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Rothbard
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Sería difícil exagerar la influencia del profesor Murray Rothbard en el movimiento en pro
de la libertad y de los mercados libres. Es el gigante viviente de la economía austriaca y ha
liderado el ahora formidable movimiento desde la muerte de su gran maestro, Ludwig von
Mises, en 1971. Todos estamos en deuda con él por el vínculo viviente que nos ha provisto
con Mises, sobre cuyo trabajo ha construido y lo ha expandido.
Pero hay muchos que son menos conscientes de la influencia política de Rothbard. Algunos
dirían que, mientras que es sin lugar a dudas un excelente economista, sus esfuerzos
políticos han sido menos que exitosos.
La mayoría comprende que lo que un político diga durante su campaña es rara vez
compatible con su desempeño. Aun así, este general — y sano — cinismo no se traduce en
un entendimiento público claro de las mentiras del político promedio.
Es increíble cómo puede un político mantener una imagen mientras que los hechos
claramente apuntan en la dirección contraria. Muchos ven todavía al presidente Reagan
como un reductor del presupuesto al mismo tiempo que él propuso uno de los mayores
déficits presupuestarios de nuestra historia.
Mientras que sea tal vez entendible que el público se mantenga ingenuo sobre las realidades
de la política, dada la conspiración de los medios del Establishment en esconder la verdad,
la tendencia del académico en pasar por alto los hechos y en dar una imagen falsa de los
hechos es absolutamente imperdonable. Los académicos tienden a aferrarse a viejas
interpretaciones o, peor aún, a viejos ideales estatistas que empañan su visión de la
realidad. Y cuando se reta a la ortodoxia histórica prevaleciente, aquellos que tienen un
interés en mantener mitos intentan silenciar a sus oponentes. Solo un ejemplo de sus
trabajos es el análisis revisionista de Murray Rothbard sobre los años previos a la
Depresión de Herbert Hoover. Cuando Rothbard preparó la presentación de la historia de
Hoover, considerar contra lo que se enfrentaba. Los republicanos, que en su mayoría se
oponían al New Deal de Roosevelt, echaban la culpa del enorme crecimiento del gobierno
que ocurrió durante esos años a los demócratas. Por el contrario, los demócratas, quienes se
sentían orgullosos del New Deal, se vanagloriaban de él. Por lo tanto, a los republicanos se
les enseña que “el único problema de Hoover era que no tenía un congreso republicano”, y
a los demócratas se les enseña que el gobierno debería resolver cualquier crisis que “el
darwinismo social de los mercados libre inevitablemente causan”, tal como hizo Roosevelt.
Y los intelectuales son tan evidentemente testarudos para aceptar nuevas interpretaciones
históricas, especialmente si la versión revisionista favorece los mercados libres por encima
de la planificación gubernamental.
Idols for Destruction, un trabajo académico de Herbert Schlossberg que ahora ha dado
mucho de qué hablar en círculos conservadores y evangélicos, da eco de manera entusiasta
la revisión histórica que Rothbard hace de Hoover. “Hebert Hoover, a quien
sorprendentemente se hace referencia, incluso por historiadores, como partidario del
laissez-faire, dio su apoyo enérgicamente… a un estado central poderoso, que coordinara
los esfuerzos de los negocios”.
El New Deal no tenía nada de nuevo, después de todo. Se gestó en la década anterior al
ascenso de Roosevelt al poder. El análisis de Rothbard, directa e indirectamente, ha llevado
a muchos ser más objetivos al analizar políticas partidistas, ahora y en el pasado.
¿Cómo minimizar el rol del estado? Para traer cambio radical y permanente a cualquier
sociedad, nuestro foco principal debe ser la conversión de las mentes a través de la
educación. Esta es la tarea a la que Rothbard ha dedicado su vida. Por eso es que ha sido en
tantas ocasiones un participante tan entusiasta en funciones educativas que he tenido para
pasantes, personal y miembros del congreso. Después de hablar en un seminario que tuve,
le expresé mi deleite por la amplia participación, diciéndole que “mostraba el grado en que
nuestras ideas han permeado la política y la opinión pública, mucho más de lo que esperaba
o creía”.
Pero, porque Rothbard ves la educación como el vehículo primario del cambio, eso no
quiere decir, por supuesto, que se oponga a involucrarse directamente en la acción política
para lograr una sociedad libertaria. Como dijo, “como el estado no se quitará
generosamente poder, son necesarios otros medios además de la educación, medios de
presión deberán usarse”.
Es por eso que le pedí que me ayudara cuando fui nominado para la U.S. Gold
Commission, y Rothbard produjo material brillante sobre la historia monetaria de EE. UU.
en el siglo XIX, especialmente relacionada con el oro y los peligros de la banca central. Son
asuntos en los que Rothbard ha rechazado ceder, a pesar de la enorme presión desde dentro
y desde fuera del movimiento. A la fecha, permanece como el teorista monetario y como el
consistente crítico de la inflación y del dinero fiduciario más persuasivo. Cuando se
restablezca el oro en un lugar central de nuestro sistema monetario, le deberemos una deuda
gigantesca al trabajo de Rothbard.