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"inestabilidad hegemónica"
coyuntura
Martín Mosquera
7/01/18
Introducción
Si, entre los opositores al macrismo, fue muy habitual una gran subestimación
inicial del fenómeno Cambiemos, luego de la elección de este año se generalizó
rápidamente la percepción inversa: muchos se apresuraron a certificar una nueva
hegemonía derechista y la estabilización de una nueva etapa política. Parecerían
errores simétricos y consecutivos: quienes imaginaban una rápida e indolora
"vuelta" o la inevitabilidad de un "nuevo 2001", se impresionaron luego ante la
fortaleza de su adversario. Es preciso preservar la lucidez y la cautela porque no
se trata solamente de una cuestión analítica: en la moral del movimiento popular y
la confianza en su propia fuerza se juega una batalla estratégica.
Los días de diciembre que sacudieron al país reponen una imagen más
equilibrada de las relaciones de fuerza reales. Si las dos jornadas en la Plaza del
Congreso, más los cacerolazos, impusieron ya un punto de inflexión política, no
está dicha todavía la última palabra respecto a la dialéctica entre la ofensiva
capitalista y la resistencia popular. No lo estaba el 22 de octubre y tampoco lo está
ahora. Pero es indudable el giro en la situación política, que licua, hasta cierto
punto, el avance en capital electoral del gobierno. Antes que juicios definitivos
sobre el futuro, es más preciso advertir que transitamos una "coyuntura
estratégica", según la expresión de Gramsci, un momento de condensación de las
contradicciones sociales que puede dirimir el paisaje social y político por un ciclo
largo.
Esta evolución autoritaria del sistema político acompasa nuestro país a ciertas
dinámicas internacionales. En el último periodo hemos visto, a nivel internacional,
que cuando la ofensiva capitalista adquiere rasgos más agresivos o pierde
capacidad de consentimiento social, suele tener como correlato una restricción
progresiva de las libertades formales y democráticas; lo que puede observarse en
la periferia, en el neoliberalismo autoritario de México y Colombia, pero también en
el centro capitalista, en el giro autoritario de Rajoy en el Estado español o en la
profundización del bonapartismo francés. Según Stathis Kouvelakis "se puede
hablar de una nueva forma política de dominio neoliberal, por un lado con el
estado de excepción y por otro con la individualización a ultranza de la fuerza de
trabajo y del sistema de relaciones profesionales, el desmantelamiento completo
de las pocas garantías que todavía existían en las negociaciones colectivas, y
ambos marchan a la par. Está emergiendo un régimen neoliberal autoritario,
aunque no es seguro que pueda estabilizarse". En varios puntos del planeta
vemos que el neoliberalismo progresivamente se acerca a una forma de
"dominación sin hegemonía", lo que explica la profunda inestabilidad de los
sistemas políticos y la crisis de los partidos tradicionales.
Como dice Torre, el kirchnerismo solo podía amalgamar esta alianza de clases
desde el Estado, "suturando políticamente lo que la sociología quiebra". Salido del
poder esta alianza se rompe (e incluso antes, si tomamos nota de la ruptura del
gobierno con amplias franjas de la clase trabajadora en torno al debate sobre el
"impuesto a las ganancias"). Entonces "sale a la luz - dice Torre - un fenómeno
que está en línea con lo que he llamado los corolarios políticos de la
fragmentación social, los prejuicios de las clases bajas frente a los sectores más
pobres. Como nos lo dice la sociología cuando destaca que el uso de los estigmas
es tanto más probable cuanto más próximas están las poblaciones al contraste
social o cultural, y como nos lo cuentan los testimonios de antropólogos y
periodistas, en los barrios de las clases media bajas es muy difundida la visión de
los pobres como "vagos" que "viven del estado" y cuya presencia muy cercana es
una fuente de inseguridad"[5].
Esta hipótesis de Torre trabaja en el mismo sentido que la del "moyanismo social"
de Pablo Semán. "El moyanismo social es un sector de las clases trabajadoras,
que no son las de más bajos ingresos, y que tienen la adhesión a un proyecto
social que es la mejora de su propia vida a través del trabajo, y que en el
panorama político argentino fueron beneficiados por políticas del kirchnerismo, a la
vez que ignorados y simbólicamente agredidos en temas como seguridad,
migración y jerarquías. Piensan que ellos se rompen más el lomo que otra gente
que es más pobre que ellos y que recibe beneficios del gobierno que ellos no (...)
No son los ‘agremiados’ de Moyano, sino los que representa el discurso de
Moyano en su ruptura con el kirchnerismo en el segundo mandato de Cristina, que
se condensaba en el famoso impuesto a las ganancias” (Semán).
¿Cuál es, entonces, la situación del kirchnerismo en este ciclo político? CFK sufrió
una derrota electoral ante Cambiemos pero obtuvo un triunfo relativo en el
peronismo. Ella perdió ante el candidato oficialista, pero obtuvo un relevante 38%
en el principal distrito electoral y sus adversarios dentro del peronismo sufren una
derrota más dura (principalmente, el peronismo "macrista" de los gobernadores del
interior - Urtubey, Schiarreti, etc. - pero también Massa o Randazzo). Esto le
permite consolidarse como referente de la oposición.
El ejemplo histórico tal vez más útil para pensar una posible hipótesis de
"inestabilidad duradera" no sea tanto este periodo de nuestro país, sino el 1995-
2010 en Francia. En 1995 hubo una gran revuelta opuesta a las reformas
neoliberales que generaron unas relaciones de fuerza que obstaculizaba o
ralentizaba la transformación cualitativa del capitalismo francés que las clases
dominantes necesitaban. Aunque sin capacidad de detener definitivamente el
espiral de contrarreformas, en este periodo se minimizó el alcance y se horadó
progresivamente la base de masas de esas políticas. La resistencia social evitó
una "gran transformación" que pusiera a Francia al nivel de la Alemania post
Schoeder o del Reino Unido post Thatcher. Se vivió un largo periodo, que los
analistas llamaron el “ciclo político antiliberal", atravesado por una importante
disposición a la lucha social, que incluyó algunas (pocas) victorias (el NO a la
constitución europea fue la más destacada), e incluso una importante presencia de
la izquierda revolucionaria en el terreno electoral. Solo a partir del gobierno
Sarkozy es que pueden empezarse a verse elementos de resolución de esta
"inestabilidad hegemónica", aunque las relaciones de fuerza todavía no se han
modificado de forma definitiva. La etapa que tenemos por delante puede presentar
simetrías con la francesa post-1995: contrarreformas "moderadas" o ralentizadas,
debilitamiento progresivo de la base de masas de esas políticas y movilización de
masas sin derrota social ni capacidad de veto definitivos.
[1] Para el examen de las causas de la victoria electoral de Cambiemos remito al texto de Adrián
Piva "La épica de un país ordenado: en torno a la caracterización del Gobierno de Cambiemos" en
http://intersecciones.com.ar/index.php/articulos/37-la-epica-de-un-pais-ordenado-en-torno-a-la-
caracterizacion-del-gobierno-cambiemos, sobre todo en lo referido al análisis del "gradualismo"
económico; y al artículo de Facundo Martín "18 de diciembre: el hilo sinuoso entre 2001 y 2017"
en http://revistabordes.com.ar/18-de-diciembre-el-hilo-sinuoso-entre-2001-y-2017/.
[2] Ver "La épica de un país ordenado. En torno a la caracterización del Gobierno Cambiemos" de
Adrián Piva en http://intersecciones.com.ar/index.php/articulos/37-la-epica-de-un-pais-ordenado-
en-torno-a-la-caracterizacion-del-gobierno-cambiemos
[3] Poulantzas desarrolló el término "estatismo autoritario" en los años 70 para describir el tipo de
régimen político al que evolucionaban los países capitalistas avanzados. En su aspecto general, la
transformación que describe radica en "un intensificado control estatal de cada esfera de la vida
socioeconómica, combinado con el agudo declive de las instituciones políticas democráticas y una
restricción multiforme de las llamadas libertades formales”. Se trata de una evolución burocrática y
represiva que gravita en torno al reforzamiento del Poder Ejecutivo y a la pérdida de eficacia de las
estructuras de poder formales y representativas tradicionales (partidos, parlamentos). Ver "Las
transformaciones actuales del Estado, la crisis política del Estado”(1976) . En: Poulantzas, N.
(ed.), La crisis del Estado. Barcelona: Fontanella, 1977.
[6] Para ejemplificar el punto podemos remitirnos a la actuación ante el "conflicto del campo" en
2008 (donde Izquierda Socialista adhirió abiertamente el reclamo reaccionario de las patronales
agrarias y PO y PTS se negaron a dar ningún apoyo, aunque parcial y crítico, a las "retenciones") o
ante la Ley de Medios o la expropiación parcial de YPF, a las que el FIT se opuso al igual que la
oposición derechista. Los ejemplos podrían multiplicarse. La campaña "votoblanquista" ante el
balotaje, centrada en la consigna "son todos lo mismo", también afectó la capacidad de incidencia
del FIT sobre la base social del kirchnerismo. Durante el gobierno macrista, estos problemas de
ubicación política se siguen expresando en una recurrente hostilidad a impulsar marcos de "frente
único" anti-macrista, o en cierta incomprensión de que la persecución judicial al kirchnerismo
constituye una política de disciplinamiento sobre el conjunto de la oposición social y política.