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El Nuevo Testamento enseña, sin lugar a dudas, que el cristiano se encuentra en una
verdadera lucha espiritual. Dice que lucha contra principados y potestades que habitan
en la atmósfera que lo rodea. Además, se insiste en que el cristiano se vista con la
armadura de Dios, para que pueda resistir bien los ataques del maligno (Efesios 6:10-
18).
Las victorias espirituales se ganan con una variedad de métodos, tales como la oración
intercesora o la confesión de la Palabra de Dios. Hay también otra arma para la lucha
espiritual a disposición de los cristianos, a la cual se le da ahora consideración más
seria, y es la alabanza.
Cuando se habla de la alabanza, se hace referencia a una amplia gama de temas. Cuando
se trata de la lucha, hay también muchos campos diferentes que se pueden tratar. En este
capítulo se limita el tema a lo que tienen en común la alabanza y la lucha espiritual
cuando la alabanza se convierte en arma.
Este tema se puede hallar en todas las Escrituras, comenzando con Éxodo. Imagínate la
escena después que los israelitas cruzaron el Mar Rojo. El ejército egipcio se acababa de
ahogar en las aguas arremolinadas, y el pueblo de Dios estaba a salvo en la otra orilla.
María tomó una pandereta y dirigió a las mujeres en el canto (Éxodo 15: 21). En aquella
ocasión, Moisés y todo Israel cantaron un canto excelente de triunfo dedicado al Señor,
y dentro de ese canto hay una revelación emocionante “Jehová es varón de guerra;
Jehová es su nombre” (Éxodo 15:3). Después de ver como Dios había tratado a Faraón
y su ejercito, los israelitas se dieron cuenta que habían visto en acción a un gran
estratega militar.
A Josué se le dio una revelación semejante del carácter de Dios, Cuando estaba listo
para dirigir a Israel en la entrada a Canaán para conquistar Jericó, se le apareció un
hombre con una espada desenvainada (Josué 5:13-14). El Señor era entonces un
guerrero, y todavía es el Comandante Supremo de los ejércitos celestiales.
Alguien podría replicar que esa fue una revelación “primitiva” de Dios y que Él se ha
seguido revelando a través de la historia de manera progresiva, y ahora se le conoce
como el Padre celestial, amable, misericordioso y bondadoso. Es cierto, pero Él también
es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Es un Padre amante y tierno, pero aún es un
guerrero. En tanto que su enemigo ande suelto en la tierra, se sabrá que Dios es
guerrero.
En la Biblia se hallan varios ejemplos de victorias grandiosas que el Señor logró para su
pueblo en respuesta a la alabanza. Uno de los casos más sobresalientes ocurrió en los
Curso Liderazgo de AlabanzaPágina 2
días del rey Josafat, cuando los edomitas atacaban Judá (2 Crónicas 20) Josafat estaba
muy alarmado y convoco a toda Judá al templo a orar al Señor. En su oración confesó:
“Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra
nosotros; no sabemos que hacer, y a ti volvemos nuestros ojos” (v. 12).
El Espíritu del Señor vino entonces sobre Jahaziel, levita descendiente de Asaf (el jefe
de los músicos en la época del rey David). Jahaziel proclamó: “No temáis ni os
amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra sino
de Dios” (v. 15).
El Señor dio entonces los planes de combate por medio de Jahaziel. Después de adorar
al Señor por la victoria prometida, Josafat le dijo al pueblo: “Oídme Judá y moradores
de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios y estaréis seguros; creed a sus profetas, y
seréis prosperados” (v. 20). Entonces procedió a nombrar un grupo de hombres para
que cantaran alabanzas y dijeran “Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para
siempre” (v.21).
Salieron a combatir con el coro al frente, cantando alabanzas a Dios, y seguidos del
ejército. “Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra
los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que
venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros” (2 Crónicas 20:22; véanse
también los vv. 23-25). Los soldados de Josafat se miraban, observaban con un poco de
vergüenza las espadas y lanzas y se encogían de hombros. Después bajaron las armas y
se pusieron a recorrer el campo para recoger los despojos. Los verdaderos guerreros en
esa ocasión no fueron los soldados sino los cantantes del coro. Mientras ellos cantaban
alabanzas a Dios, Él peleaba por ellos, los soldados no tuvieron que levantar ni un
dedo. Fue una victoria gloriosa.
el carcelero por tratamos así, o pediremos que caiga fuego sobre este lugar?” Pablo
quizás se quejó un poco al volver su cuerpo dolorido hacia Silas y decir: "Silas, creo que
debemos alabar al Señor. Démosle gracias que todavía estamos vivos, y que Él va a
sacar algo bueno de esta situación.”
Entonces a la medianoche, Pablo y Silas oraron y cantaron himnos a Dios. Tal vez la
medianoche es el momento propicio para que los prisioneros levanten el corazón en
alabanza a Dios.