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que puede ser consultado, citado y estudiado con plena libertad por todos los integrantes de la
Iglesia católica para aumentar el conocimiento con respecto a los aspectos fundamentales de
la fe. De la misma manera es el texto de referencia oficial para la redacción de los catecismos
católicos en todo el mundo.
“San Pedro invitaba a los cristianos a que ‘estén siempre dispuestos a dar a
todos los que le pidan la razón de su esperanza’ (1 Pe 3,15). Estas palabras
también se aplican a nosotros. Mostrar nuestra convicción con argumentos”,
precisó.
En poco tiempo iniciaremos en la Iglesia un año dedicado a San Pablo, así que desde ya nos
podemos ir animando para la vivencia de este maravilloso año; año de gracia en torno a uno
de los personajes más significativos del Nuevo Testamento y de los inicios de la Iglesia. A
continuación un artículo sobre la idea de fe que se descubre en los escritos paulinos. Deseo
sea de buen provecho para quienes visiten este espacio.
“La fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve” (Heb 11, 1). En el N.T.
la fe se expresa de múltiples maneras: como confianza y seguridad, sobre todo en el precepto
de amar a Dios “con toda el alma y con todas las fuerzas”; una fe que realiza la sanación de
toda la existencia del hombre, siendo la curación externa signo de esa sanación; una fe que
salva, en el sentido de que con ella va ligado el perdón.
A Pablo le importa sobre todo hablar de la salvación (fe salvífica) que se ha iniciado en el
crucificado y resucitado, en el Cristo; le importa la justicia (justificación) y reconciliación
otorgada al hombre por ese Cristo; le importa hablar de la nueva creación que se da en Jesús
(nuevo Adán, 1 Cor 15, 45). “Jesús es el Cristo”, este es el enunciado más decisivo para Pablo
y ese es su testimonio.
Para Pablo la fe cristina es a la vez una fe personal y testimonial que no sólo pretende dar
razón, sino que busca también influir, mover e impresionar. Por tanto la fe, en cuanto fe en
Jesús, el Mesías y Kyrios, alcanza su culminación y fundamentación última en la confesión a
favor de Jesús, al que Dios ha resucitado (Rom 10, 9); esta fe nos termina remitiendo a Dios
que resucita a los muertos y llama a la existencia a lo que no exite, renunciando a los ídolos y
a otras potencias salvadoras (1 Tes 1, 9). Además esta fe implica una obediencia, la renuncia
a la propia voluntad y sabiduría e invita a la sumisión plena a la economía de la salvación
supuesta por Dios; crea una nueva situación personal y existencial, proporciona un nuevo ser,
“el ser en Cristo” y que se actualiza por el hecho de que el creyente cumple en su propia vida,
la vida y el destino de Jesucristo (Ga 2, 19 – 21)
Benedicto XVI
EL CREDO. SU FUNDAMENTO
Nuestro Señor,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.
Que podemos decir de esta oración? Es algo sin sentido?Los católicos la decimos
Antes de tomar una posición por una u otra definición, sería importante realizar
Creo en Dios,
Deu 6:4 Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh. Mar 12:29 Jesús le
contestó: «El primero es: = Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, =
El Credo comienza por Dios Padre, porque el Padre es la Primera Persona Divina
de la Santísima Trinidad.
Padre Todopoderoso,
Lc 18,27 Respondió: «Lo imposible para los hombres, es posible para Dios.»
Creador del cielo y de la tierra. Gén 1,1 En el principio creó Dios los cielos y la
tierra.
Nuestro Credo se inicia con la creación del Cielo y de la tierra, ya que la creación
sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los
Hch 2,36 «Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y
Lc 1,35 El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
Mt 1,22,23 Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del
profeta: = Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre
Jn 19,1-2 Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una
Jn 19,17-19 y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en
hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y
Jesús en medio. Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito
Lc 23,46 y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, = en tus manos pongo mi espíritu»
1Pe 3,18-19 Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los
pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu. En el
1Co 15,3-4 Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió
por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día,
Mc 16,19 Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a
la diestra de Dios.
Hch 10,42 Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él
Rom 5,5 y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
Como será de importante creer en el Espíritu Santo, que el mismo Jesús nos dice
Efe 5,25-27 Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó
a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud
Mt 16,18 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia,
Apo 7,9 Después de esto vi un gentío inmenso, imposible de contar, de toda nación y raza,
pueblo y lengua, que estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con
la resurrección de la carne
Rom 8,11 Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos está en
ustedes, el mismo que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también vida a sus
y la vida eterna.
Apo 22,5 No necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque Dios mismo será su luz, y
Amén.
Apo 22,20 El que da fe de estas palabras dice: “Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor
Jesús.
apostólica.
EL PODER DE LA FE (la serie “Hablar con Dios”, Tomo IV, 18a. Semana del T. O., por
Francisco Fernández Carvajal.)
La fe capaz de trasladar montañas. Cada día tienen lugar en la Iglesia los milagros
más grandes.
El Señor dice a los Apóstoles en este pasaje del Evangelio de la Misa que podrían
«trasladar montañas» de un lugar a otro, empleando una expresión proverbial;
entre tanto, la palabra del Señor se cumple todos los días en la Iglesia de un modo
superior. Algunos Padres de la Iglesia señalan que se lleva a cabo el hecho de
«trasladar una montaña» siempre que alguien, con la ayuda de la gracia, llega
donde las fuerzas humanas no alcanzan. Así sucede en la obra de nuestra
santificación personal, que el Espíritu Santo va realizando en el alma, y en el
apostolado. Es un hecho más sublime que el de trasladar montañas y que se opera
cada día en tantas almas santas, aunque pase inadvertido a la mayoría.
Los Apóstoles y muchos santos a lo largo de los siglos hicieron admirables milagros
también en el orden físico; pero los milagros más grandes y más importantes han
sido, son y serán los de las almas que, habiendo estado sumidas en la muerte del
pecado y de la ignorancia, o en la mediocridad espiritual, renacen y crecen en la
nueva vida de los hijos de Dios [4]. «”Si habueritis fidem, sicut granum sinapis!” -
¡Si tuvierais fe tan grande como un granito de mostaza!…
»-¡Qué promesas encierra esa exclamación del Maestro!» [5]. Promesas para la
vida sobrenatural de nuestra alma, para el apostolado, para todo aquello que nos es
necesario…
II. Señor, ¿por qué no hemos podido curar al muchacho? ¿Por qué no hemos
podido hacer el bien en tu nombre? San Marcos [6], y muchos manuscritos en los
que se recoge el texto de San Mateo, añade estas palabras del Señor: Esta especie
(de demonios) no puede expulsarse sino por la oración y el ayuno.
Una fe tan grande como un grano de mostaza es capaz de trasladar los montes, nos
enseña el Señor. Pidamos muchas veces a lo largo del día de hoy, y en este
momento de oración, esa fe que luego se traduce en abundancia de medios
sobrenaturales y humanos. Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe [7].
«Ante ella caen los montes, los obstáculos más formidables que podamos encontrar
en el camino, porque nuestro Dios no pierde batallas. Caminad, pues, in nomine
Domini, con alegría y seguridad en el nombre del Señor. ¡Sin pesimismos! Si
surgen dificultades, más abundante llega también la gracia de Dios; si aparecen
más dificultades, del Cielo baja más gracia de Dios; si hay muchas dificultades, hay
mucha gracia de Dios. La ayuda divina es proporcionada a los obstáculos que el
mundo y el demonio opongan a la labor apostólica. Por eso, incluso me atrevería a
afirmar que conviene que haya dificultades, porque de este modo tendremos más
ayuda de Dios: donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rom 5, 20)» [8].
Las mayores trabas a esos milagros que el Señor también quiere realizar ahora en
las almas, con nuestra colaboración, pueden venir sobre todo de nosotros mismos:
porque podemos, con visión humana, empequeñecer el horizonte que Dios abre
continuamente en amigos, parientes, compañeros de trabajo o de estudio, o
conocidos. No demos a nadie por imposible en la labor apostólica; como tantas
veces han demostrado los santos, la palabra imposible no existe en el alma que vive
de fe verdadera. «Dios es el de siempre. -Hombres de fe hacen falta: y se renovarán
los prodigios que leemos en la Santa Escritura.
»-“Ecce non est abbreviata manus Domini” -¡El brazo de Dios, su poder, no se ha
empequeñecido!» [9]. Sigue obrando hoy las maravillas de siempre.
III. «Jesucristo pone esta condición: que vivamos de la fe, porque después seremos
capaces de remover los montes. Y hay tantas cosas que remover… en el mundo y,
primero, en nuestro corazón. ¡Tantos obstáculos a la gracia! Fe, pues; fe con obras,
fe con sacrificio, fe con humildad. Porque la fe nos convierte en criaturas
omnipotentes: y todo cuanto pidiereis en la oración, como tengáis fe, lo alcanzaréis
(Mt 21, 22)» [10].
Las dificultades proceden o se agrandan con frecuencia por la falta de fe: valorar
excesivamente las circunstancias del ambiente en que nos movemos o dar
demasiada importancia a consideraciones de prudencia humana, que pueden
proceder de poca rectitud de intención. «Nada hay, por fácil que sea, que nuestra
tibieza no nos lo presente difícil y pesado; como nada hay tampoco tan difícil y
penoso que no nos lo haga del todo fácil y llevadero nuestro fervor y
determinación» [13].
Nuestra Madre Santa María nos enseñará a llenarnos de fe, de amor y de audacia
ante el quehacer que Dios nos ha señalado en medio del mundo, pues Ella es «el
buen instrumento que se identifica por completo con la misión recibida. Una vez
conocidos los planes de Dios, Santa María los hace cosa propia; no son algo ajeno
para Ella. En el cabal desempeño de tales proyectos compromete por entero su
entendimiento, su voluntad y sus energías. En ningún momento se nos muestra la
Santísima Virgen como una especie de marioneta inerte: ni cuando emprende,
vivaz, el viaje a las montañas de Judea para visitar a Isabel; ni cuando, ejerciendo
de verdad su papel de Madre, busca y encuentra a Jesús Niño en el templo de
Jerusalén; ni cuando provoca el primer milagro del Señor; ni cuando aparece -sin
necesidad de ser convocada- al pie de la Cruz en que muere su Hijo… Es Ella quien
libremente, como al decir Hágase, pone en juego su personalidad entera para el
cumplimiento de la tarea recibida: una tarea que de ningún modo le resulta
extraña: los de Dios son los intereses personales de Santa María. No es ya sólo que
ninguna mira privada suya dificultase los planes del Señor: es que, además,
aquellas miras propias eran exactamente estos planes» [15].
Introducción:
Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo
que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al
tercer día Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre
por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En
Cristo Jesús mi Salvador, Amen.
Por José Alberto Vega
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sabía todo en cuanto a la fe, mi mente pequeña no alcanzaba a comprender el significado real de la fe.
Ya había oído hablar de Abrahám muchas veces en Génesis,…
21 abril, 2013
El presente mensaje “Como Incrementar mí Fe” nos ayudará a poder tener una
mejor relación con Dios basada en la fe de Cristo.
Romanos 10:17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
En consecuencia, la fe (viene) del oír el mensaje, y el mensaje es oído por medio
de la palabra de Cristo.
De las muchas interpretaciones que existen de este pasaje, algunas de ellas muy
complicadas, probablemente la mejor sea la que lo considera como una
conclusión que resume lo anterior. ¿No apuntan en esa dirección las palabras
iníciales “En consecuencia”? Entonces, lo que Pablo dice es que la fe en Cristo
presupone el haber oído la palabra que procede de Cristo y que trata de él. Y aquí
hay una palabra, en el original, que ha sido recientemente usada (v. 16) en el
pasivo—“lo que fue oído”—y que es usada ahora en el sentido activo: oír el
mensaje.
Para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo
tengáis vida en su nombre. Jn. 20:31
También Hechos demuestra que en el primer siglo, “una fe personal de Jesús era
el sello distintivo de los cristianos primitivos”
“Esta justicia de Dios viene por medio de la fe en Jesucristo a todos los que
creen” (Ro. 3:22).
Y Pablo explica que la fe viene de oír la proclamación de la Palabra (Ro. 10:17).
Santiago 1:2-7 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en
diversas pruebas, 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y
cabales, sin que os falte cosa alguna. Y si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y
le será dada. 6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es
semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una
parte a otra. 7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del
Señor.
Para tener fe es necesario que tengamos problemas, porque solo así vamos a
experimentar la necesidad de pedirle a Dios sabiduría para salir de nuestros
problemas, pero Santiago nos da la clave para lograr la fe necesaria, no es posible
llegar tener fe de la nada. Solamente aquel que ha pasado por un desierto, por un
problema grande, después de haber padecido mucho, después de haber sido
zarandeados por el enemigo y ha sido puesto a prueba, como el caso de Job, de
Abraham, va tener que llegar a desarrollar su fe.
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La fe de Abraham
¿Qué tuvo de especial la fe de Abraham? ¿De qué forma demostró
Abraham su fe, y qué lecciones podemos aprender de esto?
Abraham fue un forastero y peregrino en la tierra de Canaán de la misma forma en que
los cristianos en la actualidad son extranjeros en los caminos del mundo.
El apóstol Pablo escribió acerca de la fe de Abraham en Romanos 4:3: “Porque, ¿qué dice
la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia”.
La respuesta está en Génesis 15:4-6: “Luego vino a él palabra del Eterno, diciendo: No te
heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira
ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu
descendencia. Y creyó al Eterno y le fue contado por justicia”.
Esta fe extraordinaria, inamovible que Abraham tuvo en el poder y las promesas de Dios
era lo que Pablo estaba recordando.
“El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes,
conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al
considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad
de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se
fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso
para hacer todo lo que había prometido” (Romanos 4:18-21).
Pablo recalcó que la creencia de Abraham no se debilitó por el hecho de que él casi tenía
100 años, él no era débil en la fe. Él era fuerte en la fe. La fe es una profunda convicción de
que las palabras de Dios son verdad y de que Dios llevará a cabo todo lo que Él ha
prometido. Abraham simplemente creyó que Dios haría lo que Él dijo.
Nada es demasiado difícil para Dios. Nada es imposible para Dios. Esto es un ejemplo para
nosotros hoy, que nuestra fe en Dios debe ser fuerte.
Hebreos 11:8 nos dice qué fue lo extraordinario de esta partida: “Por la fe Abraham, siendo
llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a
dónde iba”.
Abraham partió, y el confió y creyó que Dios lo guiaría a él y a su familia en medio de ese
territorio desconocido. No hubo preguntas ni dudas. Él mostró su fe al salir. Este fue un
profundo acto de fe.
La fe de Abraham continuó
Génesis 13:14-17 registra la promesa a Abraham: “Y el Eterno dijo a Abram, después que
Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el
sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia
para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar
el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, ve por la tierra a lo
largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré”.
Nosotros también vivimos nuestra vida como extranjeros y peregrinos en esta tierra,
esperando con paciencia y fe, que sea establecido el Reino de Dios en la tierra, gobernando
desde Jerusalén. Nosotros también somos residentes temporales que desean una ciudad
celestial mejor—una ciudad que llegará en el futuro.
La prueba de la fe de Abraham
¡La fe de Abraham fue probada! Hebreos 11:17 nos relata la prueba suprema de la fe de
Abraham: “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido
las promesas ofrecía a su unigénito, habiéndosele dicho: en Isaac te será llamada
descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de
donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir”.
Abraham creyó que Dios podía levantar a Isaac de la muerte, si era que Dios no le
perdonaba la vida a Isaac (Génesis 22).
Abraham debió haber creído que Dios tenía una muy buena razón para pedirle que
sacrificara a Isaac, y que de alguna forma Isaac hubiera sido levantado de la muerte para
cumplir las promesas que Dios había hecho con respecto a él. La disposición de Abraham
de entregar a su hijo, era un prototipo de la disposición de Dios el Padre de dar su único
hijo engendrado (Cristo) como un sacrificio. Nosotros, que somos de la fe de Abraham
también debemos creer que Dios puede resucitar de la muerte.
Romanos 4:9-11 explica el significado de la justicia por la fe: “Porque decimos que a
Abraham le fue contada la fe por justicia. ¿Cómo pues, le fue contada? ¿Estando en la
circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión. Y
recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún
incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que
también a ellos la fe les sea contada por justicia”.
Entonces, ya sea que seamos judíos o no, aquellos que tienen la justicia de la fe, la fe les es
contada por justicia por Dios y son hijos de nuestro padre Abraham (v. 12). Al seguir las
pisadas de Abraham todos deben tener fe.
Debemos recordar que las promesas que Dios le dio a Abraham se cumplen por medio de la
fe. Abraham y sus descendientes, sus verdaderos descendientes que tienen fe, van a heredar
las promesas que Dios le hizo a Abraham. Como dice Romanos 4:13: “Porque no por la ley
fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino
por la justicia de la fe”.
Las promesas que le hicieron a Abraham son parte del mensaje del evangelio. Abraham
escuchó y creyó en el evangelio. Gálatas 3:8 dice: “Y la Escritura, previendo que Dios
había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham,
diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos
con el creyente Abraham”. (La escritura que se está citando es una combinación de la
promesa en Génesis 12:3 y 22:18.)
Este es un buen ejemplo para todos aquellos que escuchan el evangelio en la actualidad. No
todos obedecen. “Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha
creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”
(Romanos 10:16-17).
Fe y obras
Hay una gran diferencia entre confiar en nuestras propias “obras” y confiar en Dios, con el
fin de ser justificados y ser salvos. Y hay una diferencia entre confiar en la ley, como los
judíos hicieron, y hacer buenas obras que demuestren obediencia y fe viva.
Abraham es el objeto de la lección en este sentido: “¿Mas quieres saber, hombre vano, que
la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando
ofreció a su hijo Isaac sobre el altar ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras y que
la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a
Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que
el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Santiago 2:20-24).
Debemos hacer buenas obras en fe, como nuestro padre Abraham. Como dice en Juan 8:39:
“…Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais”. Abraham hizo muchas
obras que demuestran su firme fe en Dios. Jesucristo les dijo a los líderes judíos de su
época: “Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he
oído de Dios; no hizo esto Abraham” (v. 40).
Abraham creyó la verdad de labios de los mensajeros de Dios y de la boca del Señor.
La fe de Abraham es fe viva
Necesitamos hacer lo que hizo nuestro Padre Abraham. Necesitamos creer que Dios puede
hacer lo imposible y que nada es demasiado difícil para Dios. Necesitamos creer en el
poder y las promesas de Dios, sin dudar. Necesitamos creer y estar dispuestos a obedecer
voluntariamente a Dios, salir de este mundo y apartarnos del pecado.
Finalmente, por medio del ejemplo de Abraham, vemos que debemos demostrar nuestra fe
en Dios por la obediencia y haciendo buenas obras que demuestran nuestra fe. Nuestra fe es
perfeccionada al hacer buenas obras.
Tener fe y hacer buenas obras es una fe viva. “Yo te mostraré mi fe por mis obras”
(Santiago 2:18).
En verdad, Abraham nos mostró su fe por sus obras. ¿Va a seguir el ejemplo de Abraham?
Éste es un gran paso que usted puede dar. Que Dios le ayude a hacer esos cambios
imprescindibles en su vida de tal forma que pueda heredar la misma recompensa que
Abraham, ¡cuando Jesús regrese y establezca el Reino de Dios aquí en la tierra!
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