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AMPLIACIÓN DE EDIFICACIONES DE

VALOR PATRIMONIAL:
PRESERVACIÓN DE LA MATERIA…
Y DESTRUCCIÓN DE IMAGEN?

Nivaldo Vieira de Andrade Junior


Universidade Federal da Bahia, Faculdade de Arquitetura, Brasil

Esta ponencia intenta analizar un tipo de intervención que se ha vuelto cada vez más común
en la arquitectura: la ampliación de la superficie construida de una edificación de valor
patrimonial. No obstante la ocurrencia cada vez más frecuente de intervenciones de este
tipo y la importancia y actualidad de la discusión de sus parámetros, la bibliografía que
enfoca específicamente este tema es extremamente escasa, en Brasil y en el mundo,
restringiéndose a unos libros dedicados al análisis de estudios de casos seleccionados, como
Construir en lo Construido, de Francisco de Gracia (1992), que en realidad contempla toda la
variedad de intervenciones posibles en contextos de valor patrimonial y no solo los casos de
ampliación, y The Architecture of Additions: design and regulation, de Paul Spencer Byard
(2005), que centra su foco en experiencias estadounidenses y en algunos casos
internacionales paradigmáticos.
Teniendo cuenta la diversidad de abordajes posibles frente al desafío de ampliar un
edificio de valor patrimonial, consideramos importante discutir algunos aspectos teórico-
conceptuales antes de partir para el análisis de las intervenciones mismas.
En primer lugar, la importancia de la utilización del edificio de valor patrimonial, que es
la justificativa para la grande parte de las intervenciones de ampliación. Desde la primera
teoría de la restauración – aquella de Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc –, la necesidad de
atribuir un uso al monumento es considerada condición fundamental para su preservación:
“Una vez que todos los edificios en los cuales se emprende una restauración tienen una
destinación, son designados para una función, no se puede negligenciar ese lado práctico
para encerrarse totalmente en el papel de restaurador de antiguas disposiciones fuera de
uso. Proveniente de las manos del arquitecto, el edificio no debe ser menos cómodo de lo
que era antes de la restauración. (…)
Pero en esas circunstancias que se presentan habitualmente es que la sagacidad del
arquitecto se debe ejercer. Él tiene siempre las facilidades de conciliar su papel de
restaurador con el de artista encargado de satisfacer las necesidades imprevistas. Además, la
mejor manera de conservar un edificio es encontrar para él una destinación, es satisfacer tan
bien todas las necesidades que exige esa destinación que no haya manera de hacer
modificaciones.”1
Gustavo Giovannoni, por su vez, alertaba para la distinción entre monumentos muertos
y monumentos vivos, los primeros sendo aquellos que “subsisten como reliquias y recuerdos,

1
VIOLLET-LE-DUC, 2006: pp. 64-65
que pertenecen a civilizaciones pasadas y no pueden tener una destinación, sea por su
estado de incompletad, sea porque son expresión de usos que ya no existen”, y los últimos
sendo aquellos que “tienen o pueden tener una destinación afín, se no igual, a aquella para
la cual fueran construidos”2.
Todavía, la necesidad de atribuir un uso a los monumentos no puede ser la principal
cuestión a considerarse en la intervención, como demuestra Cesare Brandi en su Teoría de la
Restauración del 1963:
“Cuando (...) se trate de obras de arte, incluso aunque se encuentren entre ellas obras que
poseen estructuralmente una finalidad funcional, como las arquitecturas (…), resultará
claramente que el restablecimiento de la funcionalidad, aunque también se incluya en la
intervención restauradora, no representa en definitiva más que un aspecto secundario o
colateral de ésta, nunca lo primario y fundamental en lo que respecta a la obra de arte en
cuanto tal”3.
La Carta de Venecia del 19644 reitera en su articulo 5º que “la conservación de
monumentos siempre resulta favorecida por su dedicación a una función útil a la sociedad”;
resalta, todavía, que “tal dedicación es por supuesto deseable pero no puede alterar la
ordenación o decoración de los edificios. Dentro de estos límites es donde se debe concebir
y autorizar los acondicionamientos exigidos por la evolución de los usos y costumbres.”5
Así, es necesario descubrir como conciliar el uso de la edificación y la preservación de
sus valores culturales pues, como afirma Beatriz Mugayar Kühl,
“Deberían ser analizadas las características de las obras para, después, definir funciones y
programas compatibles con ellas y no al revés, adaptar un cierto edificio a un nuevo uso
preestablecido o someterlo a transformaciones masificadas ni siempre de acuerdo con sus
particularidades, cuya implementación será hecha en prejuicio del propio monumento
histórico. O sea, debe ser respectada la esencia del bien, elegir un uso compatible con sus
aspectos documentales y formales, respetando-se su configuración, sus distintas
estratificaciones al largo del tiempo y desarrollar el programa y el proyecto de acuerdo a sus
características”.6
Un otro aspecto que nos parece pertinente resaltar es la identificación de los elementos
que deben ser preservados en un edificio de valor patrimonial, una vez que la preocupación
con la preservación se concentra en su materia en detrimento de su imagen. En ese sentido,
es importante rescatar la distinción, operada por Cesare Brandi en su Teoría de la
Restauración, entre materia – o consistencia física – y imagen de las obras de arte7. Para
Brandi, es la imagen la responsable por caracterizar las obras de arte en cuanto obras de
arte. Aún que afirme que “se restaura sólo la materia de la obra de arte”8, Brandi reconoce
que la importancia de la consistencia física de la obra de arte está en el hecho de que sirve
para la “epifanía de la imagen” (ibid., p. 19), representando “el lugar mismo de la
manifestación de la imagen, [que] asegura la transmisión de la imagen al futuro [y] garantiza
en definitiva su percepción en la conciencia humana” (ibid., p. 16).

2
GIOVANNONI, 1929: p. 127
3
BRANDI, 1988: p. 13
4
Carta Internacional sobre la Conservación y Restauración de Monumentos y de Conjuntos Histórico-Artísticos, aprobada
en el II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos promocionado por ICOMOS en
Venecia, entre 25 y 31 de mayo del 1964.
5
apud DOCUMENTOS…, 2007: p. 138
6
KÜHL, 2009: 211
7
Como hemos visto, para Brandi las obras de arquitectura son también obras de arte, aún que tengan una función.
8
BRANDI, op. cit., p. 16
Luego, lo que no puede ser alterado en el monumento es su imagen, la preservación de
la materia ocurre tiendo como único objetivo la perpetuación del imagen. Así, es como
mínimo discutible que se permita la radical modificación de la imagen de un monumento
arquitectónico como contrapartida a la restauración de su materia.
Es necesario aún comprender que la imagen de un monumento arquitectónico no se
encera en si mismo, pero está necesariamente vinculada a su ambiente, como defendió
hace más de ochenta años Giovannoni (op. cit.). Esa noción fue ratificada en la ya citada
Carta de Venecia, cuando esa coloca, en su artículo 6º, que
“La conservación de un monumento implica la de un marco a su escala. Cuando el marco
tradicional subsiste, éste será conservado, y toda construcción nueva, toda destrucción y
cualquier arreglo que pudiera alterar las relaciones entre los volúmenes y los colores, será
desechada”.
El concepto de ambiente es fundamental ya que se configura como el fondo en relación
al cual la figura – entendida en términos gestálticos – se presenta. Cualquiera alteración en
éste fondo altera la percepción de la figura, y puede mismo, en casos extremos, subvertir la
relación figura-fondo, convertiendo un nuevo elemento en figura y el bien patrimonial cuya
percepción debería ser preservada en parte del fondo.
Desde el punto de vista de la legislación vigente en Brasil, la cuestión de la ambiente
también está presente. Aún que el Decreto-Ley n. 25/37, que ha creado el instrumento del
“tombamento” (listado de monumentos clasificados) y el Servicio del Patrimonio Histórico y
Artístico Nacional (SPHAN, hoy IPHAN), no se refiera a la cuestión de la ambiente y
solamente establece, en su artículo 18º, que “sin previa autorización del SPHAN no se podrá,
en las vecindades de la cosa clasificada, hacer construcción que impida o reduzca su
visibilidad, ni en ella poner anuncios o carteles”, a lo largo de los más de setenta años que
nos separan de la entrada en vigor de esa norma jurídica, el concepto de visibilidad del bien
clasificado ya ha adquirido entendimientos mucho más amplios, como demuestra Hely Lopes
Meirelles:
“El concepto de reducción de visibilidad, para fines de la ley del “tombamento”, es amplio y
abarca no solo la disminución de la visibilidad de la cosa clasificada, pero también la
modificación del ambiente o del paisaje adyacente, la diferencia de estilo arquitectónico, y
todo más que contraste o confronte la armonía del conjunto, comprometiendo el valor
histórico o la belleza original de la obra o del conjunto protegido”9.
A través del análisis de ejemplos brasileños e internacionales, es posible identificar
cuatro tipos de ampliación: ampliación interna, ampliación subterránea, ampliación externa
y creación de nuevas edificaciones anexas.10
Son los dos últimos tipos de ampliación que nos interesan analizar en esta ponencia,
pues que modifican la percepción visual externa del edificio preexistente. Estas ampliaciones
son fundamentales para garantizar una sobrevida a las edificaciones preexistentes, por otro
lado modifican – muchas veces de manera radical – su percepción general.
Además de las cuestiones relativas al lenguaje arquitectónico adoptado en la
ampliación, su fenestración, su volumetría, sus materiales de revestimiento, colores y
texturas, siempre en la relación entre el nuevo y el antiguo, otra cuestión se coloca como
fundamental: la de la escala. Hay situaciones en las cuales la relación entre la escala de las
ampliaciones respecto a la preexistencia no permite ninguna posibilidad de integración con
el edificio de valor patrimonial, que pasa a percibirse casi como un apéndice de la
“ampliación”.

9
MEIRELLES, 2005: p. 159
10
Para el análisis profundizado de los distintos tipos de ampliación, véase ANDRADE JUNIOR, 2009.
En Brasil, algunos ejemplos de intervenciones de ampliación externa y construcción de
nuevas edificaciones anexas en los cuales la escala de la extensión destruye la ambiencia del
bien de valor patrimonial y compromete la lectura de su imagen, aún que preserve su
materia, pueden ser identificados en las ultimas décadas en ciudades como Rio de Janeiro,
São Paulo, Recife y Salvador.
Las primeras intervenciones de este tipo probablemente fueran aquellas que ocurrieron
en Rio de Janeiro, en edificios clasificados por el Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico
Nacional (IPHAN) y con su aprobación, como el Edificio-Sede de White Martins (1972-1975) –
una torre de 31 pisos construida sobre una casona clasificada – y el Edificio Arco do Teles
(1947-1961), que apareció por sobre y al lado del Arco do Teles, uno de los más importantes
monumentos arquitectónicos de Rio de Janeiro, igualmente clasificado por IPHAN. Aún que
el proyecto de intervención promocionado sobre el Arco do Teles haya sido desarrollado por
Francisco Bolonia, el responsable por establecer sus directrices fue Lucio Costa, en la
condición de consultor del IPHAN. Aún que en un primer momento Costa se hubiera
colocado contra la intervención, concluye por concordar con su realización una vez que la
contrapartida a la construcción del nuevo edificio seria la restauración del monumento
clasificado:
“Mismo reconociendo que el ideal seria la restauración del Arco do Teles sin la construcción
del nuevo edificio, el profesor Rodrigo Mello Franco de Andrade juzga que la solución
encontrada contempla perfectamente los intereses del Patrimonio, una vez que el Arco do
Teles se encuentra en precario estado de conservación, amenazado de derrumbarse se no se
hicieran las obras urgentes de reparación”.11
El edificio fue construido en los dos lados y sobre el monumento clasificado del Arco do
Teles, y la definición de que la nueva fachada debería estar a cuatro metros de distancia del
plan de la fachada principal del edificio histórico, establecido por Costa para permitir la
ampliación vertical, nos parece insuficiente considerando que esa fachada se vuelve a la
Praça XV de Novembro, un amplio espacio abierto. La construcción del Edificio Arco do Teles
es paradigmática del embate entre preservación de la materia o de su imagen, intrínseco a
las intervenciones de ampliación externa y a otros tipos de intervención en edificaciones
preexistentes. Otra intervención símil y aún más agresiva fue la construcción del Edificio de
las Facultades Candido Mendes (1976-1982), también en Rio de Janeiro – un rascacielos de
45 pisos construido en el claustro del Convento do Carmo, uno de los edificios más antiguos
de Rio de Janeiro, que remonta al 1619. Además de las interferencias en la imagen y la
espacialidad interior del convento mismo, la torre de vidrio espejado modifica totalmente la
percepción de la Praça XV de Novembro, uno de los espacios más antiguos y significativos
del punto de vista de la historia de Rio de Janeiro y donde se encuentran muchos
monumentos arquitectónicos, como el Paço Imperial y el Arco do Teles.
En São Paulo, situaciones símiles del punto de vista de la intervención –pero no
necesariamente en términos de escala y del compromiso de la imagen y del ambiente de las
edificaciones preexistentes– son comunes. El Edificio Parque Cultural Paulista (1985-1990),
por ejemplo, fue erigido detrás y en el mismo hogar que la Casa das Rosas, construida por la
Oficina Técnica de Ramos de Azevedo entre el 1930 y el 1935 en la Avenida Paulista. El
impacto visual de la construcción de una torre de oficinas de veinte pisos adjunta al antiguo
solar comprometería irredemediablemente la lectura y la ambiente del último, si no fuera
por las grandes dimensiones del hogar –5.500 metros cuadros– y por las innumerables

11
Lúcio Costa apud GUIMARAENS, 2002: pp. 123-124
exigencias legales para la construcción de la nueva torre, como la necesidad de alejar la torre
por lo menos ocho metros de la antigua garaje de la Casa das Rosas, la obligatoriedad de
crear, en la torre, una planta baja con altura mínima de diez metros y totalmente vaciada, o
aún la obligación de construir garajes subterráneas con ingreso por Alameda Santos, al lado
opuesto de la Avenida Paulista, donde está en palacio histórico. Casos análogos en São Paulo
son el Edificio Porto Seguro Guaianases (1985-1991) y, más recién, el Edificio Conde de
Sarzedas (2006-2007).
Se en São Paulo las autorizaciones para la construcción de nuevas torres de oficinas y
departamentos en los alrededores de antiguos palacios clasificados son estudiadas caso a
caso y parecen llevar en consideración la cuestión del ambiente, en Recife la situación es
muy distinta. La Ley Municipal n. 16.284, del 22 de enero del 1997, creó el concepto de
Inmueble Especial de Preservación (IEP) y declaró de interés especial de preservación 154
inmuebles en la ciudad, “en su grande mayoría viviendas eclécticas construidas entre la
segunda mitad del siglo XIX y el segundo cuartel de este [siglo XX]”12.
Según Luiz Amorim, “los IEP surgen con el objetivo de integrar la preservación de
edificaciones con los principios de verticalización del territorio de la ciudad” (ibid., p. 03), y
según una publicación de la Empresa de Urbanización de Recife para aclarar la población
sobre los Inmuebles Especiales de Preservación, “la intención más importante es de que,
desvinculados de su ambiencia [sic], los IEP puedan convivir con nuevas edificaciones que les
proporcionen un uso, alargando su vida útil, de modo que, una vez preservados, puedan
convivir en armonía con la dinámica de la ciudad”13.
En realidad, los IEP nacen de un concepto falseado de preservación del patrimonio,
dado que entienden que la preservación de “ejemplares aislados, de arquitectura
significativa para el patrimonio histórico, artístico y/o cultural de la ciudad de Recife”
(artículo 2º de la Ley n. 16.284/97) puede ser garantizada desde que se evite la
“demolición”, la “descaracterización de sus elementos originales” y la “alteración de la
volumetría y del aspecto de la edificación original”, al mismo tiempo en que establece que
“los anexos de la edificación original, así consideradas las construcciones añadidas al
inmueble preservado, podrán ser demolidas, por medio de autorización de la Municipalidad,
para permitir nuevas construcciones en el hogar del IEP” (artículo 9º). Al propietario,
conviene garantizar la “manutención de las características originales del inmueble, por
medio de la ejecución, a sus expensas, de las intervenciones dirigidas a la preservación de los
elementos que determinan la importancia del inmueble para el património histórico,
artístico y cultural de la Municipalidad” (artículo 7º); en contrapartida, él podrá demoler los
anexos existentes en el hogar y “tendrá derecho a construir nueva edificación en el área
remaneciente del hogar, caso haya, utilizando potencial constructivo inherente al aludido
inmueble, de acuerdo con la Ley del Ordenamiento y Uso del Suelo” (artículo 19), además de
tener el derecho a la exención parcial o total del Impuesto Predial y Territorial Urbano
(PREFEITURA DA CIDADE DO RECIFE, 1997).
Luiz Amorim observa que “ese concepto de preservación no es aceptado de manera
unánime por profesionales de la área, para los cuales los IEPs pueden ser considerados como
un património de segunda categoría, ya que la preservación de su estructura original y
ambiencia es menos rigurosa” (loc. cit.). De hecho, Geraldo Gomes da Silva –otro
“profesional de el área”– cuestiona la noción de preservación infundida en el concepto de
IEP:

12
AMORIM, 2009: p. 02
13
apud AMORIM, op. cit.: p. 03
“[…] los permisos para construcción, en el mismo hogar de los IEPs, de edificios mucho más
altos que los inmuebles que se pretende preservar […] generará otro problema, el de la
escala.
[…] Los IEPs tuvieron su integridad física garantizada y, parcialmente, su visibilidad, pero
amezquinaronse frente a los edificios que fueron construidos en las áreas posteriores de sus
hogares. Gracias a los problemas de escala, los IEPs preservados se parecen con casas de
muñecas. Todo indica que ha sido ese el precio que la Municipalidad de Recife se dispuso a
pagar por la preservación de sus IEPs. De hecho, eses inmuebles son muy especiales, porque
a ellos no se aplica el concepto de ambiente del monumento. Quizás porque esos inmuebles
no son considerados como monumentos de nuestra arquitectura, como los nacionales que
serían de primera. Los IEPs serían, también, monumentos, pero de segunda, para los cuales
debemos dejar a un lado ciertos conceptos y ser más tolerantes?”14
En Salvador de Bahía, hay una serie de situaciones símiles, en las cuales palacios
eclécticos construidos entre el final del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX en el
Corredor da Vitória, sobre la Bahía de Todos os Santos, como viviendas de las familias locales
más ricas son preservadas en su consistencia física; esa preservación de la materia, todavía,
no es acompañada de la preservación de su ambiente, comprometiendo así su percepción.
Hace más de veinte años que esos palacios son comprados por constructoras que se
aprovechan de los coeficientes de ocupación y de construcción de todo el hogar y de
instrumentos urbanísticos como la Transferencia del Derecho de Construir15 para erigir
inmensos edificios de viviendas de alto lujo en las partes posteriores de los estrechos y
largos terrenos16. La primera intervención en estos moldes, desarrollada en el 1987, fue el
Edifício Mansão Carlos Costa Pinto, con 18 pisos, cada uno albergando un único
departamento de 630 metros cuadros. El edificio fue erigido detrás de la Mansão Carlos
Costa Pinto, un anacrónico palacio en estilo colonial estadounidense construido en el 1958.
A la inversa de las posteriores intervenciones símiles, en las cuales el palacio existente es
adaptado en salón de recepción y de eventos del edificio, en este caso el terreno donde se
erigió la torre fue desmembrado y el palacio, por decisión de los antiguos dueños, fue
transformado en Museo.
Desde los años 1990, se intensificaron las intervenciones análogas, cada vez en hogares
más pequeños: el Edificio Mansão Victory Toser, con 20 pisos; el Edificio Mansão Margarida
Costa Pinto, con 43 pisos y 140 metros de altura; el Edificio Morada dos Cardeais, con 40
pisos y 64 departamentos, en el terreno del antiguo Palacio del Arzobispo; y el Edificio
Mansão Leonor Calmon, todos ellos adaptando los palacios ubicados en la parte anterior del
hogar en espacios comunes para los habitantes.
A la inversa del primer caso – el Edificio Mansão Carlos Costa Pinto –, en que las
amplias dimensiones del terreno permiten una razonable distancia entre la nueva torre y el
antiguo palacio, en los casos más recientes se construye la nueva torre a pocos metros de los
palacios “preservados”. En algunos casos, como en el Edificio Mansão Margarida Costa
Pinto, el poco ambiente del antiguo palacio que se pudiera haber preservado se perdió con
la construcción, en el límite anterior del hogar y a pocos metros de la fachada principal del
palacio, de una inmensa y ostensiva cabina de control de ingreso de peatones y autos. La

14
SILVA, 2008: pp. 228-229
15
La Transferencia del Derecho de Construir, más conocida a Salvador como TRANSCON, es aplicada en la ciudad desde los
años 1980, aún que de una manera subvertida, una vez que permite la transferencia de potencial constructivo de áreas
periféricas para áreas de valor cultural reconocido.
16
Todavía, como toda la parte posterior del terreno – aproximadamente 50% de su área total – posee alta declividad y es,
por lo tanto, área non edificante, las nuevas torres terminan por ser construidas en la porción anterior del terreno, muy
cercanas de los palacios eclécticos.
demolición sería una solución más honrosa para el diminuto palacio, ahora comprimido
entre una torre de 140 metros de altura y una desproporcionada cabina coronada por
frontones de fibra de vidrio.
La gran diferencia entre los ejemplos de Salvador y aquellos de Recife es que en
Salvador no son inmuebles legalmente salvaguardados17 y la preservación de su consistencia
física es muchas veces una exigencia contractual de las familias que les habitaba
anteriormente. Además, como observaran Nádia Somekh y Candido Malta Campos,
“A medida que la cultura contemporánea acentúa los valores asociados a la memoria y a la
historia, estos se vuelven elementos positivos en la afirmación de la imagen de empresas o
emprendimientos inmobiliarios, y el bien cultural clasificado pasa, cada vez más, a ser
capitalizado en cuanto diferencial valorizador del emprendimiento”18.
La cuestión de la escala de la nueva edificación en relación con aquella preexistente y
su impacto sobre la ambiencia de esta ultima es comentada por Somekh y Campos:
“Pero sería siempre posible conciliar preservación y construcción en el mismo terreno sin
comprometer las calidades arquitectónicas y urbanísticas a proteger? La disparidad
volumétrica entre las edificaciones antigua y nueva es un problema frecuente, aún más en
función de la circunstancia de que la mayor parte de las ciudades brasileñas no dispone de
controles de altura o volumetría, regulando sus procesos de verticalización en términos de
coeficientes de aprovechamiento y distancias entre las edificaciones y los límites del terreno,
en un sistema pensado para edificios aislados en el hogar. Solamente en terrenos muy largos
es posible mantener la volumetría original del bien preservado, en general bajo, sin la
interferencia visual indebida de la torre decididamente vertical que habitualmente es erigida
por los emprendedores. Para enfrentar ese dilema y evitar las inadecuaciones más flagrantes
sería necesaria una normatización específica basada en estudios morfológicos y
volumétricos a desarrollarse”. (loc. cit.)
La cuestión de la escala se muestra, por lo tanto, fundamental en intervenciones de
este tipo –y no sólo en el caso de propiedades privadas en las cuales la nueva construcción
corresponde a una unidad arquitectónica independiente de la edificación preexistente, pero
también en los casos de edificios públicos en los cuales se propone una ampliación vertical,
como es el caso del proyecto de Paulo Mendes da Rocha para el Museo Nacional de Bellas
Artes en Rio de Janeiro (2006), un edificio clasificado por el IPHAN. En función de la
necesidad de ampliación de la área de exposiciones, de la reserva técnica, de espacios
administrativos, de la biblioteca y del laboratorio de restauro, el arquitecto ha propuesto la
creación de una torre de 14 pisos y 70 metros de altura, con 30 x 30 metros de base, en el
patio central del museo, para albergar áreas expositivas y cinco pisos de reservas técnicas.
En defensa del proyecto, es necesario observar que resolvería las graves limitaciones de
espacio físico que hoy comprometen el funcionamiento del museo y que su construcción
liberaría la planta baja del edificio preexistente para uso público, sin control de ingreso.
Todavía, es necesario reconocer que el resultado final no sería muy distinto de la torre de las
Facultades Candido Mendes, erigida en el claustro del Convento do Carmo. Aunque Paulo
Mendes da Rocha afirme que la torre casi no sería vista por los peatones, una vez que
poseería la misma altura de las construcciones vecinas, eso nos parece bastante improbable,
pues el Museo Nacional de Bellas Artes se ubica en frente a una amplia plaza – la Cinelândia

17
Una propuesta para salvaguardar el conjunto de palacios eclécticos del Corredor da Vitória fue rechazada y archivada
por el Consejo Consultivo del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional de Brasil a mediados del 2004, después de un largo
y polémico proceso.
18
SOMEKH & CAMPOS, 2005
– y, consecuentemente, la inserción de la torre en el corazón del antiguo edificio del museo
sería claramente percibida de distintos puntos de aquel espacio público.

BIBLIOGRAFÍA

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