Professional Documents
Culture Documents
El bergantín consta de dos palos, nada más que eso, y es el barco más
veloz que he visto jamás, eso que no he visto pocos. Resulta ser, sin
duda, el más ágil. Siempre soñé con hacerme con una de esas
embarcaciones que aparecían en los libros de piratas (incluso cuando
nunca los hubiera visto, y no supiera siquiera el nombre que llevaban), e
irme al mar, vivir esas aventuras que narran las historias de ficción, y tal
vez, que la Real Corona Española me brindaría un título de corsario. Sabía
que era un sueño absurdo, pero estaba seguro de que lo lograría.
Demasiado seguro. Tenía quince años por ese entonces, cuando recién
empezaban los muchachos a desear a las mujeres, pero yo tenía la mente
en otra parte. Corría el año 1755 de Nuestro Señor, y yo era poco más
que un niño de las colonias hispanas en América. Vivíamos en las costas
de San Antonio, entre las playas rocosas y la arena oscura.
—Viene un barco.
—¿Qué?
—Allá, en el horizonte. ¿No lo ve, don Samuel?
—¿Qué le ocurre, don Samuel? ¿Por qué se queda ahí, como pasmado?
—Quiero ver a ese barco.
—Porquería de barco — replicó él, riendo. — No me gustan las velas
cuadradas.
—¿Cómo lo sabes? Digo, ¿cómo sabes que tiene las velas de ese modo?
—No son buena gente, don Samuel. Los bergantines pertenecen a los
piratas y ladrones. Mejor aléjate.
—Bienvenido.