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El león sin miedo

En una lejana sabana africana, andaba perdido un león. Llevaba más de veinte
días alejado de su territorio y la sed y el hambre lo devoraban. Por suerte, encontró un
lago de aguas frescas y cristalinas. Raudo, corrió veloz a beber de ellas para así, apaliar
su sed y salvar su vida.
Al acercarse, vio su rostro reflejado en esas aguas calmadas.
– ¡Vaya! el lago pertenece a otro león – Pensó y aterrorizado, huyó sin llegar a
beber.
La sed cada vez era mayor y él sabía que de no beber, moriría. A la mañana
siguiente, armado de valor, se acercó de nuevo a lago. Igual que el día anterior, volvió
a ver su rostro reflejado y de nuevo, presa del pánico, retrocedió sin beber.
Y así pasaron los días con el mismo resultado. Por fin, en uno de esos días
comprendió que sería el último si no se enfrentaba a su rival. Tomó finalmente la
decisión de beber agua del lago pasara lo que pasara. Se acercó con decisión al lago,
nada le importaba ya. Metió la cabeza para beber … y su rival, el temido león
¡desapareció!
Muchos de nuestros temores son imaginarios. Sólo cuando los enfrentamos,
desaparecen. No dejes que tu imaginación descontrolada usurpe el lugar de la realidad
ni te pierdas en las creaciones y reflejos de tu propia mente.
Ya sabes que tus sueños, tus anhelos, están justo detrás de tus miedos y la única
forma de vencerlos es enfrentándolos. ¿Qué harás para enfrentarlos? ¿Cuál es el
coste real que estás pagando por no enfrentarlos... por no vencerlos? ¿qué es lo
peor que te puede pasar si lo haces? Reflexiona y verás que distorsionados están
algunos de tus miedos. Ellos son los que no te dejan avanzar, los que te bloquean.

El águila y la gallina
Un campesino se encontró un pollito de águila caído del nido. Lo recogió y decidió
criarlo con sus gallinas. Pasaron los meses y el pollito creció, imitando y
comportándose en todo como sus nuevas compañeras.
Un día, vio como un ave majestuosa sobrevolaba la granja. Maravillado, le preguntó a
una de las gallinas quien era ese animal tan espectacular.
– Es un águila, le contestaron. Pero deja de perder el tiempo en sueños. Nosotras nunca
seremos como ella.
Y así prosiguió la vida del águila, que toda su existencia ignoró el potencial que tenía
y siguió comportándose como una gallina hasta su último día.
Y tú ¿eres águila o gallina?
¿Sabes realmente cuál es todo tu potencial? Si realmente eres águila y no has sacado
todo tu potencial ¿te has preguntado alguna vez qué te impide no hacerlo? ¿Te has
preguntado cuál es el coste real de seguir viviendo así?

EL CUENTO DE LA ORUGA

Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino
se encontraba un grillito.
– ¿Hacia dónde te diriges?, le preguntó.
Sin dejar de caminar, la oruga contestó:
– Tuve un sueño anoche, soñé‚ que desde la punta de la gran montaña yo miraba
todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.
Sorprendido, el grillito dijo mientras su amigo se alejaba:
– ¡Debes estar loco! ¿Cómo podrás llegar hasta aquél lugar? ¡Tú, una simple
oruga! Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar, y cualquier tronco
una barrera infranqueable.
Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. Sus diminutos pies no dejaron
de moverse.
De pronto se oyó la voz de un escarabajo:
– ¿Hacia dónde te diriges con tanto empeño?
Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante:
– Tuve un sueño y deseo realizarlo, subir‚ a esa montaña y desde ahí contemplar‚
todo nuestro mundo.
El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo:
– Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa.
Él se quedó en el suelo tumbado de la risa mientras la oruga continuó su camino,
habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.
Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo
a desistir.
“¡No lo lograrás jamás!”, le decían, pero en su interior había un impulso que lo
obligaba a seguir.
Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir
con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar.
– Estar‚ mejor, fue lo último que dijo, y murió.
Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el
animal más loco del pueblo. Había construido como su tumba un monumento a la
insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un
sueño irrealizable.
Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales
se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los
atrevidos, de pronto quedaron atónitos, aquel caparazón dura comenzó a quebrarse y,
con asombro, vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían
muerta.
Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo
las hermosas alas arcoíris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una
mariposa.
No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran
montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto
y por el que había vuelto a vivir. Todos se habían equivocado.
Dios nos ha creado para realizar un sueño, vivamos por él, intentemos alcanzarlo,
pongamos la vida en ello y, si nos damos cuenta que no podemos, quizá necesitemos
hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas.
Es buscando lo imposible como los hombres han encontrado y alcanzado lo
posible, y aquéllos que se limitaron a lo que visiblemente era posible, nunca dieron un
paso.
Maestro es aquél que hace soñar a sus alumnos en hacer posible lo imposible,
Miguel Ángel Cornejo
El bruto de las mates
Ese año en el colegio del barrio había nuevo profesor de matemáticas, y también unos
cuantos niños nuevos. Y uno de estos niños nuevos era de lo más bruto que había visto
nadie. Daba igual lo rápido o despacio que le explicasen las cosas de números, siempre
terminaba diciendo alguna barbaridad: que si 2 y 2 son cinco, que si 7 por 3 eran 27,
que si un triángulo tenía 30 ángulos...
Así que lo que antes era una de las clases más odiadas y aburridas, se terminó
convirtiendo en una de las más divertidas. Animados por el nuevo profesor, los niños
descubrían las burradas que decía el chico nuevo, y con un ejemplo y sin números,
debían corregirle. Todos competían por ser los primeros en encontrar los fallos y pensar
la forma más original de explicarlos, y para ello utilizaban cualquier cosa, ya fueran
golosinas, cromos, naranjas o aviones de papel.
Al niño bruto parecía no molestarle nada de aquello, pero el pequeño Luisito estaba
seguro de que tendría que llevar la tristeza por dentro, así que un día decidió seguir al
niño bruto a su casa después del colegio y ver cuándo se ponía a llorar...
A la salida del cole, el niño caminó durante unos minutos, y al llegar a un pequeño
parque, se quedó esperando un rato hasta que apareció... ¡el profesor nuevo! . Se acercó,
le dio un beso, y se fueron caminando de la mano. En la distancia, Luisito podía oír que
hablaban de matemáticas... ¡y el niño bruto se lo sabía todo, y mucho mejor que
ninguno en la clase!
Luisito se sintió tan engañado que se dio una buena carrera hasta alcanzarlos, y se
plantó delante de ellos muy enfadado. El niño bruto se puso muy nervioso, pero el
maestro, comprendiendo lo que pasaba, explicó a Luisito que lo del niño bruto sólo era
un truco para que todos los niños aprendieran más y mejor las matemáticas, y que lo
hicieran de forma divertida. Su hijo estaba encantado de hacer de niño bruto, porque
para hacerlo bien se lo tenía que aprender todo primero, y así las clases eran como un
juego.
Por supuesto, al día siguiente el profesor explicó la historia al resto de los alumnos,
pero éstos estaban tan encantados con su clase de matemáticas, que lo único que cambió
a partir de entonces fue que todos empezaron a turnarse en el papel de "niño bruto".
El extraño profe que no quería a sus alumnos
Había una vez un ladrón malvado que, huyendo de la policía, llegó a un pequeño pueblo
llamado Sodavlamaruc, donde escondió lo robado y se hizo pasar por el nuevo maestro
y comenzó a dar clases con el nombre de Don Pepo.
Como era un tipo malvado, gritaba muchísimo y siempre estaba de mal humor.
Castigaba a los niños constantemente y se notaba que no los quería ni un poquito. Al
terminar las clases, sus alumnos salían siempre corriendo. Hasta que un día Pablito,
uno de los más pequeños, en lugar de salir se le quedó mirando en silencio. Entonces
acercó una silla y se puso en pie sobre ella. El maestro se acercó para gritarle pero, en
cuanto lo tuvo a tiro, Pablito saltó a su cuello y le dio un gran abrazo. Luego le dio un
beso y huyó corriendo, sin que al malvado le diera tiempo a recuperarse de la sorpresa.
A partir de aquel día, Pablito aprovechaba cualquier despiste para darle un abrazo por
sorpresa y salir corriendo antes de que le pudiera pillar. Al principio el malvado
maestro se molestaba mucho, pero luego empezó a parecerle gracioso. Y un día que
pudo atraparlo, le preguntó por qué lo hacía:
- Creo que usted es tan malo porque nunca le han querido. Y yo voy a quererle para
que se cure, aunque no le guste.
El maestro hizo como que se enfadaba, pero en el fondo le gustaba que el niño le
quisiera tanto. Cada vez se dejaba abrazar más fácilmente y se le notaba menos gruñón.
Hasta que un día, al ver que uno de los niños llevaba varios días muy triste y
desanimado, decidió alegrarle el día dándole él mismo un fuerte abrazo.
En ese momento todos en la escuela comenzaron a aplaudir y a gritar
- ¡Don Pepo se ha hecho bueno! ¡Ya quiere a los niños!
Y todos le abrazaban y lo celebraban. Don Pepo estaba tan sorprendido como contento.
- ¿Le gustaría quedarse con nosotros y darnos clase siempre?
Don Pepo respondió que sí, aunque sabía que cuando lo encontraran tendría que volver
a huir. Pero entonces aparecieron varios policías, y junto a ellos Pablito llevando las
cosas robadas de Don Pepo.
- No se asuste, Don Pepo. Ya sabemos que se arrepiente de lo que hizo y que va a
devolver todo esto. Puede quedarse aquí dando clase, porque, ahora que ya quiere a los
niños, sabemos que está curado.
Don Pepo no podía creérselo. Todos en el pueblo sabían desde el principio que era un
ladrón y habían estado intentado ayudarle a hacerse bueno. Así que decidió quedarse
allí a vivir, para ayudar a otros a darle la vuelta a sus vidas malvadas, como habían
hecho con la suya. Y así, dándole la vuelta, entendió por fin el rarísimo nombre de
aquel pueblo tan especial, y pensó que estaba muy bien puesto.

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