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Comentario Plenitud

4 . 8 , 11 Dones . . . constituyó a unos : Los cinco oficios ministeriales relacionados aquí son dones que
Cristo dio para nutrir y equipar a su Iglesia, no para control jerárquico o competencia eclesiástica. Más
allá de las distintas funciones desempeñadas por los apóstoles fundadores (véase la nota a 2.20), el NT
menciona suficientes apóstoles adicionales como para indicar que este oficio, al igual que el de profeta,
es un oficio que sigue vigente en la Iglesia, como los más comúnmente reconocidos de evangelista,
pastor y maestro (algunos consideran al pastor-maestro un solo oficio). No existe ninguna prescripción o
fórmula de «dones mixtos» para ningún oficio particular, y Dios usa gente diferente de distinta manera
para cada uno de estos cinco ministerios que Cristo ha dado. La originalidad se manifiesta en los
individuos de acuerdo con los varios dones que Dios el Padre les ha dado (Rom_12:3-8), junto a
cualquiera de los dones que el Espíritu Santo les haya otorgado o repartido a través de ellos (1Co_12:4-
11). Los diferentes dones dados por el Padre (Ro 12), el Hijo (Ef 4) y el Espíritu (1 Co 12) no deben ser
confundidos, ni ninguno de los cinco oficios ministeriales mencionados en este texto deben restringirse a
la simple puesta en función de estos dones particulares.

4 . 11 Los dones que Cristo da, DONES ESPIRITUALES. Distinguir entre los dones de Rom_12:6-8 (del
Padre), los dones de 1Co_12:8-10 (del Espíritu Santo), y los dones aquí mencionados, explícitamente
dados por Cristo el Hijo ( 1Co_5:8), es algo fundamental para la comprensión del alcance total de los
dones espirituales. (1Co_12:8-10, 1Co_12:28/1Co_13:1) P.W.

4 . 9 , 10 Pablo explica que la cita del Psa_68:18 ( Psa_5:8) se aplica al Cristo ascendido. Un ascenso
implica un descenso anterior. El descenso de Cristo a las partes más bajas de la tierra ha sido
interpretado como un descenso al infierno (asociándolo con 1Pe_3:19), un descenso al Seol/Hades (el
reino de los muertos [véase Act_2:25-35]), o una referencia simbólica a su encarnación (en la que Cristo
descendió a la tierra desde el cielo), un descenso que le llevó a las profundidades de la humillación
(véase Phi_2:5-11). Con referencia a la opinión de que Cristo descendió al infierno, no hay apoyo bíblico
para la noción de que Jesús sufrió allí, sino sólo que descendió al Seol para liberar a los justos ya
muertos y conducirlos a la gloria eterna, proclamando así la suficiencia de su sacrificio y confirmando el
testimonio de los profetas.

4 . 12 La palabra del griego para perfeccionar sugiere: 1) Recuperación de la integridad, como cuando
una rama quebrada se vuelve a unir y a vendar; 2) el descubrimiento de una función, como cuando un
miembro físico está funcionando adecuadamente. La obra del ministerio es la tarea de cada miembro
del cuerpo de Cristo y no sólo de un grupo selecto de líderes. En su conjunto, los vv. 11, 12 revelan que
la tarea de los más dotados es ayudar a cultivar los ministerios individuales y colectivos de aquellos a
quienes dirigen.

4 . 12 perfeccionar, katartismos Strong #2677: Adecuar, preparar, entrenar, perfeccionar, calificar


plenamente para el servicio. En el lenguaje clásico, la palabra se aplica a la colocación de un hueso
durante una cirugía. El Gran Médico está haciendo ahora todos los ajustes necesarios a fin de que la
Iglesia no quede «descoyuntada».

La importancia de la unidad de que habla el Apóstol está enfatizada por la repetición de la palabra un o
una, que aparece siete veces en los vv. 4-6. Cada uso señala las facetas que corresponden a la misma
esencia de la Trinidad. El carácter único del trino Dios da más fuerza a la unidad espiritual que tiene el
cuerpo de Cristo y pone una responsabilidad grande sobre los creyentes que formamos parte de la
iglesia.
MUNDO HISPANO
Hay un solo cuerpo (v. 4) se refiere aquí a la iglesia en general y no una congregación en particular. Este
concepto que introdujo usando la figura del cuerpo en 1:22 y 23 y mencionó en 2:16 y 3:6 implica que es
un organismo vivo. El uso de esta expresión junto con la que sigue, y un solo Espíritu, sugiere que el
cuerpo está integrado por y recibe su vida del Espíritu que lo habita y vivifica. Aparte del Espíritu, el
cuerpo no tiene vida; sin la iglesia, el Espíritu estaría desincorporado. En el milagro del Pentecostés
Cristo dotó definitivamente a su iglesia con el poder y la presencia vivificante para que ella pudiera
cumplir con su divina misión. Esta presencia espiritual en el cuerpo lo sella con una sola esperanza, la
cual es el objetivo del llamamiento o la vocación cristiana. La única esperanza eterna para la humanidad
es la que aguarda el cuerpo de Cristo en el Espíritu. Fuera del cuerpo de Cristo, sin el Espíritu no hay
esperanza. En el v. 4 Pablo presenta a la iglesia de Cristo como incorporada por el Espíritu, moviéndose
en una sola dirección hacia la esperanza a la cual ha sido llamada, la gloria de Dios (1:18).

En forma progresiva y ascendente el Apóstol habla luego del único Señor (hay un solo Señor), la única
manera de pertenecer a él (una sola fe) y la forma en que uno se identifica con él (un solo bautismo). El
único Señor de la iglesia es Jesucristo (1:20-23) y como tal es el objeto de nuestra fe. Los cristianos que
forman la iglesia son los que han recibido el mensaje de Jesús y le han reconocido por fe como Señor.
Aquí fe representa por un lado el único mensaje cristiano, o sea el evangelio apostólico, y por otro lado la
única respuesta del creyente a ello. Fe, pues, equivale a creer y lo que se cree; el acto de creer y el
objeto creído. Esta fe se simboliza en el acto del bautismo en agua en obediencia a Jesús. Representada
en forma gráfica por la inmersión habla de la realidad espiritual de haberse sumergido por fe en Cristo. El
bautismo es el acto o rito público en el cual uno toma el paso inicial de seguir a Cristo. Es el testimonio
público del resultado de la fe en el Señor y de la decisión de pertenercer a él. Hemos sido bautizados en
el nombre de Cristo porque hemos oído su mensaje y hemos creído en él como Señor.

Con la expresión un solo Dios y Padre de todos (v. 6a) Pablo llega al clímax de esta lista de unidades
espirituales. Dios es único (Deu_6:4b) y esta verdad era repetida muchísimas veces por los judíos
devotos. Ahora vale la pena afirmarla de nuevo, pero con un nuevo sentido. No sólo es el Dios soberano
de los judíos, es también el Dios de los gentiles creyentes. Además es el Padre de todos. La paternidad
de Dios se extiende a incluir a los gentiles creyentes al igual que incluye a los judíos creyentes que lo
reconocen como soberano y han sido adoptados por él como hijos (Deu_1:5). Esta idea sugiere otra
figura que usa Pablo para describir a la iglesia, la familia de Dios (Deu_2:19).

El autor concluye esta afirmación de fe señalando las dimensiones de la relación de Dios con su iglesia.
Lo hace con tres frases preposicionales: sobre todos, a través de todos y en todos (v. 6b). La primera de
estas se refiere a Dios como la autoridad máxima que reina sobre todos (¡Jehovah reina!, Job_97:1a).
Como el Dios creador, reina soberano sobre toda la creación. Como Padre amante, es él quien da orden
y unidad a su familia. La segunda frase, a través de todos, representa la “inmanencia de Dios, de su
presencia que penetra, controla y sustenta todas las cosas” (Vaughan). La influencia de Dios se expresa
a través de todos y en todo lugar. El obra a través de todos sus hijos. La iglesia es su esfera de acción y
los que componen la iglesia son los instrumentos de Dios por los cuales él opera. Finalmente, en todos
indica que Dios mora en los creyentes por su Espíritu en una relación personal e íntima. Es esta
presencia divina la que da a los creyentes una cohesión indestructible por pertenecer a Cristo por la fe y
ser vivificados por su Espíritu. La unidad de la iglesia toma las características de la unicidad del Dios trino
que adora y sirve.

En medio de hablar de la unidad de la iglesia el autor cambia de tema. Pasa de hablar de todos (v. 6) a
hablar de cada uno en el v. 7, de hablar de la unidad de la iglesia a hablar de la diversidad de los
miembros. Señala la particularidad de cada miembro, especialmente con respecto a lo que ha recibido de
Dios para servirlo y ser una bendición para la iglesia. Se refiere primero a lo que cada uno ha recibido
para este fin (v. 7). Lo identifica como una gracia que le ha sido conferida. Cada uno, cada creyente sin
excepción, ha sido el recipiente de alguna gracia de parte de Cristo. Cristo es el que la confiere. Lo
conferido es la gracia que entendemos mejor como alguna capacidad o algo especial y apropiado
conforme a la medida de la dádiva de Cristo. La palabra gracia es la misma que se encuentra en 2:3, 7 y
8 y se refiere a un acto de la bondad y generosidad divinas. Es una dotación de acuerdo con la capacidad
y la voluntad del dador y no del recipiente. Esta ha sido conferida de acuerdo con el servicio o los
ministerios que cada uno ha de realizar.

En los vv. 7-10 el Apóstol describe al Cristo ascendido como el dador de dones y lo compara con el Dios
triunfante subiendo al monte Sinaí. Pablo cita una versión antigua del Job_68:18, que según Lane (p. 16)
fue una traducción al arameo hallada en el Targum, versión aramea de las Escrituras que usaban los
hebreos. Esto puede explicar en parte la diferencia entre la lectura en 4:8 y la del Job_68:18. Con esta
cita presenta a Cristo como el rey que asciende: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad y dio dones
a los hombres. El Salmo 68 presenta a Dios como un rey que ha sido victorioso en la conquista de su
enemigo y que regresa a su reino llevando los cautivos y tomando el botín de guerra (tributo) de los
súbditos. En cambio, Cristo ascendió llevando consigo a un gran séquito de almas cautivas de su gracia
que había libertado del cautivero del pecado. En vez de tomar tributo, repartió dones a los hombres.

Los vv. 9 y 10 hablan de la humillación y la exaltación de Cristo. Son una explicación parentética en la
cual Pablo prueba que Cristo es aquel a quien se refiere el Job_68:18. Esto de que subió implica que éste
mismo hubiera descendido también a las partes más bajas de la tierra. Para Pablo, es Cristo el que ha
ascendido en victoria, el mismo que había bajado hasta la tierra. No se refiere necesariamente a algún
movimiento espacial, sino al hecho de la encarnación y la humilliación de Cristo al bajar a lo mas bajo de
la tierra. El se despojó de su gloria, tomó la forma de hombre, vivió en su medio y murió en su lugar.
Aunque algunos intérpretes opinan que las partes más bajas de la tierra se refiere al infierno, nos parece
que Smith está en lo acertado: “Puede tener referencia a aquella condición de bajeza y humildad en que
nació nuestro Señor, y especialmente las condiciones en que su vida terrenal llegó a su fin.”

Este mismo que descendió es el que ascendió victorioso y glorioso a los cielos para llenarlo todo (v. 10).
Su misión en la tierra cumplida, Cristo volvió al cielo que había abandonado por un tiempo y fue exaltado
para tomar de nuevo el lugar y la gloria que son suyos. Al hacer esto, Cristo equipó a su iglesia con los
dones que ella necesitaba para cumplir la tarea que se le había dejado. Con el equipamiento de la iglesia
Cristo asumió de nuevo su lugar debido en los cielos. Ahora, la iglesia así equipada y auxiliada por el
Espíritu Santo puede cumplir su misión y servirlo hasta que él venga otra vez.

Los vv. 11-13 nos dan una idea de las provisiones que Cristo hizo para dotar a la iglesia con el liderazgo
específico que necesitaba. Pablo menciona cuatro oficios o cargos que ejercían miembros de la iglesia
debidamente dotados. Los dones del v. 8 que Cristo dio a su iglesia son estos hombres equipados para
cargos dentro de la iglesia. Además de mencionar estos cargos (v. 11), señala cuál fue su propósito (v.
12) y la meta que esto tenía (v. 13).

El mismo (v. 11) se refiere al Cristo ascendido y glorificado que confirió a cada uno una gracia (v. 7), o
sea una capacidad espiritual. Este Cristo ascendido por encima de todas las cosas constituyó a unos
para ciertas funciones o ministerios dentro de su iglesia. El verbo constituyó (dídomi G1325) equivale a
“dar”. Coincide con dadiva en el v. 7 y dones en el v. 8. Otra vez vemos el énfasis de Pablo en que estos
ministerios son obra de la gracia de Dios.

El primer cargo en la iglesia fue aquel de los apóstoles, un grupo pequeño, pero muy significativo. Estos
fueron en primera instancia los doce, incluyendo a Matías, nombrado en lugar de Judas y fueron
escogidos, entrenados y enviados por Cristo. Además, Pablo y varios otros fueron identificados como
apóstoles: Bernabé, Act_14:14, Act_14:17; Jacobo, 1Co_15:7 y Gal_1:19; Silvano, 1Th_2:6; Andrónico y
Junias, Rom_16:7. Todos tenían dos cosas en común, habían visto al Cristo resucitado y habían recibido
su comisión directamente de él (ver Act_1:21-22). Estos daban testimonio de Cristo e instruyeron a los
primeros creyentes en las enseñanzas de él (Act_2:42; Act_6:4). Fueron los primeros maestros de la
iglesia del primer siglo. Sus enseñanzas dieron sustancia a la fe de los creyentes y por consiguiente
contribuyeron a la formación del cuerpo doctrinal de la iglesia. Aunque pocos, ellos tuvieron la autoridad y
la responsabilidad de guiar la formación de la iglesia naciente.

El segundo cargo en la iglesia primitiva fue el de los profetas. Los profetas fueron aquellas personas
inspiradas que no sólo predijeron acontecimientos que Dios les reveló; ellos dieron expresión
contemporánea a la voluntad de Dios. Fueron ambulantes e itinerantes entre las iglesias. Similares a los
profetas del AT, los del NT fueron los voceros de Dios que habían recibido su palabra por revelación y
que hablaban bajo la impresión del Espíritu Santo. Estos son mencionados en 3:5 junto con los apóstoles
como aquellos que durante la vida formativa de la iglesia concretaron la revelación divina como dada en
Cristo Jesús y dieron orden a las enseñanzas de ella. Fueron hombres y mujeres santos escogidos por
Dios para hablar en su nombre bajo el impulso del Espíritu Santo. Su papel, igual al de los apóstoles fue
durante los años formativos de la iglesia mientras ésta todavía no tenía los escritos que ahora componen
el NT.

Estos dos oficios parecen haber sido limitados a la primera generación de cristianos. Poco a poco
disminuyeron en importancia e influencia y eventualmente desaparecieron de las páginas históricas de la
temprana iglesia. Al comienzo de la iglesia del primer siglo funcionaban los primeros dos, pero
gradualmente y con el paso de la historia fueron desapareciendo.

W. Barclay señala tres razones para esto en cuanto a los profetas. Fueron perseguidos y entre los
primeros en morir por su fe, se convirtieron en problemas para la iglesia, y este ministerio fácilmente se
prestaba al abuso. Otra explicación parece tener validez, también. Estos dos cargos cumplieron su misión
inicial al establecer la iglesia y solidificar su doctrina durante el primer siglo antes que existieran los
escritos del NT. Hecho esto, surgió la necesidad de otros oficios que perpetuaran lo que ellos habían
comenzado.

A continuación Pablo los menciona: a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros. Los evangelistas
fueron los que anunciaban las buenas nuevas o sea el evangelio. Estos también iban de un lugar a otro,
particularmente a lugares nuevos donde no había sido anunciado el evangelio. Equivaldrían en función a
los misioneros de nuestro tiempo. Al usar la palabra evangelistas, Pablo enfoca la función que cumplían,
la de ser portadores del evangelio. En este sentido serían apóstoles de segunda instancia, enviados con
el encargo de anunciar las buenas nuevas de salvación. Fueron evangelistas que buscaban nuevos
horizontes e iban abriendo brecha en el mundo que no conoció el evangelio.

Pablo completa esta breve lista con un oficio de función doble, el de pastores y maestros. El hecho que
hay sólo un artículo definido en este texto en el griego “implica que la misma persona ha de desempeñar
ambas funciones” (Bratcher y Nida). Entendemos este oficio como uno que tiene doble responsabilidad
(pastores maestros), la de cuidar el rebaño como pastor y la de instruirlo en la verdad divina como
maestro. El cuidado pastoral de la iglesia incluye la enseñanza. El pastor debe ser un buen discipulador
de su rebaño. Esta función implica una estabilidad en cierto lugar, firme y fijo, en vez de ser itinerante.
Puesto que las iglesias en diversos lugares iban creciendo y sus miembros representaban diferentes
necesidades espirituales, el papel de pastor maestro iba aumentando en importancia. Su tarea fue la de
defender al rebaño de los enemigos y de las doctrinas dañinas, y de instruir a su grey en la doctrina pura
del evangelio recibido de los apóstoles y profetas.

No debemos pensar que la lista del v. 11 es exhaustiva ni restrictiva en cuanto a los dones dados a la
iglesia. Acaso menciona a cuatro de entre un total de más de 20 que Pablo menciona aquí y en otros dos
lugares (Rom_12:6-8 y 1Co_12:8-10, 1Co_12:28). Aquí ha sido selectivo para señalar a aquellos que
aseguraran la consolidación de la iglesia y los que contribuyesen a su extensión. Aun así, podemos ver
que hay una diversidad de las capacidades espirituales que el Señor dio a su iglesia en medio de la
unidad espiritual que ella representa por fe en él.

La razón de esta provisión divina para la iglesia se expresa muy claramente en los vv. 12 y 13. Tiene una
finalidad doble: A fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio y para la edificación del cuerpo
de Cristo. El ha dotado a algunos en particular para que éstos capaciten a todos en general. El efecto de
esto se hace sentir directamente en la vida de los santos y en el crecimiento de la iglesia. Todos los
santos (miembros de la iglesia) deben ser equipados para algún aspecto de la obra del ministerio, o sea,
para el servicio cristiano. Además, este servicio de parte de miembros equipados resultará en la
edificación o el crecimiento del cuerpo de Cristo.

La palabra capacitar (katartismós G2677) significa hacer apto o perfeccionar. Barclay dice que viene de un
verbo que tiene dos usos en los documentos del tiempo de Pablo. En primer lugar se usa con relación a
un procedimiento quirúrgico para atender a un miembro del cuerpo que ha sido fracturado. También se
usa en el área política para señalar un acuerdo entre diferentes facciones del gobierno para asegurar su
buena marcha. En el NT se refiere al hecho de remendar las redes (Mar_1:19) y a una amonestación
para corregir algún miembro que haya cometido un error que afecta la armonía (Gal_6:1). En el v. 12 se
trata de la tarea de hacer que los miembros que habían salido de una vida equivocada sean
acondicionados y equipados adecuadamente para servir al Señor. ¡Qué trabajo tan importante!

NT Barclay

LOS DONES DE LA GRACIA


Efesios 4:7-10
A cada uno de vosotros se le ha dado la gracia según la medida del don gratuito de Cristo. Por eso dice
la Escritura: «Ascendió a las alturas, y llevó a Sus cautivos consigo, y dio dones a los hombres. "
(Cuando dice que ascendió, ¿qué otra cosa puede querer decir sino que Él también había descendido a
lo más bajo de la tierra? El que descendió es la misma Persona Que ascendió por encima de todos los
cielos para llenarlo todo con Su presencia).

Pablo vuelve a otro aspecto de su tema. Ha estado tratando de las cualidades de los miembros de la
Iglesia de Cristo. Ahora va a hablar de sus funciones en la Iglesia. Empieza por establecer lo que era
para él una verdad esencial: que todo lo bueno que pueda tener una persona es don de la gracia de
Cristo.
Para probar su idea de Cristo como el dador de dones, Pablo cita, con una variante muy significativa,
el Sal_68:18 . Este Salmo describe la vuelta de un rey conquistador. Asciende a las alturas: es decir,
escala la carretera empinada del Monte de Sión por las calles de la Santa Ciudad. Le sigue una columna
impresionante de prisioneros de guerra; es decir: desfila por las calles con sus prisioneros encadenados,
que son la prueba de su poder conquistador. Y aquí viene la diferencia: El Salmo habla a continuación de
los dones que recibe el conquistador. Pablo lo cambia por «dio dones a los hombres.»
En el Antiguo Testamento, el rey conquistador exigía y recibía dones de la población; en el Nuevo
Testamento, el Conquistador, Cristo, ofrece y da dones a los hombres. Esa es la diferencia esencial que
hay entre los dos testamentos. En el Antiguo Testamento, un Dios celoso insiste en el tributo que Le
deben los hombres; en el Nuevo Testamento, un Dios amante derrama Su amor hacia los hombres. Esa
es, sin duda, una Buena Noticia.
Entonces, como tantas veces, la mente de Pablo se le desvía por una palabra. Ha usado la palabra
ascendió, y eso le hace pensar en Jesús. Y le hace decir una cosa muy maravillosa: Jesús descendió a
este mundo cuando tomó nuestra naturaleza. Jesús ascendió de este mundo cuando salió de él para
volver a Su gloria. El gran pensamiento de Pablo es que el Cristo que ascendió y el Cristo que descendió
son una misma Persona. ¿Qué quiere decir eso? Quiere decir que el Cristo de la gloria es el mismo que
el Jesús que anduvo por la tierra; sigue amando a las personas; sigue buscando al pecador; sigue
sanando a los dolientes; sigue consolando a los afligidos; sigue siendo el amigo de los marginados. El
Cristo ascendido sigue siendo el amante de las almas.
Hay otro pensamiento que impacta a Pablo. Jesús ascendió a las alturas, pero no para dejar el mundo
abandonado; ascendió a las alturas para llenar el mundo con Su presencia. Cuando Jesús estaba aquí
personalmente, no podía estar nada más que en un sitio a la vez; Se encontraba con todas las
limitaciones del cuerpo; pero cuando dejó este cuerpo y volvió a la gloria, Se vio libre de las limitaciones
del cuerpo, y pudo estar en todas partes, en todo el mundo, mediante Su Espíritu. Para Pablo, la
ascensión de Jesús no quiere decir que abandonó el mundo, sino que lo llenó.

JAMIESON FAUSSET BROWN


4. un cuerpo, y un Espíritu—En el credo apostólico (que es enseñado por algunas denominaciones.
N. del T.) el artículo acerca de la iglesia correctamente sigue al del Espíritu Santo. A la Trinidad
naturalmente se une la iglesia, como la casa a su habitante, a Dios su templo, el estado a su fundador.
[Agustín, Enchir. ad Laurentium, cap. 15]. Habrá una iglesia, no sólo potencial sino realmente católica o
universal; entonces la iglesia y el mundo serán coextensivos. Roma cae en un error inextricable al colocar
a un mero hombre como cabeza visible, anticipando aquella consumación que Cristo, la verdadera
Cabeza visible, ha de realizar primero en su venida. Así como el “Espíritu” es mencionado aquí, también
se menciona al “Señor” (Jesús), v. 5, y al “Dios y Padre”, v. 6. Así se presenta nuevamente la Trinidad.
como sois también llamados a una misma esperanza—Aquí es asociada con “el Espíritu”, que es las
“arras de nuestra herencia” (cap. 1:13, 14). Así como se menciona “la fe”, v. 5, así también se mencionan
aquí “la esperanza” y “el amor”, v. 2. El Espíritu Santo, como el superior principio comun de la vida (cap.
2:18, 22), da a la iglesia su verdadera unidad. La uniformidad exterior es ahora inasequible; pero,
empezando por tener una mente, terminaremos al fin por tener “un cuerpo”. El verdadero “cuerpo” de
Cristo (todos los creyentes de todos los siglos) es “uno”, y está unido a una misma Cabeza. Pero todavia
su unidad no es visible así como la Cabeza no es visible; pero la unidad será revelada cuando Cristo
aparezca (Joh_17:21-23; Col_3:4). Entre tanto, la regla es: “En cosas esenciales, la unidad; en
cuestiones dudosas, la libertad; en todas las cosas, la caridad”. La verdad es la cosa de primera
importancia: los que llegan a la verdad, finalmente llegarán a la unidad, porque la verdad es una. Los que
buscan la unidad como la cosa de primera importancia, podrán comprarla sacrificando la misma alma. de
vuestra vocación—De nuestro “llamamiento” resulta “la esperanza”, siendo ella el elemento “en” el cual
estamos “llamados”, a vivir. En lugar de clases privilegiadas, como lo eran los judíos bajo la ley, los judíos
y gentiles gozarían de una unidad de dispensación. La espiritualidad, universalidad y unidad fueron
designadas para caracterizar a la iglesia; y así será al fin (Isa_2:2-4; Isa_11:9, Isa_11:13; Zep_3:9;
Zec_14:9).
5. Un Señor, una fe, un bautismo—Semejantemente, “la fe” y “el bautismo” están unidos en
Mar_16:16; Col_2:12; comp. 1Co_12:13. La “fe” aquí no es lo que creemos, sino el acto de creer, el
medio por el cual nos asimos del Señor. El “bautismo” se especifica aquí como la ordenanza por la cual
somos incorporados en el “un cuerpo”. No la Cena del Señor, pues esta ordenanza es un acto de
comunión de parte de los ya incorporados, es “símbolo de unión, no de unidad.” [Ellicott]. En 1Co_10:17,
donde una ro tura de la unión aparecía, la cena formaba un punto de reunión. [Alford]. No se agrega: “Un
papa, un concilio, una forma de gobierno”. La iglesia es una en unidad de fe (v. 5; Jud_1:3); unidad de
origen (cap. 2:19-21); unidad de ordenanzas (v. 5; 1Co_10:17; 1Co_12:13); unidad de “esperanza” (v. 4;
Tit_1:2); unidad de amor (v. 3); unidad (no uniformidad) de disciplina y gobierno; porque donde no hay
orden, no hay ministerio con Cristo como Cabeza, es decir, no hay iglesia. [Pearson, Credo, Artículo 9].
6. Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todas las cosas—El Dios que es sobre todo (en su
soberanía y por su gracia), es la gran fuente y culminación de la unidad (cap. 2:19). y por todas las
cosas—Dios, por medio de Cristo, “es quien cumple todas las cosas” (v. 10; cap. 2:20, 21), y quien ha
hecho “propiciación” para todos los hombres (1Jo_2:2). y en todos vosotros—Los manuscritos más
antiguos omiten la palabra “vosotros”. Muchas de las versiones más antiguas y “padres” y manuscritos
antiguos, leen “en todos nosotros”. Sea leído o no el pronombre, debe ser sobreentendido (ya sea
“vosotros”, v. 4, o “nosotros”. v. 7); porque en otras partes de la Escritura se manifiesta que el Espíritu no
está “en todos los hombres”, sino sólo en los creyentes (Rom_8:9, Rom_8:14). Dios es “Padre” tanto por
“generación” (como Creador) como por regeneración (cap. 2:10; Jam_1:17-18; 1Jo_5:7).
7. Empero a cada uno … es dada la gracia—Aunque somos “uno” en nuestra relación comun con
“un Señor, una fe, etc., y un Dios”, sin embargo, “cada uno de nosotros” tiene destinado para sí su propio
don que ha de ser usado para el bien de todos: ninguno ha sido descuidado por Dios; de ninguno se
puede dispensar para la edificación de la iglesia (v. 12). Este es un motivo para la unidad (v. 3).
Tradúzcase: “A cada uno de nosotros fué dada la gracia (la que fué otorgada por Cristo en su ascensión,
v. 8). conforme a la medida [la cantidad] del don de Cristo—(Rom_12:3, Rom_12:6).
8. Por lo cual—“Por cuya razón”, es decir, a fin de intimar que Cristo, la Cabeza de la iglesia, es el
autor de todos estos diferentes dones, y que el darlos es un acto de su “gracia”. [Estio]. dice—Dios dice
esto en su palabra que es la Escritura (Psa_68:18). subiendo a lo alto—Dios es la persona indicada en
el Salmo, quien es representado por el arca, la cual fué traída en triunfo por David a Jerusalén, después
de que “Jehová le había dado reposo de todos sus enemigos” (2 Samuel cap. 6; Psa_7:1; 1 Crónicas cap.
15). Pablo cita este hecho como refiriéndose a Cristo que ascendió al cielo, y quien es por lo tanto Dios.
llevó cautiva la cautividad—Es decir, una banda de cautivos. En el Salmo se trata de los enemigos que
fueron hechos cautivos por David. Estos enemigos tipifican los enemigos de Cristo, el Hijo de David: el
diablo, la muerte, la maldición y el pecado (Col_2:15; 2Pe_2:4), que son llevados, como si fuera, en
procesión triunfal como señal de la destrucción del enemigo. dió dones a los hombres—En el Salmo se
dice: “Tomaste dones para los hombres”, hebreo, “entre los hombres”, es decir, “Has recibido dones para
repartir entre los hombres”; así como el conquistador reparte, en señal de su triunfo, los despojos del
enemigo como regalos entre su pueblo. El reparto de los dones y gracias del Espíritu dependía de la
ascensión de Cristo (Joh_7:39; Joh_14:12). Pablo se detiene del todo en medio versículo, y no cita: “Para
que habite entre ellos Jah Dios”. Aunque esto, en realidad, se cumple en parte en el hecho de que los
creyentes son la “morada de Dios en Espíritu” (cap. 2:22). Pero el Salmo (v. 16) se refiere a que “Jehová
habitará en Sión para siempre”. La ascensión de Cristo entre ángeles acompañantes, la cual tiene su
contraparte en su segundo advenimiento entre “miles de ángeles” (v. 17), acompañado por la
restauración de Israel (v. 22), la destrucción de los enemigos de Dios, la resurrección de los muertos (vv.
20, 21, 23), y la conversión de los reinos de este mundo al Señor, en Jerusalén (vv. 29-34).
9. Y que subió … etc.—Pablo razona que ya Cristo es Dios; su ascensión da a entender un
descenso previo; y que el lenguaje del Salmo puede referirse solamente a Cristo, quien primero
descendió, y después ascendió, porque Dios el Padre no desciende ni asciende. Sin embargo, el Salmo
claramente se refiere a Dios (vv. 8, 17, 18). Tiene que ser pues Dios el Hijo (Joh_6:33, Joh_6:62). Cristo
mismo declara (Joh_3:13): “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo”. Otros, aunque no
descendieron previamente, han ascendido; pero a ninguno sino a Cristo puede referirse el Salmo, porque
es de Dios de quien se habla. también había descendido … a las partes más bajas de la tierra—La
antítesis o contraste con la frase “sobre todos los cielos”, es el argumento de Alford, etc., para demostrar
que la frase quiere decir algo más que simplemente la tierra, es decir, las regiones debajo de ella, así
como ascendió no simplemente a los cielos visibles, sino “encima de” ellos. Además, su propósito de
“llenar todas las cosas” (v. 10, griego, “todo el universo de cosas”), podrá dar a entender lo mismo. Pero
véase la Nota sobre estas palabras. También el llevar “cautiva” una “banda cautiva” (“cautividad”) de
poderes satánicos, puede dar a entender que el combate se realizó aun en la misma habitación de ellos
(Psa_63:9). Cristo, como Señor de todo, tomó posesión primero de la tierra y el mundo invisible bajo ella
(algunos opinan que la región de los perdidos está en las partes centrales de nuestra esfera), y luego de
los cielos (Act_2:27-28). Sin embargo, todo lo que sabemos seguramente es que su alma en la muerte
descendió al Hades, es decir, experimentó la condición usual de los espíritus de los hombres al morir. El
llevar cautivos los poderes satánicos, no se dice que haya sido en su descenso, sino en su ascensión; de
modo que no se puede sacar de esto un argumento que compruebe su descenso a las moradas de
Satanás. Act_2:27-28, y Rom_10:7, favorecen la opinión de que la referencia es sólo a su descenso al
Hades. Así Pearson sobre El Credo (Phi_2:10).
10. también subió sobre todos los cielos—(Heb_7:26; Heb_4:14). Griego, “atravesó los cielos”
hasta el trono mismo de Dios. para cumplir todas las cosas—“para llenar todas las cosas” (en griego la
acción continúa hasta el tiempo presente). Para llenarlo todo con su divina presencia y Espíritu, no con su
cuerpo glorificado. “Cristo, como Dios, está presente en todas partes; como hombre glorificado, puede
estar presente en cualquier parte.” [Ellicott].
11. él mismo dió—El griego es enfático: “El mismo”, por su poder supremo, “él es quien dió”, etc.
unos, ciertamente apóstoles—Tradúzcase: “… unos a ser apóstoles, y otros a ser profetas”, etc. Los
hombres que ocupaban los puestos, así como los puestos mismos, eran dones de Dios. [Eadie]. Los
ministros no se dieron a sí mismos. Compárese esta lista con 1Co_12:10, 1Co_12:28. Así como los
apóstoles, profetas y evangelistas eran ministros especiales y extraordinarios, así los “pastores y
doctores” (maestros) eran los ministros ordinarios y fijos de un rebaño en particular, incluyendo,
probablemente a los obispos, presbíteros y diácones. Los evangelistas eran predicadores itinerario, así
como lo son nuestros misioneros y como lo fué Felipe el diácono (Act_21:8). Son diferentes de los
“pastores y maestros” fijos (2Ti_4:5). El evangelista fundaba la iglesia; el doctor (maestro) la edificaba en
la fe ya recibida. El “pastor” tenía el gobierno y dirección de la iglesia; el mismo funcionario se llamaba
también “obispo”. En cuanto a la revelación, el evangelista testificaba infaliblemente tocante a lo pasado;
el “profeta”, infaliblemente, tocante a lo futuro. El profeta lo recibía todo del Espíritu; el evangelista, en el
caso especial de los Cuatro, recordaba hechos concretos, perceptibles a los sentidos, bajo la dirección
del Espíritu. Ninguna forma única de gobierno eclesiástico como permanentemente inmutable está
establecida en el Nuevo Testamento, aunque el orden apostólico de obispos, o presbíteros, y diáconos,
dirigido por superintendentes superiores (llamados obispos después de los tiempos apostólicos), tiene la
mejor sanción para creer que ésta era la usanza primitiva. En el caso de los judíos, un modelo fijo de
jerarquía y ceremonialismo ligaba al pueblo inalterablemente, el cual era minuciosamente detallado en la
ley. En el Nuevo Testamento, la ausencia de direcciones minuciosas para el gobierno y ceremonias de la
iglesia indica que no se proyectaba ningún modelo fijo; la regla general en cuanto a ceremonias es
obligatoria: “Hágase todo decentemente y con orden” (véase Artículo 34, Iglesia de Inglaterra); y que
fuese provista una sucesión de ministros, no llamados por sí mismos, sino “llamados a la obra por
hombres que tengan autoridad pública dada a ellos en la congregación, para llamar y enviar ministros a la
viña del Señor” (Artículo 23). [A nuestro modo de ver, los ministros son “llamados por el Espíritu Santo”,
no “por hombres que tengan autoridad en la congregación para llamar y enviar”; los que son llamados por
el Espíritu luego son reconocidos como tales por la congregación. N. del T.] Que los “pastores” aquí eran
los obispos y presbíteros de la iglesia, es evidente por Act_20:28; 1Pe_5:1-2, donde se dice que la
función de los obispos y presbíteros era la de “apacentar” el rebaño. La palabra “pastor” se usa para
indicar la dirección y gobierno y no meramente la instrucción, por lo cual se aplica a los reyes, antes que
a los profetas y sacerdotes (Eze_34:23; Jer_23:4). Véanse los nombres de príncipes que están
compuestos con el término farnas, que en hebreo quiere decir “pastor”: Holofernes, Tissafernes (véase
Isa_44:28).
12. Para—con miras a; el objeto final. perfección de los santos—o “perfeccionamiento de los
santos”. La palabra griega da a entender corrección de todo lo que sea deficiente, instruyendo y
completando en número y en todas sus partes. para—La palabra griega es diferente y significa el objeto
inmediato. Véase Rom_15:2 : “Cada uno … agrade a su vecino para su bien a edificación”. la obra del
ministerio—Griego, “de ministración”, sin el artículo. La función del ministerio se presenta en este
versículo. El bien propuesto respecto a la iglesia (v. 13). La manera de crecimiento (vv. 14, 15, 16). para
edificación del cuerpo—como el templo del Espíritu Santo.

DIARIO VIVIR
4.8 El Psa_68:18, muestra a Dios como un conquistador que marcha y obtiene tributos de la ciudad
vencida. Pablo usa esa figura para enseñar que Cristo, en su crucifixión y resurrección, obtuvo la victoria
sobre Satanás. Cuando ascendió al cielo, dio dones a la Iglesia, algunos de los cuales detalla en 4.11-13.

4.9 "Las partes más bajas de la tierra" pueden ser: (1) la tierra en sí misma (baja en comparación al
cielo), (2) la tumba, o (3) el Hades (que para muchos creyentes es el lugar de descanso de las almas
entre la muerte y la resurrección). Cualquiera que sea la interpretación que usted le dé, no cambia el
hecho de que Cristo es el Señor de todo el universo, presente, pasado y futuro. Nada ni nadie está oculto
de El. El Señor de todo vino a la tierra y aceptó la muerte para rescatar a todos. Nadie está fuera de su
alcance.

4.11, 12 Nuestra unidad con Cristo no destruye nuestra individualidad. El Espíritu Santo ha dado a cada
cristiano dones especiales para edificar la Iglesia. Ahora que los tenemos es crucial usarlos. ¿Tiene la
madurez suficiente para ejercitar los dones que Dios le ha dado? Si sabe cuáles son sus dones, busque
oportunidades para servirle. Si no lo sabe, pida a Dios que se los muestre, quizá mediante sus ministros o
amigos cristianos. Luego, a medida que empiece a reconocer su campo de servicio especial, use sus
dones para fortalecer y alentar a la iglesia.

4.12 Dios ha dado a su Iglesia una enorme responsabilidad: hacer discípulos en todas las naciones
(Mat_28:18-20). Involucra predicar, enseñar, sanar, nutrir, dar, administrar, edificar y muchas tareas más.
Si tuviéramos que cumplir este mandato como individuos, podríamos rendirnos aun antes de intentarlo,
sería tarea imposible. Pero Dios nos ha llamado a ser miembros de su cuerpo. Algunos podemos cumplir
con una tarea, otros harán otra. Juntos podemos obedecerle mejor de lo que lo haríamos en forma
individual. Trabajando juntos, como el cuerpo de Cristo, podemos expresar la plenitud de El (véase la
nota en 3.19).

SERAFIN DE AUSEJO

II. CRISTO EN LA CONSTRUCCIÓN DE SU CUERPO (4,7-16) Ahora el pensamiento conduce a una


tarea, que va más allá de la mera conservación de la unidad del Espíritu (v. 3). Se trata de la contribución
activa que cada miembro está llamado a prestar para la construcción del cuerpo de Cristo, según los
diversos dones con que cada cual ha sido dotado por Cristo.

1. CRISTO, DADOR DE TODOS LOS DONES DE LA GRACIA (4,7-12).

a) Para esto ha recibido el señorío (4/07-10).

7 Y a cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. 8 Por eso
dice: «Subiendo a la altura, llevó consigo cautivos, y dio dones a los hombres». 9 Lo de que
«subió», ¿qué es sino que bajó primero a las regiones inferiores de la tierra? 10 El que bajó es el
mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.

Aparentemente, san Pablo desarrolla aquí un argumento sacado de la Sagrada Escritura, para demostrar
que Cristo es el dador de los dones celestiales. Aparentemente sólo, porque en realidad ni es el texto
correcto de la Sagrada Escritura, el que cita, ni es tampoco un argumento lógicamente válido el que
utiliza para ello. Quizá sería bueno tomar también este pasaje por una «encarnación de la palabra de
Dios». No podemos atribuir a Pablo el módulo de nuestros actuales «argumentos bíblicos». Pablo
pertenecía a la escuela de los rabinos. ¿Qué de extraño iba a tener que esta manera de utilizar la
Escritura ejerciera un influjo en el pensamiento bíblico del Apóstol? En el texto original del citado pasaje
de los salmos falta precisamente aquello en lo que Pablo se apoya. No se dice: «dio dones a los
hombres», sino al contrario: «ha recibido dones entre los hombres (o quizá: a los hombres como dones)».
Pablo no parece aquí atenerse al propio texto de la Escritura, sino a una interpretación rabínica, que
entendía estas palabras del salmo como aplicadas a Moisés, que subió al Sinaí, recibió la ley y la llevó
como un don a los hijos de los hombres. Aquí tenemos también una interpretación, válida para nosotros,
según la cual el que subió a la altura ha dado dones a los hombres.

A continuación Pablo intenta mostrar que el «bajado» del cielo sólo puede ser el que ha bajado del cielo a
esta tierra, Jesucristo. Pero un «subir» presupone un «bajar» solamente cuando se entiende previamente
del Redentor ascendido a los cielos. Si esto no se presupone, ¿qué se habrá demostrado? Pero no
olvidemos que no podemos usar como módulo nuestra mentalidad, cuando se trata de una especulación
rabínica con un texto de la Escritura. Es muy dudoso hasta qué punto estas reflexiones pudieran
«probar» realmente, en nuestro sentido de la palabra. Un condiscípulo de Pablo no hubiera tenido que
oponer ni el más pequeño reparo a esta manera de pensar y de utilizar la Escritura. A pesar de todo,
Pablo, aun como instrumento de la inspiración divina, sigue siendo un escritor de su tiempo, no en lo que
tiene que enseñar, sino en la manera como lo expone. La subida se describe como realizada «por encima
de todos los cielos, para llenarlo todo». En nuestra carta (junto con la dirigida a los Colosenses) se insiste
en la primacía decisiva de Cristo no solamente en la Iglesia y en el plan de salvación, sino en el ámbito
de toda la creación. Por eso Pablo subraya también aquí este «por encima de todos los cielos», como si
fuera un anticipo gráfico de la idea de que Cristo puede realmente «llenarlo todo». Acordémonos de 1,10
y en este contexto más aún de 1,21s, donde Pablo había descrito la elevación de Cristo con colores tan
vivos y había escrito a continuación: «y lo puso todo debajo de sus pies», para terminar al final con este
pensamiento: «y a él lo dio como cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia».

Estos dos pensamientos, aparentemente tan diferentes -la soberanía de Cristo sobre toda la creación y
su actuación salvadora como cabeza de su Iglesia-, estos dos círculos de pensamiento están para Pablo
tan cerca uno de otro, que se exigen mutuamente y se compenetran. La explicación de esta mutua
interdependencia es la siguiente: para Pablo la soberanía de Cristo sobre todas las cosas se llevará a
cabo solamente por el hecho de que el mismo Cristo llena a su Iglesia. La elevación de Cristo es, en
primer lugar, como una mera exigencia soberana. Esta exigencia se realiza empezando por el pequeño
espacio de la Iglesia, que es la «plenitud» de Cristo (1,23); pero en esta Iglesia y a través de ella la
plenitud de Cristo tiene que extenderse al conjunto de la creación. Este es el fin, la plenitud de su reinado
ilimitado, jubilosamente reconocido. Este es el reino, del que se dice: «Y cuando se le hayan sometido
todas las cosas, entonces el mismo Hijo también se someterá al que se lo sometió todo; y así Dios lo será
todo en todo» (1Co_15:28). Este es el reino, por cuya llegada rezamos en el padrenuestro.

Maravillosa perspectiva la de una Iglesia cósmica que abarca todo el universo. Pero este universo ¿no es
solamente, según la visión cósmica de la Biblia, el «mundo» de esta humanidad? Puede serlo, sin duda.
Pero en la era en que el hombre penetra en las profundidades del átomo y alcanza la ciencia de las
lejanías, que se cuentan a millones de años luz; en la era en que el hombre realiza la empresa
gigantesca no sólo de conocer, sino de alcanzar corporalmente el ámbito planetario, literalmente el
mundo de las estrellas; en esta era, en cuyo amanecer estamos, creo que por lo menos podemos
sospechar qué puede suponer esto para una humanidad, que debe convertirse en «Iglesia». Esta
humanidad, en efecto, podrá de una vez llevárselo todo consigo -átomo y mundo estelar- para uncirlo a la
soberanía de Dios, donde Dios lo es todo en todo.

Quién sabe si Pablo, sin sospecharlo, nos ha hablado a nosotros los hombres de la era del átomo y de la
navegación espacial, al presentarnos tan íntimamente conectados estos dos pensamientos: «Cristo,
soberano del universo» y «Cristo, cabeza y plenitud de su Iglesia».

b) Para la construcción de su cuerpo envía ministros y portadores de dones (4/11-13).


Después del paréntesis 4,8-10 se reanuda la idea fundamental de 4,7, detallándose la plenitud de los
dones:

11 Y él dio, por una parte, los apóstoles: por otra, los profetas; por otra, los evangelistas; por otra,
los pastores y 12 para la organización de los santos en orden a la obra del ministerio, la
edificación del cuerpo de Cristo; 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a la madurez de hombre perfecto, la mayoría de edad de la plenitud
de Cristo.

Aquí hay dos cosas que chocan un poco. Primeramente el hecho de que como dones no aparecen aquí,
como se hubiera podido esperar según 4,7, las diversas gracias, que a cada uno se le distribuyen, sino
los portadores de dones: apóstoles, oradores inspirados (= «profetas»), misioneros (= «evangelistas»),
pastores y doctores, como si todo el hombre fuera un puro servicio y, por lo tanto, un puro don. En
segundo lugar, según aquella expresión «a cada uno de nosotros» (v. 7) se hubiera esperado que se
trataba de todos los miembros del cuerpo de Cristo. Pero ahora aquí aparecen solamente los que en la
Iglesia se llaman autoridades. Ellos son en primer lugar los «dones» del Cristo resucitado. En primer
lugar, pues en seguida reaparecen todos, ya que estos servicios fundamentales han sido donados para
«la organización de los santos en orden a la obra del ministerio, la edificación del cuerpo de Cristo» 21.

Y así tenemos ambas cosas: la clara división entre los que tienen cargo y dignidad en la Iglesia -ya sea
por encargo ordinario o por donación extraordinaria-, y aquellos para los cuales existen esos dones del
ministerio: la Iglesia «discente», la gran masa de los «santos». Pero no es el individuo en sí el que es
objeto de este «cuidado pastoral», sino que este mismo individuo por su parte debe también contribuir a
la construcción del cuerpo de Cristo: habilitarlo para que en la Iglesia haya ministerios y servicios. Ellos
preparan al miembro pleno de Cristo «para la obra del ministerio», para una actuación, y esta actuación
es una continua construcción. Todo crecimiento en la gracia, en llevar la cruz, en el trabajo y en la
oración, es construir; todo esfuerzo por la perfección es construir, y así debe ser considerado desde una
perspectiva total. Toda formación del ambiente es construir. ¡Qué diferente, no obstante, entre sí cada
una de estas posibilidades de la vida humana! «Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios». Aquí surgen dos preguntas: 1ª. ¿Qué se entiende por «todos»? Si se
refiere a todos nosotros los creyentes, entonces no se podría pensar en un crecimiento hacia fuera. ¿O
«todos» comprende a los creyentes y a los que han de serlo? 2ª. ¿Qué se quiere decir con «la unidad de
la fe» y «el conocimiento del Hijo de Dios» como un estado final que hay que alcanzar («hasta que..»)?

Con la «unidad de la fe» hay que lograr el estado de «hombre perfecto», «la mayoría de edad de la
plenitud de Cristo». Y esto, según se detalla en 1,14, tendrá como consecuencia la firmeza en medio de
un mundo lleno de tentaciones; pero, por otra parte, no tiene nada que ver con el crecimiento exterior de
la Iglesia. La firmeza sólo puede ser la consecuencia de una profunda vida de fe. A esto se refiere
también la «unidad en la fe», que constituye al «hombre perfecto» y encamina a «la mayoría de edad de
la plenitud de Cristo».

Pero ¿por qué Pablo llama a esta profundización en la fe «la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo
de Dios»? Recordemos la «unidad del Espíritu», cuya conservación con tanta insistencia recomendaba el
Apóstol al principio de este capítulo (4,3). En este caso la «unidad de la fe» no se referiría directamente a
la igualdad en la fe, sino a la comunidad, cada día más numerosa, de los creyentes; comunidad que,
cuanto más íntima es, más profunda es la fe y más vivo el conocimiento. Y precisamente se trata del
conocimiento del Hijo de Dios: conocer verdaderamente al Hijo de Dios es conocerse a sí mismos como
hijos en el Hijo, ser conscientes de nuestra común filiación divina y de la consiguiente fraternidad que nos
une a todos en Cristo Jesús: todos nosotros, por muchos que seamos, somos «uno solo en Cristo Jesús»
(Gal_3:28).
Esto ya lo somos por el bautismo, pero no en estado de «hombre perfecto», ni de la «mayoría de edad de
Cristo», que el mismo Cristo desarrollará en nosotros. Así se corresponden mutuamente la «unidad de la
fe», «ser uno» en una fe profunda, y el «hombre perfecto», no la perfección del individuo, sino de la
totalidad. Finalmente, «la mayoría de edad de la plenitud de Cristo» es la Iglesia, que Cristo rige por
completo.

...............

21. Este texto, atendiendo a la relación de las diversas proposiciones entre sí, puede entenderse
de manera que la tarea de construcción del cuerpo de Cristo esté asignada solamente a los
poseedores de un ministerio o de un don determinado. En este caso habría que leer: «dio
apóstoles... para la organización de los santos, (esto es) para la obra del ministerio servicio, (o
sea) para la construcción del cuerpo de Cristo». Pero si ya se trata de «organización», lo más
obvio es entender el «para» siguiente como determinación de este acoplamiento.

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