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Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
Prólogo
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8 Dones espirituales
Para finalizar, deseo para todos los lectores que “el Dios de paz… os
haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él
en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea
la gloria por los siglos de los siglos. Amen” (He. 13:20-21).
JAIME FASOLD
31 de agosto de 2000
Abreviaturas
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CAPÍTULO 1
VERDADES BÁSICAS
Cada una de las personas de la Trinidad tiene un papel en la cuestión
de los dones. “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es
el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
Y hay diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas las cosas
en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del
Espíritu para provecho” (1 Co. 12:4-7). El Padre es la fuente absoluta de
los dones, el Hijo es servido por el ejercicio de los dones, pero parece
que el Espíritu Santo tenga el papel principal ya que es la persona que
los distribuye. Mientras que el NT no contesta a todas las preguntas que
tenemos sobre los dones espirituales, sí nos proporciona ciertas verdades
básicas que nos permiten sacar ciertas conclusiones.
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12 Dones espirituales
3. Primera Corintios 12:18 (“Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada
uno de ellos en el cuerpo, como él quiso”), en vez de ser una referencia al
bautismo del Espíritu Santo, usa el cuerpo humano como una metáfora
para ilustrar el hecho de que cada miembro tiene una función. Todos los
miembros tienen un papel (véase este énfasis en Ef. 4:7).
14 Dones espirituales
con amor (1 Co. 13:1-3) implica un ministerio hacia los demás; uno no
se ministra a sí mismo con amor.8
Puesto que el don que cada uno recibe es para el beneficio espiritual
de los demás, es importante que cada creyente use el suyo. La tentación
de los que tienen dones menos importantes es la de no usarlos (1 Co.
12:15-17, 21). Aunque los dones no tienen la misma importancia, todos
los dones son importantes y tienen su lugar en el ministerio. Las manos
y los dedos no son los miembros más importantes del cuerpo humano.
Sin embargo, es prácticamente imposible vestirse sin el uso de las dos
manos, o atarse los cordones de los zapatos sin los dedos pulgares. Una
iglesia anda coja cuando el creyente que tiene un don menos significativo
no participa. El creyente que no usa su don, en efecto, roba a los demás
puesto que el don que posee no le fue dado para su propio provecho,
sino para el beneficio de los demás. Por tanto, la actitud de cada creyente
en cuanto a su iglesia debe ser: “¿qué puedo ofrecer a esta iglesia?”, en
lugar de “¿qué me ofrece esta iglesia?”
Cada creyente tendrá que dar cuentas por el uso que ha hecho de los
dones que ha recibido (2 Co. 5:10).
DEFINICIÓN DE UN DON
Se suele hablar de los dones como si fuesen capacidades, habilidades
o talentos. Sin embargo, esta definición plantea varias preguntas difíci-
8. Edgar, op.cit., p. 213, dice que “si las lenguas o los demás dones se ejercitan
en amor, aprovechan al que ejercita esos dones en el sentido de las recom-
pensas que recibirá todo servicio hecho por amor a Cristo. Sin embargo,
no se trata de provecho en el sentido de que el don se use para ministrar
a uno mismo o para la propia edificación”.
Introducción a los dones espirituales 17
los talentos natos y los dones espirituales, es lógico suponer que el Espí-
ritu Santo los conceda de acuerdo con los talentos del creyente.9 De lo
contrario, el creyente se frustraría. Es de esperar que el Espíritu dé el
don de la predicación10 a quienes tienen talento para hablar en público,
o el don de enseñanza a quienes cuentan con los talentos requeridos
para un maestro, como el interés y la capacidad de estudiar, investigar,
y comunicar información con el propósito de cambiar el comportamien-
to de los alumnos. De ahí que nuestras habilidades naturales puedan
orientarnos en cuanto a los dones que hemos recibido.
Sin embargo, la posesión de un talento natural no significa necesa-
riamente que Dios vaya a aprovecharlo. El Espíritu es soberano, y es
capaz de hacer justo lo contrario de lo que esperamos. Por tanto no
podemos dar por sentado que el profesor universitario que se convierte
recibe automáticamente el don de maestro y como consecuencia debe
ser nombrado maestro de la Palabra en la iglesia.
Tampoco está limitado Dios por nuestros talentos cuando quiere
usarnos para llevar a cabo sus designios. Puede obrar a pesar de nuestra
carencia de habilidades natas; y a veces lo hace. Cuando era seminarista,
visitaba de vez en cuando una iglesia cuyo pastor tartamudeaba, ¡excepto
cuando subía al púlpito para predicar! Los talentos, por sí solos, no son
suficientes para realizar la obra de Dios.
Es difícil determinar cuándo Dios está obrando a través de nuestros
talentos, y cuándo nos está usando a pesar de los mismos. No cabe duda
de que los dones como las lenguas, los milagros y la sanidad no tienen
que ver ni con los talentos, ni con la experiencia, ni con la práctica, sino
con la intervención directa y soberana de Dios. Pero en los dones como
la enseñanza y la administración es más difícil detectar la intervención
directa de Dios.
11. Algunos sugieren que el celibato voluntario (1 Co. 7:7), la pobreza volun-
taria y el martirio (1 Co. 13:3) son dones en el mismo sentido que los 19
dones identificados en Romanos 12, 1 Corintios 12, Efesios 4, y 1 Pedro
4:9-10. Pocos consideran el celibato como un don propiamente dicho, sino
que lo consideran más bien una habilidad por naturaleza, una alternativa
a la vida matrimonial. Es difícil entender cómo el martirio podría ser un
don ya que solamente puede llevarse a cabo una vez en la vida, a no ser
que el Apóstol Pablo se refiriera a un espíritu de martirio.
20 Dones espirituales
Servir/ayuda Q Q
Enseñanza/
Q Q Q
maestro
Exhortación Q
Repartir Q
Administrar/ Q Q
presidir
Misericordia Q
Palabra de Q
sabiduría
Palabra de Q
ciencia
Fe Q
Sanidades Q Q
Milagros Q Q
Discernimien-
Q
to de espíritus
Hablar en
Q Q
lenguas
Interpretación Q
de lenguas
Apóstol Q Q
Evangelista Q
Pastoreo Q
Hospitalidad Q
Puesto que las cuatro listas no son idénticas, algunos han creído ver
una distinción entre dones, administraciones y ministerios. Otros han
dividido estos dones en las categorías de ministerio, señales y motiva-
ción. Sin embargo, ninguna de estas distinciones goza de una aceptación
general. La exégesis sana simplemente no apoya dichas categorías.
La lista de Efesios 4:11 se distingue de las otras listas porque habla de
creyentes dotados en lugar de dar una lista de dones. El evangelista es una
persona que tiene don de evangelización. Una cosa es su don, a saber su res-
ponsabilidad de evangelizar, otra cosa es el nombramiento, título, posición
u oficio que se le puede otorgar dentro del organigrama de una iglesia. Lo
mismo sucede con el apóstol, profeta, pastor y maestro. En muchas iglesias
“pastor” es un título; pero la persona que tiene don de pastoreo puede o
no llegar a ser llamado pastor u ocupar el oficio de pastor.
En primer lugar, hay ocasiones en las que Dios elige bendecir la pre-
dicación de su Palabra muy a pesar de la vida de quien la predica (Is.
55:11). En segundo lugar, hay resultados que aparentan gran bendición,
pero que no representan bendición genuina. Evidentemente, Dios es
el único juez de lo que realmente se ha logrado (1 Co. 3:10-15; 4:1-5).
Mientras tanto, el tiempo es la mejor prueba de lo que realmente vale.
Los resultados genuinos y auténticos permanecen; lo que carece de
valor suele desaparecer. En tercer lugar, a veces el ministerio eficaz de
un creyente carnal se debe al ímpetu que fue creado cuando andaba en
el Espíritu, el cual le permite servir con ciertos resultados positivos en
el presente. En cuarto lugar, en ocasiones es difícil distinguir entre los
resultados que son el producto de un talento nato, y los que se deben
a un don espiritual. Por último, una persona puede ministrar con un
poder sobrenatural que no sea de Dios (Mt. 7:22-23).13
partir dones a los creyentes no tiene nada que ver con las necesidades
de uno mismo, sino con las necesidades que tienen los demás. Cada
creyente tiene la responsabilidad de ejercer sus dones para el provecho
espiritual de los demás.
Aunque los demás son los beneficiarios principales de los dones que
un creyente recibe, es interesante notar el beneficio que esa responsabi-
lidad representa para el mismo creyente. Se oye mucho en la actualidad
el término “autoestima”. Hay personas que no se gustan a sí mismas,
que no se valoran, incluso llegan a pensar mal de sí mismas. Los psicó-
logos sugieren que la autoestima consiste en saber tres cosas: que uno
es amado y aceptado; que tiene valor intrínseco como persona; y que
es competente y útil. Nadie nos puede dar la autoestima, porque tiene
que brotar del interior de uno mismo. Cuanto más busca el incrédulo
la autoestima, más tendencia tiene a centrarse en sí mismo y a caer en
el egoísmo y en la arrogancia.
Para el creyente en Cristo, la cuestión de su autoestima tiene otra
vertiente. Su autoestima se determina por lo que Dios piensa de él. En
Efesios 1:14 el Apóstol Pablo afirma que el creyente tiene una herencia
que le espera en el cielo. Pero, en su oración a favor de los efesios (1:15-
23), dice que Cristo también tiene una herencia, y que los creyentes
constituyen esa herencia (v. 18). El Apóstol Pablo pide en oración que
Dios abra los ojos del entendimiento de los efesios para que se den cuenta
de cuánto valen para Dios, de “cuáles son las riquezas de la gloria de su
(la de Cristo) herencia”. En cuanto a la necesidad de cada ser humano
de saber en su mente y sentir en su corazón que tiene valor intrínseco
como persona, la verdad expresada en este texto es capaz de eliminar
cualquier complejo de inferioridad. El creyente se describe en términos
de “riquezas, gloria, herencia”. Pero en lugar de provocar egoísmo y
arrogancia, el creyente se vuelve más humilde. Y, en cuanto a la necesi-
dad de cada persona de saber que es útil y competente, no deja de ser
interesante cómo los dones suplen esta necesidad. Aunque el propósito
principal de los dones no es hacer que el creyente se sienta competente
y útil, su responsabilidad de servir a los demás a través de sus dones no
deja de suplir una necesidad que cada creyente tiene.