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U.N.CO.

MA

TRABAJO PRÁCTICO CIERRE


DE UNIDAD 2

Antropología Cultural

Profesora Titular: Verónica Trpin


DESARROLLO:

1- Las conductas, la capacidad humana para el aprendizaje, comunicarnos e interpretar al


mundo no pueden ser explicadas exclusivamente por los factores biológicos o naturales. La
Antropología desarrolla el concepto de cultura para explicar la dimensión social y cultural
del ser humano y su acción sobre el mundo desde su propio marco teórico y metodológico,
superando la postura tradicional que asociaba la cultura a los conocimientos y a la
instrucción de las personas y a la división que existían “personas con cultura y personas sin
cultura” (Grimson, 2011: 56).

Con la conformación de la antropología como disciplina científica (desde la perspectiva


clásica) se instaló la posibilidad de pensar la etnografía, contribuyó a que los movimientos
sociales cuestionaran el colonialismo y pugnaran por la reivindicación de lo diverso. Pero,
ante los cambios de contexto se producen cambios en la faz teórica de la ciencia
antropológica. Pues la antropología clásica, con el “antropólogo solitario” se caracterizaba
por ser estática, con una visión integral, homogénea e inalterable (Rosaldo: 1991) de las
culturas. Se sostenía que cada una tenía rasgos propios que se transmitían entre
generaciones. De acuerdo a esta postura, no existe un quiebre ni historia por lo tanto, las
poblaciones no cambian (tienen un futuro que se garantiza en los mismos términos).
Tampoco hay problematización de la marca colonial, no hay exterior pues se replica lo local.
No hay diálogo con otras escalas de análisis.

Aquí surge la metáfora de “archipiélago cultural” que Grimson caracteriza como una forma
de representación de los grupos humanos “como unidades discretas clasificables en función
de su cultura” (Grimson, 2011: 61) son fácilmente diferenciables entre ellas y se asemejan
a islas culturales, con fronteras claras y discernibles. Sin embargo, las fronteras entre los
grupos son mucho más “porosas” de lo que se piensa, pues el mundo no se encuentra
absolutamente dividido, sino intercomunicado unas regiones con otras, de manera que las
personas o símbolos no pueden asociarse a un territorio en particular.
Para Grimson, (2011) después de la Guerra Fría el mundo quedo dividido no ya en
ideologías políticas ya no por un “Muro”, sino en culturas o civilizaciones. Es decir en
occidentales y orientales y con ello decimos: japoneses, chinos, hindúes, musulmanes,
judíos etc. Diferentes crisis sociales económica y políticas hicieron que las sociedades sean
divididas no ya solo por su forma de gobernarse o ideología política, sino en la forma de
“pensarse”, en cómo viven y sobre todo después del 11/09 en la profesión de una creencia.
El problema se va a dar cuando, basados en esa separación “cultural”, se transformó en una
herramienta para exacerbar los nacionalismos, un “nosotros” contra el otro, el inmigrante
el diferente, ellos podrían atentar contra el equilibrio, la economía, los servicios etc.

Ya no estaríamos frente al clásico etnocentrismo, de creer que nuestra cultura- en nuestro


caso occidental europeizada- es mejor que, por ejemplo la de los pueblos originarios. Sino
que ahora hay un enfrentamiento, porque los pueblos originarios también defienden y
están empoderando su cultura y nuevamente hay enfrentamientos. A esto se refiere
Grimson (2011) cuando habla de fundamentalismo cultural, a los enfrentamientos entre
culturas basados en la sobrevaloración de sus formas de vida y el desprecio del diferente.
Este concepto roza la xenofobia (q pretende ser un rasgo inherente a las personas) al
compartir la concepción de la cultura como un todo compacto y territorializado (la
nacionalidad como cultura) y comparte con el racismo la jerarquización de los grupos.
Mientras éste lo hace verticalmente en relaciones de superioridad – inferioridad según
condiciones intrínsecas a las personas (el fenotipo racial), el fundamentalismo cultural los
ordena espacial y horizontalmente, reforzando las separaciones para preservar las culturas
y evitar los conflictos y enfrentamiento entre civilizaciones.

En contra partida de esto existe, según la autora Dolores Juliano (1997) un ultra-relativismo
que consiste al aceptar todo del otro y su cultura justificándolo en la contextualización y los
particularismos aquella de forma incuestionada. De esta manera se estarían consintiendo,
lejos de cualquier crítica, las injusticias cometidas dentro de las otras culturas por los
sectores dominantes. El derecho de pensar no debe dejar de practicarse con respecto a
nuestra cultura y a las demás.

Además, caer en el relativismo deja al investigador en un lugar de mero observador que se


limita a realizar una tarea descriptiva, vacía de todo contenido crítica e inquisitiva.

¿Cómo salimos de esto? Juliano (1997) propone que debemos considerar a todas las
culturas –incluso la propia- atravesadas por contradicciones internas. Y el respeto pasara
no por creer que son una “masa homogénea” de armonía, sino por el contrario estará en su
fuerza, las luchas o reivindicaciones que lleven a cabo. No existe ninguna cultura sin
conflictos porque ella es el resultado de la experiencia entre hombres y mujeres y esas
relaciones siempre son complejas, conflictivas y otros casos de poder. Tampoco relativizar
los conflictos sino relativizar el relativismo de cada cultura, como observadores de esas
realidades.

En el mundo occidental, existe la tendencia universalizar las culturas, homogeneizándolas


como consecuencia de la globalización y del sistema capitalista a fin de consolidar y reforzar
la identidad nacional y las fronteras. Se miran las demás culturas respetando sus
particularismos siempre que “no molesten” ni se interpongan con la organización estatal.
Este fenómeno está estrechamente relacionado al de las migraciones, las cuales se ven
como características de estas últimas décadas.

Existe una cultura global, estrechamente relacionada a las relaciones de poder. Se piensa a
la cultura en términos de las escalas de análisis de transnacionalización, se desconoce quien
ejerce realmente el poder en las organizaciones económicas actuales. A su vez, los
miembros locales también sienten una identificación con las empresas para las cuales
trabajan, como consecuencia de la estandarización del mensaje y de la imagen corporativa
(por ejemplo, la imagen de Mc Donal´s es la misma en Japón que en Argentina) por lo tanto
los obreros se identifican con la empresa, no importa en qué país se encuentren. Hay un
fuerte anclaje territorial en desmedro de las autonomías locales y una homogenización
cultural por parte de la empresa y la perdida de la identidad local.
Esto provoca la legitimación de la construcción de un sujeto global y la integración de los
miembros de la sociedad. A la vez se produce la despersonalización, pues las empresas
transnacionales son vistas como una entidad separada de la gente.

Ante esta situación, la cultura puede representar una resistencia contra la estandarización
del modo de producción y de las políticas globales, al rescatar las identidades contra la
pérdida y la homogenización.

A su vez es esencial su rol en la reivindicación y problematización de los sectores


postergados por las políticas mundiales occidentalistas y la resistencia contra la colonialidad
y el imperialismo al mantener y recuperar la identidad cultural de pertenencia de los
pueblos, mediante el recupero del uso del lenguaje, vestimenta, ideologías y expresiones
artisiticas y tradiciones en general.

También es fundamental el rol de la cultura para terminar con los prejuicios esencialistas
contra los sectores más vulnerables, que son asociados generalmente a la delincuencia y a
la violencia.

2) El Corto “Hijab” cumple con su cometido al poner sobre la mesa la discusión entre
“universalidad y particularismo”, mostrando que supera la dimensión teórica. Se trata de
una situación que, efectivamente, afecta la vida diaria de las personas.

En el mundo contemporáneo (sobre todo en las últimas décadas), estos conflictos son
altamente visibles y abundantes, debido a las políticas universalistas que se están
imponiendo en el funcionamiento estatal de los países del hemisferio occidental.

Ante las oleadas migratorias que se producen debido a los conflictos bélicos de medio
oriente, esta pretendida homogenización cultural, según la cual todos somos iguales y
estamos amparados por los mismos derechos básicos, se ve sacudida por la realidad: existe
un crisol de razas, culturas, religiones y modos de vida (cada una con sus propias
particularidades) de las gentes que se ha visto desplazada de sus tierras, con el desarraigo
que ello conlleva.
Se producen así, numerosos contrastes que el corto se encarga de mostrar. En este caso, es
el esfuerzo de una docente por explicarle a la nueva alumna musulmana que debe dejar en
la puerta del colegio toda manifestación de su cultura y religión (es decir, que debe
adaptarse al sistema educativo español), invocando que todos los alumnos son iguales y
que se trata de una institución laica. Ante la negativa y patente incomodidad de la niña, la
docente aduce una variedad de razones (que giran alrededor de una supuesta igualdad)
para convencerla, apelando incluso a la necesidad de los adolescentes de sentirse incluidos
temor de ser tildada de extraña o diferente.

Intenta persuadirla de que lo mejor para ella es dejar de lado su individualidad y ser igual al
resto, aun cuando la niña defiende su derecho a manifestar su religión y su cultura.

Finalmente, la niña cede, y con falta de convicción se saca su pañuelo e ingresa a la clase,
donde el profesor la presenta al resto de sus compañeros.

El corto nos deja con una sensación de zozobra e injusticia, porque se ve a los demás
compañeros usando una variedad de estilos de ropa, cabellos y accesorios. Todos ellos son
distintos físicamente, y aun así no se ve que los repriman o les hagan renunciar a la
expresión de su individualidad o identidad personal. Da la impresión de que la religión
(sobre todo musulmana) incomoda. No parece haber problema si se trata de una expresión
estética (moda) un tanto vacía de contenido. Pero si se trata de una manifestación con
trasfondo ideológico, de una cultura ajena a la nacional, entonces debe ser suprimida y
asimilada por el bien de “la igualdad”. Es decir, que se tolera lo diverso (no se acepta) en
tanto no incomode o moleste.

Cabe destacar que la docente pareciera intentar persuadirla para evitar situaciones de
discriminación y que genuinamente cree en el sistema de valores occidentalizados q
imperan hoy en día de anular (o borrar) las diferencias para luchar contra el racismo, lo cual
deriva en la homogeneización.

En este mundo desigual, a las diversidades ha de pensárselas como “un conjunto de


estrategias de interrelación” (Juliano, 1997:33) y, al defender los derechos universales, se
debe tener en cuenta también aquellos valores de otras culturas y tratar de hacer una
síntesis pues, al imponer los “derechos universales” de la sociedad occidental a los demás
pueblos y culturas (por más loables que sean las intenciones) terminará derivando en el
avasallamiento de la identidad cultural ajena a través de la legitimación de nuestro propio
etnocentrismo.

Sin embargo, ha de tenerse cuidado de no caer en una concepción ultra-relativista de la


cultura, aceptando cualquier cosa que se produce dentro de las otras culturas sin
interpelarlas. El aceptar una cultura como un todo global, renunciando a nuestra capacidad
crítica y evaluativa, nos llevaría a alinearnos con los sectores dominantes dentro de esa
cultura. Se debe asumir entonces, que todas las culturas (incluyendo la propia) “están
atravesadas por contradicciones internas” (Juliano, 1997:35) y lo respetable de ellas es el
nivel de lucha y reivindicaciones, y no la supuesta homogeneidad.

La “clave” está en la concepción interculturalista, que parte de la idea de que todas las
culturas tienen algo que aportar para nutrirse mutuamente y convertirse en una sociedad
más activa y pujante.

Aquí entonces, nos alejamos de la idea de respeto por lo que los otros son (desde la
distancia, sin involucrarnos), sino que se propicia una actividad que sea enriquecedora, a
partir del intercambio de experiencias, superando la idea del “otro” como distanciado y
excluido. Los demás, portadores de una cultura diferente, son potencialmente un elemento
que nos puede complementar si superamos la idea de nuestra cultura como un todo
completo. En sí, de las diferencias culturales y de la diversidad puede resultar una
convivencia nueva y positiva.

Finalmente, se debe avanzar en la superación del multiculturalismo como una


superposición de una variedad de culturas, pues lleva a la construcción de guetos y a la
dominación de un sector sobre otro, que se ve aislado y postergado.

3) Si miramos al pasar, en una primera instancia, tal vez la foto nos sorprenda y hasta nos
indigne o apene. Probablemente sintamos compasión por la mujer egipcia, por ser
“obligada a vestirse de determinada manera”, ocultando su cuerpo, reflejo de la opresión
política, social, religiosa e histórica. También diríamos que de la foto se desprende el
contraste entre el rol de la mujer occidental, que proyecta una apariencia más libre, de
“dominio” sobre su cuerpo y su imagen corporal. Mientras que la mujer egipcia parecería
hasta fuera de lugar practicando ese deporte.

Pero si volvemos a mirar, más allá de las apariencias, tomando la distancia necesaria como
para abandonar por un momento nuestro propio etnocentrismo, nos damos cuenta que en
realidad la foto es el reflejo de otra opresión, la opresión sobre la mujer en general. No
importa ya si es occidental o de medio oriente. Las fronteras geográficas no existen en el
caso de la opresión femenina. El mundo se hizo eco de esta imagen pues esta proyecta no
solo el contraste entre dos civilizaciones (Oriente – Occidente), sino entre el mundo
cristiano y el musulmán. “Nosotros y Ellos”. También revela la relación entre sexo y género
y “las circunstancias en que el dualismo sexual biológico y la sexualidad pueden tener
consecuencias socio- políticas y de género” (stoke, 2004:93).

Al controlar la imagen y el cuerpo sexuado de la mujer, se establece una relación de


dominación y de poder sobre el género, sobre su identidad social, rol, e incluso su
reproducción. Se legitima la desigualdad social en las diferencias biológicas como
determinante de las diferencias entre los sexos y su importancia para el orden y la
estabilidad social.

La visión feminista basa la lucha y reivindicación del género femenino en la idea de que las
“identidades socio- simbólicas” que se asignan a las mujeres en sus relaciones con los
hombres en la organización de la vida en sociedad, al ser culturales, son variables y, por lo
tanto, aptas de ser transformadas” (stolke, 2004:78).

Es de suponer que ambas mujeres aceptan con naturalidad el rol que se les ha impuesto en
sus culturas y que es probable que, al mirarse mutuamente, se piensen (la una de la otra)
sometidas por el sistema patriarcal, tal vez sin ser conscientes de que en realidad ninguna
es totalmente libre, sino que ambas se encuentran aprisionadas, históricamente reprimidas
e inevitablemente victimas del sistema y la sociedad machista.
Como feministas, entonces, nos indignamos y sentimos bronca y hasta compasión, pero ya
no por la deportista egipcia, sino por las dos mujeres de la foto, igualmente cosificadas y
oprimidas, que no pueden evitar ser las dos caras de la misma moneda.

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