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LA ERA DEL INGENIO de A. C.

Grayling - Obra vigorosa y colorista que ayuda a entender el siglo


XVII - Valoración 8,5/10

Título originalThe Age of Genius

TraductorJoan Andreano Weyland

Páginas432

IdiomaEspañol

Publicación2016 (2017)

EditorialAriel

Subtítulo: El siglo XVII y el nacimiento de la mente moderna.

El progreso, lo que sea que signifique, se mide por comparación: ¿en qué se avanzó durante
los 800 años que median entre San Agustín y Santo Tomás? Si, para responder tienes que
forzar la imaginación, malo. El progreso es discontinuo, con avances, retrocesos y grandes
estancamientos. Tampoco es homogéneo: cuando un área del globo progresa, otras no lo
hacen. Las dos guerras mundiales del siglo XX seguidas del comunismo, la guerra fría, el
imperialismo y la globalización, se lo ponen difícil a los que siguen defendiendo la idea del
progreso y muy fácil a los agoreros apocalípticos. Para mí el progreso es una tendencia a largo
plazo hacia la mejora de las condiciones de vida de la mayoría de la población debida a sus
propios logros, no a la suerte de una racha de buenas cosechas o del hallazgo de recursos
mineros. Los logros que cuentan son tecnológicos (mayor bienestar para más personas),
políticos (paz y democracia) y socioculturales (convivencia, respeto mutuo y reducción de
desigualdades). Si hay avances en esos logros y lo nota la mayoría de la gente, hay progreso.

Para Grayling el siglo XVII fue el punto de inflexión (inicio del cambio mental) al que siguieron
cuatro siglos de efectos en cascada a favor del cambio y el progreso. Fue un periodo convulso
de inestabilidad y cambio mundial debido a los trastornos políticos y militares y al tumulto
mental. Grayling dedica una tercera parte del libro a explicar la guerra de los Treinta Años,
debida a una mezcla de motivos religiosos y estratégicos, en que desapareció una tercera
parte de la población europea. Significó la caída de España, el auge económico de Inglaterra y
la hegemonía de Francia. Su relato de la larga contienda, emotivo y vibrante, se basa, entre
otras, en las obras de Geoffrey Parker y P. H. Wilson, The Thirty Years War: Europe’s Tragedy
(Londres, 2009), por la que siente gran admiración. Este párrafo es un buen resumen:

“…fue una devastadora y terrorífica serie de combates por todas partes de una Europa
exhausta en la que millones de personas murieron por las batallas, las hambrunas, las
enfermedades y saqueos. Los varios bandos enfrentados alternaban éxitos y fracasos, y los
resultados de las campañas sumaban y restaban, sin dar un resultado claro; los ejércitos
atravesaban Europa, arrasando cosechas, quemando pueblos, violando y asesinando civiles,
robando y saqueando… y todo, durante treinta largos y abominables años.”
Los territorios y sus poblaciones cambiaban de religión (católicos, protestantes y calvinistas)
según el principio “la religión del gobernante es la religión del Estado”.

Grayling registra numerosos episodios de brutalidad y barbarie:

“…una indignada multitud calvinista invadió la catedral de Amberes en señal de protesta, y se


dedicó a destrozar el bello estatuario de la catedral, así como sus pinturas e incluso las
decoraciones de las columnas. Dieron la hostia consagrada a los animales, se bebieron el vino
de comunión, hicieron trizas cuadros y tapices y destrozaron las cristaleras.”

Y la venganza correspondiente que me recuerda la defensa de la altura moral del cristianismo


sobre la brutalidad romana que han hecho algunos historiadores:

“Un grupo de caballeros del Toisón de Oro, totalmente acorazados, se abrió paso espada en
mano hacia la catedral para defender su capilla: mataron a unos cuantos amotinados y los
colgaron en el exterior de la catedral, atacando con lanzas y espadas los cuerpos que se
retorcían mientras morían.”

Después revisa la vida y obra de distintos personajes clave del siglo XVII, muchos a caballo de
la magia o el ocultismo y el racionalismo científico: Mersenne, Bacon, Descartes, Von Taxis,
Hartlib, Newton, Boyle, Harvey… La alquimia, la magia, el ocultismo, la cábala o el
rosacrucismo fueron a la vez una resistencia a la rigidez religiosa y el intento de encontrar un
atajo para el dominio de lo real. Y para que todo ese revuelto de ideas nuevas y antiguas
circularan juagaron un papel decisivo el aumento de la alfabetización, la proliferación de
publicaciones en lenguas vernáculas y la mejora del correo postal.

Según Grayling “las guerras y disturbios del siglo contribuyeron a hacer posible el cambio
debido al fracaso de la autoridad, tanto en lo teórico como en lo práctico, durante el caos que
causaron.” Y, como consecuencia “se abrieron aquí y allá huecos para que ideas nuevas y
peligrosas circularan y se alimentaran recíprocamente.” Las épocas de crisis aceleran los
cambios y un efecto colateral de los largos períodos de guerras es el avance de la tecnología,
militar y logística) que luego se traslada a la sociedad civil.

Se llega a un momento histórico a través de toda la historia anterior; pero puede ser “gracias
a” (integradores) o “a pesar de” (rupturistas) esa historia anterior. Parece que la historiografía
actual se inclina por la integración, sobre todo cuando está por medio el tema religioso: la
Edad Media no fue “oscura”, no hubieron guerras religiosas, la Inquisición no fue para tanto
(1), las conquistas colonialistas fueron benéficas e incruentas… Se confunde explicar por el
contexto con justificar; o, mejor dicho: explicación y justificación son conceptos cada vez más
parecidos. Casi todas las críticas que he leído sobre este libro condenan sus ataques a la
religión. Yo creo que es una obra vigorosa y colorista que ayuda a entender cómo, del caos,
surgió la luz en forma de pequeños destellos durante el siglo XVII. Buen complemento a la
“Historia de la ciencia” de John Gribbin.

NOTAS:

(1) Henry Kamen en “La Inquisición española” (2013) dice: “Sabemos que el Santo Oficio no
tuvo ningún impacto en el desarrollo demográfico, no desempeñó ningún papel perceptible a
favor ni en contra de la industria ni de la ciencia, y ejecutó a poco menos de un 1 por ciento del
número de víctimas que dice Llorente.” Y termina con una frase que suena a “pasa en las
mejores familias”: “El control y la coacción, en nombre de la religión, de la raza o de la
Seguridad Nacional, continúan siendo practicados por los poderes públicos y aceptados con
increíble pasividad por la población. No hay muchos motivos para discrepar de la opinión del
gran historiador de la Inquisición, Henry Charles Lea, cuando dice: «Qué poco han hecho la
religión y la civilización por situarnos por encima de la brutalidad primitiva y con qué facilidad
volvemos a caer en ella».

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