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ALGUNAS NOTAS SOBRE LA VIOLENCIA Y SUS DISPOSITIVOS

Autora:Lic. Roxana Yattah *

Este trabajo es el relato de una experiencia institucional llevado a


cabo dentro del ámbito de las instituciones públicas de Salud
Mental. Se trató de un proyecto piloto de asistencia e
investigación en temáticas de violencia que abarcó desde 1994
hasta 2005.
En estas líneas intentaré dar cuenta de un estado de situación de
las temáticas de violencia dentro de la órbita de la Salud Mental
señalando ciertas deficiencias que entiendo se desprenden de los
dispositivos hoy vigentes.
Propongo articulaciones tanto con la teoría psicoanalítica como
con los principios de la ‘nueva política’ que permiten, desde
lugares distintos, agujerear los saberes establecidos y avanzar
hacia formas de interrogación que estén a la altura del vasto
campo que hoy se concentra alrededor de la categoría de
“violencia”.

La primacía sociológica

El uso que adquiere la palabra “violencia” en nuestros días alude a relaciones


entre “victimas y victimarios”, determinadas por las desigualdades de género
que se derivan de estructuras patriarcales todavía vigentes. Estos son los
criterios que utiliza la especialidad en el tratamiento de las temáticas de
violencia. La psicología funciona como ciencia satélite, esmerándose en su
papel de auxiliar de la ley.
En la clínica, no existe una autonomía de criterios, sino que se espera que los
psicólogos actúen como colaboradores, ofreciendo tratamientos, haciendo
efectivo el rescate de las “víctimas” de situaciones de riesgo, estimulando las
denuncias y bregando para que los “victimarios” reciban su sanción legal por
los desbordes cometidos. Esta lectura, naturalizada en nuestro medio y que
nos llega con la seriedad de lo científico, sin embargo es el resultado de una
política muy concreta avalada por el sistema y trazada desde los centros de
poder.
Desde EEUU bajan estas corrientes que se vienen instrumentando con
resultados asombrosos, si tomamos en cuenta el grado de expansión y

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uniformidad que han alcanzado. El neo- conductismo, el cognitivismo, el


constructivismo son las nuevas corrientes desde donde se abordan las
cuestiones de violencia. Apelan a una serie de medidas para encausar los
conflictos a través de abordajes interdisciplinarios, destinados a poner en
juego las normativas imperantes. El filósofo de la ciencia Ian Hacking,
“constructivista”, de origen canadiense, encaró varias investigaciones en
donde analiza la marcha de estos emprendimientos (1). Concluye advirtiendo
sobre el carácter altamente manipulatorio de estas teorías, que entonces
requieren un control permanente de sus variables para mantenerse dentro de
los carriles “científicos”. En la práctica es claro percibir variados intereses en
juego, intereses que son de mercado y también de la ciencia en cuanto a la
hegemonía de unas corrientes sobre otras.
Asimismo participan importantes movimientos sociales como los feministas y
el devenir de sus luchas particulares. Me detendré en este punto. La
caracterización de la violencia que se desprende de estas líneas viene del
campo social y permite visualizar situaciones de opresión que de otro modo
permanecerían ocultas. Asimismo, la apelación a la ley en algunos casos,
hace efectivas las salidas de situaciones de riesgo, operando sobre grupos
vulnerables que quedan impotentes frente a un Otro arbitrario. Se podría decir
que el tercero de la ley actúa poniendo coto a los desbordes voluptuosos o
excesos de poder en relaciones duales, introduciendo un orden más
equitativo en las estructuras familiares y sociales.
A lo largo del siglo XX, los movimientos feministas, los estudios de género, la
defensa de los derechos de los niños confluyeron en sus objetivos de
liberación detectando cada vez más, situaciones retrógradas, de esclavitud,
de explotación, de sometimiento muy extremas. Los avances que se han
producido gracias a estas luchas están fuera de toda discusión. Sin duda que
aún queda mucho por lograr.
Sin embargo, con el devenir del tiempo, las políticas reivindicatorias de estos
movimientos terminan convirtiéndose, la mayor parte de las veces, en

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mecanismos altamente institucionalizados que frenan los mismos procesos de


cambio, perdiendo en el camino sus rasgos emancipatorios.

A raíz de la experiencia institucional relatada al comienzo, fue posible para mí


conocer de cerca estos “dispositivos de violencia”. Formada, como muchos de
mis colegas, dentro del pensamiento psicoanalítico, interrogamos los
dispositivos que intentan fijar el trabajo dentro de criterios normativos, sobre
todo en los espacios de asistencia creados especialmente en estas
instituciones. Una primera diferencia es que, como todas las normativas,
utilizan generalizaciones y tratan los casos como si fueran “recetas”, moldes
fijos, lo mismo para todos. (2)
Muchos profesionales, con una buena capacitación, prefieren no tomar estos
casos que ya vienen catalogados a-priori como “violentos”, o como “abuso
sexual”, pues tendrían que enfrentarse con el esquema imperante; y además
con lo que ellos mismos piensan desde la clínica. De allí la importancia de
apelar previamente a una revisión crítica de estos postulados, que nos
permita reconocer las problemáticas aquí planteadas, interrogarlas, para
luego poder decidir acerca de sus abordajes.

La figura del violento- La pedagogía del miedo

Voy a tomar como punto de partida algunos conceptos claves de este


enfoque que hoy es hegemónico. Una de las figuras paradigmáticas de esta
serie es la del violento y sus equivalencias en los conceptos de autoridad,
autoritarismo, amo, etc. Existe un consenso en describir a las personas
violentas a partir de la presencia de algunos rasgos de personalidad, entre
ellos que tienen dificultad para procesar los problemas a medida que éstos se
complejizan; que hacen planteos esquemáticos y se esfuerzan por llevarlos a
cabo; que siempre quieren tener la razón, etc. A veces son capaces de
provocar escándalos por detalles nimios, debido a sus aspectos
marcadamente controladores.

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En un punto, tanto el discurso del violento como sus rasgos personales se


sustentan en el cumplimiento del deber y la sobrevaloración del orden. Estas
características podrían corresponderse con la personalidad autoritaria, tal
como fue estudiada por exponentes de la escuela de Frankfurt (3).
Hacia 1950, Theodor Adorno realizó una extensa investigación en EEUU
centrada en el análisis de los rasgos de carácter, mecanismos psíquicos
principales, creencias, modalidades familiares de las personas con marcado
comportamiento autoritario. Mencionaré solo algunas de estas características
elocuentes: sumisión ciega a la autoridad; odio a los oponentes y marginados;
entrega mecánica a los valores convencionales; pensamiento rígido y
estereotipado; inclinación hacia la superstición; moralismo y difamación.
Asimismo las personas con tendencia autoritaria presentaban estos otros
rasgos: un pensamiento político en rótulos (del tipo slogans
propagandísticos); proponían pena de muerte y castigos fuertes; practicaban
la reverencia a la familia y el rol tradicional de la mujer, eran misóginos y
otorgaban máximo valor al concepto del honor.

En nuestro país, un seguidor de esta corriente fue el historiador Ricardo


Rodríguez Molas, quien documentó en forma magistral el problema de la
violencia (5). Este autor da cuenta de los procesos represivos en la Argentina
desde la época de la colonia hasta la última dictadura. En los capítulos
centrales, aborda el núcleo simbólico del problema de la violencia: su carácter
ideológico y normativo. Las raíces lejanas del autoritarismo se encuentran en
la “pedagogía del miedo”, un extenso período de la historia en donde los
castigos tenían un objetivo correctivo y reflejaban el “interés por la forma
publica y el ejemplo”. Entramos en el plano de la moral represiva, en donde la
implementación del miedo y de la fuerza eran consideradas formas lícitas
para lograr la obediencia y mantener el orden. Se trata de una ideología
basada en el deber, con fuertes determinantes morales y religiosos.
En este contexto la violencia adquiere su rasgo paradojal, pues en nombre de
los valores racionales de la civilización y de lo más sublime, se justifica llegar

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a los extremos de lo irracional. Esto constituye la larga historia de métodos de


castigos, con legitimación de la violencia del golpe, las prácticas de tortura y
la instrumentación de la muerte, siempre con fines “ejemplares”.
Esta lectura pone en evidencia que estas conductas no serían sólo el
resultado de la obra de seres aislados, sádicos o lunáticos, sino de los
mismos mecanismos correctivos y coercitivos aplicados desde los espacios
de poder que, al imponer sus propósitos, hacen entrar en escena la violencia.
Los debates referidos a la violencia queden asociados en forma privilegiada al
discurso de lo jurídico y su envés: los procesos represivos. El discurso del
amo hace cumplir las normas para que una sociedad funcione
“armoniosamente”, claro que hablando “idealmente”.

Otra política

En su trabajo “La ética: ensayos sobre la conciencia del mal”, (6) Alain
Badiou propone un giro radical en la concepción de los derechos humanos.
Critica la visión conservadora que divide al hombre por un lado, en “un
sujeto pasivo, patético” y por otro en “un sujeto que juzga, activo” y
determina quién sufre, disponiendo además de los medios necesarios para
hacer cesar ese sufrimiento. Badiou nos confronta con la siguiente
pregunta: “El hombre ¿animal viviente o singularidad inmortal?”
El estado de la víctima, de bestia sufriente, de moribundo descarnado,
asimila al hombre a su subestructura animal, a su pura y simple
identidad de viviente.
Los derechos del hombre, si existen, “no son los derechos de la
supervivencia contra la miseria, o de la vida contra la muerte”, sino que – y
aquí el salto radical-
Son los derechos del Inmortal afirmándose por sí mismos, o los
derechos del Infinito, ejerciendo su soberanía sobre la contingencia
del sufrimiento y de la muerte.
Recordamos la presencia de Alain Badiou en el año 2000 en la Universidad

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de las Madres de Plaza de Mayo


¿Quién es para nosotros el hombre? En primer lugar es aquel que está
sufriendo, pero es aquel que sabe que aún sufriendo puede estar de
pie.
Es aquel que se da a sí mismo el derecho de rebelión contra el mundo
tal como es, es aquel que inventa una posibilidad nueva, […] es aquel
que aún en una acción pequeña, limitada está mostrando su libertad y
su pensamiento en las condiciones que le son propias […] (7)
El punto de partida es ahora: “El hombre piensa, el hombre está tejido de
algunas verdades”. Se trata de superar el estado de las generalizaciones y
la perspectiva del mal como categoría universalizable, para poder “pensar
la singularidad de las situaciones”.
El hombre como inmortal se sostiene de lo incalculable y de lo no
poseído. Se sostiene del no-siendo. Pretender impedirle representarse el
Bien, ordenar sus poderes colectivos, pensar lo que puede ser en radical
ruptura con lo que es, simplemente es impedirle la humanidad misma.

“Violencia” y psicoanálisis

Volviendo al tema de los abordajes de violencia hoy vigentes, lo que intento


problematizar es si estos dispositivos, que instrumentan categorías que
pertenecen al campo social, a la hora de abordar el trabajo con pacientes,
pueden por si solos, extender sus alcances hasta abarcar las cuestiones
clínicas.
Cuando se trata de procesos psíquicos, incluso de patologías de
desvalimiento, operamos con otras categorías en donde participan
conceptualizaciones muy distintas. Me refiero al concepto de pulsión
freudiana.
En su obra “Pulsiones y sus destinos”, Freud describe los mecanismos a los
que obliga el trabajo pulsional para hacer frente y satisfacer los estímulos
internos, esas fuentes constantes de energía psíquica. La represión, la

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vuelta contra sí mismo, la sublimación, etc. son los destinos posibles de la


pulsión. (8). Que estos mecanismos son inconscientes, que hay repetición,
que debamos abordarlos en transferencia, esto es lo que no puede
desconocerse en la experiencia psicoanalítica.

Pero cabe mencionar otro elemento que resulta pertinente a nuestro


análisis: se trata de la formación de una instancia psíquica independiente,
el superyó, que concentra la cuestión de los ideales, los castigos (o tortura
psíquica), la conciencia moral, etc. El superyó vuelve interno lo que hasta
un momento era solo autoridad exterior representada por los padres. La
formación de culpa, la angustia frente al deber, las exigencias, una vez
constituidas como sistema psíquico, explicarán las paradojas en las que se
debaten los neuróticos: a mayor sacrificio, más castiga el superyó, más
culpabiliza, más obliga a doblegarse.

En El malestar en la cultura, valiéndose del concepto de pulsión de muerte,


Freud llega a desentrañar el conflicto pulsional que da origen a estos
aspectos paradojales y van desde la moral a la crueldad.
He aquí llegado el momento de introducir una idea enteramente propia
del psicoanálisis. Y extraña al pensar común. Nos dice que si bien al
principio la conciencia moral (más exactamente la angustia convertida
después en conciencia) es la causa de la renuncia a los instintos,
posteriormente en cambio esta situación se invierte: toda renuncia
pulsional se convierte entonces en una fuente dinámica de conciencia
moral; toda nueva renuncia a la satisfacción aumenta su severidad y su
intolerancia. (9)
Considero que estos principios del psicoanálisis marcan un punto de
inflexión en el abordaje de estas cuestiones, en tanto nos autorizan a
ocuparnos de la realidad psíquica con otras herramientas y no desde lo
conductual o como fenómeno social.
Las ideas freudianas constituyen las herramientas claves para encarar
nuestra clínica. Por más que se ignoren estas ideas y se pretenda dejarlas

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afuera, ellas siguen siendo el pilar del trabajo cuando se recibe a un


paciente o cuando se traza una estrategia de tratamiento. A esta altura de
la investigación, no existen motivos suficientes, excepto para el discurso del
amo, para aislar a los “casos de violencia” y darles una entidad propia.

La clínica en los hospitales públicos


Llegan a los consultorios de las instituciones públicas, como dije
anteriormente, pacientes ya etiquetados como “violentos” o como
“víctimas”. Estos pacientes, asimismo, suelen referir sus situaciones
conflictivas del mismo modo en que socialmente se los ha caracterizado. Es
preciso que el practicante que lo reciba sepa leer y analizar lo singular en
cada caso, relatos en donde se podrán reconocer los rasgos de esa
“obediencia ciega”, o el peso de los mandatos familiares, o las respuestas
rígidas y estereotipadas. Pero estos datos, si aparecen, darán un marco,
una tonalidad especial a otra experiencia inédita que se inicia con el
encuentro de alguien que decide consultar y otro que lo recibe y lo escucha.
Se inicia allí algo del orden de la experiencia analítica, que pondrá entre
paréntesis las certezas, para dar lugar a un no- saber y a la emergencia de
lo nuevo. Este recorrido tiene mucho de invención.
La consulta espontánea de muchos casos que atraviesan momentos de
violencia es cada vez más frecuente. Cuando se establece un lugar
diferenciado de escucha, las categorías sociológicas mencionadas en este
trabajo pierden consistencia, pues dentro del contexto de un tratamiento
institucional, no importa tanto qué lugar objetivo ocupó un paciente en la
escena conflictiva, sino poder comprender la posición subjetiva en juego y
su disposición - o no-, a hacerse responsable por ella. No “culpable”, sino
responsable, esto abre una posibilidad nueva: el encuentro con lo propio
rechazado.
He intentado así recuperar cierta autonomía del pensamiento desde la
práctica analítica. Pongo a consideración los efectos de estas apuestas al

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sujeto. Este cambio de concepción sobre cómo pensar el sujeto, qué


libertad se otorga a sí mismo quien sufre, qué lugar le cabe para luchar sin
límites dentro de su propio horizonte, son preguntas que abrimos al debate.
Tratándose de núcleos duros como los que aquí expusimos, no podemos
esperar respuestas rápidas. Más bien ponemos en juego el deseo de abrir
nuevas brechas que nos permitan pensar distinto y en ámbitos colectivos,
estas cuestiones.

NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
1. Hacking, Ian: ¿La construcción social de qué?, Barcelona, Paidós, 2001.
Cap.1y cap. 5. Señala la saturación de las hipótesis basadas en la
“construcción social” y algunos efectos de la “construcción de clases”. Toma
el caso paradigmático de la clase abuso infantil y su crecimiento exorbitante
en pocas décadas: esta categoría surgió en Denver en 1968, a partir de un
grupo de pediatras; se construyó la clase; se incluyeron en ella varias
subclases antes no relacionados entre sí, como por ejemplo “incesto”; se
presionó para que se implementaran programas desde el gobierno; se
dictaron nuevas leyes; se destinaron fuertes sumas de dinero; luego se
exportó el modelo.

2. Hacking, Ian, ibid,, Cap. 5: Se trata de una modalidad adoptada en los


últimos tiempos que consiste en hacer clases. A cada problema le
corresponde una clase; de allí surgieron las clases “abuso infantil” o
“mujeres golpeadas”. En la actualidad también responden a esta tendencia
clasificatoria el tratamiento a obesos, anoréxicos, fóbicos, obsesivos, etc.
Estos últimos son incluidos en los manuales diagnósticos (el más utilizado,
el DSM-IV) bajo la forma de trastornos o síndromes.

3. Entel, Alicia y otros: Escuela De Frankfurt, Razón, arte y libertad. Buenos


Aires, Eudeba, 2004. Surgido en Alemania después de la primera guerra
mundial, este grupo formado por pensadores de diversas procedencias,

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buscaba explicar a través de una filosofía crítica las condiciones de


posibilidad y consolidación del nazismo. Sus principales exponentes fueron
Adorno, Horkheimer, Marcuse, Benjamín; muchos emigraron hacia EEUU
durante la segunda guerra.
4. Adorno, Th. W., Escritos sociológicos II, vol. 1 […] Estudios sobre la
personalidad autoritaria, Obra completa, 9/1, Madrid, AKAL, 209.
5. Rodríguez Molas, Ricardo: Historia de la tortura y el orden represivo en la
Argentina, Buenos Aires, Eudeba, 1985. Tomos I y II.
6. Acontecimiento, revista para pensar la política. N° 8, Especial: La Ética.
Ensayo sobre la conciencia del mal, Alain Badiou, Buenos Aires, La
Escuela Porteña, 1994-
7. Conferencia de Alain Badiou “La ética y la cuestión de los Derechos
humanos”, abril de 2000, Universidad Popular de las Madres de Plaza de
Mayo, Página/ 12, 2 de junio de 2000, Suplemento “Asociación Madres de
Plaza de Mayo”.
8. Freud, Sigmund, Obras completas, Traducción López Ballesteros, Madrid,
Biblioteca Nueva, 1967. Tomo I, “Pulsiones y sus destinos”, pág.1039.
9. Freud, Sigmund, ibíd., Tomo 3 “El malestar en la cultura” pág. 51.

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