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La macroevolución:
El proceso evolutivo se puede representar en forma de árbol, cuya estructura
dendriforme es fractal. Las regularidades que aparecen entre grupos taxonómicos
revelan la existencia de leyes invariantes a cualquier escala taxonómica,
propiedad típica de los fractales.
El 99,99% de las formas vivientes que han aparecido sobre la Tierra se han
extinguido. Veamos si hay alguna ley sobre la probabilidad de extinción de una
especie.
Si la adaptación confiere ventaja a la especie, cabe presumir que los grupos más
persistentes serán los menos propensos a desaparecer. Pero el estudio de los
patrones de extinción nos dice que la probabilidad de extinción de un grupo
cualquiera se muestra constante a lo largo del tiempo y no depende de cuánto
llevara existiendo en el planeta.
En su teoría, Van Valen considera que cada especie intenta mejorar su posición
dentro del ecosistema: además de interaccionar con el medio físico también
interacciona con el ambiente biótico. Un cambio en la situación de una especie
induce a cambios en las demás, cuya alteración influirá, a su vez, en la primera, y
así en idas y venidas sin fin. Así el sistema evoluciona hacia un punto crítico
donde se aprecia que ciertas partes del sistema permanecen inalteradas durante
largo tiempo, mientras que otras se modifican con rapidez.
La especie cambia sólo para persistir: la selección natural no mejora la adaptación
de la especie: sólo la mantiene. Las especies incapaces de cambiar se extinguen.
La información ausente:
La teoría del caos tiene que ver con la incapacidad de predecir y controlar, con la
incapacidad para hacer una descripción completa, con lo que algunos científicos
han llamado "la información ausente". Esta información ausente puede ser de gran
importancia pero... está ausente.
Las paradojas y los koans nos llevan al límite del pensamiento lógico, racional y
ordenado. Obligan a la mente a moverse en espiral y realizar repeticiones lógicas
mientras intenta resolver el problema. Sin embargo, puede que no haya solución
desde el contexto en el que están enmarcados. Nos dicen que algo falta, algo es
incompleto acerca de nuestro concepto de realidad. Pero solo el hecho de que
pensemos en tales paradojas significa que somos superiores al sistema
conceptual que hemos creado; puede que nosotros seamos la información
ausente que estamos buscando. Las paradojas se enfrentan a nuestro deseo de
dividir el mundo en dualidades, de colocar los conceptos en sus categorías
adecuadas y después levantar fronteras alrededor. Nos crean un caos mental
necesario para la creatividad, en el cual la mente cambia y autorreorganiza su
percepción de la realidad.
Lorenz ya comprobó qué ocurre al redondear tres decimales. Tanto en la teoría
como en la práctica, siempre habrá información ausente, una limitación para
nuestro conocimiento. Por un lado un sistema tan complejo como el mundo, no
hay una clara división en partes, lo cual ya nos impide conseguir toda la
información, por otro lado, nuestra simple acción de intentar obtener información,
nuestra mera presencia, perturba un sistema de forma impredecible. Además "no
podemos meter la totalidad en el bolsillo, ya que el bolsillo también es parte de esa
totalidad".
Siempre queremos acabar las cosas pero nos olvidamos de la información
ausente. Nuestro tremendo deseo de controlar la naturaleza humana y el mundo
material nos ha creado una sed insaciable de progreso, acompañada de una
arrogancia con la que clasificamos a otras civilizaciones como primitivas. Sólo nos
preocupa lo conocido y nos olvidamos de la dimensión del misterio. Efectivamente,
es sorprendente el progreso tecnológico actual, pero tal vez estemos ignorando
algo, que en cualquier momento, podría trastocar todo nuestro conocimiento
acreditado. Un ejemplo muy evidente: A principios de siglo, los físicos especulaban
con que su materia de estudio se estaba acabando. Pronto no habría aspectos
físicos relevantes que pudieran descubrirse. Sólo les faltaban por resolver tres
problemas: por qué la órbita de Mercurio es irregular, una discrepancia entre la
teoría y la cantidad de energía liberada por un agujero negro, y el efecto de un
tercer cuerpo en el movimiento de otros dos. Pues el intento de completar la
información respecto del primer caso condujo a la teoría de la relatividad; el
segundo hizo aparecer la teoría cuántica; y del tercero surgió la teoría del caos.
Cada una de estas teorías tiene misterios que resolver. Resultó que la naturaleza
es bastante más sutil de lo que habíamos imaginado.
Así que la información ausente permanece siempre junto a nosotros para
recordarnos nuestras limitaciones, apareciendo de cuando en cuando y
volviéndolo todo del revés, saltándose nuestras fronteras más establecidas. Aun
así la modestia es difícil de conseguir en nuestra civilización occidental, donde nos
enorgullecemos de lo acabado, de lo completo. Queremos teorías científicas
completas; nuestras historias y obras musicales siempre han de tener un final (por
lo menos hasta hace unos años). Por el contrario, hay culturas donde la música y
las historias continúan indefinidamente, sin necesidad de ese punto final, con el
que nosotros estamos tan obsesionados. Aunque a los sherpas del Tíbet les gusta
escalar montañas, suelen abstenerse, por respeto a los dioses, de permanecer en
las cimas. Sin embargo, imaginemos un escalador occidental que no se haga una
foto con los pies hollando la cumbre: esa persona nos parecería mediocre y
pensaríamos que su viaje habría quedado incompleto.
Pero las teorías completas no existen. Una teoría es una proyección mental sobre
la infinita complejidad de la naturaleza, la que pone énfasis en ciertos matices
dentro del flujo de la existencia y de la incertidumbre. Al físico David Bohm le
gustaba señalar que las palabras "teoría" y "teatro" proceden de la misma raíz
griega que significa "ver". Una teoría científica es un teatro de la mente, es algo
provisional que nos abstrae de un contexto muchísimo más amplio. El contexto en
el que nacen las teoría cambia permanentemente. Una teoría funciona durante un
cierto tiempo y después parece estancarse, por más que hagamos intentos por
modificarlas, hasta que acaba surgiendo una nueva producción teatral de la
mente. Las teorías son como herramientas de la mente y deben poder ser
cambiadas cuando haga falta. Lo que a veces ocurre es que acabamos
identificándonos tanto a nosotros como a la naturaleza con determinada teoría y
hacemos lo posible por adaptar el mundo y la mente a nuestra teoría. No debemos
convertirnos en esclavos de una teoría; no hace falta acabar creyéndonos
nuestras producciones teatrales.
La no-linealidad del Tiempo:
Hemos reducido la esencia del tiempo a mera cantidad, ya no nos damos cuenta
de sus cualidades, ignoramos completamente su naturaleza interior. En nuestro
mundo postindustrial, el tiempo se ha convertido en algo mecánico, impersonal,
externo y desvinculado de nuestra experiencia interior.
Mientras creamos que el tiempo es una línea recta arrojada desde el pasado hacia
el futuro, es difícil recontar muchas de nuestras experiencias temporales interiores,
que normalmente menospreciamos como ilusiones, disociaciones, rarezas de la
memoria y la percepción, en cualquier caso nada que ver con la naturaleza física y
esencial del tiempo. La teoría del caos sostiene que no hay líneas simples en la
naturaleza: cualquier línea, vista desde una escala diferente, resulta ser una
sucesión de formas, de irregularidades, curvas, etc. El caos también sugiere que
nada tiene justo una, o dos o tres dimensiones, sino que está "a medias" entre
ellas y que estas dimensiones son fractales y no lineales. Todo es también es
aplicable a "la cuarta dimensión".
Todo, del átomo a la célula, desde un árbol hasta el cosmos, lleva su reloj interior
que mide su paso individual del tiempo, la magnitud del proceso que ha
experimentado. Según la teoría del caos los sistemas tienden a autoorganizarse,
preservando su equilibrio interno al tiempo que retienen una cierta medida de
apertura al mundo externo. Algo semejante sucede con el tiempo: cada elemento
de un sistema posee su propia medida singular de la magnitud del proceso interior
que se está desarrollando respecto al entorno exterior. Sin embargo los "relojes"
internos de todos los sistemas más pequeños se acompasan perfectamente. Esta
conexión con el entorno de sistemas que tienen su propia medida temporal
enriquece el tiempo y lo llena de dimensiones. Está claro que algunos sistemas
están menos influidos por el entorno (ciclos límite) mientras que otros están muy
abiertos a cambios.
Cuando la vida corre peligro, el tiempo parece detenerse: los acontecimientos
suceden a cámara lenta y tenemos un mundo de tiempo para decidir si frenar o
acelerar para evitar un choque. Es como si cada acontecimiento dentro del paisaje