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Ed. Solar, traducción de Mondolfo: Pág. 92, 2° párrafo. En
adelante, indico entre corchetes al lado del texto la página de
esta edición a la que se esté refiriendo el profesor.
verdad, conciencia de lo que es. Es decir: La Fenomenología es
una obra escrita por la conciencia ubicada en el final del
proceso, que muestra el proceso por el cual la conciencia toma
conciencia, y al ir tomando conciencia, avanza hacia el momento
final de la conciencia plena. La conciencia, desde el resultado,
expone cómo fue la conciencia avanzando por grados cada vez
mayores, hasta llegar al estadio desde el cual es posible escri-
bir la Fenomenología. Ahora bien, el estadio donde la conciencia
es plenamente consciente de sí y es consciente de la realidad es
el de la filosofía como saber absoluto; pero entonces, éste es el
estadio donde, al mismo tiempo, la conciencia parte de lo
absoluto, y no ya de su historia. Es decir: la cuestión no se
explica por la historia, sino por la estructura racional, que es
la que da sentido a la historia.
Que es lo que hace Marx en El Capital: él no recurre a
la historia para explicar el capitalismo, sino a la lógica. El
dice: si queremos entender esto, entendamos la lógica que lo
preside; y para eso, tenemos que tener un comienzo absoluto. Cual
es? La mercancía. Y no interesa cómo se llega: esa es la fenome-
nología; dejémosla de lado. Es obvio que atrás hay una historia.
Pero entendamos la lógica de esto. Y eso lo esta tomando de
Hegel.
En Hegel, la fenomenología explica cómo la conciencia
llega al grado tal en que puede escribir la historia de la con-
ciencia. Pero puede hacerlo porque puede escribir la verdad, que
incluye como uno de sus momentos la historia de la conciencia.
Entonces, la lógica es el primer capítulo de esa verdad que la
conciencia escribe una vez que ha alcanzado conciencia de la
verdad.
Y en el tema del comienzo, entonces, hay que evitar
quedar entrampados en esta lógica del entendimiento, que
simultáneamente es: la lógica de la insatisfacción eterna -nunca
alcanzo lo que debo alcanzar-; la lógica que, como subrogación de
esa meta que no alcanzo nunca, hace que ponga un universal
abstracto -como lo universal no puede realizarse, ese universal
es abstracto, a manera de sustitución-; y entonces, además, es la
lógica del empirismo grosero, porque cuando el universal es abs-
tracto, cuando no es lo universal en sentido fuerte, que tiene su
propia vida, sino que es un producto del entendimiento, el
correlato particular es el vale todo, para Hegel.
Entonces, tenemos que empezar de una manera tal que el
comienzo del saber sea, a su vez, comienzo ontológico, pleno,
principio ontológico, y que no haya dependencia respecto de nada,
más que de sí mismo, pero de un sí mismo que aún no conozca
ninguna configuración, ninguna categorización, ni nada, sino que
sea el todo, la verdad, la plenitud, etc., pero en su forma más
indigente, carente de todo tipo de determinación, configuración o
determinación, porque si no, estamos recurriendo a algún tipo de
figura en el comienzo, y ¿de dónde la sacamos? Entonces, la con-
ciencia, que ya conoce todo, expone la verdad como si no
conociera nada. Porque si se valiera de algo que ya conoce, para
el comienzo, ese comienzo no sería absoluto. Es una tarea
paradójica, si ustedes quieren, en este sentido: cuanto más se
sabe, a menos elementos debemos recurrir para exponer la verdad.
Entonces, como la exposición de la verdad es posible
sólo por la conciencia que ya conoce la verdad, ya esa conciencia
conoce que la exposición de la verdad tiene que tener un comienzo
sin presupuestos de ningún tipo. Es como el maestro en primer
grado: tiene que enseñar lo que ya sabe, dando por sentado nada
-no importa si esta situación es real o no-.
Tiene que ser un comienzo absoluto, donde no se recurra
indebidamente a nada de lo que se sabe.
Comparémoslo con Descartes. Descartes hace una epojé
total: elimina todo; pero no elimina el yo. Va de suyo que Hegel
arrasa con todo, y con el yo antes que con nada. Porque ya partir
del yo es un supuesto gratuito impresionante, que no se levanta
más.
Entonces, el saber comienza del no saber absoluto.
Alumna: 'Por qué el que el todo es la verdad no es un
presupuesto? Supongo que Hegel no lo reconoce, pero está
partiendo de un presupuesto.
Profesor: Para Hegel verdad y universalidad coinciden.
Entonces, vos, frente a eso, podés decir que coinciden en el
sentido que lo dice Hegel, y en ese caso no hay problema, o bien
decís que decir que verdad y universalidad coinciden es una
premisa que Hegel adopta indebidamente. Creo que Hegel te diría:
para poder decir que lo que yo digo es una premisa, ya te estas
manejando desde la coincidencia de verdad y universalidad. Para
negar la filosofía hay que hacer filosofía. Entonces, o bien
partís de la filosofía, o bien negás esto; pero para negarlo,
partís de la filosofía. Para negar que verdad y universalidad
coincidan, estás partiendo de la coincidencia de verdad y
universalidad; estás recurriendo a un universal verdadero para
hacerte fuerte en tu negación de la identidad de universalidad y
verdad. Que es lo que hace el entendimiento: no se da cuenta de
que sus negaciones presuponen que vale aquello que él niega.
Alumna: Pero la afirmación de que el todo es igual a la
verdad estaría por fuera del error que se comete para negar esa
afirmación?
Profesor: ¿Cómo podrías afirmar vos que es verdadero
que haya algo más que la verdad? ¿Cómo podría ser verdadero que
no todo es verdadero? Al menos, partís de una verdad absoluta:
que no todo es verdadero. Ya está: partiste de la verdad absolu-
ta.
Alumno: Y la diferencia entre el entendimiento y la
razón es que el entendimiento no entiende que parte de la
afirmación de la verdad?
Profesor: Sí, entre otras cosas, sí. No podés escapar a
lo universal. Entonces, pensás lo universal a fondo, dice Hegel,
y vas a coincidir conmigo. Lo de la Fenomenología del espíritu:
ésto es verdadero, pero ya al señalar con el dedo y decir ésto,
estás universalizando. Desde el momento en que creés que afirmás
como verdadero lo más particular, inmediato, intuitivo, lo que
mostrás con el dedo, aun sin hablar, ya ahí es lo universal.
Alumna: Pero si te quedás en la duda?
Profesor: Lo que pasa es que ahí tenés que pensar qué
es quedarse en la duda, y Hegel te diría: te vas a dar cuenta de
que eso es un estadio en el movimiento de la verdad. Es el esta-
dio del entendimiento subjetivo, yoico, que, como divide sujeto y
objeto, claro, nunca alcanza el objeto, y entonces se refugia en
la duda. No podés salir del agnosticismo; aunque transformes el
movimiento de duda en síntesis de la unidad trascendental de la
apercepción, nunca llegás. Digo: lo universal se te impone. Eso
es lo que dice Hegel; entonces, basta que pienses lo que es lo
universal, para llegar al planteo de Hegel.
Lo que Hegel va a decir es: asumamos plenamente que el
comienzo absoluto. Si es comienzo absoluto, no presupone absolu-
tamente nada, para no dejar algo sin explicar. Entonces, el
momento conceptualmente inicial es la verdad, que es lo univer-
sal, es su absolutez pura, o su pureza absoluta -es lo mismo-.
Ahí no debés nada a nadie. Es lo universal qua universal en su
pureza máxima.
Yo diría que empecemos a leer el comienzo de la
Ciencia de la lógica después del receso.
(Receso)
Profesor: Sigamos.
Alumna: Ahora que empezamos con la Ciencia de la
lógica, tenemos la misma edición?
Profesor: No, pero no va a ser tan difícil. Yo tengo
esta edición en un solo volumen. La que se consigue es en dos
volúmenes2, y no coinciden las páginas.
Entonces, teníamos que el comienzo es tal, sólo si es
absoluto. Podríamos decir que no hay que ser hegeliano, para
esto. Si es comienzo, tiene que ser absoluto, si no, no es
comienzo, hay algo antes. Podríamos, incluso, encarar la cuestión
así: por definición, todo comienzo debe ser absoluto. Pero el
problema que tiene Hegel es que el comienzo no puede legitimar la
absolutez de comienzos posteriores. Porque el comienzo absoluto,
por definición, a su vez, si es absoluto, no puede tolerar otros
comienzos absolutos posteriores. Por eso, en Hegel, la idea de
revolución no tiene cabida.
Alumno: Por qué?
Profesor: Porque la revolución es comienzo absoluto.
Toda revolución inaugura su propio calendario. Entonces, en Hegel
eso equivaldría a una dialéctica infinita, y por ende, falsa; no
cerraría. Es decir: el sistema de la totalidad racional no sería
auténticamente total y racional, porque tendría agujeros, lagu-
nas, dejaría espacio a la posibilidad de otro/s absoluto/s, y
estaríamos en una lógica, no quizás del entendimiento, pero sí de
lo imprevisible. Una racionalidad universal no puede admitir lo
imprevisible; puede ser aceptable para la conciencia finita, la
mía, la tuya, la de él. Pero a nivel de verdad, no puede haber
algo imprevisible.
Entonces, comienzo absoluto también que quiere decir
2
Se refiere a la edición mencionada en la nota a pie de página
n°1.
truncar de raíz la posibilidad de otros comienzos absolutos. Y
para eso, el movimiento de despliegue tiene que cerrarse sobre sí
mismo, y concluir donde empezó, con una circularidad que sea
cerrazón lograda, plena, que no haya agujeros, que no haya algo
que pueda romper esta circularidad perfecta. No puede haber una
alternativa, una alteridad a esto. Porque si hubiera un
intersticio por donde irrumpiera lo imprevisible, si lo irregular
tuviera dignidad filosófica, ya esta aspiración a superar el
dualismo, esta aspiración a la plenitud, entraría en crisis.
Porque estaría presente la posibilidad de una alteridad radical.
Digo, esto es política. Estoy hablando de política, no
sólo de metafísica.
Alumna: Ah, no, metafísica sí, política no.
Profesor: Pero es que es así. La metafísica es políti-
ca. Hegel tiene que pensar la sustancia de manera tal de que
conjugue dinámica y cerrazón absoluta. Que no pueda surgir una
alteridad radical legítima. Hegel está deslegitimando toda teoría
política que presuponga la idea de un comienzo absoluto distinto
de lo que él plantea como comienzo absoluto. Después, las teorías
políticas se llenan de datos que son secundarios respecto de
esto. Pero yo no puedo entender un pensamiento político si no me
doy cuenta de cuál es la metafísica que lo sostiene. Entonces,
una metafísica del cambio radical no puede ser hegeliana. Porque
la metafísica de Hegel excluye el agujero negro de lo imprevisi-
ble, de lo que escapa a la sistematicidad de la razón, de lo
universal, de la totalidad. No es legítimo. Quien anuncie una
configuración como radicalmente otra y novedosa, se equivoca de
antemano, está mal, no es verdad; lo está deslegitimando comple-
tamente, Hegel. Antes de las connotaciones más concretas de una
teoría política, y más aún, mucho antes de lo que podrían ser las
etiquetas de los momentos históricos concretos, están estas
premisas básicas de los posicionamientos políticos, que son
premisas metafísicas.
Tomemos a Hobbes, por ejemplo. Cuando Hobbes presenta
lo estatal como la erradicación, la aniquilación de la alteridad
absoluta frente a lo estatal, que es el estado de naturaleza,
Hobbes está enunciando la lógica de la revolución. Porque está
legitimando la posibilidad de que se defina al otro como aquello
contra lo cual hay que erigir lo totalmente nuevo. Y estos es
independiente, después, de la etiqueta política más concreta.
Mientras que Hegel despacha todo esto, y entonces,
origen hay uno solo, por definición. Por definición también, es
absoluto, y su absolutez no es sólo hacia atrás, sino también
hacia delante, lo cual, a nivel de la idea, es lo mismo, porque
en la pureza conceptual, antes y después no quiere decir nada.
Estas cosas las aclaro, porque ustedes pueden decirme:
esta materia se llama Filosofía Política, y miren lo que estamos
leyendo; pero no: estamos leyendo un texto de filosofía política.
Otra de las cosas que digo siempre en mis cursos es que
yo tenía un amigo que decía -y tenía razón-: habría que fotoco-
piar toda la Ciencia de la lógica, pegarla a una pared, y leerla
toda de golpe. Porque lo que marca una cadencia es la secuencia
de lectura, que nos lleva de la hoja 1 a la hoja 500 y pico; pero
en realidad, esto es todo simultáneo. No hay tiempo. Hay un
tiempo de lectura, pero no hay un tiempo de lo leído. Lo leído no
tiene tiempo: esto es instantáneo. La idea no tiene tiempo.
Ese comienzo absoluto expulsa toda alteridad, y la va a
presentar como interna, que, en ese caso, no es una alteridad
radical, que ponga en discusión la estabilidad del sistema
racional, sino que forma parte del sistema racional mismo.
Entonces: siendo el comienzo absoluto, no deudor de
nada, ese comienzo no puede ser sino absolutamente indeterminado.
Porque si hubiera algún tipo de determinación que caracterizara
este comienzo, esa determinación sería una deuda del comienzo
respecto de algo distinto del comienzo mismo. Tendría una
instancia que operaría determinativamente -valga el neologismo-
sobre el comienzo mismo, y que permitiría que ese comienzo fuera
indeterminado; pero entonces, no sería absoluto. Para ser
absoluto, tiene que ser absolutamente indeterminado.
Entonces, un comienzo absolutamente indeterminado no
puede sino ser el puro ser, carente de toda determinación. Les
leo Hegel, que aquí es más claro que cualquier profesor:
Ser Nada
Y eso es todo.
* * *