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Carmen V. Vidaurre: Guadalajara, Consejo
Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco, 2009. ISBN 968-832-031-5
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Más que considerar esta “moderna estética”, que tendría enorme importancia
en la producción de Julio Ruelas -y en las artes tanto plásticas como literarias, en
general-, como una estética de la forma; lo que ocurre es una toma de conciencia
de los artistas y de Ruelas en particular, sobre la relación que existe entre el
significado y el significante, pues, se observa que la forma expresa, comunica,
precisa y determina las modalidades específicas de los significados y por ello se le
pone gran atención.
Por otro lado, el desarrollo de la prensa, como ha observado Pierre Bourdieu,
es un indicio, entre muchos otros más, de la expansión sin precedentes del mercado
de bienes culturales que se daría en esta época. Esto propició que en Europa, gran
cantidad de artistas se ganaran la vida trabajando para las publicaciones periódicas,
pero también como diseñadores de carteles y anuncios, o trabajando para la
publicidad de diversos productos comerciales. México no fue la excepción, los
dibujos y grabados de destacados artistas plásticos fueron ilustraciones, portadas,
publicidad y caricaturas para las ediciones periódicas, se pueden citar los casos de:
Posada, Orozco, Villasana, pero también los de Julio Ruelas, Germán Gedovius,
Leandro Izaguirre, Roberto Montenegro, Ramos Martínez, entre muchos otros. De
David Alfaro Siqueiros, Xavier Moyssén señala:
Cuando Siqueiros regresó a la capital del país desarrolló una fecunda actividad como
ilustrador de libros y revistas, mediante dibujos facturados con lápices de color o a la tinta
negra. La mayor parte de esa interesante labor obedece a los principios del art Nouveau,
mas el simbolismo también hace acto de presencia, originando así un arte de afectada
elegancia. Para la publicación semanal El Universal Ilustrado diseñó algunas carátulas
coloreadas, entre éstas sobresale una dedicada a la bailarina rusa Anna Pavlova, entonces
de visita en México.1
1 “Elperiodo formativo de David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro y José Clemente Orozco”, en
El arte mexicano, t. I “Arte contemporáneo”, vol. XII, México, SEP-Salvat, p. 1830.
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diversa temática, de los que el más importante y frecuente realizador era Julio
Ruelas.
En Alemania Julio Ruelas había asistido a la Escuela de Arte de la Universidad
de Karlsruhe, había regresado a México hacia 1895, iniciando su colaboración en
la Revista Moderna, tres años después, esta experiencia le permitió establecer un
estrecho contacto con el núcleo de redactores: Jesús E. Valenzuela, José Juan
Tablada, Efrén Rebolledo, Bernardo Couto Castillo, Rubén M. Campos y Amado
Nervo, a quienes se sumarían Germán Gedovius, Roberto Montenegro y Jorge
Enciso tiempo después, formando así parte de uno de los núcleos más destacados
del arte modernista mexicano.
Teresa de Conde señala que en la Revista Moderna y de autoría de Julio
Ruelas se publicaron:
… en total unos 220 dibujos en diferentes técnicas entre las que privilegió la tinta y en menor
grado la aguada.2
Además, la calidad del trabajo de Julio Ruelas en esta publicación nos permite
considerarlo como un verdadero maestro del diseño gráfico modernista.
Los elementos gráficos que figuraban en esta revista no eran meramente
decorativos, textos e imágenes se relacionaban estrechamente, podía ocurrir que la
imagen sirviera de marco al texto y lo contuviera, pero también podía ser una
ilustración estricta y fiel del escrito, o una nueva versión gráfica del texto verbal al
que acompañaba, aunque igualmente es posible localizar algunos casos en que
esto no ocurría y en los que texto e imágenes eran independientes totalmente el
uno de las otras.
Ruelas colaboraría también en El Mundo Cómico hacia 1897. Antes lo había
hecho para El Mundo Ilustrado.
El desarrollo de la cultura de las imágenes, de la cultura visual que se
impulsaría a lo largo de todo el siglo siguiente, el siglo XX, fue un proceso que se
2Teresa de Conde: “Klinger y Ruelas desde Goya”, en Fernando Gálvez de Aguinaga, Teresa de
Conde, Rebeca Kraslsky et alt., El sueño de la razón produce ecos. “Goya, Klinger y Ruelas”, México,
Museo Nacional de San Carlos-CONACULTA, 2006, p. 31.
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que es recibido por el centauro que encarna Jesús Valenzuela. El propio Ruelas se
autorretrata aquí como un fauno en la horca, aludiendo, por una parte a su
compromiso al realizar la obra, pero también a su situación como artista plástico y
como artista modernista que se identifica con un sentido trágico de una realidad que
no le es favorable.
La perspectiva satírica de Ruelas guarda también algunos puntos de contacto
con la visión que en algunas de sus obras nos ofrece Felicien Rops: irreverente,
pero no exenta de una reflexión que se burla del gesto filosófico y del filósofo mismo,
y que involucra, en el fondo, una reflexión profundamente amarga y desengañada.
De hecho la importancia del trabajo de Rops en la producción de Ruelas se torna
evidente en el homenaje que el artista gráfico mexicano le rinde en su óleo La
domadora, en el que conserva el suficiente conjunto de signos que nos permiten
identificar la obra Rops, titulada Pornokrates, que sirve de base a su óleo, para
ubicar dichos elementos en un contexto un poco distinto al del caso que ofrece la
obra europea, ya que el cerdo que acompaña al personaje femenino no se
encuentra atado y bien controlado por la dama, sino que huye a toda carrera,
dejándola sola y burlada, otra diferencia es que la protagonista del trabajo de Rops
lleva los ojos vendados, pese a esto, ella tiene el control del cerdo que lleva como
una dócil mascota; además, ella es vista, pero no puede ver; en cambio, la
protagonista del óleo de Ruelas no lleva los ojos vendados, ella observa y es
observada, pero no mantiene el control, es burlada.
En otros casos, los intertextos de Rops se manifiesta en forma menos evidente,
es el caso de la viñeta de Ruelas titulada SóKrates, escrito así con “K”, obra que
alude al trabajo de Félicien Rops, Woman on a Rocking Horse, de 1870. Podremos
notar aquí, sin embargo, que el enfoque satírico es más crudo y cruel en el trabajo de
Ruelas, pues la dama semidesnuda no monta un caballito de juguete, aludiendo a
una Lady Godiva de broma, en la viñeta de la Revista Moderna la dama monta a un
filósofo que se ha transformado en la cabalgadura de una Godiva cruel y un compás,
que alude al saber y quehacer científico, se convierte en instrumento de agresión que
la dama emplea contra el filósofo.
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Los escritores de finales del XIX utilizan como tema pictórico y gráfico, como
personaje de cuento, poesía y novela, a mujeres consideradas símbolos de belleza
fatal, que involucran un peligro potencial, formas agresivas de sometimiento: mujeres
perversas, de rasgos ambiguos, como Salomé, Cleopatra, la dama vampiro, la
Esfinge. En ocasiones este hecho ha sido interpretado como signos de una misoginia
consciente. Sin embargo, y pese a que tales elementos portan una carga de
significación que involucra la mitificación agresora de lo femenino; la mujer fatal
representa también, mediante procesos metafóricos, la tensión decadentista entre el
erotismo y la religión; entre lo espiritual y lo material -para emplear un vocabulario
afín al movimiento-; y es también, y sobre todo, la expresión de un fenómeno real que
constituyó un problema epidemiológico muy grave, conocido como el mal du siècle:
la sífilis, que llevó a la muerte a una cantidad impresionante de artistas, que debieron
pagar con su salud, la satisfacción de sus deseos sexuales, de su atracción hacia la
belleza femenina.
La visión estético-macabra de Ruelas ofrece imágenes cargadas de elementos
onírico-decadentistas y de un notable simbolismo que es capaz de crear bestiarios
fantásticos como los de Kubin, al mismo tiempo que denuncian una cáustica mirada
sobre la realidad, por ejemplo, en el trabajo de Ruelas titulado La crítica. Éste, como
otros trabajos, también lo acerca a la visión de Redon y de otros artistas iniciadores
de las primeras vanguardias europeas, adscritos a una especie de neogoticismo de
herencia romántica que los modernistas llevan a extremos y que los alejan del
romanticismo, en que resurge la tradición gótica. No podemos tampoco dejar de
observar las analogías que se hacen evidentes entre este grabado de Ruelas y
algunas viñetas para Fausto de Harry Clarke, o similitudes entre el grabado de
Valére Bernard, titulado Pesadilla, y La crítica de Ruelas, pero tales similitudes no
le restan la especificidad semántica que posee la obra de Ruelas. Aquí, el ser
monstruoso es identificado claramente con la crítica y el rostro de la víctima es el
del propio artista.
En otras ocasiones los diseños de Ruelas harán manifiesta la influencia del
pintor Franz von Stuck cuyo óleo, La sensualidad, ofrece el prototipo de belleza
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fuerte referencia a lo natural, lo vegetal y animal, al mismo tiempo que las ramas,
casi raíces, connotan en mundo subterráneo que ha simbolizado en diversas
tradiciones lo inconsciente, lo instintivo, pero también, por tratarse del Demonio, lo
oscuro, sombrío, “maléfico”, sobre todo porque las líneas parecen sugerir sierpes-
vegetales. De este modo, se pone en juego en la obra, una serie de trazados
semánticos que hacen visibles algunos de los postulados modernistas, mediante los
cuales estos artistas rechazaron el racionalismo, la ideología materialista de la
sociedad industrial, el racionalismo y los valores promovidos por la burguesía
conservadora. El título de la obra de Ruelas, sin embargo, nos obliga a hacer una
nueva lectura del personaje del demonio, nos obliga a verlo desde otro punto de
vista, fenómeno que no será extraño, pues este título “Piedad”, al ser relacionado
con la figura, transforma al demonio en objeto de otra perspectiva en la que él es
reivindicado como ser sufriente o en la que él pide piedad por otros o por sí mismo,
luego de considerar lo que pasa por su mente, en memoria y reflexión. Esta lectura
de la ilustración de Ruelas se refuerza cuando observamos que cuatro años antes,
Ruelas había realizado un dibujo al lápiz en el que figuraba sentado su hermano
Alejandro Ruelas leyendo un libro, visto de perfil. Este dibujo constituye otro de los
materiales intertextuales principales del trabajo que ilustra la obra titulada “Piedad”,
en la que el demonio figura como un pensador.
En las producciones de Ruelas, con cierta frecuencia, un personaje mítico es
objeto de una resignificación también. Así, por ejemplo, ocurre con algunos de los
faunos de Ruelas, pues recordaremos que, si Stuck había representado también la
imagen mitológica de los faunos, destacando su naturaleza híbrida de seres que
conjuntaban rasgos animales y humanos, no sólo en su aspecto físico sino también
en el de su conducta moral, y los presenta así como seres violentos que gozaban
del espectáculo de una lucha; Ruelas retomará este recurso para destacar, en
cambio, la lascivia de los sátiros, aunque también nos ofrecerá imágenes en las que
los sátiros o faunos protagonizan el papel de víctimas de los seres humanos,
imágenes en las que la humanidad de esos seres híbridos se destaca, al oponer su
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del célebre ilustrador irlandés, más seducido por una estética macabra, a la manera
de Poe.
En las viñetas de Ruelas se puede observar la recuperación de las
tradiciones simbolistas y parnasianas, afectas también a las figuras de la tradición
neoclásica, algunas de la cuales, como Orfeo, constituyeron verdaderas tópicas del
arte desde el romanticismo hasta el simbolismo decadentista.
En el trabajo de Ruelas el romanticismo de Doré, el arte de Klinger, la línea
del Art Nouveau, se encuentran con metáforas visuales que resultan afines a los
versos de Mallarmé y de Rimbau, afines a la visión decadente que se desliza en las
narraciones y obras de teatro de Oscar Wilde, y al neogoticismo de los relatos de
Stevenson y Poe, quienes influiría marcadamente a los escritores y pintores
modernistas. Aunque algunos modernistas se mostrarían afectos a cierto
geometrismo, que luego derivaría en una nuevo movimiento decorativo (el Art
Decó), Ruelas no; la línea de Ruelas es más orgánica, sus trazos a lápiz o en tinta
se caracterizan por cierto apego a la filigrana, o por un modelo de representación
que en ocasiones se acerca al de los grabados de Doré, el romántico, y en otras a
los de Durero, el renacentista.
La recuperación de lo sobrenatural y fantástico que fuera común a escritores
y artistas plásticos de la época, lleva a Ruelas a desarrollar un imaginario en el que
las cosas, la naturaleza, lo monstruoso y la belleza se fusionan generando imágenes
cargadas de fantasía y delirio, pero se trata de una fantasía que se aleja del
imaginario infantil de los cuentos de hadas, para cuestionarse profundamente sobre
la realidad humana o para recrear un imaginario que hace de la figura femenina un
ser mítico y agresor, tal y como ocurre en su trabajo titulado Mujer escorpión de
1904, figura que había aparecido antes en una de las viñetas de la Revista Moderna,
titulada Implacable, de 1901, en la que el personaje de la mujer escorpión se abraza
a un crucificado al que pretende separar de su cruz y que denuncia fenómenos de
intertextualidad demostrable con respecto a por lo menos dos grabados de Félicien
Rops, uno de ellos titulado El calvario (1882) y otro que constituye una variante,
menos violenta en su “herejía”, del mismo tema. La problemática de la
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4 Admirado por Mallarmé, por Valéry y por Arthur Symons, difusor del simbolismo francés en
Inglaterra.
5 Rafael Gutiérrez Girardot: “II Secularización, vida urbana, sustitutos de la religión”, en Modernismo,
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7 Ídem.
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En la época -lo hemos señalado-, las artes plásticas tendrían una estrecha
relación con el arte de los impresos y el traspaso de formas y soluciones propias de
la plástica del momento y de la composición gráfica serían recurrentes, por lo que
entre los diseñadores de carteles, anuncios, tarjetas postales, timbres, en los que
la expresividad y ubicación de las letras, adquieren enorme importancia. Ejemplos
especialmente significativos fueron los carteles de finales del siglo XIX, con letras
ornamentales, gestuales, que involucraban una estrecha relación entre significantes
y significados, y que marcaron el estilo característico de la época. Serán numerosos
los arquitectos y artistas gráficos que desarrollarían sus propias tipografías, es el
caso de Mackintoch, por ejemplo, cuyos alargados tipos revelan las mismas
concepciones estéticas que rigen sus otros diseños y obras plástico-
arquitectónicas. En este sentido, las capitulares diseñadas por Julio Ruelas para la
Revista Moderna pueden considerarse entre las más bellas de las tipografías
modernistas mexicanas. Algunas de ellas manifiestan homenajes a destacados
artistas plásticos de la época: Vedder, Mucha, Greiner, etc.
Los retratos y las imágenes de las ilustraciones de la revista en la que
colabora Ruelas combinan la escena con los diseños de orlas decorativas, en las
que los elementos modernistas se orientan hacia la reproducción de líneas
ondulantes o afiligranadas.
La importancia que el modernismo le concede al texto verbal y más
específicamente a las grafías, como elementos de expresión estética, es un
fenómeno que resulta análogo al de los juegos caligramáticos que emprenderían en
la poesía diversos escritores, como Apollinaire, en Francia y José Juan Tablada, en
México, éstos, entre otros autores, buscarían trasladar el fenómeno que se produce
en el arte de la caligrafía oriental, mediante recursos aplicables a las expresiones
poéticas y verbales de Occidente, pues intentaban crear una escritura cuyos trazos
“pintaran” lo que expresaban los signos, estos poetas buscaban hacer de la
escritura un material pictórico que representara el pensamiento y el mundo en forma
figurativa, pese a que la escritura occidental constituye una de las modalidades más
abstractas de la representación visual o gráfica de sonidos y conceptos.
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8 Max Henríquez Ureña ha señalado: “Pero no fue el cisne el único símbolo de que valió el
modernismo como expresión de elegancia y refinamiento: sin elevarlos a la superior categoría que
Darío dará al cisne, el propio Rubén empleó la flor de lis y el pavo real”. Breve historia del
modernismo, Fondo de Cultura Económica, 1978, p. 28.
9 Roberto Mata: “Prologo”, en Li-Po y otros poemas, México, Consejo Nacional para la Cultura y las
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relación con el resto de los elementos de la ilustración (el barco, los otros
personajes, el mar mismo), sino también porque las líneas ondulantes, típicas del
Art Nouveau, que parecen querer capturarla, como cuerdas fantasmales que
emergen de las cuencas de los cráneos de los esqueletos, ubicados a los pies de
la sensual y mítica figura femenina, parecen formar una red de hilos de espuma y
en su trayecto ondulante, evocan el movimiento de las olas o una flor hecha de
pistilos; mientras que los cabellos de la bailarina, agitados al viento, se asemejan a
un cielo tempestuoso, al igual que su falda. Su pecho desnudo es adornado por
hilos de perlas, de tal modo que el exotismo y la relación con lo marino contribuyen
a crear una representación clara de la belleza implacable y agresora, asimilada al
poder mortífero del mar.
El dialogo a que hace referencia Roberto Mata, entre los versos de Tablada
y la imagen de Ruelas se puede constatar reiteradamente, ya que Tablada ha
comparado a la bailarina con “una plaga fatal y bella”, con un huracán, con un “ágil
trirreme” cuyo blanco pecho es una “vela comba y airada”, cuyo “sollozos son
tempestades”; y su cabellera es la bandera del pirata, sus piernas son asociadas a
tentáculos o pistilos de flores, e incluso la clara identificación que Ruelas hace, en
la segunda de sus ilustraciones al poema, de la bella Otero, vista como una nueva
Salomé, figura también explícitamente en el poema de Tablada.
Al ilustrar “Implacable”, los elementos decadentistas, el simbolismo macabro,
la problemática relación entre lo religioso y lo sacrílego, la búsqueda de la metáfora
inusitada de su autor, se recuperan en la viñeta de Julio Ruelas.
Cuando Ruelas ilustra una viñeta para “La golondrina muerta” de Manuel
Puga y Acal, crea una escena en la que, si bien, rescata los aspectos narrativos del
poema, que en su inicio señala: “La pólvora estalló, silbó la bala:/la golondrina, con
el pecho herido,/ doblada, rota, desplumada el ala,/ cayó desde lo alto de su nido”.
Ruelas no se limita a ilustrar lo que los versos iniciales del poema indican, también
aporta con sus imágenes una nueva lectura de los mismos, le otorga otros sentidos
a esos versos, al humanizar a la golondrina, abriendo para el lector la posibilidad
de un significado profundo del personaje de la golondrina, significado que el poema
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pequeñas viñetas que acompañaran el más célebre poema de Edgar Allan Poe,
publicado en traducción en la Revista Moderna, “El cuervo”.
A propósito de esto último, no poco significativo será que en uno de sus
autorretratos, el propio Ruelas se represente al lado de un cuervo, haciendo
manifiesta su identificación con el autor literario romántico a quien se le ha atribuido
ser el iniciador del relato policíaco en la tradición occidental, junto al escritor francés
Balzac.
En otros casos, el aspecto narrativo de viñetas desconectadas o sin relación
aparente permite construir secuencias de relato, debido a la capacidad de
representar eficazmente acciones y situaciones que tiene este ilustrador gráfico
zacatecano. Ruelas parece tener una clara conciencia de esta característica de sus
viñetas y logra producir, con un reducido número de ellas, textos que no sólo
resultan comparables a las obras literarias que acompañan sino que incluso
ofrecen, a través de su montaje en secuencia, una experimentación y expresión
narrativa que resulta más eficaz que la de algunos de los propios escritos.
José Juan Tablada ya había notado ese aspecto intelectual y literario de la
obras de Ruelas:
No sólo poseía el don innato de sentir la forma y la facultad de expresarla, ni era sólo
una mano ejercitada y hábil, sino también un cerebro donde los problemas de la existencia
generaban reacciones y teorías que muchas veces tomaban forma en sus memorables
viñetas, que eran mucho más que simples motivos ornamentales. Ruelas no sólo hacia
ilustraciones para los poemas, sino que, al lado de una poesía nuestra, colocaba una
expresión gráfica suya que valía tanto o más que la literaria... 10
10 José Juan Tablada: “Las sombras largas”, en Obras completas, México, Fondo de Cultura
Económica.
11 El manuscrito de este volumen inédito fue, aparentemente, destruido.
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12 Consultar: Amado Nervo, El Éxodo y las flores del camino, en Obras completas de Amado Nervo,
vol. IV, Madrid, Biblioteca Nueva, 1930, pp. 2332-233. Edición al cuidado de Alfonso Reyes, con
ilustraciones de Julio Ruelas e ilustraciones de marco de Roberto Montenegro.
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Esta última modalidad, la efigie de aspecto antañón, fue practicada también por
Gedovius (Autorretrato; Retrato de Luis Quintanilla) y por Ramos Martínez, con la
evidente intención de evocar nostálgicamente el pasado virreinal, nuestra “edad
media” en el sentimiento romántico local. Gedovius mismo tiene muchos otros
retratos convencionales de gente de sociedad, muy formalizados y suntuosos.13
13“La renovación de la pintura en el cambio de siglo”, en El arte mexicano, “Arte del siglo XX”, t. III,
vol. XI, 1982, p. 1592.
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Se dice que el modernismo parece olvidar los temas hispánicos y los asuntos
locales, sin embargo, las contradicciones a tales afirmaciones son muchas, José
Martí y Manuel Gutiérrez Nájera los frecuentaron, la estancia en Chile de Rubén
Darío lo hace escribir sobre Caupolicán. En otros poetas y escritores como Valencia,
Santos Chocano, Leopoldo Lugones, Ramón López Velarde, reaparecen los elogios
a lo hispánico y los temas populares locales. Rubén Darío se convirtió en vocero de
la grandeza hispana y de las figuras de la gran tradición en esta cultura, la geografía
física y humana de Hispanoamérica estará presenten en diversas obras suyas. Julio
Ruelas hace presente el hispanismo en algunos de sus trabajos en los que figuran
don Quijote y don Juan, pero también en la viñeta titulada “Voto”, en el óleo que
tiene por título La emboscada, en la ilustración para el poema “Tus ojos” de J.
Baranda MacGregor. Otro tanto ocurrirá con Roberto Montenegro, por ejemplo en
su grabado “El mantón de Manila” o en su óleo “Grupo de sevillanas”, y en la
influencia que en alguna de sus obras -y las de otros artistas plásticos modernistas-
tendrían las producciones de Julio Romero de Torres y sus temas hispánicos, su
fuerte localismo.
El desplazamiento que se percibe de las “influencias” culturales en el
modernismo, de España a otras regiones del mundo, corresponde a un
desplazamiento que se da en las “influencias” económicas, pues España había
perdido la dominante en las relaciones de dependencia económica y cultural sobre
Hispanoamérica y la habían ganado: Estados Unidos, Francia, Alemania e
Inglaterra, los países más industrializados, que emprendían políticas
neocolonialistas en formas diversas. Estos aspectos se confirman en el ámbito
literario y también se pueden encontrar en las artes plásticas y el diseño gráfico, en
los que veremos las influencias de lo regionalista, americano y español, al lado de
temas y recursos provenientes de una tendencia cosmopolita y formalista
dominantemente europea y norteamericana. De hecho todos los fenómenos que
hemos señalado en el ámbito literario también se verifican en el ámbito de las artes
plásticas y gráficas, y para demostrarlo bastará con observar que, aunque la mayor
parte de los historiadores del arte afirman que fue la Revista Moderna el principal
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órgano de difusión del arte modernista en México, olvidan que en esta revista, lo
mismo se publicaban grabados que tomaban temas típicamente modernistas que
otros que esos críticos calificarían como nacionalistas, regionalistas e incluso
“localistas”, y no sólo por sus temáticas o perspectivas, estos fenómenos se pueden
observar incluso dentro del conjunto de la producción de un artista al que se ha
calificado de “afrancesado” como Julio Ruelas, pero también se puede observar en
los trabajos de Germán Gedovius, Leandro Izaguirre y Roberto Montenegro.
La última época de la vida de Ruelas la llena su obra de grabador al aguafuerte,
de la que se conocen nueve obras, producidas en sus últimos años de su vida en
París14: La escalera del dragón (1906), La Muerte (1906), La Esfinge (1906), La
Caridad, Fuegos fatuos, La Medusa, El suplicio de la reina mora, El murciélago y un
Autorretrato (también conocido como La crítica y al que hemos hecho referencia a
varias ocasiones antes). Estas obras representan a un artista en plena madurez,
pero también nos permiten observar otras particularidades de la producción de
Ruelas.
Al estudiar estas obras de la última etapa de Ruelas se debe tomar en cuenta
la información que Teresa de Conde nos ofrece al respecto:
Cuando, ya en México, se dieron a conocer los aguafuertes, por lo menos algunos
recibieron títulos arbitrarios pues no todos corresponden a denominación acuñada por el
autor, a menos que ésta se encuentre dentro de la plancha, como ocurre con Medusa y
con La Escalera del dragón. Por ejemplo, el denominado El suplicio de la reina mora no
ofrece coincidencia alguna entre el tema y su denominación. La fuente iconográfica es
más bien versión tomada de Ludovico Ariosto. En el Orlando furioso Roger cabalga en un
hipogrifo, híbrido de águila y caballo, que se acerca a liberar a Angélica, presa de un
monstruo marino. Todos los elementos del grabado: la mano enorme que emerge del mar,
el jinete que se aproxima por los aires, apuntan a considerarlo así. Sólo el tocado del
personaje pudiera vincularse con la idea de “moro”. A la vez, la escena de Ariosto es una
trasposición del mito de Perseo y Andrómeda según Ovidio. Ruelas sí que era muy afecto
a la mitología, fuente de inspiración para todos los simbolistas. En Medusa entremezcla el
motivo mitológico con su propio ennui. Altera a la Gorgona tradicional en vías de expresar
una idea relacionada con los íncubos generados por la locura. La cabeza es sostenida por
un fuerte antebrazo que termina en un guantelete de metal empuñando el manojo de
serpientes. Medusa es un desecho arrojado al vacío más que un trofeo presentado al
espectador, como sí lo personifica el Perseo de Benvenuto Cellini en la Logia de los Lanzi
(Florencia). La expresión del rostro –que es masculino, no femenino- denota el mismo
terror que se supone provocaba su visión, de modo que aquí el castigo de Medusa es ser
14“Los nueve aguafuertes corresponden a los producidos por Julio Ruelas en el taller de Joseph
Marie Cazin en París, entre 1904 y 1907”. María Fernanda Matos Moctezuma: “Introducción”, en El
sueño de la razón produce ecos…, Op. Cit., p. 12.
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su propia víctima, algo así como una auto-castración. La perfección de este grabado
probablemente determinó el número de impresiones realizadas en París, pues de ningún
otro se encontró en igual número15
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arrojada) por una poderosa mano con guantelete cuyo dueño queda fuera del
campo de la imagen, siendo sólo presente en el campo de lo representado en forma
parcial, por el brazo izquierdo. La identidad “ausente” del personaje (supondríamos
por la anécdota referida mediante signos visuales que se trata de Perseo) es
identificada por el espectador mediante el rostro de esa cabeza cortada y letal, que
sin embargo, expresa un gesto y rasgos fisonómicos ambiguos; pues Medusa tiene
una cara que lo mismo pudiera ser el rostro de un hombre que el de una mujer vieja,
y su boca abierta, sus ojos dirigidos hacia arriba, su entrecejo fruncido, lo mismo
pueden ser interpretados como gestos de ira, terror o dolor, que sorpresa. La
posición marginal en que su ubica esta cabeza cortada, sin embargo, separada
incluso no sólo de su propio cuerpo sino también del espacio que ocupa el personaje
que la sostiene, por una especie de barda baja, por una división que muestra un
tono distinto al color del fondo neutro y oscuro del último plano, es muy importante
y verdaderamente no corresponde a la ubicación que se le daría a un “trofeo”.
El gesto de ese rostro representado en el aguafuerte de Ruelas es semejante
al de otra cabeza, ésta de una obra de Klinger en la que una mujer desnuda sostiene
su propia cabeza cortada, con la cual amenaza a un hombre que huye de ella
temeroso, mientras ella levanta con su otra mano un manojo de serpientes. Sin
embargo, dicha similitud no basta para precisar el sentido específico que el gesto
de Medusa tiene en la obra de Ruelas y que se manifiesta de tal modo que no
elimina sus ambigüedades, que lejos de ser un defecto, contribuyen a hacer la obra
más polisémica.
Otro singular tema es desarrollado por Ruelas en La escalera del dragón.
Sobre esta obra Teresa de Conde ha señalado:
La escalera del dragón es uno de los grabados más finos de Ruelas. Utilizó aguafuerte
combinándolo con puntaseca y partió la composición en dos: la parte baja, donde se
encuentra el esqueleto del saurio, es nocturna y la escalera, sin una masa de sombras, un
milagro de precisión, se corresponde con la idea que pudiera tenerse sobre una escalera
prehistórica.17
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En La escalera del dragón Ruelas nos ofrece en su grabado tres imágenes, dos de
ellas dentro de un campo rectangular que ha sido partido en dos y una primera que
está ubicada en el recuadro blanco que sirve de marco a la composición principal,
esta imagen es de muy reducidas dimensiones y por ello doblemente marginal, nos
muestra a un dragón humanizado, ya que este ser fantástico posee piernas y brazos
de aspecto humano, aunque su rostro y tronco, así como la posición de cuerpo, lo
animalizan. Su hocico humeante indica que ha sido representado en actividad vital.
Inmediatamente arriba de esta pequeña imagen, en un campo rectangular en el que
se ha inscrito el título de la obra, la firma del autor y la fecha, en la parte superior;
observamos la figura de un esqueleto de dragón. Su morfología no muestra ningún
signo humano, sin embargo, la posición de su cuerpo es análoga (no idéntica) a la
de la pequeña figura del recuadro blanco. Finalmente, en el campo rectangular
superior de la composición, se nos muestra, en un paisaje montañoso y rocoso, una
escalera. Esta escalera y el conjunto rocoso en el cual se ubica forman una silueta
cuyo contorno es análogo también, aunque menos definido en su morfología, al de
la silueta del esqueleto de dragón. Podemos observar así que Ruelas ha
representado un ciclo de transformaciones morfológicas aquí, que van desde la
representación de un ser viviente y fantástico, a los resto orgánicos y luego hasta lo
totalmente inerte, la roca misma que no guarda sino una “lejana” similitud con la
forma orgánica mostrada en la imagen primera y una similitud que puede pasar
inadvertida con respecto a la segunda imagen, la del esqueleto del ser fantástico
animal.
Podemos notar que el recurso empleado en el grabado y el personaje del
dragón relacionan este aguafuerte con el óleo de Ruelas titulado El sueño de Athos,
pues tal como hiciera en ese caso, Ruelas considera la figura marginal del recuadro
como parte importante que contribuye a esclarecer el sentido de su obra.
Anteriormente hemos hecho referencia a un “Capricho al óleo” realizado por
Ruelas en el que figuran seres híbridos que derivan de las imágenes de algunos de
los grabados del destacado artista plástico español. Esos seres híbridos, ave-
humano, parecen provenir en Goya de la iconografía clásica griega con la que se
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18 Fernando Gálvez de Aguinaga: “El sueño de la razón produce ecos”, en Op. Cit., p. 38.
19 Rebeca Kraselsky: “Goya: los ecos. Klinger y Ruelas”, en Op. Cit., p. 42.
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Antonio Saborit, por su parte, hace referencia a las palabras de Tablada, quien
describió el taller de Ruelas en la ciudad de México –antes de partir a Karlsruhe
(Alemania)- donde Julio Ruelas permanecería tres años, y en el que además de una
mesa de trabajo “llena de dibujos y cartones de croquis al lápiz y bocetos al óleo”,
paredes tapizadas de “academias y paisajes al natural, y de la estampa y el yeso”,
llamaban la atención:
… un par de copias compuestas por Ruelas a partir de fotografías y estampas: La Virgen de
Belén de Murillo y, por sus “proporciones murales”, la del lienzo de Rafael para el altar mayor
de los monjes negros de San Sixto de Piacenza, la Madonna Sextina o Virgen de San Sixto.
El mismo taller servía de depósito a numerosas parodias y apropiaciones de Ruelas –óleos y
tintas, lo mismo daba, cabalmente terminados o en boceto- de obras de Veronés, Gavarni,
Goya.20
20 Antonio Saborit: “El amigo Ruelas”, en The Lugubrious Traveler Julio Ruelas. Mexican Modernist
1870-1907, México, Instituto Nacional de Bellas Artes/ Editorial RM/ Museo Nacional de Arte, 2007,
p. 44.
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Es cierto que mientras Goya emplea el aguafuerte y el agua tinta al mismo tiempo,
lo que no se hace en las obras de Ruelas, la carga de significado que los blancos y
los negros tienen resulta sumamente importante en ambos autores. No es por esto
21 Citado en Victor Stoichita y Ana Cordech: El último carnaval. Un ensayo sobre Goya, Madrid,
Siruela, 2000.
22 Rebeca Kraselsky: “Imágenes construidas”, en Op. Cit., pp. 47-48.
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24Estos objetos están en relación con actividades profesionales específicas de la época: la del
médico y la del frenólogo.
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lleva incluso guaraches o sandalias en una época en la que esto connotaba una
posición económica y un contexto étnico específico, dominan los oscuros en la obra,
el ambiente no es el de un estudio o habitación de trabajo ordenada sino el campo
en el que lo orgánico vegetal y las piedras se muestran abundantes, mientras que
al fondo figura un cementerio. Esta imagen del cementerio a lo lejos, en un último
plano, unida a las pequeñas figuras que aparecen en el recuadro que rodea la
composición central del grabado25: un cadáver femenino, una cabeza cortada y una
calavera con alas de murciélago, hacen presentes signos reiterados y claros de la
muerte que no figuran en la obra de Goya.
En el trabajo de Ruelas se hace patente una sistemática de la “hibridación”, de
la mezcla de elementos distintos, no sólo porque el ser monstruoso de su grabado
reúne rasgos animales y humanos, también porque mezcla en su figura rasgos
femeninos y masculinos.
Esta representación de lo monstruoso como una modalidad de lo andrógino no
sólo se localiza en este grabado de Ruelas como hemos podido observar, reaparece
en La esfinge y de acuerdo con algunos de los estudiosos del trabajo de Ruelas
figura también en Medusa.
Si volvemos al aguafuerte de El murciélago podremos comprobar que la figura
agresora de la escena que Ruelas crea no sólo resulta análoga a algunas de las
figuras animales de ·”El sueño de la razón…” de Goya, también guarda puntos de
similitud con el personaje que aparece en el aguafuerte “Soplones”, del mismo autor
español, personaje en el que también se mezclan rasgos humanos y otros animales
(las alas de murciélago, las garras de las extremidades inferiores) rasgos femeninos
(los senos) y otros masculinos (el cabello muy corto, los rasgos faciales, no sólo
masculinos sino un tanto simiescos como los del rostro del personaje de Ruelas).
La carga semántica de lo agresivo está en ambos casos presentada desde un
enfoque distinto, porque los seres potencialmente agresores de “El sueño de la
razón…” no exponen un peligro tan evidente como el que manifiesta el de El
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La estampa que forma parte de la colección del Museo de San Carlos y la del Museo Franz Meyer,
muestran diferencias que no sólo corresponden al estado de las placas.
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de viejos, que no parecen más pobres o vulnerables que ella, se trata de dos
hombres adultos. Ella no les ofrece o regala dinero, sino alimento, y su acción es
testificada por una pareja, una mujer y un hombre, que parecen comentar el hecho.
La escena se ubica en un escenario urbano.
En la obra de Julio Ruelas vemos a un anciano, representado de tres cuartos
de perfil, con su cabeza baja y sus ojos cerrados, en compañía de un niño de piel
oscura, que al avanzar por un camino encuentra a una mujer y le ofrece unas
monedas. La mujer es visiblemente vulnerable, no sólo por haber sido caracterizada
como alguien muy pobre, por ser joven y estar semidesnuda, descalza, con un niño
pequeño, aparentemente agotada (sus ojos están cerrados), sino también por estar
en medio de un camino semirural, en un paisaje donde no se observan edificaciones
habitables cerca, entre ruinas, lo que destaca su aislamiento. La mujer ocupa en
este grabado un lugar tan marginal como el de ese perro que la acompaña. El
anciano viste con cierto lujo y el niño que lo acompaña y guía bien podría
desempeñar el papel de un sirviente o lazarillo, de acuerdo con cierto tipo de
convencionalismos de caracterización. Por todo esto, el acto de caridad no tiene el
efecto ejemplar que se percibe en la obra de Francisco de Goya, pese a que la
acción del anciano parezca contrastarse con la de un jinete que al fondo de la
composición avanza en su montura, en dirección opuesta a la del benefactor, por lo
que el espectador lo ve dar la espalda a la escena.
Lo anterior explica que al hacer referencia a esta obra Teresa de Conde señale:
… el anciano acompañado de su lazarillo entrega el donativo en una bolsa de forma muy
testicular a la joven mujer ciega y semidesnuda que sostiene a su infante entre las piernas. Es
el típico avaro de la literatura picaresca y podría parecerse a ciertos personajes dikensianos. 26
Más que la caracterización que hace Ruelas del benefactor en su obra, la morfología
de su figura nos permite observar que dicho personaje guarda también relación con
del anciano que porta dos bolsas de monedas en otro de los aguafuertes de Goya,
“Por qué esconderlo”; grabado también incluido en los Caprichos y en el que se
representa, no un acto de caridad, sino la ilustración de avaricia, tanto del anciano
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como de los personajes que lo rodean; presentados como potenciales ladrones, por
el lema que acompaña el grabado. La figura de este anciano de Goya se muestra
también en tres cuartos del mismo perfil que el de Ruelas, ambas figuras se curvan
marcadamente (aunque una está de pie y la otra parece estar sentada), la posición
de uno de sus brazos es idéntica, y la inclinación de sus rostros arrugados se orienta
hacia abajo, aunque en grado distinto, ambos llevan la cabeza cubierta, sus ropas,
aunque distintas en su color y textura son similares en tanto consisten en una
especie de hábito o túnica con mangas (el anciano de Ruelas lleva además una piel
que cubre espalda y parte de su pecho), pero el plegado de sus ropas es similar y
las dos figuras están colocadas delante y muy cerca de un personaje de pie, en
posición frontal, colocado a su lado izquierdo (a la derecha del espectador que
observa los grabados). El nivel desde el cual se les observa es también semejante,
aunque la cercanía es mayor en el caso de la obra de Goya. Todo esto nos permite
hablar de un fenómeno de intertextualidad, reforzado por el hecho de que el tema,
aunque diferente involucra una relación específica con el dinero.
Por otra parte, aunque de modo menos visible, el personaje femenino de este
grabado de Ruelas parece inspirado, en parte, en la protagonista de otro de los
aguafuertes de Goya, “Por qué fue sensible”.
Con La Muerte (o La Muerte y el gato) se completa el conjunto de aguafuertes
que hiciera Ruelas en París, al menos de los que se conocen hasta hoy. Esta obra
involucra materiales intertextuales de diversas fuentes, entre las que se deben
considerar trabajos de Klinger y de Steinlen, entre otros, pero de momento
preferiremos centrarnos sólo en precisar algunas de las relaciones que el grabado
establece con ciertas producciones de Francisco de Goya.
Sabemos que toda material intertextual se define e identifica por la presencia
objetiva de un conjunto de signos que refieren, remiten o provienen de otra y otras
obras anteriores que son identificables a partir de esos signos. Al menos así
entiende este fenómeno Gérard Genette y nosotros también en este trabajo. Esto
significa que la relación entre la obra previa y la nueva versión o nueva obra puede
involucrar diversos grados de variación que van desde la cita o reproducción fiel de
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joven, su situación, su edad aparente, así como su atuendo, resultan análogos a los
del personaje femenino del aguafuerte de Ruelas, el paralelo de los dos brazos
extendidos por la protagonista de Goya se reproduce, con diferente inclinación, por
el brazo extendido de la Muerte y el de la muchacha del grabado de Ruelas.
El perfil de una de las figuras fantásticas de “No te escaparás”, guarda
similitudes con el del anciano del grabado de Ruelas, del mismo modo que los pies
de este personaje se representan en posición idéntica a los de otro de los seres
fantásticos que avanza detrás de la muchacha del grabado de Goya.
Encontramos aquí un intertexto desconstruido, con variaciones, pero el
conjunto de signos análogos permiten que identifiquemos claramente la obra previa
que sirve de base a la más contemporánea.
Ahora bien, la actitud de temor y algunos gestos de los tres personajes
“humanos” del aguafuerte de Ruelas es también análoga, en varios aspectos, a las
que muestran el grupo de personajes representados por Goya en otro grabado,
titulado “Ya es hora”, que también forma parte de la colección de los Caprichos.
Los anteriores fenómenos descritos, que comprueban la intertextualidad
efectiva de obras de Goya en el aguafuerte de Ruelas, nos obligan a señalar que
incluso el motivo del gato asustado se encuentra también presente en los Caprichos,
en concreto en el grabado “Allá va eso”, obra a la que hemos hecho referencia antes
en relación con otros trabajos de Ruelas.
Lo observado hasta aquí nos permite decir que la mayoría de los aguafuertes
realizados por Ruelas en París hacen presentes fenómenos de intertextualidad muy
importantes de las obras de Francisco de Goya en los trabajos del artista gráfico
zacatecano, por lo que no es arriesgado pensar que Ruelas parecía haberse
propuesto realizar una versión modernista (simbolista), su propia versión, de un
proyecto en el que se seguía como modelo el conjunto de los Caprichos.
Hay que señalar que este maestro del diseño gráfico de México, Julio Ruelas,
descrito por Alfonso Reyes como: “satánico, como Baudelaire, y es, como él,
aunque en menor intensidad, cristiano negativo. Es lascivo, porque la lascivia es
pecado; que si no, sería un amante"; se instaló en París, en 1904, donde aprendió,
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en el estudio de Marie Cazin, para hacer del grabado al aguafuerte, su más brillante
especialidad plástica. Pasó los tres últimos años de su vida en Francia, viviendo de
una modesta beca del gobierno, donde murió a los 37 años. Arnulfo Domínguez
Bello, que se encontraba en París a la muerte del artista zacatecano y esculpió un
hermoso monumento para su tumba, que se conserva en el cementerio de
Montparnasse.
De acuerdo con quienes lo conocieron, Ruelas era un taciturno, de
temperamento bohemio, admirado por poetas e intelectuales, y aunque las palabras
de Reyes describen algunos rasgos de su postura estética y personal, la mejor
definición de este artista plástico nos la ofrece Rubén Darío, cuando escribe lo que
podemos considerar su definición de un modernista:
Y muy siglo dieciocho y muy antiguo
Y muy moderno; audaz, cosmopolita,
Con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo
Y una sed de ilusiones infinita.
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Arriba: Julio Ruelas, página de la Revista Moderna. Arriba: Franz von Stuck, Sensualidad.
Abajo: Viñeta de Julio Ruelas. Abajo: grabado de Félicien Rops.
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Arriba: Julio Ruelas, Entrada de don Jesús Luján a la Revista Moderna, 1904. Detalle
Arriba: Francisco de Goya, Capricho 19. Arriba: Francisco de Goya, Capricho 20.
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Arriba: Julio Ruelas, Retrato de F. Nietzche. Arriba: Julio Ruelas, Retrato de Rubén Campos.
Abajo: Ilustración de Kubin. Abajo: Ilustración de Julio Ruelas.
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Arriba: Dos páginas para la Revista Moderna, diseñadas por Julio Ruelas.
Abajo: Ilustración de Julio Ruelas para Bárbara labor.
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