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Biografía de Freud

Sigismund Freud, que a los veintidós años habría de cambiar ese nombre por
el de Sigmund, nació en Freiberg, en la antigua Moravia (hoy Príbor, República
Checa), el 6 de mayo de 1856. Su padre fue un comerciante en lanas que, en
el momento de nacer él, tenía ya cuarenta y un años y dos hijos habidos en
un matrimonio anterior; el mayor de ellos tenía aproximadamente la misma
edad que la madre de Freud -veinte años más joven que su esposo- y era, a
su vez, padre de un niño de un año. En su edad madura, Freud hubo de
comentar que la impresión que le causó esta situación familiar un tanto
enredada tuvo como consecuencia la de despertar su curiosidad y aguzar su
inteligencia.

En 1873, el joven Freud finalizó sus estudios secundarios con excelentes


calificaciones. Había sido siempre un buen estudiante, correspondiendo a los
sacrificios en pro de su educación hechos por sus padres, que se prometían
una carrera brillante para su hijo, el cual compartía sus expectativas. Después
de considerar la posibilidad de cursar estudios de derecho, se decidió por la
medicina, aunque no con el deseo de ejercerla, sino movido por una cierta
intención de estudiar la condición humana con rigor científico.

A mitad de la carrera tomó la determinación de dedicarse a la investigación


biológica, y de 1876 a 1882 trabajó en el laboratorio del fisiólogo Ernst von
Brücke, interesándose en algunas estructuras nerviosas de los animales y en
la anatomía del cerebro humano. En 1882 conoció a Martha Bernays, su futura
esposa, hija de una familia de intelectuales judíos; el deseo de contraer
matrimonio, sus escasos recursos económicos y las pocas perspectivas de
mejorar su situación trabajando con Von Brücke hicieron que desistiese de su
carrera de investigador y decidiera ganarse la vida como médico, título que
había obtenido en 1881, con tres años de retraso.

Sin ninguna vocación por el ejercicio de la medicina general, resolvió sin


embargo adquirir la experiencia clínica necesaria para alcanzar un cierto
prestigio; desde julio de 1882 hasta agosto de 1885 trabajó como residente
en diversos departamentos del Hospital General de Viena, decidiendo
especializarse en neuropatología.

Contrajo matrimonio en septiembre de 1886. En los diez años siguientes a la


boda, el matrimonio tuvo seis hijos, tres niños y tres niñas, la menor de las
cuales, Anna Freud, nacida en diciembre de 1895, habría de convertirse en
psicoanalista infantil. Poco antes de casarse, Freud abrió una consulta privada
como neuropatólogo, utilizando la electroterapia y la hipnosis para el
tratamiento de las enfermedades nerviosas.
En 1923 le fue diagnosticado un cáncer de mandíbula y hubo de someterse a
la primera de una serie de intervenciones. Desde entonces y hasta su muerte
en Londres el 23 de septiembre de 1939, estuvo siempre enfermo, aunque no
decayó su enérgica actividad.

La mente según Freud

Para comprender mejor esta teoría, primero debemos saber cómo Freud veía
la mente.

Muchos de nosotros hemos experimentado lo que comúnmente se conoce


como un acto fallido. Estos errores se cree que revelan pensamientos o
sentimientos inconscientes

La visión psicoanalítica sostiene que hay fuerzas internas, inconscientes o


fuera de nuestra conciencia que dirigen de alguna forma nuestro
comportamiento.

El inconsciente incluye pensamientos, emociones, recuerdos, deseos y


motivaciones que se encuentran fuera de nuestro conocimiento, sin embargo,
continúan ejerciendo una influencia en nuestro comportamiento.

El término psicoanálisis se utiliza para referirse a muchos aspectos del trabajo


y la investigación de Freud, incluyendo la terapia freudiana y la metodología
de investigación que utiliza para desarrollar sus teorías. Freud se basó en gran
medida de sus observaciones y estudios de casos de sus pacientes cuando
formuló su teoría del desarrollo de la personalidad.

Antes de que podamos entender la teoría de la personalidad de Freud,


debemos primero entender su punto de vista de cómo está organizada la
mente.

Según Freud, la mente se puede dividir en tres niveles diferentes:

La mente consciente

Incluye todo aquello de lo que somos conscientes. Este es el aspecto de


nuestro proceso mental que nos permite pensar y hablar de forma racional. A
parte de esto, incluye nuestra memoria, que no siempre es parte de la
conciencia, pero se puede recuperar fácilmente en cualquier momento y se
pone en nuestro conocimiento. Freud llamó a esto el preconsciente.

La mente pre-consciente

Es la parte de la mente que representa la memoria ordinaria. Si bien no somos


conscientes de esta información en cualquier momento dado, podemos
recuperarla y tirar de ella en la conciencia cuando sea necesario.
La mente inconsciente

Es donde guardamos nuestros sentimientos, pensamientos, impulsos y los


recuerdos que se encuentran fuera de nuestro conocimiento consciente. La
mayor parte de los contenidos del inconsciente, según Freud, son inaceptables
o desagradables, como los sentimientos de dolor, ansiedad o conflicto. Para él,
el inconsciente puede influir en nuestra conducta y experiencia, a pesar de que
no somos conscientes de estas influencias subyacentes.

De este modo, Freud comparó estos tres niveles de la mente con un iceberg:

La punta del iceberg que se puede ver por encima del agua representa la mente
consciente.

La parte del iceberg que se sumerge debajo del agua, pero es aún visible es el
preconsciente.

El grueso del iceberg está oculto debajo de la línea de flotación y representa


el inconsciente.

¿En qué consiste el ello, el yo y el superyó?

Cada persona posee también una cierta cantidad de energía psicológica que
forma las tres estructuras básicas de la personalidad: el ello, el yo y el superyó.
Estas tres estructuras tienen funciones diferentes y actúan en distintos niveles
de la mente.

Según Sigmund Freud, cada componente añade su propia contribución única


a la personalidad y los tres elementos trabajan juntos para formar
comportamientos humanos complejos.

De acuerdo con esta la teoría, ciertos aspectos de nuestra personalidad son


más primitivos y que nos pueden presionar para actuar sobre nuestros
impulsos más básicos. Otras partes de la personalidad pueden lograr
contrarrestar estos impulsos y se esfuerzan por hacer que se ajusten a las
exigencias de la realidad.

Vamos a ver cada una de estas partes clave de la personalidad, cómo


funcionan de forma individual y cómo interactúan.

El Ello

El Ello es el único componente de la personalidad que está presente desde el


nacimiento.

Este aspecto de la personalidad es completamente inconsciente e incluye los


comportamientos instintivos y primitivos.
Según Freud, el Ello es la fuente de toda la energía psíquica, por lo que es el
componente principal de la personalidad.

El ello es impulsado por el principio del placer, que se esfuerza por lograr la
satisfacción inmediata de todos los deseos, deseos y necesidades. Si estas
necesidades no se satisfacen inmediatamente, el resultado es un estado de
ansiedad o tensión.

Por ejemplo, un aumento de la sed o el hambre debe producir un intento


inmediato de comer o beber.

El Ello es muy importante desde los momentos más tempranos de la vida, ya


que asegura que se satisfagan las necesidades de un bebé. Si el bebé tiene
hambre o se siente incómodo, él o ella van a llorar hasta que las demandas
del Ello sean satisfechas.

Sin embargo, el inmediato el cumplimiento de estas necesidades no siempre


es realista ni posible. Si estuvimos gobernados enteramente por el principio
del placer, conforme nos hacemos mayores podríamos cogeríamos sin más las
cosas que queremos sin importarnos las otras personas, para satisfacer
nuestros propios deseos.

Este tipo de comportamiento sería tanto perjudicial como socialmente


inaceptable. Según Freud, el Ello intenta resolver la tensión creada por el
principio del placer a través del proceso primario, que consiste en la formación
de una imagen mental del objeto deseado como una manera de satisfacer la
necesidad.

El Yo

El Yo es el componente de la personalidad que se encarga de tratar con la


realidad.

El Yo se desarrolla a partir del Ello y asegura que los impulsos del Ello puedan
expresarse de una manera aceptable en el mundo real.

Las funciones del Yo son utilizadas en el consciente, el preconsciente y el


inconsciente de la mente.

El Yo funciona basándose en el principio de la realidad, que se esfuerza por


satisfacer los deseos del Ello de forma realista y socialmente adecuada. El
principio de realidad sopesa los costos y beneficios de una acción antes de
decidirse a actuar sobre los impulsos o abandonar. En muchos casos, los
impulsos del Ello pueden ser satisfechos a través de un proceso de retraso de
la gratificación. El Yo finalmente permitirá el comportamiento que busca el Ello,
pero sólo en el lugar y momento adecuado.
El Yo también descarga la tensión creada por los impulsos no satisfechos a
través de un proceso secundario, en el que el Yo trata de encontrar un objeto
en el mundo real que coincida con la imagen mental creada por el proceso
primario del Ello.

El Superyó

El último componente de la personalidad descrito por Freud es el Superyó.

El Superyó es el aspecto de la personalidad que contiene todos nuestros


estándares morales interiorizados e ideales que adquirimos de ambos padres
y de la sociedad; nuestro sentido del bien y el mal.

El Superyó nos proporciona directrices para hacer juicios.

El Superyó comienza a surgir en torno a los cinco años.

Existen dos partes fundamentales del Superyó:

El ideal del Yo, que incluye las reglas y normas para el buen comportamiento.
Incluyen aquellos que son aprobados por las figuras de autoridad de los padres
y otros. Aquí se encontrarían los sentimientos de orgullo, valor y logro.

La conciencia, que incluye información acerca de las cosas que son


consideradas por los padres y la sociedad. Se trata de comportamientos que a
menudo están prohibidos y dan lugar a malas consecuencias, castigos o
sentimientos de culpa y remordimientos.

El Superyó actúa para perfeccionar y civilizar nuestro comportamiento. Trabaja


para suprimir todos los impulsos inaceptables del Ello y se esfuerza por hacer
que los actos de Yo se encuadren en las normas sociales, más que en principios
realistas. El Superyó está presente en el consciente, preconsciente e
inconsciente.

La interacción entre el Ello, el Yo y el Superyó

Con tantas fuerzas en competencia, es fácil ver cómo podría surgir un conflicto
entre el Ello, el Yo y el Superyó. Freud utilizó el término fuerza del ego para
referirse a la capacidad del ego para funcionar a pesar de estas fuerzas en
duelo. Una persona con buena fuerza del Yo es capaz de gestionar eficazmente
estas presiones, mientras que aquellos con muy poca fuerza del Yo, pueden
llegar a ser demasiado inflexibles o antisociales.

Según Freud, la clave de una personalidad sana es un equilibrio entre el Ello,


el Yo y el Superyó.
Pugna, según la RAE

Oposición, rivalidad entre personas, naciones, bandos o parcialidades.

En términos de la teoría de Sigmund Freud, se dice que una persona tiene un


conflicto cuando demandas internas contrarias se oponen.

Este conflicto puede producirse por la oposición entre un deseo por un lado y
una exigencia moral que le impide manifestarse, o bien por dos sentimientos
que se contradicen entre si, y esta contradicción puede aparecer deformada
como síntomas, problemas de conducta, fallas de carácter, etc.

Principios que los rigen a cada uno

Principio de placer: uno de los principios que, según Freud, rigen el


funcionamiento mental: el conjunto de la actividad psíquica tiene por finalidad
evitar el displacer y procurar el placer. Dado que el displacer va ligado al
aumento de las cantidades de excitación y el placer a la disminución de las
mismas.

Principio de realidad: otro de los principios, que según el rigen el


funcionamiento mental. Modifica en cierta manera al otro principio, según qué
tanto logra imponerse actúa como regulador y la búsqueda de la satisfacción
ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino mediante rodeos y aplaza
su resultado en función de las condiciones impuestas por el mundo exterior.

Según Freud, el principio de placer junto con el principio de realidad son


principios que rigen el funcionamiento psíquico humano. La noción de principio
del placer fue inicialmente formulada por Fechner en 1848 bajo el nombre de
‘’principio del placer de la acción’’, pero es Freud quien tematiza a lo largo de
sus obras la noción de principio de placer entendido como rector de los actos
que tienden a la consecución o, mejor dicho, al alejamiento del dolor o
displacer. En una primera etapa Freud lo de denominó ‘’principio de la inercia
de las neuronas’’, y según él, eso es lo que rigen el funcionamiento del sistema
neurónico para mantenerse e un estado de baja excitación ya que, en caso
contrario, aparece el dolor o displacer. Más adelante concebirá este principio
como regulador general de la estructura psicológica, de forma que, a partir de
su división en tres estructuras de la psique: el ello, el yo y el superyó,
considerará que el ello, que es inconsciente, está regido por el principio del
placer que tiende a la inmediata satisfacción y realización de todos los deseos
y pulsiones bien realmente, bien en la fantasía, a efectos de reducir la
excitación. El yo, en cambio, el superyó se rige por el principio de realidad,
que en base a las exigencias éticas socialmente establecidos, modifica los
impulsos surgidos del ello. Mediante e principio de realidad el yo toma la
decisión de si debe realizar o postergar la satisfacción de los deseos o, incluso,
si debe suprimir la aspiración de la pulsión por considerarla peligrosa.
La formación del yo se determina a partir de esta tensión entre los dos
principios psíquicos fundamentales.

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