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relación epistolar entre estos dos hombres, dos reyes, uno del cetro y
otro del pincel, no emergiera una relación de fuerzas que se comparan
según modalidades todavía muy actuales. Y es esta actualidad lo que
nos ha impulsado a examinarlas otra vez como testigos de humanidad.
No es un juicio, que se refiere a la historia del arte, sino al aspecto so-
ciológico de una relación humana que nos parece desequilibrada por lo
que respecta a la interacción entre el dar y el recibir.
En primer lugar es necesario plantearse la cuestión de cuáles son las
cartas que Tiziano había escrito efectivamente y cuáles las que habían si-
do escritas por literatos de profesión que sabían dar la forma adecuada,
la que exigía la moda de la época, las diferencias de clase entre remiten-
te y destinatario, la cultura de quien escribe y de quien recibe, el tono del
contenido de la misiva y todo aquello que constituya una influencia ex-
terna. Hay siempre una forma, sustancia, marco y sujeto en una carta en
la que, quizás, la mano divina con el pincel del gran pintor Cadorino no
lo era otro tanto con la pluma si, como afirma Carlo Ridolfi, las cartas
oficiales de Tiziano fueron escritas al menos parcialmente por Pietro
Aretino (Arezzo 1492-1556) y por Giovanni Maria Verdizotti. Vasari
en su vida del Vecellio, no señala una eventual colaboración en este sen-
tido, y de haberla habido la habría conocido dada sus frecuentes visitas a
la casa de Tiziano en Venecia y en relación con Verdizotti. Sin embargo,
la similutud entre las cartas de Tiziano, entre el 1527 y el 1566, y las de
Aretino, apoyan la hipótesis de la colaboración. Puesto que esta teoría
no daña a ninguno puede considerarse, y vista como válida.
Estas cartas se presentan ajustadas a su tiempo, con una introduc-
ción extensa, llena de exaltaciones de las cualidades, la importancia
y el prestigio del destinatario, de quien se declara servidor muy hu-
milde o de quien se exaltan las grandes características. No se preten-
de mencionar a personajes ilustres con quien se tiene, o se pretende
tener familiaridad o gozar del favor, para llamar la atención del per-
sonaje que recibe la misiva. Este juego sutil, o red de juegos sutiles,
entre cosas dichas y no dichas, citadas a la mitad o las que sólo se de-
jan intuir, es un rasgo de la habilidad de un estilista literario. Un
ejemplo importante de este arte, que seguramente Tiziano no poseía,
son las cartas dirigidas por el artista al entonces príncipe Felipe de
España'. En la carta del 11 de octubre de 1552 3, que envía con una
1. VASAR!, Le vite dei pii4 eccellenti pittori, scultori ed architetti, Newton 1991,
pp. 1285-1297.
2. AA. VV., Tiziano, le lettere, Roma 1989, pp. 155 y ss. (n. 122, n. 124).
3. CAVALCASELLE-CROWE, t. II, pp. 172 y 178, nota. La obra es Santa Margherita,
recibida en 1552 y enviada a El Escorial en 1574, donde todavía se encuentra.
LAS CARTAS DE TIZIANO VECELLIO «CADORINO»... 513
Sólo algunos meses más tarde, en septiembre, enviará una larga misi-
va a Carlos V indicando que sus ministros no han previsto todavía pa-
garle lo que el emperador había establecido para él en Nápoles, Géno-
va y Milán. Con la misma fecha se encomienda por el idéntico motivo
al rey, enviándole la poesía de Venus y Adone. Las peticiones de pago
se repiten en las cartas a Carlos V de 1555. Sólo en mayo de 1556 Fe-
lipe II contestará a una carta del 7 de marzo de 1556 (no recibida). Le
agradece por las obras realizadas y se explaya insistiendo en la elec-
ción del embalaje y del camino para el transporte bajo la dirección del
embajador Francisco Vargas. No quiere que las obras se deterioren,
como ha pasado con el cuadro de Adone. Subrayo el hecho que Tizia-
no tenga que dedicarse personalmente a estas cosas, como si fuera un
servidor. Al final le pregunta sobre la cuantía del pago y sobre la can-
tidad pendiente de enviarle para su completa satisfacción. Firma de
autoridad YO EL REY, ritual. La carta en su conjunto no es amistosa,
ni muestra respeto hacia el artista al que estaba dirigida. Las fórmulas
de respeto impuestas por la etiqueta, sentidas por Tiziano, que conoce
profundamente su tiempo y su condición de artistay que para trabajar
tiene que gozar de la protección de los poderosos. Estos se encuentran
constantemente en el epistolario que se remonta a cincuenta años antes
y en las fórmulas que el artista utiliza con una insistencia que raya en
la monotonía, con la exaltación de su rey-protector, con declaraciones
de total dependencia y sumisión, intentando complacerlo enviándole a
España una gran cantidad de obras maestras... y pidiendo siempre lo
que le había sido prometido desde el lejano 1536, cuando todavía rei-
naba el emperador Carlos V.
Para obtener el pago de lo debido, su hijo Oracio fue a Milán, qui-
zás pasando también por Génova. Fue agredido por el escultor Leone
Leoni Aretino, qué quería robarle, y corrió el peligro de ser asesinado.
Refiriendo el asunto al rey —carta del 22 de diciembre de 1559— Ti-
ziano no utiliza fórmulas de cortesía, sino empieza con un seco «In-
victísimo, católico Rey». El artista cuenta detalladamente el asunto,
pide la condena del malvado ladrón y se despide con un sencillo «Hu-
mildemente recomendándome, le beso la Real y Católica mano». Es
quizás la carta más larga escrita al rey, de cuyo texto se trasluce el es-
panto de un padre por el atentado a la vida de su hijo, la indignación
por lo sucedido y la petición de una justa pena para el malhechor. El
24 de marzo de 15600 con una fórmula poco ceremoniosa: «Serenísi-
mo y Católico Rey» pide noticias de los cuadros enviados y cuenta
ñor goce mirándola. De todo esto da noticia en ocho líneas que podría-
mos definir jubilosas y al mismo tiempo angustiosas, a las que siguen
doce líneas de súplicas humillantes, donde declara la falta de liquida-
ción y «la grandísima necesidad en la que actualmente me encuentro,
consideraré que mi alma ha vuelto en este cuerpo afligido todo dedica-
do a su servicio». En esta fecha Tiziano tiene ochenta y ocho arios. Eso
explica la gran dificultad en el pintar, la angustia por su salud.
En la carta del 1 de agosto de 1571" Tiziano pregunta al Rey por
el cuadro que le había enviado, Lucrecia violada por Tarquinio 21 , y
del cual no tuvo la notificación de haber sido recibido: cuatro líneas y
otras quince solicitan humildemente lo que está pidiendo inútilmente
desde hace treinta años. Le recuerda que tiene ya noventa y cinco
años. Envía también dos estampas de la pintura del Beato Lorenzo. El
asunto será tratado otra vez en la carta del 18 de junio de 1572 a Juan
de Albornoz" y en la al Duque de Alba del 31 de octubre de 157323,
en la que le recuerda las expediciones precedentes, una Magdalena
penitente y una «Bellona» (Venus en el espejo), solicitando que le se-
an enviados los paños solicitados. Estó representa otro ejemplo de in-
solvencia de un ilustre señor. A Antonio Pérez", secretario de Felipe
II, Tiziano escribirá una larga carta de treinta líneas el 22 de diciem-
bre de 1574 25 . El tono es el de una carta comercial. Enumera una lar-
ga lista de obras que Tiziano había enviado a la corte de España a par-
tir de 1561. A pesar de la voluntad de seguir sirviendo a su señor «con
las débiles fuerzas» que le quedaban pide ser retribuido. El atreverse
a enviar una lista, como si quisiera enfrentar al insolvente con sus res-
ponsabilidad, manifiesta una creciente indignación por esa falta de
cortesía que había comenzado 50 años antes. Las obras son tantas que
no las recuerda todas y las enumera en desorden cronológico. En la
lista menciona las obras siguientes: «Venus con Adonis (1556), Calis-
to grávida de Júpiter (1561), Ateon llega inesperadamente al baño
(1561), Andrómeda atada a la piedra (1556), Europa conducida por
el toro (1562), Cristo en el Huerto de las oraciones, La tentación a
Cristo con la moneda por los judíos (1568), Christo en el sepulcro
(1561), La Santa María Magdalena (1561), Los tres Magos de Orien-
te (1561), Venus con Amor que le sujeta el espejo (1567), La desnuda
con el poeta y el sátiro (1567), La cena de Nuestro Señor (1564), El
martirio de San Lorenzo, y otros tantos que no me acuerdo, etc.».
La carta del 25 de diciembre de 1575" (¡raro modo de pasar el día
de la Navidad!) es casi una repetición de la anterior, del 22 de diciem-
bre de 1574, a Pérez con una nueva lista. Sabemos que fue recibida el
14 de febrero del 1576 por una anotación a la vuelta. Felipe II anota
«esto me acordaréis». Seguramente los tratos para concordar cualquier
cosa no estaban a punto de iniciarse las tratativas, cuando el 27 de fe-
brero de 1576 27 Tiziano escribe nuevamente al Rey una larga carta de
casi treinta líneas. Es la última misiva que Tiziano, el rey del pincel de
noventa y nueve años, escribe al Rey del Cetro, del poder militar y eco-
nómico. La dedicatoria se reduce a las siglas «S.C.R.M. tá». Se atreve a
escribirle conociendo su dignidad y para demostrarle cuánto le es afi-
cionado, y esto le da el valor de pedirle una gracia. Por última vez, le re-
cuerda cómo ha estado al servicio de la corte de España durante veinti-
cinco arios sin haber recibido cuanto correspondía. No duda de la
bondad del Rey y de su augusto padre pero, subraya por enésima vez,
que sus ministros o agentes de banco no ejecutan sus mandos. El ser pa-
gado será muestra de magnanimidad y que su trabajo ha sido de gusto.
Y ello lo ayudará a vivir con serenidad para servirlo aún. Firmado siem-
pre: «Muy Humilde y Devotísimo servidor Tiziano Veeellio».
El Rey del pincel muere exactamente seis meses más tarde al 27 de
agosto de 1576, a los noventa y nueve arios. De la documentación
guardada en el Archivo de Simancas no resulta que esta carta, esta última
apelación de Tiziano haya tenido jamás respuesta. Esta última petición es
la triste demostración de la indiferencia de las personas y de las insti-
tuciones respecto a acreedores cuya exigencia no ha sido satisfecha nun-
ca. Es la demostración de un crédito inestimable de un artista y del gran
débito moral que la humanidad tiene respecto al arte. Los tesoros que el
pincel de Tiziano habían donado a la corte de España parecen adquiridos
en una atmósfera de general arrear, que se hace cada vez más afanoso con
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526 LIANA BERTOLDI LENOCI
do una espléndida obra. Una obra que nos deja intuir el orgullo de un
gran espíritu, aunque pertenezca a un estado social preciso, determinado
por la jerarquía de los tiempos. Tiziano es plenamente consciente de vo-
lar muy alto, de sus geniales capacidades, del don divino que se des-
prende de sus obras y lo libran de cualquier encasillamiento jerárquico.
Esta total conciencia de sí mismo y de su arte se lee entre líneas, mien-
tras que las palabras con las que se dirige al rey son las de la persona sen-
cilla, de montaña, respetuosa y devota hasta el último momento de su vi-
da. Una devoción mal correspondida desde el momento que las
apelaciones de ayuda que Tiziano envía a Felipe II quedan en su mayo-
ría desoídas. Pocas y desoídas las respuestas diplomáticamente cómodas
y sembradas de largos silencios. Digno de nota el último silencio de cin-
co siglos. Tiziano ha muerto desoído y no recompensado por gran parte
de esas obras que le habían encargado. Hoy parte de las obras las alber-
ga este espléndido complejo del Escorial. Cuando miramos estas obras,
junto a la síndrome de Sthendal que pueden indudablemente suscitar,
deben conmovernos a la gratitud, porque aunque, involuntariamente, Ti-
ziano nos las ha donado y son un patrimonio de la humanidad. Esto es lo
que las cartas nos han contado y por eso este aspecto es una parte de la
historia de la pintura presente en este extraordinario monasterio.
Como ya he dicho en el exordio, no es una historia histórico-artísti-
ca o histórico-estética, sino una humana y moral, la historia del encuen-
tro-enfrentamiento entre dos reyes, uno de los que resulta gravemente
insolvente. Pero al gran rey Felipe II le perdonamos con mucho gusto el
no haber honrado sus empeños de deudor respecto del otro tanto gran
pintor Cadorino. Entre el gran rey de España y el gran rey del pincel
existen lazos indisolubles de recíproca interdependencia que, seguro,
resulta ser asimétrica bajo el perfil económico-financiero. De todas for-
mas, el desequilibrio entre los dos sobrepasa el aspecto sólo material,
aunque dramático para Tiziano, porque sale del área del patrimonio de
obras y de bienes artísticos entregados a la historia y a la humanidad.
Bajo este aspecto, el desequilibrio de relación entre las dos grandes per-
sonalidad no es necesariamente a desventaja de Tiziano. Frente a la his-
toria y frente a toda la humanidad, Felipe II queda siempre el Rey sin el
cual Tiziano no habría creado las obras maestras que hoy admiramos en
El Escorial. Los incumplimientos del rey se transforman entonces en
pobre cosa si, a pesar de todo, el genio creador del excelente Cadorino
ha tenido modo para expresarse. Como consecuencia, perdonamos a
Felipe II sus incumplimientos contractuales respecto a Tiziano, más
bien sobre todo le estamos agradecidos por haber contribuido a favore-
cer la realización de las obras maestras de la madurez.