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CERVANTES Y LA FICCIÓN COMO VERDAD ESTÉTICA

O
MARÍA EDUARDA MIRANDE
UNIVERSIDAD NACIONAL DE JUJUY

Es un lugar c o m ú n p a r a nosotros, lectores m o d e r n o s o p o s m o d e r n o s , adjudicar a la lec­


tura de textos literarios y sus afines, una serie de virtudes o valores; entre ellos, ser fuente de
c o n o c i m i e n t o de m u n d o s posibles y de experiencias indirectas de la realidad, instrumentos
educadores de la sensibilidad y del espíritu crítico, p r o m o t o r e s del placer estético y, por
supuesto, m e d i o s eficaces para el aprendizaje de la lengua escrita y hablada, y el d o m i n i o del
sistema de la lengua - s e s a b e - es una herramienta p o d e r o s í s i m a a la hora de influir en la con­
ciencia y en la voluntad de las personas.
Resulta curioso que estos valores atribuidos u n á n i m e m e n t e al texto literario bajo cual­
quiera de sus formas (novelas, cuentos, poesías, e n s a y o s , dramas...) tienen una relativa
m o d e r n i d a d de alrededor de cuatro siglos. En efecto, la práctica de la lectura silenciosa (que,
aclaro, n o era infrecuente en la antigüedad) en un espacio de intimidad y r e c o g i m i e n t o d o n d e
se p r o d u c e el e n c u e n t r o de un lector y un texto, fue la gran n o v e d a d que introdujo la impren­
ta al c o n t e x t o cultural e u r o p e o , novedad vinculada a otras cuestiones i g u a l m e n t e " r e v o l u c i o ­
narias"; a tal p u n t o que:

...un hombre - o una mujer- al sentarse a leer, por ejemplo, el Amadis de Gaula en
feeha tan reciente como 1508, estaba haciendo una serie de cosas que a su abuelo ni se
le hubiesen ocurrido. Leer el Amadis significaba leer un libro impreso, ya fuese en voz
alta para otros, ya para uno mismo en privado. Poseer un libro impreso implicaba que,
por lo menos parte del tiempo, su propietario lo leería para sí mismo, y de ser este un
lector solitario, aprendería casi con toda certeza a leer en silencio antes que en voz alta.
Leer un libro de caballerías representaba leer una obra de ficción escrita en prosa,' no
en verso, y en lengua vernácula, no en latín. Todo esto son cosas que damos por senta­
das al leer novelas, pero todas y cada una de ellas eran novedosas hasta cierto punto en
la España de principios del siglo XVI" (Ife, 1992:11).

La expansión de la imprenta y la difusión del libro i m p r e s o g e n e r ó p a u l a t i n a m e n t e un


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público de lectores por gusto, no e s p e c i a l i z a d o s , que se a m p l i ó c o n s i d e r a b l e m e n t e con la
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inclusión de las mujeres entre sus filas. El resultado fue que un conjunto considerable de
lectores se vio expuesto a los efectos de la ficción de una forma veloz y precipitada, sin
haber, en m u c h o s casos, incorporado los m e c a n i s m o s propios que p o n e en m a r c h a el lector
actual de una novela c u a n d o hecha a rodar el andamiaje de la lectura. C o n esto quiero decir

' Hasta el siglo XVI, aproximadamente, la prosa fue considerada como el instrumento privilegiado del texto histó­
rico, el cual solía ser escrito en latín; mientras que el verso fue el vehículo de la ficción, cuyo dominio era el ámbi­
to de la poesía. (Cf. Ife, 1992:15).
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Los lectores especializados eran aquellos que necesitaban leer para ganarse la vida: estudiosos, doctores, aboga­
dos, teólogos, mercaderes, profesores, funcionarios, estudiantes. (Cfr. Ife, 1992: 13).
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El Renacimiento pone en escena una cultura ciudadana, francamente burguesa, que destina nuevos espacios y nue­
vos roles a la mujer.

EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. María Eduarda MIRANDE. Cervantes y la ficción como verdad estética
q u e a m u c h o s lectores del siglo X V I , n o les resultaba d e m a s i a d o clara la distancia entre
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m u n d o real y m u n d o i m a g i n a d o , ni las sutiles vinculaciones entre ficción, h i s t o r i a y vida.
N u m e r o s o s ejemplos dan testimonio de esta desarticulación entre un n u e v o m o d e l o de
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lector y un n u e v o m o d e l o de t e x t o . el texto de ficción en p r o s a v e r n á c u l a d e s t i n a d o al g o c e ,
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al d i v e r t i m e n t o y liberado en la práctica de la exigencia del d i d a c t i s m o .
Ife refiere varios casos t o m a d o s de fuentes diversas; c o m o el de P e d r o M e x í a , quien
" o b s e r v a que hay p e r s o n a s que p i e n s a n que las cosas de que h a b l a n los libros h a n s u c e d i d o
r e a l m e n t e " ; el de S i m ó n de Silveira " q u e j u r ó sobre un misal que el c o n t e n i d o del A m a d í s
era v e r d a d " ; o el de M e l c h o r C a n o , quien cuenta la historia de un sacerdote " q u e se n e g a b a
a aceptar que algo q u e estuviese i m p r e s o pudiese ser falso" ( 1 9 9 2 : 36).
Todos estos ejemplos m u e s t r a n la dificultad de r e c o n o c e r la naturaleza de u n n u e v o tipo
de c o n o c i m i e n t o q u e el texto de ficción venía a proporcionar: el c o n o c i m i e n t o de la v e r d a d
artística, que p r o m o v í a una n u e v a clase de experiencia de naturaleza estética (divorciada de
la experiencia ética ligada al clásico principio h o r a c i a n o de deleitar e n s e ñ a n d o ) , y q u e tenía
c o m o n u e v o escenario a los espacios individualizados de la conciencia y la sensibilidad.
N o tardaron en alzarse las voces en contra de esta nueva práctica individual de la lectura
silenciosa de textos de ficción en prosa. Por citar sólo un ejemplo de los m u c h o s existentes, recu­
rro a una digresión acerca de los efectos de la literatura profana sobre la j u v e n t u d del m o m e n ­
to, que Fray Pedro Malón de Chaide interpola en su relato de la vida de María Magdalena:

Como si no bastaran los mines siniestros con que nacemos y los que mamamos en la
leche, y los que se pegan en la niñez con el regalo que en aquella edad se nos hace; y
como si nuestra gastada naturaleza, que de suyo corre despavoridamente al mal, tuvie­
ra necesidad de espuela y de incentivos para despertar el gusto del pecado, así la ceban
con libros lascivos y profanos, a donde y en cuyas rocas se rompen los frágiles navios
de los mal avisados mozos, y las buenas costumbres padecen naufragios y van a fondo
y se pierden y se malogran. Porque, ¿qué otra cosa son los libros de amores y la Dianas
y Boscanes y Gracilazo... puestos en manos de unos pocos años, sino cuchillo en poder
de hombre furioso?... ¿Qué ha de hacer la doncellita que apenas sabe andar, y ya trae
una Diana en la faldriquera?... Otros leen aquellos prodigios y fabulosos sueños y qui­
meras, sin pies ni cabeza, de que están llenos los Libros de Caballerías, que así los lla­
man a los que, si la honestidad del término no lo sufriera, con trastocar pocas letras se
llamaran mejor de bellaquerías que de caballerías. (Citado por Ife, 1992:16-17).

Los detractores de la ficción fundaban sus alegatos en las indiscutidas opiniones de Platón en mate­
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ria de arte, en las que subyacían los siguientes argumentos: la ficción da mal ejemplo, favorece el disfru­
te de experiencias ajenas, falsifica la realidad y socava la autoridad de la verdad. (Cf. Ife, 1992: 24).

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El termino es empleado con el sentido de discurso historiográfico.
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Para mayores precisiones, consultar: Vilanova, 1989: 27-29 y Ife, 1992: 35-37.
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No quiero decir que los textos de ficción en prosa no hayan existido hasta este momento. Lo que si afirmo es que
este tipo de ficción no tenía un estatuto propio, y, por lo tanto, aparecía subordinada al discurso didáctico o mora­
lizante, o bien "refugiada" en la artificiosidad del verso que legitimaba su carácter ficcional.
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Recordemos que durante el Renacimiento se propagó una escuela de pensamiento idealista de base ncoplatónica.
Si bien en el campo del arte, la noción platónica de bello ideal fructificaba en obras magníficas de inspiración natu­
ralista; en el campo de las ideas estéticas, la teoría de filósofo respecto a la creación ficcional (mimesis ilusionista)
de los poetas sostenía que este tipo de arte atentaba contra la verdad.

EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. María Eduarda MIRANDE. Cervantes y la ficción como verdad estética
C e r v a n t e s salió al cruce de estas acusaciones con su genial creación del Quijote, p e r s o ­
naje que sintetizaba en su locura libresca todos y cada uno de los m a l e s a s i g n a d o s a la fic­
ción, puesto q u e , c o m o es bien sabido:

...se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y
así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a per­
der el juicio. Llénesele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encan­
tamientos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormen­
tas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad
toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para el no había
otra historia más cierta en el mundo (I, 1, 113)

El aporte genial del autor del Quijote fue haber desarticulado "la m á q u i n a de aquellas
soñadas i n v e n c i o n e s " (I, 1, 30), para mostrar su funcionamiento interno, enseñar c ó m o debí­
an ser leídas, y, finalmente, dotar a la ficción literaria de un estatuto propio fundado sobre
las bases de la verdad estética. Cervantes aparece así n o sólo c o m o el creador de la primera
novela m o d e r n a , sino c o m o el primero en proponer una i m a g e n de lector m o d e r n o , capaz de
enfrentarse con éxito al n o v e d o s o texto de ficción en p r o s a , sin los riesgos de caer, c o m o su
personaje, en la locura.
Cervantes sentó las bases de la ficción literaria, tal cual hoy la c o n c e b i m o s , al r e c o n o c e r
que la maquinaria de la ficción se alimenta de la imaginación, y que ella crea realidades de natu­
raleza estética, que se sostienen en sí mismas. En la actualidad, llamamos " m u n d o s posibles" a
estas realidades fíccionales, que se imponen como "objetos estéticos" con fuerza de verdad.
El ejemplo m á s c o n m o v e d o r de este principio constitutivo de la ficción nos los da el
m i s m o don Quijote c u a n d o Sancho Panza se entera de que D u l c i n e a no es m á s que A l d o n z a
Lorenzo, a quien el r u d o escudero describe c o m o " m o z a de chapa, h e c h a y derecha y de pelo
en p e c h o " (1, 2 5 , 2 4 2 ) , a lo que el caballero responde:

Bástame a mí pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta,


y en lo del linaje, importa poco [...] y yo me hago la cuenta que es la más alta prince­
sa en el mundo [...] Y para concluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así,
sin que sobre ni falte nada, y pintóla en mi imaginación como la deseo (I, 25, 244).

D u l c i n e a es p r o d u c t o de un ejercicio lógico y de un acto de fe. Su existencia está sujeta


a una voluntad de forma ("pintóla en mi i m a g i n a c i ó n " ) q u e , originada en el d e s e o , se m o l ­
dea por acción del pensamiento para desembocar a posteriori en el ámbito de la creencia. Don
Quijote la ha pensado, creándola imaginariamente, para convertirla en objeto de creencia.
La m i s m a estrategia que despliega el personaje para dar vida a su a m a d a , es la que subya-
ce en el conocido prólogo a la primera parte de la obra. Allí, el autor dialoga con un hipotéti­
co amigo, frente al que se declara incapaz de escribir el prólogo de la historia de don Quijote,
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a la que define c o m o pobre, defectuosa y carente de citas y c o m p o n e n t e s e r u d i t o s . El discur­
so autorial escindido en el diálogo revela la naturaleza ficcional del texto, sacando a luz su pro­
pósito, historia y estilo. El lector, tras las buenas razones del interlocutor imaginario, reconoce

° "...una leyenda scea como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos y falta de toda
erudición y doctrina, sin acotaciones al margen y sin anotaciones al fin del libro" (I, Prólogo: 8). Cervantes desvincula a
su obra de las prácticas escritúrales en uso, asentadas en la cradición y la cita de autoridad como criterios legitimadores.

EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. María Eduarda MIRANDE. Cervantes y la ficción como verdad estética
la invitación a adherir a la lógica del texto (una lógica racional), y se prepara para recibir la
" m o n d a y d e s n u d a " historia del hidalgo m a n c h e g o . Pero es sorprendido hacia el final c u a n d o
la v o z del autor lo interpela d e m a n d á n d o l e otro tipo de adhesión que involucra la creencia:

...verás, lector suave, la discreción de mi amigo, la buena ventura mía en hallar en tiempo
tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan simple y tan sin revueltas la his­
toria del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitado­
res del distrito del campo de Montiel, que fue el más casto enamorado y el más valiente
caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contomos. (I, Prólogo, 14).

L a creencia e x p r e s a d a por la doxa (la opinión de los habitadores del distrito del c a m p o
de Montiel) se i m p o n e con valor de verdad a un lector apelado racional y afectivamente.
Escindido entre el " p e n s a r " y el "creer", el incauto lector del Quijote ( c o m o el hidalgo
a m p a r a d o tras la impostura del loco) inaugura la radical escisión de la m o d e r n i d a d : frente a
la ficción en prosa, frente a las realidades estéticas Acciónales, Cervantes p r o p o n e a sus con­
t e m p o r á n e o s una n u e v a actitud mental y espiritual, que podría r e s u m i r s e en la fórmula:
" p i e n s o luego creo". Las realidades estéticas de la ficción exigen un lector que emocional-
mente crea en lo que lee al mismo tiempo que reconozca su irrealidad. "Se trata - s o s t i e n e
B a r t h e s - de una lectura escindida [...] que implica siempre la escisión del sujeto" ( 2 0 0 3 : 85).
Eso es j u s t a m e n t e lo que C e r v a n t e s venía a mostrar a sus " d e s o c u p a d o s - y d e s p r e v e n i d o s -
lectores": la radical escisión del sujeto m o d e r n o .
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Esta n u e v a forma de leer se basa en una lógica m u y distinta de la del cogito c a r t e s i a n o .
Es la lógica de la creencia frente a la lógica de la ciencia, la de la probabilidad frente a la de
la certeza (entendida ésta c o m o la adhesión de la m e n t e a algo conocible, sin t e m o r de errar).
Estas dos vías lógicas establecieron en la primera mitad del siglo XVII sus respectivos
p a r a d i g m a s : el p a r a d i g m a de la lectura en el c a m p o artístico-literario, b a s a d o en la lógica de
la probabilidad, y el p a r a d i g m a de la ciencia en el c a m p o científico-filosófico, a s e n t a d o en
la lógica de la certeza.
M e d i a n t e el p r i m e r o , el sujeto abre las c o m p u e r t a s de su complejo m u n d o interior, d o n d e
el deseo y la imaginación encuentran cabida j u n t o a la razón y al p e n s a m i e n t o . En la esci­
sión que e x p e r i m e n t a , el sujeto se distancia de sí, se objetiva, se mira a sí m i s m o c o m o suje­
to que desea, imagina, piensa y cree. Y desde ese alejamiento, d e s d e esa distancia interior,
reincorpora (en el sentido de que interioriza) lo real, pero lo real transformado p o r efecto cre­
ador del arte, y convertido en objeto c r e a d o y objeto de creencia: en verdad poética (y en un
sentido a m p l i o , en verdad artística).
M e d i a n t e el p a r a d i g m a de la ciencia, el sujeto t a m b i é n se objetiva, se o b s e r v a a sí m i s m o
c o m o res cogitans, c o m o sustancia pensante, y desde esa distancia se incorpora al m u n d o ,
c o m o ser existente, p a r a abarcarlo dentro de los límites de su razón, convertido en objeto de
la ciencia: en verdad racional.
¿ Q u é tipo de verdad es esta verdad poética que p r o p o n e C e r v a n t e s ? . (Interrogante q u e
bien p u e d e hacerse extensivo a la verdad del arte en general).

' Rene Descartes (1596-1650). Su obra Discours de la méthode (1637) vino a romper con el pensamiento renacen­
tista prc-lógico. Su filosofía está fundada en la duda matemática, en la experimentación y en el lenguaje matemáti­
co, en definitiva en el "predominio de la razón", de manera que "cartesianismo" y "racionalismo" se sitúan en una
misma línea. Con él quedaba perfectamente sentado el método de análisis científico.

EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. María Eduarda MIRANDE. Cervantes y la ficción como verdad estética
Las o p i n i o n e s sobre arte literario que el genial escritor desliza en su novela tienden a ubi­
carlo en c o n s o n a n c i a con el p e n s a m i e n t o estético del siglo de oro español. C e r v a n t e s , al
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igual que L ó p e z P i n c i a n o , c o n t e m p o r á n e o suyo, piensa que la obra poética n o está en decir
la verdad de la cosa sucedida, sino en inventarla y hacerla verosímil y llegada a la r a z ó n
(citado por Plazaola; 1999: 70-71). De allí los c o m e n t a r i o s y digresiones del narrador en el
primer capítulo de la p r i m e r a parte de la novela, c u a n d o ante la incertidumbre r e s p e c t o al
n o m b r e del hidalgo m a n c h e g o , que no se sabe si es " Q u i j a d a " o " Q u e s a d a " o " Q u i j a n a " , afir­
ma: " P e r o esto p o c o importa a nuestro cuento: basta que en la narración de él no se salga un
punto de la v e r d a d . " (I, 1, 28). En el anverso de este irónico intento de a p r o x i m a r el discur­
so de la ficción al de la historia (prestigioso por verdadero), el autor deja entrever lo verosí­
mil c o m o el estatuto de la ficción, y deja m u y en claro q u e está c o n t a n d o su c u e n t o . Se per­
ciben detrás de las palabras del narrador ecos de la poética de Aristóteles: al poeta (creador)
no le c o r r e s p o n d e reproducir una realidad fáctica (lo cual es c o m p e t e n c i a del historiador),
sino referir "lo que podría haber ocurrido, esto es, tanto lo q u e es posible c o m o lo que es pro­
bable o n e c e s a r i o . " (Aristóteles, 1997: 46)
La idea de verosimilitud c o n d u c e al concepto clásico de mimesis, el cual, i l u m i n a d o por
el idealismo neoplatónico que sostiene la teoría del bello i d e a l , " aparece en el p r ó l o g o en
boca del imaginario a m i g o del autor: "...este vuestro libro (...) Solo tiene q u e a p r o v e c h a r s e
de la imitación en lo que fuere escribiendo, que, c u a n t o ella fuere m á s perfecta, tanto mejor
será lo q u e se escribiere." (I, Prólogo, 13).
Por otra parte en el Quijote de 1615, Cervantes afirmará con c o n t u n d e n c i a que "el arte
no se aventaja a la naturaleza, sino perfecciónala" (II; 16, 667); a c o r d a n d o con las ideas que
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años m á s tarde sostendrá Baltasar G r a c i á n : "el arte suple de ordinario los d e s c u i d o s de la
naturaleza, perficionándola en t o d o " (Citado por Plazaola, 1999: 393).
L o verosímil en el sentido de lo probable y posible, la mimesis ajustada al bello ideal, el
arte c o m o s u p l e m e n t o de la naturaleza; todas son ideas estéticas que aparecen en breves pin­
celadas teóricas en la gran obra cervantina. Sin e m b a r g o , n i n g u n a aclara p o r sí m i s m a el esta­
tuto de la verdad del arte literario.
Es a través de la construcción de Dulcinea, personaje que n u n c a se h a c e presente en la
novela, c o m o C e r v a n t e s da cuenta de esta forma que a s u m e la verdad en el texto de ficción.
Don Quijote pinta en su imaginación a Dulcinea tal como la desea:

...su nombre es Dulcinea; su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad por lo


menos ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues
en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de
belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son de oro, su frente campos

l u
Alonso López Pinciano escribió en 1596 su Filosofía Antigua Poética, obra que ejerció influjo profundo en las
ideas estéticas de Cervantes.
' ' La doctrina platónica sobre arte es una consecuencia lógica de su teoría de las Ideas, principio óntico y lógico
de todas las cosas que percibimos en el mundo y en la vida. El arte humano consiste en la mimesis, y por lo tanto
produce imitaciones. Cuanto más perfecta sea la imitación, cuanto más ajustada sea a los principios de la propor­
ción y la armonía, mayor será la aproximación del objeto imitado a la idea arquetípica. La realidad primera está
dada por las ideas perfectas, las imitaciones que el arte humano produce son realidades de segundo y tercer grado,
y constituyen aproximaciones (meros reflejos) de las perfectas ideas inmutables. (Cf. Plazaola; 1999: 11 a 17).
2
' En su obra Agudeza y arte de ingenio (1648).

EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. María Eduarda MIRANDE. Cervantes y la ficción como verdad estética
elíseos, sus cejas arcos del ciclo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales,
perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancu­
ra nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según
pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compa­
rarlas. (I, 13, 115)

El e n a m o r a d o caballero construye una imagen interiorizada de su a m a d a ideal, a la que


da forma estética siguiendo los dictados de su deseo "sin que sobre ni falte n a d a " . Y p a r a
hacerlo t o m a c o m o referentes los estereotipos literarios de la belleza femenina, es decir,
recurre a modelos culturales (los p r o p o r c i o n a d o s por la poesía cortesana). Lejos q u e d a la
i m a g e n objetiva y perceptible de la rústica A l d o n z a Lorenzo. El referente del arte literario ya
n o es sólo la naturaleza y el universo de los objetos sensibles, puesto que el arte ha c o m e n ­
zado a ampliar el c a m p o de la representación; y ya no es posible afirmar que "este (el obje­
to artístico) es aquel (el objeto imitado)". Entre el objeto artístico literario y el objeto imita­
do (su referente) se ha abierto una distancia, una densa b r e c h a o c u p a d a de un lado por la cul­
tura y del otro por la conciencia de la propia subjetividad (es decir, por un sujeto que s a b e
que imagina, que sabe que piensa y que sabe que desea).
Este n u e v o tipo de objeto estético expresa la n u e v a realidad del h o m b r e m o d e r n o y capta
la n u e v a sensibilidad que lo caracteriza; por lo tanto reclama para sí un espacio: el de la ver­
dad estética asociado a la creencia, esa especie de fe que da crédito a lo posible e involucra
el m u n d o afectivo del sujeto. Y es, j u s t a m e n t e , este tipo de creencia la fuerza que a n i m a un
n u e v o acto de fe de d o n Quijote respecto a Dulcinea. En la s e g u n d a parte de la n o v e l a lo
e s c u c h a m o s declarar: " L a sin par Dulcinea del Toboso es quien es, y la s e ñ o r a d o ñ a
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B e l e r m a es quien es y quien ha sido, y q u é d e s e aquí". (II, 2 3 , 728). Con esta afirmación
c o n t u n d e n t e el caballero de la triste figura da testimonio de la verdadera existencia de su
criatura, y la hace nacer p a r a sí m i s m o y para el m u n d o .
N u e v a m e n t e irrumpe el sujeto de la m o d e r n i d a d , un sujeto que ha c o l o n i z a d o el espacio
de la i m a g i n a c i ó n , ha c o m e n z a d o a reconocer la fuerza creadora del d e s e o y ha i n c o r p o r a d o
al universo referencial los m o d e l o s de la cultura. C o n esta n u e v a subjetividad q u e d a b a inau­
gurada la sensibilidad m o d e r n a que daría origen a una nueva m a n e r a de concebir el arte lite­
rario y su verdad.

Colofón
Tanto C e r v a n t e s c o m o Descartes fueron lúcidos h o m b r e s de su t i e m p o ; a m b o s vivieron
una c o y u n t u r a histórica m a r c a d a por el d e s c e n t r a m i e n t o de la visión de m u n d o , el debilita­
m i e n t o de la palabra o r d e n a d o r a de Dios, y la fractura y multiplicación de las interpretacio­
nes, perspectivas y m i r a d a s a que fue sometida la realidad a partir del a d v e n i m i e n t o de la
m o d e r n i d a d . La novela de Cervantes y el p e n s a m i e n t o cartesiano nacieron c o m o respuestas
a esta fragmentación y ruptura. Por a m b a s vías se aspiró a la totalización, b u s c a n d o restituir
una visión articulada y reunifícada de la realidad. La literatura y la ciencia fundaron enton­
ces los n u e v o s p a r a d i g m a s de la época, nacidos en el afán de las representaciones y las expli-

' •* Personaje del romancero castellano, enamorada de Durandartc. Este valiente caballero en el momento de su
muerte en Ronecsvallcs, pide a su primo Montesinos que le arranque el corazón y se lo lleve a su amada Bclcrma
como ofrenda de amor.

EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. María Eduarda MIRANDE. Cervantes y la ficción como verdad estética
caciones a b a r c a d u r a s , las grandes teorías y las n o v e l a s - m u n d o . Hoy, a los habitadores de
este incierto tercer milenio, nos toca ser testigos del ocaso de estos p a r a d i g m a s , c u y o s ester­
tores c o n t e m p l a m o s s u m i d o s en la incertidumbre y no exentos de nostalgia.

Bibliografía
Aristóteles, 1977, Poética, Buenos Aires, Editorial Leviatán.
Barthes, Roland, 2003, Variaciones sobre la escritura, Buenos Aires, Paidós.
Cervantes Saavedra, Miguel de, 2004, Don Quijote de la Mancha, Ed. del IV Centenario, Real
Academia Española, Asociación de academias de la lengua española.
Ife, B.W., 1992, Lectura y ficción en el siglo de oro, Barcelona, Crítica.
Plazaola, Juan, 1999, Introducción a la estética, Bilbao, Universidad de Deusto.
Vilanova, Antonio, 1989, Erasmo y Cervantes, Barcelona, Lumen.

EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. María Eduarda MIRANDE. Cervantes y la ficción como verdad estética

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