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Las cartas de Tiziano Vecellio

«Cadorino» al Rey Felipe II de España

Liana BERTOLDI LENOCI


Universidad de Trieste,
Centro Recerche Sioria
Religiosa im Puglia
Italia
En esta relación no se pretende aportar contribuciones a los estu-
dios sobre la pintura del siglo XVI en general, o sobre la de Tiziano en
particular. No soy una historiadora del arte, sino una historiadora que
conoce la tierra de origen de Tiziano Vecellio, el «Cadore», que lo ha
llegado a conocer como conoce profundamente la tierra tanto su am-
biente que como el carácter de las personas. He querido revisar la co-
rrespondencia entre Tiziano Vecellio Cadorino —Vasari lo llamaba
también Tiziano Vecellio del Cadore— y Felipe II de España, no sólo
para verificar cuándo, de qué manera y qué cuadros fueron enviados
al Escorial, sino más bien para intentar comprender con qué espíritu
y ánimo este gran maestro se ha relacionado con el gran Rey de Es-
paña, y este último con el maestro italiano. También esto es una par-
te de la historia de los cuadros expuestos en El Escorial, queridos y
realizados por estos hombres. Una historia que no es sólo artística y
estética, sino también humana y social, con una implicación íntima y
privada, sobre todo si la investigamos a través de la correspondencia
la cual se puede considerar como un espejo material de relaciones,
sentimientos, y de todo aquello que un alma quiere explicar a otra.
El género literario epistolar tiene una historia antiquísima que se de-
sarrolla a lo largo de la evolución de la civilización y la cultura en unas
maneras/modos peculiares y diferentes, y que deriva de los lugares y de
los momentos histórico-culturales que el género representa. El epistola-
rio de Tiziano responde a estas características generales a las cuales,
obviamente, se añaden las particularidades dictadas por la cultura de
quien escribe, por su sensibilidad, por las reglas que la sociedad le im-
pone, por la moda, por el bon ton de la época en las relaciones epistola-
res. Por último, y en este caso peculiarmente, es fundamental el desti-
natario de la misiva, Tiziano Vecellio escribe a un Rey; escribe a Felipe
II de España, escribe a un rey muy especial, el más importante en el
mundo católico, con un prestigio moral, militar y económico inmenso
en Europa y en el Nuevo Mundo (en el siglo xvi). Leer estas cartas nos
permite abrir una ventana para mirar un mundo lejano en el tiempo que
lo podríamos considerar definitivamente transcurrido y acabado si en la
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relación epistolar entre estos dos hombres, dos reyes, uno del cetro y
otro del pincel, no emergiera una relación de fuerzas que se comparan
según modalidades todavía muy actuales. Y es esta actualidad lo que
nos ha impulsado a examinarlas otra vez como testigos de humanidad.
No es un juicio, que se refiere a la historia del arte, sino al aspecto so-
ciológico de una relación humana que nos parece desequilibrada por lo
que respecta a la interacción entre el dar y el recibir.
En primer lugar es necesario plantearse la cuestión de cuáles son las
cartas que Tiziano había escrito efectivamente y cuáles las que habían si-
do escritas por literatos de profesión que sabían dar la forma adecuada,
la que exigía la moda de la época, las diferencias de clase entre remiten-
te y destinatario, la cultura de quien escribe y de quien recibe, el tono del
contenido de la misiva y todo aquello que constituya una influencia ex-
terna. Hay siempre una forma, sustancia, marco y sujeto en una carta en
la que, quizás, la mano divina con el pincel del gran pintor Cadorino no
lo era otro tanto con la pluma si, como afirma Carlo Ridolfi, las cartas
oficiales de Tiziano fueron escritas al menos parcialmente por Pietro
Aretino (Arezzo 1492-1556) y por Giovanni Maria Verdizotti. Vasari
en su vida del Vecellio, no señala una eventual colaboración en este sen-
tido, y de haberla habido la habría conocido dada sus frecuentes visitas a
la casa de Tiziano en Venecia y en relación con Verdizotti. Sin embargo,
la similutud entre las cartas de Tiziano, entre el 1527 y el 1566, y las de
Aretino, apoyan la hipótesis de la colaboración. Puesto que esta teoría
no daña a ninguno puede considerarse, y vista como válida.
Estas cartas se presentan ajustadas a su tiempo, con una introduc-
ción extensa, llena de exaltaciones de las cualidades, la importancia
y el prestigio del destinatario, de quien se declara servidor muy hu-
milde o de quien se exaltan las grandes características. No se preten-
de mencionar a personajes ilustres con quien se tiene, o se pretende
tener familiaridad o gozar del favor, para llamar la atención del per-
sonaje que recibe la misiva. Este juego sutil, o red de juegos sutiles,
entre cosas dichas y no dichas, citadas a la mitad o las que sólo se de-
jan intuir, es un rasgo de la habilidad de un estilista literario. Un
ejemplo importante de este arte, que seguramente Tiziano no poseía,
son las cartas dirigidas por el artista al entonces príncipe Felipe de
España'. En la carta del 11 de octubre de 1552 3, que envía con una
1. VASAR!, Le vite dei pii4 eccellenti pittori, scultori ed architetti, Newton 1991,
pp. 1285-1297.
2. AA. VV., Tiziano, le lettere, Roma 1989, pp. 155 y ss. (n. 122, n. 124).
3. CAVALCASELLE-CROWE, t. II, pp. 172 y 178, nota. La obra es Santa Margherita,
recibida en 1552 y enviada a El Escorial en 1574, donde todavía se encuentra.
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obra que «he juzgado digna de comparar con la presencia de Vuestra


Alteza.. .Y así nuestro Señor Dios mire y haga prosperar la muy alta
y muy poderosa persona y estado de Vuestra Alteza... Servidor de
Vuestra Alteza que besa su pies». Éste es un gesto de total sumisión.
Algunas de estas reglas, como por ejemplo las formas de saludo per-
manecerán casi inalteradas a su vez en las cartas, donde Aretino no
intervino. A pesar de todo nos parece, como sostiene también Erica
Tietzte-Conrat 4, que frases tan elaboradas y conceptos tan retorci-
dos, como «el soberano podría ver reflejadas sus virtudes pintadas en
el corazón del artista», no pertenecen a Tiziano sino a un precursor
de ciertos barroquismos literarios usados por profesionales.
Este tipo de examen se adapta a casi todas las cartas de Tiziano has-
ta 1566, aunque en algunos casos las circustancias que dan lugar a la
carta, o la celeridad, imponen a Tiziano mayor concisión y abandono
de las reglas rituales demasiado elaboradas. A nosotros nos parece más
coherente con su personalidad y carácter de hombre de la montaña, na-
cido en este enclave estratégico desde época prerromana, situado en
un espolón en la confluencia entre el río Piave y el torrente Boite. La
posición de su antiquísimo castillo defensivo, antiguo castrum ahora
destruido, permitía dominar desde lo alto el valle del Piave hacia el sur
y un gran trecho de su curso hacia el noroeste. Permitía una buena vi-
sibilidad del valle del Boite hacia el noroeste. De hecho, la llegada de
enemigos se podía controlar desde tres puntos cardinales, mientras que
el cuarto estaba y está obstaculizado por montañas casi impracticables.
La estructura económica del lugar era más bien pobre, basándose en
actividades agrícolas, pastorales y forestales practicables sólo durante
el verano. La comunicación era reducida, sino cerrada en los meses de
invierno. Vasari nos informa que la familia Vecellio era una de las fa-
milias nobles del lugar. Pero tenemos que aclarar el sentido del térmi-
no en el contexto local. Por nobles Vasari entiende no la nobleza titu-
lada, sino personas acomodadas, notables por censo, ya que eran
propietarios de bosques muy importantes para el comercio de la made-
ra, sobre todo con Venecia, que la utilizaba en sus arsenales 5.

4. TIETZE-CONRAT, F., «Titian as a letter writer», en The Art Bulletin, junio


de 1944, vol. XXVI, n.° 2.
5. Los bosques de estas zonas estaban administrados por la "Comunidad" según
antiquísimos reglamentos escritos y aprobados por los Regalieri, los jefes de familia
locales. Tales reglas, o «landi» datan del siglo xiii y, hoy, actualizadas, siguen vi-
gentes. Es interesante conocer las modalidades del transporte de la maderada. Los
troncos eran confiados a los ríos que confluyen en el Piave, y desde la alta montaña
llegaban a Venecia guiados por balsas. Los hombres encargados de este trabajo,
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En 1480, antes del descubrimiento de América, cuando Tiziano Ve-


cellio nació en Piave di Cadore, había vivido en esta realidad pobre,
avara y estrecha y seguramente percibió muy pronto el concepto de
parsimonia, de ahorro y el valor del dinero, que costaba siempre mucho
ganar. El Cadore, puede ser pródigo con él sólo en gloriosos paisajes
durante todas las estaciones, en increíbles luminosidades e iridiscencia:
reverberos de luces intensas que desde los glaciares perennes se refrac-
tan con luz extraordinaria sobre el verde de los prados o el candor de la
nieve. El niño Tiziano, que a los diez arios, deja este mundo matizado y
luminoso para ir a estudiar a Venecia, tenía que saber muy poco de le-
tras, ya que quizás había ido sólo a la escuela de su casa.
Por su predisposición a la artes decorativas fue asignado al taller de
Giambellino, que utilizaba la copia natural llevada más tarde a la per-
fección, sin dibujo previo. Tenemos que imaginar así a este niño de diez
años, que procedía de un magnífico pueblo con montañas luminosas y
abierto, obligado ahora a vivir en una ciudad como Venecia, espléndida
por sus transparencias nacaradas de albufera, pero melancólica, poco
solar. Quizás un hilo de tristeza, melancolía y nostalgia de este mundo
de fábula perdido nunca le abandonó: nos parece leer todo esto también
en sus retratos, en su rostro descarnado, orgulloso; en su mirada severa,
en el porte seguro, pero triste. Mientras que la nostalgia por su Cadore
aparecía constantemente en su obra. Nos parece percibirla en la repro-
ducción en algunas secciones de sus lienzos del Roccolo, es decir, el
promontorio donde estaba ubicada la fortaleza de Piave (ej., la obra
acabada en 1537 por Tiziano, Las batallas del Cadore) visto desde la
antigua carretera romana que sigue la planicie a lo largo del Piave. El
mismo monte se distingue desde la ventana que sirve de fondo al retra-
to de Isabel de Portugal (1537). Aquí incluso cambia el punto de obser-
vación: el castillo aparece en primer plano dominado por el monte Roc-
chetta. Siempre sus montañas, no sólo como figuración, constituyen el
fondo del retrato de Carlo Ve Isabel (1548), mientras que el valle del
Piave, con las divagaciones del río, se recorta en el retrato ecuestre de
Carlo V del 1548 6, y aún esas montañas aparecen en el cuadro de Venus
y Adone (1553). La naturaleza arbórea y floreal, exuberante de la Mag-

fatigoso y muy peligroso, se llamaban balseadores y estaban reunidos en cofradías.


La toponimia registra la historia de estas cofradías. A lo largo del Piave, sobre todo
en los meandros del río donde la maderada se encallaba y se llevaba de nuevo otra vez
al centro de la corriente fluvial con dificultad, hay lugares y caminos «de los Balseado-
res». Cfr. AA. VV., L'incontro Zattieri-Piave, Europa, Belluno 1987.
6. Carlos V nombró caballero a Tiziano en 1533, con una renta anual que no fue re-
tribuida/cumplida insoluta porque seguirá siendo reclamada hasta la muerte del artista
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dalena penitente (1561), de la Oración en el Huerto (1559-1562), de


Nuestra señora con Niño (1561); en Diana y Ateone (1559) . El Rocco-
lo domina a contraluz en la Venus del Prado (1540).
Los años transcurren pero el pueblo natal estaba siempre presente
en al alma de Tiziano y lo representaba continuamente en su trabajo de
estudio encerrado entre paredes, donde el artista inventa una luz que
no existe. Una luz que irá adquiriendo una tonalidad cada vez más os-
cura con el pasar de los años y con el entristecerse del humor atormen-
tado por la edad, por los achaques y por las preocupaciones económi-
cas jamás resueltas. Éste es el niño, el joven, el hombre maduro, y
después el anciano que escribirá, continuamente a Felipe II de España,
sucesor de Carlos V, como mecenas. La colección de cartas de Tiziano
que hemos utilizado está compuesta por 201 publicadas, de las que un
gran número están dirigidas a Felipe II. Parece que las misivas están
estructuradas de manera casi siempre idéntica, según el modelo suge-
rido al principio por Aretino y después por Verdizotti'. Las fórmulas
de obsequio, indispensables y rituales, el excusarse humildemente por
la osadía de escribir, el asegurarse que cada deseo es una orden que se-
rá puntualmente satisfecha, forman parte de reglas casi siempre obser-
vadas, impuestas por una moda epistolar que reflejaba claramente,
consolidándolas, las posiciones jerárquicas. El poder económico, asi-
milado en el poder que la autoridad real reflejaba, es una constante de
este epistolario y es el elemento que irá desplegándose en las cartas de
Tiziano a Felipe II desde el inicio de los años cincuenta hasta su última
misiva, en la que el sentido del dinero, enraizado en el pequeño cado-
rino enviado a estudiar a Venecia, no sólo permanece inalterado, sino
que se acrecienta en el Excelente Viejo Cadorino en dificultad econó-
mica. Dificultades reales verdaderas, que su dignidad de persona de
montaña nunca le habría permitido inventar.
Nos parece importante la carta del 11 de octubre de 1552, con la
que Tiziano envía una obra que considera «digna de aparecer al alta
presencia de Vuestra Majestad», por sus fórmulas de obsequio inicial.
Transmitida la noticia, la fórmula de despedida repite el obsequio de-
bido sometiendo al poderoso a la única entidad que lo sobrepasa, Dios.
De hecho escribe: «Así nuestro señor, Dios mire y prospere la muy al-
ta y muy poderosa persona y Estado de vuestra Alteza con toda felici-
dad y prosperidad según lo que el muy devotísimo servidor de Vuestra
Alteza Tiziano desea». Alta presencia al comienzo del texto; «muy al-
ta y muy poderoso» al final. Dos tercios de la carta están dedicados a

7. AA. VV., 7iziano, le lettere, Roma 1989.


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las fórmulas de obsequio. Felipe II contestará un año después, muy


brevemente, utilizando la fórmula que se hará recurrente: «que es cosa
de vuestra mano». En el agradecimiento se indica también un pago
que resulta ser de 500 ducados. La carta de Venecia del 23 de marzo de
1553 8 nos parece también importante, porque quizás sea la primera,
en la que Tiziano recuerda a su Rey su ancuanidad. Estamos al final de
un invierno veneciano seguramente frío y húmedo; Tiziano tiene se-
tenta y tres años. Por primera vez, aunque sea en una fórmula de obse-
quio, lo evidencia y se lo recuerda al rey: «Tuve la carta (actualmente
perdida) de Vuestra Alteza del 12 de diciembre, tan cariñosa y tanto fa-
vorable, que siendo viejo me he vuelto joven, de modo que V. Al. ha
obrado el milagro en mí». Sigue escribiendo aún: «...pero no es mara-
villa cuando no es otra cosa el gran ser de V. Al., y de todas sus accio-
nes a quien deseo tanto atender, que sólo por eso apreciaré la vida ya
dedicada y consagrada a V. Al. Y así no me puede salir ni por la boca
ni por el corazón si no el gran Rey Felipe mi Soberano. Beso los pies
de V. Al. A quien Dios guarde por infinitos años y me concede de ver
antes de que me muera». Sabemos que ni lo verá ni obtendrá respues-
ta de él. Evidentemente, a pesar de que los visitantes del taller de Ve-
cellio lo describieran aún como fuerte y eficiente, el numeroso trabajo
y las preocupaciones pesaban sobre su vejez. En esta carta, con la me-
táfora atrevida que una carta de su rey le ha rejuvenecido, por la pri-
mera vez recuerda, a quien compete, su edad. La respuesta del rey lle-
gará el 12 de diciembre de 1552: rápida, concisa. Especifica que los
cuadros son dos, se repite la frase «que son como cosas de vuestra ma-
no». Si tiene algún otro deseo lo debe referir a Don Juan Benavides.
Sólo dos años después, según una datación actual —la primavera o
el verano de 1554 9— Tiziano, con una carta que revela gran oficio,
agradece a Felipe II que: «Del embajador Cesáreo obtuve un don más
conforme a la grandeza vuestra que a los pequeños méritos míos. Todo
esto me fue por muchos aspectos caro, pero mucho más porque para
un pobre devoto es gran riqueza el ser muy estimado por su señor». La
imagen retórica se amplía y profundiza con una declaración ulterior de
dedicación total: «Yo encontrándolo querría poder retratar la imagen
de mi corazón, desde hace tiempo consagrado a Vuestra Alteza, por-
que Vuestra Majestad viera en más perfecta parte esculpida la imagen
de su valor». Declara que está preparando otras obras para su señor,
«pues que de mi árida tierra frutos más nobles no pueden provenir».

8. AA. Vv., o.c., p. 158.


9. AA. VV., 0.C., carta n. 130, p. 165.
LAS CARTAS DE TIZIANO VECELLIO «CADORINO»... 517

Sólo algunos meses más tarde, en septiembre, enviará una larga misi-
va a Carlos V indicando que sus ministros no han previsto todavía pa-
garle lo que el emperador había establecido para él en Nápoles, Géno-
va y Milán. Con la misma fecha se encomienda por el idéntico motivo
al rey, enviándole la poesía de Venus y Adone. Las peticiones de pago
se repiten en las cartas a Carlos V de 1555. Sólo en mayo de 1556 Fe-
lipe II contestará a una carta del 7 de marzo de 1556 (no recibida). Le
agradece por las obras realizadas y se explaya insistiendo en la elec-
ción del embalaje y del camino para el transporte bajo la dirección del
embajador Francisco Vargas. No quiere que las obras se deterioren,
como ha pasado con el cuadro de Adone. Subrayo el hecho que Tizia-
no tenga que dedicarse personalmente a estas cosas, como si fuera un
servidor. Al final le pregunta sobre la cuantía del pago y sobre la can-
tidad pendiente de enviarle para su completa satisfacción. Firma de
autoridad YO EL REY, ritual. La carta en su conjunto no es amistosa,
ni muestra respeto hacia el artista al que estaba dirigida. Las fórmulas
de respeto impuestas por la etiqueta, sentidas por Tiziano, que conoce
profundamente su tiempo y su condición de artistay que para trabajar
tiene que gozar de la protección de los poderosos. Estos se encuentran
constantemente en el epistolario que se remonta a cincuenta años antes
y en las fórmulas que el artista utiliza con una insistencia que raya en
la monotonía, con la exaltación de su rey-protector, con declaraciones
de total dependencia y sumisión, intentando complacerlo enviándole a
España una gran cantidad de obras maestras... y pidiendo siempre lo
que le había sido prometido desde el lejano 1536, cuando todavía rei-
naba el emperador Carlos V.
Para obtener el pago de lo debido, su hijo Oracio fue a Milán, qui-
zás pasando también por Génova. Fue agredido por el escultor Leone
Leoni Aretino, qué quería robarle, y corrió el peligro de ser asesinado.
Refiriendo el asunto al rey —carta del 22 de diciembre de 1559— Ti-
ziano no utiliza fórmulas de cortesía, sino empieza con un seco «In-
victísimo, católico Rey». El artista cuenta detalladamente el asunto,
pide la condena del malvado ladrón y se despide con un sencillo «Hu-
mildemente recomendándome, le beso la Real y Católica mano». Es
quizás la carta más larga escrita al rey, de cuyo texto se trasluce el es-
panto de un padre por el atentado a la vida de su hijo, la indignación
por lo sucedido y la petición de una justa pena para el malhechor. El
24 de marzo de 15600 con una fórmula poco ceremoniosa: «Serenísi-
mo y Católico Rey» pide noticias de los cuadros enviados y cuenta

10. AA. Vv., o.c., pp. 191-92.


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otra vez el episodio de Milán, despotricando contra Leoni, pidiendo


otra vez justicia. No sabemos lo que sucedió después.
Tenemos que llegar a la carta del 2 de abril de 1561 para encontrar
una notación jubilosa en las palabras del gran maestro. Escribe que una
carta del Delfín lo informa de que las obras enviadas han sido de su
gusto. Sigue: «De lo cual he tomado esa alegría, que deriva del deseo
que yo tengo de servirle, estimando grandísima felicidad que mis cosas
le gusten a tan gran Rey». Tan bonita e importante noticia, sin embargo,
guardaba una pizca de rencor. Tiziano agradece al Rey los dos mil es-
cudos que tres años antes había mandado que le pagaran. Contando con
ello, Tiziano había comprado una casa que se vió obligado a vender
porque el dinero de España pagadero en Génova nunca llegó. Envía un
lienzo El llanto de la Magdalena con la esperanza de que conmueva al
Rey inclinándolo. Esta penosa y humillante cuestación se hace cada
vez más dolorosa porque el avanzar de los años aumenta las necesida-
des, encuentra poco sensible al gran Rey. En la carta que Tiziano fecha
26 de abril de 1562", que acompaña al Cristo en el Huerto y la «poe-
sía» Europa llevada por el Toro, cuadros con los que concluye la serie
que le había sido encargada, escribe: «... cuando yo sabré, como espero,
que estas mis fatigas sean merecedoras de su mejor juicio y gracia, si-
milarmente consagraré lo que queda de mi vida, que avanza, a obse-
quiar enseguida a Vuestra Católica Majestad con algunas de mis nuevas
pinturas, y que la fatiga de mi pincel le proporcione esa satisfacción que
yo deseo y que merece la grandeza de tan gran Rey».
En esta época Tiziano ya tiene más de ochenta arios. El 28 de julio
de 1563 12, la noticia de la victoria de Felipe II sobre los turcos y Orán
ofrece la ocasión a Tiziano de felicitarse por su éxito con una larga car-
ta destinada a recordarle su devoción. Devoción que corrobora infor-
mándole ciue ha pintado para él «un tema histórico de devoción», es
decir, la Ultima Cena, que enviará cuanto antes. Además, se atreve
aclarar que es el cuadro más laborioso que jamás ha hecho (su superfi-
cie es de siete brazos por más de cuatro). Dada la edad, es más que
comprensible el esfuerzo realizado. Más de un tercio de la carta es una
súplica a «Vuestra Majestad» para que le «conceda la gracia» de poder
«haber consolación y obtener los frutos de ese negocio de trigo de Ná-
poles, ya hace mucho tiempo concedida por la gloriosa memoria de
César su Padre (¡ 1536!)..., de las cuales ya hace más de cuatro años
que yo no he cobrado ni un dinero para que... yo pueda sustentarme en

11. AA. VV., 0.C., p. 212.


12. AA. VV., 0.C., p. 218.
LAS CARTAS DE TIZIANO VECELLIO «CADORINO»... 519

esta mi última vejez, mientras me esfuerzo por vivir felizmente y pro-


longar los términos de la muerte sólo para servir a mi Señor». Enési-
ma, y seguro no la última, referencia a su poderoso Rey como mece-
nas; humilde y servil lamento por no haber recibido desde hacía años
lo que le es debido. La culpa del retraso y de los contratiempos fue la
mala suerte, la burocracia, los funcionarios perezosos, avaros y que no
cumplen con su deber, nunca del «munífico» señor. Tiziano Vecellio,
el rey del pincel entre los pintores de la corte de España, envejece en la
indigencia esperando que lo paguen. Dado que no ha recibido ninguna
respuesta después del envío de unos cuadros y de sus cartas, el 23 de
diciembre de 1563 escribe otra vez pidiendo noticias sobre lo ya en-
viado y pidiendo muy humildemente ayuda. Casi tres meses después,
en marzo de 1564, el Rey contesta a su misiva que acompañaba a la
Última cena y promete enviar el dinero que había sido convenido.
De tan extrañas, parecen inconcebibles que las órdenes reales a tal
propósito no hayan sido ejecutadas en más de 30 años. Esta falta de
cortesía, de respeto hacia un viejo, hacia un gran artista, ¿cómo se ex-
plica? Tiziano ahora escribe cartas corteses pero sin demasiadas su-
perficialidades, sobrias y breves, con fórmulas concisas. He pintado
como un rey una cosa digna de un Rey; la magnificencia del soberano
hallará la justa recompensa. La mentalidad llana, directa, práctica del
hombre de montaña que se ha vuelto gran artista, se inclina ante el so-
berano con esas fórmulas rituales pretendidas por la moda, pero que a
pesar de todo expresan con claridad lo que quiere y, entre líneas, de-
jan translucir la desilusión, la angustia y también la indignación por
esta conducta ofensiva de su dignidad de hombre y de artista. El 5 de
agosto de 15643 informa que la Cena ha sido acabada; nueve líneas
de introducción, veintitrés para pedir lo debido. Como ya he dicho
antes, con el paso del tiempo todo perjudica a Tiziano, cada vez más.
En la parte conclusiva escribe: «Estoy seguro, Clementísima Majes-
tad, que si Vuestra Majestad supiera mi pena, su infinita piedad se
movería a compasión y me mostraría su singular benevolencia en-
viándome lo que se me adeuda, que nunca me pagáis cosa alguna». Si
calculamos qué tupida red de bancos, banqueros, prestamistas cubrí-
an Europa y con qué facilidad eran satisfechas las exigencias de las
cartas de créditos, resulta incomprensible la indolencia, la pereza de
no hacer el propio deber, obedeciendo a órdenes reales, de embajado-
res y cuantos estaban encargados de los asuntos económicos en las
plazas de Nápoles, capital del virreino, Génova y Milán.

13. AA. VV., 0.C., p. 228.


520 LIANA BERTOLDI LENOCI

Al ario siguiente, el 28 de julio de 1565 14, con una muy sobria


apertura, «Poderosísimo e Invictísimo Rey», Tiziano indica que la
plaza de Milán, liquidándole viejas deudas, ha retenido lo correspon-
diente a muchos arios. Además, le han hecho daño por un negocio de
arroz que le ha costado una perdida de cien ducados. Pide que el go-
bernador de Milán le indemnice por los daños sufridos, por lo menos
para asegurarle la serenidad necesaria para seguir sirviendo a su Ma-
jestad. Cierra la misiva con una buena noticia: informa que está aca-
bando el Martirio de San Lorenzo 15 para El Escorial. Resumiendo
amargamente, Tiziano se humilla, mendiga la recompensa prometida
y debida como un servidor, y gran señor del pincel, y comunica al
Rey el cumplimento de una de sus obras maestras. La obra ha sido
completada con retraso por su avanzada edad, tardanza que no hizo
posible el envío porque, entre tanto, acaecío la muerte del embajador
Hernando García. Deberá esperarse el nuevo nombramiento. Se ofre-
ce para satisfacer los deseos del Rey: pintar una serie de cuadros so-
bre la vida de San Lorenzo 16 • Es probable que no lo hayan tomado en
consideración porque ya lo juzgaban demasiado viejo. Ya no servía.
Tiziano desea dedicar el resto de la vida que le queda para satisfacer
a Su Majestad. A todo esto le dedica dieciséis líneas respetuosas, a las
que siguen veinticuatro de petición de pago, en las que se subrayan las
dificultades que la edad le causa, los gastos soportados para pagar los
regalos. Para excusarse añade al San Lorenzo la espléndida Venus en el
espejo 17, por él definida Venus desnuda. Se despide con la fórmula de
rito: «le beso las católicas manos». El 26 de octubre de 1568" el artista
informa al Rey que le ha enviado «la pintura de Nuestro Señor con el
fariseo que le enseña la moneda» (la pintura se llama El tributo) '9. An-
ticipa una segunda pintura que define de gran fatiga y desea que su se-

14. AA. VV., 0.C., p. 230.


15. El cuadro, empezado a mediados de 1564, fue visto por Vasari en el taller de
Tiziano en 1566, mientras el maestro lo pintaba.
16. Tiziano no trabajó en la serie de once cuadros sobre la vida de San Lorenzo.
La serie fue seguida por Bartolomeo Carducho. Hasta hace poco estaba guardada en
el claustro superior del Escorial en malas condiciones.
17. El 22 de diciembre de 1574, Tiziano envió a Antonio Pérez una memoria se-
gún la cual el lienzo representa a Venus que se mira en el espejo sujetado por Amor.
Baroqui, p. 147, lo considera desaparecido de las colecciones reales, después de la
invasión napoleónica.
18. AA. VV., 0.C., pp. 252-253.
19. La obra fue entregada por Felipe II a El Escorial en 1574 y el padre Sigüen-
za la vio en la sacristía. Giuseppe Buonaparte la donó al mariscal Soult. En 1852 fue
vendida a París y hoy se encuentra en la National Gallery de Londres, n. 224.
LAS CARTAS DE TIZIANO VECELLIO «CADORINO»... 521

ñor goce mirándola. De todo esto da noticia en ocho líneas que podría-
mos definir jubilosas y al mismo tiempo angustiosas, a las que siguen
doce líneas de súplicas humillantes, donde declara la falta de liquida-
ción y «la grandísima necesidad en la que actualmente me encuentro,
consideraré que mi alma ha vuelto en este cuerpo afligido todo dedica-
do a su servicio». En esta fecha Tiziano tiene ochenta y ocho arios. Eso
explica la gran dificultad en el pintar, la angustia por su salud.
En la carta del 1 de agosto de 1571" Tiziano pregunta al Rey por
el cuadro que le había enviado, Lucrecia violada por Tarquinio 21 , y
del cual no tuvo la notificación de haber sido recibido: cuatro líneas y
otras quince solicitan humildemente lo que está pidiendo inútilmente
desde hace treinta años. Le recuerda que tiene ya noventa y cinco
años. Envía también dos estampas de la pintura del Beato Lorenzo. El
asunto será tratado otra vez en la carta del 18 de junio de 1572 a Juan
de Albornoz" y en la al Duque de Alba del 31 de octubre de 157323,
en la que le recuerda las expediciones precedentes, una Magdalena
penitente y una «Bellona» (Venus en el espejo), solicitando que le se-
an enviados los paños solicitados. Estó representa otro ejemplo de in-
solvencia de un ilustre señor. A Antonio Pérez", secretario de Felipe
II, Tiziano escribirá una larga carta de treinta líneas el 22 de diciem-
bre de 1574 25 . El tono es el de una carta comercial. Enumera una lar-
ga lista de obras que Tiziano había enviado a la corte de España a par-
tir de 1561. A pesar de la voluntad de seguir sirviendo a su señor «con
las débiles fuerzas» que le quedaban pide ser retribuido. El atreverse
a enviar una lista, como si quisiera enfrentar al insolvente con sus res-
ponsabilidad, manifiesta una creciente indignación por esa falta de
cortesía que había comenzado 50 años antes. Las obras son tantas que
no las recuerda todas y las enumera en desorden cronológico. En la

20. CAVALCASELLE-CROWE, t. II, pp. 383-84.


21. Al inicio de 1800 el cuadro se vendió en Inglaterra. Fue donado por un pri-
vado al Museo Fitzwilliam di Cambridge en 1918, donde todavía está guardado.
22. Publicado en Documenti e rice rche, II, «Tiziano e la Corte di Spagna», en
los documentos del Archivo General de Simancas, Instituto Italiano de Cultura, Ma-
drid 1975.
23. AA. VV., o.c., pp. 260-261.
24. Antonio Pérez gozaba totalmente del favor del Rey y el consejo de los Diez de-
cidió donarle dos grandes obras de Tiziano, de las que la primera trataba un tema religio-
so, la segunda enseñaba algunas leyendas bonitas. Cfr. MOCENIGO, A., «Chronique véni-
tienne du passé», en Gazette de Beaux-Ans, t. I, 1859, pp. 78-79. El segundo tema todavía
no ha sido identificado, mientras que se supone que el primero trate de una Deposición en
el sepulcro, guardado en el Prado desde 1839, n. 441, y procedente del Escorial.
25. CAVALCASELLE-CROWE, t. II, pp. 397-400. AA. VV., o.c., pp. 270-71.
522 LIANA BERTOLDI LENOCI

lista menciona las obras siguientes: «Venus con Adonis (1556), Calis-
to grávida de Júpiter (1561), Ateon llega inesperadamente al baño
(1561), Andrómeda atada a la piedra (1556), Europa conducida por
el toro (1562), Cristo en el Huerto de las oraciones, La tentación a
Cristo con la moneda por los judíos (1568), Christo en el sepulcro
(1561), La Santa María Magdalena (1561), Los tres Magos de Orien-
te (1561), Venus con Amor que le sujeta el espejo (1567), La desnuda
con el poeta y el sátiro (1567), La cena de Nuestro Señor (1564), El
martirio de San Lorenzo, y otros tantos que no me acuerdo, etc.».
La carta del 25 de diciembre de 1575" (¡raro modo de pasar el día
de la Navidad!) es casi una repetición de la anterior, del 22 de diciem-
bre de 1574, a Pérez con una nueva lista. Sabemos que fue recibida el
14 de febrero del 1576 por una anotación a la vuelta. Felipe II anota
«esto me acordaréis». Seguramente los tratos para concordar cualquier
cosa no estaban a punto de iniciarse las tratativas, cuando el 27 de fe-
brero de 1576 27 Tiziano escribe nuevamente al Rey una larga carta de
casi treinta líneas. Es la última misiva que Tiziano, el rey del pincel de
noventa y nueve años, escribe al Rey del Cetro, del poder militar y eco-
nómico. La dedicatoria se reduce a las siglas «S.C.R.M. tá». Se atreve a
escribirle conociendo su dignidad y para demostrarle cuánto le es afi-
cionado, y esto le da el valor de pedirle una gracia. Por última vez, le re-
cuerda cómo ha estado al servicio de la corte de España durante veinti-
cinco arios sin haber recibido cuanto correspondía. No duda de la
bondad del Rey y de su augusto padre pero, subraya por enésima vez,
que sus ministros o agentes de banco no ejecutan sus mandos. El ser pa-
gado será muestra de magnanimidad y que su trabajo ha sido de gusto.
Y ello lo ayudará a vivir con serenidad para servirlo aún. Firmado siem-
pre: «Muy Humilde y Devotísimo servidor Tiziano Veeellio».
El Rey del pincel muere exactamente seis meses más tarde al 27 de
agosto de 1576, a los noventa y nueve arios. De la documentación
guardada en el Archivo de Simancas no resulta que esta carta, esta última
apelación de Tiziano haya tenido jamás respuesta. Esta última petición es
la triste demostración de la indiferencia de las personas y de las insti-
tuciones respecto a acreedores cuya exigencia no ha sido satisfecha nun-
ca. Es la demostración de un crédito inestimable de un artista y del gran
débito moral que la humanidad tiene respecto al arte. Los tesoros que el
pincel de Tiziano habían donado a la corte de España parecen adquiridos
en una atmósfera de general arrear, que se hace cada vez más afanoso con

26. CAVALCASELLE-CROWE, t. II, pp. 402-403. AA. VV., 0.C., p. 271.


27. AA. VV., 0.C.
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526 LIANA BERTOLDI LENOCI

el avanzar de la edad del maestro. Sabemos que las condiciones de salud


del artista eran ciertas, controladas por la corte de España. De hecho Gar-
cía Hernández, ya el 11 de octubre del 1559 y después en el 1561, infor-
ma que la lentitud del ritmo de trabajo del maestro se debe a su avanzada
edad. Tiziano recuerda al Rey su avanzada edad ya a partir de 1562. El 9
de octubre de 1564 García Hernández asegura al Rey que Tiziano «traba-
ja y puede trabajar aunque sea tan viejo» y le aconseja que le envíe los
lienzos pedidos, porque Tiziano, si bien goza de buena salud y no lo de-
muestre, ya tiene noventa años. Tiziano mismo, a partir del 26 de octubre
de 1568, hasta el 27 de febrero de 1576, seis meses antes de morir, recor-
dará al Rey haber llegado ya «a una edad grave». Estas noticias disemi-
nadas y que se toman por aquí y por allá, son como las perlas de una co-
llar. Separadas dicen poco, enhebradas trazan el camino de la vida de un
gran artista y de sus relaciones con el mundo de los mecenas.
El argumento de estudio de este simposium es «El monasterio del
Escorial y su pintura». También lo que nos cuentan estas cartas es parte
integrante de esta pintura, aunque no hablen de perspectiva, escuelas,
estilos, color, luz y otras cosas que estudian el histórico y el crítico de
arte. Son obras de un hombre, un hombre con la mano divina, con sen-
timientos, necesidades, angustias que se vislumbran en las formas y co-
lores. Una carta, una especie de confesión escrita nos informa mejor y
en llave completamente diferente. No he leído las cartas de Tiziano só-
lo para saber qué lienzos ha pintado para Felipe II de España y cuándo.
No he querido voluntariamente, como ya dicho, entrar en el área de los
estilos, de las escuelas pictóricas, de la historia estética, por eso cualita-
tiva, de sus pinturas. He preferido tratar de conocer qué historia huma-
na cada uno de ellos representa en el plano de las relaciones entre per-
sonas en un continuo equilibrarse de estima, apreciamiento, poder por
parte del Rey, y del respeto, devoción, sumisión, servilismo, dados los
tiempos, por parte del artista. Todas las pinturas de Tiziano presentes en
El Escorial —el asunto naturalmente vale también por las llevadas al
Prado o en otros lugares; pero por quedar en el tema los excluyo— nos
cuentan esta historia que, por supuesto, les infunde un sentido nuevo y
diferente: les da una particular profundidad.
Habiendo leído las cartas, vemos la grafía de Tiziano o de su escriba-
no; se recoge en el pergamino la satisfacción por haber completado
obras importantes para la cultura y civilización del mundo actual, cuyo
valor se conoce prefectamente y que se reputa justo o justificado que va-
yan dirigidas a un ilustre mecenas que les encarga por quien se cree
apreciado y honrado. En esta ola de alegría siempre está velada la me-
lancolía de un gran pintor; a pesar del avance de los años, regala al mun-

LAS CARTAS DE TIZIANO VECELLIO «CADORINO»... 527

do una espléndida obra. Una obra que nos deja intuir el orgullo de un
gran espíritu, aunque pertenezca a un estado social preciso, determinado
por la jerarquía de los tiempos. Tiziano es plenamente consciente de vo-
lar muy alto, de sus geniales capacidades, del don divino que se des-
prende de sus obras y lo libran de cualquier encasillamiento jerárquico.
Esta total conciencia de sí mismo y de su arte se lee entre líneas, mien-
tras que las palabras con las que se dirige al rey son las de la persona sen-
cilla, de montaña, respetuosa y devota hasta el último momento de su vi-
da. Una devoción mal correspondida desde el momento que las
apelaciones de ayuda que Tiziano envía a Felipe II quedan en su mayo-
ría desoídas. Pocas y desoídas las respuestas diplomáticamente cómodas
y sembradas de largos silencios. Digno de nota el último silencio de cin-
co siglos. Tiziano ha muerto desoído y no recompensado por gran parte
de esas obras que le habían encargado. Hoy parte de las obras las alber-
ga este espléndido complejo del Escorial. Cuando miramos estas obras,
junto a la síndrome de Sthendal que pueden indudablemente suscitar,
deben conmovernos a la gratitud, porque aunque, involuntariamente, Ti-
ziano nos las ha donado y son un patrimonio de la humanidad. Esto es lo
que las cartas nos han contado y por eso este aspecto es una parte de la
historia de la pintura presente en este extraordinario monasterio.
Como ya he dicho en el exordio, no es una historia histórico-artísti-
ca o histórico-estética, sino una humana y moral, la historia del encuen-
tro-enfrentamiento entre dos reyes, uno de los que resulta gravemente
insolvente. Pero al gran rey Felipe II le perdonamos con mucho gusto el
no haber honrado sus empeños de deudor respecto del otro tanto gran
pintor Cadorino. Entre el gran rey de España y el gran rey del pincel
existen lazos indisolubles de recíproca interdependencia que, seguro,
resulta ser asimétrica bajo el perfil económico-financiero. De todas for-
mas, el desequilibrio entre los dos sobrepasa el aspecto sólo material,
aunque dramático para Tiziano, porque sale del área del patrimonio de
obras y de bienes artísticos entregados a la historia y a la humanidad.
Bajo este aspecto, el desequilibrio de relación entre las dos grandes per-
sonalidad no es necesariamente a desventaja de Tiziano. Frente a la his-
toria y frente a toda la humanidad, Felipe II queda siempre el Rey sin el
cual Tiziano no habría creado las obras maestras que hoy admiramos en
El Escorial. Los incumplimientos del rey se transforman entonces en
pobre cosa si, a pesar de todo, el genio creador del excelente Cadorino
ha tenido modo para expresarse. Como consecuencia, perdonamos a
Felipe II sus incumplimientos contractuales respecto a Tiziano, más
bien sobre todo le estamos agradecidos por haber contribuido a favore-
cer la realización de las obras maestras de la madurez.

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