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Juan Sebastián Zapata Mujica, Daniel Mateus Arciniegas y Alejandro Montoya

Vargas – Trabajo final Teoría del Conflicto

Contribución a la crítica del Estado-nación y la


democracia, una reflexión desde los estudios del
conflicto.
“Hace medio siglo le echaron candela al monte y hoy no lo pueden
apagar porque el conflicto que en primera instancia se azuzó como
cosa de partido prendió un anhelo de reformas elementales como la
agraria y la territorial, sin las que ya no es posible conseguir la
adhesión sincera del campesinado con el orden económico-social.
Aún así, todavía echan combustible a la guerra, ahora rebautizada
como <<terrorismo>>, olvidando cincuenta años de sentirla y de
llorar a un millón de muertos.”
Orlando Fals Borda, prólogo a La Violencia en Colombia 2005

“El mundo pide a gritos reglas globales que respeten los logros de la ciencia,
porque no es la ciencia la que gobierna el mundo. Sería imperioso lograr
consensos planetarios para lograr solidaridad para los más oprimidos. Movilizar a
las grandes economías para crear bienes útiles sin frivolidades para levantar a los
más pobres del mundo”
José Mujica, discurso ante la ONU en 2010

INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo haremos una reflexión acerca del conflicto y su resolución,
como excusa para ello abordaremos el caso concreto que atraviesa Colombia hoy
día, la coyuntura de los Diálogos de Paz en la Habana y teniendo en cuenta los
matices que ha tenido el conflicto armado en el país. Haremos una crítica a la
sobrevaloración de la democracia y la imposibilidad de una paz positiva en el
marco de los Estados Nacionales. Siguiendo a Galtung en su conceptualización de
violencia estructural, sostendremos que una paz estructural es algo que no se
transa en un Estado-nación, a la vez que es un proceso que se construye
atravesando las fronteras, poniendo en diálogo a la especie humana en su
conjunto.
Veremos, pues, que en esa lógica procesual tal y como ocurren las escaladas de
violencia es posible construir una escalada de paz en la cual, el cese al conflicto
armado dentro de los estados (como ocurre con el estado colombiano y su
insurgencia) no es algo de desechar por una reduccionista y aplastante mirada
estructuralista y que por el contrario, en ese proceso, toda transacción de
conflictos por medio de la vía política resulta provechoso.
Para ganar precisión en el análisis, a continuación delimitaremos los conceptos
teóricos de los que nos valdremos para postular la hipótesis y realizar el ejercicio.
Posteriormente enunciaremos la hipótesis que trabajaremos. Luego intentaremos
realizar un recorrido procesual e histórico del conflicto armado en Colombia, junto
con un recorrido teórico y bibliográfico sobre la violencia en el país. Más adelante
caracterizaremos y resaltaremos la importancia de los procesos de paz a lo largo
de ese conflicto armado. Finalmente concluiremos analizando lo propuesto en la
hipótesis a partir de lo ya explicado en el texto, y a su vez, desde de una entrevista
realizada a Jefferson Jaramillo investigador y docente de la Universidad Javeriana.
No obstante, antes de continuar enunciaremos algunas de las cuestiones que
motivaron y estructuraron el presente ejercicio. ¿Basta con culminar el conflicto
armado en Colombia para poder empezar a construir paz? ¿Un cambio
institucional desde el Estado Colombiano permitiría realmente generar un cambio
social y cultural hacia la paz? ¿Depende la construcción de paz del Estado?
¿Cómo mitigar un tipo de violencia de baja intensidad y alta frecuencia como la
que se presenta en Colombia? ¿Es posible hablar de paz a nivel global en la
sociedad contemporánea? ¿Es el Estado-Nación una estructura que posibilita la
consecución de una paz integra, justa e igualitaria?

MARCO TEÓRICO
Abriremos la puerta al análisis de la violencia problematizando lo dicho por
Hannah Arendt, la razón de ello es que ofrece una reflexión esclarecedora que
diferencia entre violencia y poder vemos que históricamente en el pensamiento
político se han construido, con preocupante frecuencia, definiciones imprecisas y
confusas en torno a estas dos importantes problemáticas para la ciencia política.
En primer lugar, la violencia es instrumental. Es una herramienta empleada para
multiplicar la fuerza. En segundo lugar, el poder es la capacidad colectiva de
actuar, es implícitamente lo legítimo y lo valido, “pertenece al grupo y existe solo
mientras éste no se desintegra” (Arendt, 1970, pág. 41). Por ejemplo, se podría
decir que los gobernantes ejercen poder porque los gobernados obedecen, e
implícitamente legitiman a ese amo llamándolo presidente a través de diversos
sistemas políticos como la Democracia. Si la violencia es un medio el poder es un
fin en sí mismo. Aquella puede ser ejercida individualmente, éste no puede
prescindir de lo colectivo. Arendt por medio de estos planteamientos, llega a un
punto central e innovador para la teoría de conflictos. La violencia y el poder,
contrario a lo que toda tradición de pensamiento ha insinuado, son opuestos. La
autora demuestra que si desaparece la violencia del Estado no desaparece su
capacidad de ejercer poder, por el contrario ello sería reflejo de un aumento en su
autoridad (entendida en términos no coercitivos sino de respeto y validez). Un
Estado que presenta elevados niveles de violencia evidencia críticos niveles de
poder, así como un Estado que presenta elevados niveles de poder evidencia
bajos niveles de violencia. En otras palabras, la violencia sería un instrumento
característico de los Estados que sufren ausencia de poder y por consiguiente de
autoridad y legitimidad.
Resulta pertinente dar paso a una conceptualización clásica en lo que respecta a
la violencia, hablamos de la propuesta de Galtung, el triángulo de la violencia, en
él se explica la dinámica del fenómeno. El autor, en su conceptualización
diferencia la violencia en tres tipos, la cultural, la estructural y la directa, si bien
esta diferenciación resulta clara analíticamente a la hora de constatarla con la
realidad, veremos que estas violencias operan al mismo tiempo.
Siguiendo a Galtung, vemos que es posible identificar la violencia cuando ocurre
una no satisfacción de necesidades básicas que atentan contra el bienestar tanto
de la población en su conjunto como de cada uno de los sujetos concretos que la
componen, mediante la privación de lo potencialmente posible y deseado. Entre la
violencia directa y la estructural existe una similitud de cuatro clases de
necesidades básicas: necesidades de supervivencia (muerte mortalidad),
necesidad de bienestar (sufrimiento, falta de salud), necesidad de representación,
(alienación, falta de participación), y por último necesidad de libertad (represión);
ambas formas de violencia están avaladas dentro de un tercer tipo de violencia
que Galtung denomina violencia cultural.
La violencia estructural sería las formas que toma la sociedad con dinámicas de
estratificación, bien sean de clase, etnia y género que no dejan desarrollar al
individuo sus necesidades básicas como la supervivencia o la identidad. (Galtung,
J. 2003)
La violencia directa sería la manifestación evidente y fáctica del fenómeno, estaría
fácilmente relacionada con la ejecución física de la misma y bajo ella subyacerían
en algunos casos la estructural y siempre la cultural.
La violencia cultural, es la dimensión simbólica de la violencia. Que se puede
identificar en un sinnúmero de prácticas tanto cotidianas como rituales específicas,
como ceremonias religiosas, pensamientos filosóficos, ideologías, expresiones
artísticas, en la música, etc. Esta, desde una perspectiva funcionalista, es el
engranaje en la máquina que hace posible legitimar la violencia estructural o la
violencia directa, un ejemplo de ello es la legitimación de la guerra santa mediante
un ideal religioso. (Galtung, J. 2003)
A lo anterior valdría la pena añadirle las palabras del mismo Galtung: “Pese a las
asimetrías, hay una diferencia básica en la relación temporal de los tres conceptos
de violencia. La violencia directa es un acontecimiento; la violencia estructural es
un proceso con sus altos y bajos, y la violencia cultural es una constante, una
permanencia”.1
De este triángulo de la violencia y particularmente de la violencia cultural se
deduce que la paz, más allá de ser la dejación de las armas es la posibilidad de la
realización de todas las personas, en tanto sujetos y en tanto colectividad. En
otras palabras, más que la negación del conflicto, el cese al fuego, etc., la paz
sería un fenómeno positivo en tanto sí hubiese inclusión en los espacios del poder,
para su ejercicio horizontal. Sí hubiese capacidad de deliberación y decisión, sí
hubiese recursos para todas y todos, etc. Para que ocurra una paz positiva deben
desaparecer esas estructuras que permiten la segregación social y las relaciones
desiguales de poder, dentro de ellas el Estado. “Para Galtung (2003) la paz es
tanto la ausencia/reducción de todo tipo de violencia como la transformación
creativa y no violenta de conflictos. Estos dos principios le dan sentido a los dos
niveles que son inseparables: Paz Negativa, como la superación de las formas de
violencia directa; y Paz Positiva, como la transformación creativa y no violenta de
los conflictos y la superación de las dimensiones estructurales y culturales de la
violencia.” (Vela, 2011, p. 27)

Concatenando la propuesta analítica de Galtung, encontramos a Scheper-Hughes


y Bourgois donde analizan la violencia desde una perspectiva multidimensional.
Para comenzar, los autores aclaran que la violencia nunca podrá ser entendida de
manera completa si se analiza únicamente desde su dimensión física o directa.
Ésta va más allá de actos forzados o de agresión que causan directamente daños
materiales y físicos. La violencia puede ser social, cultural, simbólica, estructural o
psicológica. Para comprender todos esos atributos o expresiones de violencia, los
autores empiezan planteando que ésta es una condición humana, sin embargo no
la esbozan en términos deterministas o esencialistas sino en términos de especie
social. La violencia es una condición humana expresada, no en las características
biológicas de la especie, sino en su nicho ecológico. Es en su entramado social
donde podemos encontrar los significados y usos que se le dan, es allí donde se
delimita lo que culturalmente es o no es violencia. Observando los diversos nichos
ecológicos de los humanos se encuentra que tanto la expresión como la represión

1
Galtung, Johan. “Violencia cultural”, en Paz por medios pacíficos. Paz, conflicto, desarrollo y
civilización, Bakeaz – Gernika Gogoratuz, Bilbao. Pág. 12
de la violencia no son procesos homogéneos siempre. Dependiendo del grupo
social lo que es considerado como violencia cambia.
Ideas, ideologías, estructuras y valores configuran históricamente dicho concepto.
Dependiendo del momento de la historia y del espacio en la estructura social, lo
aprobado y lo rechazado como violento muta. Esto queda en evidencia en el texto
cuando los autores plantean que “la violencia está en el ojo del observador”
(Scheper-Hughes, 2004, P. 2. La traducción es nuestra) Lo que yo permito y lo
que yo sanciono expresa la dimensión legítima de la violencia que en mi nicho
ecológico se configura. De esta manera, concluyen que con mucha frecuencia los
actos más atroces y violentos (no solo los físicos) son socialmente permitidos y
hasta celebrados como un logro, o incluso como un deber a favor del bien común
Nacional. El festejo militar y social que la muerte de un guerrillero produce dentro
del contexto colombiano es un ejemplo perfecto de violencia en Scheper-Hughes.
Asimismo estos supuestos entran en estrecha relación con la Necropolítica de A.
Mbembe (2011). Ésta hace referencia al progresivo aumento de la regulación y el
control sobre la muerte de los seres humanos a partir de premeditadas y legitimas
decisiones gubernamentales, y se expresa como (…) el proyecto central de
instrumentalización generalizada de la existencia humana, y la destrucción
material de los cuerpos y poblaciones humanas juzgados como desechables o
superfluos (…) Así en el término (…) se refiere fundamentalmente a ese tipo de
política que se entiende como el trabajo de la muerte en la producción de un
mundo en que se acaba con el límite de la muerte. (Mbembe, A. 2011. Pp. 135-
136)
Ligando esto a la naturaleza de los Estado-Nación contemporáneos, como el
Colombiano, que se desenvuelven en un escenario mundial globalizado, la
decisión política de establecer ¿qué vidas se deben proteger? o ¿qué vidas
representan una amenaza? sigue siendo potestad de un gobernante (entiéndase
una persona o una institución), con la diferencia de que éste ahora toma
decisiones anclado en las dinámicas globalizadas.

Facilitándonos categorías mucho más concretas para el análisis de los agentes en


el conflicto encontramos pertinente recurrir a Charles Tilly, estudioso de la acción
colectiva desde la teoría de la agencia, encontramos que un régimen político es la
síntesis de la interacción de varios agentes, como lo son los agentes del gobierno,
miembros del sistema político, desafiadores (que para nuestro caso sería la
insurgencia) y los sujetos (que bien puede enmarcar al grueso de la sociedad civil).
Para la violencia dentro de una régimen político hay categorizaciones útiles que
permiten abordar el problema desde lo planteado por Tillly, hay especialistas en
violencia que son quienes ejecutan los actos de violencia, en palabras del autor
“los especialistas en violencia no solo sirven los intereses de instancias superiores
(gobiernos, partidos, comunidades, grupos étnicos, u otros) con los que suelen
estar alineados. Siguen sus propia dinámica” (Tilly. 2007, P. 31) acompañados por
ellos están los emprendedores políticos de la violencia, ellos coordinan, organizan
y dividen territorial y simbólicamente aprovechando la violencia como hecho
fáctico, a su vez, influyen en las escaladas de violencia y su sectorización
territorial.

HIPÓTESIS
A partir de lo explicado anteriormente en el marco teórico, planteamos la siguiente
hipótesis que desarrollaremos constantemente a lo largo del trabajo:
Teniendo en cuenta el proceso histórico de conflicto y violencia, y la coyuntura
político-social que vive el país actualmente, consideramos que dentro del contexto
nacional colombiano no es posible llegar a un escenario de construcción de paz
positiva. El cese del conflicto armado en ningún sentido es sinónimo de paz
estructural, para llegar a ésta es necesario abolir la violencia en todas sus
dimensiones, directas, estructurales y culturales. Entendemos además que estas
formas de expresión de violencia trascienden lo Estatal, por lo tanto, la
construcción y búsqueda de una paz así mismo multidimensional, debe ir más allá
del plano institucional del Estado. En estos términos la consecución de una paz
positiva (Galtung): 1) No depende del Estado 2) ni puede darse dentro del mismo.

EL CONFLICTO ARMADO EN COLOMBIA


En este orden de ideas, es necesario caracterizar de manera sintética el proceso
del conflicto armado en Colombia, con el fin de ir aterrizando la teoría a la práctica.
En este punto nos guiaremos por una concepción de historia similar a la producida
por la Escuela de los Annales, una historia enfocada en los procesos, en las
tendencias y en las dinámicas, más no en las fechas y el detalle que la historia
tradicional reproduce constantemente.
El conflicto armado Colombiano que se trata en este acápite así como en el actual
proceso de la Habana es el referido dos actores principales, por un lado, las
guerrillas campesinas surgidas a mediados de los 60’s que tomaron el nombre de
FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejercito del Pueblo) y
por el otro, las fuerzas militares estatales, el Ejército Nacional de Colombia.
Las causas del surgimiento de ese importante actor armado que es las FARC para
la historia de Colombia, pueden ser explicadas comprendiendo el periodo previo a
1964 fecha de su fundación. Este periodo como lo veremos más adelante ha sido
continuamente estudiado por científicos sociales nacionales e internacionales, y es
denominado en esos estudios como el periodo de la Violencia en Colombia. “Ésta
época, que va de 1948 hasta 1965, se caracterizó por la implementación en
Colombia del Estado de Sitio, el ejercicio totalitario del poder, una fuerte
persecución sin cuartel contra todo lo que fuera o sonara a comunismo y por dejar
un saldo de aproximadamente 200.000 personas asesinadas y unas 800.000 sin
hogar, en su gran mayoría población campesina2.” (Salgado, 2011, p. 120)
Ésa etapa de la violencia en el país, tal como lo identifica Henry Salgado, profesor
de la Universidad Javeriana, se caracteriza por una ausencia casi total de poder
estatal, bajo la concepción del mismo a partir de Arendt. Observamos además,
que a través de estados de excepción y fuertes medidas de coacción individual y
social, el Estado colombiano en nombre del progreso, el catolicismo y el desarrollo
emprendió una serie de atentados a la identidad, la libertad y la vida misma de la
población inerme, población en gran medida rural y campesina. Surgen entonces
procesos de Necropolítica que explicaremos a continuación.
Los procesos de globalización muchas veces son impuestos, y por medio de
eufemismos como modernización, progreso y desarrollo (Bourdieu, 2001)
configuran estructuras y sistemas estatales, que consecuentemente afectan a la
población gobernada, a través de políticas y planes de desarrollo inoportunos y
contrarios a los problemas y necesidades reales de la misma. Algo perfectamente
evidenciable en el comportamiento estatal Colombiano durante el periodo ya
mencionado. El campesino se tornó un obstáculo para el progreso del país.
En este momento de la discusión es casi inevitable tocar el tema del bien común
sobre el bien particular. Cuando los intereses del Estado colombiano estaban tan
consolidados y sumergidos bajo ideales desarrollistas, los intereses de las
pequeñas comunidades vulnerables (indígenas, campesinos, afros) pasaron a ser
menospreciados e invisivilizados. Agamben (1997) identifica ésta problemática con
el Estado de Zoé. Argumenta que en ese espacio los sujetos son despojados de
todo marco normativo, desde el que gobierna. Los individuos y sus territorios se
tornan invisibles y vacíos, los agentes locales, como el campesinado de los 50’s,
son privados de su territorio, su hábitat social, sus lazos familiares, su trabajo y
sus proyectos de vida, de forma repentina y en muchos casos de forma impositiva.
Bajo este desfavorecedor contexto se fueron configurando movimientos sociales
desde el campesinado que buscaban reivindicar y visibilizar sus intereses, sus
necesidades y sus problemas. Las FARC surgen inicialmente como un movimiento
social intrasistémico, pero ese oscuro panorama estatal donde los gobiernos

2Este cálculo fue presentado en el estudio pionero sobre la Violencia en Colombia, realizado por
Guzman G. Fals-Borda O. y Umaña E. (1980 [1962]) y comprende el período 1949-1962. El
estimado de personas muertas controvertía el estimativo de 300.000 muertos que había hecho el
ex-presidente Alfonso López. Ver Tomo 1, pág. 292.
brillaron por su ausencia transformaron el movimiento a uno subversivo
contrasistémico. El movimiento campesino entendió que su realidad inmediata le
exigía dejar de pedir derechos y garantías y empezar a arrebatarlos incluso
configurando pequeñas Repúblicas Independientes donde construían nuevos
modelos de legitimidad y legalidad. Bajo estos procesos el movimiento subversivo
fue tomando tintes políticos e ideológicos, se auto proclamaron Marxistas-
Leninistas y claramente su visión de mundo chocó con la del Estado colombiano.
“En Colombia, entonces, como hemos visto, las condiciones señaladas por
Mbembe para proceder a ejercer el derecho de matar y de dejar vivir estaban
dadas. El Estado de excepción estaba declarado y los enemigos previamente
identificados. Durante los gobiernos de Ospina Pérez y Laureano Gómez, como
señala Pécaut (2001[1987]: 599), los enemigos eran aquellos que atentaban
contra “la civilización cristiana del país”, es decir, los izquierdistas revolucionarios
“propugnadores de la lucha de clases y la implantación de sistemas tiránicos y
materialistas” y los liberales que estaban “completamente influenciados por ideas y
jefes comunistas”.
Ésta breve explicación permite entender la célula-génesis de todo el proceso de
conflicto armado en Colombia. Ambos bandos se fueron construyendo
conjuntamente, fueron creciendo y mutando cuantitativa y cualitativamente. Las
tensiones entre ambos configuraron a lo largo de 50 años, en gran medida,
muchas de las realidades y problemáticas rurales y políticas del país. Hubo
atentados, muertos, masacres, presos, bombas, minas, intentos de diálogo, cese
al fuego, intervenciones extranjeras; hubo diferentes expresiones y repertorios de
violencia (directa, estructural y cultural) que configuraron, según el Informe
General de Memoria Histórica (2010), una guerra prolongada y degradada, en
otras palabras una “low intesity war” (2005, Münkler, P.40) atada a medidas
violentas “Horroristas” (Adriana Cavarero, 2009). Consideramos que desde una
perspectiva a largo plazo, todo el discurso del Terrorismo que maneja y reproduce
el gobierno colombiano le ha dado un nuevo tinte comprensivo e ideal al conflicto
más no material. Si bien ha habido profundas transformaciones en ambos actores
armados, las tensiones ideológicas y epistemológicas siguen siendo, en gran
medida, las mismas.

UN RECORRIDO TEÓRICO SOBRE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA

Habiendo caracterizado a grandes rasgos el proceso de la violencia en Colombia y


el proceso del conflicto armado, vemos pertinente realizar un recorrido teórico a
través de una bibliografía específica, que permita ahondar y entender desde
diferentes perspectivas esas problemáticas que surgieron al reconstruir
brevemente ese importante fragmento de la historia colombiana.
El primer estudio científico que se hizo de la violencia en Colombia corrió por
cuenta de Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna,
la obra, titulada La Violencia en Colombia, comprende la Violencia dentro de un
marco rural donde sus víctimas son los campesinos, sus causas, las quiebras de
las instituciones fundamentales: las fuerzas del orden público (policía y ejército), la
escuela, la familia, las instituciones religiosas y económicas, así como los
organismos judiciales, los partidos políticos, entre otros (Guzman, G. 2005) Este
libro se ha constituido en clásico dentro de los estudios de violencia colombiana e
incluso como marco referencial para una vista general de la realidad colombiana
debido, entre otras cosas, a que la información empírica tiene un gran valor ya que
su recolección es el resultado de la labor religiosa, y como tal de intervención
social que llevó a cabo Guzmán. En ella se recopilan testimonios de bandoleros,
campesinos, guerrilleros, policías, víctimas y victimarios, entre un sinnúmero de
personas involucradas dentro del fenómeno. Así mismo es un estudio pionero de
una problemática transversal a la realidad colombiana contemporánea.
Hacia la primera mitad de la década inicial del siglo XXI, el CINEP publicaba un
compendio donde se hacía un recuento general de las formas de abordar el
conflicto armado colombiano, el título del libro ya dejaba ver una continuidad en
postulados generales de la obra de Fals Borda: Violencia política en Colombia. De
la nación fragmentada a la construcción del estado. (2003) El inminente fracaso
del proyecto de nación, el resquebrajamiento de sus instituciones más
representativas harían de Colombia un país violento.
Es casi tres décadas después, en el marco de los Acuerdos de Cese al Fuego,
Tregua y Paz del gobierno de Belisario Betancourt, que sale a la luz pública un
estudio que analiza qué pasó con los campesinos de Los Andes que huían a
finales de los años cincuenta y principio de los sesenta. Tumbando selva y
colonizando en familias las baldías zonas del Caquetá, con técnicas de siembra y
estilos de vida andinas, llegaron aquellos campesinos, allí, la coca se daba
fácilmente. Una cosa coincidió con la otra, el cómo se fraguó la relación entre
guerrilla y coca es un importante aporte para la comprensión de la complejización
del problema de la violencia, de cara, entre otras cosas, al llamado narcotráfico.
Así mismo el abordaje de la violencia como un problema de origen social,
utilizando entrevistas a colonos vivos y comparando características geográficas
con datos demográficos. Es importante resaltar que este estudio (Cubides, F.
Jaramilllo, J. Mora, L. 1989) fue realizado por encargo debido al momento que
atravesaba el país.
Por medio de historias de vida, entrevistas e imputación3 Alfredo Molano (1985)
arroja certeras pistas que permiten complementar cómo fue esa Violencia de los
años cincuenta, la colonización, consecuencia del éxodo campesino (1987) y el
devenir de las autodefensas campesinas en guerrillas (1994). Su obra constituye
una visión diferente de la violencia que se puede leer como un estudio científico y
como lo diría Fals Borda, en el prólogo que hace a Siguiendo el Corte (1989) una
voz que protesta ante tanta violencia.
Desde una perspectiva de largo plazo, tenemos a Marco Palacios (1995) quien
hace un estudio cronológico del devenir histórico de la violencia, donde establece
seis etapas que van desde 1875 hasta la constitución de 1991. Este es un claro
ejemplo de que la violencia colombiana es algo que se remonta casi hasta la
incipiente conformación del Estado-nación, que aun hoy en día no parece ser muy
estable y se agrieta con cada bala disparada en el monte.
Al tener este panorama podemos afirmar que teorías que buscan explicar las
causas del conflicto desde la acción racional pueden tambalear. Si seguimos la
línea de Marco Palacios e identificamos una génesis en el conflicto armado de
vieja data, habría serias complicaciones a la hora de sostener que éste se ha
originado por lo que algunos llamasen depredación o codicia. Puesto que hablar
de un actor racional que calcule y actúe orientado en una lógica de reducir costos
y aumentar beneficios desde antes que el proyecto de modernización hubiese
estallado incluso en Europa es algo problemático, además de ello sería bastante
atrevido afirmar que quienes sufren en carne propia los flagelos del conflicto (nos
referimos a los soldados rasos tanto del ejército como de la insurgencia) obtienen
beneficios de la guerra es algo que habría que matizar, no es sino ver el caso del
jefe máximo de las Farc-EP , Manuel Marulanda Vélez, quien murió en la
clandestinidad (marginado de la sociedad y bajo penurias propias de vivir
escondido en la selva) Aquí resulta profundamente útil la caracterización que hace
Tilly (2007, Pp. 34-35) de los especialistas en la violencia: “no recurren a los daños
por mero placer o por los provechos que le reporta, sino que utilizan la violencia y
las amenazas de ésta para perseguir sus propios proyectos”
Es común relacionar las escaladas de violencia, la consolidación y permanencia
en el tiempo del conflicto armado y la violencia como continuación de lo político
con la inequidad. Ya Marx (1848) habría dicho que una vez las fuerzas productivas
hubieran alcanzado su límite, las clases antagónicas darían origen a un nuevo tipo
de sociedad mediante la lucha de clases, la clase obrera en su condición de
despojo total y sin tener nada que perder se lanzaría agobiada por la inaguantable

3
La imputación es una técnica que consiste en recoger información respecto a un personaje de varias
fuentes y luego a partir de una sistematización, armar un “caparazón” de lo que es y ponerlo en boca de él,
como si fuese él mismo quien lo contara.
acumulación de la burguesía en una lucha por el poder para revolucionar los
modos de producción. En su continuación Ted Gurr (1970) desarrollaría esta
teoría bajo el nombre de deprivación relativa, no obstante, la evidencia empírica
acota severamente los supuestos mencionados con anterioridad, pues no es sino
ver que hay lugares donde la inequidad es tal que la frustración se hace inevitable,
sin embargo, ésta no conduce unívocamente a la violencia ya que la inequidad no
es causa suficiente para la rebelión.
A la aclaración anterior, valdría la pena recordar lo propuesto por Müller (1985) ya
que él emprende un análisis sobre el concepto de inequidad, que posteriormente
deriva en el establecimiento de una relación específica entre el régimen, la
represión, el descontento y violencia política. En primer lugar, Müller plantea que
siempre la inequidad social produce descontento, frustración, deprivación relativa.
Por tanto, siguiendo una supuesta línea lógico-teórica se supondría que el
descontento generalizado llevaría a una violencia política colectiva y cohesionada.
Sin embargo, el autor establece que no hay necesariamente una relación causal
entre el descontento y la violencia. Esto debido a que en medio de ambos
conceptos es necesario contemplar el tipo de régimen en que se desenvuelven y
consecuentemente, el nivel de represión sociopolítica de éste. En este orden de
ideas, se llega así a su tesis central. Müller establece que la inequidad y el
descontento son necesarios pero no son condiciones suficientes para el
surgimiento de una violencia política dentro de un régimen. Argumenta por un lado
que, los bajos niveles de represión en un régimen permiten la inclusión política y
pacífica de la población descontenta, por lo que la violencia política no es una
opción óptima. Por otro lado, plantea que en un régimen plenamente totalitario las
oportunidades de organización política disidente tienden a 0, por lo que el
surgimiento de una violencia colectiva no es viable. En consecuencia, se llega a
que el punto medio en este modelo, el régimen de represión intermedia, es
entonces para el autor el espacio más fértil para que la inequidad y el descontento
deriven en una violencia política. En otras palabras, un régimen semirepresivo que
presente modelos económicos o sociales de desigualdad e inequidad, es
altamente propenso a presentar espacios de violencia política colectiva. Müller
demuestra esto a partir de un análisis histórico donde evidencia que las relaciones
establecidas corresponden positivamente a los regímenes inestables y en conflicto,
dentro de los periodos establecidos, concluyendo que la posibilidad de existencia
de la violencia depende en muchos casos del carácter de régimen. Para relacionar
lo anterior con el caso colombiano podemos dar paso a lo que sería una solución
del conflicto bélico entre la insurgencia y el Estado colombiano.
PROCESOS DE PAZ EN COLOMBIA

Como bien hemos visto la paz es un paso que se construye a largo plazo y que
tiene implicaciones de cambios estructurales, en el caso colombiano claramente
se observa un conflicto político, social, armado, donde el proceso de paz ha
pasado por diferentes ciclos, algunos más tensionantes y difíciles que otros en
curso. Es clave entender que los procesos de paz son cambiantes y variables al
igual que lo son las sociedades acorde con algunas dinámicas tipo global, local,
institucional, político, cultural, educativo. Con lo anterior abrimos el panorama para
manifestar en este párrafo y los fragmentos posteriores que cada proceso de paz
que se ha suscitado a lo largo de los últimos 30 años en Colombia, responde a
diversos interés en juego, producto del momento, del contexto, es multitematico
atendiendo a cada una de las partes que dinamizan el escenario de resolución de
conflicto ya sean estatales, instituciones, fuerzas armadas o actores armados
ilegales. Que se negocia?, Que se acuerda?, Quienes negocian?, Cual es la
agenda de las negociaciones?, son algunos de los puntos aspectos significativos,
dentro de la lógica de la negociación.

Sobre las guerrillas Pecaut: “Las güerillas denuncian un régimen totalmente injusto
y políticamente no representativo; tratan, pues, de enfrentarse al Estado y, sobre
todo, a las Fuerzas Armadas y a la policía, que garantizan el mantenimiento de su
funcionamiento. Al proclamar de forma reiterada su intención de "tomarse el
poder" y "derrocar una dominación oligárquica", las guerrillas expresan claramente
su "carácter político".”4

Sobre el concepto de proceso de paz. Darby (Citado por Juan E. Ugarriza y


colaboradores, 2013), proceso de paz es un concepto extenso que se refiere al
esfuerzo de actores de un conflicto por hallar una solución, y abarca elementos
como las exploraciones iniciales entre las partes, las negociaciones, los acuerdos
y su implementación. Sin embargo, precisa que no se puede hablar de proceso de
paz si las partes no negocian de buena fe, si no se incluyen todos los actores
clave, si no se toca la agenda central del conflicto, si hay uso sistemático de la
fuerza de una de las partes, y si no hay un compromiso de largo plazo. Tales
restricciones sugieren sobre todo que no hay procesos de paz si no hay
negociación de una agenda sustancial entre los actores centrales de un conflicto.

4
Pécaut, Daniel. Crónica de cuatro décadas de política colombiana. Bogotá. Norma. Pág. 535.
Importante tener en cuenta que para Darby un proceso de paz puede analizarse
en tres etapas: pre-negociación –previo a la agenda-, negociación, y post-
negociación –implementación.
A continuación haremos un recorrido histórico por los diferentes procesos de
negociación y paz por los que ha pasado el país, desde los 80, los 90, hasta el
presente con el actual proceso de paz que se lleva a cabo en la Habana, donde
nos detendremos para analizar el papel de la sociedad civil y otras organizaciones
sociales en un eventual proceso de paz y de llegar a un acuerdo, ante un
escenario de postconflicto.

Procesos de Paz.

Julio Cesar Turbay Ayala: Orden Público y Negociación.


Turbay Ayala presidente entre 1978-1982. Corría el año de 1981 cuando el
expresidente Carlos Lleras Restrepo (1966-1970), atreves de la revista nueva
frontera de la cual era director, publico en la editorial de aquel día una carta donde
dejaba ver la necesidad de promover al gobierno de conformar un comité de paz
integrado por civiles y militares que llevara a la construcción de un ambiente
pacífico que dieran fin a varias década de lucha insurgente y conflicto en el país.
Días después el presidente Turbay agradeció la preocupación del expresidente
Lleras aceptando la conformación de este comité de paz con el expresidente
Lleras a la cabeza junto con 11 integrantes más; de esta manera el presidente
Turbay Ayala mediante decreto 2761 de 1981 daba origen e inicio comisión.

Este primer proceso de negociación instalada el 6 de Noviembre de 1981 dejo ver


la influencia predominante de algunos sectores de la época, la composición de la
comisión estaba integrada por miembros de la Iglesia Monseñor Mario Revollo
Bravo, y la Fuerza Pública el caso del General José Gonzalo Forero Delgadillo, un
tercer sector estaba institucionalizado por el poder ejecutivo; la conformación de
esta comisión tintes altamente políticos, que dejaban sin la opción de hacer parte
a otro tipo de fuerzas de oposición, como la misma sociedad civil u organizaciones
sociales.

El decreto previamente mencionado, establecía que la comisión transitoria se


ampliaría y seria integrada por 12 miembros, y tendría la autoridad de formular
recomendaciones de carácter privado al presidente, que se fueron concretando
con le expedición del decreto 3642 de 1981, en la cual: “la comisión logra que se
reglamente el artículo de la Constitución que autoriza las detenciones preventivas
durante 10 días. Elabora también un nuevo proyecto de amnistía que sirve de
base a un decreto adoptado el 19 de Febrero de 1982 (decreto 474). 5 . Este
proyecto pretendía sugerir algunos pasos al Gobierno en caso un acuerdo de
negociación con el grupo M-19. El presidente Turbay Ayala no tuvo en cuenta
tales consideraciones y los miembros de la comisión en cabeza del expresidente
Lleras Restrepo en mayo de 1982 presentaron su renuncia al no ver compromiso
por parte del gobierno para el proceso propuesto por la comisión. A lo que Daniel
Pecaut se refiere: “el Gobierno parece ceder a sutiles cálculos políticos así como a
las presiones del ejército”. Lo planteado por la comisión significaba replantear lo
acordado a través de la Ley 37 de 1981 acerca de la amnistía a delitos políticos. A
lo cual el presidente Turbay señalo: “Yo no pienso que la amnistía haya fallado por
falta de dialogo con la subversión, sino porque fuera concebida para delitos
políticos sin incluir delitos como secuestro, la extorsión, el homicidio fuera del
combate y otros considerados como delincuencia común”.6

Estos fueron los retos a los que se tuvo que enfrentar el primer proceso de paz y
negociación en Colombia, la concentración de altos intereses políticos, militares,
no permitieron que el proceso fuera encaminado en buen término, donde la
ausencia de terceras fuerzas como la sociedad civil se hizo evidente.

Belisario Betancur Cuartas: voluntarismo y prisa por la paz.

Con la llegada al Gobierno de Betancur se da un giro en torno al funcionamiento y


composición de los dispositivos para realizar políticas de paz y negociación
pacífica al conflicto armado. Desde su inicio Betancur encontró poco apoyo político
para llevar a cabo su intento de lograr la paz, desde el inicio de su mandato crítico
algunos elementos represivos del gobierno anterior y planteo la necesidad de
crear condiciones para superar situaciones de injusticia como la pobreza, el
analfabetismo, el desempleo etc. El gobierno de Betancur fue el primer mandato
presidencial en el país, en reconocer el carácter político de los grupos insurgentes
lo cual significaba reevaluar la ley de amnistía, abriendo la negociación política
como alternativa para la solución pacífica del conflicto, buscando el dialogo con
diferentes grupos armados alzados en armas, así mediante decreto 2711 de 1982,
se creó la comisión de paz asesora del gobiernos nacional, de cual también hizo

5
Pécaut, Daniel. Crónica de dos décadas de política colombiana: 1968-1988. Bogotá: Siglo XXI Editores,
1988. 350- 351.

6
Carta del Presidente de la República al Ex Presidente de la República doctor Carlos Lleras Restrepo.
Septiembre 17 de 1981.
parte el expresidente Lleras y seria relevado en su cargo Otto Morales Benítez por
motivos de salud. El decreto establecía la conformación de una comisión integrada
por 40 miembros, con funciones de asesoría y absoluta reserva; Betancur dispuso
que esta tuviera acción activa presentado alternativas al presidente en materia de:
opciones de recuperación e incorporación a la economía de zonas y regiones
afectadas por el conflicto, adjudicándose la mejora de las condiciones de los
ciudadanos golpeados por la violencia de manera sustancial garantizando justicia
y seguridad a los mismos.

Dado el nivel de tensión social, política, seguridad, que pasaba Colombia a


mediados de los 80, Bentacur ve la necesidad de integrar a la formas de la
negociación la figura de los altos comisionados de paz, con el fin de establecer un
enlace comunicativo entre los miembros de la Comisión Asesora de Paz, el
Presidente de la Republica, además de cumplir con otro tipo de funciones para
optimizar el desarrollo de las políticas de paz. (Decreto 488 de 1983).

El primer resultado histórico para el país en materia de procesos, se dio


concretamente con el caso de la Uribe (Municipio de Mesetas, departamento del
Meta), el 28 de Marzo de 1984 con el acuerdo entre el Gobierno Nacional y el
grupo de las FARC-EP, cabe destacar que dichos acuerdo se logra en medio de
un ambiente donde fuerzas militares con la renuncia al Ministerio de Defensa del
entonces general Fernando Landazábal Reyes, ejercían cierta presión ante una
eventual firma de acuerdo. El acuerdo pactado posibilito la reinserción de algunos
centenares de militantes del grupo guerrillero a la vida civil y la conformación de
un partido político de izquierda denominado UNIÖN PATRIOTICA. En diciembre
del mismo año Betancur decide conforma una Comisión Nacional de Negociación
y Dialogo para continuar de igual manera con las conversaciones entre el
Gobierno y los grupos subversivos M-19 y EPL.

Con la toma del Palacio el 6 de Noviembre de 1985, la persecución, asesinato,


paramilitar contra los desmovilizados de las FARC y militantes de la UP, al
proceso de paz planteado por Betancur se le hacen fueres críticas y
cuestionamientos, poniendo en duda las serias intenciones del Gobierno por lograr
una salida pacífica y democrática al conflicto, Belisario Betancur desintegra y
oficializa el fin de la Comisión de Negociaciones el 5 de Agosto de 1986.

Virgilio Barco Vargas: institucionalización y pragmatismo


Tras ser escogido como presidente en las elecciones del 25 de Mayo de 1986
Virgilio Barco fue claro al decir que: “la paz no es un objetivo, es el resultado de
una serie de tareas que nos hemos impuesto, de acabar con la pobreza absoluta”7.
La llegada de Barco al máximo gobierno significo un giro de para los procesos de
paz y negociación, se conformaría la Consejería para la Reconciliación,
Normalización, y Rehabilitación, (CRNR); para dirigir la Consejería se nombraría
Carlos Ossa (Decreto de 2577 de 1986). Algo particular mientras se llevaban a
cabo los procesos de acercamiento y exploración entre las partes, se llevó a cabo
una iniciativa denominada la “Comisión de Violencia” conformada por diez
académicos distinguidos en la temática de la violencia, quien en Julio de 1987,
presentaron un informe al Ministerio de Gobierno, identificando otro tipo de
violencias interrelacionadas con la violencia política.

Ante la eventual salida Ossa de la CRNR, Rafael Pardo asume la consejería y


dejan en claro que es necesario buscar mecanismos que se alejen de los
anteriormente establecidos en la Administración de Betancur, fijando
procedimientos institucionalizados y límites claros.
Con Pardo coordinando, se puso en marcha el proceso de negociaciones y mesas
de trabajo para la paz y la reconciliación, entre el Gobierno Nacional, los partidos
políticos, el M-19 y demás grupos guerrilleros que tomaron parte de proceso; el
proceso también fue acompañado por algunos personajes de la política y la iglesia
Colombiana. Este periodo concluiría con el acuerdo político del 9 de Marzo de
1990 mediante el cual el grupo M-19 se desmovilizaba dejando las armas, al
mando de Carlos Pizarro máximo comandante, para integrarse a la vida civil y al
ejercicio de la política. A pesar de este avance en materia de paz, la guerra sucia
e indiscriminada seguía haciendo parte del país, el asesinato de Pizarro fue
tomando por líderes de la izquierda como una traición, tras el proceso de desarme
quedaban totalmente vulnerables y expuestos a cualquier retaliación por parte de
los grupos armados paramilitares de ultra derecha.

César Gaviria Trujillo: negociar en medio del conflicto

El proceso de negociación que se venía adelantando con el M-19, con pocas


modificaciones fue el modelo a seguir durante esta nueva administración, como
resultado de la aceptación popular a una asamblea nacional constituyente, el
gobierno Gaviria no tuvo más alternativa que mostrase a favor de la convocatoria
a esta Asamblea. Un hecho histórico en esta época tuvo suceso, mientras ocurrían
las negociaciones el 9 de Marzo de 1990 para definir los constituyentes, ese
mismo día el ejército colombiano arremetía en “operación Colombia” arremetía

7
“La paz no es un objetivo, sino un resultado: Barco”, El Tiempo, 10 de julio de 1986, p. 6 A.
contra “casa verde”, lugar donde se encontraba el secretariado de las FARC, el
hecho freno toda posibilidad de negociación pacifica con el grupo subversivo,
quien emprendió una contra ofensiva en los primeros meses del año 1991. De tal
manera, con lo anterior no se dieron se presentaron avances coordinados en las
FARC y sus voceros y los representantes delegados en materia de negociación y
paz por el Gobierno. Lo que se puede observar a lo largo de los cuatro años de
mandato de Gaviria es la incorporación de una serie de mecanismos e iniciativas
presentadas para un eventual proceso de diálogo y negociación en un futuro. La
Comisión Asesora de Reinserción, la Dirección Presidencial para la Reinserción
DAPRE son algunos de los dispositivos de negociación propuestos.

“Gaviria al concluiría su mandato como presidente concretando otros acuerdos de


paz con la Corriente de Renovación Socialista CRS el 9 de Abril de 1994, las de
Medellín el 26 de Mayo de 1994, y el frente Francisco Garnica de la Coordinadora
Guerrillera, el 30 Junio del mismo año”.8

Ernesto Samper Pizano: ilegitimidad e inmovilidad

Con la llegada de Samper a la presidencia aparece una nueva figura para el


proceso, tema y discurso sobre los asuntos de negociación y deliberación en torno
a la paz. La figura del Alto Comisionado para la paz cuyo primer nombramiento
tuvo como titular al político Carlos Homes Trujillo (Decreto de 1951 de 1994),
intentando construir una lógica que permita apropiarse de los temas de paz y
conflicto con propiedad. El destape del escándalo por el proceso 8.000 con el que
se empezaría a indagar acerca de la legitimidad de la campaña Samper, por
dineros procedentes de la mafia y el narcotráfico, la sociedad civil y las
organizaciones sociales manifestarían un desencantamiento y poca confiabilidad
hacia el Gobierno y las instituciones.
Los mayores avances se dieron con el grupo del ELN, gracias a la participación de
actores no gubernamental y de la sociedad civil. En este marco las motivaciones
para conformar un acuerdo de paz concluirían con la conformación de una
Asamblea Permanente de la sociedad civil para acompañar y liderar el proceso de
paz.

Andrés Pastrana Arango: de vuelta al voluntarismo


Andrés Pastrana logra la presidencia en el periodo que comprende 1998-2002.
Inicia le proceso de negociación con la FARC con la entrada de vigencia de lo que

8
http://www.humanitarios.org/reh/IMG/pdf_5.Procesos_de_paz_en_Colombia.pdf.Pág.19
se denominaría la zona de distención el 7 de Noviembre de 1998. Una vez
establecida la agenda y las lógicas de negociación Pastrana y Marulanda
acordarían el inicio de la fase de negociaciones el 6 de Mayo de 1999 después del
episodio de la silla vacía, mediante La Agenda Común por el cambio hacia una
nueva Colombia, tras varias años de distanciamiento entre FARC y Gobierno se
tenía una agenda de negociación para un proceso de paz.
En general las negociaciones con las FARC y el ELN encontraron varios
obstáculos y complicaciones, los hechos de violencia y ataques en diversas
regiones del país congelaron seguidamente las mesas de negociación con los
grupos subversivos. Pastrana intento retomar algunos resultados de gestiones
pasadas en materia de negociación, donde la sociedad civil tomaba partida e
intervención el caso de la reunión de Río Verde en la cual el Gobierno, el ELN, y
representantes de la sociedad civil acordarían los principios para el desarrollo de
un proceso negociador. Finalmente no sucedió ningún acuerdo exitoso con alguno
de los actores armados FARC, ELN, el proceso de paz con los grupos guerrilleros
tuvo una fuerte oposición en algunos sectores de la población que desconfiaban
de las series intenciones de los voceros negociadores de las FARC y ELN,
mientras cometían actos de violencia e intimidación en algunas regiones del país.
Por otro lado los grupos paramilitares que también se habían expandido por
diversas partes de la geografía nacional, cometiendo matanzas, masacres,
sembrando el miedo, no habían sido parte concreta de la agenda política del
Gobierno para integrar una posible desmovilización, paz y reintegración a la vida
civil, miraban con recelo y desconfianza el proceso, pese a los acercamientos con
representantes del Gobierno de Pastrana.

Álvaro Uribe Vélez: acometer y rectificar

Álvaro Uribe llega al poder en el año 2002 y posterga su mandato tras una
reelección el 2006 hasta el 2010. Desde antes de su elección Uribe venia
condicionando y dilatando la posibilidad de una salida negociada al conflicto con el
grupo Terrorista de las FARC (11 de Septiembre) como lo denomino al grupo a lo
largo su mandato, y de la misma manera respondieron los grupos insurgentes con
una negativa que diera paso a un eventual proceso de paz y negociación.

Sin embargo los diálogos tienen un particular avance con los grupos paramilitares
de autodefensas que venían generando un problema de tensión y conflicto,
sembrando miedo y terror en algunas regiones de Colombia donde disputaban el
control y poder con los grupos subversivos y la que llevaba la peor parte era la
sociedad civil. El acuerdo negociador con los grupos paramilitares estuvo
previamente precedido por un reconocimiento de estatus político de parte del
Estado hacia el paramilitarismo, desde una postura pragmática, que tenía su base
en uno de los primeros proceso de paz con otros actores armados (Betancur), se
pretendía avanzar aceleradamente en la búsqueda de un proceso de paz y
desmovilización con los grupo paramilitares.

Un año más tarde de asumir el poder, Uribe mediante la comisión exploratoria,


suscribe el primer acuerdo con las AUC, mediante la reunión llevada a cabo en
Santa Fe de Ralito el 15 de Julio de 2003, el proceso pretendía reincorporar a
combatientes paramilitares a la vida civil a finales del mismo año, culminando en
diciembre de 2005. Como hecho escabroso que ira más tarde a complementar
este acuerdo previamente pactado, el Gobierno Nacional presento ante el
congreso un proyecto de ley el 21 de Agosto de 2003, que tenía por objeto
suspender la ejecución de las penas por delitos atroces, el cual fue archivo
causando gran polémica por parte de algunos sectores políticos, de oposición,
victimas y organizaciones sociales, dejando en entre dicho la transparencia,
legalidad y buenas intenciones de dicho proceso. Aun así para finales de ese
mismo año se desmovilizaron 868 miembros del bloque Cacique Nutibara y en el
año siguiente para el 2004, se lograría la unificación de una sola mesa donde se
reunieran y agruparan todos los grupos paramilitares, para la desmovilización de
31.671 miembros de las Autodefensas a partir del 1 de Julio, bajo el eslogan
político de Defensa y Seguridad Democrática, mediante la persuasión y coacción
luego del intento fallido de 2003, en Febrero de 2005 se radicaron los proyectos de
ley para culminar el proceso y resolver la situación legal y jurídica de miembros
paramilitares sindicados por delitos de lesa humanidad, por medio de acto
legislativo aprobado en la Ley de Justicia y Paz, el 22 de Junio de 2005.

Juan Manuel Santos Prosperidad para todos

Con este slogan el Presidente Santos. “La prosperidad para todos, principio
fundamental del Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014, solo se alcanza
garantizando la prevalencia del Estado de Derecho en todo el territorio. Lo anterior
implica consolidar la seguridad, garantizar la observancia plena de los derechos
humanos, y proveer un sistema de justicia pronto y eficaz”9.

Santos y su Gobierno le han apostado a la salida pacífica y negociada al conflicto


violento que aqueja el país de hace 60 años. Desde de Febrero de 2012 cuando

9
https://www.dnp.gov.co/LinkClick.aspx?fileticket=4-J9V-FE2pI%3D&tabid=1238
tuvo motivo el primer encuentro entre representantes del Gobierno, Voceros de las
FARC, en el periodo Santos, que contó con la participación de gobiernos de otros
países como Cuba, Venezuela, Noruega que sirvieron de garantes y testigos de lo
que fuera a circunscribirse, concluyendo de mutuo acuerdo con la necesidad de
poner fin al conflicto como condición esencial para la construcción de una paz
estable y duradera.

Atendiendo a las necesidades de un país y una población civil que se ha visto


afectada durante varias décadas de prolongación del conflicto, se ha reconocido la
importancia de construir un proceso de paz donde participe la sociedad civil y las
distintas organizaciones guerrilleras, donde se respete y prevalezca la importancia
por los derechos humanos; un escenario de desarrollo económico y social con
justicia, equidad y bienestar que integre a todos los sectores de la población. La
ampliación de la democracia como una condición para sentar las bases sólidas de
la paz.

Que se ha acordado en la habana


1. Política de desarrollo agrario integral
El tema de la tierra y el acceso a la misma siempre ha sido el punto central del
conflicto, la concentración de la tierra gira en torno al monopolio de unas pocas
familias en Colombia que controlan y monopolizan los recursos y el manejo de la
tierra. Programas de Desarrollo agrario son necesarios para integrar la población
civil que ha sido golpea y desplaza de sus tierra por el fenómeno de la violencia,
mediante estímulo a la producción agropecuaria y a la economía solidaria y
cooperativa,

2. Participación política
El derecho y garantía para el ejercicio de la oposición política en general, y en
particular para los nuevos movimientos que surjan luego de la firma del Acuerdo
Final. Acceso a medios democráticos de participación ciudadana, nacional,
regional y local de todos los sectores, incluyendo la población más vulnerable, en
igualdad de condiciones y con garantías de seguridad.

3. Fin del conflicto


Proceso integral y simultáneo que implica:
El cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo. Dejando de las armas,
integrando alos miembro de las FARC-EP a la vida civil en lo económico, lo social
y lo político, de acuerdo con sus intereses.

4. Solución al problema de las drogas ilícitas


Programas de sustitución de cultivos de uso ilícito mediante planes integrales de
desarrollo con participación de las comunidades en el diseño, ejecución y
evaluación de los programas de sustitución y recuperación ambiental de las áreas
afectadas por dichos cultivos. De igual manera promover programas de
prevención del consumo sobre el uso de drogas y la solución del fenómeno de
producción y comercialización de narcóticos.

5. Víctimas
Reparar las víctimas del Conflicto por cuenta de las FARC de manera integral
donde se trataran asuntos como los derechos humanos de las víctimas y la
aclaración de la verdad.

Desde hace algunos años la sociedad civil ha venido tomando parte activa de los
proceso de paz y solución pacífica al conflicto armado en Colombia, además de
colectivos, organizaciones sociales, encargados para la reconstrucción de los
hechos, reparación y justicia para las víctimas de la violencia en Colombia. La
aparición de diversos movimientos sociales al debate político para reivindicar los
derechos políticos, sociales, de la sociedad civil, muestran un resquebrajamiento
con Estado, ya no existe una homogeneidad, unidad, por parte de la política y los
procesos políticos; el fenómeno de los movimientos sociales muestran un
desencanto con un Estado que no responde a las necesidades de una parte de la
población, de fracciones de izquierda que no logran articular su proyecto al Estatal,
y tomar el concepto de sociedad civil para promover sus demandas y
reclamaciones. La sociedad, el ciudadano desde el concepto de sociedad civil se
organiza para luchar contra una democracia liberal, donde el Estado no garantiza
a las personas igualdad, solidaridad, justicia social, promoviendo valores que
respondan a una sociedad pluralista, democrática, que permita a los ciudadanos
constituir acciones políticas eficaces de deliberación publica que prioricen el bien
colectivo y común, permitan la cohesión social y el fortalecimiento de la comunidad,
la promoción de espacios de enseñanza y socialización de normas y políticas de
convivencia, donde los diversos grupos sociales se les respete su capacidad de
acción.
“Desencantada del Estado, la sociedad civil busca espacios propios no estatales para
alcanzar objetivos de igualdad, solidaridad y justicia que la vieja filosofía política encargo
al Estado en tanto que contrato, encargo que parece naufragar en las dificultades de la
gobernabilidad.”10

En un eventual proceso de negociación de paz y posconflicto a partir de lo


acordado en la Habana la sociedad civil debe estar al tanto de los contenidos de la
agenda y garantizar espacios de participación desde el debate público para que
los acuerdos negociados tengan más peso, estabilidad, mediante un desempeño
eficaz y activo de la sociedad en la resolución de conflicto, “se trata, en una
perspectiva amplia y general, de asignarle a la sociedad civil el papel de
ensanchar el centro, alrededor del cual puedan converger los términos de una
negociación política al conflicto armado”.11 La negociación integrativa, confiere la
contribución de la sociedad civil en los acuerdos políticos ante un eventual
proceso o negociación de la paz. Los acuerdos pactados entonces entre el grupo
insurgente y los representantes del gobierno, debe quedar en pleno conocimiento
de la sociedad civil, las organizaciones políticas, la reintegración de miembros de
grupos armados a la sociedad, las definición del sistema política, o reconfiguración
de poder que resulte de todo este proceso debe contar con la participación y
aceptación de la sociedad civil colombiana.

Organizaciones como Hijos e Hijas por la memoria y la impunidad, el Centro de


Memoria Histórica, el reciente e inaugurado, Centro de Memoria Paz y
reconciliación son algunos de los establecimientos que bajo el marco de justicia
transicional una iniciativa de cooperación internacional, que tiene como objeto
recocer los derechos de las víctimas, reparar las violaciones y atropellos de los
mismos a las comunidades y agrupaciones de la sociedad civil, víctimas del
conflicto. La justicia transicional distingue algunos elementos que han servido para
la lucha política y jurídica de estas organizaciones que hacen acompañamiento a
la sociedad civil, la integración de las comisiones de la verdad, han sido un
espacio de reflexión en un esfuerzo por conocer y reconstruir la verdad sobre los
familiares desaparecidos, políticos, asesinatos de líderes comunitarios, víctimas
del desplazamiento por parte de grupos guerrilleros o paramilitares, la mafia, el
narcotráfico, La Ley de Víctimas y Restitución de Tierras 1448, representa una
asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno

10
BEJARANO JESUS ANTONIO.1999. El papel de la sociedad civil en el proceso de paz. Leal,
Francisco (editor). Los laberintos de la guerra. Bogotá, TM Editores, pág. 282
11
BEJARANO JESUS ANTONIO.1999. El papel de la sociedad civil en el proceso de paz. Leal,
Francisco (editor). Los laberintos de la guerra. Bogotá, TM Editores, pág. 298
resultado de la discusión entre distintos sectores políticos el Gobierno Nacional y
representantes de la sociedad civil.

Retomando un poco nuestra hipótesis que cimienta el recorrido de este trabajo,


tenemos claro que no es posible que se llega a desarrollar un escenario de paz en
un sentido un sentido amplio para el contexto Colombiano porque no solo se ha
venido efectuando a lo largo de las décadas el concepto de violencia directa que
hemos descrito anteriormente con Galtung, en la cual: “Toda la sociedad civil es
precisamente esta guerra del hombre contra el hombre, uno contra otro, de todos
los individuos, aislados uno de otro por su individualidad.”12. Además de tener en
cuenta un escenario de eventual posconflicto, en el marco de la implementación y
ejecución de lo acordado en la Habana, la violencia estructural (Galtung), puede
llegar a ser un obstáculo para la reinserción e integración de la miembros de las
FARC a la vida civil, en el caso la violencia cultural, desde aparatos ideológicos,
las costumbres, las tradiciones, la religión, se estigmatizarse negativamente al
sujeto, dándose lo que nombramos en las primeras páginas como Paz Negativa.
Por ello como nombre anteriormente es de vital importancia el papel de la
sociedad civil, colectivos, organizaciones para tratar de construir una paz objetiva
sabiendo que: “toda nuestra existencia va a estar marcada por una paz imperfecta,
porque va a coexistir con los conflictos y la violencia, pero que estamos dotados
del ingenio para conseguir que la paz crezca y sea un garante de nuestras vidas”.
(Muñoz, 2004).

EPÍLOGO
A la hora de hablar de la mafia en el contexto colombiano, es inevitable no tener
en mente a la figura de Pablo Escobar, sin embargo, para aproximarnos al
fenómeno desde una perspectiva científica, resulta estratégico tomar prestada la
conceptualización que hace Diego Gambetta desarrollar en su estudio de La mafia
siciliana. El negocio de la protección privada. (2007) Allí, haciendo gala de sus
conocimientos en sociología hace un estudio contraevidente, y muestra que a
pesar de que se haya pretendido entender, a lo largo de la historia, el problema de
la mafia como si se tratase de una especie de Estado en miniatura, con sus
propias leyes, sus propias dinámicas internas de jerarquías y legitimidad, es
mucho más provechoso abordar el fenómeno como si se tratara de “negocios
comunes –como la industria de automóviles, seguros y publicidad –“ (Gambetta, D.
2007. P 38) esto permite obtener resultados analíticos muy interesantes a la vez
que novedosos. “La mafia es una industria que, como muchas otras, está

12
Estado, gobierno y sociedad. Por una teoría general de la política. p. 47.
gestionada de manera congruente con sus propios y peculiares requisitos y
restricciones” (ibíd. P.36)
Si bien en Colombia la situación podría verse como similar en tanto la incapacidad
del Estado de garantizar justicia y seguridad, ocurre algo que quizá no sea tan
evidente en el caso de Sicilia, la política y la mafia no solo se “coquetean” en
situaciones donde pueden encontrar beneficios en común, en nuestro caso –y
hablamos particularmente del señor Álvaro Uribe Vélez – ha ocurrido una
manguala tal entre mafia y acceso al poder estatal13 que el análisis necesitaría de
nuevas categorías analíticas, pues el propósito privado de protección y justicia es
lo que ha administrado al Estado y sus instituciones como el ejército, la
procuraduría, entre otros, haciendo que verdaderamente haya un desdibujamiento
entre el Estado y el mercado de protección en manos de privados.
Ahora bien, si buscamos entender qué ocurriría con esas mafias que ofrecen
protección y se mezclan en la política en el caso hipotético de un escenario de
posconflicto con las Farc-EP simplemente citaríamos, nuevamente a Jefferson
Jaramillo, quien recordando las experiencias de Nicaragua, El Salvador y
Guatemala, y estableciendo un paralelo con la remoción de las estructuras
paramilitares en Colombia dice:
“La experiencia que arrojan, por ejemplo, los países centroamericanos, que
firmaron la paz, acuerdos de paz (...) fue que producto del proceso de
acuerdo de paz, de cierre del conflicto, de cierre de la guerra civil, o del
conflicto armado irregular, lo que se generó fue precisamente un
desencadenamiento de la violencia criminal, atado fundamentalmente,
probablemente a unas mafias también. El posconflicto seguramente
garantice el cierre y la firma de un acuerdo de paz con grupos armados que
tienen legitimidad dentro de un conflicto armado, en este caso el Estado, en
este caso las insurgencias, pero no garantiza que el cierre y el denominado
posconflicto no produzca, por ejemplo, una escalada de crimen organizado,
que es lo ocurrido en Centroamérica.
Es probable que esas mafias, esos actores armados que no son
insurgentes, que no son actores políticos en armas, incluso con poder
político regional sigan existiendo. La alternativa para el gobierno no es
negociar con ellos, porque no se puede negociar con el crimen organizado,
la alternativa para el gobierno es exterminar el crimen organizado.
Puede ser posible que de llegarse a firmar un acuerdo, un mal proceso de
desarme, desmovilización y reintegración, traiga como consecuencia el que

13
Para esclarecer tan lamentables suceso véase: Por las sendas de El Uberrimo de Iván cepeda y Alirio Uribe
(2014)
muchos de estos efectivos, guerreros, que hoy están en las filas de la
insurgencia probablemente pasen de ser insurgentes a ser delincuentes, a
engrosar las filas de estas mafias organizadas.
De hecho Colombia no está enfrentando eso con el posconflicto, lo está
enfrentando hace tiempo. Yo sí creo que uno de los grandes fracasos de la
975, la Ley de Justicia y Paz, la firma del desarme, la desmovilización y el
reintegro de las estructuras paramilitares, desencadenó precisamente eso.
Eso no son Bandas Emergentes, a mí no me gusta ese término, creo que
eso son estructuras neoparamilitares en Colombia. Es decir estructuras que
se recompusieron en el tiempo. Que finalmente no se desmovilizaron, se
desarmaron sino que finalmente lo que hicieron fue el abrazo cordial frente
al país, la pantomima de la entrega de las armas, pero finalmente siguieron
siendo estructuras y se fueron reorganizando.
Yo sí creo que ese es uno de los riesgos que acarree este proceso. El
proceso de construcción se firmará en la Haban, pero eso, la firma del
proceso se tiene que hacer efectiva regional y localmente, va a tener
mucho que ver con la política de desarme, desmovilización y reintegración
de estas personas a la vida civil. (Entrevista realizada a Jefferson Jaramillo
Marin en mayo de 2014, en la Javeriana, Bogotá)
Retomando nuestra hipótesis tras el desarrollo del ejercicio, revisaremos los dos
puntos centrales donde recae nuestra propuesta particular. En primer lugar, que la
consecución de una paz positiva no depende del Estado y en segundo lugar, que
no puede ni si quiera darse dentro del mismo.
1.¿Por qué no depende del Estado? Porque la paz positiva depende es de la
sociedad civil en su conjunto. Si se considera que la paz estructural es la negación
de posibilidad de violencia estructural, y si ésta última se expresa por medio de
dinámicas y constructos culturales, en cierta medida, independientes del marco
estatal 14 , entonces, la posibilidad de una paz en esos términos debe partir de
profundos cambios en la sociedad que genera esas dinámicas y esos constructos.
La paz en ningún momento puede ser una política de Estado, algo que
actualmente se ve con frecuencia en las propuestas de los candidatos
presidenciales en Colombia.

14
Si bien hay expresiones de violencia cultural y estructural que trascienden el Estado y dependen de otras
instituciones como la iglesia, la familia, la economía o la educación, las fallas estructurales del Estado
colombiano configuran una de las principales fuentes y causas históricas de esa violencia. Sin embargo, en
conjunto todas esas violencias que se desenvuelven estructural y culturalmente no podrán llegar a ser
plenamente mitigadas a través de la acción gubernamental.
Para Jefferson Jaramillo, sociólogo, especialista en temas de memoria y conflicto y
docente de la Universidad Javeriana,
“la consecución de la paz positiva para Galtung, implica transformar las
condiciones que hacen posible la violencia estructural. Dentro de esas
lógicas de transformación de las violencias, entrarían las lógicas asimismo
institucionales, éstas se tornan importantes para generar el cambio, una de
esas instituciones podría ser el Estado, pero no sería la única. En ese
sentido, la idea que propone Galtung parte de que la transformación de las
violencias estructurales también pasa por entender que juega un papel
fundamental la sociedad civil y las iniciativas locales. Son incluso más
preponderantes éste tipo de instituciones” (Entrevista realizada en mayo
2014 en la Universidad Javeriana, Bogotá)

Se observa, en otras palabras, que la paz como política estatal nunca podría ser
efectiva porque el profundo cambio que requiere transformar las condiciones de
posibilidad de la violencia estructural, debe pasar necesariamente por una
apropiación y voluntad de la sociedad civil en su conjunto.
Encontramos que esa necesidad de cambio social como base fundamental para
una construcción de paz, es afín a un concepto particular que Boaventura de
Sousa Santos propone en su obra Una Epistemología Del Sur, Nuestra América:
Reinventando un paradigma subalterno de reconocimiento y redistribución (2001).
Allí argumenta que en un escenario tan diverso como lo es América Latina la única
salida al fascismo societario que nos inunda, es una ley cosmopolita, que permita
la construcción de nuevas pautas sociales de reconocimiento y solidaridad.
Es entonces ese concepto de Fascismo Societario el que permite teorizar nuestra
propuesta crítica ante posturas que contemplen la paz estrictamente como
consecuencia del actuar estatal o gubernamental colombiano, y menosprecien el
actuar de la sociedad civil nacional y global. Santos lo identifica como una de las
mayores implicaciones negativas de la globalización hegemónica de occidente en
el mundo. (ibíd.) El fascismo societario más allá de ser político, es democrático, es
pluralista, deja de ser estrictamente nacional para ser local y global.
Específicamente es un proceso que segmenta a la población en sectores que son
legítimamente excluidos y expulsados de cualquier tipo de contrato social,
sectores que son abandonados del resto, como en un retorno al estado de
naturaleza Hobessiano. Lo importante a resaltar es que cuando se propone el
término fascismo, éste va desligado de cualquier noción de sistema político, y
como Santos argumenta, está profundamente relacionado con la manera en que
los humanos se relacionan e interactúan en esa gran sociedad mundo. Es decir,
que las pautas culturales y el entramado social que construimos, siguiendo la
globalización dominante de occidente, nos hace llegar a pensar que hay muertes
de personas válidas y necesarias para el sistema, que hay sectores pobres, que
históricamente lo han sido por gusto o por suerte, y que de una u otra forma son
útiles para el mantenimiento de la sociedad. Precisamente para evitar tan
equivocados pensamientos Santos propone la ley cosmopolita, una propuesta de
cambio social profundo. Un replanteamiento a las pautas de relación, siguiendo la
equidad (redistribución) y la diferencia (reconocimiento) a nivel material y
cognoscitivo, una propuesta con potencial empírico-teórico muy interesante y
productiva.
Ese replanteamiento de las interacciones sociales en S. Santos está ligado
claramente con las condiciones necesarias para que surja una paz positiva en
Galtung. Ambas ideas sin duda, son planteamientos macro importantes para la
teoría del conflicto, sin embargo, como lo propone Jefferson Jaramillo:
“estas ideas aparecen como visiones maximalistas en torno a la construcción
de paz. Por ejemplo, Galtung considera que hay que remover todas las
estructuras que generan violencias estructurales, en ese sentido él habla de
paz positiva, es decir, que la paz no solo es ausencia de conflicto armado. Pero
la pregunta es ¿eso es posible hacerlo? Yo creo en ese sentido que Galtung se
mueve en el horizonte utópico de la paz”. (Entrevista realizada en mayo 2014
en la Universidad Javeriana, Bogotá)
De ésta manera pasamos al segundo punto de la hipótesis, el cuestionar la
posibilidad real de que dentro de un Estado se pueda dar es paz en apariencia
utópica.

2.¿Por qué no puede darse dentro de un Estado? Porque cualquier estructura de


organización social que genere relaciones jerárquicas de poder es un espacio de
violencia en potencia, el Estado es una de esas estructuras. El hecho de que en
cualquier Sistema Político siempre se encuentren situaciones donde una persona
(o un grupo de personas) es más que otra (o que otros), a nivel de capacidades
económicas, sociales, políticas, o a nivel de libertades de acción y pensamiento,
imposibilita el surgimiento de una continua y efectiva paz positiva. La inequidad y
la desigualdad en ese sentido amplio nunca permitirían una horizontalidad en la
estructura social, y siempre que haya jerarquías habrá exclusión, descontento,
frustración, violencia y represión.

En este sentido, el profesor Jaramillo plantea que:


“En la historia de Colombia el Estado ha sido un generador de violencia
directa y estructural. Es un actor del conflicto, es un responsable histórico.
En muchos casos, las instituciones estatales se han encargado de crear
condiciones estructurales para la pervivencia y reproducción de las
violencias. El régimen político en Colombia es muy cerrado, es una
aparente Democracia que resulta siendo restringida, excluyente y precaria.
En el contexto colombiano, la paz positiva tal como la plantea Galtung,
requiere que dentro de esas transformaciones que hablamos antes se
incluya al Estado mismo, de otra forma NO podría darse una paz positiva.
Si ustedes se dan cuenta, en el fondo esa siempre ha sido la solicitud de un
grupo insurgente como las FARC, donde se plantea que no puede existir
paz si no existe justicia social, reforma agraria, desarrollo incluyente, etc”
(Entrevista realizada en mayo 2014 en la Universidad Javeriana, Bogotá).

Por otro lado, se podría tomar como ejemplo ese paradigmático y aparentemente
ideal sistema que es el Democrático para explicar lo anterior. K. Arrow (1951)
mediante un complejo análisis determina que ningún modelo de elección social o
grupal puede responder coherentemente a las preferencias, deseos y valores de la
totalidad de integrantes de dicho grupo o sociedad. Ésta tesis se conoce como el
Teorema de la imposibilidad de Arrow. A grandes rasgos, obviando importantes
detalles, con este teorema se evidencian las fallas que tienen estructuras
organizativas y de decisión colectiva como la Democracia. Se hace alusión a que
los grupos sociales numerosos, como las naciones, están conformadas por
individuos racionales, que escalan sus preferencias y emplean balances de costo
beneficio al actuar y al planificar.

Sin embargo, Arrow establece que al actuar colectivamente o siguiendo modelos


de mayorías simples15, esa racionalidad se difumina, lo que genera un paso de
individuos coherentes a grupos sociales incoherentes. Algo en estrecha relación
con la noción de “Sociedad irracionales” de Shepsle y Bonchek (2004). Las
decisiones grupales pocas veces serían universalmente afines a las preferencias
individuales, por lo que las probabilidades de una consecución de bienestar social
total son remotas, y en consecuencia lo serían las de consecución de paz positiva
en la Democracia.
Conclusión
Debemos partir por recoger, tal y como lo hemos visto a lo largo del trabajo que al
hablar de conflicto no necesariamente hablamos de violencia, y que lo que se
debe buscar no es la abolición de los conflictos, esto sería casi propender por una
especie de abolición de lo social. No obstante, lo que habría que hacer, siguiendo

15
Identificamos un vínculo teórico entre Arrow y Norberto Bobbio. Las ideas de Bobbio en torno a la
Democracia reflejan esa misma preocupación por conceptos como mayoría, legitimidad y tensión en la
afinidad representante-representados.
con los postulados galtungianos sería trascender todas aquellas estructuras que
en su naturaleza, configuren esos medios objetivos para la violencia.
Como lo hemos visto, y queda evidenciado desde el primer estudio de La
Violencia, de Guzmán y Fals y tal y como vuelve a aparecer en el compendio
realizado por el Cinep en 2003, el Estado, además de tener una responsabilidad
histórica, por sus formas mismas de administración del poder, la violencia, los
recursos y el territorio ha causado un gran mal; recordamos, pues una reflexión
que hace uno de los pioneros en los estudios del poder y la autoridad: Mijail
Bakunin, quien en la génesis que hace de la autoridad estudia a Dios y al Estado
(2010)y refiriéndose al segundo afirma que

“la rebelión es mucho más fácil contra el Estado, porque hay en la


naturaleza misma del Estado algo que provoca la rebelión. El estado
es la autoridad, es la fuerza, es la ostentación y la infatuación de la
fuerza. No se insinúa, no procura convertir; y siempre que interviene
lo hace de muy mala gana; porque su naturaleza no es persuadir,
sino imponer, obligar.” (P. 96)

Su reflexión también tiene lugar en lo que respecta a las relaciones internacionales


donde asegura que entre los estados no puede haber paz y lo máximo que se
puede obtener es una tregua en medio de una posibilidad permanente de guerra,
esto, paradójicamente haciendo una reflexión que podría rastrearse hasta el
mismo Hobbes:

¿Qué es el Estado si no es la organización del poder? Pero está en la


naturaleza de todo poder la imposibilidad de soportar un superior o un igual,
pues el poder no tiene otro objeto que la dominación, y la dominación no es
real más que cuando le está sometido todo lo que la obstaculiza; ningún
poder tolera otro más que cuando está obligado a ello, es decir, cuando se
siente impotente para destruirlo o derribarlo. (…) por consiguiente, entre
todos los Estados que existen uno junto al otro, la guerra es permanente y
su paz no es más que una tregua.” (Bakunin, 2010. P. 119)

Concluyendo y haciendo honor a su herencia en el materialismo histórico, Bakunin


muestra que el Estado es un producto histórico, que no siempre ha estado ahí y
que por tal puede cambiar: “El Estado no es la sociedad, no es más que una de
sus formas históricas, tan brutal como abstracta” (ibíd. P. 96. La negrilla es
nuestra)
Acompañado a esta problematización filosófico-sicológica del Estado, caeríamos
en una trampa mortal al proponer como forma de reemplazo lo que Bakunin o el
mismo Marx considerasen un reemplazo saludable a dicha institución política
mediante lo que se conocería como La Comuna. Si dijésemos eso, estaríamos
siguiendo con una lógica de copiar y pegar, tal y como ocurrió con el Estado-
nación de la Europa manejado por una burguesía que se instauró aquí por las
malas y que por las malas ha sido su historia; por el contrario y para finalizar
unimos nuestra voz al llamado de Fals Borda, aquel sentipensante que se la jugó
toda por un socialismo raizal, por algo autóctono y que podríamos resumir en la
siguiente frase: “nuestros sabios no están en Europa, con los grandes pensadores
políticos que hemos leído en la historia, sino que están acá, en las selvas, en los
ríos, están pescando para sobrevivir y a ellos es que debemos escuchar para
lograr lo que soñamos: la utopía”.

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