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r

Rudy Kousbroek

El secreto del pasado


Cuarenta viajes a través del tiempo
en blanco y negro

Selección y prólogo
Maarten Asscher

Traducción de Diego J. Puis

Adriana Hidalgo editora


Rdy
El secretod,1pd- 12 ed.
Buenos Aires: Adriana Hidalgo ,dN, 2013
214 p. : 1. 119,13 O,,,. -
Traducido por: Diego 1919
PRÓLOGO
ISBN 978-987-1923-05-2
1. N,,,,6,-, holandesa. 1. P,,1, Diego, trad. II. Ti,,,!,, Maarten Asscher
CDD 839.31

narrativas

Título original: Opgp'd [se l ecc ió n ] Rudy Kousbroek (1929-2010) cultivó el género lite-
Traducción: Diego J. Puls, con la colaboración19 María Cristina G1ibca rario conocido en el mundo entero como "literatura del
Editor: Fabián L,b,sglik
Maqueta 19 tapa: Eduardo Swpí
exilio". En ese sentido, su obra puede compararse con
Diseño: Gabricla Di Giuseppe la del palestino Edward Said o la del alejandrino André
1 edición Aciman. Nacido en 1929 en la isla de Sumatra, hijo de
1 edición o España
un hacendado holandés, en 1946 emigró de las Indias
Selection ofDy Opgpd (2003),
(2005), Ht ,adda19- hk 19g (2007) Orientales Neerlandesas y, previo paso por Amsterdam
©byRdyKbcak —donde residió cuatro años—, se estableció por un largo
O6g196ly p,,b1ihd by Uisgij Augustus, Aescad,,
© 19k cad,'19ó,,: Diego J. P1 período en París, ciudad en la que estudió japonés, chi-
del prólogo: Maarten Ascher
© Adriana Hidalgo editora S.A., 2013 no y matemáticas, entre otras cosas. Desde París, en la
Córdoba 836 -19 13 - of. 1301 década de 1960 comenzó a publicar artículos en periódi-
(1054) Buenos Aires
cos y semanarios holandeses como corresponsal cultural
independiente. Tal como les sucedió a Said yAciman, la
ISBN Argentina: 978-987-1923-05-2 experiencia del exilio marcó su condición espiritual por
ISBN España: 978-84-92857-94-4
el resto de su vida. Su juventud en las Indias determinó
Impreso Argentina
Pi,,tdi,,Argentina en gran parte su escritura, tanto en lo concerniente a las
Queda hecho el depósito que indica la ley 11 .723 fuentes emocionales como al programa intelectual.
Prohibida 19 reproducción parcial o total 19, permiso escrito
1919 editorial. Todos 1,. derechos reservados. En total, Rudy Kousbroek pasó casi cincuenta años de
su vida fuera de los Países Bajos. Aun así, es considera-
do —con el eslavista Karel van het Reve— el ensayista más
N Ittrenfds
dth foundafion
Este libro fue publicado 19 apoyo
19,19 F,,,,d,i19, neerlandesa 19 kt,,,.
importante de la literatura neerlandesa de la posguerra.
for Iitrature
un gran crítico de la mentalidad holandesa, que tildaba
Ya en 1975, su obra fue galardonada con el premio P.C.
Hooft, la distinción literaria más prestigiosa de los Países de mezquina y antiintelectual. En una entrevista llegó a
Bajos. En la década de 1950, como poeta experimental, calificar a Holanda como "e1 pals más rústico de Europa".
La añoranza de su país de origen, las Indias irrecu
Kousbroek era lúdico e ingenioso. Como ensayista po-
lítico y cultural, en los años sesenta y setenta fue un ra- perables, constituyó en la escritura de Kousbroek una
cionalista crítico y un temido polemista. En su aversión fuente que alimentaba los más diversos recuerdos y
fantasías, y el hilo conductor de sus numerosos inten-
por fenómenos tan variados como la religión, el maoís-
tos por recobrar y evocar el pasado, también en otros
mo, la cría industrial de animales, la modá o el deporte,
podía ser muy vehemente, con unaactitud rayana en el lugares y en otros. tiempos. Ya la fascinante naturaleza
activismo, como lo demuestran sus ensayos y artículos de las Indias, con sus tigres y sus kalongs, sus volcanes
publicados en los años ochenta y noventa. Peto la selec- y waringins, representaba un mundo de ensueño ini-
ción que aquí se presenta de su producción ensayística gualable, comparado con los llanos y húmedos Países
tardía se caracteriza sobre todo por dos de sus móviles Bajos, donde canales, autopistas y antiestéticos edificios
más profundos: la curiosidad y la nostalgia. de apartamentos acotan la imaginación del ser humano.
Mientras en sus novelas sus coetáneos Harry Mu
La enorme amplitud de ámbitos que gozaban del in-
lisch y WilIem Frederik Hermans daban un lugar, en la
terés de Kousbroek procedía de un espíritu investigador
literatura de los Países Bajos, al tema de la ocupación
—de formación académica— unido a una gran afinidad
nazi durante la Segunda Guerra Mundial, el ensayista y
con el pensamiento metódico y las maravillas de la técni-
ca. Por otro lado está la nostalgia, que impregna su obra periodista Rudy Kouabroek inmortalizó con su pluma
hasta en lo más recóndito; una nostalgia íntimamente como ningún otro el drama de la descolonización de las
Indias Orientales Neerlandesas. Con la proclamación de
relacionada con el hecho de que las Indias Neerlande-
sas, donde el autor pasó los primeros diecisiete años de la República de Indonesia, en 1945, y el subsiguiente
su vida, tras su emigración hacia Europa se volvieron cruento proceso de descolonización, que se extendería
para siempre inalcanzables. Si alguna vez ha habido un por varios años, llegó a su fin la presencia colonial de
escritor para quien la edad adulta supuso la expulsión los Países Bajos en el archipiélago Índico, que había du-
rado en total más de trescientos cincuenta años. En su
del paraíso de su juventud, ese ha sido con certeza Rudy
obra, Kousbroek abordó esa historia desde una multipli-
IKousbroelc. Desde esa posición marginal, en parte obra
cidad de ángulos —político, histórico, autobiográfico-
del azar, en parte cultivada por él mismo, terminó siendo
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y alcanzó la mayor carga expresiva y significativa en su


gran libro Het Oostindisch Kampsyndroom (El síndrome a leerse, sin que se agoten la fascinación ni el encanto
del campo de concentración en las Indias Orientales) de que de él emanan.
1992, considerado su obra magna. Como casi todos sus El volumen El secreto del pasado. Cuarenta viajes a
libros, está articulado en gran parte alrededor de textos través del tiempo en blanco y negro comprende una an-
escritos originalmente para la prensa, en concreto para el tología de cuarenta fotosíntesis. Para llevar a cabo esta
periódico NRCHanclelsblad, del que fue redactor cultu- selección —personal por definicióh—, me guié en pri
ral durante más de veinte años. mer lugar por la intensa fascinación de Kousbroek por
En los últimos diez años de su ylda, para plasmar el tema del "recuerdo", el funcionamiento de la memo-
esa característica amalgama entre el arte de los re- ria, el misterio del paso del tiempo y cómo ese misterio
cuerdos autobiográficos y la reflexión histórica, Rudy puede evocarse en la mente humana, pero nunca desci-
Kousbtoek encontró un formato ideal y personal, que frarse en su totalidad. Los escenarios del recuerdo que
llamó 'fotosíntesis": una combinación de una fotogra- se presentan aquí son en su mayor parte las Indias, Pa-
fía en blanco y negro impresa en papel común con un rís y el resto de Francia; muchos portadores del recuer-
ensayo breve, de no más de mil palabras. La aplica- do suelen ser animales —más que personas—, aunque
ción de ese formato evolucionó hasta convertirse en no faltan aparatos, máquinas y edificios. Sin embargo,
un subgénero idiosincrático dentro del ensayo. Kous- todo lo que escribe Kousbroek está irradiado por una
broek publicó estas fotosíntesis primero en forma de compasión casi sobrehumana, una sensibilidad emo-
serie en una variedad de periódicos, y luego en una cional ante lo vulnerable, una íntima empatía por todo
colección de tres volúmenes. Este particular formato lo que vive o ha vivido alguna vez. El mundo del pasa-
literario-visual aplicado al ensayo autobiográfico le va- do, estático y representado exclusivamente en blanco y
lió el premio Jan Hanlo 2005, otro importante pre- negro, parece adquirir en el texto de Kousbroek que lo
mio a la ensayística en lengua neerlandesa. Por fin, la acompaña, tanto color como movimiento.
totalidad de las casi cien fotosíntesis se reunieron en En su conjunto, las fotosíntesis de esta antología
2010 en un gran tomo único bajo el título de Opges- conforman un monumento al recuerdo autobiográfi-
poorde wonderen (Rastreando milagros). A mi entender, co y una protesta elocuente contra el paso del tiempo.
esa compilación se aproxima bastante al libro ideal, si Kousbroek logra relacionar en ellas, de forma extraordi--
lo definimos como un libro que siempre puede volver naria, el tiempo de vida de una persona con el paso del
tiempo en cuanto dato histórico. La fotografia como
arte del recuerdo es su aijada en esta empresa, la pa-
nacea con la que une —en apariencia, sin esfuerzo— el
pasado con el presente.
Con todo, en El serreta clelpasado Kousbroek extien-
de una búsqueda autobiográfica proustiana convirtién- EL SECRETO DEL PASADO
dola en un intento exhaustivo por recrear, con la mayor
exactitud posible, el paisaje, la música, la rquitectura,
la ternura y el olor de un "tiempo perdido" para siem-
pre. Ruinas en la jungla, los zepelines del período de
entreguerras, estaciones de tren demolidas, mascotas
muertas, las ralles de París, una pequeña iglesia en el
archipiélago de Banda, la despedida de un transatlán-
tico... el catálogo de emociones que logra evocar Rudy
Kousbroek se mantiene en perfecto equilibrio por la
suprema precisión con la que el escritor investiga y pre-
senta sus hallazgos. Curiosidad y nostalgia. En estas "fo-
tosíntesis" se confunden en un único estado de ánimo.
Gracias al ensayo que la acompaña, la fotogtafia del
padre con la que concluye el libro —unívoca a prime-
ra vista— se convierte en un retrato cautivante de una
persona amada de dimensión universal. Existen pocos
libros en la literatura de los Países Bajos que despierten
de la misma manera en el lector el deseo de identificar-
se con los móviles más íntimos de un escritor.

Maarten Asscher (195 7) es jurista, ensayista, poeta, traductor


de poesía y librero. Entre 1992 y 1998 fue el editor de la obra
literaria de Rady Koosbeoek en Holanda.
FUNES

Cuando tenía doce años, quería poder recordarlo


todo y ver con los ojos cerrados. Ahora sé que tam-
bién otros han tenido tales exigencias para con la vida:
Borges pretendía el recuerdo total y'Hein Donner, ver
con los ojos cerrados. Borges (dejo a Donner para otra
ocasión) creó la figura de Funes el memorioso, el joven
que retenía en su memoria todo lo que entraba en su ce-
rebro, no importaba por qué vía, pero principalmente a
través del ojo. Podría decirse que la facultad de recordar
de Punes es, en realidad, una metáfora de la fotografía.
Que la fotografía todo lo conserva y, a diferencia de lo
escrito, encima sin faltas, es algo de lo que me percaté
sólo más tarde. Todo desaparece, salvo lo que está foto-
grafiado. La única imperfección es que la fotografía no
abarca la realidad en su totalidad. No obstante, lo que
muestra la fotografía es: "esto ha existido".
A menudo las fotos son fruto del azar, pero esta no.
Los antecedentes son curiosos: después de la Primera
Guerra Mundial, cuando arrancó la industria cinema-
tográfica, surgió en Hollywood la necesidad de contar
con decorados para las películas ambientadas en Francia.
Esos decorados debían parecer auténticos. Se creó una

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oficina dedicada a tomar fotografías de la realidad coti- nuevo todavía hoy es reconocible. A esto se suma el he-
diana en Francia, principalmente de París, y de ese modo cho de que la arquitectura de París apenas ha cambiado.
se obtuvieron imágenes de todo tipo de sitios existentes: De ahí la perfección de esta imagen, conmovedora
una terraza de café, la portería de un conserje, e1 escapa como un juguete reencontrado. Tan perfecta, tan intac-
rate de un zapatero, los interiores de una peluquería, de ta, tan parte de una realidad integral y conducente al
una oficina de correos de un restaurante comon y tam- irrefutable sentimiento de que el pasado no ha desapa-
bién de detalles: por ejemplo, cómo eran el contador de ` Lo admito, mucho
recido, sino que está en otra parte.
un taxi parisiense, o la ventanilla de un banb, el lavabo de esto es personal y tiene que ver con esa segunda ju-
de una habitación de hotel de la Ciudad Luz, la bicicleta ventud victoriosa que experimentaron los automóviles
de un repartidor de periódicos, la gorla y el capote de un de los años veinte, y que también yó pude aprovechar
policía. Las romas las realizaban por encargo los herma- personalmente Después de 1945 estos coches a me-
nos Séeberger en París. nudo de alta perfección tecnica fueron comprados con
Por eso estas fotos tienen algo muy singular Si no se avidez por jóvenes interesados en historia y en mecáni-
conocen los antecedentes no se sabe donde radica esa ca es por eso que aun hoy los asocio con la juventud
singularidad Tienen la identidad de las cosas que nadie Lamentablemente, ahora se han convertido en objetos
mira cosas cotidianas que nadie registra conscientemente, de colección para fanfarrones adinerados.
pero que aquí forman parte de una percepcion universal Este Renault NN descapotable fabricado hacia 1925
en la que todo tiene el mismo peso. Lo que muestran es es un buen ejemplo de un vehículo en el que tres déca-
el aspecto que tienen las cosas cuando no se olvida nada, das después yo veía cómo se paseaban temerariamente a
cuando se tiene la memoria de Funes el memorioso. los estudiantes parisienses, con inscripciones tales como
En otras palabras, son imágenes de una universalidad, Ne riezpas macsame, votee JIile estpeuc-étre dec/ans!' Con
aunque sea limitada, pues es evidente que no lo abarca el radiador detrás del motor (4 cilindros, 850 cm 3), tres
todo: un ejemplo de metonimia, un todo designado por velocidades, el volante a la derecha, depósito de gaso-
una parte. Limitada también en el tiempo, una realidad lina adelante sobre las rodillas, con un pequeño grifo
que ya no existe: París en los años veinte. Y también para cortar el suministro. Apto para 80 km/h con vien-
en esto hay algo singular, un paralelo extraño: los años to a favor. S oplándote el pelo. Mi nombre es Funes.
veinte parisienses tienen algo universal. Fueron los años
más fecundos del siglo, mucho de lo que entonces era
¡No se ría, señora, que tal vez aquí dentro esté ccc hija!
r

EL MÁS ALLÁ

Sobre lo que ha sido y ya no es. Sobre cambios in-


comprensibles.
No parece nada fuera de lo común, y al mismo
tiempo es un gran misterio. ¿Qué eslo que antecede a
esta escena? ¿Qué hechos se han desarrollado allí?
De niño me atormentaba el temor a que mis pa-
dres ya no me reconocieran o que hablaran una lengua
ininteligible. Con seguridad ese temor tenía que ver
con la circunstancia de que me habían enviado a un
internado y que en ocasiones pasaba varios meses sin
verlos. Veía a otros padres, pero no eran los míos. Casi
todas las semanas debía observar cómo los progenito-
res de otros niños venían a buscarlos para llevárselos
por el fin de semana. Ellos tenían padres y madres que
vivían en plantaciones cercanas; los míos vivían lejos:
les tomaba casi un día entero llegar en coche al inter-
nado, con lo cual no venían nunca. Por eso, ya pronto
comencé a preguntarme si todavía sabría reconocerlos.
Decidí ejercitarme, y después de un año aún era rapaz
de dibujar de memoria un fiel retrato de mi padre.
¿Y ellos? ¿Todavía se acordarían de quién era yo? Pasa-
do cierto tiempo comencé a dudarlo. ¿Habría cambiado
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tanto que ya no sería posible reconocerme ('quién eres, no fuera obra de Dios, sino un inmenso fraude, ma-
muchacho?", al intentar abrazarlos) o me equivocaba y quinado por un espíritu omnipotente y malvado. La
yo no era su hijo? Especialmente esto último me resulta- idea parece bastante plausible. De niño me preguntaba
ba aterrador. —casi como Descartes— si, de ser así, podíamos dedu-
Aún recuerdo con claridad cómo me imaginaba que cirlo de algo, o si había signos que lo indicaban, o al-
pasarían por mi lado sin yerme; veo la cara de mi pa- gún elemento del que se lo pudiepa inferir.
dre, nuestras miradas que se cruzan, pero él no da nin- Al contemplar esta foto, tengo otra vez esa antigua
guna señal de reconocimiento y sigue caminando. Y es sensación. Un gran misterio: ¿qué ha sucedido allí?
como si su cabeza, que conozco tan bien, se convirtiera ¿Cómo sería la escena precedente? Todo me resulta fa-
en la de otra persona, la cabeza del padre de otro. Mi miliar, como si lo conociera de siempre. Pero ¿en qué
madre ha pasado de largo ya hace raro, sin percatarse lo percibo?
de mi presencia. Las aves ocupan un lugar especial en el reino de los
En una fase posterior me surgía la duda de si en rea- animales. Son un gran consuelo; como me ocurre con
lidad hablábamos la misma lengua. Algunos niños del todos los animales, me derrito ante su visión, pero lo
internado se comunicaban con sus padres en inglés y cierto es que frente a ellos uno se siente impotente,
otros en francés. Se me ocurría que si eso llegaba 'a pa- no los puede tomar en brazos; en realidad, sólo existe
sarme a mí, no los entendería. Todavía peor sería que la posibilidad de mirarlos y de hablarles. También son
ellos me hablaran como siempre en holandés, pero que los únicos animales que saben hablar. Son pequeñas
las palabras hubieran adquirido un significado diferen- personas que llevan las manos en los bolsillos. Lo que
te; por ejemplo, que "comer" equivaliera a "morir", y representan los pájaros de la foto está claro: son almas
"leche" a "sangre" ("quieres comer?, ¿tomas leche?"). A de personas que, como es sabido, tienen alas. Es una
veces hacía ejercicios a fin de estar preparado para cual- foto del más allá.
quier eventualidad y ser yo quien cambiara las acepcio-
nes. ¿Por qué causa fortuita las palabras adquirían sus
significados, que —más fortuito aún— todo el mundo
conocía?
• Cuando mucho tiempo después leí a Descartes, re-
1
conocí algo de mí mismo en su temor a que la creación
RUE BROCA

No es fácil adivinar lo que esta foto me trae a la


mente: una hemorragia nasal.
En una de estas rasas me rompí la nariz. Es la calle
Broca, en el quinto distrito de ParE. Fue en una es-
calera oscura. El interruptor de luz no funcionaba, o
funcionaba con intervalos tan cortos que uno tenía
que volver a pulsar el botón al llegar a cada piso. Si la
luz se volvía a apagar antes de alcanzar el rellano, uno
se encontraba en medio de la oscuridad, buscando a
tientas el botón. Estaba oscuro romo boca de lobo, me
tropecé, caí de bruces y como consecuencia sufrí esa
hemorragia. Parecía una catarata del Niágara, no para-
ba nunca, y todo eso en la oscuridad. Más tarde —años
más tarde— resultó que alguna vez me había fracturado
el tabique nasal. Seguramente ocurrió en esa ocasión.
Cuando mito esta foto me asaltan los recuerdos. To-
das estas casas se derribaron en 1970. El pintor holandés
Corneille vivía allí, creo que en el edificio del medio,
donde se ve un pedazo de cortina escapándose por la
ventana, y si no, en una casa similar un poco más ade-
lante. Yo mismo vivía en la Place de la Contrescarpe, no
muy lejos de allí. Por cierto, el apartamento de Corneille
la
se encontraba en la parte trasera del edificio, Había un
sitar nuestras antiguas Indias Orientales Neerlandesas.
amplio pasaje que conducía a un patio donde desembo-
Una temporada en el infierno trata de su lucha con la fe,
caban todas las escaleras: EscalierA, Escalier B, etc.
que no quería abrazar, aunque tampoco rechazar.
En la oscura fachada de la izquierda se lee Charbons-
Recuerdo con claridad el estupor de mis padres al
Café. Un café con una carbonería aneja era una combi
ver salir de una casa semejante a una elegante parisina,
nación habitual, regentada por Jo general por migrantes
lo que me permite ver por un instante esas casas a través
de la región de Auvernia, a quienes llamaban le bougnac,
de sus ojos: covachas viejas, mugrientas, inhabitables.
el carbonero auvernés. En la fachada de lá casa de las
Para mí eran valiosas y preciadas, testimonio del respeto
mansardas figura Caves de la Gironde, o sea, una tienda
por los edificios antiguos y de la ausenia en Francia de
de vinos procedentes de los alrededores de Burdeos.
un afán de inmiscuirse en todo. Pero ese afán —aunque
Del edificio de enfrente cuelga un letrero negro con la
fuera en estado latente— por supuesto que allí también
palabra "hotel". Inmediatas asociaciones eróticas. Si uno
existía, y se manifestaría años más tarde a través de toda
quería hacer el amor, en Holanda no había adonde ir,
clase de medidas paternalistas, entre ellas le ravalement,
pero en París uno iba a un hotel así, o también a una
la limpieza de las fachadas parisienses por orden de
casa de baños privada —había una cerca, al final de la calle
Andre Malraux Una lástima, ami me gustaba esa arqui
Mouffetard—, donde estaba permitido entrar de dos en
tectura negra tan maravillosamente materializada por
dos en una misma cabina. En las casas de baños muni
Víctor Hugo en sus ilustraciones en tinta china
cipales esto era imposible: en ellas había secciones sepa-
Del apartamento de Corneille ya no me acuerdo el
radas donde se oía únicamente el ruido de las duchas,
no trabajaba allí, su taller estaba en la calle Santeuil. En
pero en las privadas sonaba a menudo desde las cabinas la
ci momento de mi caída, estábamos subiendo juntos la
combinación celestial de besos, gemidos y agua corriente.
escalera, e incluso me acompañó a la farmacia para que
En la fachada central, digamos la de Corneille, tam
me prestaran los primeros auxilios.
bién hay una inscripción, casi borrada, que no llega a
Me basta contemplar un buen rato esta foto para
leerse bien ni siquiera con lupa. Son palabras escritas en
experimentar mi propia temporada en el infierno: esas
forma de un arco. A la izquierda del balcón veo passage,
casas, en mi memoria todavía tan reales... La idea de
y a la derecha algo así como enfer, lo que por supuesto
que todo eso ya no existe es desgarradora. Lo único que
me hace pensar de inmediato en Une saison en enfer de
aún me recuerda a esas casas desaparecidas es mi tabi-
Arthur Rimbaud, un gran poeta, que hasta llegó a vi-
que nasal fracturado.
0

LA VIDA DE VERDAD

¿Quedarán todavía holandeses que hayan sido con-


cebidos en esta habitación del Hotel des Indes, de Ba-
tavia? Presumiblemente sí. El hotel estuvo enboga por
mucho tiempo entre parejas de recién çasados en viaje
de bodas.
Esta foto que algún día me dio Rob Nieuwenhuys'
muestra cómo era a comienzos del siglo XX el deco-
rado de los actos ocultos correspondientes. Según me
explicó, se trata de una habitación de ese hotel, donde,
como es sabido, se crió: su padre era el gerente.
No es de extrañar que sea tan oscura. Hace cien
años, el mundo era mucho más oscuro que ahora.
Miro las camas y me imagino cómo las vería esa gente
vestida de blanco: aquí lo haremos, luego, esta noche,
ahora. Veo esas ventanitas altas a la izquierda, que en
realidad no son más que rejillas de ventilación, lo sé por
experiencia; ¿en cuántas habitaciones indias me habré
puesto a contemplar el cielo nocturno ecuatorial por
un enrejado así —hecho normalmente de ladrillos que
formaban una especie de estrella—, con el ruidoso canto
de los grillos o el repiquetear de la lluvia como telón

Smzng (India N,Lrnda4, 30/6/1908 - Amtodz,, 811111999


[90. de TI.
la
de fondo, y habré visto cómo amanecía a la mañana para que llegara, lo que late una gran bendición, ya que
siguiente? También esos antepasados, cuyos acuendos el aire acondicionado es un invento hostil al hombre.
blancos descansarían sobre alguna de las sillas, lo ha Cuando llego a un hotel de mi antiguo país de origen,
brán visto y habrán pensado: de modo que esto es/nun- suelo apagar de inmediato este secador de las vías respira-
ca más voy a soltarte/ahora comienza la vida de verdad. torias. Pero en fin, en este caso todavía no era necesario.
Cuán bella es la habitación! Así se veía el mundo Cuando veo esas dos camas con mosquitero, me
antes de que todo se sumiera en el agua jabonosa del inunda la sensación de que la intención siempre ha sido
sentimentalismo. Adusta, fría, sobria, funcional, casi que el mundo estuviera conformado de esta manera, con
una habitación de hospital. Provista de agua corriente ese tipo de camas: esos dos espectros, esas dos kaa/.'as sa-
y luz eléctrica. Con una lupa observo el grifo: sí, el co- gradas, con la hermosa ropa de cama india oculta en su
nocido, de latón, con los cuatro brazos y la boca ancha, interior y un pensamiento cariñoso dirigido a las manos
que hacía ,pshhh! al abrirla. Muy moderna: en muchos nativas que tendieron esas camas. ¿Quién no querría que
hoteles, incluso de Francia, hasta hace poco había unas su vida hubiera comenzado allí? También hacen pensar
mesita 1 de mármol con una gran jofaina de loza y un en carromatos, coincidentes con el amplio y legendario
aguamanil. Sobre la repiaa de arriba hay también dos ja arquetipo de la cama como medio de transporte. ¿Me-
rriras de vidrio con un vaso. El lavabo es el único objeto dio de transporte hacia dónde? Mejor no pensar en eso
de toda la habitación que tiene líneas curvas. Miento: ahora y quedarnos con el embelesamiento.
los sopores de hierro fundido, casi invisibles, son de un Sin embargo, por más hermosa que sea, hay algo en
muy discreto art nouveau. La luz se enciende yac apaga esta habitación que me gustaría cambiar: en pareja bajo
con una llave giratoria —que antes de la guerra era la for- el mismo mosquitero es mucho más divertido (tutup
ma usual en las Indias—, inmortalizada por Joop Al2 en ki?ambu, bu/ea kain); es una pequeña habitación, el equi-
su libro sobre Ambarawa'. valente tropical de la cama empotrada en un armario,
Hay otra cosa más que permanece invisible en esta donde la permanencia puede ser igualmente muy agra-
habitación de hotel, yes la ausencia de aire acondicionado. dable, pero eso ya casi nadie lo sabe. Por otro lado,
En teoría ya existía, pero en la práctica faltaba mucho también los mosquiteros a veces resultan sofocantes y
calurosos, aunque nunca tanto como las camas empo-
Liaaxn (Holanda), 21-6-1947-Ámtnaiax, 30-3-2002 [N. de T.]. tradas, más apropiadas para el invierno, la cueva don-
Campo de concentración y trabajos forzados creado en Jna durante k de hiberna el oso. Lo que me sigue rondando por la
ocupación japonesa [N. de T].
cabeza es esa descripción de Joop Al de una llave de
luz giratoria llena de chinches, que uno por supuesto
hacía girar con mucho cuidado, evitando aplastarlas y
electrocutarlas, pues de lo contrario el olor era inso- LA ISLA un LAS JÓVENES
portable. ¿Chinches en el Hótel des Indes? Claro que
no; lo que describió Joop Al epa un campo de concen-
tración. Y esto pone al descubierto la dimensión oculta De la Isla de las Jóvenes —escribí— no existen fotos.
que presumíblemenre sea la razón por la cual esta foto "Cómo que no!", exclamó una amiga erudita que ha
tiene también para mí algo aterrador; además, recuerda profundizado en las colonias de artistas del Monte Ve
a esos campos, con lugares parecidos que en la guerra rit, a orillas del Lago Mayor. Y me mandó la prueba:
servían muchas veces para encerrarnos. También por el libro Asrona - Monte Veritá, de Robert Landmann
eso está oscuro. (1973), de donde procede esta foto. Me sorprendió.
Ea, en efecto, una foto evocadora, tomada alrededor de
1937 en lo que el autor llama Insel der Seligen, o Isla de
las Bienaventuradas: "San Pancracio, la isla perseguida
por el escándalo, propiedad del empresario hamburgués
Max Emden".
No puede negarse que esta foto parece confirmar la
aseveración de mi amiga; sin embargo, yo sigo pensando
que de la auténtica Isla de las Jóvenes no existe ninguna
foto. Esta es más bien una foto de la Isla de las Señoras. Y
no es que la desestime, también tiene que haber una Isla
de las Señoras; no tendría ninguna objeción en conver-
tirme en su único habitante masculino.
No sé de cuándo daca la existencia de la Isla de las
Jóvenes en la literatura, pero esa última condición es cru-
cial: la presencia de otros hombres es indeseable y moles-
ta, pues de hecho así dejaría de ser una isla de doncellas.

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