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LA EDUCACIÓN PROHIBIDA

La educación pública, gratuita, libre y obligatoria en sí misma no existe. Estamos ante una
contradicción: libre pero a la vez obligatoria. ¿Por qué es así? Probablemente,la educación intente
moldear a los alumnos como ocurría con los esclavos griegos. Se fomenta un pueblo dócil y
obediente a través de castigos que imponen los docentes; “¡al rincón a pensar!” nos decían de
pequeños y, ¿de verdad teníamos la capacidad para pensar reflexiva y críticamente sobre lo que
habíamos hecho? Querían y quieren dirigirnos, sin que seamos capaces de verlo, beneficiando a un
estado y a un sistema que está cómodamente amoldado para que todo siga igual, pues es el propio
sistema -y no los educadores- los que conforman las leyes en torno al tema, creando cárceles de
adiestramiento en vez de escuelas y presentando la vida como un ciclo de estudios, trabajo y
muerte; ¿es esto lo que realmente queremos?
Los propios alumnos no se sienten escuchados, y califican como prohibida la educación,
un mundo donde se nos educa a competir con nuestro compañero, en vez de a tendernos la mano
para ofrecer ayuda. Después de tantos años estudiando no aprendemos, fracasamos en el
conocimiento y por tanto, en el sistema. Pero ¿realmente el sistema quiere que aprendamos o que
sigamos dentro de aquella caverna que describía Platón? Las escuelas son aburridas, no
comprendemos, no escuchamos y no hacemos nada por cambiar lo que lleva mal demasiados años.
Las nuevas generaciones debemos cambiarlo, debemos querer que los alumnos no nos obedezcan, o
al menos, que nos cuestionen con argumentos válidos y nos superen. Que nuestros alumnos nos
superen debería ser la satisfacción de cualquier profesor. Por tanto, la figura del profesor como un
ser superior al alumno debe cambiar; debemos cambiarla. Nuestros alumnos no nos deben
obediencia. ¿Debemos entonces calificarlos? ¿Estamos realmente capacitados para poner una nota a
alguien? Las calificaciones solo hacen mostrar un número, son escalas que diferencian y crean
competitividad. Generamos ganadores y perdedores, y si hay un perdedor hay un niño o un
adolescente que se siente mal. Si se siente mal ese sentimiento -que no sabe controlar ni canalizar-
se quedará siempre, marcándolo de por vida. Si creemos en unos valores: cooperatividad, espíritu
crítico, imaginación, paz, felicidad... debemos encontrar la manera de fomentarlo en el aula.
Debemos romper con la visión de ver al alumno como un número sin más que repita el
conocimiento para plasmarlo en el examen y olvidarlo más tarde. No repitamos los mismos
patrones, creamos de verdad en el desarrollo del alumno, en su vida personal, en la gestión de las
emociones, como apuntaba el documental. No somos más que números para el sistema, al igual que
lo eran los judíos en los campos de concentración.
El sistema educativo es selectivo, selecciona a las personas y más aun desde las escuelas
públicas, privadas y élites. El mismo sistema es excluyente, no se preocupa del niño como
individuo. La escuela no ha cambiado desde que fue creada, pese a que todo a nuestro alrededor
cambia. Como hemos visto, educación y escuela no es lo mismo, pero, ¿qué es una buena
educación? Lograr una buena calidad de vida, mejorar nuestro desarrollo y poder quitarnos nosotros
mismos los límites que nos han sido impuestos para empezar de nuevo. Aprender a desaprender
para poder educar teniendo en el centro al niño de esta educación.
Los niños aprenden muchas cosas inservibles. Los niños desaprenden y olvidan su propia
naturaleza y esencia. Cuando crecemos perdemos nuestras capacidades innatas para aprender cosas
que, probablemente, nos sirvan de muy poco. Hay que normalizar también el aprendizaje, y prestar
atención al ambiente en que crecemos y nos desarrollamos. Los niños aprenden también por
observación, ¿qué mundo estamos mostrándoles? Los bombardeos continuos de nuestra sociedad a
través de la televisión, por ejemplo, no es el mundo que deberíamos mostrar. El futuro son ellos. El
futuro es dejar(los) ser.
Repetir, repetir, repetir: escuela e instituto. Repetir no es comprender. Repetir no es
aprender. Los niños disfrutan con el aprendizaje, pero no cuando se hace por obligación, debemos
crear un punto intermedio donde el propio alumno aprenda por descubrimiento, lo que lo hará
sentirse mejor y más satisfecho, en vez de ofrecer verdades absolutas que se van destruyendo con el
paso del tiempo y el acceso a la vida real. Aprendemos lo que hacemos, y, ¿por qué no aprender
divirtiéndonos? Sería una motivación y aprenderíamos felices. Así se aprenden en algunas escuelas
de hispanoamérica, jugando, explorando, experimentando e investigando. Un canto a la vida y a la
libertad. El educando debe sorprenderse frente a algo, ser activo y aportar soluciones. Esto no es
algo nuevo, todo lo contrario, pero no se ha llevado a cabo, por lo que seguimos estancados en una
educación obsoleta. Podemos avanzar si vemos los errores y aprendemos de ellos, mejorando lo
actual, porque es irreal que el educando avance conforme el currículo establecido y de manera
lineal, porque la vida misma no es lineal.
Ser alguien en la vida no lo establece un título. Escuchamos continuamente esta frase, pero
¿de verdad creemos que un título dirá quién y qué somos? Este pensamiento es absurdo. Un título
no establece nada más que una nota por unos conocimientos que ya se nos han olvidado. Todos
hemos sido semillas que hemos crecido en unas condiciones diferentes y esto también nos ha
determinado como personas, el objetivo de la educación es que esa semilla llegue a ser y se
desarrolle naturalmente y que su entorno respete sus propias necesidades, este sistema,
verdaderamente, no respeta las necesidades de los alumnos. Empecemos a respetarlas ahora,
empecemos a dejar ser y no imponer, creyendo en la libertad individual y fomentando valores que
los acompañen durante toda su vida.

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