You are on page 1of 7

Situación política.

Palestina estaba dominada por Roma. La cultura dominante del país era la judía, aunque también
se hablaba el griego. Por tanto, era un país cruzado por varias culturas: hebrea, griega y romana.
Roma respetaba bastante las particulares e instituciones de los pueblos que dominaban. Había un
representante romano para gobernar, con una pequeña guardia. La vida de Jesús se desarrolla en
el tiempo de los emperadores Augusto y Tiberio. Herodes el Grande es el rey de toda Palestina
cuando Jesús nace. Herodes muere en seguida, dejando a sus hijos su territorio: Herodes Antipas
hereda Galilea, y Arquelao Judea. En tiempos de Jesús había también judíos rebeldes, que
lucharon por la independencia de Palestina, incluso con las armas. Entre ellos estaban Judas
Galileo y los zelotas.

Esta época comienza a mediados del siglo anterior, en realidad en el año 63 a.C. cuando el general
Pompeyo interviene para mediar entre Hircano II y su hermano Aristóbulo II, dos hijos del
asmoneo Alejandro Janeo, que mantenían una lucha enconada por la titularidad del cargo de Rey y
el de Sumo Sacerdote. Aristóbulo codiciaba ambos, y los tuvo durante unos años, después de
usurpárselos a su hermano. Pero Hircano, aconsejado por el idumeo Antípatro, buscó la ayuda de
los Nabateos para recuperarlos, dando lugar a una guerra civil en Palestina. Fue la intervención de
Pompeyo quien puso fin a la contienda, confirmando a Hircano como Sumo Sacerdote y llevándose
a Aristóbulo prisionero a Roma. Hircano se quedó con una jurisdicción muy reducida sobre Judea,
Perea y Galilea, ya que el territorio pasó a ser parte de la provincia romana de Siria, bajo la
jurisdicción de su legado. Empezaba así el ocaso de la dinastía Asmonea, que había comenzado
liderando la revuelta contra los Seléucidas en las figuras de Matatías y sus tres hijos, Judas, Jonatán
y Simón. Estos fueron conocidos por el alias de los Macabeos («martillos»), mientras el nombre de
la familia, los Asmoneos, fue usado para sus descendientes a partir de Juan Hircano I.

La intervención de Pompeyo en Palestina tuvo unas consecuencias de gran alcance. Sustrajo del
control judío la zona costera, Samaria, y los extensos territorios de Transjordania; devolvió el
estatuto de ciudades libres helenistas a todas aquellas que habían sido conquistadas, judaizadas a
la fuerza, o destruidas por los Asmoneos, y las reconstruyó con estructuras políticas,
administrativas, y culturales propias de las ciudades helenistas. Se creó la Decápolis, una especie
de federación de ciudades helenistas cuyo número varió a lo largo del tiempo (Jerasa, Escitópolis,
Hippos, Gadara, Damasco, Filadelfia...). El resto del territorio (Galilea, Perea, Idumea, Judea) quedó
sometido a tributo, convertido en parte de la provincia romana de Siria. La jurisdicción de Hircano
quedó reducida a Judea, aunque tiempo después fue nombrado por César "etnarca de Judea" (47
a.C.) en agradecimiento a la ayuda militar que le había prestado en su guerra contra Egipto.

1.1. Herodes el Grande

Junto al Sumo Sacerdote Hircano Il, siguió medrando, como su consejero, el idumeo Antípatro que
consiguió grandes favores de los romanos y comenzó a consolidar la que sería la dinastía
herodiana, llamada a suceder a la Asmonea. Obtuvo la ciudadanía romana, la exención de
impuestos, su nombramiento como procurador de Judea, y cargos administrativos elevados para
sus hijos. Y así fue como su hijo Herodes, nombrado gobernador de Galilea, comenzó una carrera
que culminaría con el nombramiento de rey en el 40 a.C, aprovechando las disensiones y la lucha
por el poder en Roma. Como gobernador de Galilea se distinguió por la brutalidad de sus
actuaciones, evidenciada tanto en la persecución de un grupo de bandidos dirigidos por un tal
Ezequías que actuaban en la frontera con Siria, como en la recaudación de impuestos extras entre
los campesinos para ayudar al emperador de turno en sus campañas militares.

Hubo algunos intentos de hacerse con el poder por parte de Aristóbulo II y de sus descendientes,
quienes contaron con la ayuda de César -contrincante de Pompeyo en aquel momento- y de los
Partos -además de la de algunos partidarios que aún quedaban en el país, sobre todo en Galilea-.
De hecho, Antígono -hijo de Aristóbulo- consiguió, con la ayuda de los Partos, presentarse en
Jerusalén como el último rey asmoneo y reinar durante tres años (40-37 a.C.), en los cuales llegó a
acuñar moneda y a liderar el partido nacionalista que se oponía a Antípatro y sus hijos. Hircano fue
mutilado para que no pudiera volver a ejercer el cargo de Sumo Sacerdote, y fue llevado a
Babilonia prisionero; y Fasael, el hermano de Herodes que había sido nombrado tetrarca de Judea,
fue asesinado. Pero su reinado no duró mucho, entre otras cosas porque no le interesaba a Roma.

Herodes, que había sido nombrado por Roma tetrarca de Galilea y Samaria en el 41 a.C, logró huir
a través del desierto y llegar a Roma donde consiguió el nombramiento de rey «amigo del Senado
romano» y un ejército que le ayudó a ocupar el trono (37 a.C.). Su reinado se extendió desde el 37
a.C. al 4 a.C., y se caracterizó por:

- La consolidación de su poder mediante la eliminación de todos los descendientes de la dinastía


asmonea y sus partidarios (incluidos el anciano Hircano II que había vuelto de Babilonia, su mujer
Mariamme, nieta de Hircano II, su cuñado, y su suegra). Al final de su reinado, presa de una manía
persecutoria, volvió a la práctica de eliminar a todo aquel de quien sospechaba un complot para
derrocarle (incluidos varios de sus hijos)

Creó una clase alta compuesta por gente nueva, familias de Idumea y de Galilea que le habían
ayudado, por partidarios de los Asmoneos que se habían pasado a su bando o que eran enemigos
de Antígono. Fue una clase alta sin prestigio ante el pueblo. Además creó un cuerpo administrativo
de subalternos, muchos de ellos no judíos. Introdujo partidarios suyos en el Sanedrín y entre los
magistrados locales, los cuales probablemente fueron los encargados de la recogida de los
impuestos.

- La fiebre constructora de grandes obras. Y así reforzó antiguas fortalezas asmoneas


(Alejandreium, Antonia, Masada...) y construyó otras nuevas (Maqueronte, Herodium, Hircania...),
palacios, acueductos, ciudades (Tiberiades, Cesarea Marítima, Cesarea de Filipo, Séforis,
Samaría...). Su gusto por la cultura helenista se plasmó en su forma de vida, en la composición de
su clase dirigente, y en las ciudades y templos dedicados al emperador de turno, así como en las
donaciones (templos, edificios civiles...) repartidas por muchas ciudades como Esparta, Roma,
Atenas... Mantuvo relaciones estrechas con gente de Samaría. Allí se casó con Mariamme, allí se
retiraba a descansar, se casó con una samaritana, construyó Sebaste. En su reinado se reforzaron
los elementos helenistas en la sociedad y en las instituciones de gobierno, pero no hubo fusión
entre los elementos helenistas y judíos, ni el rey lo pretendió. Al contrario, respetó las
características judías, e incluso impuso que el marido de su hermana Salomé se hiciera judío antes
de permitir el matrimonio. Aunque fue un helenista convencido y practicante, mantenía las formas
ante los judíos respetando sus costumbres (no puso imágenes en sus monedas, ni en estatuas en
los edificios más importantes de Jerusalén), respetó las opiniones de los fariseos (quizá porque
éstos tenían ascendencia entre el pueblo), e incluso reconstruyó y engrandeció el Templo de
Jerusalén.

- El disgusto y descontento del pueblo ante su persona, su forma de gobernar, y la clase alta que le
rodeaba. Es cierto que, alguna vez, bajó los impuesto en tiempo de hambre (A. J. XV, 365; XVI, 64) y
que, en el 25 a.C., cuando el país sufrió una gran hambruna, usó el oro y la plata de su palacio para
comprar grano a Egipto y repartirlo entre la población (A.J. XV, 305-316; XVI, 62,132). Además con
sus relaciones y regalos a las ciudades helenistas favoreció la situación y los derechos de los judíos
de la Diáspora. Fomentó los lazos con los judíos de Babilonia, y favoreció a muchas familias
procedentes de Egipto y Babilonia en Jerusalén, aprovechando que no tenían antiguas fidelidades
hacia los Asmoneos. Pero, a pesar de estos gestos, el pueblo no confiaba en él y consideraba
ilegítimo su reinado pues era Idumeo, es decir medio-judío (los Idumeos habían sido obligados a
judaizar por los Asmoneos). Su forma helenista de administración, la creación de ciudades de
carácter helenizado no gustaba a la mayoría que veía la forma de vida judía amenazada. Los
castigos brutales y las ejecuciones que llevaba a cabo en sus fortalezas a todos aquellos que
transgredían las normativas reales eran una motivo más para el odio. Además el pueblo sufría un
sistema de impuestos excesivamente gravoso, y sentía como un insulto los nombramientos de
sumos Sacerdotes que hacía Herodes, quien, pasando por alto la línea sadoquita, puso en el cargo
a individuos de otras familias sacerdotales procedentes de la diáspora babilónica.

Si en su reinado, a pesar de ser odiado por el pueblo, no hubo revueltas se debió a su forma
despótica de gobernar. Contaba con una guardia personal demercenarios especialmente leales a su
persona, así como de una serie de fortalezas repartidas por el país, y de un servicio secreto de
informadores, y no dudaba en reprimir brutalmente y de forma ejemplificante cualquier intento de
protesta, como lo había demostrado ya siendo gobernador de Galilea con los supervivientes de la
familia Asmonea, o incluso después con su propia familia. Hechos éstos que el pueblo tenía muy
presentes. Al final de su reinado castigó de forma brutal a dos escribas, Judas y Matías, que
animaron a unos de sus alumnos a quitar la imagen de un águila que había puesto en la puerta del
Templo.

Murió en su palacio de Jericó, en el 4 a.C., después de una dolorosa enfermedad. Tras haber
modificado su testamento varias veces, en el definitivo repartía su reino entre tres de sus hijos. A
Arquelao le dejaba Judea, Samaría e Idumea, además del título de rey. A Antipas, que después
sería nombrado Herodes Antipas, cogiendo el nombre de la dinastía, le dejó Galilea y Perea; y a
Filipo, la parte nordeste del país, habitada en su mayoría por paganos, Gaulanítide, Batanea,
Traconítide. Ambos llevarían el título de tetrarcas, aunque todo ello había de ser confirmado por el
Emperador.
1.2. Los sucesores de Herodes el Grande (4 a.C.-41 d.C.)

A la muerte de Herodes, el pueblo se presentó ante Arquelao para pedirle que rebajara los
impuestos que habían sufrido con su padre (G.J. 11,4), y amenazó con una huelga agrícola. Estas
manifestaciones populares se unieron con la expresión de dolor y protesta de algunos judíos por la
ejecución de los dos escribas en los últimos días de Herodes. Todo ello, y la proximidad de la
Pascua (4 a.C.), incrementó la tensión y Arquelao, asustado, mandó las tropas contra la gente y lo
que había empezado como una protesta pacífica terminó en una gran matanza.

Ese mismo año, cuando los tres herederos viajaron a Roma para ser confirmados en los cargos,
también lo hizo una delegación judía para pedir a Augusto que les librara de la dinastía Herodiana y
que el país pasara a estar bajo la jurisdicción directa de Roma. Estando allí estalló una revuelta en
Judea que forzó la intervención del legado romano en Siria, Quintilio Varo. Aunque parecía que
había sido suprimida, al poco tiempo la revuelta se extendió por todo el país; incluso algunos
soldados de Herodes se unieron a los rebeldes. El levantamiento tuvo varios líderes: en Galilea,
Judas, el hijo Ezequías al que Herodes había aplastado hacia el 48 a.C., y en Perea Simón, un
esclavo de Herodes; en Judea, el líder insurgente fue un pastor llamado Astronges que atacaba a
los romanos cerca de Emaús.

El legado de Siria, Quintilio Varo volvió a intervenir con sus tropas, concentrándolas en Ptolemaida
(actual Akko), y a partir de ahí fue recorriendo el país aplastando a sangre y fuego cualquier
resistencia. Algunas ciudades fueron especialmente castigadas como sucedió a Séforis (Galilea),
que fue quemada y sus habitantes vendidos como esclavos en el 4 a.C. Con la ciudad, sin duda,
sufrieron las aldeas de los alrededores. También quemó Emaús, y llegó a Jerusalén donde tomó
medidas brutales para sofocar la rebelión. La intervención de Varo constituyó una de las
catástrofes más graves del período. La población sufrió tanto que quedó registrada en la memoria
de la gente como «la guerra de Varo» (M. Stern 1974: 28).

Augusto decidió ratificar el reparto del territorio que había hecho Herodes, pero, en cuanto a los
títulos, a Arquelao sólo le concedió el título de etnarca, condicionando la realeza a los resultados
de su gobierno inmediato. Liberó, además, las ciudades helenísticas de Hippos, Gadara y Gaza del
control herodiano, tal y como se lo había pedido una delegación de las mismas.

El gobierno de Arquelao en Judea (4 a.C.- 6 d.C.) había comenzado mal, y cuando volvió de Roma
se encontró con la animadversión del pueblo y los últimos vestigios de las revueltas que tuvo que
solucionar, en concreto la actividad de Atronges y sus hermanos en Judea. Siguió la política de su
padre en cuanto a la relación con el emperador, el nombramiento a voluntad de los sumos
sacerdotes, y la actividad constructora. Judíos y Samaritanos elevaron una queja común al
emperador por su forma de gobernar, y fue exilado en la Galia. Su territorio pasó a ser parte de la
provincia romana de Siria y a depender directamente de Roma por medio del legado romano y de
un procurador / prefecto que vivía en Cesarea. Debido al desprestigio de la clase alta herodiana,
los romanos no pudieron contar con ella, después de la destitución, y así el Sanedrín y el Sumo
Sacerdote adquirieron cierta responsabilidad y autoridad (aunque el sumo sacerdocio había caído
en un gran descrédito debido a su forma de nombramiento).

Antipas, por su parte, recogió el nombre de la dinastía, siendo conocido como Herodes Antipas.
Ejerció el gobierno sobre Galilea y Perea durante 43 años (4 a.C.- 39 d.C.), de forma relativamente
exitosa y pacífica, aunque, como se verá, esto no signifique que Galilea estuviera libre de
tensiones, problemas graves y movimientos internos, sino que no hubo acontecimientos o
movimientos antiromanos que requirieran la intervención de las tropas romanas, y la región gozó
de relativa paz hasta el 44 d.C. en que pasó a depender directamente de los procuradores
romanos. Sin embargo su política produjo un agravamiento progresivo y general de la situación.

Igual que su padre, Herodes Antipas fomentó las relaciones y las influencias internacionales,
llegando a ser conocido en ese ámbito (medió, con éxito, entre los Partos y los Romanos), en gran
parte gracias a las donaciones que hizo a varias ciudades greco-romanas; fue un gran constructor y
un amante de la cultura helenista, llegando a introducir la organización de las ciudades griegas
entre la población judía; en concreto, en la nueva ciudad de Tiberias construida a orillas del lago de
Galilea (17-22 d.C.). También reconstruyó Séforis a la que hizo capital de Galilea y sede de su corte,
hasta que, construida Tiberias, fue traspasada allí. Su política constructora supuso, igual que
sucediera con su padre, un alivio momentáneo al problema de falta de tierra cultivable y por lo
tanto a la falta de trabajo y sustento. Pero el desarrollo de ciertos valores, formas de vida y
economía urbanas que fueron unidas e incentivadas en su proceso de urbanización constituyeron
un progresivo empobrecimiento de los campesinos, y un alejamiento entre la élite ciudadana y el
campesinado rural y sus formas de vida y economía tradicionales.

También fue hábil, aunque menos que su padre, en ponerse del lado del emperador de turno y de
los poderosos en general, de ahí el apelativo de «zorro» y la interpretación que de la imagen de la
caña en sus monedas se hace en el Evangelio (Theissen 1997:41). Sin embargo, en el campo militar
no tuvo la misma suerte ya que perdió la guerra contra los Nabateos que estalló debido a la ofensa
que supuso que Herodes despidiera a la hija de Aretas IV, con quien estaba casado, para tomar
como esposa a Herodías, su cuñada. En este contexto se puede ver que la denuncia de Juan
Bautista, causa de su muerte (Mc 6,14-29), era algo más que la consideración moral desarrollada
en los Evangelios, y que debía tener mucho de denuncia de sus implicaciones socio-políticas.

Herodes Antipas no tenía jurisdicción en Jerusalén, pero sí cierta influencia, y por eso visitaba la
ciudad en las fiestas religiosas principales, lo que le permitía contactar con el procurador romano
que también debía acudir. Parece que con Poncio Pilato, que fue procurador del 26 d.C.-36 d.C., las
relaciones no fueron especialmente cordiales. Ambos, tanto Pilato como Herodes no eran las
figuras un tanto apocadas e indecisas que retrata el Evangelio, sino personajes ambiciosos, y en el
caso de Pilato un ser cruel, prepotente, y sin escrúpulos.

Cuando murió Tiberio (37 d.C.) Herodes no pudo ganarse el favor del nuevo emperador Calígula
que prefirió a su sobrino Agripa 1 (hermano de su actual esposa Herodías), al que dio los territorios
de Filipo, muerto en el 34 d.C. sin descendencia, que habían pasado a depender directamente de
Roma a través del legado de Siria. Apoyado por su mujer, Herodes trató de conseguir el título de
rey, pero Agripa 1 conspiró con éxito contra él, acusándole ante el emperador de preparar, junto
con los Partos, una guerra contra Roma. Fue exilado en la Galia. En defensa de su mujer Herodías
hay que decir que, aunque se le ofreció la oportunidad de separarse de él y gozar de los beneficios
de tener un hermano rey (Agripa 1), optó por acompañarle al exilio. Los dos eran ambiciosos, los
dos jugaron su baza, y los dos se fueron al exilio cuando perdieron.

Filipo, el tercero de los hijos de Herodes el grande, gobernó un territorio con una población, en su
mayoría no judía, de ahí que en sus monedas -al contrario que sus hermanos- apareciese su cara.
Fue también un gran constructor. Agrandó la ciudad de Panias y la llamó Cesarea (conocida como
«de Filipo» para diferenciarla de la otra situada a orillas del Mediterráneo); también convirtió en
una gran ciudad a Betsaida, a orillas del Lago de Galilea, a la que llamó Julias y donde fue
enterrado (G.J. II, 168). Su comportamiento fue moderado y su forma de administrar justicia
peculiar, pues iba de lugar en lugar estableciendo su corte de justicia para atender los casos (A.J.
XVI11,107).

1.3. El reinado de Agripa 1

Agripa 1 fue nieto de Herodes el Grande y la asmonea Berenice. Se educó en Roma y tuvo
amistades entre la clase alta romana, incluso con los futuros emperadores (Calígula y Claudio).
Recibió los territorios de Filipo, y en el 40 d.C. los de Herodes Antipas que había sido mandado al
exilio. En el 41 d.C., Claudio, para agradecer la participación a favor de su nombramiento como
emperador, añadió a su reino los territorios de Judea, Samaria e Idumea. Con ello, Agripa 1
consiguió un territorio tan grande como el de su abuelo Herodes «el grande». Fue un rey que, en
sus últimos años, que coincidieron con los de su reinado, se dedicó a defender los intereses del
pueblo judío. Fue apreciado por el pueblo, quizá también debido a que era descendiente de los
Asmoneos. Agripa trató de estar en conexión con el pueblo y de satisfacer las peticiones de los
fariseos, sin olvidar la cooperación amistosa con la oligarquía sumo-sacerdotal. Como sus
antecesores nombró a los sumos sacerdotes según su voluntad aunque procuró estar a bien con las
dos familias más importantes, ambas saduceas (Boeto y Anano).

Mantuvo lazos con los judíos de clase alta de la Diáspora. En su reinado se le presentó el problema
cristiano, y en él parece que actuó con más dureza de lo que los fariseos proponían (Hch 12,1-19).
Mató a Santiago el hijo del Zebedeo y metió en prisión a Pedro (Hch 12,20). Murió en Cesarea
marítima mientras estaba celebrando un gran festival en honor del emperador en el 44 d.C.

1.4. Los procuradores romanos

A su muerte, su reino pasó de nuevo a depender directamente de Roma, bajo la jurisdicción del
legado de Siria y el gobierno de procuradores que fueron cada vez más brutales, ineptos e
incapaces, lo que contribuyó a la degradación de la situación política y social que llevó a la guerra
del año 70. Estos procuradores fueron: Fado (44-46 d.C.); Tiberio Alejandro (46-48 d.C.); V. Cumano
(48-52 d.C.); Félix (52-60 d.C.); Porcio Festo (60-62 d.C.) Albino (62-64 d.C.); Gesio Floro (64-66 d.C.)
Con este último estalló la revuelta y se desencadenó la 1 Guerra judía que tuvo mucho de guerra
civil, es decir, de revuelta de los campesinos contra la élite judía tanto laica como sacerdotal. De
hecho, una de las primeras acciones de las bandas coaligadas que entraron en Jerusalén fue
quemar los archivos donde se encontraban los recibos de las deudas, y tomar represalias
sangrientas contra la nobleza y la clase dirigente. No fue hasta el final de la contienda, cuando ya
era tarde, que los diferentes grupos se unieron para defenderse de los romanos.

En sus primeros momentos los grupos llegados a Jerusalén se dedicaron a matar y asaltar la parte
alta de la ciudad, donde estaban las casas de la élite.

El último representante de la dinastía herodiana fue Agripa II que reinó sobre algunas ciudades
como Tiberias, Tariquea y Gadara, pero no tuvo ninguna influencia y muy poco poder. Ayudó a las
fuerzas romanas cuando intervinieron para apagar el levantamiento que llevaría a la primera
Guerra Judía contra los romanos en el 70 d.C., su reinado persistió aún después de la contienda, al
menos hasta el 92 d.C.. Parece que cuando murió Domiciano, su reino fue anexionado y pasó como
el resto del territorio a depender directamente de Roma.

You might also like