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1. La Justificación, desde la perspectiva apostólica y profética.

A la luz de toda esta revelación de lo que la sangre de Jesús hizo


por nosotros, en la cruz y al ser ofrecida en el Lugar Santísimo, en
la revelación de Su misterio (en relación a su contenido) y de Su
poder, Su obra completa a favor de nosotros, y de cómo esta sangre
venció al diablo, y como esta sangre habla de misericordia delante
del Padre, debemos asegurarnos de que esta sangre venció la
iniquidad, la rebelión y el pecado.

Lo que tenemos que entender de esta revelación, y enseñarla como


lo que Jesús nos mandó (institución de la Cena del Señor 1ra
Corintios 11:23-32) en relación a esta gran herencia, es que la
OBRA DE JESÚS EN LA CRUZ ES ABSOLUTA. Lo que hizo Jesús,
lo hizo una vez y para siempre (Hebreos 9:24-26; 10:10-12 y 19).
Ahora, somos nosotros los responsables, de APROPIARNOS Y
BENEFICIARNOS de cada parte conquistada por Jesús en el
Calvario.

Algo importante que recalcar, es que Jesús murió por todos los
pecadores. Sin embargo, no todos los hombres son salvos. Cada
persona tiene que venir en arrepentimiento al Señor, y recibir para
sí, el sacrificio expiatorio de Jesús. Si esto no sucede, el absoluto
de la cruz no operará en esa persona, y aunque Dios dice que ama
a toda la humanidad, y aún habiendo entregado a Su único Hijo,
por la salvación del mundo, algunos y tristemente muchos, que no
se acojan a esta salvación y se arrepientan, igual se perderán
eternamente (Juan 3:16; Rom. 10:8-10).

Esto es verdad y revelación para cada aspecto y parte cubierto por


la Obra de Jesús en la Cruz; por esto el Señor nos provee una llave
maravillosa, para adueñarnos de todo lo que Él hizo por nosotros y
esto es: el comer de Su carne y beber de Su sangre, de tal manera
que si una persona, en cualquier cultura y situación, viene a LA
LUZ y camina EN LUZ, LA SANGRE de Jesús lo limpia de todo
pecado (1ra Juan 1:7-9).

Cuando el apóstol Pablo, en su carta a los Corintios (1ra Corintios


11:23-32) instituye la Cena del Señor, nos llama a PROBARNOS a
nosotros mismos antes de tomar los elementos, nos llama a
ponernos a cuentas con Dios. A venir a la luz para ser limpiados
con la Sangre, para que nos seamos CONDENADOS con aquellos
del mundo, que no creen ni se arrepienten.

Hasta aquí, por la revelación sobre lo que es en esencia la


iniquidad, como esa semilla de maldad implantada en el espíritu
del hombre, podemos afirmar que aún el creyente más consagrado

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tendrá fuertes luchas para apartarse del pecado y de toda obra de
rebelión, esto es por la fuerte presencia, a veces pasiva y activa, de
la iniquidad en su vida. Esta iniquidad, muchas veces se alimenta
o se fortalece no sólo por las obras de la carne, sino también por la
presencia de espíritus inmundos que oprimen, cautivan y
esclavizan, haciendo de la batalla de santificación una batalla más
fuerte. La solución está en tomar el paso de ARREPENTIRSE
anhelando y creyendo de todo corazón el poder de Dios (Jesucristo
crucificado) lo libere y lo transforme en su vida diaria (1ra
Corintios 1:18, 23 y 24, 30-31; 1ra Corintios 2:1-5). Ésta
determinación del corazón, unida al poder de Su Sangre y de la
Carne de Jesús, le darán al creyente la total victoria, en su vida
terrenal, camino al Cielo, a las moradas eternas (Juan 14:1-6). En
cada verdadero creyente se establecerá la autoridad de la
resurrección para cortar toda iniquidad y demonio que lo
atormente.

Gracias al Señor, que la Palabra nos revela el Poder que tiene la


Sangre, en nuestra lucha contra la iniquidad, el pecado y la
rebelión; poder para limpiarnos y purificarnos (hacernos ofrenda
agradable para Dios, aceptos en Cristo), poder que llegará a cortar,
quitar y juzgar aún las raíces más profundas que la iniquidad
pudiera tener en nuestras vidas, hasta a victoria total y final.

¿Por qué es necesario, ahondar más esta revelación del poder de la


Sangre? Porque así como en lo natural, la sangre limpia el cuerpo y
lo provee de sustancias nutritivas, así como el oxígeno y otros
elementos, la sangre purifica, alimenta y regenera todo el Cuerpo.
Por lo que se dice que la vida y la salud están en la sangre, por su
poder purificador de todos los elementos tóxicos y deshechos del
organismo, así también, la Sangre de Jesús, en el plano espiritual
nos limpia de toda inmundicia.

En lo espiritual, la Sangre de Jesús, va arrancando todas las raíces


de la iniquidad, destruye fortalezas en nuestro interior, y nos
provee de los elementos de vida y de poder y de autoridad que nos
llevarán de gloria en gloria, y nos trasladarán del reino de las
tinieblas al reino de la luz, del Hijo de Dios.

 La fe en Su Sangre: Romanos 3:25;


 Justificados en Su Sangre: Romanos 5:9;
 La comunión en la Sangre: 1ra Corintios 10:16;
 Redención por Su Sangre: Efesios 1:7;
 Hechos cercanos por Su Sangre: Efesios 2:13;

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 Por Su Sangre compró a la Iglesia: Hechos 20:28
 Por Su propia Sangre entró al Lugar Santísimo: Hebreos 9:12;
 Sin derramamiento de Sangre no hay remisión: Hebreos 9:22;
 La sangre de los toros, no quita el pecado del hombre:
Hebreos 10:4;
 La Sangre rociada: Hebreos 12:24;
 Por la Sangre del Pacto Eterno: Hebreos 13:20;
 Comprados con la Sangre preciosa: 1ra Pedro 1:19;
 La Sangre de Jesús nos limpia: 1ra Juan 1:7;
 Jesucristo que vino mediante agua y Sangre: 1ra Juan 5:6;
 Nos lavó de nuestros pecados con Su Sangre: Apocalipsis 1:5;
 Con Su Sangre nos ha redimido: Apocalipsis 5:9;
 Han lavado sus ropas en la Sangre del Cordero: Apocalipsis 7:14;
 Le han vencido por la Sangre: Apocalipsis 12:11;
 Nos hizo reyes y sacerdotes por Su Sangre: Apocalipsis 1:5-6

¡Gloria a Dios! ¡Cuánto tenemos a favor por la Sangre del Cordero


que quita los pecados del mundo! (Juan 1:29).

Cuando un cristiano arrepentido, que toma su cruz cada día (elige


hacer la voluntad de Dios y no la suya) lucha por su santificación,
la Sangre de Jesús lo nutrirá, operando en él, una verdadera
regeneración, y nutriéndonos para hacer Su voluntad, cambiando
nuestros deseos pecaminosos en deseos buenos y santos, y el
impulso irresistible de hacer el mal, de mentir, de correr tras los
deseos de la carne, será CAMBIADO por el impulso, la simiente de
hacer el bien y de acercarnos más a Dios, y el de acercar más a
Dios como ofrenda agradable, con olor a vida y no olor de muerte
(1ra Corintios 2:14-17).

6) La Sangre de Jesús arranca a los pecadores del poder del


infierno.

Hechos 2:18 dice:


“Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días. Derramaré de
mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en
la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo.”

Aquí, la Escritura no sólo habla de catástrofes nucleares que


pueden suceder en los tiempos del fin; nos habla también del
poder y de la revelación que ha de traer el derramamiento del
Espíritu Santo (Joel 2:28-30). La Sangre, el fuego y el humo eran

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los tres elementos que estaban presentes en el tabernáculo cuando
el Señor se manifestaba.

El día de Pentecostés, el Espíritu se manifestó por fuego, con la


demostración de lenguas ardientes sobre sus cabezas (Hechos 2:1-4).

Pero el humo y la Sangre, no se vieron por ninguna parte. Éstos


están reservados para el cumplimiento total en el fin de los
tiempos.

Es necesario recalcar, que lo que hemos venido recibiendo,


enseñando y aplicando en nuestras vidas, en todos los temas
tratados en el CEM, no son para llenarnos de conocimiento mental,
sin poder vencer al pecado; sino es para conocer más a Jesús,
amarle más, y servirle de la manera como Él quiere, y vivir la vida
en victoria como Él la vivió y quiere que la vivamos: “El que
venciere… comerá del árbol de la vida, no sufrirá daño de la
segunda muerte,… le daré un nombre nuevo… le daré la estrella de
la mañana, se vestirá de vestiduras blancas, y su nombre no será
borrado del libro de la vida, Yo le haré columna en el templo de
Dios…, le daré que se siente conmigo en Mi Trono…” (Apocalipsis
2 y 3).

Contrariamente a todo esto, el Señor afirma: “No todo el que me dice:


Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí;
apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:21-23).

Es necesario que en el tiempo del fin, el derramamiento del


Espíritu Santo sobre toda carne, revele el poder que tiene la
Sangre, la Cruz y el fuego, para que todos aquellos que queramos
VENCER, podamos ser transformados y servir al Señor con
convicción, compromiso y carácter. Es como que el Señor nos
dijera: “estoy haciendo que Mi Cruz, dé una verdadera victoria a
mis discípulos sobre la iniquidad y el pecado, para que ellos
manifiesten Mi Poder desde la Cruz, y el poder de Mi Sangre y del
fuego del Espíritu que será VISTO en ellos. Estoy llamando a Mis
hijos y a Mis siervos a entrar en el poder de la Cruz, la Sangre y el
fuego, hasta que Mi Iglesia sea santa, sin mancha, ni arruga, ni
cosa semejante, una Iglesia gloriosa, capaz de ministrar en el Cielo
y en la Tierra…”

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