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Larga sinfonía en D y había una vez: contracultura, ácido lisérgico y desencanto

filosófico

No known culture has ever deployed such a vast


pharmacopoeia of substances for getting high, getting healthy
or just plain coping as modern Western civilization has.
John Strausbaugh

Soy y soy la conciencia en cada célula.


Margarita Dalton

Aunque es fácil descartarlos como socialmente desconectados, artísticamente


innovadores pero poco profundos o aún como experimentos juguetones, los textos que
involucran el consumo, uso y efectos de drogas sicodélicas pueden y deben ser leídos
también como propuestas alternativas, a veces utópicas, a las grandes narrativas del
progreso económico, la “revolución” y las separaciones entre “alta” y “baja” cultura. Los
ejemplos de literatura o filosofía “canónica” escrita bajo la influencia de o proponiendo
una reflexión social del tema van desde Platón, hasta Charles Baudelaire, Samuel L.
Coleridge, Antonin Artaud y Aldous Huxley, obviando los clásicos ejemplos de los
modernistas y para nombrar sólo unos cuantos.
Más allá de considerar a la “literatura de drogas” dentro de un contexto social
específico y explicar su existencia como un efecto de la presencia de sustancias en una
sociedad, es necesario reconsiderar sus propuestas textuales como alternativas mismas en
la construcción de sociedades modernas. Las sustancias, como catalizadores de “estados
alternativos (que no alterados) de conciencia”, la sicodelia y otras drogas han sido objetos
de estudios serios en la antropología (Peter T. Furst), la psiquiatría (Charles T. Tart, Joel
Elkes y muchísimos otros), la biología evolucionaría (Ronald Siegel), la química (John
Mann) y los estudios religiosos (Walter Pahnke y William Richards). En contraste, en los
estudios literarios y culturales la bibliografía es por demás escasa y aislada (Marcus
Boon+María José de Queiroz).
En el contexto de la literatura de la “ONDA” en los años sesenta, que puede
definirse como manifestación del rechazo a los valores burgueses del momento a través
de la construcción de una serie de identidades urbanas contrapuestas a las de sus padres y
autoridades estatales (Gunia), Margarita Dalton escribe Larga Sinfonía en D y había una
vez, basándose en su experiencia con la dietilamida de ácido lisérgico (LSD). Desde su
publicación en la editorial Diógenes en 1968 en una serie de primeras novelas publicadas
con la intención de promover la literatura nueva, la crítica ha clasificado a Dalton como
una autora más de la llamada “onda”.
Mi argumento es que mucho más que una novela de uso de drogas u otro ejemplo
de la “onda”, al estilo de José Agustín o Gustavo Saínz, LSD es una novela que explora,
a través de la perspectiva del uso del ácido, las posibilidades de crear un futuro utópico
para México (especialmente pre-Tlatelolco) al conectar el contexto social local (DF) con
un contexto mundial mucho más amplio (Londrés). Así, la novela establece puntos de
comparación entre diferentes culturas, universalizando al texto más allá de los problemas
de identidad burguesa clase-media de México en los 60 y llevando a cabo una crítica
concisa de la modernidad, el canon literario, la objetividad científica y la investigación
filosófica.
Presentado el texto como una novela “experimental”, Dalton rompe con la novela
mexicana a través dos grandes estrategias. Primero, en el campo temático mueve la trama
fuera del territorio nacional pero reteniendo personajes nacionales, expandiendo así los
límites de la permisividad moral de la sociedad mexicana del momento. Segundo,
transfiere los efectos de la droga y la experiencia urbana/tecnológica directamente al
texto. Aunque tocan la estética de la “onda”, estos cambios permiten leer a la novela en
diálogo con un contexto filosófico, social y artístico trans e internacional preocupado más
con criticas a las fallas de la modernidad que con crear una nueva identidad clasemedia.
LSD se lee entonces a través de las conexiones con músicos, autores y movimientos
sociales internacionales. En los siguientes minutos me enfocaré sobretodo en el uso del
ácido lisérgico como catalizador de un estado alternativo de conciencia y su
textualización en la novela, a través de la cual Dalton señala una crisis en la experiencia
de la vida moderna y su aprehensión; esta textualización es una manifestación material de
la crítica filosófica. Como ejemplo, Dalton salpica la novela de palabras en mayúscula
que reunidas forman un “resumen” compacto de las conclusiones filosóficas que soportan
el texto.
Aunque el término “contracultura” se usa para unificar todo tipo de
manifestaciones culturales “marginales”, la contracultura es cultura, hay que decir yo
usaré a lo largo de este trabajo tomando una definición estricta con bases filosófico-
sociales.1. Theodore Roszack, en The Making of a Counterculture publicado en 1969,
describe a la contracultura como un segmento de una generación que “ve, y muchos de
los que los siguen encuentran esta visión atractiva, que construir una sociedad no es una
tarea social, sino síquica” (49). No se trata de estar en contra del establishment o la
minoría que controla la cultura (por ejemplo, la “mafia” literaria de los 60 en México o
una forma estética) sino de estar en contra de la idea de cultura como eje de identidad y
exclusión; de buscar otras maneras de organización social fuera del concepto
intrínsecamente elitista y exclusivo de Cultura.
En clave de la novela de descubrimiento, los tres personajes de LSD se embarcan
en un viaje interior que los lleva a cuestionar sus respectivas narrativas; revolución, arte y
cambio psíquico-social. Roberto es un joven mexicano de 24 años que viaja a Londres
para escapar la persecución política por ciertas manifestaciones estudiantiles que se
tornaron violentas; sus padres clasemedieros pagan su viaje de un verano mientras las
cosas se calman. Al llegar, se hospeda en casa de Martin, un artista austrialiano, amigo de
un amigo. Ahí conoce a Ana, una chica húngaro-gitana que Martin conoció en una fiesta
y que se está quedando con el artista. Después de conocerse y al ver que tanto Roberto
como Ana están pasando por problemas personales y existenciales, Martin los invita a
tomar un viaje sicodélico. La novela narra su experiencia de la 1 pm a las 10 pm, cada
capítulo siendo una hora del día; pero en orden no-lineal.
Lo que convierte a LSD en un texto diferente de la Onda es su preocupación con
ciertos temas no específicamente mexicanos; el pop art, presentado por Ana y Martin,

1
José Agustín, con La contracultura en México, es un ejemplo de esto. Más que definir cuáles
son las propuestas, Agustín hace un rescate histórico de las manifestaciones sociales, invaluable
en términos historiográficos pero peligrosamente simple. “una onda podría ser cualquier cosa,
pero también un plan por realizar, un proyecto, una aventura, un estado de ánimo, una pose, un
estilo, una manera de pensar e incluso una concepción del mundo. Pero agarrar la onda era
sintonizarse con la frecuencia adecuada en la manera de ser, de hablar, de vestir, de comportarte
ante los demás: era viajar con hongos o LSD, fumar mota y tomar cervezas; era entender, captar
bien la realidad, no sólo la apariencia, llegar al meollo de los asuntos y no quedarse en la
superficie; era amar el amor, la paz y la naturaleza, rechazar los valores desgastados y la
hipocresía del sistema, que se condensaba en lo ‘fresa,’ la antítesis de la buena onda’” (La
Contracultura 84)
aparece como una preocupación central que permite una reflexión sobre cómo el arte
rompe cánones al reconocer la presencia del mercado y ver la obra como un producto de
consumo; Palinuro de México. Así, Martin dice “hemos copiado la naturaleza tan bien
que ahora no es más ella, sino la semejanza de nuestra copia. ¡Qué gran preocupación la
del árbol por parecerse a un cuadro de Renoir!” (31).
La revolución es otro tema central en LSD y Roberto, el personaje
latinoamericano, es la encarnación de una ética de lucha social armada que contrasta con
Martin, el pacifista europeo que abraza el cambio individual primero. De esta manera,
Dalton presenta una preocupación juvenil de la época, pero la compara y cuestiona
buscando una manera más crítica; una vez más Palinuro de México hace lo mismo,
aunque 10 años más tarde. Mientras que Martin celebra el uso del ácido lisérgico como
una manera de iluminar a la sociedad, Roberto demanda acciones específicas como tomar
el gobierno. Sin embargo, a lo largo del viaje ambos personajes descubren fallas en su
filosofías: Martin se da cuenta que para lograr que todos tomen ácido necesita llevar a
cabo una acción “social” y colectiva, imponiendo su voluntad sobre las de los demás y
Roberto descubre que el uso de la violencia sólo genera más violencia como imposición.

Para entender el uso de drogas en LSD en contraste con la literatura canónica de la


Onda, es necesario retomar enfoques de disciplinas no literarias. A lo largo de su
investigación sobre las culturas mesoamericanas y su relación con las diversas plantas y
hongos usados en ciertos rituales ceremoniales, el antropólogo Peter T. Furst subraya
constantemente la diferencia que esta práctica tiene con el uso moderno de la droga
recreacional.2 Dada la evolución mediática y social que una droga como el ácido lisérgico
ha tenido durante el último medio siglo, con figuras como Timothy Leary o Hunter S
Thompson o los “jipitecas”, no es de sorprender que un usuario contemporáneo de la
droga vea la sustancia más como una manera de exploración recreacional que como un

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“Whatever their objective of subjective effects, it is hardly for the purpose of enculturation that
LSD or DMT is employed in our society, at least in the sense in which the traditional Indian
learns to see himself as a functioning member of his society. And yet, objectively the chemistry
of these modern drugs differs little from that of substance long employed in the ‘primitive’ world;
moreover, as noted earlier, as science has recently discovered, the botanical psychochemical used
for millennia in ecstatic-religious and therapeutic rites and their laboratory equivalents are
structurally very similar to compounds that occur naturally in the mammalian brain” (Furst 87).
intento serio de cuestionar o alterar la realidad social. Sin embargo, bajo un cierto “set
and setting”, (Ralph Metzner+psiquiatría), el ácido lisérgico puede ser usado para
alcanzar una cierta experiencia y a través de la sicoterapia puede “curar” pacientes de
traumas y otros desórdenes sicológicos, de manera similar a civilizaciones antiguas que
las usaban para preparar a sus miembros para la sociedad (Grecia helénica,
Mesoamérica). Esta idea es la que quisiera recuperar para analizar los efectos que el
ácido lisérgico tiene sobre los personajes y el narrador en LSD; no sólo como
innovaciones literarias “modernas” y “vanguardistas” sino también como catalizadores
“contraculturales” en el texto en sí mismo. Es decir, si a través del uso de la sustancia los
personajes son capaces de “liberarse” de ciertas preconcepciones culturales, entonces
cabe decir que son capaces de funcionar mejor como miembros de una sociedad (BIO de
Maggie); de la misma manera, el lector al experimentar las rupturas textuales se ve
empujado hacia esos cambios.
La gran ruptura contracultural de la cual parten tanto Marcuse como Roszack
como Dalton, junto con filósofos como Deleuze y Guattari quienes recuperan a Spinoza,
es el cuestionamiento profundo de la idea de sujeto como individuo aislado, herencia del
racionalismo cartesiano. Lo más fundamental de la experiencia mística (y lisérgica) es la
unidad con el contexto inmediato y a partir de ahí, con el cosmos entero (Benjamin).3 El
“yo” deja de estar separado objetivamente del mundo en una dicotomía sujeto-objeto para
unirse con todos los seres humanos primero, y con el cosmos segundo. Así, Roberto dice
al cuestionar qué es “yo”: “Pero nada conciliatorio con lo que se puede llamar ser uno.
UNO. Y ahora me doy cuenta que no lo soy, estoy detrás de todos” (118); Martín por otro
lado dice “Darme cuenta que yo, Martin Carven, soy la esencia de todos los hombres y
Ana de todas las mujeres me aturde y llena de entusiasmo. Nosotros, gusanos de
universo, somos la esencia del mismo. Yo, conciencia de la relatividad, arqueología de un

33
“Nothing distinguished the ancient from the modern man so much as the former’s absorption
in a cosmic experience scarcely known to later periods. Its waning is marked by the flowering of
astronomy at the beginning of the modern age. Kepler, Copernicus, and Tycho Brahe were
certainly not driven by scientific impulses alone. All the same, the exclusive emphasis on an
optical connection to the universe, to which astronomy very quickly led, contained a portent of
what was to come. The ancients’ intercourse with the cosmos had been different: the ecstatic
trance Rausch]. For it is in this experience alone that we assure ourselves of what is nearest to
us and what is remotest from us, and never of one without the other” (Benjamin 129). The
emphasis is mine.
organismo, pero sobre todo síntesis” (92). El sujeto no está aislado, sino unido
directamente no sólo con sus congéneres, con el resto del cosmos. Abajo el sujeto
cartesiano.
En línea con la filosofía pacifista que envolvía la década de los sesenta, los tres
personajes terminan su viaje con la revelación de que se ha alcanzado una final positivo y
pacífico. Pahnke y Richards, al estudiar la similitud entre la experiencia mística y la
experiencia lisérgica, señalan los “sentimientos de alegría, amor, bendición y paz
inherentes en la conciencia mística” (180). Así, Martin establece cómo “se ha logrado la
intención, que era explicar el nuevo lenguaje para ‘el nuevo mundo.’ Hay una palabra que
continua flotando desordenada” (149). Las letras que literalmente flotan en la página son
E V O L V E, que forman dos posibles palabras: LOVE y EVOLVE. Dalton apunta hacia
una nueva sociedad que debe ser construida sobre la evolución del amor mismo. Así, el
espacio y tiempo son trascendidos hacia en el último capítulo del libro, donde la
tipografía de las páginas se rompe aún más, separándose en tres columnas y terminando
con: “son uno en despertar”.
El juego del narrador, que a veces entra en la mente de un personaje, a veces se
convierte en el personaje mismo, y a veces es el personaje el que entra en la mente del
otro; desestabiliza aún más.4 Sin embargo, el juego textual más interesante es el mise-en-
abyme que ya mencioné de las mayúsculas. Joseph Berke, teórico contracultural, apunta
cómo “la destrucción-desestructuración del sistema en las personas es fundamentalmente
un evento político” (34);5 las mayúsculas, los epígrafes de canciones en inglés, el pop-art,
y la droga desestabilizan la forma literaria y con ello la experiencia de lectura mucho más
que una novela canónica de la “onda”. Siguiendo la influencia de Rayuela, Margarita
4
“Martin está en tu cabeza, Ana. ¿Recuerdas?” (47) and a long soliloquy continues until Ana
herself realizes this “-¡Martin! ¿Has estado en mi cabeza?- Ana se pone de pie, e interrumpiendo
sus pensamiento empieza a hablar- ¿Tú has venido a mi cabeza a pensar por mí?” (48)
y
“Todo se me asemeja y aún hay algo imperceptible que me hace duda. ¿Quién soy? ¿Ana?
¿Roberto? ¿Martin? Los tres hemos empezado a sangrar. Es la circuncisión de la realidad.
¡Circuncisión dolorosa! ¡Estamos pariendo una vejez prematura!” (115). The emphasis is
Dalton’s.
5
“It is at this level that the revolution really takes place, for if people cannot find some way
collectively to destroy – destructure this system of operations inside themselves – then the
overthrow of the state degenerates into a simple power struggle between X and Y with the nature
of society remaining the same. And it is at this level that what is now happening is qualitatively
different from previous attempts at revolution” (34).
invita al lector a descifrar activamente el mensaje en el medio mismo; el lector lee sobre
los efectos pero también los ve y los experimenta.
En este sentido, el LSD usado por los tres (y el narrador) cataliza una reflexión
central: el punto es desaprender, reconocer la posibilidad de descartar preconcepciones
culturales que impiden una existencia más plena o una vida fuera del capitalismo que se
consolidaba mundialmente en esa década. Las palabras y el lenguaje son los ladrillos
fundamentales de nuestra existencia en el mundo; el ácido ha mostrado que la
comunicación verbal es sólo una manera de común-icar su existencia.
Cuando se trata de dar una conclusión final, es imposible decir con certidumbre
que Dalton voluntaria e intencionalmente conecta su ser, su texto y lo que es más
importante, el contexto mexicano con una serie de eventos y cambios filosóficos globales
(entrevista). Sin embargo, más allá de la intencionalidad del texto es importante señalar
las conexiones concretas que establece. Londres, los Beatles, Bob Dylan, el ácido; todos
estos sirven de puente para cerrar la brecha entre la juventud mexicana y el resto de
jóvenes en el mundo. Para Dalton, una de las pocas mujeres en la “onda”, cambiar la
sociedad sólo se logra a través del cambio de uno mismo (por eso funda una comuna); en
este sentido establece un diálogo directo con Roszak y la contracultura tanto en USA
como Europa.
Para evidenciar aún más el compromiso de Dalton con su propio proyecto, sólo
hay que visitar el resto de su biografía. Después de publicar la novela en el 1968, publica
una cuento para niños, titulado Marichuloca (nombre de brujas en medioevo); ahí explica
el mismo cuestionamiento del lenguaje, las palabras y la nueva concepción del sujeto
conectado con el cosmos, pero para niños. Y se muda a Oaxaca, donde ha trabajado en
los últimos 40 años, siendo ahora directora del CIESAS. ¿Cómo entendemos su rechazo a
la esfera literaria, con la connotación no verbalizada aún de la ciudad letrada, cuando su
propia novela resulta densamente compleja? Entiendo su desencanto con la filosofía, y
más profundamente con el lenguaje mismo, como una elección del trabajo material sobre
el trabajo intelectual. Porque al final del día, aunque creamos y recreamos a nuestro
mundo y nuestra subjetividad a través de las palabras, la realidad material está ahí.
Nuestro ser supera al lenguaje mismo y tal vez las palabras, útiles como parecen, no son
la respuesta.
Gracias.

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