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Antropología Cultural
Aquí surge la metáfora de “archipiélago cultural” que Grimson caracteriza como una forma
de representación de los grupos humanos “como unidades discretas clasificables en función
de su cultura” (Grimson, 2011: 61) son fácilmente diferenciables entre ellas y se asemejan
a islas culturales, con fronteras claras y discernibles. Sin embargo, las fronteras entre los
grupos son mucho más “porosas” de lo que se piensa, pues el mundo no se encuentra
absolutamente dividido, sino intercomunicado unas regiones con otras, de manera que las
personas o símbolos no pueden asociarse a un territorio en particular.
Para Grimson, (2011) después de la Guerra Fría el mundo quedo dividido no ya en
ideologías políticas ya no por un “Muro”, sino en culturas o civilizaciones. Es decir en
occidentales y orientales y con ello decimos: japoneses, chinos, hindúes, musulmanes,
judíos etc. Diferentes crisis sociales económica y políticas hicieron que las sociedades sean
divididas no ya solo por su forma de gobernarse o ideología política, sino en la forma de
“pensarse”, en cómo viven y sobre todo después del 11/09 en la profesión de una creencia.
El problema se va a dar cuando, basados en esa separación “cultural”, se transformó en una
herramienta para exacerbar los nacionalismos, un “nosotros” contra el otro, el inmigrante
el diferente, ellos podrían atentar contra el equilibrio, la economía, los servicios etc.
En contra partida de esto existe, según la autora Dolores Juliano (1997) un ultra-relativismo
que consiste al aceptar todo del otro y su cultura justificándolo en la contextualización y los
particularismos aquella de forma incuestionada. De esta manera se estarían consintiendo,
lejos de cualquier crítica, las injusticias cometidas dentro de las otras culturas por los
sectores dominantes. El derecho de pensar no debe dejar de practicarse con respecto a
nuestra cultura y a las demás.
¿Cómo salimos de esto? Juliano (1997) propone que debemos considerar a todas las
culturas –incluso la propia- atravesadas por contradicciones internas. Y el respeto pasara
no por creer que son una “masa homogénea” de armonía, sino por el contrario estará en su
fuerza, las luchas o reivindicaciones que lleven a cabo. No existe ninguna cultura sin
conflictos porque ella es el resultado de la experiencia entre hombres y mujeres y esas
relaciones siempre son complejas, conflictivas y otros casos de poder. Tampoco relativizar
los conflictos sino relativizar el relativismo de cada cultura, como observadores de esas
realidades.
Existe una cultura global, estrechamente relacionada a las relaciones de poder. Se piensa a
la cultura en términos de las escalas de análisis de transnacionalización, se desconoce quien
ejerce realmente el poder en las organizaciones económicas actuales. A su vez, los
miembros locales también sienten una identificación con las empresas para las cuales
trabajan, como consecuencia de la estandarización del mensaje y de la imagen corporativa
(por ejemplo, la imagen de Mc Donal´s es la misma en Japón que en Argentina) por lo tanto
los obreros se identifican con la empresa, no importa en qué país se encuentren. Hay un
fuerte anclaje territorial en desmedro de las autonomías locales y una homogenización
cultural por parte de la empresa y la perdida de la identidad local.
Esto provoca la legitimación de la construcción de un sujeto global y la integración de los
miembros de la sociedad. A la vez se produce la despersonalización, pues las empresas
transnacionales son vistas como una entidad separada de la gente.
Ante esta situación, la cultura puede representar una resistencia contra la estandarización
del modo de producción y de las políticas globales, al rescatar las identidades contra la
pérdida y la homogenización.
También es fundamental el rol de la cultura para terminar con los prejuicios esencialistas
contra los sectores más vulnerables, que son asociados generalmente a la delincuencia y a
la violencia.
2) El Corto “Hijab” cumple con su cometido al poner sobre la mesa la discusión entre
“universalidad y particularismo”, mostrando que supera la dimensión teórica. Se trata de
una situación que, efectivamente, afecta la vida diaria de las personas.
En el mundo contemporáneo (sobre todo en las últimas décadas), estos conflictos son
altamente visibles y abundantes, debido a las políticas universalistas que se están
imponiendo en el funcionamiento estatal de los países del hemisferio occidental.
Ante las oleadas migratorias que se producen debido a los conflictos bélicos de medio
oriente, esta pretendida homogenización cultural, según la cual todos somos iguales y
estamos amparados por los mismos derechos básicos, se ve sacudida por la realidad: existe
un crisol de razas, culturas, religiones y modos de vida (cada una con sus propias
particularidades) de las gentes que se ha visto desplazada de sus tierras, con el desarraigo
que ello conlleva.
Se producen así, numerosos contrastes que el corto se encarga de mostrar. En este caso, es
el esfuerzo de una docente por explicarle a la nueva alumna musulmana que debe dejar en
la puerta del colegio toda manifestación de su cultura y religión (es decir, que debe
adaptarse al sistema educativo español), invocando que todos los alumnos son iguales y
que se trata de una institución laica. Ante la negativa y patente incomodidad de la niña, la
docente aduce una variedad de razones (que giran alrededor de una supuesta igualdad)
para convencerla, apelando incluso a la necesidad de los adolescentes de sentirse incluidos
temor de ser tildada de extraña o diferente.
Intenta persuadirla de que lo mejor para ella es dejar de lado su individualidad y ser igual al
resto, aun cuando la niña defiende su derecho a manifestar su religión y su cultura.
Finalmente, la niña cede, y con falta de convicción se saca su pañuelo e ingresa a la clase,
donde el profesor la presenta al resto de sus compañeros.
El corto nos deja con una sensación de zozobra e injusticia, porque se ve a los demás
compañeros usando una variedad de estilos de ropa, cabellos y accesorios. Todos ellos son
distintos físicamente, y aun así no se ve que los repriman o les hagan renunciar a la
expresión de su individualidad o identidad personal. Da la impresión de que la religión
(sobre todo musulmana) incomoda. No parece haber problema si se trata de una expresión
estética (moda) un tanto vacía de contenido. Pero si se trata de una manifestación con
trasfondo ideológico, de una cultura ajena a la nacional, entonces debe ser suprimida y
asimilada por el bien de “la igualdad”. Es decir, que se tolera lo diverso (no se acepta) en
tanto no incomode o moleste.
Cabe destacar que la docente pareciera intentar persuadirla para evitar situaciones de
discriminación y que genuinamente cree en el sistema de valores occidentalizados q
imperan hoy en día de anular (o borrar) las diferencias para luchar contra el racismo, lo cual
deriva en la homogeneización.
La “clave” está en la concepción interculturalista, que parte de la idea de que todas las
culturas tienen algo que aportar para nutrirse mutuamente y convertirse en una sociedad
más activa y pujante.
Aquí entonces, nos alejamos de la idea de respeto por lo que los otros son (desde la
distancia, sin involucrarnos), sino que se propicia una actividad que sea enriquecedora, a
partir del intercambio de experiencias, superando la idea del “otro” como distanciado y
excluido. Los demás, portadores de una cultura diferente, son potencialmente un elemento
que nos puede complementar si superamos la idea de nuestra cultura como un todo
completo. En sí, de las diferencias culturales y de la diversidad puede resultar una
convivencia nueva y positiva.
3) Si miramos al pasar, en una primera instancia, tal vez la foto nos sorprenda y hasta nos
indigne o apene. Probablemente sintamos compasión por la mujer egipcia, por ser
“obligada a vestirse de determinada manera”, ocultando su cuerpo, reflejo de la opresión
política, social, religiosa e histórica. También diríamos que de la foto se desprende el
contraste entre el rol de la mujer occidental, que proyecta una apariencia más libre, de
“dominio” sobre su cuerpo y su imagen corporal. Mientras que la mujer egipcia parecería
hasta fuera de lugar practicando ese deporte.
Pero si volvemos a mirar, más allá de las apariencias, tomando la distancia necesaria como
para abandonar por un momento nuestro propio etnocentrismo, nos damos cuenta que en
realidad la foto es el reflejo de otra opresión, la opresión sobre la mujer en general. No
importa ya si es occidental o de medio oriente. Las fronteras geográficas no existen en el
caso de la opresión femenina. El mundo se hizo eco de esta imagen pues esta proyecta no
solo el contraste entre dos civilizaciones (Oriente – Occidente), sino entre el mundo
cristiano y el musulmán. “Nosotros y Ellos”. También revela la relación entre sexo y género
y “las circunstancias en que el dualismo sexual biológico y la sexualidad pueden tener
consecuencias socio- políticas y de género” (stoke, 2004:93).
La visión feminista basa la lucha y reivindicación del género femenino en la idea de que las
“identidades socio- simbólicas” que se asignan a las mujeres en sus relaciones con los
hombres en la organización de la vida en sociedad, al ser culturales, son variables y, por lo
tanto, aptas de ser transformadas” (stolke, 2004:78).
Es de suponer que ambas mujeres aceptan con naturalidad el rol que se les ha impuesto en
sus culturas y que es probable que, al mirarse mutuamente, se piensen (la una de la otra)
sometidas por el sistema patriarcal, tal vez sin ser conscientes de que en realidad ninguna
es totalmente libre, sino que ambas se encuentran aprisionadas, históricamente reprimidas
e inevitablemente victimas del sistema y la sociedad machista.
Como feministas, entonces, nos indignamos y sentimos bronca y hasta compasión, pero ya
no por la deportista egipcia, sino por las dos mujeres de la foto, igualmente cosificadas y
oprimidas, que no pueden evitar ser las dos caras de la misma moneda.