en el plano académico
y más bien hablan de una reflexión sobre la vida práctica. En este
sentido cuando se aborda la ética nos encontramos en el plano de la
fundamentación de las doctrinas y sus valores y no en la dimensión
de la moral propia de las religiones.

Valores

Los valores los vamos a entender desde la perspectiva ética. En este


sentido el valor es una idea y ésta la entendemos como una forma,
como el aspecto de algo, como un ejemplar de las cosas, como en la
idea platónica. Desde este punto de vista el valor es una idea
regulativa de nuestras acciones.

Ahora bien, la esencia del valor es la estimación o la apreciación que


hacemos de las cosas. Se percibe en ello que para nosotros existen
grados de estimación o escalas de valoraciones de las cosas, razón
por la cual existe una jerarquía de valores: valores y valores
fundamentales. El estudio de esos grados de estimación propios de
un grupo humano o de una sociedad son objeto de estudio de la
disciplina ética que es la axiología. Se puede considerar un mundo
conformado por bienes que son valorados por los seres humanos, de
acuerdo con sus grados de significación, ya sea a nivel individual o a
nivel social. En este sentido decimos que los bienes son valiosos.
Desde el punto de vista ético lo opuesto al valor es el vicio pero de
éste no se habla a no ser para identificarlo, evitarlo o corregirlo.

En orden de jerarquía se colocan los valores y los valores


fundamentales. En nuestra tradición académica se ha hecho el
ejercicio de articular los valores de acuerdo con una escala de orden
ascendente desde el cual se da respuesta al sentido de la vida
humana. Estos estudios o tratados se orientan hacia estos valores
fundamentales: el bien, la felicidad, la libertad y la justicia. Los otros
valores se entrelazan hacia uno de estos valores fundamentales, tales
como la solidaridad, la paz, la amistad, la alegría y los demás valores
individuales y sociales.

En el marco de esta visión de los valores se propone la doctrina de la


ética de la felicidad y, con la comprensión que obtengamos, se
pretende brindar orientaciones que nos permitan dar contenidos
existenciales en una vida feliz.

Principio

En ética suele usarse este concepto para designar un criterio, un test


o una orientación de nuestras acciones. Cuando los autores morales
nos lo dan, tiene en ellos más el sentido de máximas de vida que el
de un axioma o una ley. En tal sentido, los principios éticos difieren
de los principios de las ciencias naturales, donde corresponden a
leyes de la naturaleza. O difieren de los principios usados en las
ciencias formales donde tienen el carácter de axiomas del
entendimiento. Distan, además, de ser la razón última de las cosas,
como se entendió en la metafísica aunque hay teorías como las de la
tradición socrático-platónica, donde sí se contempla esa dimensión.
Cuando nos referimos a estos criterios, lo que tenemos en mente son
los valores. Y de manera especial apuntamos hacia los valores
fundamentales. En este sentido se nota el esquema metafísico
teleológico de comprensión de los valores cuyo fin, para nosotros, es
la felicidad.

Deber-ser

Para algunos estudiosos de la ética ésta tiene como objeto de estudio


el deber-ser, mientras que las ciencias se encargan del ser en el
sentido de lo existente. Este deber-ser se refiere a la obligación
moral. Se plantea la idea según la cual eso obligatorio se debe
aceptar y realizar, tal como ha sido estipulado por la razón, si uno da
su aceptación a los racionalistas o si se obedece a la naturaleza,
como piensan los autores del naturalismo quienes apelan a una
obligación natural. Cuando el deber-ser se asocia con lo obligatorio,
surge el problema de la ley vista desde el plano jurídico. Para un
Estado de derecho la sociedad se encuentra sujeta por las leyes que
lo rigen. En el caso, por ejemplo, de Kant, ese deber-ser se traduce
en el imperativo categórico que deja a un lado el ideal de la felicidad.

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