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“El mundo pide a gritos reglas globales que respeten los logros de la ciencia,
porque no es la ciencia la que gobierna el mundo. Sería imperioso lograr
consensos planetarios para lograr solidaridad para los más oprimidos. Movilizar a
las grandes economías para crear bienes útiles sin frivolidades para levantar a los
más pobres del mundo”
José Mujica, discurso ante la ONU en 2010
INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo haremos una reflexión acerca del conflicto y su resolución,
como excusa para ello abordaremos el caso concreto que atraviesa Colombia hoy
día, la coyuntura de los Diálogos de Paz en la Habana y teniendo en cuenta los
matices que ha tenido el conflicto armado en el país. Haremos una crítica a la
sobrevaloración de la democracia y la imposibilidad de una paz positiva en el
marco de los Estados Nacionales. Siguiendo a Galtung en su conceptualización de
violencia estructural, sostendremos que una paz estructural es algo que no se
transa en un Estado-nación, a la vez que es un proceso que se construye
atravesando las fronteras, poniendo en diálogo a la especie humana en su
conjunto.
Veremos, pues, que en esa lógica procesual tal y como ocurren las escaladas de
violencia es posible construir una escalada de paz en la cual, el cese al conflicto
armado dentro de los estados (como ocurre con el estado colombiano y su
insurgencia) no es algo de desechar por una reduccionista y aplastante mirada
estructuralista y que por el contrario, en ese proceso, toda transacción de
conflictos por medio de la vía política resulta provechoso.
Para ganar precisión en el análisis, a continuación delimitaremos los conceptos
teóricos de los que nos valdremos para postular la hipótesis y realizar el ejercicio.
Posteriormente enunciaremos la hipótesis que trabajaremos. Luego intentaremos
realizar un recorrido procesual e histórico del conflicto armado en Colombia, junto
con un recorrido teórico y bibliográfico sobre la violencia en el país. Más adelante
caracterizaremos y resaltaremos la importancia de los procesos de paz a lo largo
de ese conflicto armado. Finalmente concluiremos analizando lo propuesto en la
hipótesis a partir de lo ya explicado en el texto, y a su vez, desde de una entrevista
realizada a Jefferson Jaramillo investigador y docente de la Universidad Javeriana.
No obstante, antes de continuar enunciaremos algunas de las cuestiones que
motivaron y estructuraron el presente ejercicio. ¿Basta con culminar el conflicto
armado en Colombia para poder empezar a construir paz? ¿Un cambio
institucional desde el Estado Colombiano permitiría realmente generar un cambio
social y cultural hacia la paz? ¿Depende la construcción de paz del Estado?
¿Cómo mitigar un tipo de violencia de baja intensidad y alta frecuencia como la
que se presenta en Colombia? ¿Es posible hablar de paz a nivel global en la
sociedad contemporánea? ¿Es el Estado-Nación una estructura que posibilita la
consecución de una paz integra, justa e igualitaria?
MARCO TEÓRICO
Abriremos la puerta al análisis de la violencia problematizando lo dicho por
Hannah Arendt, la razón de ello es que ofrece una reflexión esclarecedora que
diferencia entre violencia y poder vemos que históricamente en el pensamiento
político se han construido, con preocupante frecuencia, definiciones imprecisas y
confusas en torno a estas dos importantes problemáticas para la ciencia política.
En primer lugar, la violencia es instrumental. Es una herramienta empleada para
multiplicar la fuerza. En segundo lugar, el poder es la capacidad colectiva de
actuar, es implícitamente lo legítimo y lo valido, “pertenece al grupo y existe solo
mientras éste no se desintegra” (Arendt, 1970, pág. 41). Por ejemplo, se podría
decir que los gobernantes ejercen poder porque los gobernados obedecen, e
implícitamente legitiman a ese amo llamándolo presidente a través de diversos
sistemas políticos como la Democracia. Si la violencia es un medio el poder es un
fin en sí mismo. Aquella puede ser ejercida individualmente, éste no puede
prescindir de lo colectivo. Arendt por medio de estos planteamientos, llega a un
punto central e innovador para la teoría de conflictos. La violencia y el poder,
contrario a lo que toda tradición de pensamiento ha insinuado, son opuestos. La
autora demuestra que si desaparece la violencia del Estado no desaparece su
capacidad de ejercer poder, por el contrario ello sería reflejo de un aumento en su
autoridad (entendida en términos no coercitivos sino de respeto y validez). Un
Estado que presenta elevados niveles de violencia evidencia críticos niveles de
poder, así como un Estado que presenta elevados niveles de poder evidencia
bajos niveles de violencia. En otras palabras, la violencia sería un instrumento
característico de los Estados que sufren ausencia de poder y por consiguiente de
autoridad y legitimidad.
Resulta pertinente dar paso a una conceptualización clásica en lo que respecta a
la violencia, hablamos de la propuesta de Galtung, el triángulo de la violencia, en
él se explica la dinámica del fenómeno. El autor, en su conceptualización
diferencia la violencia en tres tipos, la cultural, la estructural y la directa, si bien
esta diferenciación resulta clara analíticamente a la hora de constatarla con la
realidad, veremos que estas violencias operan al mismo tiempo.
Siguiendo a Galtung, vemos que es posible identificar la violencia cuando ocurre
una no satisfacción de necesidades básicas que atentan contra el bienestar tanto
de la población en su conjunto como de cada uno de los sujetos concretos que la
componen, mediante la privación de lo potencialmente posible y deseado. Entre la
violencia directa y la estructural existe una similitud de cuatro clases de
necesidades básicas: necesidades de supervivencia (muerte mortalidad),
necesidad de bienestar (sufrimiento, falta de salud), necesidad de representación,
(alienación, falta de participación), y por último necesidad de libertad (represión);
ambas formas de violencia están avaladas dentro de un tercer tipo de violencia
que Galtung denomina violencia cultural.
La violencia estructural sería las formas que toma la sociedad con dinámicas de
estratificación, bien sean de clase, etnia y género que no dejan desarrollar al
individuo sus necesidades básicas como la supervivencia o la identidad. (Galtung,
J. 2003)
La violencia directa sería la manifestación evidente y fáctica del fenómeno, estaría
fácilmente relacionada con la ejecución física de la misma y bajo ella subyacerían
en algunos casos la estructural y siempre la cultural.
La violencia cultural, es la dimensión simbólica de la violencia. Que se puede
identificar en un sinnúmero de prácticas tanto cotidianas como rituales específicas,
como ceremonias religiosas, pensamientos filosóficos, ideologías, expresiones
artísticas, en la música, etc. Esta, desde una perspectiva funcionalista, es el
engranaje en la máquina que hace posible legitimar la violencia estructural o la
violencia directa, un ejemplo de ello es la legitimación de la guerra santa mediante
un ideal religioso. (Galtung, J. 2003)
A lo anterior valdría la pena añadirle las palabras del mismo Galtung: “Pese a las
asimetrías, hay una diferencia básica en la relación temporal de los tres conceptos
de violencia. La violencia directa es un acontecimiento; la violencia estructural es
un proceso con sus altos y bajos, y la violencia cultural es una constante, una
permanencia”.1
De este triángulo de la violencia y particularmente de la violencia cultural se
deduce que la paz, más allá de ser la dejación de las armas es la posibilidad de la
realización de todas las personas, en tanto sujetos y en tanto colectividad. En
otras palabras, más que la negación del conflicto, el cese al fuego, etc., la paz
sería un fenómeno positivo en tanto sí hubiese inclusión en los espacios del poder,
para su ejercicio horizontal. Sí hubiese capacidad de deliberación y decisión, sí
hubiese recursos para todas y todos, etc. Para que ocurra una paz positiva deben
desaparecer esas estructuras que permiten la segregación social y las relaciones
desiguales de poder, dentro de ellas el Estado. “Para Galtung (2003) la paz es
tanto la ausencia/reducción de todo tipo de violencia como la transformación
creativa y no violenta de conflictos. Estos dos principios le dan sentido a los dos
niveles que son inseparables: Paz Negativa, como la superación de las formas de
violencia directa; y Paz Positiva, como la transformación creativa y no violenta de
los conflictos y la superación de las dimensiones estructurales y culturales de la
violencia.” (Vela, 2011, p. 27)
1
Galtung, Johan. “Violencia cultural”, en Paz por medios pacíficos. Paz, conflicto, desarrollo y
civilización, Bakeaz – Gernika Gogoratuz, Bilbao. Pág. 12
de la violencia no son procesos homogéneos siempre. Dependiendo del grupo
social lo que es considerado como violencia cambia.
Ideas, ideologías, estructuras y valores configuran históricamente dicho concepto.
Dependiendo del momento de la historia y del espacio en la estructura social, lo
aprobado y lo rechazado como violento muta. Esto queda en evidencia en el texto
cuando los autores plantean que “la violencia está en el ojo del observador”
(Scheper-Hughes, 2004, P. 2. La traducción es nuestra) Lo que yo permito y lo
que yo sanciono expresa la dimensión legítima de la violencia que en mi nicho
ecológico se configura. De esta manera, concluyen que con mucha frecuencia los
actos más atroces y violentos (no solo los físicos) son socialmente permitidos y
hasta celebrados como un logro, o incluso como un deber a favor del bien común
Nacional. El festejo militar y social que la muerte de un guerrillero produce dentro
del contexto colombiano es un ejemplo perfecto de violencia en Scheper-Hughes.
Asimismo estos supuestos entran en estrecha relación con la Necropolítica de A.
Mbembe (2011). Ésta hace referencia al progresivo aumento de la regulación y el
control sobre la muerte de los seres humanos a partir de premeditadas y legitimas
decisiones gubernamentales, y se expresa como (…) el proyecto central de
instrumentalización generalizada de la existencia humana, y la destrucción
material de los cuerpos y poblaciones humanas juzgados como desechables o
superfluos (…) Así en el término (…) se refiere fundamentalmente a ese tipo de
política que se entiende como el trabajo de la muerte en la producción de un
mundo en que se acaba con el límite de la muerte. (Mbembe, A. 2011. Pp. 135-
136)
Ligando esto a la naturaleza de los Estado-Nación contemporáneos, como el
Colombiano, que se desenvuelven en un escenario mundial globalizado, la
decisión política de establecer ¿qué vidas se deben proteger? o ¿qué vidas
representan una amenaza? sigue siendo potestad de un gobernante (entiéndase
una persona o una institución), con la diferencia de que éste ahora toma
decisiones anclado en las dinámicas globalizadas.
HIPÓTESIS
A partir de lo explicado anteriormente en el marco teórico, planteamos la siguiente
hipótesis que desarrollaremos constantemente a lo largo del trabajo:
Teniendo en cuenta el proceso histórico de conflicto y violencia, y la coyuntura
político-social que vive el país actualmente, consideramos que dentro del contexto
nacional colombiano no es posible llegar a un escenario de construcción de paz
positiva. El cese del conflicto armado en ningún sentido es sinónimo de paz
estructural, para llegar a ésta es necesario abolir la violencia en todas sus
dimensiones, directas, estructurales y culturales. Entendemos además que estas
formas de expresión de violencia trascienden lo Estatal, por lo tanto, la
construcción y búsqueda de una paz así mismo multidimensional, debe ir más allá
del plano institucional del Estado. En estos términos la consecución de una paz
positiva (Galtung): 1) No depende del Estado 2) ni puede darse dentro del mismo.
2Este cálculo fue presentado en el estudio pionero sobre la Violencia en Colombia, realizado por
Guzman G. Fals-Borda O. y Umaña E. (1980 [1962]) y comprende el período 1949-1962. El
estimado de personas muertas controvertía el estimativo de 300.000 muertos que había hecho el
ex-presidente Alfonso López. Ver Tomo 1, pág. 292.
brillaron por su ausencia transformaron el movimiento a uno subversivo
contrasistémico. El movimiento campesino entendió que su realidad inmediata le
exigía dejar de pedir derechos y garantías y empezar a arrebatarlos incluso
configurando pequeñas Repúblicas Independientes donde construían nuevos
modelos de legitimidad y legalidad. Bajo estos procesos el movimiento subversivo
fue tomando tintes políticos e ideológicos, se auto proclamaron Marxistas-
Leninistas y claramente su visión de mundo chocó con la del Estado colombiano.
“En Colombia, entonces, como hemos visto, las condiciones señaladas por
Mbembe para proceder a ejercer el derecho de matar y de dejar vivir estaban
dadas. El Estado de excepción estaba declarado y los enemigos previamente
identificados. Durante los gobiernos de Ospina Pérez y Laureano Gómez, como
señala Pécaut (2001[1987]: 599), los enemigos eran aquellos que atentaban
contra “la civilización cristiana del país”, es decir, los izquierdistas revolucionarios
“propugnadores de la lucha de clases y la implantación de sistemas tiránicos y
materialistas” y los liberales que estaban “completamente influenciados por ideas y
jefes comunistas”.
Ésta breve explicación permite entender la célula-génesis de todo el proceso de
conflicto armado en Colombia. Ambos bandos se fueron construyendo
conjuntamente, fueron creciendo y mutando cuantitativa y cualitativamente. Las
tensiones entre ambos configuraron a lo largo de 50 años, en gran medida,
muchas de las realidades y problemáticas rurales y políticas del país. Hubo
atentados, muertos, masacres, presos, bombas, minas, intentos de diálogo, cese
al fuego, intervenciones extranjeras; hubo diferentes expresiones y repertorios de
violencia (directa, estructural y cultural) que configuraron, según el Informe
General de Memoria Histórica (2010), una guerra prolongada y degradada, en
otras palabras una “low intesity war” (2005, Münkler, P.40) atada a medidas
violentas “Horroristas” (Adriana Cavarero, 2009). Consideramos que desde una
perspectiva a largo plazo, todo el discurso del Terrorismo que maneja y reproduce
el gobierno colombiano le ha dado un nuevo tinte comprensivo e ideal al conflicto
más no material. Si bien ha habido profundas transformaciones en ambos actores
armados, las tensiones ideológicas y epistemológicas siguen siendo, en gran
medida, las mismas.
3
La imputación es una técnica que consiste en recoger información respecto a un personaje de varias
fuentes y luego a partir de una sistematización, armar un “caparazón” de lo que es y ponerlo en boca de él,
como si fuese él mismo quien lo contara.
acumulación de la burguesía en una lucha por el poder para revolucionar los
modos de producción. En su continuación Ted Gurr (1970) desarrollaría esta
teoría bajo el nombre de deprivación relativa, no obstante, la evidencia empírica
acota severamente los supuestos mencionados con anterioridad, pues no es sino
ver que hay lugares donde la inequidad es tal que la frustración se hace inevitable,
sin embargo, ésta no conduce unívocamente a la violencia ya que la inequidad no
es causa suficiente para la rebelión.
A la aclaración anterior, valdría la pena recordar lo propuesto por Müller (1985) ya
que él emprende un análisis sobre el concepto de inequidad, que posteriormente
deriva en el establecimiento de una relación específica entre el régimen, la
represión, el descontento y violencia política. En primer lugar, Müller plantea que
siempre la inequidad social produce descontento, frustración, deprivación relativa.
Por tanto, siguiendo una supuesta línea lógico-teórica se supondría que el
descontento generalizado llevaría a una violencia política colectiva y cohesionada.
Sin embargo, el autor establece que no hay necesariamente una relación causal
entre el descontento y la violencia. Esto debido a que en medio de ambos
conceptos es necesario contemplar el tipo de régimen en que se desenvuelven y
consecuentemente, el nivel de represión sociopolítica de éste. En este orden de
ideas, se llega así a su tesis central. Müller establece que la inequidad y el
descontento son necesarios pero no son condiciones suficientes para el
surgimiento de una violencia política dentro de un régimen. Argumenta por un lado
que, los bajos niveles de represión en un régimen permiten la inclusión política y
pacífica de la población descontenta, por lo que la violencia política no es una
opción óptima. Por otro lado, plantea que en un régimen plenamente totalitario las
oportunidades de organización política disidente tienden a 0, por lo que el
surgimiento de una violencia colectiva no es viable. En consecuencia, se llega a
que el punto medio en este modelo, el régimen de represión intermedia, es
entonces para el autor el espacio más fértil para que la inequidad y el descontento
deriven en una violencia política. En otras palabras, un régimen semirepresivo que
presente modelos económicos o sociales de desigualdad e inequidad, es
altamente propenso a presentar espacios de violencia política colectiva. Müller
demuestra esto a partir de un análisis histórico donde evidencia que las relaciones
establecidas corresponden positivamente a los regímenes inestables y en conflicto,
dentro de los periodos establecidos, concluyendo que la posibilidad de existencia
de la violencia depende en muchos casos del carácter de régimen. Para relacionar
lo anterior con el caso colombiano podemos dar paso a lo que sería una solución
del conflicto bélico entre la insurgencia y el Estado colombiano.
PROCESOS DE PAZ EN COLOMBIA
Como bien hemos visto la paz es un paso que se construye a largo plazo y que
tiene implicaciones de cambios estructurales, en el caso colombiano claramente
se observa un conflicto político, social, armado, donde el proceso de paz ha
pasado por diferentes ciclos, algunos más tensionantes y difíciles que otros en
curso. Es clave entender que los procesos de paz son cambiantes y variables al
igual que lo son las sociedades acorde con algunas dinámicas tipo global, local,
institucional, político, cultural, educativo. Con lo anterior abrimos el panorama para
manifestar en este párrafo y los fragmentos posteriores que cada proceso de paz
que se ha suscitado a lo largo de los últimos 30 años en Colombia, responde a
diversos interés en juego, producto del momento, del contexto, es multitematico
atendiendo a cada una de las partes que dinamizan el escenario de resolución de
conflicto ya sean estatales, instituciones, fuerzas armadas o actores armados
ilegales. Que se negocia?, Que se acuerda?, Quienes negocian?, Cual es la
agenda de las negociaciones?, son algunos de los puntos aspectos significativos,
dentro de la lógica de la negociación.
Sobre las guerrillas Pecaut: “Las güerillas denuncian un régimen totalmente injusto
y políticamente no representativo; tratan, pues, de enfrentarse al Estado y, sobre
todo, a las Fuerzas Armadas y a la policía, que garantizan el mantenimiento de su
funcionamiento. Al proclamar de forma reiterada su intención de "tomarse el
poder" y "derrocar una dominación oligárquica", las guerrillas expresan claramente
su "carácter político".”4
4
Pécaut, Daniel. Crónica de cuatro décadas de política colombiana. Bogotá. Norma. Pág. 535.
Importante tener en cuenta que para Darby un proceso de paz puede analizarse
en tres etapas: pre-negociación –previo a la agenda-, negociación, y post-
negociación –implementación.
A continuación haremos un recorrido histórico por los diferentes procesos de
negociación y paz por los que ha pasado el país, desde los 80, los 90, hasta el
presente con el actual proceso de paz que se lleva a cabo en la Habana, donde
nos detendremos para analizar el papel de la sociedad civil y otras organizaciones
sociales en un eventual proceso de paz y de llegar a un acuerdo, ante un
escenario de postconflicto.
Procesos de Paz.
Estos fueron los retos a los que se tuvo que enfrentar el primer proceso de paz y
negociación en Colombia, la concentración de altos intereses políticos, militares,
no permitieron que el proceso fuera encaminado en buen término, donde la
ausencia de terceras fuerzas como la sociedad civil se hizo evidente.
5
Pécaut, Daniel. Crónica de dos décadas de política colombiana: 1968-1988. Bogotá: Siglo XXI Editores,
1988. 350- 351.
6
Carta del Presidente de la República al Ex Presidente de la República doctor Carlos Lleras Restrepo.
Septiembre 17 de 1981.
parte el expresidente Lleras y seria relevado en su cargo Otto Morales Benítez por
motivos de salud. El decreto establecía la conformación de una comisión integrada
por 40 miembros, con funciones de asesoría y absoluta reserva; Betancur dispuso
que esta tuviera acción activa presentado alternativas al presidente en materia de:
opciones de recuperación e incorporación a la economía de zonas y regiones
afectadas por el conflicto, adjudicándose la mejora de las condiciones de los
ciudadanos golpeados por la violencia de manera sustancial garantizando justicia
y seguridad a los mismos.
7
“La paz no es un objetivo, sino un resultado: Barco”, El Tiempo, 10 de julio de 1986, p. 6 A.
contra “casa verde”, lugar donde se encontraba el secretariado de las FARC, el
hecho freno toda posibilidad de negociación pacifica con el grupo subversivo,
quien emprendió una contra ofensiva en los primeros meses del año 1991. De tal
manera, con lo anterior no se dieron se presentaron avances coordinados en las
FARC y sus voceros y los representantes delegados en materia de negociación y
paz por el Gobierno. Lo que se puede observar a lo largo de los cuatro años de
mandato de Gaviria es la incorporación de una serie de mecanismos e iniciativas
presentadas para un eventual proceso de diálogo y negociación en un futuro. La
Comisión Asesora de Reinserción, la Dirección Presidencial para la Reinserción
DAPRE son algunos de los dispositivos de negociación propuestos.
8
http://www.humanitarios.org/reh/IMG/pdf_5.Procesos_de_paz_en_Colombia.pdf.Pág.19
se denominaría la zona de distención el 7 de Noviembre de 1998. Una vez
establecida la agenda y las lógicas de negociación Pastrana y Marulanda
acordarían el inicio de la fase de negociaciones el 6 de Mayo de 1999 después del
episodio de la silla vacía, mediante La Agenda Común por el cambio hacia una
nueva Colombia, tras varias años de distanciamiento entre FARC y Gobierno se
tenía una agenda de negociación para un proceso de paz.
En general las negociaciones con las FARC y el ELN encontraron varios
obstáculos y complicaciones, los hechos de violencia y ataques en diversas
regiones del país congelaron seguidamente las mesas de negociación con los
grupos subversivos. Pastrana intento retomar algunos resultados de gestiones
pasadas en materia de negociación, donde la sociedad civil tomaba partida e
intervención el caso de la reunión de Río Verde en la cual el Gobierno, el ELN, y
representantes de la sociedad civil acordarían los principios para el desarrollo de
un proceso negociador. Finalmente no sucedió ningún acuerdo exitoso con alguno
de los actores armados FARC, ELN, el proceso de paz con los grupos guerrilleros
tuvo una fuerte oposición en algunos sectores de la población que desconfiaban
de las series intenciones de los voceros negociadores de las FARC y ELN,
mientras cometían actos de violencia e intimidación en algunas regiones del país.
Por otro lado los grupos paramilitares que también se habían expandido por
diversas partes de la geografía nacional, cometiendo matanzas, masacres,
sembrando el miedo, no habían sido parte concreta de la agenda política del
Gobierno para integrar una posible desmovilización, paz y reintegración a la vida
civil, miraban con recelo y desconfianza el proceso, pese a los acercamientos con
representantes del Gobierno de Pastrana.
Álvaro Uribe llega al poder en el año 2002 y posterga su mandato tras una
reelección el 2006 hasta el 2010. Desde antes de su elección Uribe venia
condicionando y dilatando la posibilidad de una salida negociada al conflicto con el
grupo Terrorista de las FARC (11 de Septiembre) como lo denomino al grupo a lo
largo su mandato, y de la misma manera respondieron los grupos insurgentes con
una negativa que diera paso a un eventual proceso de paz y negociación.
Sin embargo los diálogos tienen un particular avance con los grupos paramilitares
de autodefensas que venían generando un problema de tensión y conflicto,
sembrando miedo y terror en algunas regiones de Colombia donde disputaban el
control y poder con los grupos subversivos y la que llevaba la peor parte era la
sociedad civil. El acuerdo negociador con los grupos paramilitares estuvo
previamente precedido por un reconocimiento de estatus político de parte del
Estado hacia el paramilitarismo, desde una postura pragmática, que tenía su base
en uno de los primeros proceso de paz con otros actores armados (Betancur), se
pretendía avanzar aceleradamente en la búsqueda de un proceso de paz y
desmovilización con los grupo paramilitares.
Con este slogan el Presidente Santos. “La prosperidad para todos, principio
fundamental del Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014, solo se alcanza
garantizando la prevalencia del Estado de Derecho en todo el territorio. Lo anterior
implica consolidar la seguridad, garantizar la observancia plena de los derechos
humanos, y proveer un sistema de justicia pronto y eficaz”9.
9
https://www.dnp.gov.co/LinkClick.aspx?fileticket=4-J9V-FE2pI%3D&tabid=1238
tuvo motivo el primer encuentro entre representantes del Gobierno, Voceros de las
FARC, en el periodo Santos, que contó con la participación de gobiernos de otros
países como Cuba, Venezuela, Noruega que sirvieron de garantes y testigos de lo
que fuera a circunscribirse, concluyendo de mutuo acuerdo con la necesidad de
poner fin al conflicto como condición esencial para la construcción de una paz
estable y duradera.
2. Participación política
El derecho y garantía para el ejercicio de la oposición política en general, y en
particular para los nuevos movimientos que surjan luego de la firma del Acuerdo
Final. Acceso a medios democráticos de participación ciudadana, nacional,
regional y local de todos los sectores, incluyendo la población más vulnerable, en
igualdad de condiciones y con garantías de seguridad.
5. Víctimas
Reparar las víctimas del Conflicto por cuenta de las FARC de manera integral
donde se trataran asuntos como los derechos humanos de las víctimas y la
aclaración de la verdad.
Desde hace algunos años la sociedad civil ha venido tomando parte activa de los
proceso de paz y solución pacífica al conflicto armado en Colombia, además de
colectivos, organizaciones sociales, encargados para la reconstrucción de los
hechos, reparación y justicia para las víctimas de la violencia en Colombia. La
aparición de diversos movimientos sociales al debate político para reivindicar los
derechos políticos, sociales, de la sociedad civil, muestran un resquebrajamiento
con Estado, ya no existe una homogeneidad, unidad, por parte de la política y los
procesos políticos; el fenómeno de los movimientos sociales muestran un
desencanto con un Estado que no responde a las necesidades de una parte de la
población, de fracciones de izquierda que no logran articular su proyecto al Estatal,
y tomar el concepto de sociedad civil para promover sus demandas y
reclamaciones. La sociedad, el ciudadano desde el concepto de sociedad civil se
organiza para luchar contra una democracia liberal, donde el Estado no garantiza
a las personas igualdad, solidaridad, justicia social, promoviendo valores que
respondan a una sociedad pluralista, democrática, que permita a los ciudadanos
constituir acciones políticas eficaces de deliberación publica que prioricen el bien
colectivo y común, permitan la cohesión social y el fortalecimiento de la comunidad,
la promoción de espacios de enseñanza y socialización de normas y políticas de
convivencia, donde los diversos grupos sociales se les respete su capacidad de
acción.
“Desencantada del Estado, la sociedad civil busca espacios propios no estatales para
alcanzar objetivos de igualdad, solidaridad y justicia que la vieja filosofía política encargo
al Estado en tanto que contrato, encargo que parece naufragar en las dificultades de la
gobernabilidad.”10
10
BEJARANO JESUS ANTONIO.1999. El papel de la sociedad civil en el proceso de paz. Leal,
Francisco (editor). Los laberintos de la guerra. Bogotá, TM Editores, pág. 282
11
BEJARANO JESUS ANTONIO.1999. El papel de la sociedad civil en el proceso de paz. Leal,
Francisco (editor). Los laberintos de la guerra. Bogotá, TM Editores, pág. 298
resultado de la discusión entre distintos sectores políticos el Gobierno Nacional y
representantes de la sociedad civil.
EPÍLOGO
A la hora de hablar de la mafia en el contexto colombiano, es inevitable no tener
en mente a la figura de Pablo Escobar, sin embargo, para aproximarnos al
fenómeno desde una perspectiva científica, resulta estratégico tomar prestada la
conceptualización que hace Diego Gambetta desarrollar en su estudio de La mafia
siciliana. El negocio de la protección privada. (2007) Allí, haciendo gala de sus
conocimientos en sociología hace un estudio contraevidente, y muestra que a
pesar de que se haya pretendido entender, a lo largo de la historia, el problema de
la mafia como si se tratase de una especie de Estado en miniatura, con sus
propias leyes, sus propias dinámicas internas de jerarquías y legitimidad, es
mucho más provechoso abordar el fenómeno como si se tratara de “negocios
comunes –como la industria de automóviles, seguros y publicidad –“ (Gambetta, D.
2007. P 38) esto permite obtener resultados analíticos muy interesantes a la vez
que novedosos. “La mafia es una industria que, como muchas otras, está
12
Estado, gobierno y sociedad. Por una teoría general de la política. p. 47.
gestionada de manera congruente con sus propios y peculiares requisitos y
restricciones” (ibíd. P.36)
Si bien en Colombia la situación podría verse como similar en tanto la incapacidad
del Estado de garantizar justicia y seguridad, ocurre algo que quizá no sea tan
evidente en el caso de Sicilia, la política y la mafia no solo se “coquetean” en
situaciones donde pueden encontrar beneficios en común, en nuestro caso –y
hablamos particularmente del señor Álvaro Uribe Vélez – ha ocurrido una
manguala tal entre mafia y acceso al poder estatal13 que el análisis necesitaría de
nuevas categorías analíticas, pues el propósito privado de protección y justicia es
lo que ha administrado al Estado y sus instituciones como el ejército, la
procuraduría, entre otros, haciendo que verdaderamente haya un desdibujamiento
entre el Estado y el mercado de protección en manos de privados.
Ahora bien, si buscamos entender qué ocurriría con esas mafias que ofrecen
protección y se mezclan en la política en el caso hipotético de un escenario de
posconflicto con las Farc-EP simplemente citaríamos, nuevamente a Jefferson
Jaramillo, quien recordando las experiencias de Nicaragua, El Salvador y
Guatemala, y estableciendo un paralelo con la remoción de las estructuras
paramilitares en Colombia dice:
“La experiencia que arrojan, por ejemplo, los países centroamericanos, que
firmaron la paz, acuerdos de paz (...) fue que producto del proceso de
acuerdo de paz, de cierre del conflicto, de cierre de la guerra civil, o del
conflicto armado irregular, lo que se generó fue precisamente un
desencadenamiento de la violencia criminal, atado fundamentalmente,
probablemente a unas mafias también. El posconflicto seguramente
garantice el cierre y la firma de un acuerdo de paz con grupos armados que
tienen legitimidad dentro de un conflicto armado, en este caso el Estado, en
este caso las insurgencias, pero no garantiza que el cierre y el denominado
posconflicto no produzca, por ejemplo, una escalada de crimen organizado,
que es lo ocurrido en Centroamérica.
Es probable que esas mafias, esos actores armados que no son
insurgentes, que no son actores políticos en armas, incluso con poder
político regional sigan existiendo. La alternativa para el gobierno no es
negociar con ellos, porque no se puede negociar con el crimen organizado,
la alternativa para el gobierno es exterminar el crimen organizado.
Puede ser posible que de llegarse a firmar un acuerdo, un mal proceso de
desarme, desmovilización y reintegración, traiga como consecuencia el que
13
Para esclarecer tan lamentables suceso véase: Por las sendas de El Uberrimo de Iván cepeda y Alirio Uribe
(2014)
muchos de estos efectivos, guerreros, que hoy están en las filas de la
insurgencia probablemente pasen de ser insurgentes a ser delincuentes, a
engrosar las filas de estas mafias organizadas.
De hecho Colombia no está enfrentando eso con el posconflicto, lo está
enfrentando hace tiempo. Yo sí creo que uno de los grandes fracasos de la
975, la Ley de Justicia y Paz, la firma del desarme, la desmovilización y el
reintegro de las estructuras paramilitares, desencadenó precisamente eso.
Eso no son Bandas Emergentes, a mí no me gusta ese término, creo que
eso son estructuras neoparamilitares en Colombia. Es decir estructuras que
se recompusieron en el tiempo. Que finalmente no se desmovilizaron, se
desarmaron sino que finalmente lo que hicieron fue el abrazo cordial frente
al país, la pantomima de la entrega de las armas, pero finalmente siguieron
siendo estructuras y se fueron reorganizando.
Yo sí creo que ese es uno de los riesgos que acarree este proceso. El
proceso de construcción se firmará en la Haban, pero eso, la firma del
proceso se tiene que hacer efectiva regional y localmente, va a tener
mucho que ver con la política de desarme, desmovilización y reintegración
de estas personas a la vida civil. (Entrevista realizada a Jefferson Jaramillo
Marin en mayo de 2014, en la Javeriana, Bogotá)
Retomando nuestra hipótesis tras el desarrollo del ejercicio, revisaremos los dos
puntos centrales donde recae nuestra propuesta particular. En primer lugar, que la
consecución de una paz positiva no depende del Estado y en segundo lugar, que
no puede ni si quiera darse dentro del mismo.
1.¿Por qué no depende del Estado? Porque la paz positiva depende es de la
sociedad civil en su conjunto. Si se considera que la paz estructural es la negación
de posibilidad de violencia estructural, y si ésta última se expresa por medio de
dinámicas y constructos culturales, en cierta medida, independientes del marco
estatal 14 , entonces, la posibilidad de una paz en esos términos debe partir de
profundos cambios en la sociedad que genera esas dinámicas y esos constructos.
La paz en ningún momento puede ser una política de Estado, algo que
actualmente se ve con frecuencia en las propuestas de los candidatos
presidenciales en Colombia.
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Si bien hay expresiones de violencia cultural y estructural que trascienden el Estado y dependen de otras
instituciones como la iglesia, la familia, la economía o la educación, las fallas estructurales del Estado
colombiano configuran una de las principales fuentes y causas históricas de esa violencia. Sin embargo, en
conjunto todas esas violencias que se desenvuelven estructural y culturalmente no podrán llegar a ser
plenamente mitigadas a través de la acción gubernamental.
Para Jefferson Jaramillo, sociólogo, especialista en temas de memoria y conflicto y
docente de la Universidad Javeriana,
“la consecución de la paz positiva para Galtung, implica transformar las
condiciones que hacen posible la violencia estructural. Dentro de esas
lógicas de transformación de las violencias, entrarían las lógicas asimismo
institucionales, éstas se tornan importantes para generar el cambio, una de
esas instituciones podría ser el Estado, pero no sería la única. En ese
sentido, la idea que propone Galtung parte de que la transformación de las
violencias estructurales también pasa por entender que juega un papel
fundamental la sociedad civil y las iniciativas locales. Son incluso más
preponderantes éste tipo de instituciones” (Entrevista realizada en mayo
2014 en la Universidad Javeriana, Bogotá)
Se observa, en otras palabras, que la paz como política estatal nunca podría ser
efectiva porque el profundo cambio que requiere transformar las condiciones de
posibilidad de la violencia estructural, debe pasar necesariamente por una
apropiación y voluntad de la sociedad civil en su conjunto.
Encontramos que esa necesidad de cambio social como base fundamental para
una construcción de paz, es afín a un concepto particular que Boaventura de
Sousa Santos propone en su obra Una Epistemología Del Sur, Nuestra América:
Reinventando un paradigma subalterno de reconocimiento y redistribución (2001).
Allí argumenta que en un escenario tan diverso como lo es América Latina la única
salida al fascismo societario que nos inunda, es una ley cosmopolita, que permita
la construcción de nuevas pautas sociales de reconocimiento y solidaridad.
Es entonces ese concepto de Fascismo Societario el que permite teorizar nuestra
propuesta crítica ante posturas que contemplen la paz estrictamente como
consecuencia del actuar estatal o gubernamental colombiano, y menosprecien el
actuar de la sociedad civil nacional y global. Santos lo identifica como una de las
mayores implicaciones negativas de la globalización hegemónica de occidente en
el mundo. (ibíd.) El fascismo societario más allá de ser político, es democrático, es
pluralista, deja de ser estrictamente nacional para ser local y global.
Específicamente es un proceso que segmenta a la población en sectores que son
legítimamente excluidos y expulsados de cualquier tipo de contrato social,
sectores que son abandonados del resto, como en un retorno al estado de
naturaleza Hobessiano. Lo importante a resaltar es que cuando se propone el
término fascismo, éste va desligado de cualquier noción de sistema político, y
como Santos argumenta, está profundamente relacionado con la manera en que
los humanos se relacionan e interactúan en esa gran sociedad mundo. Es decir,
que las pautas culturales y el entramado social que construimos, siguiendo la
globalización dominante de occidente, nos hace llegar a pensar que hay muertes
de personas válidas y necesarias para el sistema, que hay sectores pobres, que
históricamente lo han sido por gusto o por suerte, y que de una u otra forma son
útiles para el mantenimiento de la sociedad. Precisamente para evitar tan
equivocados pensamientos Santos propone la ley cosmopolita, una propuesta de
cambio social profundo. Un replanteamiento a las pautas de relación, siguiendo la
equidad (redistribución) y la diferencia (reconocimiento) a nivel material y
cognoscitivo, una propuesta con potencial empírico-teórico muy interesante y
productiva.
Ese replanteamiento de las interacciones sociales en S. Santos está ligado
claramente con las condiciones necesarias para que surja una paz positiva en
Galtung. Ambas ideas sin duda, son planteamientos macro importantes para la
teoría del conflicto, sin embargo, como lo propone Jefferson Jaramillo:
“estas ideas aparecen como visiones maximalistas en torno a la construcción
de paz. Por ejemplo, Galtung considera que hay que remover todas las
estructuras que generan violencias estructurales, en ese sentido él habla de
paz positiva, es decir, que la paz no solo es ausencia de conflicto armado. Pero
la pregunta es ¿eso es posible hacerlo? Yo creo en ese sentido que Galtung se
mueve en el horizonte utópico de la paz”. (Entrevista realizada en mayo 2014
en la Universidad Javeriana, Bogotá)
De ésta manera pasamos al segundo punto de la hipótesis, el cuestionar la
posibilidad real de que dentro de un Estado se pueda dar es paz en apariencia
utópica.
Por otro lado, se podría tomar como ejemplo ese paradigmático y aparentemente
ideal sistema que es el Democrático para explicar lo anterior. K. Arrow (1951)
mediante un complejo análisis determina que ningún modelo de elección social o
grupal puede responder coherentemente a las preferencias, deseos y valores de la
totalidad de integrantes de dicho grupo o sociedad. Ésta tesis se conoce como el
Teorema de la imposibilidad de Arrow. A grandes rasgos, obviando importantes
detalles, con este teorema se evidencian las fallas que tienen estructuras
organizativas y de decisión colectiva como la Democracia. Se hace alusión a que
los grupos sociales numerosos, como las naciones, están conformadas por
individuos racionales, que escalan sus preferencias y emplean balances de costo
beneficio al actuar y al planificar.
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Identificamos un vínculo teórico entre Arrow y Norberto Bobbio. Las ideas de Bobbio en torno a la
Democracia reflejan esa misma preocupación por conceptos como mayoría, legitimidad y tensión en la
afinidad representante-representados.
con los postulados galtungianos sería trascender todas aquellas estructuras que
en su naturaleza, configuren esos medios objetivos para la violencia.
Como lo hemos visto, y queda evidenciado desde el primer estudio de La
Violencia, de Guzmán y Fals y tal y como vuelve a aparecer en el compendio
realizado por el Cinep en 2003, el Estado, además de tener una responsabilidad
histórica, por sus formas mismas de administración del poder, la violencia, los
recursos y el territorio ha causado un gran mal; recordamos, pues una reflexión
que hace uno de los pioneros en los estudios del poder y la autoridad: Mijail
Bakunin, quien en la génesis que hace de la autoridad estudia a Dios y al Estado
(2010)y refiriéndose al segundo afirma que
Bibliografía:
- Arrow K. La elección social y valores individuales, 1951.
- Bakunin, M. 2010. Dios y el Estado. Utopía Libertaria Colección. Buenos
Aires.
- Bourdieu, Pierre. 2001. El doble sentido de la palabra “globalización”. En
Contrafuegos 2. Anagrama editorial
- Molano, Alfredo. 1985. (1991) Los Años del Tropel. El Áncora Editores.
Bogotá.
1987. Selva Adentro. El Áncora Editores.
Bogotá.
1989. Siguiendo el corte. Relatos de guerras y de
tierras. El Áncora Editores. Bogotá.
1994. Trochas y Fusiles. El Áncora Editores. Bogotá.
- http://www.upf.edu/iuhjvv/_pdf/arrels/dossier/rodriguez/rodriguez8.pdf
- http://www.humanitarios.org/reh/IMG/pdf_5.Procesos_de_paz_en_Colombia
.pdf