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Pero, ¿qué hacer, ahora, en estas pocas páginas? Si sirven a los lectores
para encariñarse con Ozanam, habrán cumplido su cometido. Si los
ayudan a leer sus Cartas, sus ensayos y alguna de sus biografías, me
alegraré no poco. Y, sobre todo, si se animan a meterse en sus obras y
en su recia pasión por los pobres, me daré por satisfecho. De su mano
podremos dar el salto y “pasarnos a los bárbaros”. Como lo confiesa
R.Ramson, para hacer nuestra peregrinación, Ozanam “es un
compañero fascinante”.
“Ozanam, ¡cuánto lo queríamos!”
El 15 de septiembre de 1853 se celebraban en París los funerales de
Ozanam. Había fallecido unos días antes en Marsella, exactamente el 8
de septiembre, fiesta de la Natividad de la Virgen María. Tenía sólo 40
anos. Compañeros de la Sociedad de San Vicente de Paúl, gran número
de pobres -hombres y mujeres- amigos de Ozanam y grupos de
escritores, políticos, catedráticos y estudiantes llenaban las naves del
templo. Una vez más, su persona era un puente de unión.
¿Quién era este hombre joven, llamado Federico Ozanam, que a tantos
ha unido en su elogio? Víctor Hugo escribía sobre “los miserables”;
Ozanam, los conocía, los amaba y los cuidaba. Las dos tareas son
buenas, pero la segunda es mejor que la primera. En su viaje a
Inglaterra con su amigo J.J.Ampère, éste se admiró y conmovió ante la
Exposición Industrial; Ozanam, ante la miseria de la clase trabajadora.
El progreso de la tecnología es útil, pero la curación de las heridas de
los pobres es más importante.
Algunos apretados datos
Este joven perenne, llamado Federico Ozanam, no se atuvo a los
prejuicios de su tiempo. Su breve tiempo duró cuatro lustros del siglo
XIX. Francés de raíces y de vida, nació el 23 de abril de 1813, en Milán,
y falleció, como acabamos de recordar, el 8 de septiembre de 1853.
Sus padres fueron Juan Antonio Ozanam, médico y conocido escritor
sobre cuestiones de su especialidad, y María Nantas, mujer fina, culta,
piadosa y dada a los pobres como su marido. Luisa -muerta a los
dieciocho años y cuando Federico tenía siete- y Alfonso, sacerdote,
fueron los hermanos anteriores a nuestro personaje. Después de él
siguió Carlos, que sería médico como el padre. Otros varios hermanos
habían fallecido casi recién nacidos.
Ozanam y los suyos, antes que Marx, descubrirán las trampas de los
grupos superenriquecidos e hipócritas, cuyo liberalismo de tiburones y
cuyas leyes dejan el paisaje francés lleno de cadáveres. Serán testigos
de “la lucha de los que no tienen nada y de los que tienen demasiado,
el choque de la opulencia y de la pobreza” y buscarán, con todos su
medios “que la igualdad se opere, en cuanto sea posible, entre los
hombres”. Pero se trata de una igualdad que sea más real que la de los
códigos. Ozanam y los suyos saben que la ley es igual para todos. Es
decir, que si un anciano de setenta y cinco años y un joven de veinte
compiten en la misma carrera, los jueces serán imparciales y darán el
premio a quien gane. Los obstáculos del terreno son los mismos y ¡la
ley es igual para todos!
Saben que la ley no prohibe que los niños de los burgueses y los niños
de los proletarios trabajen jornadas agotadoras de más de doce horas
diarias. ¡La ley es igual para todos! Pero saben que sólo los niños de los
pobres sufren esos horarios mortales. Además, la clase obrera no puede
defenderse. El “laisser faire-laisser passer” no es para ellos. La
Revolución Francesa, por medio de la ley Chapelier les prohibía
organizarse, y esa ley sigue vigente. Ozanam, en cambio, promoverá el
derecho de los obreros a organizarse en sindicatos para la defensa de
sus intereses y necesidades. Y lo hace cuando eso no estaba de moda,
cuando Felipe de Orleáns y su ministro Guizot lanzaban el lema
“¡enriqueceos!” para beneficio de las clases pudientes.
La palestra de la prensa
Ozanam fue, desde sus primeros anos, un asiduo periodista. Entre
estudios, diversos trabajos, clases, investigaciones, servicio a los
pobres, sacaba tiempo para escribir en los periódicos. En algún
momento de cansancio, Lacordaire le aconsejaba: “Hay que tener buen
cuidado de no abandonar la pluma. Sin duda, el oficio de escribir es
duro, pero la prensa se ha vuelto demasiado poderosa para abandonar
el puesto. Escribamos, no por la gloria, sino para Jesucristo.
Crucifiquémonos a nuestra pluma. Aunque nadie nos leerá dentro de
cien anos, ¿qué importa? La gota de agua que llega al mar no por eso
dejó de contribuir a formar el río, y el río no muere….”. Pero, además
de participar en los más variados medios, en 1848 fundó, con algunos
amigos, un nuevo periódico: “L’Ere Nouvelle” (La nueva era).
Por eso, en esta alianza con el bien del pueblo, Ozanam propondrá el
sufragio universal, el derecho al trabajo, el derecho a crear
asociaciones o sindicatos obreros, el impuesto progresivo, las libertad
de enseñanza, los derechos básicos de la persona no sometidos a
decisiones gubernamentales, y propone medios para hacer todo esto
realizable. A las clases pudientes les advierte abiertamente: “Habéis
aplastado la revolución, pero os queda otro enemigo que no conocéis
bastante y del que he tomado la resolución de hablaros hoy: la miseria
“. Y la miseria no se resuelve con simples cambios de fachada política.
Pero Ozanam es escasamente escuchado por sus contemporáneos.
Muchos de ellos, también entre los católicos, lo atacan. Les da miedo
la nueva alianza que propone Ozanam. “Pasarse a los bárbaros” supone
demasiados cambios. Ozanam le dice a su amigo Foisset -24 sept. 1848-
: “Me encuentro fatigado por las controversias que diariamente agitan
a París, me siento destrozado por el espectáculo de la miseria que lo
devora” . Y, entre el estruendo de las polémicas, los ataques y las
dificultades financieras, el periódico “L’Ere nouvelle” dejará de
publicarse. Ozanam le dirá el 24 de abril de1849 a Tommaseo: “Todo
nos da pie a pensar que los principios propagados por L ‘Ere nouvelle
germinarán en silencio y que nuestros esfuerzos encontrarán
continuadores mejores que nosotros “.
¿Lyon o París? Esta fue una de las primeras decisiones que tomaron
juntos. En Lyon, con su cátedra de Derecho Mercantil y con la de
Literatura Extranjera en la Universidad, Ozanam tenía unas entradas
económicas holgadas. En cambio, las que recibiría en la Sorbona como
profesor suplente eran mucho menores. Abandonar Lyon por París era
dejar lo seguro por lo precario. J.J.Ampére lo animaba a irse a la capital
como teatro ideal para sus tareas educativas, religiosas, como
investigador, escritor, como miembro y animador de las Conferencias de
San Vicente. Ozanam coincidía con Ampére, pero no quería decidirse
sin contar con Amelia. ¿Abundancia o escasez? Amelia escogió la
escasez de París frente a la seguridad de Lyon. Era su apuesta y su
apoyo por el futuro común y por las brillantes posibilidades de Ozanam.
Y no se equivocaría en su elección.
Amelia sufrió dos abortos. Uno en mayo del 1842 y otro en abril del año
siguiente. Y necesitó de una larga convalecencia. A fines de julio se va
con su padres a Lyon y Ozanam le escribe todos los días. Pasan juntos
del 13 de agosto al 24 de septiembre, y Ozanam regresa solo a sus
tareas de la Sorbona. De nuevo le escribe todos los días. Amelia se
detiene porque su hermano escultor le está haciendo un busto. “¿No te
dascuenta de que te amo infinitamente? ¿No sientes que es mucha
separación, que es demasiado?”, le escribe Ozanam el 6 de octubre.
Pocos días después, el 21 de ese mes, Amelia regresa a París… Por fin,
en la noche del 23 al 24 de junio de 1845, Amelia da a luz una niña, a la
que llamarán María. Y la casa se llena de júbilo. “Ya soy padre -escribe
Ozanam el mismo día 24-… Soy depositario y guardián de una criatura
inmortal. Ansío ver su bautismo, que va a tener lugar mañana; luego
seguiré, uno a uno,: todos sus pasos, veré nacer todas las gracias de su
infancia y, cuando la tenga en brazos, pensaré que en ella hay un alma
inmortal hecha para Dios y para la eternidad. Estas reflexiones me
conmueven hasta las lágrimas y me dejan confuso. ¡Ah, qué momento
cuando arrodillado al pie de mi Amelia he visto su último esfuerzo y, al
mismo tiempo, a mi hija aparecer a la luz “.
Aprender a sufrir
Viendo las actividades, clases, visitas a los pobres, libros, artículos en
la prensa y de más actividades de Ozanam, podríamos imaginar a un
hombre joven y lleno de vigor físico. Pero nos engañaríamos. Ozanam
nunca gozó de una buena salud. Y, de 1846 hasta su muerte en 1853, su
salud fue empeorando, aunque dejándole aún intervalos y capacidad
para múltiples actividades En 1846 su estado se agrava y sufre de
fiebres intermitentes con hemorragias de vesícula. Los médicos le
aconsejan descanso y cambio de clima. Y, con una encomienda oficial
de investigación en el extranjero, emprende con Amelia y la pequeña
María un viaje por varias ciudades italianas hasta desembocar en Roma.
En marzo del 47 son recibidos allí por el Papa Pío IX. Hablan de las
Conferencias, de la Obra de la propagación de la Fe -a la que Ozanam
había ayudado no poco- de la situación del catolicismo en Francia…
Ozanam sale reconfortado. Otras ciudades, algunos días en Bélgica y
Alemania, y regresan a París. Ozanam está mejorado y la Sorbona y un
número cada día creciente de alumnos esperan, de nuevo, sus clases.
San Vicente de Paúl había dicho que “los que aman a los pobres
durante su vida no tendrán miedo a la muerte” y que “no podemos
asegurar mejor nuestra salvación que viviendo y muriendo al servicio
de los pobres en brazos de la providencia”. Y esta fue la gracia de la
tranquilidad de Ozanam. Cuando el sacerdote que le administró los
sacramentos de los enfermos y lo animaba a no tener miedo a Dios, le
respondió: “¿Por qué lo iba a tener si lo amo tanto?”. Y, sobre todo,
Ozanam sabía ¡cuánto lo amaba Dios!