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INTRODUCCIÓN
El término “autismo”, procede del término griego “autos” y significa “en sí
mismo”.
La mayoría de los revisores señalan que el término “autismo” fue utilizado por
primera vez en 1911 por Eugen Bleuler, refiriéndose a un trastorno del pensamiento
de algunos pacientes esquizofrénicos, con dificultades para el contacto afectivo con
el resto de las personas, terminando algunos de ellos insertos en un mundo de
fantasías individuales, ensimismados y alejados de la realidad. Sin embargo, la
definición aportada por Bleuler es imprecisa y no permite la identificación concreta
de un síndrome, sino que admite, en términos generales, la inclusión de cualquier
tipo de discapacidad psíquica. Pero este ha sido el comienzo del uso del término y es
de justicia su referencia.
Eugen Bleuler
Leo Kanner en 1943 y Hans Asperger en 1944, son quienes coincidiendo en las
fechas, avanzan de manera definitiva en la descripción de los síntomas del autismo
de forma que se pueda entender como un síndrome con entidad diferente a cualquier
otra patología.
Quizá los dos casos más relevantes por su transcendencia, no sólo científica
sino también literaria, hayan sido los de Jean Itard y John Haslan (ver Diez Cuervo y
Martos, 1989).
Jean Marc Gaspard Itard describió el primero de los casos referidos. El niño
salvaje de los bosques de Aveyron en Francia. Itard describe la peculiar y escasa
utilización de la vista y el oído de Victor: nunca jugaba con juguetes, pero reía
encantado cuando le dejaban chapotear y salpicar el agua del baño, llevaba a las
personas de la mano para mostrarles lo que quería. Cuando había visitantes que se
quedaban demasiado tiempo, les daba sus sombreros, guantes y bastones, los
empujaba fuera de la habitación y cerraba con fuerza la puerta. Se resistía al menor
cambio que se produjera en su entorno y tenía una excelente memoria para recordar
la posición de los objetos de su habitación, que siempre le gustaba mantener
exactamente en el mismo orden. Le encantaba palpar las cosas y tocaba y acariciaba
la ropa, las manos y la cara de las personas que conocía, pero, en un principio,
parecía completamente insensible al frío y al calor.
Victor nunca llegó a ser normal ni aprendió a hablar, pero su conducta social
mejoró hasta el punto de no ser reconocible. Incluso llegó a ser capaz de leer algunas
palabras y obedecer órdenes escritas y pudo comunicarse con otras personas de
manera no verbal. El joven fue confiado a una cuidadora con quien estuvo hasta el
final de su vida.
El concepto de "autismo" se cree que fue propuesto por primera vez por Leo
Kanner en el citado artículo de 1943, pero existen algunos interesantes indicios de
que Kanner podría haber plagiado la idea de Hans Asperger. Así se relata en un
interesante artículo publicado por Chown (2012) en la prestigiosa revista Journal of
Autism and Developmental Disorders, haciendo alusión a las acusaciones presentadas
por Michael Fitzgerald sobre el posible plagio de Kanner. Tanto Nick Chown como
Michael Fitzgerald piensan que aunque las pruebas que existen no sean
concluyentes, ambos coinciden en señalar que aquí hay una historia interesante.
Parece ser que Hans Asperger dictó una serie de conferencias en Viena en 1938 que
fueron publicadas en un diario local en un artículo titulado “los niños mentalmente
anormales”. En estas conferencias Asperger proponía el término autismo para
describir los síntomas de estos niños. Término, que como hemos señalado
anteriormente, había sido utilizado por Bleuler por primera vez para describir los
síntomas de los pacientes con esquizofrenia.
En estas fechas, Leo Kanner residía en EEUU, mientras Hans Asperger lo hacía
en Austria. Tanta distancia habría hecho imposible una comunicación directa entre
ambos en esta época, pero a Kanner podrían haberle llegado a Estados Unidos las
ideas de Has Asperger a través de los muchos médicos que huyeron a su país desde
Europa en este turbulento periodo de nuestro reciente pasado. En este sentido, es
curioso que Kanner comenzara su magnifico artículo diciendo: “desde 1938 ha
llamado nuestra atención un número de niños…”. Pero habiendo sido preguntado
Kanner por esta fecha, señaló que se refería a su primer diagnóstico de autismo, en
concreto a la fecha en la diagnosticó a su primer paciente, Donald T.
Rivière (1997), sin duda inspirado en las lecturas de Frit, señala que desde las
primeras descripciones, el autismo se ha presentado como un mundo lejano, extraño
y lleno de enigmas. Los enigmas se refieren, por una parte, al propio concepto de
autismo, y a las causas, explicaciones y remedios de esa trágica desviación del
desarrollo humano normal. A pesar de la enorme cantidad de investigaciones
realizadas durante más de medio siglo, el autismo sigue ocultando su origen y gran
parte de su naturaleza, y presenta desafíos difíciles a la intervención educativa y
terapéutica. Por otra parte, cuando tenemos ocasión de relacionarnos con la persona
que presenta ese extraño trastorno cualitativo del desarrollo, sentimos vivencias de
opacidad, impredictibilidad, impotencia y fascinación, difíciles de describir, y que
acentúan aún más - esta vez en la interacción concreta y no sólo en el terreno
conceptual - el carácter enigmático del autismo.
Según la nueva propuesta del DSM 5, para el diagnóstico de los TEA se deben
cumplir los criterios A, B, C y D:
Los síntomas deben estar presentes en la primera infancia (pero pueden no llegar
a manifestarse plenamente hasta que las demandas sociales exceden las
limitadas capacidades).
En la definición del DSM IV los síntomas aparecían recogidos bajos tres dominios
fundamentales; interacción social, comunicación y patrones de conducta e intereses
estereotipados; en la nueva definición, estos tres dominios se reducen a dos: déficits
sociales y de comunicación e intereses fijos y comportamientos repetitivos. Los
déficits en la comunicación y el comportamiento social son inseparables, y se pueden
considerar de forma más precisa como un único conjunto de síntomas con
especificidades ambientales y contextuales. Además, el DSM 5 incluye también como
novedad la posibilidad de utilizar una serie de criterios que permiten determinar el
grado de severidad. Seguidamente se presenta un cuadro que describe los niveles de
severidad en función de la ayuda requerida.
Severos déficits en habilidades de comunicación Preocupaciones, rituales fijos y/o conductas repetitivas
Nivel 3:
Requiere social verbal y no verbal causan severas interfieren marcadamente con el funcionamiento en todas
apoyo muy discapacidades de funcionamiento; muy limitada las esferas. Marcado malestar cuando los rituales o rutinas
substancial iniciación de interacciones sociales y mínima
son interrumpidos; resulta muy difícil apartarlo de un
respuesta a las aproximaciones sociales de otros.
interés fijo o retorna a el rápidamente.
Rituales y conductas repetitivas y/o preocupaciones o
Marcados déficits en habilidades de
Nivel 2: intereses fijos aparecen con suficiente frecuencia como
comunicación social verbal y no verbal;
Requiere para ser obvios al observador casual e interfieren con el
aparentes discapacidades sociales incluso
apoyo funcionamiento en variados contextos. Se evidencia
recibiendo apoyo; limitada iniciación de
substancial malestar o frustración cuando se interrumpen rituales y
interacciones sociales y reducida o anormal
conductas repetitivas; dificultad a apartarlo de un interés
respuesta a las aproximaciones sociales de otros.
fijo.
Sin recibir apoyo, déficits en comunicación
Nivel 1: social causan discapacidades observables. Tiene Rituales y conductas repetitivas causan interferencia
Requiere dificultad al iniciar interacciones sociales y significativa con el funcionamiento en uno o más
apoyo” demuestra claros ejemplos de respuestas atípicas contextos. Resiste intentos de otros para interrumpir
o no exitosas a las aproximaciones sociales de rituales y conductas repetitivas o ser apartado de un
otros. Puede aparentar una disminución en el interés fijo.
interés a interaccionar socialmente.
Referencias
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