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UNIVERSIDAD MARCELINO CHAMPAGNAT

FACULTAD DE EDUCACIÓN

SELECCIÓN DE TEXTOS

CURSO : HISTORIA UNIVERSAL CONTEMPORÁNEA

CÓDIGO : 026107

PROFESOR : Mag. VÍCTOR INGA

Ley 13714

Art. 69. Pueden ser reproducidos y difundidos breves fragmentos de obras literarias, científicas y artísticas, y aún la obra entera, si
su breve extensión y naturaleza lo justifican, siempre que la reproducciones haga con fines culturales y no comerciales, y qu e ella
no entrañe competencia desleal para el autor en cuanto al aprovisionamiento pecuniario de la obra, debiendo indicarse, en todo
caso, el nombre del autor, el título de la obra y la fuente de donde se hubieren tomado.

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Universidad Marcelino Champagnat – El Totalitarismo - Mg. Víctor Inga
LAS IDEAS TOTALITARIAS.-
El Totalitarismo es el sistema político en el cual todas las actividades, todos los
aspectos de la vida, sean de orden social, político, económico, intelectual, cultural o
espiritual, se hallan subordinados a los intereses e ideología de los gobernantes. En
este régimen, derechos y libertades no merecen ninguna consideración: perturban los
propósitos del líder.

Rasgos generales del Totalitarismo.-

El Estado.-

En los regímenes totalitarios, el Estado intervenía en todos los ámbitos de la vida,


coartando la libertad de los individuos. Controlaba la actividad privada, política y
social, la economía, la educación y medios de comunicación.
La persona existía en tanto existía el Estado y quedaba subordinada a las necesidades
de éste.

El Estado totalitario se fundamentaba en la fuerza, el liderazgo y la jerarquía


ejerciendo un absoluto control de la sociedad. La división de poderes fue
menospreciada y el ejecutivo se apropió de las funciones del legislativo y el judicial.
Cualquier tipo de oposición o crítica al Estado y a la ideología de los gobernantes era
reprimida y tildada de traición. En los totalitarismos, nada se puede poner en tela de
juicio; la voz de la argumentación y de la crítica queda anulada frente al poder
mediático de la organización totalitaria.

Postura frente a otras ideologías.-

Para los ideólogos totalitarios, el liberalismo era una ideología débil, incapaz de frenar
al auge del comunismo e ineficaz para mantener el rumbo de una economía sometida
a crisis cíclicas. La democracia y el sufragio universal se consideraron métodos
artificiales e inútiles que intentaban igualar la natural desigualdad entre los hombres.
La libertad, encarnada en los derechos de expresión, asociación o reunión fue
contemplada con desdén: intelectuales y artistas fueron hostigados cuando no se
ajustaron a los estrechos cauces establecidos por el Estado fascista.
Los totalitarismos menosprecian y se oponen a las concepciones liberales y
democráticas de la vida política. Es el líder y el partido quién organiza directamente
tanto la vida privada como la vida pública. Toda la sociedad está sujeta a una
organización jerárquica en la cual, incluso los miembros del partido que ocupan lugar
con un determinado poder, se hallan sometidos a la imprevisible «voluntad del líder».

El totalitarismo del siglo XX se diferencia de otros formas autocráticas como el


despotismo, el absolutismo, la tiranía o la dictadura. En éstas, pagando el precio de
abstenerse de política, es generalmente factible vivir y trabajar con cierta autonomía.
Pero en el totalitarismo moderno esta parcela de autonomía o independencia no es

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posible; la organización hace que todo el mundo dependa por completo de los deseos
y obsesiones del partido político y de su líder.

Partido Único.-

El Partido oficial era la única organización política permitida. A través de él se


fiscalizaba y regulaba la acción del Estado con el que llegó a confundirse, siendo su
poder omnímodo.

Los partidos políticos fueron catalogados como instrumentos de desmembración social


y, en aquellos países donde el fascismo alcanzó el poder, fueron ilegalizados y
perseguidos. La unidad del Estado se consideró sagrada y para preservarla, se confió
en la acción de un único partido bajo el liderazgo del jefe o caudillo.

Anticapitalismo.-

El capitalismo se identificó con los financistas y banqueros judíos, calificados como


elementos degenerados de la burguesía. Se distinguió claramente entre la figura del
gran capitalista, sinónimo de usurero corrupto, y la del empresario, honrado,
laborioso y solidario con la comunidad.
El anticapitalismo totalitario fue reiteradamente pregonado como el origen de la
explotación de los trabajadores. Como contrapartida, se pusieron en práctica ciertas
medidas de carácter social: participación de los obreros en los beneficios
empresariales, creación de sistemas de seguridad social, etc.

Sin embargo, a pesar de ese discurso propagandístico, Hitler, Mussolini y otros


dictadores fascistas se apoyaron y defendieron al gran capital, al que recurrieron como
fuente de financiación en su camino hacia el poder. Una vez alcanzado éste, la alianza
con los grandes empresarios se estrechó aún más, hasta constituirse en la columna
sobre la que se vertebró la economía.

Para granjearse el apoyo del capital fue necesario, en ciertos casos, eliminar aquellos
sectores que en el seno de la propia organización fascista postulaban cambios sociales
revolucionarios.

Corporativismo.-

Empresarios, trabajadores y producción fueron puestos al servicio del Estado. Se


encuadró a los obreros en ramas organizadas según la actividad laboral (construcción,
textil, metalurgia, etc), en las que también fueron integrados los empresarios. Los
sindicatos de izquierda, surgidos para defender los intereses de la clase trabajadora
frente a la patronal, fueron eliminados y sustituidos por organizaciones estructuradas
al modo militar

La lucha de clases, elemento fundamental en el análisis marxista de la sociedad,


chocaba profundamente con la homogeneización y el corporativismo propuestos por

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el fascismo. Sindicatos, partidos políticos, organizaciones de izquierda fueron
hostigados, primero por grupos de carácter paramilitar y, más tarde, ilegalizados y
perseguidos por el Estado totalitario

La presión del fascismo sobre los partidos y organizaciones obreras coincidió con una
profunda desunión de la izquierda. Así por ejemplo, en Alemania, comunistas y grupos
extremistas criticaban a los más moderados, los socialdemócratas, acusándolos de
tibieza frente al capitalismo y la derecha, contribuyendo a la desestabilización de la
República de Weimar, cuyo principal activo radicaba precisamente en la izquierda
moderada.
En Italia, los objetivos más hostigados por las organizaciones paramilitares fascistas
fueron los comunistas, socialistas y sindicalistas.

Nacionalismo.-

Los fascismos ambicionaron alcanzar la unidad y la identidad nacionales, desde una


visión conservadora, excluyendo y hostigando a quienes pusiesen en peligro tal
aspiración, ya fuesen otras naciones o, dentro del mismo Estado, aquellos elementos
considerados extraños, por ejemplo, las minorías raciales (judíos, gitanos, etc).
Los movimientos de carácter internacionalista, como la III Internacional (Komintern) y
los grupos políticos que la integraban (comunistas), fueron también condenados y
perseguidos, acusados de estar al servicio de potencias extranjeras,
fundamentalmente de la URSS.

El nacionalismo fue alentado y utilizado como arma política contra otros estados,
creando un ambiente de xenofobia, rencor e intransigencia que originó tensiones y
conflictos.

Para condicionar a las masas en torno a la idea de una patria común se manipuló a
conveniencia la historia: por ejemplo, Mussolini volvió su mirada en la antigua Roma,
tratando de evocar la grandeza de ese imperio e identificándolo con la Italia fascista
Consideró "mare nostro" al Adriático, al modo en que los romanos distinguieron al
Mediterráneo. Creó un imperio que, hasta 1941, tuvo posesiones en África (Somalia,
Etiopía o Abisinia y Libia), en el Egeo (Dodecaneso) y en el Mediterráneo (Albania).

Ejemplos similares se dieron en otros regímenes totalitarios: en España, el franquismo


apeló a la monarquía de los Reyes Católicos y a la época de los primeros Austrias como
paradigmas de unidad y grandeza. Valores que había que rescatar frente a la
"desunión" y "decadencia" en que había caído el país.
Uso de los medios de comunicación social.-

El control de todos los medios de comunicación es fundamental para el


establecimiento del régimen totalitario; con este control, la información deviene
propaganda y adoctrinamiento. Por otra banda, se dispone de una eficiente policía
secreta que espía y horroriza toda la población, incluidos los que ocupan lugares altos

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en la jerarquía totalitaria. Esta policía prueba y evalúa la fidelidad de los individuos: los
campos de concentración son su imprescindible institución.

Actitudes que fomentan el totalitarismo

Hoy el totalitarismo no es la forma de gobierno de nuestro entorno, pero actitudes


totalitarias a menudo rebrotan como si las semillas de éste perdurasen arraigadas en
nuestra sociedad. ¿Qué actitudes totalitarias? Podemos preguntarnos en qué medida
tienden al totalitarismo las siguientes:
1. Miedo a la diferencia. Los movimientos totalitarios no aceptan las diferencias; los
que manifiestan alguna son considerados intrusos que es preciso marginar o
eliminar. La diferencia no es entendida como signo positivo y enriquecedor de
diversidad. ¿Por qué, en determinadas circunstancias, rebrota el racismo?
2. Rechazo de los desacuerdos. Los desacuerdos son tildados de traiciones:
desviaciones que se han de evitar. Pero los desacuerdos, en una sociedad
democrática, son nuevas perspectivas que pueden conducir a nuevas soluciones.
Forzar acuerdos no tolerando desacuerdos, ¿es una actitud que fomenta el
totalitarismo?
3. Sospecha ante la cultura. Se atribuye a Goebbels, el grande propagandista nazi, la
declaración: «Cuando siento la palabra cultura, saco mi revólver». La cultura,
cuando comporta una actitud crítica, siempre será sospechosa para los
totalitarismos.
4. Léxico pobre y gramática elemental. Los textos escolares nazis se construían con
un léxico muy pobre y una gramática elemental con el objeto de limitar los
instrumentos del razonamiento complejo y de la crítica aguda. Cuando
empobrecemos nuestro lenguaje, debilitamos los recursos que nos pueden
proteger.
5. Duda con respecto a la legitimidad de los parlamentos. Buscando la aclamación
popular, no el debate, los totalitarismos pronto hacen desaparecer toda tipo de
instituciones parlamentarias.

LA EXPERIENCIA EN ITALIA: EL FASCISMO

Fascismo fue el nombre adoptado por el régimen


político totalitario que se estableció en Italia a
partir del nombramiento de Benito Mussolini como
Primer Ministro, en 1922; y que se prolongó hasta
1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, con la
invasión de Italia por parte de las Fuerzas Aliadas.

Esa denominación proviene de la palabra latina


“fasces”; que designa el conjunto de varas que
portaban los lictores, funcionarios de la República
Romana y luego del Imperio Romano que ejercían

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funciones policiales; del cual sobresalía un hacha, y que simbolizaba el poder del
Estado de que estaban investidos.

Génesis del fascismo

No se puede entender el origen del fascismo sin tomar en cuenta las circunstancias
imperantes en Europa a principios del siglo XX. Por un lado, el despertar del
nacionalismo, por el otro la hecatombe social y económica que resultó de la
denominada Gran Guerra , el desmembramiento del Imperio de los Habsburgo y el
impacto demoledor de la Revolución de Octubre sobre la paz social de las democracias
liberales.

Resulta difícil tipificar al fascismo de los primeros tiempos como un régimen de


derecha o de izquierda. En sus comienzos el fascismo en Italia tenía una marcada
influencia socialista, no sólo, por el hecho de haber sido Mussolini un prominente
dirigente del partido socialista italiano y editor del periódico de ese partido “Avanti”,
sino porque también gran parte de sus primeros dirigentes provenían del movimiento
sindical de izquierda.

El Fascismo se presenta como una fuerza nueva que se enfrenta tanto al socialismo
como al liberalismo. Mussolini trata de darle un nuevo perfil a su partido acuñando
nuevos conceptos políticos como el de plutocracia para referirse al poder del dinero y
asumir frente a éste una postura más bien cercana al viejo moralismo católico que
consideraba que todos los males de la sociedad provenían de la acumulación de bienes
materiales y del espíritu de lucro. Sin embargo, a diferencia del comunismo, el
fascismo no promueve la lucha de clases aunque Mussolini apoyó las ocupaciones
obreras a las fábricas al concluir la guerra. Lo que el fascismo enfrenta es lo que ellos
denominaban el espíritu burgués mercantilista y filisteo. El derecho de propiedad, por
lo tanto, no es considerado como un atributo de la libertad ni tampoco como un
instrumento para la explotación del hombre.

Uno de los objetivos del fascismo fue destruir las instituciones del viejo Estado liberal
y al mismo tiempo presentarse como la alternativa necesaria frente al peligro
bolchevique. Para precisar más el alcance del nuevo régimen podríamos calificarlo
como un nacionalismo totalitario.

Lo más resaltante del fascismo es su intento por recuperar para el pueblo italiano la
gloria del Imperio Romano. Por eso se adueña de muchos de los símbolos de la
antigua Roma, tales como el haz , la organización militar de las legiones, y los títulos de
la jerarquía romana. Esa aspiración a renovar un ideal espartano hace que se le de una
importancia mayor al cultivo del cuerpo, tratando de crear una especie más viril. El
culto a la virilidad será un aspecto determinante del régimen, se premiará a aquellos
que puedan procrear una familia numerosa y se penalizará a los que no. La mujer será
relegada al rol de madre.
Otra característica del fascismo es su pasión por los uniformes, que serán diferentes
según la jerarquía del funcionario en el partido, hasta llegar al atuendo elaborado que
será el distintivo del Duce, al cual se le rinde la más absoluta obediencia. El poder del

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jefe en el Estado fascista es indiscutible, es mucho más que un jefe de Estado, está
por encima de él, es la personificación misma del poder tanto en el gobierno como en
el partido. Es la suprema autoridad que no tolera sino la subordinación, que de hecho,
impregna todo el autoritarismo de la organización del partido en la cual ésta funciona
a cascada, ya que cada nivel legitima el siguiente, hasta llegar a la base del partido que,
por supuesto, está por encima de los demás ciudadanos que no pertenecen al mismo.
En el fascismo no existe un número dos, el jefe máximo es único e insustituible, tanto
en el gobierno como en el partido.

El fascismo, como los demás regímenes totalitarios, pretende hacerse cargo del
individuo desde la cuna hasta la tumba; en particular para Mussolini no puede existir
nada humano ni espiritual fuera del Estado. El individuo viene a convertirse en un
mero engranaje de una máquina cuya finalidad es lograr la mayor gloria para la nación.
El Fascismo se considera que es una idea que nada le debe al pasado – en eso se
parece a los jacobinos- sin embargo Mussolini pretende desligarse totalmente del
espectro de la Revolución Francesa y sostuvo en sus obras completas que su
movimiento era” …la antítesis neta, categórica, definitiva de todo el mundo de los
“principios inmortales” del 89”. Es decir, pretendió acabar con la Declaración de los
Derechos del Hombre, en particular con aquella parte en la que se afirma que “los
representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea Nacional, consideran que
la ignorancia o el olvido o el desprecio a los derechos del hombre son las únicas causas
de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos”. Por lo tanto el fascismo
adopta una actitud fundamentalmente anti-igualitaria, incluso Mussolini llega a
afirmar que “la cantidad, por el solo hecho de ser cantidad, pueda dirigir la sociedad
humana…. (el fascismo) afirma la desigualdad irremediable fecunda y bienhechora de
los hombres “

Así, el fascismo termina por posicionarse en la extrema derecha, pero sin embargo
conserva el léxico de la izquierda al referirse constantemente al pueblo, al estado y al
partido como la tríada fundamental del régimen. Este concepto será materializado
luego con expresiones tales como: Un Pueblo, un Estado y un Caudillo.

Benito Mussolini.-

El líder indiscutible del fascismo italiano fue Benito Mussolini, nacido en 1883 en el
seno de una familia de origen humilde (su padre era herrero).
Se formó como maestro de escuela y ejerció como tal durante cinco años, militó en el
Partido Socialista Italiano desde 1900 hasta 1914, fecha en que fue expulsado de la
organización por defender la entrada de Italia en la guerra, frente al neutralismo del
partido. En 1915 fue militarizado y en 1917 gravemente herido en combate.
Una vez recuperado se embarcó en una intensa actividad política y periodística,
ejerciendo su labor en el periódico “Il Popolo”, que él mismo había fundado en 1914.
En 1919 constituyó en Milán el grupo de carácter paramilitar los “Fasci di
Combattimento” (fascios italianos de combate), grupo paramilitar, de ideología
ultranacionalista, anticomunista y antiliberal, cuyos miembros lucían uniformes de
color negro “los camisas negras”. De ahí surgiría en 1921 el Partido Nacional Fascista.

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Mediante la acción violenta sobre socialistas, comunistas, anarquistas y, en general
sobre todos los demócratas italianos, logró alcanzar el poder en 1922, creando un
régimen totalitario constituido en precedente y modelo de otros tantos surgidos en
Europa a lo largo de la década de los treinta.
Mussolini implantó un gobierno fascista con carácter nacionalista y totalitario. La
economía se organizó en base a Corporaciones Gremiales que agrupaban a patrones y
obreros.
La preparación militar fue otro de los objetivos de Mussolini; ya los niños de 05 a 12
años comenzaban a ser educados en el espíritu de la milicia. Por supuesto, también
había milicias de adolescentes entre 12 y 18 años y, otras de jóvenes mayores de 18.
Mussolini logró el aumento de la producción y gobernó como amo y señor de Italia,
destruyendo a todos los partidos no fascistas y a sus adversarios políticos.

El Fascismo italiano sitúa su ideal en un Estado todopoderoso, cuyos intereses deben


prevalecer por encima de los intereses individuales… a las gentes desprovistas así de
sus esquemas habituales de organización, el régimen propone un ideal de unión en el
Estado: en lugar de las luchas sociales, la colaboración de las clases mediante
estructuras corporativas, en vez de la lucha de los partidos, un ideal moral de espíritu
de sacrificio a favor de la comunidad nacional; en lugar de la fe religiosa, la mística
comunitaria, de la cual el partido fascista es la encarnación y el sustento.

LA EXPERIENCIA EN ALEMANIA: EL NAZISMO.-

Como sabemos, tras ser derrotada en la primera


Guerra Mundial, Alemania se vio obligada a ceder
territorios, renunciar a sus colonias, entregar su
parte de su armamento y su flota, y mantener un
ejército reducido.

En 1918, estalló una revolución que proclamó la


República Socialista de Alemania (República de
Weimar) y estableció derechos democráticos. Sin
embargo, la desigualdad social continuó. Los
junkeres, terratenientes de tipo feudal de la
Alemania oriental, y los ricos industriales
conservaron sus posiciones privilegiadas y quisieron restringir los derechos
democráticos que se consagraron en la Constitución de 1919.
Después de un período de auge económico, sobrevino la crisis de 1929-32, que sumió
en el desempleo a muchos trabajadores alemanes. La miserable situación que afectó a
la población en esos años ayudó a que grupos reaccionarios estimularan una
conciencia fuertemente nacionalista que exigía reparar la “dignidad alemana” a través
de la recuperación de territorios y la independencia de la sujeción que otras naciones
tenían sobre Alemania.

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El Partido Nacional Socialista

El que más adelante será el Partido Nacional Socialista tuvo sus orígenes en un grupo
llamado “Partido Obrero Alemán”, fundado en 1919, con Adolf Hitler como su líder.

El Partido Nacional Socialista aprovechó la crisis de finales de los veintes y, usando un


tono militarista, prometió transformaciones radicales, al tiempo que señaló
“culpables” de la crisis entre sus propios pobladores: judíos, comunistas, sindicalistas,
etc. Desde el principio, este partido fue antiparlamentario.

A lo largo de los años veinte, Hitler incorporó al partido a quienes serían sus más fieles
allegados: Himmler, jefe de política; Rosemberg, teórico del nazismo; Goering, su
mano derecha; Rudolf Hess, su secretario personal. En noviembre de 1923, los nazis
intentaron dar un golpe contra la República pero fracasaron y Hitler fue a prisión cinco
años, donde escribió el libro fundamental del nazismo: Mein Kampf (Mi lucha).

Gracias a su demagogia política, los nazis fueron haciéndose fuertes en el Parlamento y


entre las capas de la población más descontenta. Además, los capitalistas más ricos se
unieron a Hitler para desbancar a los comunistas y parlamentaristas del poder. En 1933
el general Hindenburg fue reelecto presidente y Hitler, quien perdió en las elecciones,
fue nombrado canciller. Al año siguiente el presidente murió y Hitler, a base de
intrigas, logró que se le otorgara el título de Führer (caudillo). Alemania adoptó el
Tercer Reich (el primero había sido el Romano Germánico de los siglos XI y XII y el
segundo se le dio Bismarck) y su bandera se volvió la insignia suástica.

Los nazis en el poder

Las primeras acciones de Hitler en el poder fueron en contra de los comunistas. Una
vez controlados éstos, comenzó el camino hacia el Estado totalitario: abolió la
Constitución, prohibió todos los partidos políticos, con excepción del gobernante;
prohibió las huelgas y sometió a los sindicatos a una organización central, dirigida por
representantes de grandes empresarios; creó la Gestapo, una poderosa policía estatal;
persiguió a políticos liberales y los recluyó en campos de concentración; creó
tribunales populares para juzgar a los “traidores”; inició las persecuciones a los judíos.
La economía se puso completamente bajo la dirección del Estado. La producción de
armamentos, la constitución de un ejército numeroso y la construcción de obras de
importancia estratégica (sobre todo carreteras) aminoraron con el desempleo y
crearon una sensación de mejoría en ciertos sectores populares. Aunado a esto, el
control gubernamental se apoyaba en una eficiente campaña de propaganda dirigida
por Goebbels y transmitida por diferentes medios: radio, prensa, publicaciones, cine.

En el ámbito internacional, el Führer decidió dejar de pagar la deuda externa y no


cumplir con el Tratado de Versalles, que tantas restricciones imponía a su país:
fomentó el rearme de Alemania, la unión de todos los habitantes de lengua alemana,
y la necesidad de que Alemania recuperara su "dignidad" nacional. Los nazis
proyectaron incorporar los núcleos de habla alemana de Austria, Checoslovaquia,

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Polonia, y de las zonas de Danzig y Memel. Muy pronto, toda la vida de la nación se
orientó a iniciar una nueva guerra.

La Sociedad de Naciones trató de impedir, a través de la Conferencia de Ginebra


(1933), las intenciones de Alemania pero lo único que logró fue que este país
abandonara la Sociedad. Este acto de desacato provocó que el resto de las naciones se
preocuparan por su propia seguridad y el rearme se generalizó.

Alemania, en seguida de su rearme, inició su aproximación con Italia, también dirigida


por un partido nacionalista y totalitario y con Mussolini a la cabeza. Ambas potencias
coincidieron en apoyar al general español Francisco Franco contra los comunistas en al
guerra civil que acababa de estallar en la península. Así nació, en 1936, el llamado Eje
Roma-Berlín, al que se añadiría Japón en 1937, que sería uno de los dos bandos de la
segunda Guerra Mundial.

LAS IDEAS DEL NAZISMO


La doctrina que promovió Hitler se caracteriza por su racismo, nacionalismo,
autoritarismo y pangermanismo:

Racismo.
Se fundaba en gran parte en la “teoría racial” que proclamaba la superioridad de una
supuesta “raza alemana”; declaraba racialmente inferiores a los judíos, a la raza negra
y, sobre todo, a aquellos provenientes de mezclas de razas. En Mein Kampf, Hitler
llamaba a los judíos el enemigo absoluto de Alemania, responsable de todos los males
e organizador del capitalismo.

Nacionalismo.
Difundió el amor hacia la patria a la cual se debía subordinar el individuo,
pronunciándose contra todo lo que tenía carácter internacional, como la Iglesia
Católica, el marxismo y el capitalismo.

Autoritarismo.
Uno los pilares del nazismo fue el culto al líder. El partido nazi se basaba en una rígida
jerarquía en donde la obediencia al jefe era la regla.

Pangermanismo. La unión de los pueblos germanos se vió como el primer paso de la


expansión de Alemania por el mundo para recuperar su “grandeza” de antaño.
El caso de la Alemania nazi es a la vez parecido y distinto. La voluntad de unificación de
la comunidad nacional es idéntica, pero en este caso es la raza lo que constituye el
punto de encuentro, mientras que el Estado solo es el instrumento de los objetivos
raciales.

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