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Pregonero

El Iltre. Sr. Don Esteban Pérez


Alonso, Doctor en Medicina y Cirugía,
Jefe de Sección de Cirugía General y
Digestiva del Complejo Hospitalario
Universitario Insular-Materno
Infantil, Profesor Titular de Cirugía de
la ULPGC y Vicepresidente del
Ilustre Colegio de Médicos de Las
Palmas de Gran Canaria
Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de la Diócesis de Canarias, Don Francisco
Cases Andréu.
Ilmo. Y Rvdmo. Sr. Vicario General de la Diócesis de Canarias, D. Hipólito
Cabrera)
Hermano Mayor de la Real, Ilustre e Histórica Hermandad y Cofradía de
Nazarenos del Santo Encuentro de Cristo, Don Jesús Manuel León Cabello.
Excmas e Iltmas. Autoridades religiosas.
Excmas e Iltmas. Autoridades Civiles y Militares.
Querida familia, pilar de nuestro andar y garantía plena de agrado,
tolerancia y afectos.
Queridos cofrades
Amigos, señoras y señores

Amigo Jesús Manuel León Cabello, Hermano Mayor, agradezco tus


hermosas y sentidas palabras, en ese don de palabra que eres poseedor,
son, sin duda, demasiado halagadoras en lo que respecta a mi persona.
Las acojo con cariño y disciplina porque provienen de tu sentimiento y
afecto.

Las palabras inesperadas y tan generosas por parte de cofrades,


amigos y amigas y sintiéndome una vez más inmerecedor de tantos
afectos, mi consideración, respeto y gratitud

Aquella mañana de hace ya unos meses quedé sorprendido por tan


magnífica solicitud, a la que apenas podía dar crédito, he de admitir que
tuve la tentación de declinar tan honroso y generoso ofrecimiento, para el
que bien sabe Dios, me sentía y me considero insuficiente.

Soy ante todo un espéctador de la vida y de la gente, un


observador impenitente, que navega en un lago donde la incertidumbre y
el dolor forman olas de temor en las personas, y por ello me considero un
privilegiado acompañando en la serenidad, y dando sosiego, y así poder
juntos llegar a la otra orilla, y me llena de satisfacción y de alegría. Cuidar
y curar es y será la razón de ser de los que hemos elegido ésta maravillosa
profesión, que es la de ser médico. Cuidar y muchas veces consolar por
parte de todo el equipo humano, con un único objetivo, el paciente, la
persona enferma.
También soy amante de mi ciudad, de su historia, de ese entramado
que nos conforma como pueblo en una idiosincrasia y personalidad
características, donde la hospitalidad y la tolerancia han sido signos
identitarios.

Este año tu generosidad, amigo Jesús Manuel, ha querido fijarse


en alguien que no cuenta con el aval de haber nacido ni de vivir en
Vegueta, pero que comparte con ustedes idéntico sentimiento, el amor a
la Virgen de los Dolores.

Nunca pensé tener tan alto honor de ser pregonero en éste primer
año de la tercera década de la cofradía Nuestra Señora de los Dolores de
Vegueta Coronada y el Santo Encuentro de Cristo. Lo que ha supuesto un
reto su preparación y sobre todo ha supuesto en lo personal una vuelta a
la casa del Padre.

Y así sintiendome como el hijo pródigo en el regreso, quiero dejar


desnuda el alma para volver a sentir los repiques que me llevan a
manifestar las emociones desde la humildad del que vuelve, en éste
pregón que tantas connotaciones culturales, artísticas, religiosas, pero
sobre todo espirituales tiene. Ese espíritu que dá sentido a todos nuestros
actos a través del Amor.

Es importante dejar hablar al corazón. Nuestra fe debe tener


contenidos claros en la cabeza, pero la fe no es solamente asunto de
cerebro y de la razón, la fe también vive del ímpetu, también necesita del
sentimiento, la fe muere pronto sin el calor de la devoción; no subsiste sin
ejercicio frecuente de piedad, necesita del amor, de la alegría, de la
tristeza, porque todas las emociones tienen que brillar al impacto de la luz
divina y por eso debemos dejar hablar el corazón y preguntarnos cuál es la
condición en que se encuentra esta Mujer.

La hermosa imagen de la Virgen de los Dolores de Vegueta


Coronada, desolada pero puesta en pie, triste pero firme en su corazón,
sola y sin embargo capaz de acompañar. Ninguna lágrima en su rostro, ni
siquiera el estigma de la lágrima que en su discurrir el tiempo ha secado, y
es esa lágrima no derramada la que queda impresa en el alma, y en el
alma de la Virgen está el alma de su Hijo.
Tu imagen de vestir o candelero en talla de madera policromada en
la cabeza y en las manos, siendo el resto de la misma a base de paños
encolados de tonalidad azul claro. De nuestro ilustre artista de la gubia
José Miguel Luján Pérez, maestro de maestro que en 1797 concluye la
tarea encomendada, y se procesiona.

Manto y velo recogidos, en unas manos , con un claro gesto de


resignación.

Una señora soltera, Anita Carvajal, experta bordadora,fue la que


ideó una nueva toca que cubriera los paños de la Dolorosa y la que halló la
adecuada posición de su mano derecha, lo que acentúa la laxitud y el
abandono de la imagen.

La Virgen de los Dolores de Vegueta Coronada, también conocida


como la Dolorosa del Miercoles es el reflejo de las mujeres que sufren en
nuestro tiempo el drama del desplazamiento, el dolor de ser madres
solteras, madres que han perdido hijos, en ignominiosos crímenes, en
accidentes, en la guerra, por enfermedades, el dolor de madres con hijos
secuestrados, con hijos encarcelados, con hijos desaparecidos, con hijos
perdidos en el mundo extraño y opresivo de la droga y de las adicciones.

Cuanto dolor que queda en el sufrimiento de toda madre que


siempre nos acoge con bondad en nuestro camino. En ese sentir no
podemos ni debemos ir de espaldas al dolor de esas madres que son el
reflejo de María en su sufrimiento. Aquellas madres que no tienen cara en
los medios de comunicación, que no son visibles, y sólo la imagen de la
Virgen es la que les dá visibilidad en nuestros corazones. Porque todos los
dolores de los hijos están en el corazón de la Madre.

En silencio, contemplativa, porque el silencio es el grito de la Virtud


El esplendor de la talla adquiere excelencia gracias a las Camareras, que
con su dedicación y esmero realzan la belleza de la talla, con su buén
hacer. tradición, historia y cultura se entremezclan, y renace la
espiritualidad de la Pascua.

Éste año la Camarera Mayor de Honor María del Carmen Benitez de


Lugo y Massieu ausente del cuerpo prestado en nuestro discurrir terrenal,
pero presente en todo el legado de bondad, generosidad y entrega para
toda la sociedad.
Esa llaneza de trato -pese a títulos y nombramientos- se expresaba
hace unos años cuando la Virgen de los Dolores de la que era camarera
mayor iba a ser coronada canónicamente en Mayo de 2012 y afirmaba
vivir ese momento como un honor, a la vez que como "una cosa alegre,
positiva, y buena porque lo bonito de la coronación es que detrás hay
muchas personas maravillosas".

Pidamos a María, la Madre dolorosa, que nos conceda tener un


amor grande para saber vivir nuestra participación en los sufrimientos de
Cristo. Un amor en la entrega a los demas, en sabernos coparticipes del
misterio de la Salvación. Cuanto más nos acerquemos a Cristo, tanto más
tendremos que compartir su dolor por la salvación del mundo, como lo
hizo su Madre.

Nunca sabremos el poder del Amor, hasta que amemos con el amor
que se describe en el libro del Cantar de los Cantares…donde aquel
manzano en medio del bosque, frondoso y lleno de frutos, y así poder ser
árbol de vida, árbol de vida eterna.

En la Madre de Dios sufriente, atravesada su alma por aquella


espada que Simeón predijo, en el hermoso versículo donde el Espiritu
Santo está en la persona de Simeón( Lc 2, 35), no existe la tentación del
desprecio, la tentación de sentirse superior…tu eres un buen
profesional…y tu no. Tu cumples con la ley y tu no…ni un gramo de
desprecio hacia los otros, hacia los discípulos.

Su mirada asomada en los ojos de su hijo, muestra una vez más la


firmeza de la fe de María, junto a la cruz de Jesús, y contrasta fuertemente
con la cobardía de los apóstoles y con el escándalo y las burlas de los
judíos. Todos ellos han "caído" ante la cruz, porque, en el fondo, no han
"creído" en Jesús.

Creer, en definitiva, es sinónimo de firmeza, de solidez, de


estabilidad en nuestra vida. Y, ante la cruz, reconozcámoslo, nos cuesta
mantenernos en pie, porque ante ella no se puede suspender el juicio: se
cree o no; se la abraza para seguir a Jesús o se huye de ella.

Los ojos de Jesús entre esa cortina de sangre que de su frente


manaba, veía a su madre, en el cielo cárdeno de aquella tarde, callada,
recogida en el dolor. La visión de María en la tortura de su hijo, le podría
haber llevado a la rabia, y al odio, otra tentación que nosotros sentimos,
cuando nos hacen daño o a nuestros familiares pero no debemos
consentirla. Sentir no es consentir la tentación. En María están presentes
sentimientos de perdón y acogida a los discípulos que abandonaron a
Jesus.

Hoy último miércoles del frio y lluvioso invierno es la antesala del


miércoles de primavera y la procesión que se conoce como la del
Miercoles Santo. Procesión en la que se avanza caminando y son las
estaciónes penitenciales donde el fervor popular de nuestra isla hace que
toda ella se concentre en el barrio de Vegueta, porque en esa semana
todos somos Vegueteros en ésta centenaria tradición.

El encuentro no es sólo el encuentro de los distintos pasos en


nuestra plaza de Santa Ana con el canto del motete O vos Omnes sino el
encuentro de todos los presentes con la Pasión y Muerte de Jesús y con su
Madre, corredentora de todos los fieles. Nuestra procesión del Encuentro
se caracteriza por sustentarse en tres valores, el valor teológico, litúrgico y
antropológico. Valores que los cofrades enaltecen los trescientos sesenta
y cinco dias del año.

Sin ser un virtuoso de las letras, me he atrevido a escribir éste poema:


En ese recorrido centenario
la noche oscura
se templa en el silencio

El alisio que se cuela por


las calles adoquinadas,
y el volátil silbo aflautado
entre los balcones

Acompañan el sacro silencio


del respetuoso paso,
y sentir su dolor.

Madre mía
Quien pudo de la tristeza
hacer tanta perfección

llorando las lágrimas


ausentes en la talla
A la que imploramos

Madre mía
Quien espera en el madero
Quien espera tu mirada
Quien espera tu consuelo
La infinita quietud de la talla
Cobra vida en los caminantes

Madre mía
Y el cuerpo se eleva
la luna se asoma
entre las torres de Santa Ana
y al encuentro reverencia
Pero hoy no vamos a contar los dolores de la Virgen. Los siete
dolores los ponemos todos en uno y miramos, más que a los dolores, a la
Dolorosa: Beatae Mariae Virginis Perdolentis, la Bienaventurada Virgen
María Dolorosa o “Muy dolorosa”.

En el Stabat mater dolorosa, conmovedora meditación de la escena


del Calvario. En éste himno latino una de sus estrofas nos hace activos y
no sólo espectadores de la Madre de Dios en su dolor, y así poder decir y
recitar en el silencio de su contemplación «En pie deseo acompañarte
junto a la cruz, para unirme contigo en el llanto.»

En el llanto de los que no tienen voz, en los que son marginados, los
perseguidos, en los que acuden con hambre, con sed de justicia.

María al pie de la cruz es una escena de contemplación, escena de


piedad y de soberana grandeza. No es el dolor lo que se contempla, sino
algo sublime: la maternidad. ¿Puede haber algo en la tierra más grande
que esta maternidad, que aproxima a María al regazo divino?

A uno le agrada volver sobre el misterio de la propia madre, que en


la oración cotidiana supo encausar la ilusión, el consuelo y la virtud.
¿Quién es la madre?, piensa el corazón filial. La madre es aquella mujer
providencial que queda sumida en lo profundo de la estructura personal.

La madre que convive en nuestra casa, y que dia a dia va


desprendiéndose de su cuerpo y hace de su vida una entrega
incondicional en nuestros hijos, y con su ejemplo virtuoso, procura que
sean virtud en sus vidas.

Todos estamos llamados a ser santos y todas las madres están


llamadas a criar hijos santos para Dios. Ya lo dice San Agustín en las
confesiones
“Ella lloraba por mi muerte espiritual, Dios mío, con la fe que tú le habías
dado, y tú escuchaste su clamor. La oíste cuando ella con sus lágrimas
regaba la tierra ante tus ojos; ella oraba por mí en todas partes, y tú oíste
su plegaria… Sus preces llegaban a tu presencia, pero tú me dejabas
todavía volverme y revolverme en la oscuridad”.
“¿Cómo podía ser que tú desoyeras y rechazaras las lágrimas de la que mi
madre no te pedía oro ni plata ni bien alguno pasajero sino la salud
espiritual de su hijo, que era suyo porque tú se lo habías dado?”.
Dios te Salve María…

Unamuno en su Diario íntimo ya lo decía: “No basta ser moral, hay


que ser religioso; no basta hacer el bien, hay que ser bueno. Y ser bueno
es anonadarse ante Dios, hacerse uno con Cristo, y decir con él: no mi
voluntad, sino la tuya, Padre!”. La bondad es la mejor forma de ayuno en
ésta Cuaresma.

María queda constituida definitivamente como la Madre de la


Comunidad de Jesús. Madre con los gozos de la maternidad de Belén,
Madre, sobre todo, con el misterio de su silencio y oblación.

Como estos versos de Pablo García Baena que saco del


Arca de Lágrimas, para abrochar finalmente este pregón de mi alma.

¿Quién sois, Señora, que dejáis vuestra


casa sobre la cuesta?,
vuestro camarín de buganvillas y luces
y vais llorosa en noche de tambores
-otra vez los tambores, ahora en gloria fúnebre-,
Señora enlutada que camináis hacia los patíbulos?

El Madero se yergue sobre el monte


y pende a punto de caer el fruto bendito,
acorred, Señora de los ajusticiados.
El condenado grita en la noche: Padre.
No es a vos, humanísima, no divina,
amarga sólo y sólo en la amargura
entreabrís vuestros labios.

Y está la noche erizada de tambores,


cientos de años bajando en soledad
por el monte de la calavera,
vuestro manto empapado en el lodo y la sangre,
por siempre jamás, Madre del supliciado,
la voz encomendándole: Mujer, ahí está tu hijo,
el reo, el acusado, el hombre.
Otra vez los tambores anuncian la ejecución
junto a la tapia blanca,
Señora que acudís sola en vuestro sollozo,
las lagrimas lloviendo silenciosas.

Llagas de la tortura en las celdas,


fiebre de heridas en las sábanas coaguladas de los hospitales,
blanca hipnosis de luna sobre el crimen.
Rascan los tambores con el vuelo de las rapaces amarillas,
la quieta brasa de sus ojos brillando
sobre las osamentas de la guerra y el hambre,
y el vacilante abandono de la razón
cuando el dedo de infamia señala las tinieblas exteriores.

Sin duda estáis cansada en vuestro acuitamiento,


Señora que presides la noche de la necesidad,
escalera, lienzos, sepultura.
Vuestro pueblo os llama y a la vez -no callan los tambores-
brillan en vuestro corazón los cuchillos del abandono,
y florecen en vuestras manos los juncos marinos
de las espinas.

El férreo lirio sangriento de los clavos.


Señora que camináis al atardecer,
tras el cadáver rígido sobre el frío de la losa,
sobre la terca ceguera de los hombres
marcados como el rebaño con la señal del matadero,
Señora que volvéis los ojos
en la fatiga de la compasión
-velan aun, confusos los tambores-,
ayúdanos, Altísima.

Nuestra Señora de los Dolores de Vegueta, confortanos siempre en


nuestra vida y así acompañarte junto a la cruz, para unirme contigo en el
llanto.

Buenas noches y muchas gracias

Esteban José Pérez Alonso


Las Palmas de Grán Canaria 14 de Marzo de 2018

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