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Juventud y estudios
Obras
La importancia de San Agustín entre los Padres y
Doctores de la Iglesia es comparable a la de San Pablo entre los Apóstoles.
Como prolífico escritor, apologista y brillante estilista. Su obra más conocida
es su autobiografía Confesiones (400), donde narra sus primeros años y su
conversión. En su gran obra apologética La Ciudad de Dios (413-426),
formula una filosofía teológica de la historia, y compara en ella la ciudad
de Dios con la ciudad del hombre. De los veintidós libros de esta obra diez
están dedicados a polemizar sobre el panteísmo. Los doce libros restantes
se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la que considera
como oportuna sucesora del paganismo. Sus otros escritos incluyen las
Epístolas, de las que 270 se encuentran en la edición benedictina, fechadas
entre el año 386 y el 429; sus tratados De libero arbitrio (389-395), De
doctrina Christiana (397-428), De Baptismo, Contra Donatistas (400-
401), De Trinitate (400-416), De natura et
gratia (415),Retracciones (428) y homilías sobre diversos libros de la Biblia.
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Índice
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1Presentación
2El saqueo de Roma por los visigodos (libro primero)
3El culto a los falsos dioses romanos (libro décimo) y el verdadero origen del poder de Roma (libro
cuarto)
4Importancia y valor de la obra
5Véase también
6Bibliografía
7Enlaces externos
Presentación[editar]
San Agustín estructura el libro La Ciudad de Dios a partir de la contraposición entre la ciudad
de Dios, que representa el cristianismo, y por tanto la verdad espiritual, y la ciudad pagana,
que representa la decadencia y el pecado. En el prólogo mismo se expone esta dicotomía:
La gloriosísima ciudad de Dios, que en el presente correr de los tiempos se encuentra peregrina entre
los impíos viviendo de la fe, y espera ya ahora con paciencia la patria definitiva y eterna hasta que haya
un juicio con auténtica justicia, conseguirá entonces con creces la victoria final y una paz completa.
Pues bien, mi querido hijo Marcelino, en la presente obra, emprendida a instancias tuyas, y que te debo
por promesa personal mía, me he propuesto defender esta ciudad en contra de aquellos que anteponen
los propios dioses a su fundador
El autor estaba conmocionado por la caída de Roma a manos de Alarico I. El desconcierto que
provocó la entrada de los bárbaros en la capital del Imperio Romano, donde residía el Papa, y
que había sido referente del cristianismo desde Constantino I y especialmente desde Teodosio
I, le hizo cuestionarse acerca del hecho de la desaparición de una civilización entera. La
respuesta a esta cuestión es que el edificio al cual conviene aliarse y en el cual conviene
trabajar no es la ciudad de los hombres, sino la ciudad de Dios. El objetivo de esta obra es,
por tanto, examinar la oposición entre ambas ciudades, sus orígenes, su desarrollo y su final:
Las dos ciudades, en efecto, se encuentran mezcladas y confundidas en esta vida terrestre, hasta que
las separe el juicio final. Exponer su nacimiento, su progreso y su final, es lo que voy a intentar hacer,
con la ayuda del cielo y para gloria de la Ciudad de Dios, que hará vivo el resplandor de este contraste.
Información personal
Nacionalidad Colombiana
Lengua
Español
materna
Religión Agnosticismo 2
Familia
Educación
Información profesional
Lengua de
producción Española
literaria
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