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Notas sintomáticas de lectura.

Lacan conversador, el analista y el saber

Por: Ubeira Joel

1971 – 1972 Los muros sonríen en señal de bienvenida. Jacques Lacan, el


amourado por su amada, está de regreso. Los habitúes reemplazan a los fieles,
viraje sensible en la audiencia. El olfato del seminarista, aquí conversador, no
detecta entre los oyentes a quienes esperaba, los pasantes de psiquiatría a
quienes destina sus palabras hasta advertirles cual ha de ser su posición cada
vez que ocupan los pabellones de no contar con formaciones séricas
obturadoras del conducto auditivo. Nostálgico … o peor melancólico como se
ha dicho el orador da inicio a la escena remitiéndose a su política de la amistad
para con H. Ey o su causalidad de la locura (¿causalidad psíquica?). Ignorancia
docta mata apogeo del no saber, Lacan responde a Bataille. Ahora bien, le
habla también a Santa Anna del analista y su saber ¿de qué se trata? Un signo
valuado en verdad se hace indicio de un sujeto no admitiendo una lectura en
viceversa. Quizás sea esta cifra la que hospeda la incomodidad entre hombre y
mujer cuya relación para ingresar en los haberes exige ser escrita con la tinta
aportada por el cuerpo del que se goza. Hombre y mujer comparten estatuto
con el matema salvo lo que sigue. De los primeros el saber se divorcia sin
audiencia de conciliación, no hay es el común acuerdo a partir del cual se
puede expedir cualquier otra sentencia formal. El matema subsiste real aun
cuando se lo usufructúe simbólicamente, esto es, del lado izquierdo los todos
se soportan en uno segregado de la función fálica; del lado derecho el no todo
requiere abolir cualquier tentativa de universal al tiempo que Dios es una visita
más que temporaria pues no se ha marchado y los habitantes de la casa callan
en su presencia. Es notoria la incomodidad de cada cual con su cada cuala se
escucha decir a Lacan. Una mujer se viste con atuendo fálico para salir sola.
Tras sus pasos se elevan las erecciones propias de los miembros de la
manada a la que intenta arrebatarle al menos uno. La falla sexual juega su
carta robada entre los hablantes tornando pertinente la pregunta ¿la primera
hace hablantes a los seres o lo sexual falla a razón de ellos? En la mano del
francés está la baraja a repartir lógicamente, función y argumento se dan cita
mas todavía la pregunta no se cierra – huella mnémica del grafo, su piso
superior cuestionado en itálicas – aun cuando el encuentro único y pasible de
repetición suspenda las funciones del Otro.

Finalmente. Las entrevistas aparecen como la puerta de ingreso al análisis


donde el analista reprime lo que sabe. Que un análisis haya emplazado el
objeto en posición es un rumor acreditado de analista pero lo que mueve a un
analizante a ocupar ese sitio nombra el insomnio de Lacan. El sueño ofrece
tramitar un deseo según me pareció escuchar en Freud, Lacan no duerme
yerra del cinco de la calle Lille a la EFP siendo el seminario su atajo, pasa
entonces hasta declarar el fracaso por no haber testimonio respuesta,
profiriendo contadas veces “deseo del analista” ¿será una cuestión de dicho
popular o ese santo desconfía?

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