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VIOLENCIA EN EL FÚTBOL

Intentar comprender el origen y el presente de la violencia en el fútbol en nuestro país es difícil,


pero no imposible. Profesionales en distintas disciplinas cercanas al deporte, o funcionarios del
área, como Víctor Hugo Morales, Eduardo Galeano, Enrique Macaya Márquez. Roberto
Fontanarrosa, Mariano Bergés, o Ángel Sánchez, entre otros, nos dan su esclarecedora opinión.
Y arriesgan soluciones. Escucharlos nos revela el doble error de pensar que grupos de
inconformes sociales se “descargan” provocando desordenes, y que basta con aumentar y
optimizar el accionar policial para controlarlos y terminar con la violencia. Nos introducimos
entonces en un mundo mucho más complejo. Donde vemos como un entramado proceso, con
factores políticos en juego, y con la activa participación de la dirigencia de los clubes, dan
nacimiento a los barras bravas, no como un desprendimiento de los viejos y sufridos hinchas,
sino como la cara visible, el brazo ejecutor de una sociedad anónima dedicada, a cualquier
precio, en cualquier lugar, en cualquier momento, a manejar la cara sucia del fútbol. La historia
reciente ya nos enseñó que pretender combatir a la violencia con más violencia no es el
camino. Los organismos responsables no ignoran la situación. ¿Pero hay realmente voluntad
para terminar la violencia en el fútbol?
Ya es una constante la extrema violencia en los espectáculos deportivos. El fútbol es por
lejos el deporte más popular del mundo, el que más gente congrega y naturalmente el que
mayores y más graves incidentes produce debido a sus barras bravas, los que incluso llegan
a contar con muertes. Es cierto que hay una realidad que todos conocen pero que muy pocos
se animan hablar y es que es inimaginable la cantidad de intereses que se mueven detrás de
este deporte.
Lo realmente peligroso es que en los últimos años hemos observado que aficionados al fútbol
han aprendido de alguna manera a convivir con las situaciones de violencia, ello se presenta
incluso en las mismas autoridades. Por eso decimos que la violencia en el fútbol es un
problema social. El mayor grado de responsabilidad de esta problemática la tienen barras
bravas. Seguido de los dirigentes futbolísticos, autoridades públicas (policías), y la Asociación
de Fútbol Argentino (AFA), los jugadores, técnicos y árbitros, seguido de la prensa, y por último
la responsabilidad estatal y de la sociedad en general.
En Latinoamérica los barras bravas por lo general son jóvenes entre 14 y 26 años que
proceden de núcleos familiares violentos, que viven en la periferia de la ciudad en barrios
muy pobres, con serios problemas de educación y con valores alterados, muchos de ellos
consumen alcohol y drogas; ellos tienen rasgos muy marcados como exaltación a la fuerza
física, un equivocado sentido del honor asociado con la capacidad de pelear, estos grupos se
relacionan antes, durante y después de los eventos deportivos.
Los hinchas, no son lo mismo que los barra bravas. Es necesario definir estos dos conceptos
para poder utilizarlos correctamente y comprender mejor la problemática.
Los hinchas son aquellos que concurren a la cancha, jóvenes, adultos, ancianos, niños, que
tienen una relación afectiva con el club: amor por los colores, por la institución, por el equipo,
etc. Si bien estas personas están en contra de la violencia, muchas veces algunas de ellas
tienen comportamientos violentos, que se manifiestan a través de canciones, insultos, peleas o
algún otro tipo de agresión física, como por ejemplo, el arrojar objetos al campo de juego.
El barra brava se define por una relación económica y/o política con el club y agentes extras
(dirigentes, políticos, jugadores, técnicos, etc.). Es decir, el barra brava comienza siendo un
hincha que tiene amor por su equipo pero deja de serlo cuando en esa relación de afecto se
abre paso a un vínculo por el que puede obtener beneficios propios.
La violencia es aceptada y justificada por los barra bravas como el medio para conseguir sus
intereses y asegurar la continuidad del negocio y como obligación moral por la pasión que
genera el ser fanáticos de un equipo. Las causas de este comportamiento y en algunos casos,
se relaciona con factores socioeconómicos como el aumento en el índice de pobreza en nuestro
país, el contexto en general (familia, amigos) y la falta de educación. Sin embargo, la violencia
en el fútbol no sólo es producida por personas de bajos recursos, de hecho, la ausencia de
valores como la tolerancia y el respeto se observa en todas las clases sociales. Ejemplo de esto,
son las personas que asisten a las plateas, que en su mayoría son de clase media- alta, que no
sólo gritan barbaridades a los jugadores, árbitros y técnicos, sino que también arrojan botellas,
comida y hasta lanzan escupitajos; agravándose este hecho al manifestarse frente a menores.
Cada hinchada se percibe a sí misma como custodio de la identidad del club. Éste era
antiguamente un lugar compartido con los "jugadores símbolo" y los dirigentes comprometidos
con la institución. Sin embargo, la rápida venta de jugadores, desde los denominados equipos
chicos a los denominados equipos grandes o desde cualquier equipo hacia uno extranjero
causaron que la identificación con algún jugador sea poco probable debido a la poca
continuidad que tienen en el club. Pero, a diferencia del resto de los actores, las hinchadas sólo
pueden proponer la defensa de los símbolos, los colores y el estadio, en oposición a la hinchada
del equipo contrario.
Cada barra brava tiene sus medios de financiación particulares. Sin embargo, la generalidad
obtiene ingresos por el dinero que le dan dirigentes, políticos y jugadores, la venta de drogas y
la reventa de entradas. Estos delitos, según algunas denuncias, se realizan muchas veces con la
complicidad de las fuerzas de seguridad.
La seguridad que se da en las canchas es para el estadio. En general el fenómeno del fútbol
parece ser que le permite al espectador cierto desahogo, y hasta cierto rasgo de violencia que
tiene un límite. El fútbol es un espejo del mundo, y este mundo en el que vivimos en nuestro
tiempo es un mundo muy violento que transpira violencia por todos los poros.
La violencia en el fútbol es una especie de plaga, de las últimas décadas del siglo XX originada
en algunos aspectos naturales, espontáneos como la violencia en la sociedad, pero que
analizada y utilizada por grupos de poder, que necesitan de grupos de choque, violentos, para
afirmar una legitimidad que no tienen, en la dirigencia del fútbol, de los clubes de fútbol, en los
negocios turbios del fútbol y en la institución que agrupa a todas estas entidades que hacen a
nuestro fútbol, que es la asociación del fútbol argentino, la AFA. La violencia en el fútbol
argentino tiene una lógica mercenaria. Tiene que ver con la modificación de pautas culturales
que hacen a la problemática no solamente del fútbol sino a la sociedad argentina, que ha
incorporado la violencia como un elemento desde el Estado hacia los ciudadanos.
Violencia es también todo lo que no es armónico, todo lo que estéticamente no es bueno, todos
los servicios que no te ofrecen, ir a un baño en los estadios es violento, las demoras que se
producen, la falta de respeto con los horarios, el manejo y el manoseo que se hace del
espectador que está indefenso, también eso es violencia.
El que es presidente de un club, no llega a presidente de la nada. Mientras que hace toda la
campaña, en algún momento necesita de la barra, y después esos que lo ayudaron, se vuelven
una complicación y no los pueden sacar.
El fútbol permite mostrar una violencia social que a veces de otra manera permanece oculta. Y
a veces se confunde y se cree que el fútbol es el culpable justamente porque muestra.
El barra brava es un delincuente del fútbol, lo ofende, como el borracho ofende al vino.
El hincha del fútbol siempre ha sido muy sufrido y ha experimentado ese trato como algo
natural. Las causas de violencia en el fútbol tienen un problema básico que es los pactos de
silencio que hacen los barras bravas.
Éstos ya se han independizado, no necesitan de la dirigencia, como hace algunos años cuando
comenzaron a construir el poder que tienen hoy. Sin embargo logran mantener esta relación
por la debilidad o la falta de ética de dirigentes, jugadores, técnicos y políticos, que también
tienen sus propios intereses. El negocio aparece cuando barra bravas presionan y/ o amenazan
para conseguir dinero, colectivos para ir a los partidos de visitante, puestos de trabajo
importantes, entradas para la reventa, camisetas, pelotas, etc. Muchas veces este proceso se
da a la inversa: son algunos dirigentes futbolísticos y políticos, jugadores y técnicos quienes
encuentran en los barra bravas a los candidatos indicados para realizar trabajos sucios o para
hacer cantos a su favor o en contra de otros. Existe también el negocio con los policías, quienes
permiten el ingreso a la cancha a los barras bravas (algunos identificados) con drogas, armas,
alcohol, explosivos peligrosos, etc. a cambio de dinero o por las mismas amenazas.
Es decir, los policías conocen a las barras, los dirigentes son los que les dan las entradas y los
medios para que funcionen como tal. Pero cuando ocurre un incidente, la policía parece como si
no los conociera, los dirigentes no conocen a los barras y los barras no reconocen quién les da
dinero para que sigan funcionando.
Hay una gran victoria cultural de la barra que les ha hecho creer a los hinchas que ellos son los
más fieles, los más incondicionales y los mejores hinchas, pero el barra no pone un peso para ir
a ver a su equipo. Para estos jóvenes los estadios son escenarios de violencia ritual, van
predispuestos a ello y donde la brutalidad, lo ordinario y el descaro son expresiones que
forman parte de ese accionar. Viven el partido de espaldas al rectángulo del fútbol, no les
interesa el resultado del partido, ni comentan las jugadas, están siempre mirando a su gente, si
se está cumpliendo con lo que ellos dicen, si cumplen con la venta de drogas, si se pone una
bandera para tapar al tranza, es decir, el negocio está en la tribuna y viene de conexiones de
negocios abajo. Son grupos que no tienen ningún sustento ideológico, político, religioso, ni de
ningún tipo; o sea, se acaba el dinero, se acaba el grupo. Esa es una de las características que
distinguen al barra brava del hincha común, el barra brava es un militante profesional. No
quieren ni al club, ni a la camiseta, lo único que quieres es ganar plata y posiciones.
Las barras bravas viajan al mundial, en pago por los servicios prestados a partir de
financiamientos hechos por dirigentes del fútbol y dirigentes políticos.
La reventa de entradas es un tema muy interesante ¿De dónde puede sacar 500 o 1000
entradas un individuo? De un solo lugar, no hay otro. No pudo ir a comprarlas, no venden más
que dos por persona. No hay que ser un genio para descubrirlo, alguien de dentro del club le da
las entradas, un dirigente corrupto, o institucionalmente se dan para recaudar más, lo cual hace
mucho más grave la cosa.
El primer asesinato relacionado con el fútbol argentino se produjo en Montevideo, Uruguay, en
1924. El 14 de mayo de 1939, en el estadio de Lanús, la violencia se cobró sus primeras
víctimas fatales. En un partido por la cuarta división entre Boca y el local. Pero este fenómeno
sufrió una importante transformación a finales de la década de 1950. El periodista Amílcar
Romero establece el año 1958 como el comienzo de las barras bravas actuales, con el asesinato
de Alberto Mario Linker. Debido al asesinato de este hincha de River Plate, en octubre de 1958,
la sociedad toma conocimiento de la existencia de grupos organizados. La llamada
"industrialización del fútbol" fue el puntapié inicial para esa organización, ya que se necesitaba
controlar todos los aspectos que intervenían en el juego. Antes del surgimiento de estos
grupos, cuando un equipo jugaba de visitante era presionado por la hinchada rival. Esto motivó
la organización de las barras bravas como respuesta a esa presión. De esta forma, cada club
comenzó a tener su barra brava, las cuales eran financiadas por los dirigentes de la institución.
A estos grupos les eran entregadas entradas y se les pagaba los viajes a los estadios,
sumándose luego otras formas de financiación. El acceso a estos "beneficios" por parte del
barra brava dependía de la jerarquía que tenía dentro de la barra. Para obtener ese prestigio se
debía ser violento, por lo que comenzó a aumentar la cantidad de muertos: desde 1924 a 1957
sólo se habían producido 12 muertes relacionadas con el fútbol, de las 237 que se produjeron
hasta 2003.
A partir de la década de 1990, la violencia y la cantidad de víctimas creció aceleradamente. El 9
de agosto de 2007, fue asesinado Martín Gonzalo Acro, barra brava de River Plate, como parte
de un enfrentamiento entre dos sectores de Los borrachos del tablón.
La violencia es vista por algunos autores, como una forma de visibilidad por parte de los
individuos excluidos, siendo esta exclusión no sólo económica. Pero según otra visión esta
forma de visibilidad puede ser un medio, además, para obtener jerarquías en un ranking
imaginario: el ranking del aguante. Este ranking del aguante define supuestas jerarquías sobre
quien defiende mejor los símbolos de la institución más allá del dolor y la desilusión, más allá
de la victoria o la derrota. El aguante se ha convertido, en este marco, en una categoría ética.
Están todos muy comprometidos, cuando existe un contexto de este tipo, lo más probable es
que la gente tenga más resentimiento frente a aquellos que dirigen porque si no hay un
ejemplo, no hay decencia, (según la visión de ellos) si ven que los dirigentes toman un dinero
que no deben, que participan de transferencias no claras, de una venta a la televisión que es
una estafa, los fixture hechos a mano, cuando ellos asisten a todo esto encuentran un caldo de
cultivo ideal para ser irreverentes con el fútbol, descreídos, desencantados y violentos.
Los códigos del fútbol son muy mafiosos, todo se tapa, se esconde y nada se habla.
“La AFA y el Estado ausentes, las veces que le fuimos a reclamar a la AFA por la conexión de
los dirigentes con los barras bravas, ellos negaban saber todo.” Opina Nora, mamá de Christian
Rousoulis, un joven asesinado por la violencia en el fútbol.
Grondona maneja a la AFA de forma muy potente porque maneja a los dirigentes, es un gran
burócrata, es decir, los presidentes de los clubes tienen algún cargo en la AFA o en la FIFA, y
ningún club va a la justicia, todo se resuelve ahí.
FAVIFA (Familiares de Víctimas de la Violencia en el Fútbol Argentino) nació hace muchos años,
en 1998. Salvemos al Fútbol es una asociación sin fines de lucro. Son un grupo de personas
que entienden que para que haya un cambio radical, los pensamientos y acciones deben partir
de un colectivo, caso contrario no habrá cambos visibles. Es un punto de encuentro para todos
los socios y simpatizantes de clubes de Fútbol, sin distinción de colores, ni categorías, para
llevar a la justicia todo hecho de violencia y corrupción.
Las culpas de la AFA, tienen que ver con una gran inacción, con la proliferación del fútbol en
tantos horarios y días distintos, lo cual configura un hecho difícil muchas veces y con un
violento ataque a las normas que ellos mismos habían creado cuando la violencia toca el
máximo de nivel y ahí es cuando reaccionan frente a los poderes públicos, a la sociedad y
toman algunas medidas como la quita de puntos, las amonestaciones (que están previstas
como unas de los pocos factores de contención que hay para la violencia.)
Estamos en frente de una cultura estructurada en términos trágicos, sobre la base del
“aguante” que es lo que ordena todas las prácticas de la hinchada y el “aguante” consiste en
enfrentamientos, y en eso está incluida la policía que también va a la cancha para demostrar
que tiene más “aguante” que las hinchadas, no para ordenarlas, reprimirlas. Es decir, suprimida
la barra brava la violencia va a continuar, por lo tanto no es sólo que la AFA no reconoce sino
que nadie entiende demasiado de qué estamos hablando cuando hablamos de violencia.
El servicio del fútbol de la policía de Buenos Aires no es obligatorio, va el personal de franco y
que se anota, los módulos son de por lo menos 4 horas y estarían cobrando 40 pesos.
Para llevar a cabo el operativo de seguridad para un estadio, en la semana se junta el
responsable de seguridad del club, los responsables de seguridad de la comisaría y se evalúa de
acuerdo a lo que dice el Comité si el partido es de ALTO RIESGO, MEDIANO RIESGO o POCO
RIESGO, después de evaluarse, se determina la cantidad de personal que se necesita. Muchas
veces ocurre que asisten muchos menos efectivos de los que realmente se necesitan porque los
directivos no cumplen su deber de funcionario público, esto pasa en todos los partidos del país.
“Hay una gran complicidad de la policía con los barras pero puntualmente en determinados
lugares, no siempre y no todos los policías son corruptos o deshonestos pero la fuerza de
seguridad en la Argentina históricamente han dejado que desear siempre.” Afirma Alejandro
Fabbri.
Mientras tanto Carlos de los Santos, integrante del comité de la seguridad deportiva opina que
“La palabra “reprimir” en Argentina está muy mal vista pero hay un tema, que es que el Estado
tiene el monopolio de la fuerza y que para reintegrar el orden en cualquier parte del mundo la
policía debe reprimir, no se conoce ninguna parte del mundo en donde la policía vaya y los
convenza.”
Es un problema general del poder judicial y al menos en Argentina, salvo excepciones, los
fiscales y los jueces investigan mucho menos de lo que se podría investigar, que si bien es
cierto que a veces no hay medios, se trabaja hacinado, hay una deuda, es decir hay una gran
cantidad de magistrados, fiscales que tienen una relación de amistad con los barras.
Es verdad que todos tenemos una parte de la culpa, pero la gente, también de alguna manera,
por omisión, por comisión, o como fuere tenemos algo de responsabilidad de eso.
La asociación del fútbol en Argentina presidida hace 30 años por Grondona, no ha desarrollado
una política de gestión de tickets, este es un tema absolutamente fundamental como medida no
total, pero si complementaria y esencial para mejorar el problema. No puede ser que no se
sepa cuánta gente hay en un estadio de fútbol.
Hay dos situaciones que hay que destacar: una es un hecho cultural, e importante que es la
falta de límites, para la violencia, para la droga, para el alcohol, etc. La falta de límites es una
actitud violenta. El otro es la corrupción, la corrupción del Estado, lleva a la corrupción de la
fuerza policial, lleva a la corrupción de la justicia, lleva a la corrupción de los clubes y por lo
tanto la autoridad moral y también la autoridad física para desarmar barras bravas es cada vez
más baja ¿Desde qué autoridad moral muchos dirigentes se van a meter con los barras?
Hay que tratar de instrumentar una posición desde la AFA que esté predispuesta a radicar el
mal, por ejemplo, teniendo un departamento, algunos abogados para ofrecerse a los clubes
para hacer un asesoramiento en materia penal, para poder hacer seguimientos de las causas.
La actitud general del público también tiene que ver con la violencia, aunque muchas veces ni
se da cuenta de esto. Pero la constante bravuconada, el desprecio por el adversario, la
hostilidad manifiesta, a veces expresada por 50000 personas contra 400, es también una forma
de violencia.
Hay que eliminar a las barras bravas, aplicarles el derecho de admisión y no dejarlos ir más a la
cancha; cuando sacas al barra de ir a la cancha se saca su fuente de poder, estacionamientos
que manejan ellos, reventas de entradas, reventas de droga debajo de la bandera, ahí ya
tenemos más de la mitad del problema resuelto.
El Estado no tiene estadísticas creíbles, no mide, no parece entender del tema; si un hincha
muere a diez cuadras de la cancha no es violencia en el fútbol… etc. Es decir, si el Estado está
ausente, difícilmente esto se puede llevar a cabo bien, hace falta un Estado presente, que se
preocupe porque es básico.
Hay muchos dirigentes que se comprometen en el discurso pero no en profundizar de buscar
entre todos la manera de que se erradique esto y apuntar a los estamentos. Es decir si es un
flagelo que hay que eliminarlo hay que empezar a actuar en conjunto y comprometernos todos
y modificando normativa y práctica.
La violencia es posible gracias a la corrupción, y si corrupción es darle dinero a otros para
inducirlos a un comportamiento violento y favorecer el accionar de grupos que delinquen, hay
que entender el problema en esos términos, que violencia y corrupción son funcionales una con
la otra, no es solo violencia lo que hay que investigar, hay mucha corrupción y eso genera
violencia.
Hay que generar una gran conciencia de recuperación del patrimonio público en todos los
ámbitos y que los socios recuperen los clubes manteniéndolos con su esencia que son
entidades civiles sin fines de lucro.
Un barra revela todo con nombres y apellidos. Daniel Gitano Ocampo, un jefe de la barra brava
de Independiente, detalla por primera vez la complicidad de los violentos con dirigentes y
jugadores.
- “Sí, soy barra brava. Me siento un barra brava y estoy muy orgulloso de serlo. Soy barra brava
en todos los aspectos y así me sentiré toda la vida", dice ante Clarín. "Siempre laburé: ahora
soy tachero. No soy un delincuente, aunque sí violento. Viví en la calle, mi viejo me golpeaba y
por eso soy picante: si pinta un combate, combato. Pero estoy en contra de la falopa y me
duele ver morir hinchas. Estuve diez años en la barra. Me abrí de la jefatura cuando me cansé
de tanta violencia. Nunca tuve un arma, pero vi disparar incluso a gente de mi grupo. Yo
andaba siempre con una sevillana, pero sólo por las dudas: nunca la usé. Ahora sigo
perteneciendo, voy a la popular y a veces viajo con ellos: aún me siento barra brava.”
— ¿Apretaste a alguien alguna vez?
— Apreté una sola vez a un jugador: a Clausen. Fui a pelearlo porque había hecho un gesto feo
a la tribuna. Me rayé, pero después me hice amigo.
— ¿Y si un jugador no ponía plata?
— Mirá, ellos son peores que las minas: se sacan los ojos por el mejor auto o la mejor cadenita.
Como hay muchos celos, eran ellos mismos los que nos decían quiénes no habían aportado.
Nosotros tratábamos de persuadirlos: Villaverde se negó al principio, pero un día fui, le hablé y
sacó y me dio.
— Se sintió apretado.
— Seguro que se sintió apretado. El estaba solo y, atrás mío, había veinte monos.
— ¿Apretar a los jugadores está bien?
— Yo nunca fui de apretar mal. Cuando un dirigente no me quería atender, al otro día iba con
30 barra bravas y aflojaba. No amenazábamos, pero metíamos miedo.
Según el Gitano Ocampo, hay jugadores que "compran" el aliento de la tribuna: "Una vez se
lastimó Fossatti y Goyén atajó una barbaridad. En la semana me dio zapatillas y una campera y
me pidió que el domingo cantara Goyén, Goyén. Empecé yo, me siguieron los 30 que estaban
cerca y terminó toda la cancha.”
“Los dirigentes nos daban las entradas y, a veces, plata. Además de los pibes de la hinchada,
los que me hicieron sentir capo fueron ellos. Yo contrataba los micros y al club le pasaba el
doble. Así, me hice una casa. Son terribles mentirosos los dirigentes".
— ¿Usted se sentía apañado por ellos?
— ¿Cómo? Guardábamos las banderas en el club. Es más: un dirigente le consiguió a un par de
muchachos un trabajito como personal civil de la Fuerza Aérea.
— ¿Cómo era como jefe?
— Trataba de evitar los quilombos y de que nadie choreara. En toda barra hay diez tipos que
secundan al jefe. Después está toda la banda. Para ser jefe, hay que ir al frente y pelear. Tuve
muchas contravenciones, pero nunca caí en cana por afanar.
— ¿Un violento antiviolencia?
— Soy violento, pero estoy en contra de la violencia. Pero los dirigentes y los políticos son tan
hipócritas que jamás la van a parar. Yo quise armar la Casa del hincha y no me dieron bola".

En fin, hay que construir un compromiso de absoluto rechazo a cualquier tipo de violencia.
Antes, durante y después, fuera y dentro de cualquier espectáculo deportivo. De nosotros
dependerá en gran medida que no se siga manchando el deporte con sangre, no hay otra
solución que imponer mano dura: sancionando con todo el peso de la Ley a los que originen o
estén involucrados en estos actos de violencia. Al ser un problema de grandes dimensiones y
debido a que en los últimos años no han existido respuestas exitosas frente a este fenómeno,
se debería otorgar a una institución la responsabilidad de planificar y desarrollar políticas, y
acciones que promuevan, fiscalicen, coordinen y controlen la seguridad integral de cualquier
espectáculo deportivo. También se debería elaborar un "REGLAMENTO ÚNICO GENERAL" de
Seguridad para espectáculos deportivos adaptado a la legislación de cada país. Las respectivas
federaciones, las autoridades deportivas, las autoridades políticas así como la seguridad pública
no deberán caer en respuestas improductivas y coyunturales por la presión de la prensa o de
los mismos aficionados ante un hecho de violencia que se presenten en los diversos escenarios
deportivos. Se deberá agotar hasta el último esfuerzo para mantener la seguridad ciudadana y
el orden público en todo espectáculo deportivo.

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