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filosófico
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José Agustín, con La contracultura en México, es un ejemplo de esto. Más que definir cuáles
son las propuestas, Agustín hace un rescate histórico de las manifestaciones sociales, invaluable
en términos historiográficos pero peligrosamente simple. “una onda podría ser cualquier cosa,
pero también un plan por realizar, un proyecto, una aventura, un estado de ánimo, una pose, un
estilo, una manera de pensar e incluso una concepción del mundo. Pero agarrar la onda era
sintonizarse con la frecuencia adecuada en la manera de ser, de hablar, de vestir, de comportarte
ante los demás: era viajar con hongos o LSD, fumar mota y tomar cervezas; era entender, captar
bien la realidad, no sólo la apariencia, llegar al meollo de los asuntos y no quedarse en la
superficie; era amar el amor, la paz y la naturaleza, rechazar los valores desgastados y la
hipocresía del sistema, que se condensaba en lo ‘fresa,’ la antítesis de la buena onda’” (La
Contracultura 84)
aparece como una preocupación central que permite una reflexión sobre cómo el arte
rompe cánones al reconocer la presencia del mercado y ver la obra como un producto de
consumo; Palinuro de México. Así, Martin dice “hemos copiado la naturaleza tan bien
que ahora no es más ella, sino la semejanza de nuestra copia. ¡Qué gran preocupación la
del árbol por parecerse a un cuadro de Renoir!” (31).
La revolución es otro tema central en LSD y Roberto, el personaje
latinoamericano, es la encarnación de una ética de lucha social armada que contrasta con
Martin, el pacifista europeo que abraza el cambio individual primero. De esta manera,
Dalton presenta una preocupación juvenil de la época, pero la compara y cuestiona
buscando una manera más crítica; una vez más Palinuro de México hace lo mismo,
aunque 10 años más tarde. Mientras que Martin celebra el uso del ácido lisérgico como
una manera de iluminar a la sociedad, Roberto demanda acciones específicas como tomar
el gobierno. Sin embargo, a lo largo del viaje ambos personajes descubren fallas en su
filosofías: Martin se da cuenta que para lograr que todos tomen ácido necesita llevar a
cabo una acción “social” y colectiva, imponiendo su voluntad sobre las de los demás y
Roberto descubre que el uso de la violencia sólo genera más violencia como imposición.
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“Whatever their objective of subjective effects, it is hardly for the purpose of enculturation that
LSD or DMT is employed in our society, at least in the sense in which the traditional Indian
learns to see himself as a functioning member of his society. And yet, objectively the chemistry
of these modern drugs differs little from that of substance long employed in the ‘primitive’ world;
moreover, as noted earlier, as science has recently discovered, the botanical psychochemical used
for millennia in ecstatic-religious and therapeutic rites and their laboratory equivalents are
structurally very similar to compounds that occur naturally in the mammalian brain” (Furst 87).
intento serio de cuestionar o alterar la realidad social. Sin embargo, bajo un cierto “set
and setting”, (Ralph Metzner+psiquiatría), el ácido lisérgico puede ser usado para
alcanzar una cierta experiencia y a través de la sicoterapia puede “curar” pacientes de
traumas y otros desórdenes sicológicos, de manera similar a civilizaciones antiguas que
las usaban para preparar a sus miembros para la sociedad (Grecia helénica,
Mesoamérica). Esta idea es la que quisiera recuperar para analizar los efectos que el
ácido lisérgico tiene sobre los personajes y el narrador en LSD; no sólo como
innovaciones literarias “modernas” y “vanguardistas” sino también como catalizadores
“contraculturales” en el texto en sí mismo. Es decir, si a través del uso de la sustancia los
personajes son capaces de “liberarse” de ciertas preconcepciones culturales, entonces
cabe decir que son capaces de funcionar mejor como miembros de una sociedad (BIO de
Maggie); de la misma manera, el lector al experimentar las rupturas textuales se ve
empujado hacia esos cambios.
La gran ruptura contracultural de la cual parten tanto Marcuse como Roszack
como Dalton, junto con filósofos como Deleuze y Guattari quienes recuperan a Spinoza,
es el cuestionamiento profundo de la idea de sujeto como individuo aislado, herencia del
racionalismo cartesiano. Lo más fundamental de la experiencia mística (y lisérgica) es la
unidad con el contexto inmediato y a partir de ahí, con el cosmos entero (Benjamin).3 El
“yo” deja de estar separado objetivamente del mundo en una dicotomía sujeto-objeto para
unirse con todos los seres humanos primero, y con el cosmos segundo. Así, Roberto dice
al cuestionar qué es “yo”: “Pero nada conciliatorio con lo que se puede llamar ser uno.
UNO. Y ahora me doy cuenta que no lo soy, estoy detrás de todos” (118); Martín por otro
lado dice “Darme cuenta que yo, Martin Carven, soy la esencia de todos los hombres y
Ana de todas las mujeres me aturde y llena de entusiasmo. Nosotros, gusanos de
universo, somos la esencia del mismo. Yo, conciencia de la relatividad, arqueología de un
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“Nothing distinguished the ancient from the modern man so much as the former’s absorption
in a cosmic experience scarcely known to later periods. Its waning is marked by the flowering of
astronomy at the beginning of the modern age. Kepler, Copernicus, and Tycho Brahe were
certainly not driven by scientific impulses alone. All the same, the exclusive emphasis on an
optical connection to the universe, to which astronomy very quickly led, contained a portent of
what was to come. The ancients’ intercourse with the cosmos had been different: the ecstatic
trance Rausch]. For it is in this experience alone that we assure ourselves of what is nearest to
us and what is remotest from us, and never of one without the other” (Benjamin 129). The
emphasis is mine.
organismo, pero sobre todo síntesis” (92). El sujeto no está aislado, sino unido
directamente no sólo con sus congéneres, con el resto del cosmos. Abajo el sujeto
cartesiano.
En línea con la filosofía pacifista que envolvía la década de los sesenta, los tres
personajes terminan su viaje con la revelación de que se ha alcanzado una final positivo y
pacífico. Pahnke y Richards, al estudiar la similitud entre la experiencia mística y la
experiencia lisérgica, señalan los “sentimientos de alegría, amor, bendición y paz
inherentes en la conciencia mística” (180). Así, Martin establece cómo “se ha logrado la
intención, que era explicar el nuevo lenguaje para ‘el nuevo mundo.’ Hay una palabra que
continua flotando desordenada” (149). Las letras que literalmente flotan en la página son
E V O L V E, que forman dos posibles palabras: LOVE y EVOLVE. Dalton apunta hacia
una nueva sociedad que debe ser construida sobre la evolución del amor mismo. Así, el
espacio y tiempo son trascendidos hacia en el último capítulo del libro, donde la
tipografía de las páginas se rompe aún más, separándose en tres columnas y terminando
con: “son uno en despertar”.
El juego del narrador, que a veces entra en la mente de un personaje, a veces se
convierte en el personaje mismo, y a veces es el personaje el que entra en la mente del
otro; desestabiliza aún más.4 Sin embargo, el juego textual más interesante es el mise-en-
abyme que ya mencioné de las mayúsculas. Joseph Berke, teórico contracultural, apunta
cómo “la destrucción-desestructuración del sistema en las personas es fundamentalmente
un evento político” (34);5 las mayúsculas, los epígrafes de canciones en inglés, el pop-art,
y la droga desestabilizan la forma literaria y con ello la experiencia de lectura mucho más
que una novela canónica de la “onda”. Siguiendo la influencia de Rayuela, Margarita
4
“Martin está en tu cabeza, Ana. ¿Recuerdas?” (47) and a long soliloquy continues until Ana
herself realizes this “-¡Martin! ¿Has estado en mi cabeza?- Ana se pone de pie, e interrumpiendo
sus pensamiento empieza a hablar- ¿Tú has venido a mi cabeza a pensar por mí?” (48)
y
“Todo se me asemeja y aún hay algo imperceptible que me hace duda. ¿Quién soy? ¿Ana?
¿Roberto? ¿Martin? Los tres hemos empezado a sangrar. Es la circuncisión de la realidad.
¡Circuncisión dolorosa! ¡Estamos pariendo una vejez prematura!” (115). The emphasis is
Dalton’s.
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“It is at this level that the revolution really takes place, for if people cannot find some way
collectively to destroy – destructure this system of operations inside themselves – then the
overthrow of the state degenerates into a simple power struggle between X and Y with the nature
of society remaining the same. And it is at this level that what is now happening is qualitatively
different from previous attempts at revolution” (34).
invita al lector a descifrar activamente el mensaje en el medio mismo; el lector lee sobre
los efectos pero también los ve y los experimenta.
En este sentido, el LSD usado por los tres (y el narrador) cataliza una reflexión
central: el punto es desaprender, reconocer la posibilidad de descartar preconcepciones
culturales que impiden una existencia más plena o una vida fuera del capitalismo que se
consolidaba mundialmente en esa década. Las palabras y el lenguaje son los ladrillos
fundamentales de nuestra existencia en el mundo; el ácido ha mostrado que la
comunicación verbal es sólo una manera de común-icar su existencia.
Cuando se trata de dar una conclusión final, es imposible decir con certidumbre
que Dalton voluntaria e intencionalmente conecta su ser, su texto y lo que es más
importante, el contexto mexicano con una serie de eventos y cambios filosóficos globales
(entrevista). Sin embargo, más allá de la intencionalidad del texto es importante señalar
las conexiones concretas que establece. Londres, los Beatles, Bob Dylan, el ácido; todos
estos sirven de puente para cerrar la brecha entre la juventud mexicana y el resto de
jóvenes en el mundo. Para Dalton, una de las pocas mujeres en la “onda”, cambiar la
sociedad sólo se logra a través del cambio de uno mismo (por eso funda una comuna); en
este sentido establece un diálogo directo con Roszak y la contracultura tanto en USA
como Europa.
Para evidenciar aún más el compromiso de Dalton con su propio proyecto, sólo
hay que visitar el resto de su biografía. Después de publicar la novela en el 1968, publica
una cuento para niños, titulado Marichuloca (nombre de brujas en medioevo); ahí explica
el mismo cuestionamiento del lenguaje, las palabras y la nueva concepción del sujeto
conectado con el cosmos, pero para niños. Y se muda a Oaxaca, donde ha trabajado en
los últimos 40 años, siendo ahora directora del CIESAS. ¿Cómo entendemos su rechazo a
la esfera literaria, con la connotación no verbalizada aún de la ciudad letrada, cuando su
propia novela resulta densamente compleja? Entiendo su desencanto con la filosofía, y
más profundamente con el lenguaje mismo, como una elección del trabajo material sobre
el trabajo intelectual. Porque al final del día, aunque creamos y recreamos a nuestro
mundo y nuestra subjetividad a través de las palabras, la realidad material está ahí.
Nuestro ser supera al lenguaje mismo y tal vez las palabras, útiles como parecen, no son
la respuesta.
Gracias.
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