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Textos sobre la Agogé Espartana

(Trad. básicamente de A. Pérez Jiménez, Gredos)

PLUTARCO, Lic., 4. [Sale Licurgo de viaje y llega a Creta]. "Y tras conocer las instituciones de
allí y entrar en contacto con los hombres de fama más sobresaliente, de unas leyes sintió
admiración y las tomó con la idea de trasladarlas a la patria y servirse de ellas, a otras no les dio
importancia ." [De entre los hombres notables que conoce, convence a Taletas de Gortina -ss.
VIII o VII, según otras fuentes, poeta, para que vaya a Esparta. Con sus cánticos y actividad
infundió en los espartanos] "el deseo de imitar la belleza, en lugar de la animadversión mutua
que entonces imperaba en ellos. De forma tal que aquél, en cierto modo, aquél iba preparándole
a Licurgo el camino de su educación ." [Sigue viaje para conocer las delicias de Jonia. Allí toma
contacto con Homero. Advierte que en sus poemas], "junto con las invitaciones al placer y el
desenfreno se hallaba mezclado lo político y formativo, no menos dignos de atención; los
escribió con gran interés y los reunió con la idea de traerlos (...) Los egipcios creen que también
hasta ellos llegó Licurgo y que, admirado, en particular, de la separación de la clase guerrera con
respecto a las demás, la llevó a Esparta" [para que el cuerpo de ciudadanos, distinguido del de
los obreros y artesanos, fuera puramente político y exento de impurezas.]

5 "Concebidos estos planes [escribir un código político], viajó, primero, hacia Delfos y, tras
sacrificar y consultar al dios, regresó trayendo aquel célebre oráculo, donde la Pitia le llamó
amado de los dioses y dios más que hombre; y, ante su petición de eunomía, dijo que el dios le
concedía y otorgaba el que iba a ser mucho más fuerte que todos y cada uno de los demás
sistemas de gobierno (...) Fue primera y principal [de sus reformas] la institución de los
gerontes, de la que dice Platón [Leyes 691e] que, al combinarse con la flamante autoridad de los
reyes y con-tar con igualdad de voto en las cuestiones de impor-tancia, fue, a la vez, la causa de
su salvaguarda y de su mode-ración. Pues cuando oscilaba el sistema y se inclinaba, bien, como
los reyes, hacia la tiranía, o, como la masa, hacia la democracia, colocándose en medio a modo
de contrapeso la autoridad de los gerontes y recobrando así el equilibrio, tuvo la más firme
organización y estructura, ya que siempre los veintiocho gerontes se unían a los reyes para
oponerse a una democracia y, a la inversa, servían de refuerzo al pueblo para evitar la
instauración de una tiranía."

[6 Trae de Delfos la Rhetra. 7 Comienza la nueva situación. 8. Redistribuye la tierra según


criterios de estricto igualitarismo: 30.000 lotes para periecos y 9.000 para espartanos. Cada lote
espartano producía 70 medimnos de cebada -74 l. en Esparta, 52 en Atenas si era para varón y, si
para mujer, era capaz de 12; y otro tanto de líquidos (aceite, vino). 9. Reparte asimismo los
bienes muebles y para anular el valor del dinero lo hace de hierro y devaluado: 10 minas (1.000
dracmas) de plata (unos 4,5 kg) en moneda de hierro ocupaban un granero y necesitaban de un
carro de bueyes. Ello acaba con los lujos, los ociosos y parásitos y las importaciones suntuarias.]

10 [Su mejor medida en este campo fue] "la organización de los syssítia [institución viva en
Creta y documentada en Homero Od. IV 621 ss.]; de tal modo que comían unos con otros,
reuniéndose para alimentarse con raciones iguales y preestablecidas, en vez de pasar ese tiempo
en casa, reclinados en literas y ante lujosas mesas, cual animales voraces, engordados a la
sombra a manos de demiurgos y cocineros y echando a perder, junto con sus costumbres, sus
cuerpos, abandonados así a toda clase de apetitos y excesos, que exigen largos sueños, baños
calientes, mucho reposo y, en cierto modo, una enfermedad diaria. [...y] a la misma comida que
el pobre asistía el rico. De ahí esa frase tan repetida de que, de entre todas las ciudades que hay
bajo el sol, sólo en Esparta podía verse que Pluto era ciego [lo cegó Zeus, según Aristófanes,
Plu-to, 90 ss. Por eso favorecía también a los malos] y que estaba tan muerto como una pintura,
sin vida ni movimiento. Pues ni siquiera les era posible acudir a los syssitia sin apetito, por haber
tomado algún entrante en casa; porque los demás vigilaban con cuidado a quien ni bebía ni
comía en la reunión y le recriminaban su destemplanza y debilidad, que le impedían ajustarse al
régimen común de vida."

11 "Tal es la razón por la que dicen que a Licurgo, ante esta medida, se le opusieron con especial
encono los ricos y que, cerrando filas en su contra, todos a la vez lo insultaban y le daban
muestras de indignación. Al final, atacado por un grupo numeroso, pudo escapar corriendo del
ágora; y sacándoles ventaja a los otros refugiarse en el templo. Pero uno, cierto jovencito que no
tenía, por cierto, mal natural, aunque sí impulsivo y violento, llamado Alcandro (•alkæh, fuerza),
persiguiéndolo y alcanzándolo, en un momento en que se volvió le dió un golpe con su vara en
un ojo y se lo dejó vacío. [La turba se avergüenza. Licurgo perdona al agresor, lo toma como
ayudan-te y los demás se admiran del ejemplo. Desde entonces los espartanos no llevan armas a
las asambleas.]

12 "Los cretenses llaman a los syssítia 'andreia' y los lacedemonios 'phidítia' [explicaciones
etimológicas por homofonía: de amistad, de "dieta frugal"...]" "Se reunían en grupos de quince, a
pocos más o menos. Aportaba al mes cada comensal un medimno de cebada, ocho coes de vino
[unos 35 l.], cinco minas de queso, cinco hemiminas de higos y una pequeña cantidad de dinero
para otras provisiones [Dicrearco fr. 72 dice que 10 óbolos eginetas para extras]. Por otra parte,
quien sacrificaba también enviaba al syssítion las primicias y quien cazaba, una parte. Y es que
se podía comer en casa si se había celebrado sacrificio o si en la caza se le hacía tarde a uno;
pero los demás debían de asistir." "Hasta mucho después conservaron intactas las comidas
comunes. [Sanción a Agis II, h. 404, por no asistir al syssítion a su regreso de Atenas]. " "A los
syssítia asistían también los niños, llevados allí como a escuela de buen sentido; y no sólo oían
discursos políticos y presenciaban diversiones propias de hombres libres, sino que también ellos
mismos se habituaban a divertirse y gastar bromas sin mal gusto y a no enfadarse por padecerlas;
pues parece que era especialmente lacó-nico eso de aguantar una broma; mas quien no las
toleraba se excusaba y el bromista lo dejaba en paz." "A cada uno, conforme entra [en el
syssítion], el más mayor le señala la puerta y le dice: «Por ésta no sale fuera ni una palabra.» Y
dicen que de tal forma era exa-mi-nado el que aspiraba a participar en el banquete: cada uno de
los comensales tomaba una bolita de pan en la mano y, al pasar el que servía con una urna sobre
la cabeza, la echaba dentro, sin hablar, como voto. El que daba su aprobación, tal cual; y el que
lo rechazaba, después de aplastarla bien con la mano, pues la aplastada equivale a la hradada
[que empleaba el jurado ateniense para condenar, desde 390, en bronce]. Con sólo que hallaren
una de esta clase, no se admite al aspirante, pues quieren que todos [sin excepción] se encuentren
a gusto unos con otros. Y el que de esta forma ha sido rechazado se dice que ha sido 'cadiqueado'
['poteado'], porque la urna en la que echan las bolas de pan se llama 'cádico'." "De los platos era
muy apreciado, entre ellos, el caldo negro [Dicearco, 72. Cerdo y salsa de sangre, aceite y sal.]
Tanto, que los ancianos ni siquieran pedían un trozo de carne, sino que se lo dejaban a los
jovencitos y ellos comían sirviéndose el caldo. Se cuenta que cierto rey del Ponto contrató a un
cocinero laconio, precisamente por es-ta sopa; luego, cuando la probó, le dio asco y el cocinero
le dijo: «Oh, rey, esta sopa hay que comerla tras haberse bañado en el Eurotas.» "Tras beber
moderadamente se marchan sin antor-chas, pues no se permite andar a la luz ni este ni otro ca-
mino, a fin de que se acostumbren a caminar con con-fianza y sin miedo en la oscuridad y en la
noche [...]"

[13. Las retras. Una desecha el uso de leyes escritas. Otra proscribe el lujo (sobre todo, en casa).
La tercera prohibe atacar siempre a los mismos enemigos para que no aprendan a defenderse.]

14 [La educación: •agv, conducir; •agvgæh, conducción, educación, método] "En cuanto a la
educación, que, a su juicio, era la tarea más importante y preciosa del legislador, la empezó
desde lejos, atendiendo, primero, las cuestiones relativas a matrimonios y nacimientos. Y, como
dice Aristóteles, no cejó en su empeño de hacer entrar en razón a las mujeres, sin que se limitara
a contener la mucha ligereza e influencia femenina por causa de las numerosas expediciones de
los hombres, en las que se veían obligados a dejarlas como dueñas y, por ello, las mimaban más
de lo debido y las llamaban señoras; sino que, además, dedicó a estas cuestiones [femeninas]
todo el cuidado que requerían. Pues sometió el cuerpo de las jóvenes a la fatiga de las carreras,
luchas y lanzamientos de disco y jabalina, pensando que, si el enraizamiento de los embriones
contaba con una base sólida en un cuerpo sólido su desarrollo sería mejor; y que ellas mismas, si
se enfrentaban a los alumbramientos en buena forma física combatirían bien y con facilidad
contra los dolores." "Tras arrancar toda clase de ñoñería, crianza protegida y blandura, no menos
que a los jóvenes habituó a las muchachas a que, desnudas, desfilaran, danzaran y cantaran en
ciertos ritos, ante la presencia y contemplación de los muchachos. A veces, con burlas dirigidas a
cada cual, censuraban provechosamente a los que se equivocaban; y, por el contrario, dedicando
a quienes los merecían elogios en forma de cantos, infundían en los más jóvenes mucho celo y
pundonor. Pues quien así era encomiado por su valor y se hacía popular entre las muchachas
marchaba orgulloso por los elogios; mientras que las pullas producidas con chanzas y burlas no
eran menos eficaces que las amonestaciones serias; ya que al espectáculo, junto con los restantes
ciudadanos, asistían los reyes y los gerontes." "La desnudez de las jóvenes nada tenía de
vergonzoso, al estar presidida por el pudor y en ausencia de la la lascivia; en cambio, las
habituaba a la sencillez y fomen-taba el estímulo por la belleza, al tiempo que hacía disfrutar al
sexo femenino de una autoestima no carente de nobleza, al pensar que también tenía a su alcance
el participar en la virtud y el pundonor. De ahí que, a veces, ocurría que dijesen y sintiesen cosas
como las que se cuentan de Gorgo [hija de Cleómenes], esposa de Leónidas [el de las
Termópiulas en 480]. Pues al dirigirse a ella cierta extranjera diciéndole «Sólo vosotras, las
laconias, mandáis en los hombres», repuso: «Es que sólo nosotras parimos hombres».

15 "En verdad eran también estas costumbres inci-ta-doras al matrimonio, a saber: los desfiles de
las jóvenes, sus desnudos y luchas a la vista de los jóvenes (a quienes impulsaban no las leyes de
la armonía geométrica, sino las de Eros, como dice Platón [Rep. V 458d]). Pero, además,
estableció cierta restricción de honores para los solteros. Pues, en las Gimnopedias , eran
excluídos del espec-táculo; y, en el invierno, los arcontes los obligaban a dar vueltas en círculo
en torno del ágora mientras que otros, que los rodeaban, entonaban una canción que les estaba
dedicada expresamente, como que recibían lo merecido por desobedecer las leyes. También
carecían del respeto y la atención que los jóvenes tributaban a los mayores; por eso precisamente
nadie criticó lo que se dijo a Dercílidas [tomó Abidos y Lámpsaco, en Asia Menor, 411], pese a
ser un afamado general. Pues, a su llegada, uno de los jóvenes se negó a cederle el asiento
diciéndole: «Tú no has engendrado a nadie que me lo ceda a mí en el futuro.» "Se casaban con
ellas previo rapto, no pequeñas y sin edad para el matrimonio, sino cuando ya se encontraban
maduras y en la flor de la vida. A la raptada la recibía la que llamaban nympheútria y le rapaba la
cabeza. Y, tras ataviarla con un manto varonil y unas sandalias, le hacía reclinarse sobre una
yacija de paja, sin luz. El novio, ni ebrio ni cansado, sino sobrio, porque había cenado como
siempre en los phidítia, nada más entrar le afloja el ceñidor y la lleva en brazos a la cama.
Después de pasar con ella algún tiempo, no mucho, se iba con cautela a dormir junto a los demás
jóvenes en donde antes solía hacerlo. Y, en adelante, se comportaba igual, pasando el día y el
descanso con los de su edad y visitando a sus desposada furtivamente y con cuidado, lleno de
vergüenza y de temor de que alguien de dentro se diese cuenta. Y por su parte la novia también
se las ingeniaba y cooperaba en que ambos se reunieran en el momento oportuno y a hurtadillas.
Hacían esto durante largo tiempo; tanto que a algunos incluso les llegaban a nacer hijos antes de
poder contemplar a la luz del día a sus propias esposas." "Tal modo de reunirse no sólo era
ejercicio de continencia y templanza, sino que, además, les llevaba a la unión fecundos de cuerpo
y siempre nuevos y frescos para el amor; y no hartos ni con la ilusión perdida para las relaciones
sin traba, sino que siempre se reservaban el uno para el otro algún rescoldo y resto de deseo y de
atractivo." "Tras haber introducido en los matrimonios tanto pudor y compostura, no menos los
libró de la vana y mujeril pasión de los celos, pues puso en gran aprecio apartar del matrimonio
cualquier violencia y desorden; y que las personas compartieran hijos y procreación, al tiempo
que se reía de quienes, teniendo estas cosas por no participables ni compartibles, trataban de
conseguirlas a base de matanzas y luchas." "Así, era posible a un marido viejo de una mujer
joven, si verdaderamente le agradaba alguno de los jóvenes distinguidos y respetables y le daba
su aprobación, llevarlo junto a ella y, fecundándola con simiente de la mejor calidad, adoptar
como suyo propio al ser nacido. Y le era posible a su vez, a un hombre de valía, si se prendaba
de alguna mujer fértil y prudente, casada con otro, acostarse con ella después de convencer a su
marido, igual que en un campo fértil, cultivando y engendrando hijos nobles, que de nobles
habrían de ser hermanos y parientes. Y es que, primero, Licurgo no consideraba a los niños
propiedad de los padres, sino patrimonio de la polis, y, por ello, quería que los ciudadanos fueran
hijos no de cualesquiera, sino de los mejores. Luego, veía una gran estupidez y vanidad en las
reglamentaciones de los demás (pueblos) al respecto, ya que hacen montar sus perras y sus
yeguas por los mejores sementales, persuadiendo a sus dueños a base de favores o dinero, y en
cambio, encerrando a sus mujeres, las guardan teniendo por un honor el que engendren hijos
solamente de ellos, ya sean tontos, pasados de edad o enfermizos; como si no fueran, ante todo
para los que los tienen y alimentan, deficientes los hijos si nacen de personas deficientes; ni, por
el contrario, útiles, si tienen la suerte de semejante origen." "Con hacerse estas cosas así, según
las leyes naturales y el interés de la polis, se distaba tanto de la propensión hacia las mujeres que,
según afirmaciones posteriores, era absolutamente increíble entre ellos el problema del adulterio.
Se recuerda cierto dicho de Géradas, un espartiarta de los más antiguos, que, al ser preguntado
por un extranjero sobre qué castigo recibían los adúlteros en su país contestó: "Nadie, extranjero,
es adúltero entre nosotros.' E insistiendo aquél: 'Pero ¿y si lo hubiera?' 'Entonces -dijo Géradas-
debe pagar un toro de tal tamaño que, pasando su cabeza por encima del Taigeto, pueda beber en
el Eurotas.' Como aquél, sorprendido, replicara: 'Y ¿cómo podría existir semejante toro?',
Géradas, riendo, le repuso: 'Del mismo modo que un adúltero en Esparta'. [...]

16 "El progenitor no estaba autorizado a criar al recién nacido; sino que, cogiéndolo, debía
llevarlo a cierto lugar llamado lesché [especie de curia ciudadana; en Esparta se conocen dos] en
el que, sentados los más ancianos de los miembros de la tribu, examinan al pequeño y, si era
robusto y fuerte, daban orden de criarlo, tras asignarle un lote [de tierras] de los nueve mil; pero
si esmirriado e informe, lo enviaban hacia las llamadas Apótetas ["lugar de abandono"], un lugar
barrancoso por el Taigeto, con base en el fundamento de que, ni para uno mismo ni para la polis,
vale la pena que viva lo que, desde el preciso instante de su nacimiento, no está bien dotado ni de
salud ni de fortaleza." "De ahí que tampoco lavaran las mujeres a sus críos con agua, sino con
vino, haciendo así la prueba de su mezcla [las mezclas de humores de la medicina antigua: el
vino tinto, según Aristóteles, producía convulsiones infantiles, Hist. An., VII 588a], pues se dice
que ceden los cuerpos epilépticos y enfermizos sufriendo convulsiones al contacto con el vino
puro, mientras que los sanos adquieren defensas y fortalecen su constitución." "Había cierta
preocupación por preparar a las nodrizas con tal arte que, criando a los pequeños sin pañales, los
volvían esbeltos de miembros y de gallardo aspecto, pero, además, felices con su forma de vida,
sin melindres, sin extrañeza ante la oscuridad, sin miedo a la soledad y ajenos al torpe gimoteo y
a las rabietas. Precisamente por eso, algunos de otras regiones contrataban nodrizas laco-nias
para sus hijos, y, en concreto, la que crió al ateniense Alcibíades, Amicla, cuentan que era
laconia. Sin embargo, a éste, como dice Platón, le asignó Pericles como pedagogo a Zópiro, que
en casi nada difería de los otros esclavos. En cambio, a los hijos de los espartiatas Licurgo no los
confió a pedagogos comprados ni a sueldo, ni se permitía a cada cual que educara o criara a su
hijo a capricho, sino que él en persona, tomándolos a todos a su cargo nada más cumplir los
cinco años, los distribuía en agélai y, haciéndolos camaradas en la comida y en la educación,
los acostumbraba a jugar y pasar el tiempo de ocio juntos, unos con otros." "Se nombraba como
jefe de la agélê al que destacaba en sensatez y era más animoso en el combate. Hacia éste
volvían sus ojos, acataban sus órdenes y soportaban sus castigos; tanto, que la educación era, así,
práctica de disciplina. Los vigilaban los ancianos durante sus juegos y, con frecuencia,
suscitando de continuo entre ellos algunos combates y riñas, se informaban no a la ligera de
cómo era por naturaleza cada uno de ellos en cuanto a aguantar y no rehuir la lucha en las
contiendas. Letras, en realidad, sólo aprendían para salir adelante; mientras que toda la restante
educación estaba orientada a la total obediencia, a tener firmeza en las fatigas y a vencer en los
combates. Y por eso, precisamente, conforme iba avanzando la edad, intensificaban su
ejercitación, pelándolos al cero y habituándolos a caminar descalzos y a jugar desnudos casi
siempre. Al cumplir los doce años, ya vivían sin jitón [túnica corta de lana atada a los hombros],
recibiendo un solo himatión para todo el año [manto de lana de una pieza], con los cuerpos
mugrientos y ajenos a baños y ungüentos; con excepción de unos cuantos días al año en que
gozaban de semejante placer. Dormían juntos, por íle [¿pelotones?] y agélê, sobre camastros de
paja que ellos mismos preparaban, cortando con la mano, sin valerse de hierro, los tallos de la
caña que crecía a orillas del Eurotas. En invierno echaban debajo los llamados lycófones [la
Genista acantholada, especie de retama espinosa] y los mezclaban con las yacijas de paja; pues,
según parece, su hojarasca tiene ciertas cualidades caloríficas."

17 "Ya a esa edad se encontraban con ellos amantes, de entre los jóvenes mejor reputados, y los
ancianos estaban todavía más atentos, frecuentando los gimnasios y presenciando las luchas y las
bromas que se hacían entre sí, no como distracción sino porque, en cierto modo, todos se
consideraban padres, pedagogos y gobernantes de todos ellos; con lo que no quedaba ocasión ni
lugar sin que alguien reprendiera y castigara al que actuaba erradamente." "No obstante, también
se les asignaba un paidónomo de entre los varones respetables y distinguidos y, por agelas, ellos
mismos ponían por jefe a quien, en cada momento, era más sensato y combativo de los irénes.
Llaman irenes a los que han llegado al segundo año, des-pués de niños, y melirenes a los que son
mayores que los niños ." "Pues bien, éste, el irén, que ya ha llegado a los diecinueve años, dirige
a los que están bajo sus órdenes, en los combates, y en casa los trata como a sirvientes para la
comida. Encarga a los más robustos que traigan leña y a los pequeños, legumbres. Y lo traen
robando: unos, dirigiéndose a los huertros y otros infiltrándose en los syssitía de los hombres con
gran destreza y precaución. Pero si uno es sorprendido, recibe numerosos latigazos, ya que se
supone que roba con poco cuidado y sin destreza. Roban también de la comida lo que pueden,
aprendiendo a ingeniárselas para asaltar a los que duermen o guardan sus cosas con negligencia.
Para quien es atrapado, el castigo consiste en azotes y en pasar hambre. Pues su ración es
mínima, con el fin de que, al intentar eludir la necesidad por sus propios medios, se vean
forzados a ser arriesgados y astutos." "Ése es el efecto principal de la sobriedad en la nutrición;
pero una acción secundaria, según dicen, es el crecimiento del cuerpo, dado que se desarrolla en
altura, cuando el hálito vital no tiene gran roce ni impedimento por encontrarse constreñido a lo
hondo y a lo ancho por un exceso de alimento, sino que puede ascender hacia arriba, gracias a su
liviandad, con lo que el cuerpo crece sin trabajo y fácilmente. Esa parece que es la causa de su
belleza, pues las constituciones delgadas y a dieta facilitan la buena articulación de los
miembros, mientras que las gruesas y bien alimentadas, con el peso, la obstaculizan; de igual
modo, naturalmente, a como los bebés de las mujeres que se purgan durante el embarazo nacen
delgados, de bellas formas y finos (...)"

18 "Tanto cuidado ponen los muchachos en estos robos que, según se dice, uno que había robado
un cachorro de zorra y lo llevaba cubierto bajo el tribonio [pequeño manto. Fue luego típico de
los cínicos], arañado en el vientre por el animal con uñas y dientes, murió a pie firme con tal de
que nadie se diera cuenta. Y esto no es des-mentido por los actuales efebos, entre los que hemos
visto a muchos morir a golpes en el altar de [Artemisa] Ort[h]ia." "Tras la cena, el irén,
recostado, ordenaba a uno de los muchachos cantar, mientras dirigía a otro una pregunta que
requiriese respuesta mediada; por ejemplo, quién es mejor de entre los hombres o en qué, más o
menos, ha de ocuparse. Con eso se acostumbraban a discernir lo bueno y a cuidarse ya desde el
principio de muchos temas relativos a los ciudadanos. Pues el hecho de que alguno, al
preguntársele quién es buen ciudadano o quién no está bien considerado, dudara en la respuesta,
lo entendían como signo de espíritu tardo y sin pretensiones de virtud. Pero, además, la respuesta
había de tener fundamento y demostración, sintetizada en una frase breve y concisa. Y el que
respondía erróneamente sufría un castigo, recibiendo un mordisco en el pulgar por parte del
irén." "A menudo éste castigaba a los muchachos en presencia de los ancianos y arcontes,
mostrando de ese modo si castigaba con razón y en la debida forma. Mientras duraba el castigo,
no se le interrumpía; pero, cuando los muchachos se iban, era objeto de reprensión si había
impuesto un castigo más duro de la cuenta o, por el contrario, relajadamente y sin vigor." "Los
amantes compartían con los muchachos [paides] su reputación en ambos sentidos. Se cuenta que,
en cierta ocasión, por haber proferido un muchacho en combate una palabra soez, fue castigado
su erasta por los arcontes. Co-mo el amor entre los del mismo sexo estaba tan bien aceptado que
incluso las mujeres distinguidas y respetables amaban a las vírgenes, no existía la rivalidad en el
amor; sino que, más bien, hacían de ello principio de mutua amistad quienes se habían
enamorado del mismo y aunaban sus esfuerzos por perfeccionar lo más posible a su amado."
"Enseñaban a los niños a expresarse con cierta mordacidad mezclada de gracia y de gran
profundidad, pese a su brevilocuencia. Pues, se dice, Licurgo consiguió que la moneda de hierro
tuviese poco valor para su mucho peso; y, en cambio, la moneda de la palabra, pese a su
expresión simple y concisa la hizo apropiada para ideas serias y profundas, ingeniándoselas para
que, a base de mucho callar, fueran sentenciosos y estuviesen bien formados de cara a dar
respuestas [...] Por eso, el rey Agis, como quiera que uno del Atica se burlaba de las dagas
laconias, por su corta longitud, diciendo que los ilusionistas se las tragaban en el teatro en un
santiamén, le dijo: 'Sin embargo, nosotros llegamos muy bien con ellas hasta el enemigo'. [...]"
"[Licurgo dijo] a uno que proponía instaurar una democracia en la polis: 'Ponla tú primero en tu
casa'. Y la que se refiere a los sacrificios, al que le preguntó por qué los había regulado tan
pequeños y baratos: 'Así nunca dejaremos de dar culto a los dioses'. O la referente a las
competiciones, cuando tan sólo eximió a los ciudadanos de la prohibición de participar en
aquéllas en que no hay que levantar la mano." "[...] Y, en otra ocasión, sobre las murallas: 'No
estará desguarnecida la ciudad que se proteja con muros de hombres y no de ladrillo.'"

20 "[...] El rey Leónidas, a uno que inoportunamente había discutido sobre cuestiones de
importancia: 'Extranjero, no tratas lo que debes cuando lo debes', le dijo." "[...] Demárato, a un
hombre de mala condición que le acuciaba con preguntas fuera de lugar y que, entre otras cosas,
a menudo le preguntaba que quién era el mejor de los espartiatas, le dijo [un día]: 'El que menos
se te parezca'. "[...el rey] Plistonacte [458-408], el hijo de Pausanias, a un retor atenienses que
tildaba a los lacedemonios de no saber, le dijo: 'Tienes razón; de entre todos los griegos somos
los únicos que no hemos aprendido de vo-sotros cosas malas.' "[...] Así, uno, que fue invitado a
escuchar a otro que imitaba al ruiseñor, dijo: 'No, pues acabo de oír a uno de verdad.' [...]"

21 "La enseñanza relativa a los cantos y melodías se tomaba no menos en serio que el
encomiable celo y pureza en la expresión, sino que también la música tenía un aguijón
estimulante para el espíritu y parecido a una fuerza activa y de carácter entusiástico y la letra era
sin ambages y persistente en temas serios y formativos. Pues consistía, casi siempre, en elogios
de los que, muertos por Esparta, eran considerados felices. Y en vituperios contra quienes fueron
cobardes, como que viven una vida triste y miserable. Y otras veces en un mensaje y exaltación a
la virtud, acorde con las edades. De lo cual, a título de ejemplo, no está mal una sola muestra:
juntándose tres coros, pertenecientes a las tres edades, en las fiestas, el de los ancianos
comenzaba cantando: 'Nosotros fuimos un día jóvenes animosos'; el de los de edad madura
respondía: 'Nosotros lo somos y, si quieres, haz la prueba.'; y, en tercer lugar, el de los
muchachos: 'Y nosotros seremos mucho mejores.' [Detalles sobre la educación musical.]"

22 Entonces, aunque aplicaban a los jóvenes los ejercicios más duros de la instrucción, no les
prohibían presumir de sus cabellos ni del ornato de sus armas y mantos, despidiéndolos para el
combate como a caballos arrogantes y briosos. De ahí que, si bien se dejaban una melena ya
desde la edad de efebos, especialmente se la cuidaban en los peligros, procurando que apareciera
perfumada y aparente, teniendo presente cierta frase, también de Licurgo, sobre la melena, que
vuelve a los guapos más apuestos y a los feos, más temibles." "En las guerras realizaban
ejercicios gimnásticos más suaves [que de ordinario] y, en cuanto al método de vida restante no
se lo hacían a los jóvenes tan reprimido ni estricto; de modo que, de todos los hombres, sólo para
los espartanos la guerra era un descanso en el entrenamiento para la guerra." "Cuando ya su
falange estaba formada y los enemigos a la vista, en ese momento el rey hacía el sacrificio de
una cabrita e invitaba a todos a coronarse y daba orden a los flautistas de que interpretasen el
castóreo. A la vez se iniciaba un peán de marcha y así el espectáculo era a un tiempo solemne y
sobrecogedor, pues se ponían en movimiento rítmicamente, al son de la flauta, sin dejar ni un
resquicio en la falange ni conturbados en su espíritu, sino guiados apaciblemente por la música
hacia el peligro. " "[...] Tras vencer y poner en fuga al enemigo, lo perseguían el tiempo
suficiente para asegurarse el resultado de la victoria con la retirada de aquél. Luego se
replegaban inmediatamente, considerando que no es noble ni propio de griegos herir y matar a
quienes son rechazados y ya han abandonado." [Eso no era sólo magnanimidad: los enemigos
sabían que, si huían, podían salvar la vida ante los lacedemonios, a causa de esta costumbre].

23 [Datos sobre Licurgo como combatiente y protector de los Juegos de Olimpia.]

24 [La educación de los espartanos llegaba hasta los años de plena madurez. A nadie se le
permite vivir a sus anchas, sino que en la Polis, como en un campamento militar, siempre tiene
un régimen prescrito, de cara al servicio público, pues se piensa que cada cual pertenece por
entero a la patria -tˆhw patræidow- y no a sí propio; de modo que, si no hay mejor quehacer, han
de atender a los más jóvenes para enseñarles cosas útiles o aprender ellos mismos otras de los de
más edad. No se consiente el ocio inútil, como tampoco el trabajo manual ni el mercantil: para
eso existen los hilotas, que cultivan la tierra y facilitan sus productos. Un espartano que estaba en
Atenas supo que habían condenado a un ciudadano acusado de vagancia e improductividad. Y
quiso conocerlo para -dijo- ver a aquel hombre a quien condenaban por vivir en libertad.]

25 [Los que tenían menos de treinta años no iban para nada al ágora, sino que encargaban los
recados a sus allegados o amantes. Y estaba mal visto que los mayores merodeasen mucho por
allí en lugar de pasar el tiempo en la lesché {tertulia oficiosa}, en donde conversaban no sobre
negocios o dinero, sino sobre las acciones enco-miables o censurables. No era, empero, un país
triste. Sosibio cuenta que Licurgo mismo erigió una estatuilla a la Risa.] "En una palabra,
entrenó a sus conciudadanos de modo que no tuvieran ni el deseo ni la posibilidad de vivir para
sí propios; sino que, como abejas, formasen siempre parte integral de una comunidad plena,
apiñados en torno a sus jefes, siempre en puja unos con otros por su entusiasmo y noble
ambición y dándose por entero a su patria." [Queda claro el ejemplo en el caso de Pedárito, a
quien le comunicaron que no había sido elegido para el Consejo de los Treinta (la Gerusía).
Alegróse por ello y le preguntaron por qué: "Porque -repuso- eso demuestra que en Esparta hay
treinta hombres mejores que yo". Cuando le preguntaron al embajador Policrátidas, que trataba
con los persas, si lo hacía como enviado oficial o a título particular, dijo: "Si triunfo en el
cometido, a título ofi-cial; si fracaso, a título particular." Argileónida, la madre de Brasidas, fue
homenajeada por los de Anfípolis, que honraban a su hijo como a héroe local. Y le decían que
era el mejor de los espartanos. A lo que la mujer contestó: "No digáis tal cosa, extranjeros.
Brasidas fue noble y valiente, pero Esparta tiene hijos mucho mejores que él."

26 "A los gerontes, según se dice, los designó él personalmente, primero de entre los que
contribuyeron a la puesta en práctica de su proyecto; pero, luego, dispuso que, al que se fuera
muriendo, lo reemplazara el considerado mejor en virtud de entre los mayores de sesenta años. Y
parece que ésta era la principal y más encarnizada disputa entre los hombres, pues no quien fuera
juzgado más rápido entre los rápidos ni más fuerte entre los fuertes, sino mejor y más sensato
entre los buenos y sensatos, debía recibir, como premio a su virtud y para toda la vida, el
absoluto -por decir así- poder del Estado, con autoridad para imponer la pena de muerte, la de
atimía y, en general, las de mayor importancia." "Se realizaba la elección de la forma siguiente:
una vez reunida la asamblea, los electores eran encerrados cerca, en un edificio donde no veían
el espectáculo ni eran vistos, y tan sólo oían el griterío de los miembros de la asamblea. Pues por
aclamación, como en todo lo demás, juzgaban también a los contrincantes; no a todos al mismo
tiempo, sino que pasaban uno a uno, por sorteo, y atravesaban en silencio la asamblea. Entonces,
los que estaban encerrados, con tablillas, consignaban en cada caso la magnitud del clamor, sin
saber a quién iba destinado; salvo que se trataba del primero, segundo, tercero o cualquier otro
de los que entraban. Y aquel a quien se tributara por más tiempo y con más fuerza, a ése
proclamaban." "Éste, una vez coronado, se dirigía al templo de los dioses. Le seguían numerosos
jóvenes, admirando a aquel varón y ensalzándole, y numerosos mujeres que, entonando un canto,
encomiaban su virtud y proclamaban dichosa su vida. Cada uno de sus íntimos, invitándole a un
banquete, le decía: "Con esta mesa te honra la ciudad". Y al final del recorrido se iba al syssítion.
En todo lo demás se celebraba éste según costumbre, pero a él se le ofrecía una segunda ración y,
guardándola, se la llevaba. Tras el banquete, de las mujeres de su familia que se encontraban a la
puerta del phidítion, llamaba a la que en esa ocasión tenía en más aprecio y, entregándole la
ración, le decía que, tras haberla recibido él mismo como premio, se la entregaba a ella; de
manera que también aquélla era acompañada, con envidia, por las demás mujeres."

27 "Y por cierto que, asimismo, les puso en perfecto orden las costumbres relativas a los
entierros. Pues, primeramente, tras eliminar toda superstición, no les impidió inhumar a los
muertos en la ciudad y tener sus tumbas cerca de los templos, consiguiendo así que los jóvenes
estuvieran familiarizados y acostumbrados a tales vistas; y con ello no perdían la serenidad ni se
asustaban ante la muerte, porque creyeran que contamina a quienes tocan un cadáver o pasan por
entre las tumbas." "Luego, tampoco les dejó enterrar nada con el muerto, sino que, colocando el
cuerpo en una tela roja y entre hojas de olivo, lo envolvían. Una vez enterrado, no se permitía
grabar el nombre del difunto, a no ser que se tratara de un guerrero muerto en combate o de una
mujer en el parto. El tiempo de luto que se estableció era breve, once [diez] días. Al duodécimo,
previo sacrificio en honor de Deméter [madre de Perséfone], debía cesar el luto." "Por esa razón,
tampoco permitía viajar a cualquiera ni ir de un sitio para otro, recogiendo costumbres extrañas y
modelos de formas sin instrucción e instituciones distintas; sino que, incluso a los que para nada
provechoso se juntaban y afluían a la ciudad, los expulsó, no, como dice Tucídides [II 39 1], por
miedo a que se convirtieran en rivales de su constitución y sacaran alguna enseñanza útil en
orden a la virtud, sino más bien para que no fueran maestros de nada malo. Pues con personas
extranjeras necesariamente entran palabras extranjeras; y las pala-bras extrañas implican formas
de pensar extrañas, de las cuales, por fuerza, se originan muchas pasiones y tenden-cias que no
sintonizan con el Estado ya establecido como un conuunto armónico. Por eso, principalmente,
pensaba que era preciso guardar la ciudad, para que no se llenara de malas costumbres ni de
cuerpos enfermos llegados de fuera."

28 "...[la krypteía] era como sigue. Los jefes de los jóvenes, a aquéllos que a primera vista eran
inteligentes, los sacaban durante cierto tiempo al campo, en cada ocasión de una forma distinta,
con puñales y la comida indispensable, pero sin nada más. Ellos, durante el día, esparcidos por
encubiertos lugares, se escondían y descansaban; y, por la noche, bajando a los caminos,
mataban a cuantos hilotas sorprendían. A menudo, metiéndose incluso en sus campos, daban
muerte a los más recios y fuertes de aquéllos. Como precisamente cuenta Tucídides en sus
'Guerras del Peloponeso' : que los [h-lotas] que por su valor fueren designados por los
espartiatas, se coronaron como si ya se hubieran convertido en hombres libres, y recorrieron así
los templos de los dioses, pero, poco después, desaparecieron completamente todos, aunque eran
más de 2.000, sin que ni en ese momento ni más adelante pudiera nadie decir de qué forma
{exactamente} perecieron. Aristóteles dice, además, que los éforos, en cuanto toman posesión de
su cargo, declaran la guerra a los hilotas, para que esté justificado matarlos." "También en las
otras circunstancias los trataban cruelmente y con dureza. Así, a unos los metían en los syssítia y
los obligaban a beber abundante vino puro, con la idea de mostrar a los jóvenes en qué consisten
las borracheras, y les ordenaban cantar, ejecutar bailes humillantes y ridículos y mantenerse lejos
de los hombres libres. Por eso, según cuentan, cuando luego en la campaña de los tebanos contra
Laconia [Epaminondas 370-369] se trató de obligar a los hilotas prisioneros para que cantaran
los poemas de Terpandro, Alcmán y Espendonte, el laconio, se negaron, diciendo que no lo
deseaban sus amos. Así, pues, quien afirma que, en Lacedemonia, el libre era enteramente libre y
el esclavo enteramente esclavo ha visto esa circunstancia con acierto." "Creo, sin embargo, que
tales crueldades aparecieron entre los espartanos más tarde y, en particular, a raíz del gran
terremoto , con ocasión del cual dicen que los hilotas se entendieron con los mesenios,
innumerables males azotaron al país y un terrible peligro amenazó a la ciudad. Pues, al menos yo
no podría atribuir hecho tan infame como el de la krypteía a Licurgo..."

29 [Licurgo, establecida la politeía, consulta a Apolo Délfico si ha hecho bien. La respuesta es


positiva. Hace jurar a los espartanos que no tocarán sus leyes hasta su regreso. Licurgo, ya
mayor, desea morir ejemplarmente y perece por inanición en Delfos, sin regresar a la patria, para
que sus leyes perduren.]

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