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Enrique LYNCH
En una época no muy lejana la condición de cia se resuelve en una infinidad de episodios me-
«histórico» se reservaba a las gestas de individuos nores y , a la vez, se inscribe en hecho de mayor
o pueblos. Los criterios que servían para determi- generalidad. Cada acto mundano, revolución,
nar si este o aquel hecho debía ser consagrado movimiento migratorio, intercambio comercial o
por la historia no solían ser muy claros y , por lo proceso productivo, por ejemplo, se acopla con
general, dependían del juicio y la razón de los otros para formar fenómenos macrocivilizatorios
vencedores en una campaña, de la megalomanía más complejos; pero, al mismo tiempo, traduce
de un conductor de pueblos o del poder de un movimientos psíquicos y físicos, individuales y
grupo social hegemónico. Hoy en día siguen exis- colectivos que, a su vez, se componen de funcio-
tiendo los grandes triunfadores, sigue habiendo nes cerebrales y nerviosas, procesos hormonales,
conductores de pueblos y clases dominantes, pe- atómicos, etcétera. El historiador o el simple ob-
ro junto a la tradicional historia fáctica que narra servador tienen que remontarse por abstracción
las hazañas de éstos, compuesta por acciones mi- hasta los hechos abarcatorios o reducir su campo
litares, políticas, económicas y artísticas, florecen observacional para captar las miríadas de hechos
pequeñas historias, olvidos -deliberados o no- constituyentes y , en cualquiera de sus dos movi-
de la memoria del mundo, historias de creencias mientos alternativos, retrospectivo-reductor o
y mentalidades, historias de instituciones o de prospectivo-inductor , han de elegir, cortar, re-
estilos, de prácticas, de técnicas y de senti- cortar, distribuir, destacar o desechar, o bien re-
mientos'. Esta proliferación de discursos so- ducir, sobre un fondo de continuidad que se sos-
bre el pasado de la humanidad, además de enri- tiene apenas en la dimensión temporal que pro-
quecer nuestro conocimiento histórico, ha teni- vee la cronología. La única y principal tarea del
do la virtud de recomponer la imagen de nuestro historiador consiste en lograr la coherencia en el
presente y no se hubiese producido si quienes fárrago de los acontecimientos. Para ello se vale
decidieron romper con el paradigma historiográ- de la pobre ayuda que le presta el calendario y
fico decimonónico no hubieran contado con un de su sentido íntimo de continuidad que le per-
criterio nuevo sobre qué es el «hecho histórico». mite construir un universo correlacionado allí
La nueva orientación de las investigaciones donde no existen en realidad más que fenóme-
históricas y sociológicas que cada tanto nos sor- nos discontinuos que, si pudieran totalizarse, se
prende con enfoques insólitos de hechos pasados neutralizarían a sí mismos, haciendo que su pro-
entiende dichos acontecimientos de una manera ducto final sea igual a cero3. Considerado desde
diferente de cuando se estudia la acción de los esta perspectiva el conocimiento histórico se ve
héroes o la historia política de una nación, y qui- apoyado en una ilusión de continuidad inspira-
zás en ello radique lo sustancial de sus aciertos. da, en todos los casos, por un criterio particular.
Hace veinte años, Lévi-Strauss, polemizando con Regulando la óptica con que observa los aconte-
el Sartre metodólogo de la Critzca de la Razón cimientos este criterio descubre nuevas conexio-
Dialéctica, se planteaba esta peculiaridad del he- nes para hechos conocidos, desenreda secuencias
cho histórico, el carácter siempre problemático e imprevistas, señala series de sucesos según otras
inefable de éste*, hacía jugar con altanería su sa- ligazones causales, en función de 1a.riqueta de
ber etnológico cuando señalaba, con razón, que sus observaciones, el valor y la cantidad de sus
lo verdaderamente complejo en el discurso de la datos, la precisión de sus instrumentos de traba-
historia está en poder estipular qué es lo que jo y la agilidad de su metodología y , desde lue-
puede ser tratado de <hecho».Apuntaba, asimis- go, la imaginación que aplique a su tarea. No
mo, que una historia auténticamente total nos existe, por consiguiente, una historia sino «histo-
pone ante el caos. Si el hecho histórico es lo que rias», cuyo estudio a la vez que determina un
ha pasado realmente -se preguntaba-, idón- nuevo campo, un objeto inusitado, confiesa
de ha pasado algo en realidad? Cada circunstan- siempre el punto de vista que las ha producido.
Toda historia, concluye Lévi-Strauss, es siempre
1 Me remito a los esbozos de una programática de la nue- una hi~tona-para.
va historiografía en la conocida obra de Michel Foucault, La
arqueologiá del saber, Siglo XXI, México, 1970. Frente a las implicaciones claramente relativis-
2 C. LEVI-STRAUSS,Elpensamiento salvaje, FCE, México,
197, p. 372.
tas de la posición de Lévi-Strauss, podrá objetar- (los marxistas van en la ciencia natural un criterio
se que reducir la cuestión del conocimiento his- de cientificidad para las ciencias humanas al que
tórico al problema de marcar las coordenadas secretamente aspiran), aunque sólo pueda resol-
precisas de un singular «punto de vista» y , de es- verse en una objetividad sui generir. Curiosa-
ta forma, multiplicar al infinito las versiones po- mente, son dignas de ser atendidas las tribula-
sibles de un mismo suceso no soluciona el pro- ciones de Adam Schaff en sus denodados inten-
blema que plantea una teoría de la historia sino tos de defender la posibilidad de una historia
que lo complica. En el mismo momento en que «objetiva»(intersubjetiva) apoyándose en ese ex-
nos inclinamos ante el subjetivismo radical que traño «condicionamiento social involuntario»
la etnología atribuye a la historia, condenamos a que hace tabla rasa con los subjetivismos y justi-
ésta a ser expulsada de la «Tabla de las Ciencias» ficar, al mismo tiempo, las taxativas exigencias
y aquella orgullosa investidura de episteme que de Lenin cuando reclamaba inequívocamente
los positivistas quisieron condederle en el siglo que la historia debía «reflejar los intereses de la
pasado se desvanece y viene a ser sustituida por clase y del Partido»6.
la historia como doxa, mera opinión que tan solo No, mucho más que estos malabarismos de
delata el punto de vista que la emite. Su valor dudosa consistencia teórica importa comprobar
intrínseco, entonces, no resulta mayor que el del que la cientificidad del discurso histórico tiene
habla, los mitos o las prácticas sociales, signos de que habérselas de algún modo con lo contingen-
la marcha de una sociedad pero ya no dominios te, lo intuitivo, lo arbitrario, es decir con la natu-
de saber. raleza voluble y falaz del sujeto cognoscente, y
En compensación se recupera en la versión de emprender el estudio de sus testimonios sin em-
Lévi-Strauss aquel sentido originario que todavía plear siquiera el recurso que Lévi-Strauss repro-
se esconde en la raíz griega del término: ~ o r w ,c cha a Sartre y , con él, a cierta corriente del mate-
que designa a ((aquél que está allí para ver»4, Lo rialismo histórico, de querer convertir a los atri-
testimonial se impone en esta versión a la ~loroc- bulados, imprevisibles, yos en un nosotros para
la de Aristóteles, narración de los datos obteni- mantener viva la ilusión de la libertad'.
dos mediante una investigación, que diera lugar Quisiera encuadrar este trabajo en los marcos
a la historza rerum gestarum, concepción que ha- de una idea de la historia acorde con los nuevos
ce muchos siglos se impuso. En realidad se trata enfoques según los cuales la historia o bien su-
de pasar de la supuesta objetividad de las gestas cumbe a la relatividad de los puntos de vista o
a la reconocida subjetividad del testimonio com- bien se contenta con estudiar la fría lógica de los
prometido. La historia resulta entonces «lo que enunciados.
vio fulano de tal», «lo que atestiguó de esta o Me propongo examinar aquí un caso típico de
aquella circunstancia» y , en algún caso, «lo que comprensión intencionada de la historia, según
juzgó acerca de ello»; especie de crónica, alusión, los esbozos de una filosofía de la historia en Im-
referencia u observación reflexiva del pasado en manuel Kant, para probar cómo cierta epistemo-
la que poco hay de ciencia incontaminada y mu- logía puede escapar a su universo de discurso y
cho de opinión, a despecho del rigor y la minu- proyectar sobre la teoría de la sociedad unos leit-
ciosidad de sus métodos heurísticos. motiv que, en este caso, se han convertido en 1í-
Por otra parte, está claro que esta interpreta- mites, patrones de análisis o supuestos generales
ción de la historia no puede ser del agrado de que van mucho más allá del contexto para el cual
quienes abogan porque el discurso histórico imi- fueron concebidos. El examen del punto de vista
te la objetividad de la ciencia natural. Pero ni si- kantiano de la historia enseña, sorprendente-
quiera satisfará a Adam Schaff, por ejemplo, mente, que puede establecerse una relación sig-
que afirmas que dicha equiparación es deseable nificativa y evidente entre la concepción de la
historia como un devenir con sentido y el su-
4 En M . FOCCAULT,La v e r d a d y /asformasju~ídicas,Ge- puesto de la perfectibilidad del mundo que re-
disa, Barcelona, 1980, p . 40. mata en la esperanza siempre realimentada de
Véase ADAMSCHAFF,Histona y verdad, Crítica, Barce-
lona, 1976. En particular toda la tercera parte, que está de-
dicada a analizar las condiciones para la objetividad en la 6 Cfi. A. SCHAFF.op. cit., pp. 357-360
historia. 7 C. LEVI.STRAUSS,.)O cit., p . 380.
una sociedad mejor, y por este camino, en los según Kant, nos permite hacer de la historia un
principios de una cierta política. discurso racional y razonable. Está claro, pues,
En noviembre de 1784, Kant publicaba en la que el propósito de Kant no consiste en estable-
Berlinische Monatsschrzft un breve opúsculo al cer cómo es posible la historia en tanto devenir
que seguirían otros de temas afines con la filoso- de los acontecimientos sino cómo ese devenir se
fía de la historia. En conjunto, estos escritos que hace inteligible para nosotros, lo que supone es-
preanunciaban la maduración de su ética, no lle- tablecer cómo y en qué medida el discurso de la
gan a configurar un cuerpo de pensamiento historia es permeable a las leyes de la razón.
equivalente a, por ejemplo, su filosofía crítica, Se trata, en primer lugar, de una cuestión
pero tienen, como toda la obra de Kant, una lu- epistemológica a la que se alude ya desde el títu-
cidez y una elocuencia admirables. El trabajo en lo, pero al mismo tiempo implica una materia de
cuestión llevaba el sugestivo título de Idea de mayor alcance. Kant no sólo tratará de una clave
una historia universal desde el punto de vista para la comprensión y factura racional de la his-
cosmopolita8 y en él se contienen todos los ele- toria sino que, por añadidura, esbozará una re-
mentos esenciales de la filosofía de la historia de presentación de la historia universal. En cierta
Kant y los principios generales de su ideario polí- medida, lo que nos dice Kant en sus ensayos so-
tico, que expondría en La Paz Perpetua de 1795. bre la historia es que la forma bajo la cual nece-
Por último, este escrito conecta la filosofía kan- sariamente nos representamos el devenir históri-
tiana con la tradición del pensamiento utópico co dicta la clave para la captación de su sentido y
en la medida en que, como intentaré demostrar, valor último en cuanto es racional. En la filosofía
nos da la versión alemana del sueño de la razón y de la historia kantiana hay, pues, una Idea de la
la idea de progreso. Historia y , paralelamente a ella, una idea -con
Si nos dejamos llevar por los sentidos que evo- minúsculas- de la historia, las cuales, hábil-
ca la palabra «cosmopolita», más allá de la desig- mente combinadas determinan el punto de vista
nación directa, que apunta a la imposible alian- de la modernidad con respecto al devenir de la
za de la ciudad y el mundo, difícilmente tras- sociedad. Este punto de vista, el punto de vista
pondremos los estrechós márgenes impuestos cosmopolita, habrá de tener una profunda in-
por el léxico usual. Según el diccionario, cosmo- fluencia en la tradición del idealismo alemán y , a
polita es aquel que ha visitado muchos países; es través de éste, en el pensaminto social y político
el viajero infatigable, la urbe poblada por una del último siglo.
multitud de razas y comunidades extrañas, es el
individuo mundano que todo -o casi todo- lo
sabe o lo ha experimentado. Por último, hay E/ sentido de la historia
también esa tendencia sociocultural de ciertos
grupos sociales que inmediatamente asociamos El primer gran problema que plantea Kant en
con el «cosmopolitismo»y que es característica de el opúsculo tiene que ver con la necesidad de
los rasgos occidentales más «civilizados». atribuir un sentido al devemor de la historia. No
Sin embargo, no es éste el cosmopolitismo podemos determinar con exactitud,. a primera
que nos interesa y , en alguna medida, muy poco vista, si lo que Kant señala como necesidad es
tiene que ver con el que Kant tenía in mente al propio del objeto o de quien se detiene a exami-
escribir su opúsuculo. No es una nota de socie- narlo. Es decir, si es un requisito del proceso his-
dad o «de la sociedad» y tampoco se trata de una tórico o una condición de posibilidad de la inte-
costumbre, una pauta social o un esprit que pue- lección de dicho proceso. Es, en cierto modo, un
da verificarse en ciertos hábitos. Se trata, en ri- requisito de las cosas examinadas en tanto que, si
gor, de un punto de vista, una perspectiva desde no se impone una forma de coherencia a la libre
la que se entiende e interpreta la historia de la manifestación de los acontecimientos que regis-
humanidad. Si he de expresarme con toda preci- tra la conciencia ingenua, la representación de
sión diré que es el punto de vistafilosófico que, los hechos resulta un caos. Dice Kant que si no
consideramos las acciones de los hombres «con
8 En 1. KANT. Filosofjz de la histoniz, FCE, México, arreglo a un plan», como si formaran parte de un
1979, PP. 39-67. programa o proyecto de alguna especie, no po-
dremos comprenderlas por el solo hecho de que za- es preciso que la facultad de juzgar enlace
no seremos capaces de distinguir propósito racio- ciertos objetos del entendimiento con finalida-
nal alguno en ellas. La simple observación de los des, que proporciona la razón. El juicio teleoló-
hechos que producen los hombres con su con- gico lleva a cabo tales enlaces y permite por ello
ducta no basta para comprender el devenir por- «entender» racionalmente los fenómenos. Este
que si bien los individuos son objeto del deter- juicio, aclara Kant en varias secciones de la Criti-
minismo natural igual que las especies animales, ca del Juicio, no es constitutivo de los objetos
su naturaleza no instintiva -el hecho de que se -como lo es la causalidad natural-, no es de-
mueven según los consejos de la razón- los hace terminante sino tan sólo reflexivo. Cumple por
radicalmente impredecibles. ello una función meramente regulativa, es decir,
De modo que el plan en el que se inscriben los sirve para ordenar de acuerdo con un fin racional
actos de los hombres no resulta entonces un re- los datos que la experiencia trae a la conciencia.
quisito de las acciones mismas cuanto de la con- El fin que propone el juicio teleológico constitu-
ciencia que las observa. Epistemológicamente, ye la unidad ideal que ordena la multiplicidad y
no se trata de hallarlo en la conducta observada heterogeneidad de los fenómenos históricos. Por
-un propósito que, por otra parte, es irrealiza- efecto de este fin propuesto por la facultad de
ble, aclara Kant- sino de suponerlo en la ins- juzgar aplicada a la historia, los sucesos no se nos
tancia determinante de éstas. En otras palabras, aparecen solamente ligados por su conexión cau-
como no es posible deducir plan alguno de las sal o cronológica, sino además por una trama sig-
criaturas que son los hombres, Kant infiere el nificativa. Por la causalidad y la cronología Ilega-
plan de la Madre Naturaleza, bajo cuyos desig- remos a «saber»de ellos, pero sólo tendrán senti-
nios estas criaturas actúan. La inferencia no es do para nosotros, sólo podremos conocerlos, si
descabellada, nos dice; ahí están las tendencias a los ordenamos con respecto a un fin. En tal caso
la homogeneización, las convergencias y la regu- y precisamente porque constituyen una trama
laridad que cabe descubrir en los datos estadísti- significativa pueden destacarse del conjunto de.
cos a que pueden transcribirse ciertos fenómenos los hechos causales.
sociales (los matrimonios, por ejemplo) que, vis- En términos generales, el punto de vista cos-
tos desde la perspectiva de los participantes, pa- mopolita se relacionaría de hecho con un telos,
recen absolutamente libres. Según estos regis- pero no cabe suponer que este telos se limite a la
tros, el sentido de la historia aparecería expuesto mera operación de la razón para ordenar los da-
crípticamente en una suerte de intención oculta tos del entendimiento. El sentido y lafinalzdád
de la Naturaleza, cuya direccionalidad y espíritu determinan ambos el concepto «historia», lo
hay que desentrañar a partir de la pluralidad de constituyen, de tal modo que habrá «historia»
situaciones, actos y circunstancias que intervie- donde nos situemos con nuestras reflexiones, pe-
nen en la actividad social de los hombres. En de- ro no sólo -como bien apunta CassirerlQ- en el
finitiva, Kant defiende un cierto providencialis- plano de los simples acaecimientos sino también
mo como trasfondo de la historia. en el plano de los actos. El telos actúa como una
Sin embargo, su posición es algo más que pro- unidad ideal dadora de sentido; y ésta, su fun-
videncialista. Para entenderla en su justo valor es ción de «dar sentido» a los hechos causales desta-
preciso proyectarse unos años (1790), al texto de cando así lo histórico del devenir natural, consis-
la Critica del Juicio, en particular a su segunda te en imprimir una cierta eticidad al proceso. El
partes. Allí Kant expone su doctrina del juicio telos inmanente que hay que desentrañar de los
teleológico y dice que la causalidad natural, aun acontecimientos es en sí mismo una meta ética
cuando sea determinante para la evolución de los que sólo se nos manifiesta en la medida en que
objetos naturales, no basta para fundamentar el participemos del proyecto que sintetiza. Kant
conocimiento de éstos. Para un conocimeinto ra- siempre se refiere a una conciencia que juzga en
cional de la naturaleza -y de las acciones de los su vida práctica según el viejo mot d'ordre que
hombres en tanto forman parte de la naturale- defiende la supremacía de la razón práctica sobre
32 Un ejemplo de la reacción al militantismo en el plano que los intentos de transformar el mundo han sido vanos,
de la reflexión filosófica lo da Adorno al comienzo de su ya es hora de que volvamos nuestra atención a interpretarlo.
Dialéctzca negativa, cuando advierte al lector que puesto 33 En 1. KANT,FiLosofIz de /a hütona. op c i t , p 145
cielo, idea común a los tibetanos y los platóni- que, para que no ensuciaran el cielo, un ángel les
cos; como manicomio poblado por unos locos señaló un sitio, en el fondo del universo, donde
que no sólo se hacen entre sí todo el daño posi- podían depositar los indeseables residuos. Aquel
ble, sino que ven como digno de honra el esme- sitio era la Tierra y allí los condujo el ángel.
rarse en ello. En cualquier caso, la imagen más Cuenta el sabio persa que nuestros padres pri-
sugestiva dice Kant que nos fue legada por un mordiales hicieron lo que les indicó el ángel y de
sabio persa. Según éste, los padres de la especie aquel producto que dejaron en la Tierra nació el
humana residían en el paraíso, un jardín maravi- género humano.
lloso, sembrado con árboles frutales cuyos frutos, La persistencia del punto de vista cosmopolita
asimilados por el hombre, no dejaban residuos. se explica, pues, por esto. Quien se disponga a
Había sin embargo un único árbol en ese jardín, romper con el cosmopolitismo se expone a tener
de fruto particularmente apetitoso, que no tenía que asumir alguna de las muchas formas del pe-
esa virtud y, por consiguiente, estaba prohibido simismo; y puede ocurrir que, si es hábil, sea ca-
comerlo. Nuestros padres, anticipando un gesto paz de evitar esta contingencia. Pero en todo
que se repetiría infinidad de veces entre sus des- caso no podrá dejar de entender la historia del
cendientes infrigieron la prohibición. Así fue mundo como una escatología.