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Bosquejo Bíblico

«¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón?» (Pr. 20:9).


Esto implica claramente que

I. El corazón necesita purificación.

«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros


mismos» (1 Jn. 1:8).

El corazón es engañoso más que todas las cosas. No hay quien haga lo
bueno, ni siquiera uno. «Los que viven según la carne no pueden agradar
a Dios» (Ro. 8:8). La mente carnal es enemistad contra Dios.

II. Nadie puede purificar su propio corazón.

«¿Quién hará limpio lo inmundo? Nadie» (Job 14:4).

La reforma exterior es solo la purificación del sepulcro, la ornamentación


de un osario, el aseo de un muerto. «No te asombres de que te dije: Os.
es necesario nacer de nuevo». Lo que es engendrado de la carne es
carne.

III. Solamente el Señor puede purificar el corazón.


«Ninguna cosa será imposible para Dios».
«Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto
dentro de mí» (Sal. 51:10).
«Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos
nuestros pecados y limpiarnos de toda iniquidad» (1 Jn. 1:8, 9).

El corazón puede quedar purificado como una fuente, como el manantial


en Jericó, aplicando la sal de la Palabra de Dios por medio de la vasija
nueva del Espíritu (2 R. 2:20, 21).
indice de Contenidos

 1 I. Una triple miseria. Se vio:

o 1.1 1. DESNUDADO de sus vestidos (v. 30).

o 1.2 2. HERIDO (v. 30).

o 1.3 3. MEDIO MUERTO (v. 30).

 2 II. Una actitud triple. En el Sacerdote, el Levita y el Samaritano vemos tres


actitudes diferentes hacia los inermes e infortunados:

o 2.1 1. PERFECTA INDIFERENCIA.

o 2.2 2. CURIOSIDAD INTERESADA.

o 2.3 3. SIMPATÍA PRÁCTICA.

EL BUEN SAMARITANO Lucas 10:30-37


«A mí está ligado,
Porque el amor humano de extraños parientes hace»
INGELOW

Este intérprete de la ley, «queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús:


¿Y quién es mi prójimo?». El mundo nunca ha visto a nadie mejor
capacitado para dar respuesta a esta pregunta que a Jesús. «Él sabía lo
que había en el hombre.»

Hay bien pocos que no estén dispuestos a justificarse a sí mismos por su


descuido de la misericordia (v. 37), que es lo que constituye una
verdadera cualidad de prójimo. Ésta es una parábola querida por causa
del Samaritano. Un hermoso reflejo de la misericordia de Dios en Cristo
Jesús, entrando inesperadamente en contacto con un corazón destituido
y alienado. Observemos aquí:

I. Una triple miseria. Se vio:


1. DESNUDADO de sus vestidos (v. 30).

Este hombre, bajando de Jerusalén a Jericó, una distancia de unos


veintinueve kilómetros, cayó entre ladrones, y fue desnudado. Desde la
caída de Adán, este mundo ha sido una guarida de ladrones.

El negocio de cada hombre, más o menos, consiste en conseguir de los


otros todo lo que le sea posible. Solo los enseñados por Dios pueden
cuidarse no de lo suyo, sino del bien de los demás. Todos los que caen
en las garras del pecado y de la iniquidad de cierto quedarán desnudos
de su vestido de justicia y de su «vestidura de alabanza». El diablo
sigue buscando a quien devorar.

2. HERIDO (v. 30).

Con toda probabilidad, recibió sus heridas en su desesperado intento de


resistir a los ladrones. Nuestra propia fuerza e ingenio son una pobre
defensa en contra de los repentinos embates del mal. Los moralmente
heridos e incapacitados en las batallas de la vida se encuentran yaciendo
por todas partes por los caminos del concurso humano. Es legión el
nombre de los que se han hundido en los barrios bajos de las ciudades al
serles arrebatada su reputación y al haber visto sus esperanzas y
perspectivas heridas de muerte (Is. 1:6).

3. MEDIO MUERTO (v. 30).

En esta miserable condición no podía hacer otra cosa más que esperar y
orar. Esperar la compasión de algún corazón amante y el bondadoso
toque de alguna mano compasiva. Ser tibio acerca de cualquier cosa es
estar medio muerto para aquello. Con respecto a las cosas eternas,
¡cuántos están medio muertos y bien inconscientes de ellos! Rebeldes de
corazón (cf. Apocalipsis 3:16). Pero no condenemos con nuestra
soberbia a este pobre paria, porque si nosotros hubiéramos ido por el
mismo camino podríamos habernos visto en el mismo apuro. Si
hubiéramos ido por el camino de los que nacen y son criados en el barrio
bajo de la ciudad, o en el negro paganismo, ¿acaso estaríamos nosotros
en mejor estado que ellos?

II. Una actitud triple. En el Sacerdote, el Levita y el


Samaritano vemos tres actitudes diferentes hacia
los inermes e infortunados:

1. PERFECTA INDIFERENCIA.

«Un sacerdote… pasó por el lado opuesto del camino» (Lucas 10:31).
Este sacerdote iba indudablemente de regreso a casa después del
servicio en el Templo. Es muy puntilloso en el cumplimiento de su
servicio ceremonial, y no pasaría nada por alto, pero un hermano
necesitado y moribundo al lado del camino es indigno de su
atención. «Pesado en la balanza y hallado falto de peso.» No se
puede poner ninguna esperanza en la Ley.

2. CURIOSIDAD INTERESADA.

«Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó por


el otro lado» (v. 32). Este hombre es un tipo de los que son inquisitivos,
pero en absoluto compasivos. Quieren conocer, pero no quieren ayudar.
Este levita podría dar un informe acerca de este pobre hombre al llegar a
casa, y justificar su conducta carente de compasión diciendo que aquel
lugar era demasiado peligroso para quedarse allí para levantar al caído.
También por este mismo acto queda «pesado en la balanza y hallado
falto de peso» (1 Juan 3:17).

3. SIMPATÍA PRÁCTICA.

«Un samaritano que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue
movido a compasión», etc (vv. 33-35). Aunque los judíos no tenían
tratos con los samaritanos, este samaritano, en su misericordia, sí que
estaba dispuesto a tratar con el judío medio muerto. Este es el meollo de
la parábola.

Un hombre menospreciado muestra compasión, y en su misericordia


salva a uno que vivía en enemistad contra él, manifestando así el amor
de Dios en Cristo Jesús, que desciende a mostrar misericordia con un
sacrificio de Sí mismo que mata la enemistad (Efesios 2:16).

El buen samaritano tiene las características del menospreciado


Nazareno, que viene a buscar y a salvar lo que se había perdido.

 1. «Vino cerca de él.» Cristo viene justo donde estamos. En


nuestra condición de desnudez y malheridos como estamos no
podíamos hacer nada por nosotros mismos (Romanos 5:6).

 2. «Fue movido a compasión» (v. 33). Su corazón se movió hacia


él. La Salvación de Cristo fue una obra de corazón. «Nos amó, y
se entregó a Sí mismo por nosotros.»
 3. «Vendó sus heridas, echándoles aceite y vino.» Aunque
estemos llenos de heridas y llagas (Isaias 1), Cristo puede vendar
y sanar (Lucas 4:18). Esto lo hace mediante el aceite de su
Espíritu y el vino de su Palabra.

 4. «Poniéndole sobre su propia cabalgadura…» Aquellos a los que


el Señor levanta son también establecidos en su propio lugar.
«Ahora somos hijos de Dios».

 5. «Lo llevó a un mesón.» Los salvos del Señor encuentran


asimismo refugio y nuevas amistades.

 6. «Y cuidó de él.» En la Salvación de Cristo hay no solo una gran


liberación, sino también una especial providenia (Ro. 8:28). Él tiene
cuidado de vosotros.

 7. Dejó una promesa en cuanto a Él (v. 35). Nuestro Gran Pastor


ha dejado también suficiente para nuestras necesidades durante
su ausencia en «preciosas y grandísimas promesas». «En cuanto
lo hicisteis a uno de estos… a Mí me lo hicisteis.» «Yo te lo
pagaré cuando regrese.»
La gran lección
Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplos para que sigamos sus
pisadas. «Ve, y haz tú lo mismo» (v. 37).

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