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Los autores nos ilustran que tomando una visión determinista “dura” de la
tecnología, se puede asegurar que su inquebrantable poder ha determinado el curso de
eventos trascendentales en la historia de las y los seres humanos, los que han sido el
corolario inevitable de una innovación tecnológica. Es así como se bosqueja que las
transformaciones resultantes de la creación de una maquina o avance tecnológico tienen
implicaciones mucho más profundas que sólo la ejecución de la tarea para la cual fueron
creadas, muchas veces irreversibles. Es así, solo como a modo de ejemplo, se nos muestra
la computara y sus elementos directamente relacionados, los cuales han creado una
completa red que se ha convertido en el aparataje que sustenta la economía y todo un
orden social. Sin embargo, los detractores o críticos de esta postura nos llaman a poner
atención en lo cuestionable que puede ser atribuir tal agencia a la tecnología, cuando ésta
es una entidad abstracta, sin estructura aparente, e incluso cuasi metafísica; es más, ningún
aparato creado por nuestra espacie ha autónomamente realizado alguna acción para la cual
no ha sido destinado. En este extremo “duro”, la agencia es delegada casi en su totalidad a
la tecnología, centrándose en sus consecuencias e ignorando su génesis; por tanto, los
avances tecnológicos nos mueven hacia un escenario donde la necesidad de estos es
inescapable.
Por otra parte, para entender el extremo “blando” del continuo, los autores resaltan
que la historia de la tecnología es la historia de los seres humanos. Lejos del
posicionamiento mono causal anterior, éste localiza al determinismo tecnológico dentro de
una matriz más variada, en conjunto con componentes sociales, económicos, políticos y
culturales. Está postura tiene como punto histórico inicial los siglos XVII y XVIII del
Occidente. Consecuentemente, lo anterior se basa en un gran número de evidencias
sustentadas en ciertas condiciones previas de occidente, ya sean materiales, geográficas,
demográficas y socio económicas; en resumen, la tesis anterior se puede construir con cada
atributo identificable de las sociedades occidentales, sin haberse puesto de acuerdo en una
razón aislada, más bien se basa en una combinación de estos factores. Por consiguiente, al
posicionarse desde este determinismo “blando” se le quita a la tecnología de su poder como
agente independiente de iniciador de cambio.
Los autores afirman que sólo tenemos que mirar hacia la década de los 90´s para
intuitivamente revivir la idea de la innovación tecnológica como la fuerza más importante
o principal movilizadora de la historia. Así se plantea que la crítica al determinismo “duro”
es totalmente válida, pero que ésta, o el determinismo “blando”, nos puede llevar a sólo
considerar la tecnología como un factor de segundo orden en el curso de la historia,
relocalizando el origen de su poder en algún factor socio económico o cultural específico.
Entonces, podríamos entender que el “determinismo tecnológico”, bajo la premisa
anterior, se refiere en definitiva a la tendencia humana de crear el tipo de sociedad que
integra en la tecnología el poder de mover la historia; siendo la afirmación anterior, uno de
los imaginarios más fuertemente sostenidos por el público en general. Para Marx y Smith la
discusión si la tecnología es una expresión de necesidad o de libertad es lo central.
Referencias
Marx, L. y Smith, M. (1994). “Introduction”. En Merritt Roe Smith y Leo Marx Does (Edit.) Technology
Drive History?: The Dilemma of Technological Determinism, pp.ix-xv . London: MIT Press