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SUS ESTUDIOS
Ingresó en el Seminario Conciliar de San Jerónimo de Arequipa, que había sido reorganizado en 1791
por el obispo español de esa ciudad, Pedro José Chávez de la Rosa, de profunda convicción liberal.
Ahí había estudiado el clérigo y abogado Francisco Xavier de Luna Pizarro Pacheco. En el claustro,
González-Vigil conoció y tuvo como profesores y autoridades a sendos personajes.
De ambos, más del primero que del segundo, bebió las primeras y sólidas enseñanzas del imperante
liberalismo. Sin embargo, con el cura arequipeño inició una profunda amistad e intimidad, debido a
la corta diferencia de edad.
Un día antes de cumplir 20 años, González-Vigil recibió el grado de doctor en Teología y su diploma
de abogado eclesiástico por la Universidad San Antonio Abad de Cusco (12-9-1812). Luego pasó a
ser profesor de Matemáticas y Teología en su alma máter arequipeña y más tarde ocupó el
vicerrectorado.
Continuó sus estudios religiosos hasta 1819, año en el que fue ordenado presbítero. Empero, hay
que recordar que cuatro años antes, en la víspera de su ordenación de subdiácono, se fugó
intempestivamente del claustro, por muy poco tiempo (1815), como consecuencia de la duda
hamletiana –ser o no ser– que se apoderó de él. De esta joven experiencia, el egregio escritor Manuel
González-Prada Ulloa subrayó que el ilustre tacneño “ya intuía la trayectoria de su vida”.
Para concluir con su formación académica, después de algunos años y con una rica experiencia
política, Francisco de Paula se interesó por la jurisprudencia y los problemas jurídicos. En 1831, optó
el grado de doctor en Derecho por la Universidad San Agustín de Arequipa. Se especializó en Derecho
natural.
SU ABIERTO REGALISMO
Su vida de clérigo, de absoluta obediencia al Episcopado, duró cinco escasos años (1823). A partir de
entonces, no sólo fue un defensor de la secularización, sino que cuestionó la autoridad eclesiástica,
tanto en la vida civil como en la política. Abrazó con pasión el regalismo. Por un lado, criticó que los
sacerdotes, máxime los obispos y el Papa, utilizando la religión desean dirigir la vida política de los
Estados, influyendo decididamente en los gobernantes. Afirmó que la religión no debe mezclarse con
la política. Por otro lado, defendió las ideas liberales, entre ellas a la masonería, habida cuenta que
no era ninguna religión ni se oponía a credo alguno. No obstante su enfrentamiento contra la máxima
autoridad eclesiástica, no renunció a su credo y fe. No se apartó de la Iglesia, ni siquiera después de
que fue excomulgado por el papa Pío IX, en 1851. Siguió utilizando el hábito y dio muestras de su
profunda creencia cristiana hasta su muerte, tres meses antes de cumplir 83 años.
El Libertador y hermano masón Simón José Antonio de Bolívar y Palacios convocó a elecciones para el
Congreso, en 1826. En ellas, González-Vigil salió elegido diputado por Tacna, mientras que De Luna
Pizarro lo fue por Arequipa, a quien apoyó en su campaña como muestra de agradecimiento. Había
sido su antiguo maestro y amigo en el Seminario.
Este Congreso fue frustrado por la influencia del Libertador, quien logró que se autodisolviera
algunos días después de su inauguración en el local de la UMSM (29-3-1826). Tarea antirrepublicana
que estuvo a cargo de Hipólito Unánue, presidente del Consejo de Gobierno.
Empero, regresemos a 1826. Sendos diputados, maestro y discípulo juraron oponerse a la dictadura
de De Bolívar, la cual debía consolidarse con su Constitución Vitalicia y que sería propuesta por el
Consejo de Gobierno (Unánue), el 1-7-1826, ante los colegios electorales para su aprobación.
El Libertador desconfiaba del cura arequipeño no obstante la gran amistad que éste tenía con Unánue.
En verdad, porque no le veía transparente y, además, por su desmedida ambición manifestada en su
sinuosidad política, ya que había pasado con gran facilidad del liberalismo al absolutismo, luego a la
monarquía constitucional y después al sistema republicano, queriendo moldear la república del Perú
y disponiendo de su gobierno a su más amplio y absoluto antojo.
“VIGIL ES UN HOMBRE”
De Bolívar sabía del antiguo vínculo que De Luna Pizarro había tenido con Chávez de la Rosa, con las
Cortes de Cádiz y con la masonería escocesa española en la que él también se había iniciado.
Asimismo, conocía de su servilismo y cambio al absolutismo radical que encarnó el virrey José
Fernando de Abascal. De su apego al vicesoberano sucesor de éste, Joaquín de la Pezuela, así como
también al virrey José de La Serna. Luego, sin empacho alguno, su identificación con el general José
Francisco de San Martín y Matorras y con el ministro Bernardo Monteagudo.
Finalmente, De Bolívar sabía también que desde el país del Sur, el cura arequipeño había recibido el
incondicional y total apoyo de González-Vigil para lograr su elección como diputado por Arequipa,
en 1826.
Por todos estos hechos, el Libertador prefería tener lejos y controlado al flamante representante
arequipeño, mientras que respetaba al iconoclasta tacneño, por su franqueza, valentía y coraje de
expresar y suscribir sus panfletos atacando la política bolivariana. Empero, además, porque
González-Vigil, al igual que él, (De Bolívar) era partidario de la república, decidido regalista, es decir,
defensor del Estado frente a Roma y, así también, un ardiente integracionista compartiendo la visión
de una Federación Americana, amén de respetar a la masonería. De ahí que el Libertador, en más de
una oportunidad, dijo: “Vigil es un hombre, dejémosle que hable”.
AMISTAD INSEPARABLE
La autodisolución del Congreso de 1826 llevó a la dispersión de los diputados. Mientras González-
Vigil se quedó viviendo en Lima, De Luna Pizarro se autoexilio en Chile, por segunda vez.
De Bolívar se vio obligado a viajar a la Gran Colombia (3-9-1826) y el camino quedó libre para los
liberales, quienes expulsaron a las tropas grancolombianas. Francisco de Paula participó activamente
en la constitución del nuevo gobierno para reconstruir la república. Fue entonces cuando conoció
personalmente y entabló amistad con Mariátegui y Tellería. Asimismo, preparó el apoteósico
recibimiento del que fue objeto el cura arequipeño a su retorno al país, como principal víctima de la
dictadura bolivariana.
En este contexto, hubo un nuevo Congreso Constituyente (1827-28) y Tacna volvió a elegir diputado
a González-Vigil, quien colaboró de nuevo y estrechamente con De Luna Pizarro, elegido por
Arequipa. Al concluir las asambleas legislativas, Francisco de Paula viajó a Chile (16-6-1828) por
indicación del cura arequipeño, en busca de mejor clima para combatir algunos males que a la vejez
se centraron en tuberculosis. Regresó al país después de dos años y se estableció en Arequipa.
DOCTOR EN DERECHO
González-Vigil fue elegido ocho veces diputado y una vez senador. Su labor como legislador es
descollante; su trayectoria, inmarcesible; su honradez, incólume; y su valentía y coraje, ejemplares;
en todos los tiempos y espacios políticos.
Si Francisco de Paula se había opuesto al Libertador De Bolívar, por qué no lo haría ante el ambicioso
y autoritario mariscal Gamarra, quien había traicionado al presidente De La Mar, en la guerra contra
la Gran Colombia (Portete de Tarqui, 1828). Más aún, cuando el autoritario militar quería el poder
omnímodo para él y su coqueta esposa Francisca Zubiaga y Bernales (Pancha Gamarra, La Mariscala),
coludido con algunos equivocados hombres de derecho, como el dialéctico Manuel Lorenzo de
Vidaurre y Encalada y el conservador y absolutista José María de Pando.
De Vidaurre fue nombrado ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores en 1831 y ejerció el cargo
hasta 1832, apoyando las arbitrariedades e ilicitudes de Gamarra y, en consonancia con él, aplicó una
política dictatorial que se caracterizó por sus expresiones: “Libertad bajo ciertas condiciones” o
“Callen las leyes para salvar las leyes”.
De ahí que González-Vigil levantó su voz candente y lapidaria contra el dictador en la histórica sesión
del 7 de noviembre de 1832, dejando la presidencia de la Cámara de Diputados que ocupaba en su
condición de vicepresidente, habida cuenta que el titular de la misma, el diputado De Pando, era
ministro de Estado. Entonces, subió a su escaño y desde ahí denunció virilmente las ilegalidades
cometidas por el “gobierno gamarrano”.
En efecto, como jurista exigió que el presidente se limite a cumplir sus funciones constitucionales
toda vez que “la responsabilidad del jefe de la república no puede apoyarse en ningún punto que se
halle fuera del círculo de sus atribuciones constitucionales”… “La dignidad misma es irresponsable y,
por lo tanto, su respetabilidad es inmarcesible; el que se sobrepone a las leyes es el hombre y ese
hombre es un tirano”... “Si se quiere virtudes patrióticas, la primera de ellas es el amor a la ley”... “La
tiranía sólo puede ser evitada velando porque cada Poder conserve sus atribuciones frente a los otros
dos”... “Si el presidente da el ejemplo, tendrá en el corazón de sus ciudadanos la más sólida base de
su estabilidad y el afecto de su persona permanecerá más allá de la muerte”.
Concluyó su intervención con las famosas palabras de “Yo debo acusar, yo acuso”, las cuales
resonaron solemnemente en todo el Palacio Legislativo peruano y también en otros del exterior. Dicho
sea de paso, años después, el escritor francés Émile Zola utilizó la misma frase “J’ acusse!”, en 1898,
para defender al capitán francés de origen judío Alfred Dreyfus, condenado en 1894 por espía, sin
prueba alguna.
Empero, la acusación de González-Vigil recibió inmediata respuesta del ministro De Pando, quien en
defensa del dictador y en contra de su propia formación jurídica escribió un ácido artículo periodístico
en el que afirmó: “De ilusión en ilusión, de quimera en quimera, el señor Vigil se creyó llamado a
salvar a la patria del abismo”.
A pesar de todo, Gamarra concluyó su gobierno el 20-12-1833 y entregó el poder al general Luis
José de Orbegoso y Moncada, militar demócrata y liberal. A los 14 días de asumir el mando, el general
Pedro Bermúdez se sublevó con el apoyo de su compadre y jefe Gamarra (4-1-1834). Ambos se
apoderaron del mando supremo y persiguieron a González-Vigil, mientras que el presidente
constitucional con el apoyo del pueblo les combatió. El traidor de Tarqui huyó a la sierra del Sur y
Orbegoso montó su cuartel en Arequipa. Francisco de Paula fue un activo gestor de esta primera
revolución popular y democrática en la historia nacional.
Al término de este frustrado proyecto integracionista (1836-39) por acción del gobierno y ejército
chilenos, en el que participaron algunos militares peruanos como Gamarra, éste volvió a asumir la
presidencia de la República y regresó a sus andanzas de tirano, por lo que fue, nuevamente,
enfrentado por el ilustre tacneño defensor de la libertad y la ley, a su regreso del país del Sur. Como
buen jurista y luchador por la democracia, González-Vigil solía decir: “Yo no tengo otro partido que
la patria”... “El que sostiene la causa de la libertad, defiende la del género humano y es, por eso,
ciudadano de todos los pueblos”... “Sin orden político no puede haber orden en los demás”... “La
verdadera gloria es inseparable de la justicia o del derecho, y éste no procede del crimen ni del error”.
Dicho sea de paso, hoy todos los códigos prescriben que el error no genera o crea derecho.
Esta larga narración obedece a que la vida del insigne tacneño estuvo íntimamente ligada a la de su
antiguo maestro, hasta que éste decidió dedicarse única y exclusivamente a sus funciones religiosas.
TÉRMINO DE LA AMISTAD
Se produjo cuando De Luna Pizarro dio la espalda al liberalismo, a la masonería y a sus antiguos
camaradas y amigos en estos afanes. Todos ellos representados, principalmente, por González-Vigil
Yáñez y Mariátegui y Tellería. Este último, ilustre abogado, ejemplar magistrado y promotor de la
masonería peruana en el siglo XIX. A los dos, el cura arequipeño persiguió y perjudicó grandemente
con todo el poder de la Iglesia católica, en su calidad de arzobispo de Lima, hasta el último día de su
vida.
En este contexto, De Luna Pizarro, antes asolapado incendiario y a la sazón bombero, asumió con
febril celo la defensa tanto del Papado como de la Iglesia, inclusive contra los intereses del Estado-
Nación. Para ello, afloró su más profunda y real convicción conservadora y totalitaria, uniéndose con
el más preclaro representante de estos ideales, el clérigo y abogado Bartolomé Herrera Vélez, rector
del Convictorio de San Carlos, quien también llegó a polemizar con Francisco de Paula.
AMIGO DE LA MASONERÍA
González-Vigil no fue masón, empero, pensaba como tal y fue muy amigo de los más connotados
miembros de la escuadra y el compás de su tiempo. En verdad, sus primeras inquietudes por la
masonería fueron absueltas favorablemente por De Luna Pizarro, quien se había aprovechado muchas
veces de la fraternidad masónica para satisfacer sus ambiciones personales.
Empero, sin duda, la masonería de esa época era mucho más que lo que representaba el cura
arequipeño. No en vano los más destacados peruanos del siglo XVIII habían sido hermanos masones,
como los abogados Pablo Antonio Joseph de Olavide y Jáuregui, José Javier Leandro Baquíjano y
Carrillo, Vicente Morales y Duárez, Rodríguez de Mendoza, Sánchez-Carrión, entre otros. El masón
De San Martín se había preocupado por el reconocimiento oficial de las logias lautarianas y el
desarrollo de la Orden en el país, propugnando la integración de los dos ritos (York y Escocés).
Sin iniciarse en logia alguna, González-Vigil Yáñez profundizó en la filosofía y amor masónicos. Su
guía en este camino fue, fundamentalmente, Mariátegui, entre otros. Expresó, entonces: “Gracias a
Dios que se me han caído las cataratas de los ojos”. Solía decir: “La verdad es luz y la luz se defiende;
ella es el fruto de la meditación y de la experiencia”.
Cuajado en las “tenidas blancas”, en las que participó muchas veces como orador, afirmó una vez: “El
trabajo de los filósofos que descubren verdades y ayudan a encontrarlas está reducido a esparcir la
luz que sea menester, para que los demás caigan en cuenta de lo que era y no veían”.
Más convencido que nunca de la existencia del G:.A:.D:.U:., sentenció: “No estoy de acuerdo con lo
que Fitche dice: “La religión no es asunto que existe por que sí y para sí, que pueda ejercitarse a la
vez que las demás ocupaciones, en ciertas horas o en determinados días”... “La religión es el alma de
los pueblos que comenzó con nuestra existencia y terminará con nuestro fin”. En este contexto, no
entendió ni justificó la razón que tuvo el papa italiano Clemente XII (Lorenzo Corsini) al dictar la
primera constitución contra la masonería en 1738, nombrándola por su nombre y condenándola por
ser una organización secreta. De ahí que el ilustre historiador Jorge Guillermo Leguía Iturregui, en su
conferencia en la Logia “Virtud y Unión N° 3”, expresó: “Vigil no perteneció formalmente a vuestras
logias, pero fue un masón nato” (9-1-1932).
EXCOMULGADO
La defensa del Estado, del liberalismo y su permanente discurso de que la Iglesia debe estar separada
del Estado y viceversa, y su amistad e identificación con la masonería le llevaron a enemistarse con
su antiguo maestro De Luna Pizarro, quien ya había renegado de la Orden.
Su obra Defensa de la autoridad de los gobiernos contra las pretensiones de la Curia Romana, en seis
volúmenes, con 2,400 páginas, publicada en 1849, sustentó el regalismo de entonces y, sin duda,
rebasó el vaso y colmó la paciencia y tolerancia del clero limeño. Las duras consecuencias no se
hicieron esperar.
Desde el 27-4-1846, De Luna Pizarro era el vigésimo arzobispo de Lima y había radicalizado su
clericalismo, declarándose enemigo de todo aquello que cuestionara la autoridad del Papa, de los
obispos y de Roma. Así también, atacó a los masones y, en especial, a González-Vigil y a Mariátegui.
En tal condición, solicitó a Pío IX (Giovanni María Mastai Ferreti) la excomunión papal contra Francisco
de Paula, aprovechando que el Sumo Pontífice había sentenciado contra la tolerancia religiosa y
dispuesto la persecución de la masonería.
Más aún, la Iglesia nombró al Rvdo. Padre Guardián, Fray Pedro Gual, natural de Cataluña, para que
rebatiera la tesis regalista de González-Vigil. Al no poder hacerlo con la brillantez que esperaba el
ilustre tacneño, éste se limitó a reafirmar su tesis dejando sentado que él había ofrecido retractarse
si le demostraban lo contrario. He ahí su nueva obra Ojeada al equilibrio entre las dos Potestades,
que, sin duda, irritó aún más a De Luna Pizarro. Más todavía cuando el propio Herrera, ex rector del
Convictorio, no pudo destruir la tesis del tacneño negando la infalibilidad del Sumo Pontífice. Ello
originó una tercera bula de excomunión (8-12-1854).
Las tres excomuniones no fueron óbice para que el pueblo tacneño vea en Francisco de Paula a su
más digno representante, por lo que volvió a elegirle para las legislaturas de 1851 y 1853 y para la
Convención Nacional de 1855-57.
VIDA EJEMPLAR
González-Vigil era un estoico por excelencia; un cristiano que seguía con devoción las enseñanzas
de Cristo y buscaba la perfección con el ejemplo y la acción. Era generoso en el elogio sincero y
merecido.
Una anécdota recogida por la historia es cuando el general arequipeño Ignacio Álvarez Thomas, ex
jefe supremo de las Provincias del Plata, retornó al país perseguido por el tirano argentino Rosas.
González-Vigil expresó: “Tengo a la vista a un respetable veterano de la revolución americana, a una
de las columnas levantadas para dar testimonio de la realidad de un pensamiento sublime, a un
ciudadano honrado y constante en la defensa de la causa que juró defender”.
SUS OBRAS
Escribió Defensa de la autoridad de los gobiernos contra las pretensiones de la Curia romana (1849);
Defensa de la autoridad de los obispos contra las pretensiones de la Curia romana (1856); Paz
perpetua en América o Federación Americana (1856); Catecismo Patriótico (1858); Los jesuitas
presentados en cuadros históricos (1863); Manual de Derecho Público y Eclesiástico (1863);
Autobiografía (1867); Ojeada al equilibrio entre las dos Potestades (1871); Bosquejo histórico sobre
Bartolomé de las Casas (1874); Defensa de Fenelón (1874) y muchos más. Jorge Guillermo Leguía ha
anotado una buena bibliografía de González-Vigil.
La UNMSM, en marzo de 2007 anunció que había encontrado un histórico manuscrito de Francisco
de Paula que “contrasta con la visión monolítica que se suele tener del siglo XIX... en el cual había
mucho más apertura y que no era tan cerrado el mundo intelectual de aquella época”, según el
historiador Cristóbal Aljovín. (El Comercio, 25-3-2007, pág. C22).
SU MUERTE
Antes de fallecer dejó el siguiente encargo: “Si la Curia no permitiera que me hagan los honores
fúnebres en el Templo y llegara hasta a negarme la sepultura en el cementerio, pido que mis restos
se entierren en la isla de San Lorenzo: colocado entre el mar y la tierra, mi cuerpo no será profanado”.
Pues bien, gracias a la influencia y presión que puso su amigo Mariátegui y otros, la Iglesia católica
sólo pudo desairar el cuerpo inanimado de González-Vigil, que encontró feliz sepultura en el
cementerio de Lima con la asistencia de masones, hombres libres y de buena voluntad, aunque sin
oraciones ni sacerdote que las dirigiera.
Mediante la Ley N° 13241, del 19-6-1959, se dispuso que los restos mortales de Francisco de Paula
González-Vigil Yáñez fueran inhumados y trasladados a Tacna para ser depositados en un mausoleo.
Entre sus biógrafos debemos mencionar a los tacneños Fortunato Zora Carvajal y Néstor Zora-
Carvajal Flores, padre e hijo. Este último abogado se inició en la magistratura como juez de primera
instancia en Tarata. Su obra Francisco de Paula González Vigil, el político, el religioso y el filósofo fue
publicada en Tacna, en 1968.
Su ilustre coterráneo historiador y abogado Jorge Basadre Grohmann también ha escrito sobre la vida
de Francisco de Paula, así como el ya mencionado Leguía y otros. Por último, debemos señalar que
la biografía escrita por el historiador jesuita Rubén Vargas Ugarte desmerece y subestima a la figura
que realmente representó este ilustre pensador, político, cura reformista, amigo de los masones y
hombre a carta cabal.