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Sigismund Freud, que a los veintidós años habría de cambiar ese nombre por
el de Sigmund, nació en Freiberg, en la antigua Moravia (hoy Príbor, República
Checa), el 6 de mayo de 1856. Su padre fue un comerciante en lanas que, en
el momento de nacer él, tenía ya cuarenta y un años y dos hijos habidos en
un matrimonio anterior; el mayor de ellos tenía aproximadamente la misma
edad que la madre de Freud -veinte años más joven que su esposo- y era, a
su vez, padre de un niño de un año. En su edad madura, Freud hubo de
comentar que la impresión que le causó esta situación familiar un tanto
enredada tuvo como consecuencia la de despertar su curiosidad y aguzar su
inteligencia.
Para comprender mejor esta teoría, primero debemos saber cómo Freud veía
la mente.
La mente consciente
La mente pre-consciente
De este modo, Freud comparó estos tres niveles de la mente con un iceberg:
La punta del iceberg que se puede ver por encima del agua representa la mente
consciente.
La parte del iceberg que se sumerge debajo del agua, pero es aún visible es el
preconsciente.
Cada persona posee también una cierta cantidad de energía psicológica que
forma las tres estructuras básicas de la personalidad: el ello, el yo y el superyó.
Estas tres estructuras tienen funciones diferentes y actúan en distintos niveles
de la mente.
El Ello
El ello es impulsado por el principio del placer, que se esfuerza por lograr la
satisfacción inmediata de todos los deseos, deseos y necesidades. Si estas
necesidades no se satisfacen inmediatamente, el resultado es un estado de
ansiedad o tensión.
El Yo
El Yo se desarrolla a partir del Ello y asegura que los impulsos del Ello puedan
expresarse de una manera aceptable en el mundo real.
El Superyó
El ideal del Yo, que incluye las reglas y normas para el buen comportamiento.
Incluyen aquellos que son aprobados por las figuras de autoridad de los padres
y otros. Aquí se encontrarían los sentimientos de orgullo, valor y logro.
Con tantas fuerzas en competencia, es fácil ver cómo podría surgir un conflicto
entre el Ello, el Yo y el Superyó. Freud utilizó el término fuerza del ego para
referirse a la capacidad del ego para funcionar a pesar de estas fuerzas en
duelo. Una persona con buena fuerza del Yo es capaz de gestionar eficazmente
estas presiones, mientras que aquellos con muy poca fuerza del Yo, pueden
llegar a ser demasiado inflexibles o antisociales.
Este conflicto puede producirse por la oposición entre un deseo por un lado y
una exigencia moral que le impide manifestarse, o bien por dos sentimientos
que se contradicen entre si, y esta contradicción puede aparecer deformada
como síntomas, problemas de conducta, fallas de carácter, etc.